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.- Revolución China


Segundo gran acontecimiento de carácter político del siglo XX después de la Revolución Bolchevique


La Revolución China: La capitulación japonesa de 1945 llevó a China hacia una guerra civil que enfrentó a los comunistas y a los nacionalistas del Kuomintang, que se habían reconciliado temporalmente para constituir un Frente Nacionalista anti japonés en 1937. Las fuerzas comunistas controlaban una buena parte del territorio chino que reunía a más de 100 millones de habitantes, la mayoría campesinos. El resto del territorio, es decir, las zonas costeras y la mayoría de las grandes ciudades, estaba en manos del Kuomintang, que se oponía a la reforma agraria fomentada por los comunistas y que contaba con el apoyo de Estados Unidos. En 1947 las fuerzas comunistas protagonizaron una gran ofensiva que culminó con la reconquista de Manchuria y la conquista de las ciudades más importantes. Sumido en el desorden y la corrupción, el ejército nacionalista cesó la lucha y los dirigentes del Kuomintang abandonaron el continente y se refugiaron en la isla de Formosa bajo la protección de la flota americana. Tras el triunfo del ejército comunista, el 1 de octubre de 1949, Mao proclamó en Pekín el nacimiento oficial de la República Popular China. El campo comunista se había ensanchado enormemente con la incorporación de un país de 9 millones de Km² y una población de 500 millones de habitantes. Los nacionalistas, por su parte, se refugiaron en la isla de Formosa (Taiwan)




La Revolución China

En vísperas de la Segunda Guerra Mundial, China era un país muy pobre, dedicado básicamente a las actividades agrícolas y con un desarrollo industrial prácticamente inexistente (sólo el 3% de la población trabajaba en la industria).

La agricultura seguía utilizando los métodos tradicionales y se basaba en el cultivo extensivo del arroz, el maíz y la patata. En los últimos decenios, la población había aumentado enormemente, pero seguía sujeta a las tradicionales dificultades naturales (inundaciones, sequías...) que daban lugar a hambrunas periódicas y a la muerte de millones de campesinos. Una minoría de grandes propietarios detentaba la propiedad de la tierra que era trabajada por los campesinos bajo un régimen de tipo feudal. Vivían sumidos en la pobreza y asfixiados por las rentas que debían pagar a los señores feudales (más de mitad de la cosecha).

La entrada en China de las potencias europeas en el siglo XIX había proporcionado un cierto desarrollo industrial en una estrecha franja costera y una apertura comercial hacia Occidente. También había surgido una burguesía comercial, aunque numéricamente era poco importante. De este modo, China mantenía una rígida estructura social, sostenida por el confucionismo, que inculcaba al pueblo la sumisión a las jerarquías políticas, sociales y familiares.

Políticamente, después de la destitución del último emperador en 1911, se había proclamado la República, que estaba en manos de las fuerzas nacionalistas del Kuomintang, partido fundado en 1905, que dirigió el movimiento insurreccional que puso fin al tradicional Imperio Chino, instaurando una democracia parlamentaria y proponiéndose liberar al país del imperialismo extranjero. Estuvo dirigido primero por Sun Yat-sen y después por Chiang Kai-chek, quien orientó al país hacía una vía muy conservadora, que dio lugar a una fuerte oposición comunista. El Partido Comunista, dirigido por Mao Zedong, tenía su fuerza entre los campesinos y defendía la necesidad de un reparto de la propiedad entre los campesinos pobres.

El Partido Comunista Chino fue fundado en 1921 por algunos intelectuales como Mao Zedong y Zhou Enlai. En 1927 se enfrentó a la política del Kuomintang y proclamó la necesidad de la revolución armada de los campesinos.

En 1934, las tropas comunistas emprendieron lo que se llamó la "Larga Marcha": recorrieron cerca de 12.000 km huyendo del cerco que les habían tendido los ejércitos nacionalistas. Después de un enfrentamiento con las tropas de Chiang Kaí-chek, los comunistas, dirigidos por Mao, se refugiaron en Yenan, donde a partir de 1935 promovieron la creación de una República Popular, en la que se llevaron a cabo una serie de reformas sociales que habían de ser el preludio de la nueva sociedad: elecciones con sufragio secreto para la Administración local, lucha contra el feudalismo, reparto de tierras, disminución de los impuestos, etc.

China antes de la Segunda Guerra Mundial
1911 Revolución China. Los nacionalistas, dirigidos por Sun Yat-sen, derrocan el Imperio manchú.

1916 Se constituye en Cantón un nuevo gobierno basado en los «tres principios» de Sun: nacionalismo, democracia y aumento del nivel de vida popular.

1918 Segundo gobierno en Pekín dirigido por Yuan ShiKaiwho, que se convirtió en presidente con el apoyo del ejército. Sun declara la guerra a Alemania, Yuan le sigue en 1917. El Tratado de Versalles autoriza a Japón a quedarse con el territorio alemán de Shantung. China no obtiene nada. Deja de comprar mercancías británicas y japonesas y busca la ayuda de Rusia. Rusia devuelve a China territorios arrebatados durante el siglo anterior. El Partido Comunista Chino empieza a crecer.

1922 Los nacionalistas del Koumintang no consiguen someter a los poderosos señores de la guerra. Sun invita al Partido Comunista a unirse a su ejército.

1925 Muere Sun Yat-sen. Chiang Kai-chek se convierte en el líder del Koumintang.

1926 Las expediciones contra los señores de la guerra en el norte del país obtienen un gran éxito.

1927 Chiang inicia unos ataques contra el Partido Comunista. Las «patrullas de la muerte» del Koumintang se lanzan sobre los comunistas en Cantón, asesinando a 6.000 personas. Ataques similares en Shanghai y otras grandes ciudades. Mao Zedong (Mao-Tse-tung) se convierte en líder del Partido Comunista. Conduce a lo que queda del Partido Comunista a las montañas de Kiangsi e instituye un Soviet para reconstruir el Partido e iniciar la guerra civil contra el Koumíntang.

1928 Chiang entra en Pekín y se convierte en el nuevo gobernante de China. Cree que el país necesita un líder militar fuerte y decide deshacerse de su único rival, el Partido Comunista.

1931 Chiang pone en marcha una serie de campañas de exterminio para derrotar a los comunistas en Kiangsi. El ejército del Partido Comunista —Ejército Rojo de Liberación del Pueblo— utiliza la táctica de guerrillas. Los japoneses invaden Manchuria. Chiang decide enfrentarse al Ejército Rojo antes que a los japoneses.
La guerra civil y la revolución de 1949

La Segunda Guerra Mundial puso un paréntesis en la guerra civil: comunistas y nacionalistas pelearon juntos contra los japoneses. Durante esta guerra, entre 1937 y 1946, China fue invadida por las tropas niponas. Los comunistas chinos desempeñaron un papel muy importante en la lucha contra los japoneses y consiguieron ganarse el apoyo de los campesinos gracias a las medidas revolucionarias que se ponían en práctica en los territorios bajo control comunista: reparto de las tierras, aplazamiento de deudas, limitación de impuestos, etc.

La capitulación japonesa de 1945 llevó a China hacia una guerra civil que enfrentó a los comunistas y a los nacionalistas del Kuomintang, que se habían reconciliado temporalmente para constituir un Frente Nacionalista anti japonés en 1937. Las fuerzas comunistas controlaban una buena parte del territorio chino que reunía a más de 100 millones de habitantes, la mayoría campesinos. El resto del territorio, es decir, las zonas costeras y la mayoría de las grandes ciudades, estaba en manos del Kuomintang, que se oponía a la reforma agraria fomentada por los comunistas y que contaba con el apoyo de Estados Unidos.

En 1947 las fuerzas comunistas protagonizaron una gran ofensiva que culminó con la reconquista de Manchuria y la conquista de las ciudades más importantes. Sumido en el desorden y la corrupción, el ejército nacionalista cesó la lucha y los dirigentes del Kuomintang abandonaron el continente y se refugiaron en la isla de Formosa bajo la protección de la flota americana. Tras el triunfo del ejército comunista, el 1 de octubre de 1949, Mao proclamó en Pekín el nacimiento oficial de la República Popular China. El campo comunista se había ensanchado enormemente con la incorporación de un país de 9 millones de Km² y una población de 500 millones de habitantes. Los nacionalistas, por su parte, se refugiaron en la isla de Formosa (Taiwan).

Los primeros años de la República Popular

Nacida en plena Guerra Fría, la República Popular China fue reconocida diplomáticamente tan sólo por los países comunistas, algunos Estados vecinos de Asia y por el Reino Unido y Portugal, que contaban con algunos enclaves comerciales en su territorio y no querían ganarse la enemistad de la nueva China. El resto del mundo occidental y la ONU no quisieron reconocer al nuevo Estado, manteniendo que el único depositario de la legitimidad china era el gobierno de la China nacionalista.

Aislada frente al resto del mundo, la China Popular se volcó hacia la Unión Soviética, el único aliado del que podría obtener la ayuda financiera, económica y técnica que necesitaba para la reconstrucción del país. De este modo, en febrero de 1950, los dirigentes chinos firmaron en Moscú un tratado de "amistad, alianza y asistencia mutua" con el gobierno soviético. A partir de este momento, la construcción del socialismo en China se orientó hacia el modelo soviético y la estrategia estalinista: rápida colectivización de la tierra y una planificación económica que daba prioridad absoluta a la industria pesada.

