«Me puse al lado de los indios y me derrotaron. Me puse al lado de los negros y me derrotaron. Me puse al lado de los campesinos y me derrotaron. Me puse al lado de los obreros y me derrotaron. Pero nunca me puse al lado de los que me vencieron. ¡Esa es mi victoria!» [Darcy Ribeiro, intelectual y político brasileño]
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Ejércitos Secretos de la OTAN - II
Estados Unidos organizó en Europa atentados falsamente
atribuidos a la izquierda para desacreditarla ante los electores
╔Gladio: Fue una red clandestina que operó en Europa durante la Guerra Fría bajo la dirección de la OTAN, la CIA y el M16. La operación tuvo como objetivo desacreditar y desplazar del panorama político a movimientos disidentes. Fue desmantelada a comienzos de la década de 1990, aunque no se puede asegurar que los Ejércitos Secretos de la OTAN han sido disueltos. La OTAN nunca ha reconocido oficialmente la red; sin embargo, su existencia está fuera de toda duda…╝
Tomado de la Red Voltaire, del libro "Les Armées Secrètes de l’OTAN", de Daniele Ganser
La Red Voltaire emprende la publicación seriada de la obra de referencia sobre la actividad de los servicios secretos de la OTAN desde la creación de la alianza atlántica hasta los años 1990. A pesar de ser un trabajo de historiador, esta investigación sobre Gladio es mucho más que un simple tema histórico ya que está íntimamente ligada a nuestra vida diaria. Esa estructura secreta sigue estando activa y los Estados europeos se mantienen aún bajo el tutelaje anglosajón, como lo demuestran las investigaciones parlamentarias sobre los secuestros perpetrados por la CIA desde el año 2001. La comprensión de la política en Europa se hace imposible sin un conocimiento preciso de las redes «Stay-Behind». La primera entrega relata el descubrimiento de Gladio por parte de los magistrados italianos a finales de los años 80.
Daniele Ganser, profesor de historia en la universidad de Basilea (Suiza), presidente de ASPO-Suiza y especialista en relaciones internacionales contemporáneas, ha publicado un libro de referencia sobre «Los ejércitos secretos de la OTAN». Según afirma, a lo largo de 50 años, Estados Unidos organizó en Europa atentados falsamente atribuidos a la izquierda y a la extrema izquierda para desacreditarlas ante los electores. Esa estrategia perdura hoy en día como medio de propiciar el miedo hacia el Islam y de justificar guerras por el petróleo. Sus trabajos acerca de las redes Gladio en Europa y de los ejércitos secretos de la OTAN ligados a los neonazis y otros movimientos fascistas le valieron un gran reconocimiento académico.
El rey Constantino II y la junta militar
griega durante el golpe de Estado de 1967.
Bajo las órdenes del dictador fascista Benito Mussolini, las tropas italianas trataron de invadir Grecia en 1940. Pero fueron rechazadas por un masivo movimiento de resistencia popular. Al año siguiente, Hitler, descontento por la derrota del Duce, decidió enviar sus propios soldados. Estos últimos conquistaron Grecia y la pusieron bajo el control de las potencias del Eje. Pero los griegos no habían depuesto las armas y, durante todo el tiempo que duró la guerra, el ejército alemán, obligado a luchar contra una resistencia encarnizada, tuvo muchas dificultades en conservar el control del país.
En Grecia, al igual que en Italia y Francia, los movimientos de resistencia contra la ocupación fascista estaban dominados por la presencia de los comunistas. El Ejército Popular de Liberación (ELAS, siglas en griego) se había fundado por iniciativa del Partido Comunista Griego (KKE) unos meses después de la invasión alemana. En sus filas combatían partisanos provenientes de todas las sensibilidades de izquierda, mujeres y también eclesiásticos, entre los que se hallaban incluso algunos arzobispos. Los comunistas dominaban también el EAM, ala política del ELAS. De los 7 millones de habitantes que contaba Grecia en aquella época, 2 millones eran miembros del EAM y 50,000 eran combatientes activos del ELAS.
El ELAS era el enemigo número 1 de los nazis y su objetivo era, ante todo, recuperar el control del país. En la realización de sus operaciones el ELAS contaba con el respaldo del SOE (Special Operations Executive) británico cuyos oficiales aportaban sus consejos a los miembros de la resistencia griega en el terreno y les proporcionaban armas y municiones. Numerosas amistades surgieron en aquel entonces entre los combatientes del ELAS y los agentes de enlace del SOE. Pero los hermanos tuvieron que separarse bruscamente cuando el primer ministro británico Winston Churchill decidió, en marzo de 1943, suspender el respaldo al ELAS por temor a que, después de la derrota del Eje, Grecia quedara bajo el control de los comunistas. En octubre de 1943, Churchill envió secretamente su ministro de Relaciones Exteriores, Anthony Eden, a ver a Stalin para concluir el reparto de los Balcanes. El acuerdo, sellado en Yalta, dejaba el campo libre en Grecia a estadounidenses y británicos y preveía que Rumania y Bulgaria quedaran bajo control de los soviéticos.
Para reducir la influencia de los comunistas y de los socialistas griegos, Londres preveía reinstalar en el poder al ex rey de Grecia, quien dirigiría el país con ayuda de un gobierno conservador. Una directiva del Foreign Office, el ministerio británico de Relaciones Exteriores, emitida el 20 de marzo de 1943 mencionando aquel cambio, precisa que «el SOE debería volverse sistemáticamente hacia los grupos dispuestos a respaldar al rey y al gobierno y hacer que los movimientos antimonárquicos entiendan bien que el rey goza del respaldo del gobierno de Su Majestad.» [1]
Pero el soberano no era precisamente popular en Grecia, esencialmente porque había optado por la colaboración con el dictador fascista Metaxas. Bajo la inspiración de Hitler y de Mussolini, Metaxas había instaurado, a finales de los años 1930, el saludo fascista –brazo derecho extendido hacia delante– y una policía secreta particularmente brutal. A pesar de ello, Londres proseguía su política de respaldo a los conservadores y, en octubre de 1943, el Foreign Office llegó a considerar «una verdadera política tendiente a atacar y debilitar al EAM con todos los medios disponibles», estrategia que finalmente fue abandonada porque fue juzgada como «susceptible de comprometer las posibilidades de logros en el plano militar y de resultar contraproducente al fortalecer la legitimidad política del EAM». [2]
George Grivas (Γεώργιος Γρίβας)
El cambio de actitud de los británicos fue una verdadera sorpresa para los miembros del ELAS, quienes se convirtieron a partir de entonces en blanco de verdaderas cacerías humanas por parte de ex colaboradores pronazis y de las unidades especiales de la extrema derecha respaldadas por los británicos –como los Grupos X del soldado chipriota George Grivas-. Churchill, quien observaba el terreno a distancia, notó sin embargo que los Grupos X, incapaces de lograr la incorporación popular, no llegaban a más de 600 miembros mientras que el ELAS seguía siendo la principal fuerza de guerrilla en el país.
Fue en ese contexto que el primer ministro británico decidió, a fines de 1944, tomar medidas adicionales para impedir que los comunistas griegos llegasen al poder. Ordenó entonces la creación en Grecia de un nuevo ejército secreto de extrema derecha. Como escribió el periodista Peter Murtagh: «dentro del ejército griego se creó una nueva unidad a la que se llamó Brigada Montañesa Griega, Fuerza de Intervención Helénica o LOK, según su acrónimo en griego (Lochos Oreinon Katadromon)». Concebida como un arma contra comunistas y socialistas, aquella unidad estaba vedada a «todos aquellos cuya sensibilidad política oscilaba entre el conservadurismo moderado y la verdadera izquierda. Bajo la supervisión de los oficiales británicos que aplicaban las órdenes expresas de Churchill, la unidad se creó con monárquicos y antirrepublicanos.» [3]
Alexandre Papagos
(Αλέξανδρος Παπάγος)
El mariscal Alexandre Papagos fue seleccionado para ser el primer director de la LOK y, con el apoyo de los británicos, comenzó a reclutar militantes de extrema derecha y a combatir contra el ELAS [4]. Mientras este Ejército de Liberación Popular se veía obligado a luchar simultáneamente contra el ocupante nazi y también contra la Fuerza de Intervención Helénica, Churchill temía el escándalo que podía estallar si la población británica llegaba a saber que Londres estaba apoyando en secreto a los fascistas que luchaban contra los comunistas griegos. En agosto de 1944, Churchill ordenó por lo tanto a la BBC no hacer «ninguna mención de ningún tipo» del ELAS cuando se hablara de la liberación de Grecia [5]. Pero, semanas más tarde, la resistencia griega logró finalmente vencer al ocupante alemán y Hitler se vio obligado a retirar sus tropas del país. Winston Churchill exigió de inmediato que la resistencia entregara las armas, cosa que el ELAS estaba dispuesto a aceptar a condición de que su último enemigo –la LOK– hiciese lo mismo.
La masacre de la Plaza Syntagma
Al negarse Gran Bretaña a que el ejército secreto entregara sus armas, el EAM organizó en Atenas una gran manifestación democrática para denunciar la injerencia británica en los asuntos políticos de la Grecia de postguerra. La manifestación tuvo lugar el 3 de diciembre de 1944, o sea apenas 6 semanas después de la retirada de las tropas alemanas de ocupación. Los organizadores de la manifestación habían dejado bien en claro su intención de oponerse a los británicos por medios pacíficos ya que la marcha debía dar paso al inicio de una huelga general. Poco después de las 11 de la mañana, un grupo de entre 200 y 600 manifestantes avanzó hacia la Plaza Syntagma, frente a la sede del Parlamento. Al pequeño grupo, que se componía en parte de mujeres y niños reunidos en un ambiente festivo, debía unirse una multitud de 60,000 personas que se había retrasado por causa de una serie de barreras policiales. En momentos en que unos pocos cientos de personas avanzaban hacia la plaza surgió a su paso una hilera de hombres armados conformada por policías y milicianos, entre los que se hallaban al parecer miembros de la LOK. Soldados británicos y policías armados con metralletas habían tomado posiciones sobre los techos de los edificios vecinos. La tensión era evidente.
Se dio orden de «dispararle a esos sarnosos» y la manifestación pacífica se convirtió de pronto en un baño de sangre. Una lluvia de balas cayó sobre los manifestantes, que se dispersaron en todas direcciones. Según testigos, la balacera duró cerca de una hora. Murieron 25 manifestantes, entre ellos un niño de 6 años, y 148 resultaron heridos. Minutos después llegó al lugar el cortejo principal. En una sorprendente muestra de serenidad, los 60,000 manifestantes se reunieron solemnemente alrededor de los cuerpos de sus compañeros asesinados. Las pancartas, empapadas con la sangre de los muertos, exigían el fin de la injerencia británica en los asuntos de Grecia. Numerosos manifestantes agitaban banderas griegas y estadounidenses, otros enarbolaban la bandera roja del socialismo. Raros eran los que aún levantaban la bandera británica.
En Londres, Churchill tuvo que enfrentar la cólera de la Cámara de los Comunes, que exigía explicaciones sobre las atrocidades cometidas en Atenas. Aunque reconoció que los hechos eran «chocantes», el primer ministro británico calificó de estúpida la decisión de llevar tantos niños a un desfile en una ciudad llena de hombres armados. Nunca se investigó el papel del ejército secreto de la extrema derecha en la masacre de la Plaza Syntagma. [6]
Después de aquella demostración de fuerza, los británicos restauraron la monarquía en Grecia y lograron que el ELAS entregara las armas a cambio de una promesa de elecciones nacionales democráticas, que se realizaron en marzo de 1946. Al tomar el Partido Comunista Griego y la centroizquierda la desacertada decisión de boicotear las elecciones, como protesta contra la ocupación británica de su país, la derecha obtuvo una incuestionable victoria. El país vivió a partir de entonces bajo una sucesión de gobiernos títeres de derecha a las órdenes de Londres. Convencido de que Grecia caería fatalmente bajo la autoridad brutal de Stalin si la izquierda griega llegaba al poder, el gobierno siguió ordenando el arresto de los miembros del EAM, muchos de los cuales fueron torturados en los campos de prisioneros de triste recordación, que se construyeron en las islas griegas.
En 1945, la mayoría de los Estados celebraron el fin de la Segunda Guerra Mundial y, para evitar la repetición de aquel trágico conflicto, fundaron la Organización de Naciones Unidas. Pero en Grecia proseguía la lucha y se inició la guerra fría. A fuerza de frustración, una fracción de la izquierda griega decidió retomar las armas y, en el otoño de 1946, emprendió una guerra civil contra los británicos y la derecha local. Extenuado por la Segunda Guerra Mundial, el Reino Unido ya no era capaz de garantizar el control de Grecia y a principios de 1947 pidió por lo tanto ayuda a Estados Unidos. El especialista de la CIA William Blum cuenta que «los responsables de Washington sabían perfectamente que su nuevo “gobierno-cliente” era tan venal y negligente en materia de derechos humanos que hasta los más fervientes anticomunistas estadounidenses estaban escandalizados». [7]
Sin embargo, como la Yugoslavia comunista proporcionaba armas a la izquierda griega y dado que Grecia parecía a punto de caer en el comunismo, el presidente Truman logró, exponiendo su famosa doctrina, convencer al Congreso de que era necesario intervenir en Grecia de forma oficial. Grecia se convirtió así en el primer país invadido por Estados Unidos en el marco de su política de lucha mundial contra el comunismo. Durante las siguientes décadas, Washington utilizó el ejemplo griego para justificar sus invasiones declaradas o clandestinas en Corea, Guatemala, Irán, Cuba, Cambodia, Panamá y en tantos otros países.
En una singular pirueta ideológica, Truman calificó al corrupto gobierno conservador de Atenas de «democrático» y convirtió a sus opositores de izquierda en «terroristas» mientras las tropas estadounidenses desembarcaban en Grecia con armamento pesado. Junto a la Fuerza de Intervención Helénica (LOK) y las demás unidades paramilitares locales, las tropas estadounidenses disponían de efectivos 6 veces más numerosos que los alrededor de 20,000 hombres y mujeres que habían buscado refugio en las montañas griegas.
