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.- Segunda Guerra Mundial


Segunda Guerra Mundial. El conflicto global más grande en la historia de la humanidad


La Segunda Guerra Mundial: Fue un conflicto internacional que involucró a prácticamente todas las naciones del mundo. Comenzó el 1 de septiembre de 1939 con la invasión nazi a Polonia y finalizó el 2 de septiembre de 1945. Enfrentó a las potencias del Eje (Alemania, Italia y Japón) contra los Aliados (Francia y Reino Unido), a los que se sumaron Estados Unidos (en 1941, tras el ataque japonés a Pearl Harbor) y la Unión Soviética (después del intento de Alemania por conquistar Rusia)

.- La Segunda Guerra Mundial
(Tomado de Biografías y Vidas)

.- Auschwitz
(Tomado de Wikipedia)


Estados Unidos y la Operación Gladio
(Red clandestina anticomunista que operó en Europa bajo la dirección de la OTAN y la CIA durante la Guerra Fría)

Los ejércitos secretos de la OTAN - I
Los ejércitos secretos de la OTAN - II


Tomado de la Red Voltaire/Trabajo de Daniele Ganser
Tribuna de Nemen Hazim


La Segunda Guerra Mundial

La Segunda Guerra Mundial (1939-1945) fue uno de los acontecimientos fundamentales de la historia contemporánea tanto por sus consecuencias como por su alcance universal. Las «potencias del Eje» (los regímenes fascistas de Alemania e Italia, a los que se unió el militarista Imperio japonés) se enfrentaron en un principio a los países democráticos «aliados» (Francia e Inglaterra), a los que se sumaron tras la neutralidad inicial los Estados Unidos y, pese a las divergencias ideológicas, la Unión Soviética; sin embargo, esta lista de los principales contendientes omite multitud de países que acabarían incorporándose a uno u otra bando.

La ciudad alemana de Dresde tras los bombardeos aliados (febrero de 1945)

La Segunda Guerra Mundial, en efecto, fue una nueva «guerra total» (como lo había sido la «Gran Guerra» o Primera Guerra Mundial, 1914-1918), desarrollada en vastos ámbitos de la geografía del planeta (toda Europa, el norte de África, Asia Oriental, el océano Pacífico) y en la que gobiernos y estados mayores movilizaron todos los recursos disponibles, pudiendo apenas ser eludida por la población civil, víctima directa de los más masivos bombardeos vistos hasta entonces.

En el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial suelen distinguirse tres fases: la «guerra relámpago» (desde 1939 hasta mayo de 1941), la «guerra total» (1941-1943) y la derrota del Eje (desde julio de 1943 hasta 1945). En el transcurso de la «guerra relámpago», así llamada por la nueva y eficaz estrategia ofensiva empleada por las tropas alemanas, la Alemania de Hitler se hizo con el control de toda Europa, incluida Francia; sólo Inglaterra resistió el embate germánico.

En la siguiente etapa, la «guerra total» (1941-1943), el conflicto se globalizó: la invasión alemana de Rusia y el ataque japonés a Pearl Harbour provocaron la incorporación de la URSS y los Estados Unidos al bando aliado. Con estos nuevos apoyos y el fracaso de los alemanes en la batalla de Stalingrado, el curso de la guerra se invirtió, hasta culminar en la derrota del Eje (1944-1945). Italia fue la primera en sucumbir a la contraofensiva aliada; Alemania presentó una tenaz resistencia, y Japón sólo capituló después de que sendas bombas atómicas cayeran sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki.

El miedo a la expansión del comunismo soviético había hecho que Hitler fuese visto por las democracias occidentales como un mal menor, suposición que sólo desmentiría el desarrollo de la contienda. La Segunda Guerra Mundial costó la vida a sesenta millones de personas, devastó una vez más el continente europeo y dio paso a una nueva era, la de la «Guerra Fría». Las dos nuevas superpotencias surgidas del desenlace de la guerra, los Estados Unidos y la URSS, lideraron dos grandes bloques militares e ideológicos, el capitalista y el comunista, que se enfrentarían soterradamente durante casi medio siglo, hasta que la disolución de la Unión Soviética en 1991 inició el presente orden mundial.

Dividida en dos áreas de influencia, la Occidental pro americana y el Este comunista, Europa, como el resto del mundo, quedó reducida a tablero de las superpotencias, y aunque la Europa occidental recuperó rápidamente su prosperidad, perdió definitivamente la hegemonía mundial que había ostentado en los últimos cinco siglos; en el exterior, tal declive se visualizaría en el proceso descolonizador de las siguientes décadas, por el que casi todas las antiguas colonias y protectorados europeos en África y Asia alcanzaron la independencia.