El nuevo régimen presentó algunas peculiaridades propias respecto al comunismo internacional, lo que dio origen a lo que se conoce como maoísmo: unión de las cuatro clases revolucionarias (campesinos, obreros, pequeña burguesía y burguesía nacional), importancia del campesinado, revolución permanente, acción directa del Partido en todas la áreas.

En el terreno económico, el gobierno chino lanzó el primer plan quinquenal (1953-1957), que se centró en el desarrollo de la industria pesada. En forma complementaria, se llevó a cabo una progresiva colectivización de la agricultura. Las grandes propiedades en poder de latifundistas y de la burguesía campesina fueron expropiadas y repartidas entre los agricultores.

Los campesinos, que se habían convertido en propietarios como consecuencia de la reforma agraria de 1950, fueron incitados a reagruparse en cooperativas socialistas de producción al estilo de los koljoses soviéticos. En 1957, la mayoría de los campesinos chinos formaba parte de este tipo de cooperativas. Las empresas privadas, tanto industriales como comerciales pasaron a ser de propiedad estatal y los artesanos fueron reagrupados en cooperativas controladas también por el Estado.

También se inauguró una política de planes quinquenales de estilo soviético. El primer plan (1953-57) fijó la prioridad del crecimiento industrial, y en particular de la industria pesada, por encima del desarrollo agrícola, lo que trajo consigo un déficit alimentario y la necesidad de mantener el racionamiento. Finalmente, se redactó una Constitución en 1954, que se inspiraba en la soviética, con un total paralelismo entre las estructuras del estado y las del Partido Comunista.

En 1956, el régimen comunista impulsó un proceso de liberalización intelectual: la campaña de las Cien Flores (1956-1957). Con él, el Partido Comunista Chino buscaba captar la adhesión de los intelectuales, muchos de los cuales le eran hostiles. En un principio, los intelectuales no comunistas se mostraron reacios a manifestar sus críticas. Finalmente, el movimiento desembocó en una verdadera denuncia de las propias bases políticas del régimen. La reacción del Partido no se hizo esperar: los críticos fueron acusados de contrarrevolucionarios y elitistas y muchos de ellos fueron castigados.

En 1958, el gobierno chino lanzó un amplio movimiento conocido como el Gran Salto Adelante: con él se buscaba lograr un equilibrio entre el desarrollo industrial y la agricultura. Pero, a pesar del éxito obtenido en los dos primeros años, el Gran Salto fue un fracaso.

La crisis se agravó debido a la ruptura con la Unión Soviética a principios de los '60. Las aspiraciones chinas a convertirse en un foco de irradiación de una nueva ola revolucionaria mundial, en la que la lucha contra el capitalismo era central, contrastaba con la ambigüedad de las relaciones que en esos años Moscú mantenía con Occidente.

La Revolución Cultural

Una de las consecuencias del fracaso del Gran Salto Adelante fue el desastre y la relegación de la figura de Mao del centro del poder. Un grupo de dirigentes del Partido y algunos militares comenzaron a someter las ideas de Mao a una profunda revisión. En 1962, comenzó la contraofensiva del maoísmo a partir del Ejército, donde el líder conservaba un enorme prestigio. A fines de 1965, Mao dirigió sus ataques contra los intelectuales, invitando a los estudiantes a denunciar las desviaciones ideológicas.

Dicha estrategia triunfó en agosto de 1966, fecha en que se hicieron públicos los dieciséis puntos de la “gran revolución proletaria” que habían sido impuestos de hecho gracias a la lealtad de los guardias rojos y al apoyo de las masas trabajadoras descontentas. Los objetivos principales que pretendía cubrir con este proceso eran, en primer lugar, la persecución y derrota de todos aquellos que, detentando el poder, seguían la vía capitalista; en segundo lugar, la destitución de las autoridades académicas burgueses y la abolición de su ideología; por último, la transformación de aspectos de la superestructura –lugar donde se sitúa la ideología en la teoría marxista– que habían quedado desfasados después de la implantación de la economía socialista.

Aquel mismo año de 1966 se hizo público el célebre Libro Rojo, recopilación de citas de Mao que sintetizan lo fundamental de su pensamiento y que se extendió entre las masas chinas con el propósito de que sirviera de instrumento para que asumieran el protagonismo de su propia revolución. El libro, traducido a numerosos idiomas, corrió de mano en mano por todo el mundo y se convirtió en un auténtico best-seller político de la década siguiente. Después del noveno congreso del Partido Comunista, celebrado en abril de 1969, el pensamiento maoísta se consolidó como eje de la Revolución China, pero veinte años después, las disidencias internas, sacadas a la luz por la descomposición generalizada de los regímenes imperantes en los países del llamado “socialismo real”, y especialmente representadas por los jóvenes estudiantes y la población descontenta de las grandes concentraciones urbanas, fueron violentamente reprimidas en la Plaza de Tiananmen.

Para entonces, el último de los supervivientes de los que fundaron el Partido Comunista, Mao Tse-tung, había fallecido en 1976. Pese al imprevisible desmoronamiento de su gran obra, aún hoy el mundo recuerda con fascinación la asombrosa energía de que hizo gala el maestro chino durante su larguísima existencia. Siendo joven, cuando caía la helada lluvia traída por el viento de Mongolia, Mao se desnudaba para recibirla con objeto de, según sus propias palabras, “domar el esqueleto”. Con el mismo rigor espartano y abnegado mantuvo un pulso con la Historia.

El llamado de Mao tuvo una gran respuesta en las escuelas y en las universidades, de ahí que este movimiento haya recibido el nombre de Revolución Cultural. El movimiento pronto se extendió a toda China. Los estudiantes, convertidos en Guardias Rojos, dirigían sus ataques contra los dirigentes que se habían opuesto a Mao, a los que calificaban de revisionistas y contrarrevolucionarios. A comienzos de 1969, Mao había recuperado su poder.

China después de Mao

Tras la muerte de Mao en 1976, los dirigentes chinos mantuvieron el modelo socialista. Sin embargo, se ha desarrollado una política económica más pragmática que, lentamente, camina hacia una economía de mercado, aunque siempre controlada. El conductor de este cambio es Deng Xlao Ping, uno de los dirigentes marginados del Partido durante la Revolución Cultura y rehabilitado posteriormente. En 1978-1979, Deng impulsó una cierta liberalización política conocida como "Primavera de Pekín" y permitió una crítica moderada al maoísmo. Sin embargo, el régimen chino todavía se caracteriza por la falta de libertad política. Los movimientos de oposición son duramente reprimidos tal fue el caso de la revuelta estudiantil en la plaza de Tiananmen, en Pekín, en 1989.

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La Revolución China de 1949

Para los marxistas la revolución china fue el segundo gran acontecimiento de la historia humana, sólo después de la revolución bolchevique de 1917. Millones de seres humanos, que hasta ese momento habían sido las bestias de carga del imperialismo, rompieron el yugo humillante del imperialismo y el capitalismo entrando en el escenario de la historia mundial.

La primera revolución china de 1925-1927 fue una genuina revolución proletaria. Pero fue abortada por la política errónea de Stalin y Bujarin, que subordinaron a la clase obrera china al presunto democrático burgués Chiang Kai-shek. El Partido Comunista de China se disolvió en el burgués Kuomintang (KMT) y Stalin incluso invitó a Chiang Kai-shek a ser miembro del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista.

Esta política desastrosa llevó a la derrota catastrófica de 1927, cuando el “demócrata burgués” Chiang Kai-shek organizó la masacre de los comunistas en Shanghái. El aplastamiento de la clase obrera china determinó más tarde el carácter de la revolución china. Los remanentes del Partido Comunista huyeron al campo, donde comenzaron a organizar una guerra de guerrillas basada en el campesinado. Eso cambió radicalmente el curso de la revolución.

Podredumbre de la burguesía


La revolución de 1949 triunfó debido al absoluto callejón sin salida que representaban el latifundismo y el capitalismo para China. El nacionalista burgués Chiang Kai-shek, que llegó al poder en 1927 sobre los cuerpos destrozados de los trabajadores de Shanghái, tuvo dos décadas para demostrar lo que podía hacer. Pero al final, China dependía del imperialismo, el problema agrario no resolvió y China siguió siendo un país atrasado, semifeudal y semicolonial. La burguesía china, junto con todas las demás clases propietarias, que estaban entretejidas con el imperialismo, formaba un bloque reaccionario que se oponía al cambio.

La podredumbre de la burguesía china quedó al descubierto cuando los imperialistas japoneses en 1931 invadieron Manchuria. Durante la lucha para derrotar a los invasores japoneses, los comunistas chinos ofrecieron un frente único a los nacionalistas burgueses del Kuomintang encabezado por Chiang Kai-shek. Pero en realidad el nivel real de cooperación entre las fuerzas de Mao y el KMT fue mínima durante la Segunda Guerra Mundial. La alianza del PCCh y el KMT era un frente único sólo de nombre.

