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Comentarios al capítulo IV del libro "Trujillo, mi padre en mis memorias", de Angelita Trujillo [IV de VII]

Trujillo fuera del poder por "algunos períodos constitucionales" (IV de VII). Trujillo fue un hombre ambicioso y sin escrúpulos a quien poco le importaba la gente. Se valió del dinero que pertenecía al pueblo y del aparato represivo del Estado para doblegar la información y la competencia política. Su energía le sirvió "para esclavizar y envilecer al pueblo... para organizar un sistema de terror... y un régimen despótico..."

De vuelta al poder”: así comienza Angelita Trujillo el capítulo IV de "Trujillo, mi padre en mis memorias", presentando a su progenitor fuera del escenario político por algunos "períodos constitucionales", teoría que plasma como una justificación a sus deseos de mostrar un Rafael Trujillo demócrata, esparcida por los neotrujillistas comprometidos con limpiar el nombre del dictador y que propugnan por el regreso de la familia del déspota a República Dominicana (con la expresa intención de reinsertarla en el poder), proyecto que se da paralelamente con la actividad propagandística que los asalariados de las capas bajas de la pequeña burguesía realizan con el fin de enlodar el nombre del principal opositor al sátrapa.

Para el retorno al poder disponen de los millones de dólares que les fueron saqueados al pueblo y de esos "desubicados en las relaciones de producción, ansiosos de subir de capa en la escala social", que rinden honores y favores -remunerados los últimos- por carecer del mínimo de dignidad para actuar con sentido de compromiso; en el afán de disminuir la figura de Juan Bosch apelan a la mentira, el escarnio y la fábula, las mismas armas que usaba el propio Trujillo para denigrar y manchar reputaciones.

Con la pretensión de limpiar tres décadas de dictadura, y presentar a Trujillo como un demócrata consumado que gobernó sujeto al ejercicio libre del voto en procesos diáfanos y competitivos, la autora habla del derecho adquirido por la mujer para “elegir y ser elegida” (Pág. 212, Cap. IV, 1ra Edición, 2009) y de los “triunfos” obtenidos en elecciones concertadas con la única finalidad de lavar la cara del régimen, pero no señala en momento alguno los partidos que disputaron el poder con verdadero sentido de oposición y disentimiento, ni la razón de ser del voto femenino, que sirvió exclusivamente para aumentar el caudal de sufragios a favor del único candidato que, vía el terror y la opresión, podía salir triunfador en unos comicios simulados.

En esta faena de presentar un Trujillo demócrata participan unos pocos malagradecidos -como le llama José Martí a los que "sólo hablan de las manchas que existen en el sol y no son capaces de hablar de su luz"- que fabulan acerca de la integridad del profesor Bosch, buscando justificar su partida del país porque ya el sátrapa, a causa de la matanza de haitianos, “no representaba opción alguna de poder” para la consulta de 1938, y, por tanto, los discursos laudatorios a favor del tirano acabarían, como acabaría también el “privilegio” de seguir ocupando un puesto en el aparato estatal, ignorando, olímpicamente, los que sólo hablan de las manchas en el sol, la diputación que le fue ofrecida y que pasaría a convertirse en el detonante para el inicio de un exilio que duraría más de 23 años.

¿Ingenuidad o maldad? Definitivamente lo último; la ingenuidad tiene cabida cuando las intenciones son saludables, pero cuando lo que se busca es hacer daño se transforma en maldad, voluntad remunerada que, en este ámbito, persigue el renacimiento del trujillismo y la mancha de la dignidad, la integridad y el compromiso con la patria.

Angelita Trujillo define los primeros diez años de Trujillo en el poder -un poder que nunca dejó- como los años en que “la nación ha vivido una prodigiosa metamorfosis que la viene transformando ¡de larva en mariposa!” (Pág. 196), aseveración matizada por el auge económico en que entraba el país gracias a que su padre “puso el poder del Estado al servicio de su decisión de convertirse en el hombre más rico de la historia dominicana, y para lograr sus fines aplicó en todo lo que podía producirle dinero los métodos propios de la acumulación originaria” (Juan Bosch, Las dictaduras dominicanas, Pág. 198, 1ra Edición, 1988, Editora Alfa y Omega, Santo Domingo, RD), haciendo con la sal dominicana, mediante el despojo o la compra a precio irrisorio de las minas de Neiba (sirviéndose del aparato represivo del Estado), un monopolio, tal como hicieran los ingleses en la India; ejerciendo el control absoluto de las salinas de Baní y Monte Cristi e imponiendo al pueblo impuestos a la medida de sus bolsillos [su empeño por ser el dominicano más rico lo llevó a ordenar "la muerte de un hermano" y "a sacar por la fuerza de su hogar a otro (sic), porque no quería venderle tierras para sus ingenios azucareros" (Juan Bosch, Póker de espanto en el Caribe, Págs. 64-65, 1ra Edición, 1988, Editora Alfa y Omega, Santo Domingo, RD)].