Cuando Stalin comprendió, en 1948, que la guerra civil en Grecia podía provocar un enfrentamiento entre las dos superpotencias, Yugoslavia fue excluida del bloque soviético y el envío de armas a los partisanos griegos comenzó a disminuir. La situación de los partisanos se agravó aún más a medida que la LOK, ya para entonces bajo control estadounidense, se veía cada vez mejor equipada y ganaba poderío. Secretamente, Estados Unidos emprendió entonces la Operación «Torch» [Nombre derivado del verbo inglés «to torch» que significa «incendiar»], durante la cual miles de litros de napalm fueron lanzados sobre las montañas griegas. A finales de 1948, la resistencia griega que había vencido en su propio terreno a los nazis y, posteriormente, a las tropas británicas, finalmente se inclinó. «La guerra civil terminó en una victoria total de la derecha griega y de su protector estadounidense.» [8]
Konstantin Dovas
(Κωνσταντίνος Δόβας)
El ejército secreto anticomunista LOK no fue desmantelado al final de la guerra civil sino que se mantuvo operativo para controlar a la oposición griega. Cuando Grecia se incorporó a la OTAN, en 1952, «se había convertido en un aliado perfecto, cliente de confianza de Estados Unidos. Era ferozmente anticomunista y estaba muy bien integrada al sistema de la OTAN» [9]. De forma clandestina, la CIA y el ejército griego dirigían, entrenaban y equipaban conjuntamente la LOK, que seguía bajo las órdenes del mariscal Alexandre Papagos. El ejército secreto anticomunista era para la CIA una herramienta de primer orden para influir en la vida política del país. La cooperación clandestina entre los servicios secretos estadounidenses, el ejército y el gobierno griego fue confirmada en una serie de documentos confidenciales de cuya existencia no supo la población griega hasta que se produjeron las revelaciones de 1990. Entre aquellos documentos había uno sobre el ejército secreto griego, con fecha del 25 de marzo de 1955 y firmado por el general Truscott, a nombre de la CIA; Konstantin Dovas, jefe del estado mayor del ejército griego; y el primer ministro de Grecia, Alexandre Papagos [10]. El 3 de mayo de 1960, los firmantes confirmaron nuevamente sus compromisos sobre el ejército secreto [11].
Según el periodista Peter Murtagh, la CIA había hecho de la LOK un programa prioritario en Grecia. «A mediados de los años 1950, la CIA ayudaba al financiamiento y aprovisionamiento de la Fuerza de Intervención [Helénica] e incluso la reestructuró minuciosamente siguiendo el modelo de las unidades de élite estadounidenses y británicas, Delta Force y Special Air Service o SAS. Bajo el mando de la CIA, los miembros de la Fuerza de Intervención recibieron boinas verdes mucho antes de que se creara la unidad [estadounidense] que llevaría ese nombre.»
Al igual que en todos los demás países de Europa Occidental, las relaciones entre los combatientes locales y las fuerzas especiales británicas y estadounidenses eran muy cordiales. Después de seguir un entrenamiento especial en el extranjero, los oficiales griegos se sentían especialmente orgullosos de ser seleccionados para ser miembros de la unidad especial. Murtagh precisa con toda razón que, a través de la CIA, el ejército secreto griego estaba vinculado también a la OTAN y a su comité director stay-behind, el ACC de Bruselas. «La Fuerza de Intervención se convirtió en la rama griega de la red paneuropea de guerrillas creada por la OTAN y la CIA en los años 1950 y controlada desde el cuartel general de la OTAN, en Bruselas, por el ACC, el Comité de Coordinación Aliado [siglas en inglés].»
Paralelamente a su misión de control interno, la LOK fue entrenada también para la función stay-behind clásica. «La red estaba especialmente concebida para actuar como una fuerza “stay-behind” después de la invasión de Europa por parte de los soviéticos. Coordinaría las acciones de guerrilla realizadas en los diferentes países ocupados y garantizaría el enlace con los gobiernos en el exilio. Debía incluir a los agentes de las policías secretas y de los servicios de inteligencia de los países conquistados así como voluntarios civiles. La rama griega de ese programa era llamada también “Operación Sheepskin” [piel del cordero].» [12]
Creada por los británicos desde 1944, la LOK es el más antiguo de todos los ejércitos secretos stay-behind activos en Europa durante la guerra fría.
La existencia del ejército secreto ya había sido revelada en 1987 por el ex agente de la CIA Philip Agee en su libro Dirty Work: The CIA in Western Europe, que le valió a su autor muy duras críticas de parte de la propia CIA y del Pentágono. Sus preocupaciones éticas llevaron a Agee, quien había trabajado para la CIA en Latinoamérica durante los años 1950, a abandonar la agencia estadounidense en 1969 y a dedicarse a partir de entonces a denunciar las operaciones terroristas y las violaciones de los derechos humanos perpetradas por la CIA en numerosos países, revelando el contenido de aquellas operaciones e incluso los nombres de los agentes implicados. Varios años antes de que estallara en Italia el escándalo del Gladio, Agee reveló que «grupos paramilitares dirigidos por agentes de la CIA habían actuado en Europa durante los años 1960». Y ya entonces subrayaba que «de todas las actividades de la CIA, ninguna otra estaba tan directamente vinculada al desarrollo de un potencial de subversión interna». [13]
Según Agee, el papel de la CIA en Grecia fue verdaderamente decisivo. «El agente greco-estadounidense que trabajaba para la CIA reclutó varios grupos de ciudadanos para conformar lo que la CIA llamaba “un núcleo destinado a constituir un verdadero ejército de ciudadanos para contrarrestar la amenaza de un golpe de Estado de la izquierda”. Cada uno de los grupos así creados era entrenado y equipado para operar como una unidad de guerrilleros autónomos, capaces de movilizar hombres y de realizar acciones de guerrilla sin necesidad de más que de una muy ligera, incluso ninguna, supervisión externa.»
El control del ejército secreto quedaba en manos de la CIA y de unos pocos oficiales griegos que gozaban de la confianza de los servicios secretos estadounidenses. «A los miembros de cada uno de esos grupos la CIA les enseñaba procedimientos militares. Según la información disponible, la mayor parte de esas unidades paramilitares se entrenaban en dos campamentos: uno situado en los alrededores de Volos y el segundo cerca del Monte Olimpo. Después de recibir una formación básica, las unidades salían a entrenarse en zonas de difícil acceso del [Monte] Pindo y en las montañas cerca de Florina.»
Al igual que todos los ejércitos secretos que la CIA dirigía en Europa Occidental, aquellas unidades disponían de armamento ligero almacenado en escondites de armas. «Esos grupos de partisanos estaban equipados con armas automáticas y morteros ligeros. Las armas estaban almacenadas en diferentes lugares. La mayor parte del material militar estaba escondido bajo tierra y en cuevas. Cada miembro de los grupos paramilitares conocía el emplazamiento de esos arsenales clandestinos para poder ir allí sin necesidad de recibir instrucciones de sus superiores.» [14]
Debido al gran número de personas implicadas, varios círculos tenían que conocer el secreto, lo cual hacia más difícil mantener la confidencialidad alrededor del ejército stay-behind y de sus vínculos con la CIA. «Se hizo cada vez más difícil mantener el proyecto en secreto. Un agente de la CIA calificó la situación de “pesadilla”», contó Agee antes de agregar: «Que yo sepa, nunca se desmanteló el grupo paramilitar. A los ojos de los altos responsables de la CIA, los grupos que se hallan bajo el mando de la rama paramilitar son como un “seguro” a largo plazo para los intereses de Estados Unidos en Grecia, pueden ser utilizados para apoyar o para dirigir el posible derrocamiento de un gobierno “antipático”. Por supuesto, “antipático” desde el punto de vista de la estrategia estadounidense de manipulación.» [15]
La CIA invirtió millones de dólares en el ejército secreto griego y construyó un verdadero complejo de refugios y de centros de entrenamiento en las cercanías del Monte Olimpo en el noreste del país, donde instructores de la CIA entrenaban a los miembros de la LOK en esquí, salto en paracaídas y buceo [16]. Se crearon unos 800 escondites de armas en todo el territorio griego y se estima que los efectivos del ejército secreto llegaron a ser cerca de 1,500 hombres que, en caso de necesidad, podían reclutar 2,000 más, llevando así el total de esos soldados de élite a cerca de 3,500 [17].
Thomas Karamessines
El agente greco-estadounidense de la CIA que Agee menciona y que tuvo un papel central en la creación y dirección del ejército secreto griego era Thomas Karamessines. Al igual que buena parte de sus colegas de la agencia, Karamessines había trabajado para los servicios secretos estadounidenses conocidos como OSS (Office of Strategic Services) durante la Segunda Guerra Mundial. Su anticomunismo radical y sus raíces griegas le valieron ser enviado a la embajada de Estados Unidos en Atenas en enero de 1946, oficialmente como agregado militar. Durante la guerra civil estableció contactos con responsables de la seguridad británicos y griegos y con miembros de la Fuerza de Intervención Helénica. Al ser creada la CIA, en 1947, para reemplazar la OSS, Karamessines instaló el cuartel general de la agencia en el quinto piso del Tamion Building, que da a la Plaza Syntagma. En unos años, la estación de la CIA llegó a contar un centenar de agentes, en su mayoría greco-estadounidenses como Karamessines. Atenas se convirtió entonces en base de retaguardia de las actividades de la CIA en la península balcánica y en el Medio Oriente, incluyendo Irán.
Como participante activo en las operaciones especiales y en la creación de los ejércitos anticomunistas de la CIA, Karamessines fue trasladado a Roma en 1958. Allí, como jefe de la estación CIA, dirigió el Gladio italiano y la lucha contra los comunistas locales. En 1962, tuvo que abandonar Italia como resultado de rumores que lo vinculaban a la muerte del industrial y presidente del ENI [Ente Nazionale Idrocarburi, que era en aquella época una empresa estatal italiana] Enrico Mattei, ocurrida en extrañas circunstancias.
De regreso a Estados Unidos, el soldado de la sombra Karamessines pasó a encabezar el departamento de operaciones especiales de la CIA como director adjunto de Planes. Y al parecer actuó incluso en territorio estadounidense ya que a raíz del asesinato del presidente Kennedy, en 1963, Karamessines fue acusado de haber hecho desaparecer ciertos indicios y de haber destruido documentos comprometedores.
Karamessines se ocupó de que la CIA no sólo financiara sino de que también controlara el servicio de inteligencia militar KYP, a pesar de que este solía recurrir a la tortura. «Gracias a nuestros objetivos comunes, y por supuesto al dinero que nosotros proporcionábamos, colaborar con ellos era bastante fácil», recuerda un ex agente de la CIA que había estado estacionado en Grecia. «Los hombres del KYP se las arreglaban bastante bien para hacer hablar a los comunistas y a todo el que flirteaba con los soviéticos.» [18]
Los agentes griegos grababan las comunicaciones radiales de los búlgaros y los rumanos y enviaban las cintas grabadas a Estados Unidos, donde las descifraban los expertos de la NSA. Espiando a la oposición griega, el KYP y la CIA reunieron no menos de 15 toneladas de datos y elaboraron 16.5 millones de expedientes sobre los ciudadanos griegos clasificados como amenaza para el Estado. Cuando el almacenamiento de aquellos archivos comenzó a convertirse en un serio problema, la CIA proporcionó al KYP un sistema informático. Ironía de la historia, la primera democracia moderna –Estados Unidos– regaló a la primera democracia de la Antigüedad –Grecia– los primeros ordenadores destinados al control de la población. El jefe del KYP se mostró particularmente entusiasta ante aquella nueva máquina. Posando con orgullo junto al imponente aparato, declaró: «Los griegos pueden dormir tranquilos porque esta maravilla de la tecnología americana nunca duerme.» Para demostrar la eficacia del sistema, presionó un botón marcado «enemigo del país»… y la máquina le entregó el expediente personal de un periodista presente en la ceremonia, poniendo en una embarazosa situación a los agentes del KYP. [19]
Con la izquierda y los comunistas griegos bajo control de la CIA y de la oligarquía local, a través de la LOK y del KYP, la única amenaza que quedaba para el equilibrio del poder provenía de las elecciones democráticas. Laughlin Campbell, el jefe de la estación CIA de 1959 a 1963, temía una victoria de la izquierda en las elecciones nacionales de octubre de 1961. Así que numerosos electores fueron obligados, a través de la amenaza o a cambio de dinero, a votar según las directivas del KYP. En algunas localidades, los candidatos que gozaban del respaldo del ejército y de la CIA obtuvieron una cantidad de votos superior a la cantidad de personas en edad de votar. Todo funcionó conforme a lo previsto y la Unión del Centro, tan temida por su inclinación a la izquierda, obtuvo solamente un tercio de los sufragios y 100 escaños en el Parlamento. Su líder, Georgios Papandreu, denunció el fraude electoral y logró que se creara una comisión independiente y que se abriera una investigación que confirmó sus acusaciones. Papandreu prometió entonces al gobierno una lucha sin tregua.
Georgios Papandreu (Γεώργιος Παπανδρέου).
No confundir con su nieto proestadounidense.
Con un verdadero respaldo popular, Papandreu tuvo el coraje de desafiar a la CIA y el KYP y, en 1963, obligó al primer ministro proestadounidense Constantinos Karamanlis a presentar su renuncia. Las tensiones se acentuaron con las elecciones de 1963, cuando la Unión del Centro obtuvo un 42% de los sufragios y 138 escaños en el Parlamento. A la cabeza del primer partido de la Unión, Papandreu fue nombrado primer ministro en febrero de 1964. Por primera vez desde la ocupación alemana, la derecha griega se veía a punto de perder gran parte de su peso político. Papandreu tenía en sus manos las riendas del poder por 4 años, lo cual «estremeció el establishment conservador. Para muchos, incluyendo a ciertos consejeros de primera importancia, aquello permitía presagiar una toma inminente del poder por parte de los comunistas, cosa que estaban muy decididos a contrarrestar» [20]. Había que derrocar al primer ministro Georgios Papandreu.