La lucha de China contra Japón se fundió con la conflagración general de la Segunda Guerra Mundial. Los comunistas asumieron la mayor parte de la lucha contra los japoneses. Las fuerzas del KMT siempre estuvieron más preocupadas de luchar contra los rojos. En diciembre de 1940, Chiang Kai-shek exigió que el Cuarto Nuevo Ejército del PCCh evacuara las provincias de Anhui y Jiangsu. Eso provocó enfrentamientos importantes entre el Ejército Popular de Liberación (ELP) y las fuerzas de Chiang, causando miles de muertos, lo que significó el final del presunto frente único.

La Segunda Guerra Mundial terminó con el enorme fortalecimiento del imperialismo norteamericano y de la Rusia de Stalin, además del conflicto inevitable entre ellos que ya era evidente antes del final de la guerra. El 9 de agosto de 1945 las fuerzas soviéticas lanzaron la impresionante Ofensiva Estratégica sobre Manchuria para atacar a los japoneses en Manchuria y a lo largo de la frontera chino-mongola. En una campaña relámpago, el ejército soviético aplastó al japonés y ocupó Manchuria. Rodearon a los 700.000 soldados japoneses estacionados en la región y el Ejército Rojo conquistó Manchukuo, Mengjiang (Mongolia interior), Corea del Norte, Sakhalin del sur y las islas Kuril.

La rápida derrota del Ejército Kwantung de Japón a manos del Ejército Rojo nadie lo menciona hoy en día, pero fue un factor significativo en la rendición de Japón y el final de la Segunda Guerra Mundial. También fue un elemento importante en los cálculos de Washington sobre Asia. Los imperialistas norteamericanos temían que el Ejército Rojo soviético marchara directamente hacia China y llegara al mismo Japón, como había sucedido anteriormente en su avance a través de Europa del Este. Finalmente Japón se rindió ante EE.UU. después de que la fuerza aérea norteamericana lanzara las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. El objetivo principal de destruir estas dos ciudades japonesas era demostrar a Stalin que el arsenal de EE.UU. poseía una nueva y terrorífica arma.

Bajo los términos de la rendición incondicional japonesa dictados por EE.UU., las tropas japonesas en las zonas ocupadas chinas tenían que rendirse ante las tropas de Chiang y no a los comunistas. La razón por la que en Manchuria las tropas japonesas se rindieron ante la Unión Soviética fue simplemente porque el KMT no tenía fuerzas en esa región. Chiang Kai-shek ordenó a las tropas japonesas mantenerse en sus puestos para recibir al Kuomintang y no entregar las armas a los comunistas.

Después de la rendición japonesa el presidente norteamericano Truman fue muy claro en lo que describió como “utilizar a los japoneses para rechazar a los comunistas”. En sus memorias escribe: “Para nosotros estaba perfectamente claro que si les decíamos a los japoneses que entregaran inmediatamente sus armas y que se marchasen hacia el litoral, todo el país sería ocupado por los comunistas. Por lo tanto, dimos el paso poco habitual de utilizar al enemigo como guarnición hasta que pudiéramos enviar a las tropas nacionales chinas al sur de China y enviar marines para vigilar los puertos”.

Stalin y la revolución china

¿Cuál fue la posición de Moscú en toda esta situación? Al principio el Ejército Rojo permitió al ELP que fortaleciera sus posiciones en Manchuria. Pero en noviembre de 1945 adoptó la posición contraria. Chiang Kai-shek y los imperialistas norteamericanos estaban aterrorizados ante la perspectiva de que los comunistas ocuparan Manchuria después de la salida soviética. Así que llegó a un acuerdo con Moscú para retrasar su retirada hasta que pudiera disponer en la región de hombres suficientes, mejor preparados y con material más moderno. Las tropas del KMT fueron transportadas a la región a bordo de un portaaviones norteamericano. En ese momento los rusos permitieron que ocuparan ciudades clave del norte chino, mientras que el campo quedaba bajo el control del PCCh.

En realidad, Stalin no confiaba en los dirigentes del Partido Comunista Chino y no creía que consiguieran tomar el poder. La burocracia moscovita estaba más interesada en el mantenimiento de relaciones amistosas con el gobierno en Chiang Kai-shek que en apoyar la revolución china. Después de la revolución Mao se quejó amargamente de que el último embajador extranjero que abandonó a Chiang Kai-shek fue el soviético. Stalin pidió a Mao que se uniera a una coalición de gobierno con el Kuomintang, una idea que Mao originalmente aceptó:
“Mientras continuaba la guerra, Mao Tse-tung había estado pidiendo que los nacionalistas aceptasen el establecimiento de un gobierno de coalición para sustituir su gobierno de partido único, Stalin y Molotov habían estado diciendo que las dos partes chinas deberían estar juntas. El 14 de agosto de 1945 la Unión Soviética dio un paso más. Negoció con el gobierno Chiang Kai-shek un Tratado de Amistad y Alianza Chino-soviética. Posteriormente Stalin aconsejó a los comunistas chinos que su insurrección ‘no tenía perspectiva’, por tanto deberían unirse al gobierno de Chiang y disolver su ejército.

“El mismo día que los nacionalistas concluían su tratado con la Unión Soviética, Chiang Kai-shek – ante la petición del general Hurley- invitó a Mao Tse-tung a visitar Chungking para mantener una conversación conjunta”. (Edward E. Rice. Mao’s Way. p. 114. El énfasis es mío).
Mao, 1946

Al final, como era inevitable, se rompieron las negociaciones y se reanudó la guerra civil. La Unión Soviética proporcionó una ayuda bastante limitada al ELP, mientras que Estados Unidos ayudaba a los nacionalistas con cientos de millones de dólares en forma de suministros militares y equipamiento. El general Marshall admitió que sabía que no había pruebas de que el ELP estuviera recibiendo suministros de la Unión Soviética. La realidad es que el ELP capturó muchas armas abandonadas por los japoneses, incluidos algunos tanques. Más tarde, un número importante de tropas del KMT bien entrenadas se rindieron y se unieron al ELP, llevándose consigo las armas, que mayoritariamente se habían fabricado en EE.UU.

Las fuerzas soviéticas utilizaron el tiempo para desmantelar de manera sistemática la base industrial de Manchuria (valorada en dos mil millones de dólares), llevándose fábricas enteras a la URSS. Como ya hemos visto Stalin era muy escéptico con la perspectiva de éxito de Mao e intentaba mantener buenas relaciones con Chiang Kai-shek, como apunta Schram: “El modelo continuó oscurecido tanto por la preocupación de Stalin con la seguridad del Estado soviético, como por su falta de entusiasmo ante un movimiento revolucionario dinámico que no pudiera controlar”. (Stuart Schram. Mao Tse-Tung. p. 239).

Aquí vemos como desde el principio ya estaban presentes las semillas del enfrentamiento chino-soviético; no se trataba de un conflicto ideológico, como se dice con frecuencia, sino simplemente era un conflicto de intereses entre dos burocracias rivales, cada una de ellas defendiendo celosamente “sus” estrechos intereses nacionales, territorio, recurso, poder y privilegios. Este nacionalismo estrecho contrastaba totalmente con el espíritu valiente del internacionalismo proletario de Lenin y Trotsky. Lenin en más de una ocasión dijo que estaría dispuesto a sacrificar la revolución rusa si fuese necesario para conseguir la victoria de la revolución socialista en Alemania.

Si Stalin y Mao hubieran defendido el programa del leninismo, inmediatamente habrían propuesto la creación de una Federación Socialista de la Unión Soviética y China, que habría sido enormemente beneficioso para todos los pueblos. En cambio, sus relaciones se basaban en estrechos intereses nacionales y cálculos cínicos. Eso llevó finalmente a la situación monstruosa donde los “compañeros” rusos y chinos iniciaron un “debate” en el lenguaje de los cohetes y la artillería sobre una frontera trazada arbitrariamente en el siglo XIX por el zar ruso y emperador chino.

EE.UU. ayuda a Chiang Kai-shek


Los norteamericanos tenían la ambición de convertir a China después de la guerra en una esfera de influencia estadounidense (en realidad una semicolonia). Pero después de todos los sufrimientos de la Segunda Guerra Mundial, el pueblo norteamericano ya no estaba dispuesto a apoyar una nueva guerra para subyugar a China. Más importante aún, los soldados estadounidenses no estaban dispuestos a luchar en esa guerra. La incapacidad del imperialismo norteamericano para intervenir contra la revolución china fue por tanto un elemento importante en la ecuación.

Jinzhou, 1948

En estas condiciones los imperialistas norteamericanos tuvieron que recurrir a las maniobras e intrigas. Washington envió al general George C. Marshall a China en 1946, supuestamente para encargarse de las negociaciones entre el Ejército de Liberación Popular de China (ELP) y Chiang Kai-shek. En la práctica, sin embargo, el objetivo era fortalecer a Chiang con armas, dinero y equipamiento que le permitieran crear las fuerzas nacionalistas y preparar una nueva ofensiva. Esta maniobra no engañó en ningún momento a Mao. Aceptó participar en las negociaciones pero continuó preparándose para una reactivación de las hostilidades.

Aunque el imperialismo norteamericano fue incapaz de intervenir en la guerra civil de 1946-1949, Washington entregó una enorme cantidad de dinero, armas y suministros a los nacionalistas. EE.UU. ayudó al KMT con cientos de millones de dólares con nuevas armas. Sin embargo, las armas enviadas por Washington después serían utilizadas por los vietnamitas contra el ejército norteamericano, ya que casi todo el material militar fue capturado por las fuerzas de Mao.