La Segunda Guerra Mundial, dentro de los acontecimientos que coadyuvaron a formar el capital de Trujillo, le proporcionó la discreción para la imposición del capitalismo que la historia reclamaba en el país y que él, valiéndose de métodos perversos, encarnó. El período de guerra permitió a Trujillo, mediante el trabajo esclavo, suplir de mercancías las fuerzas armadas y la población civil norteamericanas sin que el Departamento de Estado cuestionara el aspecto moral de esa "alianza de guerra".

La riqueza acumulada le proporcionó los medios para la creación de otros monopolios: Seguros San Rafael, bajo el que quedaron cubiertos los empleados públicos y los vehículos que circulaban por las calles y carreteras del país –con carácter obligatorio-; Fábrica Dominicana de Calzados, que suplía de zapatos la pequeña burguesía de las capas baja pobre y baja muy pobre, también con carácter obligatorio -promulgó una ley prohibiendo las personas descalzas en las ciudades-; y otros; tantos, que habría que elaborar un libro con estos comentarios, que se supone sean breves. Ese libro está escrito; lo recomendamos a los lectores para que conozcan el imperio que creó el padre de Angelita (quien "entiende" es producto de “la divina providencia” -hasta este capítulo sigue sin dar explicaciones al origen de su riqueza-). Nos referimos a “La fortuna de Trujillo”, de Juan Bosch, el dominicano que más combatió al dictador y, por consecuencia, el más odiado por su hija; agraciadamente sólo un reducido grupo de serviles se propone, sin éxito alguno, denigrar.

Para facilitar el entendimiento del sentimiento de aversión de Trujillo hacia Bosch -“emblemáticos los dos… cada uno por su propio lado, representantes de mundos contrapuestos” (Sergio Ramírez, escritor nicaragüense)-, pasamos a transcribir, de las páginas 47 y 48 de "Póker de espanto en el Caribe", algunas de las barbaridades con las que el padre de Angelita enfrentaba al escritor de renombre internacional -desterrado en Cuba en lucha constante contra la tiranía- y a toda su familia:
El señor José Bosch (padre de Juan Bosch, NH), que es persona sin importancia alguna en la sociedad dominicana, no fue detenido por razones políticas sino porque tenía una casa de prostitución. El ministro español, que le acompañó en todas las diligencias judiciales, no presentó protesta alguna a este gobierno". (Respuesta de Trujillo, con su firma estampada, a las peticiones que se cursaron desde el extranjero para que liberaran al padre del profesor Bosch, preso en represalia por escritos publicados por este, enviada nada menos que al presidente del Senado de Cuba).

"Pocos años después Trujillo haría enmendar la Constitución con el objeto de impedir que el hijo de ese hombre ‘sin importancia alguna’ fuera algún día presidente de la república... La Constitución fue enmendada en 1946 para establecer que sólo podían llegar a la presidencia los dominicanos hijos de dominicanos. El único líder adversario de Trujillo hijo de extranjeros es el autor de este libro".

… En un acto público su propio ministro de Educación, en un discurso autorizado por Trujillo, dijo que en todo el presente siglo el país sólo había producido dos grandes figuras, una de ellas Trujillo –desde luego- y la otra el hijo de ese ‘señor José Bosch’, que es persona sin importancia alguna en la sociedad dominicana (aunque el ministro explicó que yo era un desalmado que había dedicado mi capacidad a perturbar el país y a corromper con mi prédica a la juventud mientras Trujillo había sido el constructor de la grandeza patria)”.
La dictadura la ejerció su padre ininterrumpidamente por más de seis lustros; sólo Angelita y el pequeño grupo que apuesta a la mentira y a la difamación hablan del retorno al poder, en expresión manifiesta de que por algunos períodos Trujillo estuvo fuera de él.

¡Triste realidad! Este libro y la vil propaganda tienen territorio fértil en la ignorancia, los estómagos vacíos y una pequeña burguesía que “no tiene oficio, no tiene destino, no tiene trabajo, no encuentra qué hacer y se va a Nueva York (en Estados Unidos; a Puerto Rico, a Venezuela, a España... NH)… en busca de medios de vida; esa pequeña burguesía se mete en los partidos porque en ellos encuentra una salida para su vida sin horizontes. Es natural que (en República Dominicana, NH)… la política se convierta en un negocio más, un negocio para pequeños burgueses, que son los que montan ventorrillos políticos…” (Juan Bosch, El PLD, un partido nuevo en América, Pág. 125, 3ra Edición, 1999, Editora Alfa y Omega, Santo Domingo, RD).

Las sociedades avanzadas (la canadiense, la norteamericana, la japonesa o las que exhiben muchos países de Europa) no pueden describir las capas baja pobre y baja muy pobre de la pequeña burguesía, a las que pertenecen millones de dominicanos, porque no las conocen. Ni siquiera son tratadas sociológicamente. Los hombres y mujeres jóvenes de estas capas van a dar “a la guardia, a la policía y a los servicios de caliesaje; los que no quieren ser ni guardias ni policías ni calieses ponen un tarantín para vender lo que sea, o… consiguen una carretilla y se hacen plataneros o paleteros…” (Juan Bosch "Clases sociales en la República Dominicana", Pág. 15, 3ra Edición, 1985, Editora Corripio, Santo Domingo, RD).