Jack Maury, quien había sustituido a Campbell a la cabeza de la estación CIA en Atenas, recibió orden de deshacerse de Papandreu. A Maury le gustaba hacer alarde de su poder: vestía trajes ostentosos, portaba enormes alianzas y conducía un escandaloso automóvil estadounidense «más grande que el del embajador», como él mismo solía subrayar. Conspiró secretamente con el rey Constantino y con oficiales monárquicos y conservadores del ejército griego y, en 1965, obtuvo la renuncia de Georgios Papandreu por prerrogativa real [21]. El periodo que siguió a aquel golpe de Estado silencioso estuvo caracterizado por una secuencia de gobiernos efímeros y por los esfuerzos clandestinos del KYP, aconsejado por el agente, Constantinos Plevris, tendientes a condicionar el clima político.
Varios atentados se produjeron por entonces en el país. En 1965, una explosión destruyó el puente de Gorgopotamos en el preciso momento en que la clase política en su conjunto conmemoraba la resistencia contra el fascismo. Se trataba de un hecho altamente simbólico ya que los griegos estaban particularmente orgullosos de haber impedido que los alemanes destruyesen aquel puente durante la ocupación. El atentado dejó 5 muertos y un centenar de heridos, muchos de gravedad. «Después de todo, estábamos oficialmente entrenados para el terrorismo», comentó posteriormente un agente implicado en operaciones stay-behind, subrayando así el poderoso respaldo del que habían gozado aquellos hombres [22].
Alexandre Matsas
(Αλέξανδρος Μάτσας)
Aquel respaldo provenía de la administración del presidente estadounidense Lyndon B. Johnson, quien ya se había ocupado de hacerle saber al gobierno griego que las decisiones sobre la cuestión de Chipre se tomaban en Washington. En el verano de 1964, el presidente Johnson había convocado al embajador griego Alexandre Matsas a la Casa Blanca y le dijo que los problemas de Chipre tenían que resolverse dividiendo la isla en dos zonas, una griega y otra turca. Matsas se negó, provocando así la cólera de Johnson: «Óigame bien, señor embajador. No me importan ni el Parlamento ni la Constitución de ustedes. Estados Unidos es un elefante. Chipre es una pulga. Grecia es otra pulga. Si dos pulgas siguen molestando al elefante, el elefante puede aplastarlas con un golpe de trompa ¡de una vez y por todas!»
Como subrayaba Johnson, el gobierno griego tenía que someterse a las órdenes de la Casa Blanca. «Los griegos se benefician ampliamente con los dólares de Estados Unidos, señor embajador. Si su primer ministro sigue hablándome de Democracia, de Parlamento y de Constitución, puede ser que no le quede mucho tiempo por delante a él, ni a su Parlamento, ni a su Constitución.» [23]
Ofendido, Matsas trató de protestar: «Yo no puedo tolerar este tratamiento». Pero Johnson prosiguió: «No olvide usted repetirle a su viejo Papa-no-sé-qué lo que acabo de decirle. No olvide decírselo. ¿Me oye usted?». Matsas envió un cable al primer ministro Georgio Papandreu. Cuando la NSA interceptó el mensaje, sonó el teléfono de Matsas. Era el presidente Johnson: «¿Usted quiere tener problemas, señor embajador? ¿De verdad quiere que yo me ponga molesto? Esa fue una conversación privada. No se suponía que usted repitiera los términos que yo utilicé ante usted. Tenga cuidado.» [24] Clic. Fin de la llamada.
Andreas Papandreou, el hijo del primer ministro, observaba con cierto asco el juego de manipulaciones y la guerra secreta que tenían lugar en su país. Luego de haberse relacionado con un movimiento trotskista en sus tiempos de estudiante, Andreas había salido de Grecia para irse a Estados Unidos en los años 1930, huyendo de la represión del régimen dictatorial de Metaxas. Había adquirido la nacionalidad estadounidense y emprendido una brillante carrera como economista y profesor universitario, dirigiendo el departamento de Economía de la Universidad de California, en Berkeley. Durante la Segunda Guerra Mundial había servido en la marina estadounidense y, después de 1945, la CIA se acercó a él para que se uniera al buró político de la zona mediterránea. Cuando entendió, a fines de 1950, el papel que Estados Unidos estaba desempeñando en Grecia, rompió relaciones con la CIA y volvió a su país natal, donde se convirtió en uno de los más enérgicos detractores de la política estadounidense. Con un estilo demagógico que recuerda el de Castro, el joven Papandreu arremetía en sus inflamados discursos contra la injerencia de Estados Unidos en los asuntos de Grecia, contra la OTAN, contra la corrupción del rey, contra los partidos conservadores y las élites griegas en general.
El Pentágono y la CIA montaron en cólera al ver que un segundo Papandreu se atrevía a desafiar la presencia estadounidense en Grecia. Para el periodista Peter Murtagh, «es difícil de imaginar el odio que sentían la derecha conservadora y la CIA por el hijo del primer ministro» [25]. En 1964, Andreas Papandreu, quien asumía funciones ministeriales, descubrió que el KYP espiaba regularmente las conversaciones de los miembros del gobierno y transmitía a la CIA la información que obtenía por aquella vía. Lleno de cólera, revocó a dos altos responsables del servicio sustituyéndolos por otros dos agentes considerados confiables a los que ordenó poner fin a toda forma de cooperación con la CIA. Sin embargo, como contó el propio Papandreu, el nuevo director del KYP «volvió disculpándose y explicando que no podía hacerlo. Todo el equipamiento era estadounidense y controlado por la CIA o por griegos que a su vez estaban a las órdenes de la CIA. Ya no era posible establecer la diferencia entre los dos servicios. Estaban construidos siguiendo la misma estructura y cada responsable tenía su homólogo. En concreto, formaban una única agencia.» [26]
Andreas Papandreu
(Ανδρέας Παπανδρέου)
Como Andreas Papandreu seguía desafiando al KYP, Norbert Anshutz, el adjunto del jefe de misión de la embajada de Estados Unidos, se reunió con él y le aconsejó anular las órdenes que había dado al KYP. Papandreu se negó y ordenó al representante estadounidense que saliera inmediatamente de su despacho, a lo cual Anshutz –muy molesto– respondió advirtiéndole que aquello «tendría consecuencias» [27].
El golpe de Estado militar se produjo en la noche del 20 al 21 de abril de 1967, un mes antes de las elecciones en las que todos los sondeos –incluyendo los de la CIA– preveían una victoria de la Unión del Centro, la alianza de izquierda de Georgios y Andreas Papandreu. La LOK desencadenó el golpe, basado en el «Plan Prometeo», un programa concebido por la OTAN y destinado a concretarse en caso de insurrección comunista. Si había oposición, las instrucciones del plan eran muy claras: «Aplastar sin la menor vacilación toda resistencia del enemigo.» [28]
Hacia la medianoche, la LOK tomó el control del ministerio de Defensa, que –en una muestra de admiración por los estadounidenses– había sido designado como «el Pentágono». Los hombres de la LOK sólo encontraron una débil resistencia y, bajo las órdenes del coronel Costas Aslanides –un experimentado paracaidista– se apoderaron del edificio. Con el Pentágono ya ocupado por los golpistas se dio paso a la segunda etapa del plan: aprovechando la oscuridad de la noche, fuerzas blindadas penetraron en la capital y, bajo las órdenes del general Stylianos Pattakos, rodearon la sede del Parlamento, el Palacio Real, los edificios de la radio y los centros de comunicaciones. A la cabeza de su columna de tanques, el general Pattakos siguió el mismo itinerario que habían recorrido los alemanes cuando conquistaron Atenas, en abril de 1941. De vez en cuando, los blindados se detenían y oteaban los alrededores en busca de indicios de una posible resistencia. Resistencia que no encontraron. Atenas dormía.
Aquella noche Georgios Papandreu, quien ya por entonces contaba 78 años, también dormía en su modesta casa de paredes blancas en Kastri, a pocos kilómetros de la capital. Como en todos los golpes de Estado, el plan era espantosamente simple. Varios hombres armados tocaron a su puerta, arrestaron a Papandreu y se lo llevaron en uno de los dos vehículos militares enviados para rodear su casa. En el mismo momento, 8 hombres irrumpieron en el domicilio de Andreas Papandreu. Siete de ellos portaban fusiles con bayoneta calada y el octavo una metralleta. En medio de la confusión, Andreas logró escaparse por el techo pero uno de los soldados finalmente lo obligó a rendirse apuntando su arma a la cabeza de su hijo de 14 años. Siguiendo los planes extremadamente precisos trazados de antemano, en las siguientes 5 horas escuadrones militares arrestaron a más de 10,000 ciudadanos y los condujeron a «centros de recepción».
Un año después, el coronel Yannis Ladas, entonces director de la policía militar griega y con 47 años de edad, subrayó con orgullo en una entrevista la precisión y rapidez con las que se había aplicado el plan de la OTAN. «En sólo 20 minutos, todos los políticos, todos los individuos, todos los anarquistas que figuraban en los listados fueron capturados (…) era un plan muy simple, un plan diabólico.» [29]
Al despertarse en la mañana, la población griega notó primero que los teléfonos estaban interrumpidos, antes de darse cuenta de que los militares habían tomado el poder. A las 6 de la mañana, el coronel Georgios Papadopulos anunció a través de los medios de prensa que había tomado el poder en defensa de la democracia, de la libertad y la felicidad. Once artículos de la Constitución fueron suspendidos. En lo adelante, los ciudadanos podían ser arrestados de inmediato, sin orden de arresto, y enviados ante un tribunal militar. Se prohibieron las manifestaciones y huelgas y se congelaron las cuentas bancarias. El hombre fuerte de Atenas, el coronel Georgios Papadopulos, era oficial de enlace del KYP con la CIA desde 1952 y en su servicio lo consideraban como el hombre de confianza de Maury, el jefe de la estación CIA.
Pero en Washington no todos aprobaban los brutales métodos de la CIA. Unos días después del golpe, el senador Lee Metcalf criticó duramente a la administración Johnson y denunció la Junta griega ante el Congreso calificándola de «régimen militar de colaboradores y simpatizantes del nazismo (…) que gozan del respaldo estadounidense» [30]. Una semana después del golpe de Estado, el embajador de Estados Unidos en Atenas, Philip Talbot, se quejó a Maury calificando la operación realizada por Estados Unidos de «violación de la democracia». La respuesta de Maury fue corta: «¿Cómo se puede violar a una puta?» [31]
Debido a la implicación de la Fuerza de Intervención Helénica (LOK), el golpe de Estado militar en Grecia ha sido calificado de «golpe Gladio». Pero, además de Grecia, existe sólo un país donde los ejércitos secretos anticomunistas perpetraron un golpe de Estado: Turquía. En Italia, la red Gladio realizó un «golpe silencioso» en junio de 1964, la operación «Piano Solo» durante la cual el general De Lorenzo, el hombre de confianza de la CIA, entró en Roma con tanques, transportes de tropas blindados, jeeps y lanzagranadas mientras las fuerzas de la OTAN efectuaban grandes maniobras militares en la región. El resultado de la operación fue la renuncia de los ministros socialistas. El historiador estadounidense Bernard Cook ha subrayado con toda razón que «Piano Solo se parece al Plan Prometeo aplicado por el coronel Georgios Papadopulos en 1967 para instaurar un gobierno militar en Grecia. Destinado a desestabilizar Italia y contrarrestar el avance de la izquierda, ese plan no era otra cosa que una “copia conforme de Gladio”». [32]
Collin, un experto en cuestiones militares, coincide en que «el proyecto de De Lorenzo era similar, por sus aspectos técnicos, al que permitió al coronel Papadopulos tomar el poder en Grecia unos años después». [33]
La junta militar griega consolidó su poder generalizando los encarcelamientos y la tortura, prácticas que no se habían visto en Europa Occidental desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. La mayoría de las personas arrestadas en las horas posteriores al golpe de Estado fueron trasladadas a prisiones civiles o militares. Comunistas, socialistas, artistas, profesores universitarios, periodistas, estudiantes, mujeres implicadas en la política, eclesiásticos así como sus familias y amigos fueron torturados. Se les arrancaban las uñas, se les golpeaban los pies a bastonazos hasta que se les desgarraba la piel y se les rompían los huesos. A las mujeres les introducían objetos cortantes en la vagina. A muchos detenidos les metían trapos sucios –a menudo con orina o excrementos– en la garganta para asfixiarlos, les insertaban en el ano tubos con los que se les inyectaba agua a muy alta presión, se les aplicaban choques eléctricos [34]. «Aquí todos somos demócratas», afirmaba el inspector Basil Lambro, jefe de la policía secreta de Atenas. «Todos los que son traídos aquí hablan. Usted no va a echarnos a perder nuestras estadísticas», agregaba. Aquel torturador exponía claramente la situación a sus víctimas: «Nosotros somos el gobierno. Ustedes no son nada. El gobierno no está solo. Está respaldado por los estadounidenses.»
Si estaba de humor para ello, Lambro hacía incluso su análisis geopolítico: «El mundo se divide en dos bandos: los rusos y los estadounidenses. Nosotros somos los estadounidenses. Alégrese de que lo hayamos torturado un poco. En Rusia lo habrían matado.» [35]
La derecha italiana y sus combatientes secretos estaban admirados ante la eficacia con la que los griegos, con la ayuda de la CIA, habían vencido a la izquierda. En abril de 1968, los coroneles griegos invitaron a unos 50 fascistas italianos, entre los que se hallaba el célebre Stefano Delle Chiaie, a viajar a Grecia para que vieran aquello con sus propios ojos. Cuando regresaron a Italia, los miembros italianos del Gladio pasaron a un nivel superior en materia de violencia y comenzaron a poner bombas en lugares públicos. Aquellos atentados, que mataron y mutilaron a cientos de personas, fueron imputados a los comunistas italianos. Fueron entonces los militares de la junta griega los que quedaron impresionados al ver con qué eficacia sus camaradas italianos habían sido capaces de poner a su país al borde del golpe de Estado y, el 15 de mayo, Papadopulos les envió un mensaje de felicitación: «Su Excelencia, el primer ministro, constata que los esfuerzos emprendidos desde hace algún tiempo en Italia por el gobierno griego comienzan a dar frutos.» [36]
La dictadura militar acabó en una implosión debido a la ausencia casi total de apoyo popular cuando los coroneles se embarcaron en una aventura imperialista al financiar –en 1974– un golpe de Estado en Chipre con vistas a sustituir el legítimo gobierno del arzobispo Makarios por un régimen títere que debía permitir la anexión de la isla. En vez de aquello, lo que sucedió fue que las tropas turcas invadieron la isla como respuesta al golpe. Todo ello provocó violentos enfrentamientos que dejaron miles de muertos y que finalmente dieron lugar a la división de la isla entre el norte turco y el sur griego. Los coroneles fueron arrestados y juzgados. Papadopulos fue condenado a muerte por alta traición en 1975, pena posteriormente conmutada a cadena perpetua. Se votó la abolición de la monarquía mediante un referéndum y se adoptó una nueva Constitución.