Desde la Conferencia de Moscú de Ministros de Exteriores de la Unión Soviética, EE.UU. y Gran Bretaña, en diciembre de 1945, EE.UU. se había adherido a la “política de no intervención en los asuntos internos de China”. Por supuesto era una farsa, como la anterior política de “no intervención” en España durante la guerra civil, cuando las “democracias” boicotearon la república española, mientras que Hitler y Mussolini enviaban armas y hombres para apoyar a Franco.

El imperialismo norteamericano con ese objetivo suministró al Kuomintang los bombarderos, aviones de combate, armas, tanques, lanzacohetes, rifles automáticos, bombas de gasolina, proyectiles de gas y otras armas. A cambio, el Kuomintang entregaría al imperialismo norteamericano los derechos de soberanía de China sobre su propio territorio, mar y aire, permitiendo así controlar los derechos de navegación interior y privilegios comerciales especiales, además de privilegios especiales en los asuntos internos y externos de China. Las fuerzas norteamericanas fueron culpables de muchas de las atrocidades cometidas contra el pueblo chino: asesinatos, palizas, violaciones, todo con total impunidad.

La revolución agraria

En julio de 1946, con el apoyo activo del imperialismo norteamericano, el Kuomintang hundió a China en una enorme guerra civil caracterizada por una brutalidad sin precedentes. Chiang Kai-shek lanzó una ofensiva contrarrevolucionaria contra el Ejército de Liberación Popular. Llevó a cabo unos preparativos muy cuidadosos; en ese momento disponía de aproximadamente tres veces y media de las tropas que tenía el ELP y sus recursos materiales eran muy superiores. Tenía acceso a las industrias y medios de comunicación más modernos, de los que carecía el Ejército de Liberación Popular...

En el primer año de la guerra (julio 1946-junio 1947) el Kuomintang estuvo a la ofensiva y el ELP tuvo que estar a la defensiva. Inicialmente, las fuerzas de Chiang avanzaron rápidamente, ocupando muchas ciudades y zonas controladas por el ELP. Cuando las fuerzas del KMT ocuparon la capital de Yenan parece que habían conseguido una victoria decisiva sobre el ELP. Pero era una visión incorrecta. Frente a una situación totalmente desfavorable, Mao decidió realizar una retirada estratégica. Mao tomó la decisión de no intentar defender las grandes ciudades con unas fuerzas inferiores, sino que se concentró en las zonas rurales donde contaba con una base sólida entre los campesinos y desde ahí podría reagrupar y concentrar sus fuerzas para el contraataque.

Los imperialistas norteamericanos y Chiang Kai-shek no consiguieron entender que el arma más efectiva en manos del ELP no eran las armas ni los tanques, sino la propaganda. A los campesinos hambrientos y sin tierra que luchaban en el ELP les prometieron que ocuparían las tierras de sus terratenientes. En la mayoría de los casos el campo y las pequeñas ciudades caían bajo el control del ELP mucho antes que las grandes ciudades. De ahí viene el origen de la teoría de Mao del campo “rodeando las ciudades”.

Cuando Stalin cambió la línea política de la Internacional Comunista pasando de la política ultraizquierdista del “tercer período” (1928-1934) a la política oportunista del frentepopulismo, Mao revisó su programa agrario, abandonó la anterior política radical de “tierra para el agricultor” a favor de una más moderada como era la reducción del alquiler. Tenía la idea de ganar el apoyo de los “terratenientes progresistas” (¡). Pero después de 1946 cambió de nuevo su política:
“La política agraria era más radical que la del período de 1937-1945, que insistía más en la reducción del interés y de la renta que en la reforma agraria inmediata, pero las tácticas debían ser graduales y adaptadas a las condiciones locales. Mao aún pretendía incluir en el ‘frente único amplio’ a la ‘aristocracia patriótica’ y estaba decidido a mantenerlo. Sólo después de varios años de control comunista, en un área determinada, se distribuiría toda la tierra; por el momento la reforma no debería afectar más que al diez por ciento de la población. Mao también reeditó las ‘tres reglas de la disciplina’ y los ‘ocho puntos de atención’; de una manera u otra, el Ejército Rojo, a diferencia de los otros ejércitos campesinos chinos del pasado, se había caracterizado por el respeto hacia la población civil y la abstinencia del saqueo, lo que contribuyó en gran medida a ganar el apoyo de la población”. (Stuart Schram. Mao Tse-Tung. p. 242).
En cada aldea el ELP distribuía la tierra entre los campesinos, pero siempre dejaba varios trozos sin ocupar, para los soldados del ejército d Chang Kai-shek. A los soldados del KMT que eran capturados no se les asesinaba ni torturaba, sino que se les alimentaba, se les proporcionaba cuidados médicos y después les daban discursos políticos denunciando al régimen corrupto y reaccionario de Chiang Kai-shek. Después enviaban a casa a los prisioneros para extender el mensaje entre los campesinos y otros soldados de que el ELP defendía la distribución de la tierra de los terratenientes entre los campesinos.

Al prometer tierra a los campesinos, el ELP conseguía movilizar a un gran número de ellos para utilizarlos en el combate además de proporcionar apoyo logístico. Demostró ser una medida muy efectiva. El ejército de Chiang probablemente tenía la tasa de deserciones más elevada de cualquier otro ejército en la historia. Eso significaba que a pesar de sufrir muchas bajas, el ELP era capaz de mantener la lucha con un suministro constante de reclutas frescos. Sólo durante la campaña de Huaihai pudo movilizar a 5.430.000 campesinos para combatir a las fuerzas del KMT. Stuart Schram explica el gran incremento de tamaño del ELP:
“Durante el año 1945 las fuerzas militares bajo el mando del Octavo Ejército y el Nuevo Cuarto Ejército habían pasado de un total aproximado de medio millón al millón de hombres. Las fuerzas del Kuomintang eran aproximadamente cuatro veces ese tamaño. A mediados de 1947, después de un año de guerra civil a gran escala, la proporción había cambiado de una a cuatro a una a dos”. (Ibíd., p 242).
La ofensiva final

Clausewitz fue el autor de la famosa frase de que la guerra es la continuación de la política por otros medios. La política juga un papel muy importante en cada guerra, pero es especialmente verdad en el caso de una guerra civil. Aunque los estadounidenses (como siempre) mantuvieron la ficción de que esta guerra era entre “comunismo y democracia”, en realidad, su títere chino Chiang Kai-shek era un dictador brutal. Probablemente bajo la presión de Washington, Chiang pretendía introducir algunas “reformas democráticas” para silenciar a sus críticos tanto dentro como fuera.

Anunció una nueva constitución y una Asamblea Nacional, de la cual, por supuesto, estaban excluidos los comunistas. Mao inmediatamente denunció estas “reformas” como un fraude. La población estaba más preocupada por la rampante corrupción del gobierno y por el caos político y económico, sobre todo por la gran hiperinflación que provocaba el colapso de los niveles de vida. Estallaron masivas manifestaciones de estudiantes para protestar contra el imperialismo norteamericano.

En las zonas controladas por las fuerzas nacionalistas reinaba un régimen de terror blanco. Chiang adoptó la misma táctica utilizada anteriormente por los invasores japoneses: quemar, saquear, violar y asesinar. Millones de hombres y mujeres, jóvenes y viejos, fueron masacrados. Eso le acarreó el odio de la población y el fortalecimiento del apoyo al ELP.

En teoría, los nacionalistas tenían una gran ventaja sobre el ELP. Sobre el papel tenían una clara superioridad tanto en número de hombres como en armas. Controlaban una parte más grande del territorio y la población que sus adversarios; además, disfrutaban de un apoyo internacional considerable de EE.UU. y Europa Occidental. Pero sólo en teoría. La realidad sobre el terreno era muy diferente. Las fuerzas nacionalistas padecían falta de moral y una gran corrupción que en gran medida reducía su capacidad de lucha; su apoyo civil también había colapsado.