La baja pequeña burguesía (capas baja propiamente dicha, baja pobre y baja muy pobre) actúa bajo sus emociones; si un bajo pequeño burgués se hace revolucionario y “lo es sólo de sentimiento y no adquiere una base ideológica que lo haga tomar una posición política firme, una posición arraigada, es decir, enraizada en una absoluta convicción intelectual, tan pronto el poder policial o gubernamental lo golpea o tan pronto le ofrecen dinero... abandona su posición revolucionaria y pasa a servirle al enemigo…” (Ibíd., Pág. 50). Esta debilidad ideológica, en tanto se ve complementada por la peligrosa iniciativa de la ignorancia funcional, se constituye en caldo de cultivo para el neotrujillismo.

Angelita Trujillo y los que como ella piensan deben saber que la dictadura duró más de 30 años, sin interrupción alguna, y hasta este cuarto capítulo los muertos hay que contarlos por decenas de miles (en la realidad, no en el paraíso que pretende pintarnos en el que todo es bondad, amor, sacrificio y desprendimiento), sobre todo los que no tienen nombre, los ciudadanos de “segunda o tercera” sacrificados como ganado. Los asesinatos políticos se hicieron frecuentes desde el mismo momento en que Trujillo dio señales de que ansiaba la presidencia del país. A ese auge económico, que la autora se propone glorificar, hay que montarle una guardia de honor encabezada por dominicanos y extranjeros vilmente asesinados, entre los que cuentan ingenieros, médicos, pilotos, comerciantes, abogados, militares, soldados, obreros... campesinos (incluso acólitos que fungieron como funcionarios de la tiranía).

La maquinaria de sangre desborda lo impensable: en dimensión, nivel de atrocidad... alcance; pero esa sangre es soslayada por Angelita en el propósito de retratar "libre de pecados" a Trujillo. El cinismo (y la presuntuosidad que la engalana) la lleva a considerarnos cándidos ciudadanos, incapaces de otear sus malsanas intenciones de glorificar al indecoroso, inescrupuloso, acomplejado, resentido y perverso de su padre, que “cotidianamente iba y se detenía frente a la imagen de la Virgen, le encendía un veloncito y luego pasaba un ratito orando; cuando por circunstancias él no podía hacerlo, pedía que mantuvieran iluminada la imagen de la Virgen” (Pág. 199) (¡Sin comentarios!).

Trujillo “ha sustituido a los caudillos en lo peor que estos tenían. En lugar de la adoración de las masas, que vinculaba a estas con los caudillos, Trujillo usa el terror y el premio, con lo cual la admiración espontánea que se prodigaba a los caudillos ha sido suplantada por una adulación impuesta a la fuerza, que ha rebajado a extremos insultantes la dignidad nacional y ha sumido a Santo Domingo en una atmósfera de ridiculez y de mal gusto que avergüenza a todo dominicano culto. Las debilidades de la psicología dominicana, tan ligadas a la política caudillista, son ahondadas para beneficio de la tiranía, que ha dado categoría política a la calumnia y al chisme”. Muchas personas que combatieron a Trujillo creen que lo hicieron “por razones políticas y en realidad luchan porque necesitan una posición que los libre del hambre: conseguido el cargo, abandonan la imagen de opositor y adoptan la del trujillista”. (Juan Bosch, "Trujillo, causas de una tiranía sin ejemplo”, Págs. 168-182, 9na Edición, 2002, Editora Alfa y Omega, Santo Domingo, RD).

¿Se parece la descripción de Bosch a las falacias que diseminan sus enemigos? Muy claro ha quedado que abandonó la imagen de trujillista que se vio obligado a proyectar para salvar la vida y la de su familia; por si fuera poco, lo hizo bajo una vida errante que lo llevó a radicarse en más de seis naciones (en las que tuvo que ejercer los trabajos más disímiles, aún con la digna ocupación que había escogido para el desempeño natural de su vida).

Trujillo fue un hombre ambicioso y sin escrúpulos a quien poco le importaba la gente. Se valió del dinero que pertenecía al pueblo y del aparato represivo del Estado para doblegar la información y la competencia política. Su energía le sirvió "para esclavizar y envilecer al pueblo... para organizar un sistema de terror... y un régimen despótico...". En su incapacidad "de sustentar una conciencia moral se iguala al tigre. Esta fiera, dotada de músculos potentes, garras poderosas y ojo rápido, no tiene conciencia moral; si siente hambre, mata; satisface sus instintos y sus necesidades; el grado de inteligencia y de habilidad que tenga le sirve únicamente para sí; ningún otro animal de la selva tiene derecho a la vida, a la integridad física, al sueño, a la paz, si hay allí un tigre con hambre". (Ibíd.).

CONTINUAREMOS CON LOS COMENTARIOS AL CAPITULO V...

Ing. Nemen Hazim
San Juan, Puerto Rico
22 de mayo de 2010