Después de su liberación, Andreas Papandreu pasó varios años en el exilio, en Canadá y Suecia. Volvió a Grecia con la caída de la dictadura de los coroneles y retomó su carrera política. Fundó el Movimiento Socialista Panhelénico (PASOK, siglas en griego) que ganó las elecciones en 1981. Fue nombrado primer ministro y formó el primer gobierno socialista de la Grecia de postguerra. Aquel mismo año el país se convirtió en miembro pleno de la Comunidad Europea. Pero Papandreu mantuvo el mismo estilo radical y amenazó varias veces con retirarse de la OTAN. Nunca llegó a concretar aquella amenaza pero, 6 meses antes de su muerte, durante las revelaciones sobre el Gladio italiano, Andreas Papandreu fue el primer ex jefe de gobierno que confirmó la existencia de un ejército secreto del mismo tipo en su propio país. Fue precisamente esa revelación lo que determinó la envergadura internacional del escándalo y puso en una posición extremadamente embarazosa a los responsables políticos del continente.
En efecto, el 30 de octubre de 1990, Andreas Papandreu declaró en una entrevista concedida al diario griego Ta Nea que en 1984, siendo él primer ministro, había descubierto la existencia en Grecia de un ejército secreto que seguía órdenes de la OTAN y había ordenado desmantelarlo. El ex ministro de Defensa Nikos Kuris confirmó que el ejército secreto creado en Grecia se había mantenido activo durante la guerra fría. «Nuestro proyecto de estructura clandestina comenzó en 1955», afirmó «con la conclusión de un acuerdo entre el jefe de los servicios secretos griegos y la CIA». «Cuando supe de la existencia de ese pacto inaceptable (…) se lo informé a Andreas Papandreu (…) y se dio la orden de disolver Sheepskin.» [37]
A finales de 1990, varias voces se hicieron oír desde las filas de la oposición socialista para exigir la apertura de una investigación parlamentaria. Pero el gobierno conservador que se hallaba en el poder y el nuevo Partido Demócrata rechazaron aquel reclamo. El ministro de Defensa Yioannis Varvitsiotis tuvo que reconocer ante el Parlamento que la información que Papandreu había proporcionado era exacta y que la CIA y comandos locales habían, efectivamente, montado una red secreta en el marco de una operación llamada Sheepskin, que al parecer había sido «desmantelada en 1988» [38].
El ministro griego de Orden Público, Yannis Vassiliadis, indicó sin embargo que la policía no iba a dedicarse a investigar «fantasías» sobre supuestos vínculos entre la operación Sheepskin y los actos de terrorismo perpetrados en el territorio nacional. Como muchos de sus homólogos europeos, el ministro insistió en la función stay-behind del ejército secreto griego, desmintiendo categóricamente todo intento de control de la política interna: «Sheepskin era uno de los planes concebidos por la OTAN en los años 1950 y nacido de la idea de que cuando un país es víctima de una ocupación enemiga es preferible que disponga de una red de resistencia organizada. Preveía que se repartieran por todo el territorio escondites de armas y agentes que formarían el núcleo combatiente de la guerrilla. En otros términos, era un acto defendible en nombre del interés nacional.» [39]
Como a pesar de todo la oposición seguía reclamando una investigación oficial, el ministro de Defensa Varvitsiotis subrayó que no había ninguna necesidad de abrir una investigación parlamentaria sobre el ejército secreto porque él mismo iba a arreglar aquel delicado asunto dentro de su ministerio. Y confió aquella investigación potencialmente explosiva a un general que había servido en la OTAN y como agregado militar en Washington. Incluso antes de que terminara la redacción del informe sobre el stay-behind en Grecia, Varvitsiotis pudo así garantizar a sus colegas que «el gobierno no [tenía] absolutamente nada que temer». [40]
[1] Mackenzie, W. J. M., History of the Special Operations Executive: Britain and the resistance in Europe (British Cabinet Office, Londres, 1948), p.703. El documento original del Buró de Archivos Públicos de Londres no ha sido publicado aún. Debe publicarse próximamente por la editora Frank Cass.
[2] Mackenzie, Special Operations Executive, p.722–723.
[3] Peter Murtagh, periodista del Guardian, escribió un apasionante relato sobre la traición contra la resistencia griega y la manera como los anglosajones confiscaron la democracia en Grecia durante la guerra fría. El título de su libro, basado en documentos recientemente desclasificados y en entrevistas con varios diplomáticos estadounidenses y británicos y empleados de la CIA, es harto elocuente: The Rape of Greece. The King, the Colonels, and the Resistance (Simon & Schuster, Londres, 1994), p.29. [La Violación de Grecia. El Rey, los Coroneles y la Resistencia]
[4] Sin autor especificado, «Spinne unterm Schafsfell. In Südeuropa war die Guerillatruppe besonders aktiv – auch bei den Militärputschen in Griechenland und der Türkei?» Publicado en el semanario informativo alemán Der Spiegel, N°48, del 26 de noviembre de 1990. Y Leo Muller, Gladio. Das Erbe des Kalten Krieges. Der NATO Geheimbund und sein deutscher Vorläufer (Rowohlt, Hamburgo, 1991), p.55.
[5] Murtagh, Rape, p.30.
[6] Ibid., p.24. Ver también The Concise History of Greece (Cambridge University Press, 1992) del profesor Richard Clogg, quien escribe que: «Policías indisciplinados abrieron fuego contra una manifestación en la Plaza de la Constitución, en el centro de la ciudad, con saldo de unos 15 muertos», p.137.
[7] William Blum, Killing Hope: US Military and CIA interventions since World War II (Common Courage Press, Maine, 1995), p.36.
[8] Murtagh, Rape, p.39.
[9] Blum, Killing Hope, p.38.
[10] Muller, Gladio, p.55. Y Jens Mecklenburg (ed.), Gladio: Die geheime Terrororganisation der Nato (Elefanten Press, Berlín, 1997), p.19.
[11] Jacques Baud, Encyclopédie du renseignement et des services secrets (Lavauzelle, París, 1997), p.546.
[12] Murtagh, Rape, p.41.
[13] Philip Agee y Louis Wolf, Dirty Work: The CIA in Western Europe (Lyle Stuart Inc., Secaucus, 1978), p.154.
[14] Agee, Dirty Work, p.155 y 156.
[15] Ibid.
[16] Murtagh, Rape, p.42.
[17] Publicación política austriaca Zoom, N°4/5, 1996, «Es muss nicht immer Gladio sein. Attentate, Waffenlager, Erinnerungslücken», p.73.
[18] Murtagh, Rape, p.43.
[19] Ibid., p.44.
[20] Ibid., p.71.
[21] Blum, Killing Hope, p.216.
[22] Sin autor especificado, «Spinne unterm Schafsfell. In Südeuropa war die Guerillatruppe besonders aktiv – auch bei den Militärputschen in Griechenland und der Türkei?», publicado en el semanario informativo alemán Der Spiegel, N°48, 26 de noviembre de 1990.
[23] Murtagh, Rape, p.90.
[24] Ibid.
[25] Ibid., p.102.
[26] Citado en Blum, Killing Hope, p.217.
[27] Ibid., p.218.
[28] Murtagh, Rape, p.114.
[29] Ibid., p.118
[30] Christopher Simpson, Blowback: America’s Recruitment of Nazis and its Effects on the Cold War (Weidenfeld and Nicolson, Londres, 1988), p.81.
[31] Agee, Dirty Work, p.154.
[32] Bernard Cook, The Mobilisation of the Internal Cold War in Italy en History of European Ideas. Vol. 19, 1994, p.116. Cook escribe “una copia exacta de Gladio” entre comillas porque cita a Paul Grinsborg, A History of Contemporary Italy: Society and Politics, 1943–1988 (Penguin, Nueva York, 1990), p.277.
[33] Richard Collin, The De Lorenzo Gambit: The Italian Coup Manque of 1964 (Sage, Beverly Hills, 1976), p.40.
[34] Ver Amnesty International, Torture in Greece: The First Torturer’s Trial in 1975. Londres, 1977. Passim. Y Blum, Killing Hope, p.218–220, Murtagh, Rape, p.1–9.
[35] Murtagh, Rape, p.6.
[36] Jean-Francois Brozzu-Gentile, L’affaire Gladio (Editions Albin Michel, París, 1994), p.41, 42 y 90. El diario británico The Observer parece haber publicado en una de sus ediciones el cable que los coroneles griegos enviaron a sus amigos italianos el 15 de mayo de 1969. Pero Brozzu-Gentile no precisa en qué edición lo hizo. La visita de los fascistas italianos a los coroneles griegos en el marco de la operación Gladio también aparece mencionada en el informe parlamentario italiano sobre Gladio y los atentados: Senato della Repubblica. Commissione parlamentare d’inchiesta sul terrorismo in Italia e sulle cause della mancata individuazione dei responsabiliy delle stragi: Il terrorismo, le stragi ed il contesto storico politico. Redatta dal presidente della Commissione, Senatore Giovanni Pellegrino. Roma, 1995, p.206.
[37] Gentile, Gladio, p.137.
[38] John Palmer, «Undercover NATO Group “may have had terror links”», publicado en el diario británico The Guardian, 10 de noviembre de 1990.
[39] Agencia de prensa Associated Press, 14 de noviembre de 1990.
[40] Sin autor especificado «Spinne unterm Schafsfell. In Südeuropa war die Guerillatruppe besonders aktiv – auch bei den Militärputschen in Griechenland und der Türkei?», publicado en el semanario informativo alemán Der Spiegel, N°48, 26 de noviembre de 1990.
Los recientes secuestros perpetrados en Europa y el escándalo de los vuelos secretos ordenados por la administración de Bush demuestran la vigencia del “gobierno de las sombras”, instaurado por la OTAN, la CIA y el Servicio de Inteligencia Secreto. Dieciséis miembros de la alianza militar atlántica avalaron ese régimen extralegal y la guerra clandestina desarrollados durante la Guerra Fría en el occidente europeo
8 DE FEBRERO DE 2010
Tomado de la Red Voltaire / Tercera parte
La existencia del gobierno de las sombras, instituido por Estados Unidos y Gran Bretaña en el conjunto de países aliados, quedó fehacientemente demostrada durante las investigaciones judiciales y parlamentarias realizadas en las décadas de 1980 y 1990. A pesar de ello, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) y el MI6 (Servicio de Inteligencia Secreto) lo siguen negando hoy en día. Y es que Washington y Londres no ven en ello una etapa histórica, sino un dispositivo actual. Esto último ha quedado demostrado con los recientes secuestros perpetrados en Europa y con el escándalo de los vuelos secretos de la CIA que marcaron la era de George Bush. Si los ejércitos secretos de la OTAN siguen siendo un secreto militar, es porque se mantienen activos.
Cuando se producen las revelaciones sobre la red Gladio, en 1990, la OTAN, que es la alianza militar más grande del mundo, contaba con 16 países miembros: Alemania, Bélgica, Canadá, Dinamarca, España, Francia, Grecia, Islandia, Italia, Luxemburgo, Noruega, Holanda, Portugal, Gran Bretaña, Turquía y Estados Unidos, país que asume el papel de comandante.
Ante las revelaciones del primer ministro italiano Giulio Andreotti (Contralínea 161), la reacción de la alianza atlántica fue de confusión y de temor por su imagen cuando se estableció el vínculo entre los ejércitos stay-behind y los atentados, actos de tortura, golpes de Estado y otras operaciones terroristas que se habían cometido en varios países de Europa occidental.
El lunes 5 de noviembre de 1990, al cabo de un largo silencio que había durado cerca de un mes, la OTAN negó categóricamente las alegaciones de Andreotti sobre la implicación de la alianza atlántica en la Operación Gladio y sus vínculos con los ejércitos secretos. El principal vocero de la OTAN, Jean Marcotta, afirmó desde el cuartel general del Supreme Headquarters Allied Powers Europe (SHAPE), en Mons (Bélgica): “La OTAN nunca ha previsto recurrir a la guerrilla o a operaciones clandestinas. Siempre se ha ocupado de cuestiones exclusivamente militares y de la defensa de las fronteras de los países aliados”.
Posteriormente, el martes 6 de noviembre, otro vocero explicó que el desmentido del día anterior era falso. Este otro vocero sólo proporcionó a los periodistas un breve comunicado en el que se precisaba que la OTAN nunca comentaba asuntos que eran secreto militar y que Marcotta debió haberse mantenido en silencio. La prensa internacional criticó amargamente aquellas contradicciones en la estrategia de relaciones públicas de la alianza militar: “Mientras que verdaderos sismos sacuden el continente entero, un vocero de la OTAN hace un desmentido: nada sabemos de Gladio ni de las redes stay-behind. Y ahora un lacónico comunicado viene a desmentir el desmentido “incorrecto” y nada más.
Mientras se producía el derrumbe de la credibilidad de la OTAN, los titulares de los diarios eran: “Unidad clandestina de la OTAN, sospechosa de vínculos con el terrorismo”; “Red secreta de la OTAN, acusada de subversión. La comisión descubrió que Gladio, brazo armado clandestino de la OTAN en Italia, se había convertido en un refugio de fascistas que combatían el comunismo mediante atentados terroristas que debían justificar un endurecimiento de las leyes”; “La bomba que estalló en Bolonia provenía de una unidad de la OTAN”.