Las tropas nacionalistas, desmoralizadas e indisciplinadas, se desvanecían ante el avance irresistible del Ejército de Liberación Popular. Se rendían o huían, abandonando las armas. La captura de un gran número de soldados del KMT proporcionaba al ELP tanques, artillería pesada y otro tipo de armas necesarias para continuar con la ofensiva al sur de la Gran Muralla; fue capaz no sólo de capturar las ciudades fortificadas del Kuomintang sino también de rodear y destruir formaciones de las tropas de choque del Kuomintang... En abril de 1948 el ELP captura la ciudad de Luoyang y cerca al ejército del KMT. Fue capaz de pasar a la contraofensiva, obligando al Kuomintang a abandonar su plan de una ofensiva general. Después de capturar una gran cantidad de armas del enemigo, pudo mejorar su potencial militar, formar su propia artillería y cuerpos de ingenieros, además de dominar las tácticas de los puntos de ataque fortificados. Antes de eso no disponía de aviación ni tanques, pero, una vez formadas, su artillería y cuerpos de ingenieros eran muy superiores a los del ejército del Kuomintang. El ELP pudo llevar a cabo no sólo la guerra móvil sino también la guerra posicional. Según las propias estimaciones de Mao:
“[…] cada mes [el ELP] destruía una media de unas ocho brigadas de las tropas regulares del Kuomintang (el equivalente a ocho divisiones diarias actualmente)”. (Mao. Carry the Revolution through to the end. 30 de diciembre de 1948. Obras completas. Volumen IV. p. 299. En la edición inglesa).
La transformación de la situación militar era realmente increíble. El ELP, que durante años fue superado en número, en julio-diciembre de 1948 consiguió finalmente la superioridad numérica sobre las fuerzas del Kuomintang. Estas son las cifras dadas por Mao en aquel momento:
“En el primer año, 97 brigadas, incluidas 46 brigadas que desaparecieron totalmente; en el segundo año 94 brigadas, incluidas 50 que desaparecieron completamente y en la primera mitad del tercer año, según cifras incompletas, 47 divisiones, incluidas 11 que se desvanecieron íntegramente. En estos seis meses, el número de divisiones enemigas desaparecidas en su integridad fue 15 veces más que el total de los dos años anteriores. El frente enemigo en general estaba totalmente desmenuzado. Las tropas enemigas en el noreste habían desaparecido totalmente, las del norte de China pronto correrían la misma suerte y en el este y las Llanuras Centrales sólo quedaban unas pocas fuerzas enemigas. La aniquilación de las principales fuerzas del Kuomintang al norte del Río Yangtse facilita en gran medida que el Ejército de Liberación Popular cruce el río y que al sur se disponga a liberar toda China. Simultáneamente con la victoria en el frente militar, el pueblo chino ha conseguido victorias tremendas en los frentes político y económico. Por esta razón la opinión pública mundial, incluida toda la prensa imperialista, ya no cuestiona la certeza de la victoria en todo el país de la guerra popular china de liberación”. (Ibíd., p. 299).
No hay razón para no creer que esta estimación es sustancialmente verdad. Todos los historiadores burgueses aceptan que en esta etapa las fuerzas de Chiang se estaban retirando en desbandada y que el ELP estaba ganando rápidamente fuerza.

La caída de Beiping

Chiang Kai-shek, 1940

A finales de 1948 la marea había cambiado. El ELP capturó las ciudades norteñas de Shenyang y Changchun, y tomado el control del noreste después de una dura campaña. Después de un brutal asedio de seis meses que provocó la muerte de 300.000 civiles a causa del hambre, tuvo que recurrir a las tropas mejor entrenadas del KMT para rodear la región. Los planes de contraofensiva de Chiang quedaban reducidos a nada. EL ELP no sólo recuperó la mayoría de los territorios perdidos en el noreste de China sino que también extendió el frente de batalla a las zonas del Kuomintag al norte de los ríos Yangtse y Weishui. Capturó Shihchiachuang, Yuncheng, Szepingkai, Loyang, Paoli, Weihsien, Linfen y Kaifen.

En 1949 el Ejército de Liberación Popular avanzó hacia el sur del río Yangtse y ya estaba a la vista el final de la guerra. Algunos presuntos trotskistas persistían en negar lo que era obvio. En EE.UU., Max Schactman ridiculizó las ideas de Cannon quien dijo que Mao iba a capitular ante Chiang Kai-shek. Dijo: “Sí, Mao quiere capitular ante Chiang, pero tiene un problema, ¡no le puede alcanzar!”

A finales de 1948 la situación nacionalista era desesperada. Chiang estaba contra la pared y comenzó a ofrecer la paz. Sólo tres años antes Chiang se jactaba de que iba a exterminar a los comunistas. Sus tropas seguían con entusiasmo su política de “saqueo, incendio y asesinato”. Ahora que la derrota estaba a la vista comenzó a cantar alabanzas a la paz. ¡Una transformación muy sorprendente

Detrás de la estrategia de “paz” de Chiang estaba Washington, apoyado por los imperialistas británicos y franceses; todos eran conscientes de que la guerra se había perdido. Después de fracasar en su intento de aplastar al ELP por la fuerza, esperaban salvar algo de los restos mediante las intrigas políticas. Pero estas maniobras no engañaron a nadie y menos aún a Mao Tse Tung.

En la mayoría de los casos el control del campo y las pequeñas ciudades por parte del ELP influía en las grandes ciudades (formaba parte de la estrategia de la guerra popular). En enero de 1949 Beiping fue capturada sin ningún combate por el ELP, que cambió su nombre por el de Pekín (Beijing). Entre abril y noviembre cayeron otras ciudades importantes con la mínima resistencia. El 21 de abril las fuerzas de Mao cruzaron el río Yangtse y capturaron Nanjing, la capital del KMT. En un corto espacio de tiempo empujaron los restos de las desmoralizadas y desorganizadas fuerzas del KMT hacia el sur del país.

Al final, Chiang Kai-shek tenía aproximadamente 2 millones de chinos nacionalistas, predominantemente antiguos burócratas del gobierno y empresarios, que se retiraron hacia la isla de Taiwán (entonces conocida como Formosa). Chiang proclamó Taipei como la capital temporal de China. Antes de su huida, Chiang tomó la precaución de saquear el tesoro nacional; aproximadamente se llevó unos 300 millones de dólares que fueron a parar directamente a sus bolsillos y a los de sus cómplices.

Todo esto culminó el 1 de octubre de 1949 con Mao Tse-tung proclamando la República Popular de China. Entonces se abrió una nueva página en la historia del mundo.

El Ejército Rojo y los trabajadores

Antes de la guerra Trotsky había señalado que la cuestión decisiva era lo que sucedería cuando el Ejército Rojo entrase en las ciudades y pueblos. Un genuino estado obrero se basaría en la clase obrera y en sus órganos de poder: los soviets. Eso impulsaría la auto organización de los trabajadores, con sindicatos reales, independientes del Estado.

En el 1 de octubre de 1949 Mao Tse-tung proclamó la República Popular de China.

Sin embargo, la revolución de 1949 en China se llevó a cabo de una manera bonapartista, desde arriba. En lugar de basarse en la clase obrera para derrocar el Estado burgués, formaron un gobierno de coalición compuesto por distintas fracciones del antiguo gobierno del Kuomintang. Lejos de impulsar el movimiento independiente de las masas, se reprimió cualquier manifestación de acción independiente por parte de los trabajadores.

Mao al principio comenzó con un programa que no iba más allá de los límites del capitalismo. En cierto sentido tenía incluso ilusiones en un acuerdo con los norteamericanos, como señala Stuart Schramm:
“Una editorial del Liberation Daily del 4 de julio de 1944 elogiaba la tradición democrática norteamericana y comparaba la lucha de EE.UU. por la democracia y la independencia nacional en el siglo XVIII con la lucha de China en el siglo XX.

“La Norteamérica democrática ya ha encontrado una compañía y la causa de Sun Yat-sen un sucesor, en el Partido Comunista Chino y en las otras fuerzas democráticas… La tarea que los comunistas hoy estamos realizando es el mismo trabajo que antes realizaron Washington, Jefferson y Lincoln en EE.UU., y con certeza obtendremos, en realidad ya hemos obtenido, la simpatía de la Norteamérica democrática’”
. (Citado por Stuart Schram. Mao Tse-Tung. pp. 225-6).
Es el lenguaje de la democracia burguesa y nace de la concepción que Mao tenía de la revolución china. Mao se equilibró entre la burguesía y los trabajadores y campesinos para consolidar el nuevo Estado y concentrar el poder en sus manos. En las primeras etapas hizo todo lo que pudo para evitar que los trabajadores tomaran el poder aplastando a los mejores elementos del movimiento obrero independiente que habían surgido. Como sucedió en 1936 en España, Mao no formó una coalición con la burguesía sino con su sombra. Pero mientras que en España a la sombra se la permitió adquirir sustancia, en China estaba apagada. Cuando el Ejército Rojo entró en las ciudades, pidió a los trabajadores que no fueran a la huelga ni se manifestaran. Los ocho puntos siguientes formaban la base de su propaganda:
“1) Se protegerán las vidas y propiedades de la población. Se mantendrá el orden y no se hará caso a los rumores. El saqueo y el asesinato están estrictamente prohibidos.

“2) Se protegerá la propiedad industrial y comercial individual china. Las fábricas, bancos, almacenes privados, etc., no se tocarán y pueden continuar con su funcionamiento.

“3) El capital burocrático, incluidas fábricas, tiendas, bancos, almacenes, ferrocarriles, oficinas de correos, teléfono e instalaciones telegráficas, plantas energéticas, etc., será ocupado por el Ejército de Liberación, aunque se respetarán las acciones privadas. Los que trabajen en estas organizaciones deben trabajar pacíficamente y esperar a su ocupación. Se recompensará a aquellos individuos que protejan la propiedad y los documentos, los que vayan a la huelga o destruyan serán castigados. Aquellos que quieran continuar sirviendo serán contratados.

“4) Se protegerán las escuelas, hospitales e instituciones públicas. Los estudiantes, profesores y todos los trabajadores tendrán protegidos sus expedientes. Cualquiera con capacidad de trabajar será contratado.

”5) Excepto unos cuantos criminales de guerra importantes y famosos reaccionarios, todos los oficiales del Kuomintang, policía y trabajadores Pao-Chia de los gobiernos provinciales, municipales y Hsien serán perdonados, si no ofrecen resistencia armada. Se deben proteger sus expedientes. Cualquiera que tenga capacidad de trabajar será contratado.