Un diplomático de la OTAN, que insistió en conservar el anonimato, justificó ante los periodistas: “Ya que se trataba de una organización secreta, no espero que abunden las respuestas, aunque ya haya acabado la Guerra Fría. Si hubo vínculos con organizaciones terroristas, ese tipo de información debe estar enterrada muy hondo. Y si no es el caso, ¿qué hay de malo en preparar el terreno para la resistencia en caso de que los soviéticos atacaran?”
Según la prensa española, inmediatamente después del fiasco de la operación de comunicación del 5 y 6 de noviembre, el secretario general de la OTAN, Manfred Worner, convocó a los embajadores de la alianza atlántica para una reunión a puertas cerradas sobre Gladio, el 7 de noviembre. El SHAPE, órgano de mando del aparato militar de la OTAN, coordinaba las acciones del Gladio. Eso fue lo que reveló el secretario Manfred Worner durante una entrevista con los embajadores de las 16 naciones aliadas de la OTAN”, reportó la prensa española. “Worner habría pedido tiempo para realizar una investigación sobre las causas del desmentido formal” que la OTAN había publicado el día anterior. “Eso es lo que habría anunciado a los embajadores del Consejo Atlántico reunidos el 7 de noviembre, según ciertas fuentes”.
El más alto oficial de la OTAN en Europa, el general estadunidense John Galvin, había confirmado que las alegaciones de la prensa eran en gran parte correctas, pero que había que mantener el secreto. “En aquella reunión a puertas cerradas, el secretario general de la OTAN precisó que los altos oficiales interrogados (se refería al general John Galvin, comandante en jefe de las fuerzas aliadas en Europa) habían indicado que el SHAPE coordinaba las operaciones que realizaba el Gladio. En adelante, la política de la OTAN será negarse a hacer cualquier comentario sobre los secretos oficiales”.
Según fuentes que han solicitado el anonimato, el Buró de Seguridad de la OTAN estaba directamente implicado en la Operación Gladio. Con sede en el cuartel general de la OTAN, en Bruselas, el misterioso Buró de Seguridad es parte integrante de esa organización desde la creación de la alianza atlántica, en 1949. Su misión consiste en coordinar, supervisar y aplicar las políticas de seguridad de la OTAN. El director de Seguridad es el principal consejero en esa materia del secretario general, dirige el Servicio de Seguridad del cuartel general y es responsable de la coordinación general de la seguridad en el seno de la OTAN.
Pero lo más importante es que preside el Comité de Seguridad de la alianza atlántica, órgano que reúne regularmente a los jefes de los servicios de seguridad de los países miembros de la OTAN para discutir sobre cuestiones de espionaje, terrorismo, subversión y otras amenazas, entre ellas el comunismo en Europa occidental, que pudieran representar un peligro para la OTAN.
En Alemania, el investigador Erich Schmidt Eenboom reveló que los jefes de los servicios secretos de varios países de Europa occidental –sobre todo los de España, Francia, Bélgica, Italia, Noruega, Luxemburgo y Gran Bretaña– se habían reunido varias veces a finales de 1990 para elaborar una estrategia de desinformación que debía contrarrestar las numerosas revelaciones sobre Gladio.
Aquellas reuniones se desarrollaron al parecer en el muy secreto Buró de Seguridad. “El hecho que las estructuras clandestinas de Gladio fuesen coordinadas por un comité internacional de seguridad que se componía únicamente de representantes de los servicios secretos”, resalta el diario portugués Expresso, “plantea otro problema: el de la soberanía nacional de cada uno de los Estados”. Durante la Guerra Fría, ciertos servicios de inteligencia actuaban fuera de todo marco democrático. “Parece como si varios gobiernos europeos hubiesen perdido el control de sus servicios secretos” mientras que la OTAN mantenía, por su parte, relaciones particularmente estrechas con los servicios secretos militares de cada uno de los Estados miembros. “Es evidente que la OTAN aplica un principio de confianza restringida. Según esa doctrina, ciertos gobiernos no son lo suficientemente activos en la lucha contra el comunismo, así que no es de utilidad informarlos sobre las actividades del ejército secreto de la OTAN”.
Bajo el título “Manfred Worner habla sobre el Gladio”, la prensa portuguesa publicó detalles suplementarios sobre la reunión del 7 de noviembre. “El secretario general de la OTAN, el alemán Manfred Worner, explicó a los embajadores de los 16 países aliados de la OTAN la función de la red secreta –que fue creada en la década de 1950 con el fin de organizar la resistencia ante la eventualidad de una invasión soviética”.
Tras las puertas cerradas, “Worner confirmó que el comando militar de las fuerzas aliadas, el SHAPE, coordina las actividades de la Red Gladio, instaurada por los servicios secretos de los diferentes países de la OTAN, a través de un comité creado en 1952 y presidido actualmente por el general Raymond Van Calster, jefe de los servicios secretos militares belgas”. Posteriormente se supo que se trataba del Allied Clandestine Committee. Según el diario, “la estructura se creó en Italia antes de 1947, más tarde redes similares se crearon en Francia, Bélgica, el Reino Unido, Holanda, Luxemburgo, Dinamarca, Noruega y Grecia. El secretario general reconoció también que el SHAPE había proporcionado “informaciones falsas”, negando la existencia de esa red secreta, y sin explicar las numerosas contradicciones en las que se enredaron numerosos gobiernos al confirmar o negar la realidad sobre las redes Gladio en sus respectivos países”.
En medio de la tormenta, la prensa trató repetidamente de obtener una explicación, o al menos algún comentario, de la más alta autoridad civil de la alianza atlántica, el secretario general de la OTAN, Manfred Worner. Pero, conforme a la política de la alianza que consistía en no pronunciarse sobre secretos militares, Worner rechazó todos los pedidos de entrevistas. El término “secretos militares” focalizó la atención de los periodistas, que empezaron entonces a buscar exresponsables de la OTAN ya retirados que pudiesen expresarse con más libertad sobre el caso. Joseph Luns, un exdiplomático de 79 años que había ocupado las funciones de secretario general de la OTAN desde 1971 hasta 1984, concedió una entrevista telefónica a varios reporteros desde su apartamento en Bruselas. Afirmó no haber sido informado nunca de la existencia de la red secreta, hasta que se había enterado, en fecha reciente, a través de la prensa: “Yo nunca había oído hablar de eso a pesar de que ejercí algunas responsabilidades en el seno de la OTAN”.
Luns admitió, sin embargo, haber sido puesto al tanto “de forma limitada” en ocasión de operaciones especiales y estimó como “poco probable pero no imposible” que Gladio hubiera podido existir sin que él lo supiera. “El único organismo internacional que ha funcionado es la OTAN, simplemente porque se trata de una alianza militar y porque nosotros estábamos al mando”, respondió un día el presidente estadunidense Richard Nixon.
Hacía notar, con toda razón, que aunque la OTAN tenía su sede europea en Bélgica, su verdadero cuartel general estaba en Washington, en el Pentágono. Desde la creación de la alianza atlántica, el comandante en jefe de la zona Europa, el supreme allied commander europe (saceur), que ejerce sus funciones desde su cuartel general, el SHAPE, con sede en Casteau (Bélgica), fue siempre un general estadunidense. Los europeos podían, por su parte, nombrar al más alto responsable civil, el secretario general. Pero, desde la nominación del general Dwight Eisenhower como primer saceur, la más alta función militar en Europa estuvo sistemáticamente en manos de oficiales estadunidenses.
Thomas Polgar, oficial de la CIA en retiro, confirmó, después de que se descubriera la existencia de los ejércitos secretos en Europa occidental, que la coordinación de dichos ejércitos estaba a cargo de “una especie de grupo de planificación de guerra no convencional” vinculado a la OTAN. Sus palabras fueron confirmadas por la prensa alemana cuando ésta subrayó que, durante todo el periodo de la Guerra Fría, ese departamento secreto de la OTAN estuvo bajo control estadunidense. “Las misiones de los ejércitos secretos son coordinadas por la Sección de Fuerzas Especiales, que se encuentra en un ala altamente vigilada del cuartel general de la OTAN en Casteau”, reportó un diario alemán. “Una puerta gris de acero que se abre como la caja fuerte de un banco y mediante una combinación cifrada impide el acceso de toda persona no autorizada”.
Los oficiales de los demás departamentos invitados a penetrar allí tienen que presentarse en una ventanilla oscura en la que son sometidos a un control. La Sección de Fuerzas Especiales está bajo la dirección de oficiales británicos y estadunidenses exclusivamente, y la mayoría de los documentos que allí circulan llevan la inscripción “american eyes orly” (únicamente para el personal americano).
Para contrarrestar la influencia de los partidos comunistas en ciertos países de Europa occidental, la OTAN había emprendido, desde su creación al término de la Segunda Guerra Mundial, una guerra secreta no convencional. Según los descubrimientos de la investigación parlamentaria belga sobre el Gladio, esa lucha comenzó incluso antes de la fundación de la alianza atlántica, bajo la coordinación, a partir de 1948, del Clandestine Committee of the Western Unión (CCWU). Según la prensa, todas las “naciones (participantes en Gladio) eran miembros del CCWU y asistían regularmente a reuniones a través de un representante de sus servicios secretos. Éstos estaban generalmente en contacto directo con las estructuras stay-behind”.
En 1949, al firmarse el Tratado del Atlántico Norte, el CCWU fue secretamente incorporado al nuevo aparato militar internacional y operó, a partir de 1951, bajo la nueva apelación del Comité de Planificación y Coordinación (CPC). En aquella época, el cuartel general europeo de la OTAN se encontraba en Francia y el CPC tenía su sede en París. Como antes lo había hecho el CCWU, el comité se encargaba de la planificación, la preparación y la dirección de las operaciones de guerra no convencional que realizaban los ejércitos stay-behind y las Fuerzas Especiales. Sólo los oficiales que disponían de autorizaciones emitidas por el nivel superior estaban autorizados a penetrar en la sede del CPC donde, bajo la vigilancia de los expertos de la CIA y del MI6, se reunían varias veces al año los jefes de los servicios secretos de los Estados de Europa occidental para coordinar las operaciones de guerra clandestina que se desarrollaban en toda la parte occidental del continente.
En 1966, cuando el presidente de la república francesa Charles de Gaulle expulsó a la OTAN de Francia, el cuartel general europeo de la alianza atlántica tuvo que mudarse de París a Bruselas, lo cual provocó la cólera del presidente de Estados Unidos Lyndon Johnson. En el más absoluto secreto, el CPC también se mudó para Bélgica, como se reveló gracias a la investigación sobre el Gladio belga. La histórica expulsión de la OTAN del territorio francés ofreció entonces una primera imagen real de los oscuros secretos de la alianza atlántica. Para Philip Willan, especialista en operaciones secretas, “la existencia de protocolos secretos de la OTAN, que implicaban a los servicios secretos de los países firmantes y que tenían como objetivo evitar que los comunistas tuviesen acceso al poder, se divulgó por vez primera en 1966, cuando el presidente De Gaulle decidió retirarse del comando conjunto de la OTAN y denunció esos protocolos como una violación de la soberanía nacional”.
Si los documentos originales de los protocolos anticomunistas secretos de la OTAN siguen siendo confidenciales, las especulaciones sobre su contenido no dejaron de multiplicarse como consecuencia del descubrimiento de la existencia de los ejércitos secretos stay-behind. En un artículo dedicado al Gladio, el periodista estadunidense Arthur Rowse escribió que “una cláusula secreta del tratado inicial de la OTAN de 1949 estipulaba que todo país candidato a la adhesión tenía que haber instaurado anteriormente una autoridad de seguridad nacional encargada de dirigir la lucha contra el comunismo por grupos clandestinos de ciudadanos”.
Un especialista italiano en servicios secretos y operaciones clandestinas, Giuseppe de Lutiis, descubrió que en el momento de su integración a la OTAN, en 1949, Italia firmó, además del Pacto Atlántico, una serie de protocolos secretos que estipulaban la creación de una organización no oficial “encargada de garantizar el alineamiento de la política interna italiana con la del bloque occidental por todos los medios necesarios, incluso en caso de que la población llegara a manifestar una inclinación divergente”.
El historiador italiano especializado en el Gladio, Mario Coglitore, ha confirmado también la existencia de esos protocolos secretos de la OTAN. Después de las revelaciones de 1990, un exoficial de inteligencia de la OTAN, que puso énfasis en conservar el anonimato, llegó a afirmar que esos documentos protegían explícitamente a los miembros de la extrema derecha, considerados útiles en la lucha contra los comunistas. Truman, presidente de Estados Unidos, y el canciller alemán Adenauer al parecer “firmaron un protocolo secreto durante la adhesión de la República Federal Alemana (RFA) a la OTAN, en 1955, en el que se estipulaba que las autoridades de Alemania Occidental se abstendrían de emprender acciones judiciales contra reconocidos extremistas de derecha”.
El general italiano Paolo Inzerilli, quien dirigió el Gladio en su país desde 1974 hasta 1986, subrayó que los “omnipresentes americanos” controlaban el CPC secreto que se hallaba a cargo de la coordinación de la guerra clandestina. Según el general Inzerilli, el comité había sido fundado “por orden del comandante en jefe de la OTAN en Europa. Era (el comité) el intermediario entre el SHAPE, el cuartel general de las potencias aliadas en Europa y los servicios secretos de los Estados miembros para las cuestiones de guerra no convencional”.
Estados Unidos controlaba el CPC, con sus vasallos británicos y franceses, y constituía junto a estos últimos una comisión ejecutiva en el seno del comité. “Las reuniones se sucedían al ritmo de una o dos al año en el cuartel general del CPC, en Bruselas, y los asuntos del orden del día se debatían entre la Comisión Ejecutiva y los responsables militares”, testimonió Inzirelli.
“La coordinación entre las acciones de nuestra red stay-behind y las de las estructuras clandestinas análogas en Europa la hacía el CPC del SHAPE, el cuartel general de las potencias aliadas en Europa”, explicó el general italiano Gerardo Serravalle. Predecesor del general Inzirelli, el general Serravalle había tenido bajo sus órdenes el Gladio en Italia, entre 1971 y 1974. Serravalle contó que “durante la década de 1970, los miembros del CPC eran los oficiales responsables de las estructuras secretas de Gran Bretaña, Francia, Alemania, Bélgica, Luxemburgo, Holanda e Italia. Esos representantes de las redes clandestinas se reunían cada año en una de las capitales europeas”.
Altos responsables de la CIA asistían a cada una de esas reuniones. “Siempre había representantes de la CIA en las reuniones de los ejércitos stay-behind”, recuerda Serravalle. “Pertenecían a la estación CIA de la capital donde se desarrollaba la reunión y no participaban en las votaciones. La directiva SHAPE desempeñaba el papel de referencia oficial, por no decir de doctrina para las redes stay-behind”, explica el general Serravalle en su libro dedicado al Gladio. Precisa también que las grabaciones del CPC, que él mismo pudo consultar pero que siguen siendo confidenciales, “abordan (sobre todo) el entrenamiento de los miembros del Gladio en Europa, cómo activarlos desde el cuartel general secreto en caso de ocupación del conjunto del territorio nacional y otras cuestiones técnicas como, por citar la más importante, la unificación de los diferentes sistemas de comunicación entre las bases stay-behind”.
Al igual que el CPC, el ACC estaba en contacto directo con el comandante en jefe de la zona Europa, el supreme allied commander europe (saceur). Éste, a su vez, estaba bajo control estadunidense. Según las conclusiones de la investigación parlamentaria belga sobre la Operación Gladio, el ACC fue creado en 1955 y se encargó de “la coordinación de las redes stay-behind en Bélgica, Dinamarca, Francia, Alemania, Italia, Luxemburgo, Holanda, Noruega, Gran Bretaña y en Estados Unidos”. Según el informe sobre la investigación belga, en tiempo de paz, las funciones del ACC “incluían la elaboración de directivas destinadas a la red, el desarrollo de sus capacidades secretas y el establecimiento de bases en Gran Bretaña y Estados Unidos.
En caso de guerra, se suponía que debía preparar acciones stay-behind (ejércitos secretos) conjuntamente con el Supreme Headquarters Allied Powers Europe (SHAPE); a partir de ahí, “los organizadores tenían que activar las bases clandestinas y preparar las operaciones”. El comandante del Gladio italiano, el general Inzirelli, afirma que “las relaciones en el seno del ACC eran totalmente diferentes” a las que existían en el CPC. “La atmósfera era claramente más relajada y amigable que en el CPC”. El ACC, fundado en cumplimiento de “una orden expresa del saceur al CPC”, al parecer “se convirtió en una ramificación” de este último.
Parece que ese organismo sirvió sobre todo como un foro donde se compartía la experiencia del Gladio entre los jefes de los servicios secretos: “El ACC era un comité esencialmente técnico, un foro donde uno podía intercambiar información y experiencias, mencionar los medios disponibles o en estudio, compartir sus conocimientos sobre las redes, etcétera”. El general Inzirelli recuerda: “Nos hacíamos favores mutuamente. Cada uno de nosotros sabía que si le hacía falta un experto en explosivos, en telecomunicaciones o en represión para una operación, podía dirigirse sin problemas a un colega extranjero ya que los agentes habían recibido el mismo entrenamiento y utilizaban el mismo tipo de equipamiento”.
Los radiotransmisores llamados Harpoon eran parte del equipamiento de todos los miembros del ACC. La firma alemana AEG Telefunken los había concebido y fabricado a mediados de la década de 1980, por orden del comité de dirección de Gladio, a 130 millones de marcos, para reemplazar un sistema de comunicaciones que se había hecho obsoleto. El sistema Harpoon podía transmitir y recibir mensajes radiales codificados a una distancia de 6 mil kilómetros, permitiendo así la comunicación entre las redes stay-behind que se encontraban a ambos lados del Atlántico. “El único equipamiento que tienen en común todos los miembros del ACC es el famoso radiotransmisor Harpoon”, reveló Van Ussel, un miembro del Gladio belga que había utilizado ese equipo personalmente en la década de 1980, cuando era un miembro activo de la organización.
Según Van Ussel, “ese sistema se utilizaba regularmente para transmitir mensajes entre las bases y los agentes (en particular durante los ejercicios de comunicación por radio), pero estaba destinado sobre todo a la transmisión de información de inteligencia en caso de ocupación”. El ACC disponía de bases en todos los países europeos, incluyendo una en el Reino Unido. Desde esas bases se podían activar y dirigir las unidades presentes en los territorios ocupados. Al parecer, el ACC editaba manuales destinados a los miembros de Gladio. Estos manuales indicaban los procedimientos comunes a seguir en la realización de acciones clandestinas, las comunicaciones radiales codificadas y el salto de frecuencia, así como el abastecimiento por vía aérea y los aterrizajes.
El ACC tenía un sistema de presidencia rotativa con un mandato de dos años. En 1990, dicha presidencia estaba en manos de Bélgica. La reunión del ACC que tuvo lugar durante los días 23 y 24 de noviembre se desarrolló bajo la presidencia del general de división Raymond Van Calster, jefe del SGR, los servicios secretos militares belgas. El general Inzirelli recordó que “al contrario del CPC, el ACC no tenía una dirección establecida y permanente. La presidencia del comité se asumía por dos años y rotaba entre todos los miembros por orden alfabético”. Por esa razón, el ACC no estaba sometido “al mismo dominio de las grandes potencias”. Inzirelli afirmó que él prefirió trabajar en el ACC en vez de hacerlo en el CPC, bajo control de los estadunidenses: “Tengo que reconocer, por haberlo presidido yo mismo durante dos años, que el ACC era un comité verdaderamente democrático”.
OTAN niega la guerra clandestina
En el marco de toda investigación exhaustiva sobre la Operación Gladio y las redes stay-behind, salta a la vista la importancia de las transcripciones y grabaciones de las reuniones del CPC y del ACC como fuentes esenciales. Desgraciadamente, a pesar de los años transcurridos desde el descubrimiento de esa red altamente secreta, las autoridades de la OTAN se han limitado, al igual que en 1990, a oponer el silencio o el rechazo a las exigencias del público en ese sentido. Al realizar nuestra propia investigación, durante el verano de 2000, cuando nos pusimos en contacto con el servicio de archivos de la OTAN para solicitar acceso a informaciones suplementarias sobre Gladio, esencialmente sobre el CPC y el ACC, recibimos la siguiente respuesta: “Después de haber verificado en nuestros archivos, no existe huella alguna de los comités que usted menciona”.
Cuando insistimos, el servicio de archivos nos respondió: “Le confirmo nuevamente que los comités que usted menciona nunca han existido en el seno de la OTAN. Además, la organización que usted llama ‘Gladio’ nunca ha formado parte de la estructura militar de la OTAN”. Llamamos entonces al Buró de Seguridad de la OTAN, pero nunca pudimos hablar con su director. Ni siquiera pudimos conocer su identidad, clasificada como “confidencial”. La señora Isabelle Jacobs nos informó que era altamente improbable que lográsemos obtener respuestas a nuestras preguntas sobre un tema tan sensible como el Gladio y nos aconsejó que transmitiéramos nuestro pedido por escrito a través de la embajada de nuestro país de origen.
Fue así que, después de que la Misión Suiza de Observación en Bruselas transmitiera a la OTAN nuestras preguntas sobre el caso Gladio, el embajador de Suiza Anton Thalmann nos respondió que sentía informarnos que “ni yo ni mi personal tenemos conocimiento de la existencia de los comités secretos de la OTAN que menciona usted en su carta”. Nuestras preguntas eran: “¿Cuál es el vínculo entre la OTAN, el CPC y el ACC? ¿Qué papel desempeñan el CPC y el ACC? ¿Qué vínculo existe entre el CPC, el ACC y el Buró de Seguridad de la OTAN?” El 2 de mayo de 2001 recibimos una respuesta de Lee McClenny, director del servicio de prensa y comunicación de la OTAN.
En su carta, McClenny afirmaba que “ni el ACC ni el CPC aparecen en la documentación de la OTAN, confidencial o no, que he consultado”. Y agregaba: “Además, no he podido encontrar a nadie que trabaje aquí que haya oído hablar de esos comités. Ignoro si tales comités han existido alguna vez en la OTAN, lo que sí es seguro es que no es el caso hoy en día”. Nuevamente insistimos y preguntamos: “¿Por qué el vocero de la OTAN Jean Marcotta negó categóricamente, el 5 de noviembre de 1990, todo vínculo entre la OTAN y el Gladio, palabras que fueron desmentidas dos días después por un segundo comunicado?” La respuesta de Lee McCleny fue: “No estoy al corriente de la existencia de vínculos entre la OTAN y la Operación Gladio. Además, no encuentro a nadie con el nombre de Jean Marcotta en la lista de voceros de la OTAN”. Se mantenía el misterio.
Opacidad y abusos de la CIA
La CIA, la agencia de inteligencia más poderosa del mundo, no se mostró más inclinada a cooperar que la mayor alianza militar del mundo si se trataba de abordar la delicada cuestión del Gladio y de los ejércitos stay-behind. Fundada en 1947, dos años antes de la creación de la OTAN, la principal tarea de la CIA durante la Guerra Fría consistió en combatir el comunismo a lo largo y ancho del planeta mediante la realización de operaciones secretas, cuyo objetivo era extender la influencia de Estados Unidos. El presidente Nixon indicó una vez que “acciones clandestinas” eran para él “aquellas actividades que, aunque están destinadas a favorecer los programas y políticas de Estados Unidos en el extranjero, se planifican y ejecutan de forma tal que el público no vea en ellas la mano del gobierno americano”.
Historiadores y analistas políticos han descrito posteriormente de forma detallada la manera como la CIA y las Fuerzas Especiales estadunidenses influyeron en la evolución política y militar de numerosos países de América Latina, mediante guerras secretas y no declaradas. Entre los hechos más destacados podemos citar el derrocamiento del presidente guatemalteco Jacobo Arbenz, en 1954; el fracasado desembarco en Bahía de Cochinos, en 1961, que debía provocar la destitución de Fidel Castro; el asesinato de Ernesto Che Guevara en Bolivia, en 1967; el golpe de Estado contra el presidente chileno Salvador Allende, y la instalación en el poder del dictador Augusto Pinochet, en 1973; así como el financiamiento de los contras en Nicaragua, después de la Revolución Sandinista de 1979.
Además de esas acciones en el continente suramericano, la CIA intervino también en numerosas ocasiones en Asia y en África, derrocando el gobierno de Mossadegh en Irán, en 1953; apoyando la política de apartheid en Sudáfrica, lo cual condujo al encarcelamiento de Nelson Mandela; ayudando a Bin Laden y Al-Qaeda en Afganistán, durante la invasión soviética de 1979; y apoyando al líder khmer rojo Pol Pot desde la bases que había conservado en Cambodia, después de la derrota estadunidense en Vietnam, en 1975. Desde un punto de vista estrictamente técnico, el departamento de operaciones secretas de la CIA corresponde a la definición de organización terrorista que hace el Federal Bureau of Investigation (FBI). El “terrorismo” es, según el FBI, “el uso ilegal de la fuerza o de la violencia contra personas o bienes con el fin de intimidar y obligar a un gobierno, una población civil o un segmento de esta última a perseguir ciertos objetivos políticos o sociales”.
A mediados de la década de 1970, cuando el Congreso de Estados Unidos descubrió que la CIA y el Pentágono habían extendido sus propios poderes casi más allá de todo control, sobrepasándolos incluso en numerosas ocasiones, el senador estadunidense Frank Church hizo, con bastante buen tino, el siguiente comentario: “La multiplicación de los abusos cometidos por nuestros servicios de inteligencia es reveladora de un fracaso más general de nuestras instituciones fundamentales”. El senador Church presidía una de las tres comisiones del Congreso que recibieron la misión de investigar los actos de los servicios secretos estadunidenses y cuyos informes, presentados a mediados de la década de 1970, constituyen hoy en día una referencia autorizada en lo tocante a las guerras secretas de Washington.
Sin embargo, el impacto de las investigaciones del Congreso estadunidense fue limitado y los servicios secretos siguieron abusando de sus prerrogativas, con el apoyo de la Casa Blanca, como quedó demostrado durante el escándalo del Irángate, en 1986. Aquello llevó a la historiadora Kathryn Olmsted a plantearse la siguiente “pregunta crucial”: “¿Por qué, después de haber emprendido su investigación, la mayoría de los periodistas y miembros del Congreso renunció a desafiar al gobierno secreto?”
Mientras se desarrolla en Estados Unidos el debate sobre la existencia o no de un “gobierno de la sombra”, el fenómeno Gladio prueba que la CIA y el Pentágono han operado repetidamente fuera de todo control democrático durante la Guerra Fría, e incluso después del derrumbe del comunismo, sin tener nunca que rendir cuentas sobre sus intrigas. Durante una entrevista concedida a la televisión italiana en diciembre de 1990, el almirante Stanfield Turner, director de la CIA de 1977 a 1981, se negó a hablar del escándalo Gladio. Cuando los periodistas, que tenían en mente la gran cantidad de víctimas de los numerosos atentados perpetrados en Italia, trataron de insistir, el exjefe de la CIA se quitó el micrófono con furia y gritó: “¡Dije que cero preguntas sobre Gladio!”, poniendo así fin a la entrevista.
Miembros de la CIA reconocen Gladio
Exoficiales de la CIA de menos rango aceptaron hablar de los secretos de la Guerra Fría y de las operaciones ilegales de la agencia estadunidense. Entre ellos, Thomas Polgar, quien se retiró en 1981, al cabo de 30 años de servicio. En 1991, Polgar prestó testimonio contra la nominación de Robert Gates a la cabeza de la CIA, reprochándole el hecho de haber enmascarado el escándalo del Irángate. Interrogado sobre los ejércitos secretos en Europa, Polgar explicó, refiriéndose implícitamente al CPC y al ACC, que la coordinación de los programas stay-behind estaba en manos de “una especie de grupo de planificación de guerra no convencional vinculado a la OTAN”.