“6) Tan pronto como una ciudad sea liberada, los soldados reemplazados deben presentarse inmediatamente a la nueva sede de la guarnición, al buró policial o autoridades militares. Cualquiera que rinda sus armas no será cuestionado. Aquellos que se oculten serán castigados.

“7) Se protegerán las vidas y la propiedad de todos los extranjeros. Deben obedecer las leyes el gobierno democrático y del ejército de liberación. No se permitirán las acciones de espionaje o ilegales. No se dará cobijo a los criminales de guerra. Éstos serán llevados ante un tribunal militar o civil para responder de sus violaciones.

“8) La población en general debe proteger toda la propiedad pública y mantener el orden”
. (A. Doak Barnett. China on the Eve of Communist takeover. pp. 327-8).
Imitando el modelo de la Rusia estalinista, los estalinistas chinos transformaron los sindicatos en “escuelas de producción que impulsaban las características productivas y positivas del proletariado”. Abolieron el derecho a huelga e impusieron el arbitraje obligatorio. Todas las huelgas o acciones que pretendieran defender los intereses de los trabajadores eran condenadas como “aventurerismo de izquierdas”.

Al principio, no tocaron las empresas privadas de los capitalistas. Sólo fueron nacionalizadas las que antes eran propiedad del “capital burocrático”. Pero en estas empresas el poder pasó al comité de control¸ con el administrador de la fábrica actuando como presidente y formado por representantes de los antiguos propietarios, representantes del personal de supervisión y de los trabajadores. Los trabajadores sólo tenían derechos consultivos, el director tenía la última palabra en todas las decisiones.

Originalmente Mao tenía la perspectiva de unos cincuenta o cien años de capitalismo. Insistía en que sólo expropiaría al “capital burocrático”. Pero una vez en el poder Mao pronto se dio cuenta de que la podrida y corrupta burguesía china era incapaz de jugar algún papel progresista. Por tanto, basándose en la clase obrera, procedió a nacionalizar los bancos, toda la industria de gran escala y expropió a los terratenientes y capitalistas. No fue tan difícil. Como señalaba Trotsky, para matar a un tigre sólo necesitas un rifle, pero para matar a una mosca basta con una uña.

La sombra de la burguesía

La idea original de Mao era formar un gobierno de coalición con los representantes de los trabajadores, campesinos, la intelectualidad, burguesía nacional e incluso terratenientes progresistas. Sin embargo, había un pequeño problema, la burguesía había huido a Formosa con Chiang Kai-shek. Hablando formalmente, se trataba de un gobierno de frente popular. Pero había una diferencia fundamental entre este gobierno y el frente popular español en 1936.

La única fuerza armada en China era el ELP, el ejército campesino controlado por los estalinistas chinos. Lenin explicó que el Estado, en última instancia, "eran cuerpos de hombres armados". Mao Tse-tung controlaba el aparato del Estado: el ejército, la policía y la policía secreta. Esa era su verdadera base de poder y fue un elemento decisivo en la ecuación.

En 1949 el PCCh decía tener una militancia de 4,5 millones de personas (90 por ciento eran campesinos). Mao era el presidente del partido y tenía en sus manos las riendas del poder, aunque el gobierno formalmente estaba encabezado por su mano derecha: Zhou En-lai. El ejército, la policía y la policía secreta, todo estaba en sus manos. Era otra forma de decir: tengo el poder del Estado.

En teoría, el gobierno de la República Popular era una coalición de diferentes partidos. Pero, con la excepción del PCCh, los demás eran sectas insignificantes, algunas de las cuales apenas existían excepto sobre el papel. El 1 de mayo el Partido Comunista Chino hizo un llamamiento para formar un frente amplio contra los nacionalistas:
“Pueblo trabajador del todo el país, uníos, aliaos con la intelectualidad, burguesía liberal, todos los partidos y grupos democráticos, luminarias sociales y otros elementos patrióticos; consolidad y extended el frente único contra las fuerzas imperialistas, feudales y capitalistas burocráticas; luchad juntos para destruir a los reaccionarios del Kuomintang y construir una nueva China. Todos los partidos y grupos democráticos, organizaciones populares y luminarias sociales, convocad rápidamente una Conferencia Política Consultiva para discutir y llevar a cabo la convocatoria de una Asamblea Popular Representativa y establecer un gobierno de coalición democrático”.
¿Cuál fue la respuesta? Un pequeño grupo de refugiados políticos chinos exiliados voluntariamente en la isla de Hong Kong aceptaron la oferta. Su telegrama a Mao Tse-tung el 5 de mayo proclamaba pomposamente: “Desde aquí expresamos nuestra respuesta y apoyo a vuestro llamamiento y esperamos que con su materialización se cumpla nuestro renacimiento nacional”.

El telegrama iba firmado por los dirigentes del Comité Revolucionario Kuomintang (CRKMT), la Unión Democrática, el Partido Democrático de Trabajadores y Campesinos (PDTC), la Sociedad Nacional de Salvación (SNS), la Sociedad de Promoción Democrática China (SPDC), la Asociación de Compañeros San Min Chu I, la Sociedad de Promoción Democrática Kuomintang (SPDKMT) y Chih Kung Tang.

Doak Barnett comenta al respecto: “Muchas de estas personas en su momento fueron miembros respetables del Kuomintang y muchos tuvieron puestos importantes en él, pero todos eran ahora disidentes por razones personales o ideológicas”. (A. Doak Barnett. China on the Eve of Communist takeover. pp. 85-86).

De este modo, el poderoso Partido Comunista Chino formaba una alianza, no con la burguesía china, sino con su sombra... eran simplemente grupos escindidos en Hong Kong. Los nombres de sus líderes pasaron de la oscuridad a la fama gracias a los estalinistas. Este movimiento provocó una especulación febril. Incluso existía el rumor de que altos dirigentes del CRKMT, como Li Chi-shen y Feng Yü-hsiang (antes de su muerte), se habían convertido en jefes militares y políticos, respectivamente, con líderes comunistas como Mao Tse-tung y Chu Teh en los segundos puestos tras ellos.

Por supuesto estos rumores no tenían ninguna base real. Mao había conquistado el poder y citando su famosa frase: “mediante el cañón de un arma”. No estaba dispuesto a entregar el poder real a la burguesía china porque no representaba a nadie excepto a sí misma.
“En este momento, los representantes de estos grupos de Hong Kong... están ayudando a planificar la Conferencia Política Consultiva patrocinada por los comunistas y que está prevista para el próximo año, ‘probablemente en Peiping, si lo permite la situación militar’, según me dijo recientemente Li Chi-sen ('la Asamblea Popular Representativa para establecer un gobierno de coalición democrático')... Las ‘luminarias’ comunistas de mucho tipo, incluida Madame Feng Yü-hsiang, se han encontrado en Harbin en el momento en que se celebraban estas reuniones y más representantes de otros grupos de Hong Kong ahora están en camino, probablemente en barco desde Corea del Norte”. (Ibíd., pp. 83-84).
La situación real la expresa muy bien A. Doak Barnett, que era un periodista norteamericano presente en China en ese momento:
“Antes de describir a cada uno de estos grupos que ahora están en Hong Kong, se pueden hacer unas cuantas generalizaciones sobre ellos; tienen muchas similitudes. Para empezar, ninguno es realmente un partido político, aunque varios aspiran a serlo. Son simplemente pequeños grupos políticos, cada uno con unos cientos o miles de miembros. Ninguno de ellos tiene un seguimiento de masas o es una organización política fuerte. No poseen ejércitos, un requisito esencial para el poder político en China en estas últimas décadas. En pocas palabras, no tienen ninguna de las cualificaciones obvias para el éxito de una acción independiente en la pelea de la política china contemporánea. En términos de poder tangible, no pueden hacer una demostración.

“Todos los grupos de Hong Kong se presentaban como ‘liberales’ y a menudo eran etiquetados simplemente como ‘grupos democráticos chinos’. Sin duda, algunos de ellos correctamente podían pretender ser liberales (aunque la palabra es difícil de definir), pero otros eran oportunistas políticos. En cuanto a sus dirigentes es difícil descubrir los puntos de diferencia básicos que les distinguían de los líderes del gobierno central, excepto que ahora están en la trinchera contraria en la guerra civil”
. (Ibíd., p. 85)
El nuevo Estado

Mao consolidó un nuevo Estado, no como una expresión directa de la clase obrera sino que, equilibrándose entre las clases, a través de este Estado, expropió a los terratenientes y capitalistas. A pesar de la manera distorsionada en la que se consiguió, la instauración de la economía planificada y nacionalizada fue una medida progresista y un gran paso adelante para China. No obstante, no fue una revolución proletaria en el sentido entendido por Marx y Lenin. Los estalinistas chinos, actuando en nombre del proletariado, llevaron adelante las tareas económicas básicas de la revolución socialista, pero los trabajadores en China habían estado pasivos durante la guerra civil y no jugaron un papel independiente en el proceso.

Como consecuencia, la revolución se realizó de una manera bonapartista, desde arriba, sin la participación y el control democrático de los trabajadores. La burocracia desarrolló una dictadura totalitaria de partido único, a imagen y semejanza de la Rusia de Stalin. Debido a la forma de la revolución y a la existencia del poderoso régimen estalinista al otro lado de la frontera china, este resultado era totalmente predecible.