En sus cuarteles generales secretos, los jefes de los ejércitos secretos nacionales “se reunían cada dos o tres meses, siempre en una capital diferente”. Polgar subraya que “cada servicio nacional lo hacía con mayor o menor celo”, aunque admite que “en la década de 1970 en Italia, algunos fueron incluso más lejos de lo que exigía la carta de la OTAN”. El periodista Arthur Rowse, excolaborador del Washington Post, dio a conocer “las lecciones de Gladio” en un ensayo dedicado al tema: “Mientras el pueblo estadunidense siga ignorando todo ese oscuro capítulo de las relaciones exteriores de Estados Unidos, eso no incitará realmente a las agencias responsables de esta situación a cambiar de comportamiento. El fin de la Guerra Fría no cambió gran cosa en Washington. Estados Unidos (…) sigue esperando con impaciencia un verdadero debate nacional sobre los medios, los objetivos y los costos de nuestras políticas federales de seguridad”.
Especializados en el estudio de las operaciones clandestinas de la CIA y de los secretos de la Guerra Fría, los investigadores del instituto privado e independiente de investigación National Security Archive, de la universidad George Washington, presentaron a la CIA, el 15 de abril de 1991, un pedido basado en la Freedom of Information Act (Foia). Según los términos de esta ley sobre la libertad de información, todos los servicios del gobierno estadunidense están obligados a justificar ante la ciudadanía la legalidad de sus actos. Malcolm Byrne, vicedirector de investigación del National Security Archive, solicitaba a la CIA el acceso a “todos los archivos vinculados (…) a las decisiones del gobierno estadunidense, tomadas probablemente entre 1951 y 1955, sobre el financiamiento, el apoyo o la colaboración con todo ejército secreto, con toda red o con cualquier otra unidad, creados con el objetivo de resistir ante una posible invasión de Europa occidental por parte de potencias bajo dominio comunista o de realizar operaciones de guerrilla en países de Europa occidental ante la hipótesis de que éstos se encontraran bajo el control de partidos o de regímenes comunistas, de izquierda o que gozaran del apoyo de la Unión Soviética”.
Byrne agregaba: “Le ruego que incluya usted en su búsqueda todo documento que mencione actividades conocidas bajo el nombre de ‘Operación Gladio’, en particular en Francia, en Alemania y en Italia”. Byrne precisaba, con toda razón, que “todos los documentos obtenidos como consecuencia de este pedido ayudarán a dar a conocer al público la política exterior de Estados Unidos en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, así como el impacto del conocimiento, análisis y adquisición de datos de inteligencia en la política estadunidense de la época”. Pero la CIA se negó a cooperar, y el 18 de junio de 1991, presentó la siguiente respuesta: “La CIA no puede confirmar ni negar la existencia o la inexistencia de archivos que respondan a los criterios de su pedido”. Byrne trató de reclamar ante la negativa de la CIA a proporcionarle información sobre Gladio, pero su gestión fue impugnada.
La CIA fundamentó su negativa a cooperar invocando dos dispensas que permiten bloquear la aplicación de la ley sobre la libertad de información y que sirven prácticamente para cubrir cualquier cosa ya que excluyen cualquier documento “clasificado como confidencial en virtud de una decisión tomada por el Ejecutivo en interés de la defensa nacional o de la política exterior” (Dispensa B1) o a título de las “obligaciones inherentes al estatus del director de proteger la confidencialidad de las fuentes y métodos de inteligencia, tales como la organización, las funciones, nombres, títulos oficiales, ingresos y número de los empleados de la agencia, conforme a la National Security Act de 1947 y a la CIA Act de 1949” (Dispensa B3).
Los responsables europeos no navegaron con más fortuna cuando trataron de enfrentarse al gobierno secreto. En marzo de 1995, una comisión del Senado italiano presidida por Giovanni Pellegrino, comisión que había realizado una investigación sobre Gladio y sobre los atentados perpetrados en Italia, presentó a la CIA un pedido Foia. Los senadores italianos pedían acceso a todos los archivos vinculados a las Brigadas Rojas y al secuestro de Aldo Moro para aclarar si, en el marco de su programa de intromisión en los asuntos de Italia, la CIA había infiltrado el grupo terrorista de extrema izquierda antes de que éste asesinara al exprimer ministro italiano y líder de la democracia cristiana italiana Aldo Moro, en 1978.
La CIA se negó a cooperar y rechazó, en mayo de 1995, todos los pedidos de acceso presentados, agregando que dicho rechazo “no confirmaba ni negaba la existencia o la inexistencia en los archivos de la CIA de los documentos solicitados”. La prensa italiana subrayó lo embarazoso de aquel rechazo y tituló: “La CIA rechaza pedido de asistencia de la comisión parlamentaria. Secuestro de Moro, secreto de Estado en Estados Unidos”.
El segundo pedido de información sobre Gladio, proveniente de un gobierno europeo, fue presentado a la CIA por el gobierno de Austria en enero de 2006, como consecuencia del descubrimiento de varios escondites de armas “altamente secretos” que la CIA había preparado para el Gladio en montañas y bosques de aquel país, a pesar de la neutralidad de Austria. Representantes del gobierno estadunidense respondieron que Estados Unidos correría con los gastos ocasionados por el desenterramiento y la recogida del equipamiento de las redes. La investigación austriaca estuvo a cargo de los servicios del ministro del Interior Mickael Sika, quien presentó su informe final sobre los depósitos de municiones de la CIA el 28 de noviembre de 1997 al declarar: “No es posible llegar con certeza a ninguna conclusión en lo tocante a los escondites de armas y el uso al que estaban destinadas”.
Por lo tanto: “Para aclarar totalmente el caso, sería necesario disponer de los documentos vinculados a éste, especialmente los que se encuentran en Estados Unidos”. Un miembro de la comisión, Oliver Rathkolb, de la Universidad de Viena, presentó entonces un pedido con base en la Foia cuyo objetivo era obtener acceso a los archivos de la CIA. Pero en 1997, el comité de divulgación de la agencia opuso un nuevo rechazo que invocaba nuevamente las dispensas B1 y B3, dejando así a los austriacos con la amarga impresión de que la CIA no estaba obligada a rendir cuentas ante nadie.
Siendo ésta la única posibilidad de obtener acceso a los archivos vinculados al Gladio, nosotros mismos presentamos a la CIA un pedido Foia el 14 de diciembre de 2000. Dos semanas más tarde, recibimos una respuesta evasiva a nuestro pedido vinculado a la Operación Gladio: “La CIA no puede confirmar ni negar la existencia o la inexistencia de documentos que correspondan a su pedido”. Al invocar las dispensas restrictivas B1 y B3, la coordinadora encargada de la información y de las cuestiones vinculadas al respeto de la vida privada, la señora Kathryn I Dyer, nos negó el acceso a las informaciones sobre la Operación Gladio. Nosotros hicimos oposición a aquella decisión y señalamos que: “Los documentos retenidos deben publicarse en virtud de la ley Foia sobre la libertad de expresión, ya que las cláusulas B1 y B3 sólo pueden aplicarse a las operaciones de la CIA que siguen siendo secretas”.
Seguidamente demostrábamos que el Gladio no se encontraba ya en ese caso, precisando los datos que ya habíamos recogido anteriormente durante nuestras investigaciones, y concluimos: “Si usted, señora Dyer, invoca en este contexto las cláusulas restrictivas B1 y B3, está usted privando a la CIA de la posibilidad de expresarse sobre informaciones relativas al caso Gladio, [informaciones] que de todas maneras serán reveladas, decida o no la CIA intervenir”.
En febrero de 2001, la CIA nos respondió: “Su apelación ha sido aceptada y se tomarán disposiciones para que la examinen los miembros del comité de divulgación de la agencia. Usted será informado de la decisión que se tome”. Al mismo tiempo, la CIA precisó que aquella comisión procesaba los pedidos en función de la fecha en que habían sido presentadas y que “en este momento, tenemos alrededor de 315 apelaciones por examinar”. Nuestro pedido sobre la red Gladio quedaba así en espera, debajo del montón. En el momento en que redactamos este libro (Nato’s secret armies), la comisión seguía sin dar respuesta.
Después de la OTAN y la CIA, la tercera organización en orden de importancia implicada en la operación stay-behind era el MI6 británico (Servicio Secreto). En 1990, el MI6 no adoptó posición alguna sobre el caso Gladio, debido a una legendaria obsesión por el secreto. La existencia misma del MI6 no fue admitida oficialmente hasta 1994, con la publicación de la Intelligence Services Act, que estipulaba que la misión de ese servicio consistía en obtener información de inteligencia y ejecutar acciones secretas en el extranjero.
Mientras que el Ejecutivo británico y el MI6 se negaban a hacer cualquier comentario, Rupert Allason, miembro del partido conservador, redactor del Intelligence Quarterly Magazine bajo el seudónimo de Nigel West y autor de varios libros sobre los servicios británicos de seguridad, confirmó, en noviembre de 1990, en pleno apogeo del escándalo Gladio y en una entrevista telefónica concedida a la Associated Press: “Estábamos, y seguimos estando todavía, fuertemente implicados (…) en esas redes”.
West explicó que Gran Bretaña “participó, claro está, junto a los estadunidenses, en el financiamiento y la dirección” de varias redes y que también participaba en el marco de la colaboración entre el MI6 y la CIA: “Son las agencias de inteligencia británicas y estadunidenses las que dieron origen al proyecto”. West afirmó que, a partir de 1949, el accionar de los ejércitos stay-behind había sido coordinado por la Estructura de Comando y Control de las Fuerzas Especiales de la OTAN, en cuyo seno, el Special Air Service (SAS) desempeñaba un papel estratégico.
“La responsabilidad de Gran Bretaña en la creación de las redes stay-behind en toda Europa es absolutamente fundamental”, reportó la BBC, con cierto retraso, en su edición vespertina del 4 de abril de 1991. El presentador de noticias John Simpson acusó al MI6 y al Ministerio de Defensa británico de no divulgar toda la información que tenían sobre el tema en momentos en que las revelaciones sobre Gladio han provocado que se descubriera la existencia de ejércitos stay-behind en otros países europeos –en Bélgica, Francia, Holanda, España, Grecia y Turquía. Hasta en países neutrales como Suecia y Suiza–. La cuestión dio lugar a un debate público. En ciertos casos se han abierto investigaciones oficiales.
“En cambio, nada se ha hecho todavía en Gran Bretaña. Sólo hemos tenido los acostumbrados comunicados del Ministerio de Defensa que no quiere comentar las cuestiones de seguridad nacional”. Simpson declaró que después de la caída del Muro de Berlín, los británicos habían podido conocer, con una mezcla de horror y fascinación, los complots y las operaciones de terrorismo urdidos por la Stasi, la Securitate y otros servicios secretos de Europa oriental. “¿Es posible que nuestro bando haya cometido actos comparables? ¡Nunca!”, comentó con ironía antes de llamar la atención hacia los servicios de seguridad de Europa occidental: “Pero ahora empiezan a aparecer informaciones sobre los abusos que pudieran haber cometido la mayoría de los servicios secretos de los miembros de la OTAN”.
Fuerzas clandestinas en toda Europa
En Italia, una comisión parlamentaria recibió la misión de investigar las acciones de un ejército secreto creado por el Estado con el objetivo de resistir en caso de invasión soviética. La investigación ha permitido descubrir la existencia de fuerzas armadas clandestinas similares en toda Europa. Pero el grupo italiano, conocido bajo el nombre de Gladio, es sospechoso de haber participado en una serie de atentados terroristas”.
La BBC no logró obtener de los responsables del gobierno ninguna reacción sobre el escándalo Gladio. La confirmación oficial de la implicación del MI6 sólo llegó años más tarde y en un contexto más bien sui generis: en un museo. En julio de 1995, se inauguró en el Imperial War Museum de Londres una nueva exposición permanente titulada “Las guerras secretas”. “Todo lo que usted puede ver en esta exposición es parte de los secretos mejor guardados de este país”, se aseguraba a los visitantes en la entrada. “Por vez primera se revelan al público. Y lo más importante, todo es verídico… la realidad es mucho más increíble y apasionante que la ficción”.
En una de las vitrinas dedicadas al MI6, un discreto comentario confirmaba que: “Los preparativos con vistas a una Tercera Guerra Mundial incluían la creación de comandos stay-behind equipados para operar detrás de las líneas enemigas en caso de invasión soviética en Europa occidental”. En la misma vitrina se exhibía una gran caja llena de explosivos con la siguiente explicación: “Explosivos concebidos especialmente por el MI6 para ser escondidos en territorios susceptibles de pasar al enemigo. Podían mantenerse enterrados durante años sin sufrir la menor alteración”.
Junto a un manual sobre técnicas de sabotaje destinado a los comandos stay-behind se podía leer: “En la zona británica de ocupación en Austria, oficiales de la Marina Real fueron destacados especialmente para preparar escondites de armas en regiones de montaña y colaborar con agentes reclutados en el terreno”.
Varios exoficiales del MI6 interpretaron aquella exposición como una señal de que podían hablar en adelante sobre la Operación Gladio. Meses después de la inauguración, los exoficiales Giles y Preston, ambos de la Marina Real, los únicos agentes del MI6 cuyos nombres se mencionaban en la exposición junto a una fotografía tomada “en los Alpes austriacos, 1953-1954”, confirmaron al escritor Michael Smith que a finales de la década de 1940 y principios de la década de 1950 estadunidenses y británicos habían reclutado unidades stay-behind en Europa occidental en previsión de una invasión soviética.
Giles y Preston fueron enviados a Fort Monckton, no lejos de Portsmouth, en Inglaterra, donde los miembros del Gladio compartían el entrenamiento de los hombres de SAS (fuerzas especiales británicas) bajo la dirección del MI6. Se les entrenaba en codificación [de mensajes], uso de armas de fuego y operaciones secretas. “Teníamos que hacer ejercicios, salir en medio de la noche y simular voladuras de trenes sin que nos descubriera el jefe de la estación de trenes”, recuerda Preston. “Nos acercábamos a rastras y hacíamos como si pusiéramos cargas explosivas en el lado derecho de la locomotora”.
Giles recuerda haber participado en operaciones de sabotaje contra trenes británicos en servicio como, por ejemplo, el ejercicio que tuvo lugar en la estación de Eastleigh: “Poníamos ladrillos en las locomotoras para simular las cargas de explosivo plástico. Recuerdo hileras e hileras de vagones enteramente recubiertos de una espesa capa de nieve, detenidos en medio de las nubes de vapor. Había patrullas de soldados con perros. En un momento dado, los guardias se acercaron. Tuve entonces que esconderme entre los cilindros de las locomotoras y esperar que pasaran. También quitábamos la tapa de los tanques de aceite de los ejes para echarles arena. Como consecuencia [los ejes] se recalentaban al cabo de algunas decenas de kilómetros”.
A los dos agentes no parecía preocuparles que se tratara de trenes públicos en servicio: “No era problema mío”, explicó Giles, “sólo estábamos jugando. Yo tuve que recorrer Greenwich durante 10 días para aprender a cumplir misiones de seguimiento de personas y a despistar a quienes estuviesen siguiéndome a mí, la realidad concreta de la labor del espía”, cuenta Preston. Posteriormente, los dos agentes fueron enviados a Austria con la misión de reclutar agentes y entrenarlos y supervisaron la red de “búnkeres subterráneos llenos de armas, ropa y material” que montaban “el MI6 y la CIA” para uso del Gladio austriaco. Al visitar el cuartel general del MI6 al borde del Támesis, en Londres, en 1999, no fue una sorpresa enterarse de que el MI6 tiene por regla no hablar nunca de secretos militares.
Cuando la periodista estadunidense Lucy Komisar trató de extender la investigación de las milicias clandestinas reconocidas por gobiernos de Europa a Estados Unidos, descubrió rápidamente que, en cuestión de secretos militares, su propio gobierno no era mucho mejor que los generales turcos. “El Pentágono se negó a decirme si Washington seguía proporcionando fondos o algún tipo de ayuda al Departamento de Operaciones Especiales. En realidad, esquivaron todas mis preguntas sobre ese tema”. Komisar recibió siempre respuestas evasivas: “Los representantes que pude ver me respondieron que no sabían nada o que los hechos eran demasiado recientes como para que hubiese algo en los archivos o que yo estaba describiendo una operación de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) sobre la que nada podían decirme”. Un historiador del Pentágono le respondió: “Ah, ¿usted quiere hablar de la organización ‘stay-behind’? ¡Eso es confidencial!”
Pero el problema de la contraguerrilla turca no tardó en reaparecer. El 3 de noviembre de 1996, un automóvil negro marca Mercedes chocó con un tractor en una autopista, cerca del apartado pueblo de Susurluk, más de 150 kilómetros al sur de Estambul. Un dirigente de la contraguerrilla turca, un alto responsable de la policía y un miembro del Parlamento resultaron muertos en el accidente. Muchos vieron en ello la prueba concreta de la profunda implicación del gobierno en la guerra sucia de la contraguerrilla y miles de personas salieron a la calle para protestar contra el “Estado de Susurluk” y exigir que se liberara el país “del control de las pandillas”.
En enero de 1998, el primer ministro Mesut Ylmaz tuvo que informar ante millones de teleespectadores sobre las conclusiones de los siete meses de investigación parlamentaria sobre el escándalo de Susurluk. “Esto es la anatomía de un escandaloso caos”, comenzó el primer ministro, antes de reconocer que un “escuadrón de la muerte se había mantenido en el seno del Estado” mientras que “todos los órganos del poder tenían conocimiento de la situación”.
Como consecuencia de la profusión de revelaciones acusadoras en toda Europa occidental, el escándalo del Gladio fue objeto de debate en el Parlamento Europeo el 22 de noviembre de 1990. La Comunidad Europea se componía en aquel entonces de 12 miembros, y todos se veían afectados por el escándalo. Los 12 habían establecido entre sí una estrecha cooperación y se disponían a instaurar el mercado común, que debía garantizar la libre circulación de personas, bienes y servicios y capitales. Sin embargo, las cuestiones de seguridad y de defensa seguían estando en manos de cada uno de los Estados miembros, ya que éstos seguían siendo soberanos en ambos aspectos.
“Señor presidente, damas y caballeros, una exigencia de orden moral y político se plantea a la nueva Europa que poco a poco estamos construyendo”, así abrió el debate aquel día el eurodiputado Falqui. “Esta Europa sólo podrá sobrevivir basándose en la verdad y en la perfecta transparencia de sus instituciones ante las oscuras intrigas contra la democracia que han marcado la historia, incluso la historia reciente, de muchos países europeos”. Subrayó Falqui que no habría “futuro alguno si no disipamos ese sentimiento de haber vivido en lo que pudiéramos llamar un doble Estado, abierto y democrático por un lado, por el otro clandestino y reaccionario. Es por ello que tenemos que conocer la naturaleza y el número de redes Gladio a las que dieron abrigo los Estados miembros de la Comunidad Europea”.
El eurodiputado belga Dury (socialista) compartía aquellas preocupaciones al declarar a sus colegas parlamentarios: “Lo que nos inquieta en el caso Gladio es que tales redes hayan podido existir a espaldas y fuera de todo control de las instituciones políticas democráticas. Ése es, a mi entender, el principal problema subsistente”. Dury concluyó que la historia de los ejércitos secretos debía ser investigada: “Estamos, por nuestra parte, convencidos de la necesidad de arrojar luz sobre todo este asunto para definir todas sus implicaciones y poner fin a los abusos que pudiesen perdurar y afectar a otras organizaciones, así como prevenir las posibles tentaciones que pudiesen haberse suscitado”.
Según el eurodiputado belga, la investigación tenía que abordar también el papel de la OTAN, “aunque en lo tocante a su responsabilidad y la del SHAPE (Supreme Headquarters Allied Powers Europe), no creo que se pueda hablar de conspiración”, indicó. “Me parece, a pesar de todo, que tenemos que mantenernos especialmente vigilantes y atentos si queremos que se sepa toda la verdad. Bien sabemos que ciertos miembros de Gladio son también miembros de los comités de la OTAN”. Y concluyó: “Arrojar luz sobre este tipo de zonas oscuras constituye precisamente la obligación que nos confiere nuestro mandato democrático”.
“Señor presidente, el sistema Gladio operó durante 40 años bajo distintos nombres”, declaró ante sus colegas el parlamentario griego Ephremidis. “Operó en la clandestinidad y razonablemente podemos atribuirle una responsabilidad en todos los actos de desestabilización, de provocación y de terrorismo cometidos en nuestros países a lo largo de cuatro décadas, actos en los que seguramente se encuentra implicado de forma directa o indirecta”. Ephremidis denunció enérgicamente la red stay-behind en su conjunto y sobre todo “el hecho que (esa red) haya sido instaurada por la CIA y la OTAN (Organización del Tratado Atlántico Norte), las cuales, con el pretexto de defender la democracia, pisotearon esta última y la utilizaron en aras de sus funestos propósitos”.
Al aludir de forma implícita al papel que desempeñó el Gladio griego en el golpe de Estado de 1967, señaló indignado el hecho que “la democracia que se supone disfrutamos no ha sido ni es en realidad otra cosa que una fachada”, y llamó al Parlamento Europeo a realizar una investigación. “Hay que descubrir cada una de las sutilezas del asunto y, para ello, tenemos que formar una subcomisión investigadora encargada de escuchar a los testigos y de dar a conocer toda la verdad para que se tomen todas las medidas necesarias para liberar por fin nuestros países de esas organizaciones clandestinas”.
El parlamentario belga De Donnea (reformador liberal) ofreció, por su parte, una visión muy diferente: “Señor presidente, al término de la Segunda Guerra Mundial, para la mayoría de nuestros Estados estaba plenamente justificada la creación de servicios que tuvieran como misión la preparación de redes de resistencia que pudieran ser activadas en caso de ocupación de nuestro territorio por parte de los ejércitos del Pacto de Varsovia”. Este eurodiputado belga subrayó: “Estamos por lo tanto en deuda con todos aquellos que, mientras la Guerra Fría se prolongaba eternamente, trabajaron en esas redes”. Para De Donnea era evidente que los ejércitos secretos tenían que seguir siendo secretos: “Para mantener su eficacia, esas redes tenían necesariamente que mantenerse en la sombra”, aunque deseaba de todas maneras que salieran a la luz sus supuestos vínculos con actividades terroristas: “Dicho esto, si existen indicios o fuertes presunciones que permiten suponer que esas redes hayan podido actuar de forma ilegal y anormal en ciertos países, es interés de todos averiguar la verdad y castigar a los culpables”.
El diputado flamenco Vandemeulebroucke resumió de manera bastante justa el sentir de numerosos europeos: “Este caso deja un gusto amargo porque se remonta a la creación de la Comunidad Europea y porque pretendemos precisamente instaurar una nueva forma de democracia”. Precisó Vandemeulebroucke que era sobre todo el secreto que rodeaba la operación lo que le inquietaba como parlamentario, ya que “los presupuestos de esas organizaciones clandestinas se mantuvieron también en secreto. No se discutieron nunca en ningún parlamento y queremos expresar nuestra inquietud en cuanto al hecho que (…) resulta evidente que existen órganos capaces de tomar decisiones y de hacer que éstas se apliquen sin verse sometidos a ningún tipo de control democrático”.
El diputado holandés concluyó: “Quiero protestar más enérgicamente contra el hecho que el ejército estadunidense, ya sea a través del SHAPE, de la OTAN o de la CIA, se arrogue el derecho de interferir en nuestra democracia”. Reconoció después que el asunto no entraba dentro del campo de competencia del Parlamento Europeo. “Estoy perfectamente consciente de que no somos competentes en materia de seguridad y de mantenimiento de la paz”, explicó. “Es por eso que la resolución votada pide la creación de una comisión investigadora parlamentaria en cada uno de los 12 Estados miembros para que se sepa la verdad”.
Como consecuencia de los debates, el Parlamento Europeo decidió adoptar una resolución sobre el caso Gladio. La resolución contenía una enérgica denuncia del fenómeno y, en su preámbulo, intentaba describir la operación a través de siete puntos:
1. “Considerando que varios gobiernos europeos han revelado la existencia desde hace 40 años y en varios Estados miembros de la comunidad de una organización que realiza operaciones armadas y de inteligencia paralela”.
2. “Considerando que durante estos 40 años esa organización escapó a todo control democrático y fue dirigida por los servicios secretos de los Estados interesados en colaboración con la OTAN”.
3. “Temiendo que tales redes hayan podido interferir ilegalmente en los asuntos políticos internos de los Estados miembros o que sigan teniendo la capacidad de hacerlo”.
4. “Considerando que en ciertos Estados miembros los servicios secretos militares (o elementos incontrolables en el seno de esos servicios) han estado implicados en graves actos de terrorismo y criminales como se ha probado mediante diversas investigaciones judiciales”.
5. “Considerando que esas organizaciones actuaron y siguen actuando fuera de todo marco legal, no están sometidas a ningún control parlamentario y, en la mayor parte de los casos, sin que sean informados los más altos responsables del gobierno y los garantes de la Constitución”.
6. “Considerando que las diferentes organizaciones ‘Gladio’ disponen de sus propios arsenales y equipamientos militares que les garantizan una fuerza de ataque desconocida, constituyendo así una amenaza para las estructuras democráticas de los países en los que operan y han operado”.
7. “Profundamente preocupado ante la existencia de órganos de decisión y de ejecución fuera de todo control democrático y de naturaleza totalmente clandestina, en momentos en que un fortalecimiento de la cooperación comunitaria en materia de seguridad está siendo el centro de todos los debates”.
Después de aquel preámbulo, la resolución condenaba, en primer lugar, “la creación clandestina de redes de acción y de manipulación y llamaba a abrir una profunda investigación sobre la naturaleza, la estructura, los objetivos y todo otro aspecto de esas organizaciones secretas o de todo grupo disidente, sobre su utilización como forma de injerencia en los asuntos políticos internos de los países interesados, sobre el problema del terrorismo en Europa y sobre la posible complicidad de los servicios secretos de los Estados miembros o de terceros países”.
En segundo lugar, la Unión Europea protestaba “enérgicamente contra el derecho que se han arrogado ciertos responsables del ejército estadunidense que trabajan para el SHAPE o para la OTAN a estimular la creación en Europa de una red clandestina de inteligencia y acción”.
En un tercer punto, la resolución llamaba a “los gobiernos de los Estados miembros a desmantelar todas las redes militares y paramilitares clandestinas”.
Como cuarto punto, la Unión Europea exhortaba “las jurisdicciones de los países en los que la presencia de tales organizaciones militares [estaba] comprobada a determinar con exactitud su composición y su forma de operar y a establecer un listado de todas las acciones que al parecer realizaron con vistas a desestabilizar las estructuras democráticas de los Estados miembros”.
La Unión Europea reclamaba además que “todos los Estados miembros tomen las medidas necesarias, de ser necesario mediante la nominación de comisiones parlamentarias de investigación, con el fin de hacer un listado exhaustivo de las organizaciones secretas en ese contexto y, al mismo tiempo, de controlar sus vínculos con sus respectivos servicios de inteligencia y, de ser el caso, con grupos terroristas y/u otras prácticas ilegales”.
El sexto punto de la resolución estaba dirigido al Consejo de Ministros de la Unión Europea, muy especialmente a los ministros de Defensa, y lo llamaba a “proporcionar toda la información sobre las actividades de esos servicios clandestinos de inteligencia y de acción”.
En el séptimo punto, el Parlamento Europeo pedía “a su comisión competente que escuchara testigos con el fin de aclarar el papel y el impacto de la organización ‘GLADIO’ (sic) y de otras redes similares”.
Como último punto, aunque no menos importante, y aludiendo explícitamente a la OTAN y a Estados Unidos, el Parlamento Europeo “[ordenaba] a su presidente transmitir la presente resolución a la Comisión del Consejo de Europa, al secretario general de la OTAN, a los gobiernos de los Estados miembros y al gobierno de Estados Unidos”.
Mucho ruido para nada. Ni una sola de las ocho medidas que exigía el Parlamento Europeo se ejecutó debidamente. Bélgica, Italia y Suiza fueron los únicos países que nombraron, cada uno, una comisión investigadora parlamentaria y presentaron un informe público sustancial y detallado.
Y, aunque la resolución se puso en conocimiento de los servicios interesados de la Unión Europea, la OTAN y el gobierno estadunidense, ni el secretario general de la OTAN, Manfred Worner, ni el presidente de Estados Unidos, George Bush, padre, apoyaron la apertura de una investigación exhaustiva u ofrecieron explicaciones públicas.