Mao usó el ejército campesino como un ariete para aplastar al viejo Estado. Pero el campesinado es una clase que es capaz de adquirir conciencia socialista. Por supuesto, en las naciones coloniales y semi-coloniales subdesarrolladas, el campesinado puede jugar un papel muy importante, pero sólo puede tener un papel auxiliar, subordinado al movimiento revolucionario de los trabajadores en las ciudades.

Debemos recordar que hasta la revolución rusa incluso Lenin había negado la posibilidad de la “victoria de la revolución proletaria en un país atrasado”. Sólo Trotsky había planteado anteriormente la perspectiva de que la clase obrera rusa llegara al poder antes que el proletariado de Europa occidental. Sin embargo, en 1917 eso es precisamente lo que sucedió. El Partido Bolchevique, bajo la dirección de Lenin y Trotsky, dirigió a los trabajadores en Rusia hasta la toma del poder que, como en 1949 en China, era un país muy atrasado y semi feudal. La clase obrera rusa, que era una pequeña minoría de la sociedad (la mayoría era campesina), se puso a la cabeza de la sociedad y en octubre de 1917 llevó a cabo una revolución socialista clásica.

Bajo la dirección de Lenin y Trotsky, el proletariado inmediatamente comenzó a realizar las tareas de la revolución democrático-burguesa, y después pasó a expropiar a los capitalistas y estableció un régimen de democracia obrera. Habría sido posible para la revolución china haberse desarrollado en las mismas líneas que la revolución de octubre en Rusia. Lo que faltaba era el factor subjetivo: el Partido Bolchevique de Lenin y Trotsky.

El tipo de régimen establecido en China representa una desviación de la norma clásica, pero en la vida real los procesos no siempre siguen las normas ideales. Son posibles todo tipo de distorsiones y variantes. Ted Grant fue el único teórico marxista que explicó el papel del bonapartismo proletario como una variante peculiar de la teoría de la revolución permanente de Trotsky. Cuando la perspectiva de Mao aún era la de un largo período de capitalismo, Ted explicó la inevitabilidad de la victoria de Mao y el establecimiento de un estado obrero deformado. También pronosticó por adelantado que la burocracia china entraría en conflicto con Moscú.

Un paso de gigante

La revolución china fue un gran paso de gigante. Si no hubiera triunfado, el país sin duda se habría transformado en una semicolonia del imperialismo norteamericano bajo la dictadura de Chiang Kai-shek. En cambio, el pueblo chino en 1949 por primera vez consiguió la plena emancipación del yugo extranjero. La revolución fue un golpe para el imperialismo a escala mundial. Dio un impulso tremendo a la rebelión de los pueblos coloniales esclavizados. En sí mismo este acontecimiento fue una razón suficiente para dar la bienvenida y apoyo a la revolución china.

Chen Duxiu

Pero eso no es todo. Terminó con el latifundismo y el capitalismo. La abolición del latifundismo liberó a China de la carta de las relaciones semifeudales y la liquidación de la propiedad privada de la industria y la introducción del monopolio estatal del comercio exterior dio un impulso poderoso al desarrollo de la industria china. Sin embargo, la nacionalización de los medios de producción aún no es socialismo, sólo es la condición previa.

El movimiento hacia el socialismo requiere el control, guía y la participación del proletariado. El dominio incontrolado de una elite privilegiada no es compatible con el genuino socialismo... El control burocrático significa corrupción, nepotismo, despilfarro, mala gestión y caos, que finalmente socavará las conquistas de la economía planificada nacionalizada. La experiencia tanto de Rusia como de China es una prueba de ello.

La razón real de las variantes peculiares y las deformaciones de la revolución en los países ex coloniales durante todo un período, fue el retraso de la revolución socialista en los países capitalistas desarrollados. Pero esa situación está cambiando rápidamente. Todas las condiciones objetivas para la revolución socialista están madurando a escala mundial. Sólo la debilidad de las fuerzas del genuino marxismo significa que el proceso se retrasará.

Sin la revolución china de 1949 China no habría sido capaz de conseguir el enorme progreso que ha experimentado. Los trabajadores del mundo pueden ver los colosales avances que China hizo tras la revolución como una prueba del potencial de una economía nacionalizada planificada. Pero los argumentos sobre la supuesta superioridad de la “economía de mercado” quedaron como algo totalmente vacío a la luz de la experiencia de la crisis económica actual, la crisis más profunda del capitalismo mundial desde 1929.

Las conquistas de la economía nacionalizada planificada fueron la base para la transformación de China en una nación industrializada poderosa. Basta con comparar a China con India para ver la diferencia. Ambos países tenían un nivel similar a finales de los años cuarenta, pero China se desarrolló a un ritmo mucho más rápido.

Sin embargo, sesenta años después del derrocamiento del capitalismo y el latifundismo en China, un estrato dirigente ha tomado el camino de regreso al capitalismo. Esta posibilidad estaba implícita en la situación donde la burocracia se ha elevado por encima de la sociedad. Comenzando inicialmente con medidas para estimular el crecimiento económico dentro de la economía planificada, la burocracia ha adoptado métodos capitalistas. Sin embargo, a pesar del crecimiento, la imposición de la “economía de mercado” en China no sirve a los intereses de los trabajadores y campesinos chinos. Está creando condiciones nuevas y terribles tanto en los pueblos como en las ciudades, que, en determinado momento, llevarán a una nueva insurrección revolucionaria.

Sobre la base de la experiencia, los trabajadores, campesinos, estudiantes e intelectuales volverán a descubrir las grandes tradiciones revolucionarias del pasado. La nueva generación abrazará las ideas de Marx, Engels, Lenin, Trotsky y Chen Duxiu, el fundador del comunismo chino y su verdadera herencia. Napoleón solía decir de China: “Cuando este gigante despierte, el mundo temblará”. Nos hacemos eco de esas palabras con una corrección: el gigante que está destinado a sacudir el mundo no es otro que el poderoso proletariado chino. Esperamos con impaciencia la hora de ese despertar.

Londres, 1 de octubre de 2009.

Traducción: El Militante

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La China de Mao Zedong

Tras una prolongada crisis debida a la sucesión de acontecimientos político militares (invasión japonesa, guerra civil, etc.), la economía china, que había conocido un cierto progreso desde finales del siglo XIX, pudo retornar a una senda de crecimiento. Las primeras medidas económicas del nuevo régimen (control de la inflación, reforma agraria y rehabilitación de la industria) cosecharon buenos resultados. Ya en la década de los cincuenta, el gobierno chino se embarcó en un proyecto de industrialización rápida basado en la planificación centralizada al estilo de la URSS, con cuyo asesoramiento y ayuda contó hasta la ruptura de comienzos de los sesenta. El primer plan quinquenal (1953-1957) concentraba la inversión en unos 150 grandes proyectos industriales importados de la URSS. Los recursos destinados a la inversión en el sector procedían de la compra a bajos precios por el gobierno de la producción agrícola al campesinado. Por el contrario, los productos industriales de consumo eran vendidos a precios relativamente altos, lo que, unido a los bajos salarios pagados a los trabajadores de la industria, permitía al gobierno disponer de los recursos necesarios para invertir en al industria pesada y mejorar la provisión de servicios públicos (sanidad y educación).

La gran reforma social de los inicios de la China Popular fue la Ley del Matrimonio de 1950. Con ella se ponía fin a la familia feudal y se establecía la igualdad de la mujer y el hombre. Fue, sin duda, una de las grandes aportaciones de la revolución maoísta al país.

Ese mismo año se iniciaba la guerra de Corea. La intervención china apoyando a Corea del Norte convirtió al régimen de Beijing en el abanderado mundial en la lucha contra el “imperialismo americano”. Eran años de buenas relaciones entre Beijing y Moscú.

Poco después, Mao Zedong lanzó una nueva campaña revolucionaria. Tras expresar su preocupación por la corrupción de la burocracia comunista, lanzó en 1956 la “campaña de las Cien Flores” y animó a los intelectuales a que denunciaran a los funcionarios comunistas corruptos. Mao, en su estilo político-poético proclamó: “Dejad que cien flores florezcan, dejad que cien escuelas de pensamiento compitan”. Tras muchas dudas, animados por la insistencia del líder en que tenían libertad para expresarse, muchos intelectuales hablaron claro… La respuesta de Mao fue una dura represión que expulsó a cientos de miles de sus trabajos, envió a muchos a la cárcel y destruyó completamente cualquier tipo de libertad artística o intelectual.

Dos años después, en 1958, el líder chino inició una nueva campaña: el “Gran Salto Adelante”. Hasta entonces, se había logrado evitar en China los excesos cometidos por el régimen estalinista en la URSS al imponer la colectivización agraria y la nacionalización de la economía urbana. Sin embargo, el “Gran Salto Adelante” consistió en un atrevido experimento de dimensiones gigantescas tendente nada menos que a lograr la industrialización y el bienestar comunista en unos pocos años. El campesinado fue forzado a integrarse en comunas agrarias de grandes dimensiones (30.000 o más familias). La directriz bajo el lema “caminar sobre dos piernas” significaba que los comuneros debían producir hierro en instalaciones artesanales, mientras que millones de emigrantes procedentes del medio rural se empleaban en grandes factorías urbanas de tecnología avanzada.

El “Gran Salto Adelante” concluyó en un tremendo fracaso. Entre 1960 y 1962, una sucesión de malas cosechas agravadas por el caos económico provocó una enorme hambruna, probablemente la peor del siglo XX, que costó la vida de millones de dieciséis a treinta millones de habitantes, según las estimaciones. Los dirigentes soviéticos disconformes con la gestión de los dirigentes chinos retiraron en ese momento crucial la ayuda financiera y tecnológica. Este hecho, agravado por las críticas de Jruschov a Stalin, que Mao consideraba indirectamente dirigidas a él, llevaron a la ruptura entre los dos gigantes comunistas.

El fracaso del “Gran Salto Adelante” hizo que Mao fuera relegado a un papel secundario y dirigentes más moderados, como Liu Shaoqi y Zhou Enlai, pasaran a dirigir el país en 1961. En esos momentos se había consumado un cisma en la dirección del partido comunista. Por un lado, los moderados que buscaban un cambio social gradual y desarrollo económico; por otro, los radicales, encabezados por Mao, que querían continuar aplicando drásticos cambios utópicos en la sociedad china. Para Mao, muchos miembros del PCCh habían perdido su espíritu revolucionario.

Así, Mao volvió a cobrar protagonismo lanzando una nueva campaña de agitación. Con el apoyo del ejército, liderado por Lin Biao, la campaña se dirigió contra la burocracia del partido, acusada de “revisionista”, y, muy especialmente, contra los intelectuales, a los que se tildaba de individualistas y aburguesados. Millones de jóvenes siguieron la llamada de Mao y se agruparon en los “Guardias Rojos”. Su única ideología era el “Libro Rojo de Mao”, un librito publicado en 1964 que resumía las ideas y, a veces, las ocurrencias del líder. La figura de Mao, el “Gran Timonel”, empezó a ser objeto de un culto a la personalidad aún más intenso que el que recibió Stalin.

En noviembre de 1965 se iniciaba la “Gran Revolución Cultural Proletaria”. Durante el XI Pleno del Partido Comunista Chino, en agosto de 1966, Mao recibió el homenaje de dos millones de guardias rojos en la plaza de Tiananmén de Beijing. La “Revolución Cultural” (1966-1969) llevó al país al borde del colapso. Las “Guardias Rojos, por lo general campesinos incultos, se apoderaron del país, ocuparon los edificios oficiales y fustigaron a todos aquellos –profesores de universidad, magistrados, altos cargos de la administración- que, según su opinión, carecían de fervor revolucionario. Las numerosas víctimas de la represión fueron enviadas al campo a seguir cursillos de “reeducación”. En realidad, trabajos forzados, acompañados de humillaciones.

La “Revolución Cultural” terminó llevando a zonas del país a la anarquía. Mao se vio finalmente forzado a recurrir al ejército y reimponer el orden. El gran objetivo de esta gran algarada social se había cumplido: los moderados, que amenazaban el poder de Mao, habían sido marginados, y, a la vez, se había evitado que la población criticara las múltiples disfunciones económicas y sociales que sufría el país.

Las consecuencias de este experimento social fueron muy graves. Por un lado, el caos en el sistema educativo y la destrucción de las elites del país (un profesor de universidad puede ser convertido en peón agrícola, el proceso contrario es imposible)… Por otro lado, un tejido social traumatizado por la brutal represión.

De la “Revolución Cultural” surgió una China debilitada en el plano económico y escarmentada de las aventuras revolucionarias. Durante el período revolucionario, la dirigencia comunista pudo evitar que la economía china se colapsase como consecuencia del convulso panorama político, pero no logró que pasase sin consecuencias de corto y de largo plazo negativas para el crecimiento. Entre las primeras, cabe destacar el estancamiento económico durante la segunda mitad de la década de los sesenta. Particularmente perjudicial a largo plazo fue la pérdida de capital humano debida a la persecución de académicos, intelectuales, directivos, profesionales, etc. y a la paralización del sistema educativo.

Los últimos años de Mao estuvieron marcados por el apogeo del culto a la personalidad y la lenta vuelta de los dirigentes marginados durante la Revolución Cultural. Zhou Enlai dirigió la vuelta de su país a la escena internacional y, en 1971, la China Popular accedió al Consejo de Seguridad de la ONU y fue reconocida diplomáticamente por EE. UU. un año después.

A comienzos de los años setenta, la economía china se recuperó y, aunque seguía siendo una economía dirigida, presentaba algunas diferencias sustanciales respecto al modelo soviético: una menor centralización en la toma de decisiones, una menor presencia de grandes conglomerados industriales, relativa abundancia de industrias rurales de pequeñas dimensiones. Hacia mediados de los setenta, la economía china, pese a pagar el alto precio (atraso tecnológico, ausencia de capital extranjero, etc.) asociado a un modelo de desarrollo prácticamente autárquico desde la ruptura con la URSS, había crecido a un ritmo que doblaba al de la India y que se aproximaba a la media mundial. Pese a ello, probablemente no menos de la mitad de la población china vivía aún en la pobreza.

Finalmente, Mao Zedong moría en septiembre de 1976. Unos meses antes lo había hecho el número dos del régimen comunista, Zhou Enlai. Una nueva era se abría para China.

China: la gran potencia económica emergente

La muerte del “Gran Timonel” desencadenó la lucha por el poder en el partido comunista. Muy rápidamente se vio que el tiempo de las utopías revolucionarias maoístas había pasado. Deng Xiaoping, veterano líder comunista que representaba la facción moderada, retomó una posición dominante en el partido y consiguió que el Congreso del PCCh en 1978 adoptara una política de reforma económica y apertura al exterior. Es lo que Deng Xiapoping denominó la política de las “Cuatro Modernizaciones” (agricultura, industria, ciencia y defensa).

Los radicales maoístas que habían dirigido al país durante la Revolución Cultural se agrupaban bajo la dirección de lo que se vino en denominar la “Banda de los Cuatro”, dirigida por la viuda de Mao, Jian Qing. En 1980, fue despojada de todos sus cargos y juzgada en un juicio televisado. La suerte de Jian Qing, quien se suicidó al salir de la cárcel en 1991, mostraba claramente en que dirección se encaminaban los acontecimientos en China. Paralelamente a la caída en desgracia de las corrientes más extremistas, muchos dirigentes marginados o represaliados durante la Revolución Cultural retornan a posiciones de poder. Los moderados se asentaron en el poder bajo la dirección de Deng Xiaoping. Sus protegidos Zhao Ziyang y Hu Yaobang fueron nombrados, respectivamente, primer ministro en 1980 y presidente del PCCh en 1981.

La inicialmente cautelosa reforma de la economía china se había puesto ya en marcha a mediados de 1979. Consistió básicamente en una gradual apertura al exterior –se autoriza bajo condiciones más bien restrictivas, la entrada de capital extranjero-, en el aumento de peso de la producción privada en el sector agrario y en la descentralización de la producción industrial. Más tarde, la reforma se intensificaría mediante la progresiva sustitución en áreas crecientes de la economía de las directrices administrativas por el mercado libre. Los resultados positivos resultaron evidentes ya durante la primera década de reformismo económico: en la década de los ochenta, la economía china crecía a una tasa media anual superior al 7%, mientras que el producto per cápita lo hacía casi al 6%. Unas tasas inimaginables –duplican una magnitud dada en poco más de diez años- hasta entonces y que rápidamente se tradujeron en mejoras del nivel de vida de sectores importantes de la población.

El crecimiento económico se sustenta en una de las herencias más positivas del régimen comunista. China, que en los años treinta tenía un 80% de analfabetos, contaba con el 81% de su población alfabetizada en el año 2001. Otra medida social de gran trascendencia fue la “política del hijo único” establecida en 1979 por Deng Xiaoping. La perspectiva de que la población china ascendiese a dos mil millones de habitantes en 2030 llevó a las autoridades a establecer medidas drásticas que han tenido un indudable éxito. Los padres que se niegan a cumplir la norma del hijo único se exponen no sólo a multas y a la imposibilidad de escolarizar al resto de su progenitura, sino, sobre todo, a la condena de su comportamiento por parte del resto de la sociedad.

Los trepidantes cambios económicos y sociales tuvieran rápidamente reflejo en las inquietudes políticas de una población más urbana, rica y culta que en la época de Mao. En la primavera de 1989, durante el entierro de Hu Yaobang, símbolo de las corrientes más liberales de la dirección comunista, se inician en Beijing una serie de manifestaciones estudiantiles. Muy pronto, empezaron a oírse críticas a Deng Xiaoping, a quién se le acusaba de impedir la adopción de reformas políticas liberalizadoras. La protesta alcanzó su apogeo en mayo y junio cuando miles de estudiantes, apoyados por otros sectores de la población, acamparon durante días en la Plaza de Tiananmen, reclamando democracia y libertades políticas.

El partido se dividió ante la nueva situación. Finalmente, el sector más duro, apoyado por el viejo Deng Xiaoping, se impuso y el ejército, utilizando tanques y ametralladoras, despejó la plaza. Más de tres mil personas murieron en la masacre.

La represión política no significó el fin de las reformas económicas. El nuevo primer ministro, Jiang Zemin, a la vez que mantuvo férreamente la dictadura política, aceleró la apertura y la liberalización económica.

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