Causas de la Segunda Guerra Mundial

A pesar de las controversias, los historiadores coinciden en señalar diversos factores de especial relieve: la pervivencia de los conflictos no resueltos por la Primera Guerra Mundial, las graves dificultades económicas en la inmediata posguerra y tras el «crack» de 1929 y la crisis y debilitamiento del sistema liberal; todo ello contribuyó al desarrollo de nuevas corrientes totalitarias y a la instauración de regímenes fascistas en Italia y Alemania, cuya agresiva política expansionista sería el detonante de la guerra. Ya en su mera enunciación se advierte que tales causas se encuentran fuertemente imbricadas: unos sucesos llevan a otros, hasta el punto de que la enumeración de causas acaba convirtiéndose en un relato que viene a presentar la Segunda Guerra Mundial como una reedición de la «Gran Guerra».

Soldados americanos en el desembarco de Normandía (junio de 1944)

Ciertamente, la Primera Guerra Mundial (1914-1918) no apaciguó las aspiraciones nacionalistas ni los antagonismos económicos y coloniales que la habían ocasionado. Todo lo contrario: la forma en que fue fraguada la paz, con condiciones abusivas impuestas unilateralmente por los vencedores a los vencidos en el Tratado de Versalles (1919), no hizo sino incrementar las tensiones. Alemania, que había sido declarada culpable de la guerra, perdió sus posesiones coloniales y parte de su territorio continental, siendo además obligada a desmilitarizarse y a abonar desorbitadas reparaciones a los vencedores. Italia, pese a formar parte de la alianza vencedora, no vio compensados sus sacrificios y su esfuerzo bélico con la satisfacción de sus demandas territoriales.

El desenlace de la guerra había llevado a la desmembración de los imperios derrotados (el alemán y el austrohúngaro) y a la implantación en los viejos y nuevos países resultantes de repúblicas democráticas. No era fácil consolidar en estas sociedades sometidas a autocracias seculares y carentes de tradición democrática un sistema liberal, máxime cuando los valores en que éste se sustentaba (confianza en la razón humana, fe en el progreso) habían sido minados por los horrores de la guerra. Pero además, las democracias liberales mostraron pronto su incapacidad para hacer frente a una situación extremadamente delicada. El conflicto había dejado un paisaje de devastación económica y empobrecimiento generalizado de la población que los nuevos gobiernos no supieron abordar.

Todo ello fue capitalizado por grupúsculos y formaciones políticas extremistas, de entre las cuales cobraron progresivo protagonismo las organizaciones de la ultraderecha nacionalista, con el fascismo italiano y su variante alemana (el nazismo) a la cabeza. Junto a las aspiraciones nacionalistas anteriores a la Primera Guerra Mundial (por ejemplo, el ideal pangermanista de unir a los pueblos de lengua alemana), estos grupos asumieron como componentes ideológicos el revanchismo suscitado por el Tratado de Versalles y el militarismo expansionista implícito en doctrinas como la del «espacio vital», que preconizaba la necesidad ineludible de obtener un ámbito territorial dotado de la extensión y los recursos necesarios para asegurar el desarrollo económico y la prosperidad de la nación.

Mussolini y Hitler

Presentándose además como los verdaderos patriotas frente a una clase política de traidores que había ratificado las imposiciones de Versalles, los fascistas ridiculizaron abiertamente el parlamentarismo y la democracia e incluso algunos de sus principios fundamentales, como el igualitarismo, contribuyendo al descrédito del sistema liberal desde una perspectiva opuesta pero complementaria a la de los comunistas, que veían en los gobiernos democráticos meros instrumentos opresores al servicio de la burguesía capitalista.

Sin embargo, para los fascistas, las formaciones comunistas y los sindicatos obreros eran poco menos que agentes de Moscú, es decir, una conjura organizada por enemigos exteriores para debilitar a la nación. Este inequívoco y furibundo anticomunismo acabaría resultando clave en su acceso el poder. Su mensaje no sólo caló paulatinamente entre las legiones de descontentos que había dejado tras de sí la guerra, sino que, en los momentos decisivos, el fascismo recibió el apoyo de las clases dominantes, temerosas de una revolución social como la que había liquidado la Rusia de los zares en 1917.

En fecha tan temprana como 1922, la «Marcha sobre Roma» de los fascistas italianos llevó al nombramiento como primer ministro de Mussolini, quien, tras ilegalizar las restantes fuerzas políticas en 1925, instauró su régimen fascista en Italia. Hitler, en política activa desde 1920, hubo de esperar al «crack» de 1929 y a su nueva espiral de bancarrota y desempleo; en 1932, el partido nazi fue la fuerza más votada en las elecciones; en 1933 fue nombrado canciller, y a mediados de 1934, habiendo suprimido las instituciones democráticas y toda oposición política, detentaba un poder absoluto como «Führer» o caudillo al frente del régimen nazi.

En aplicación de su ideario, Adolf Hitler desdeñó todas las disposiciones de Versalles y preparó a Alemania para satisfacer por la fuerza las reivindicaciones territoriales que no fuesen atendidas: implantó el servicio militar obligatorio y ordenó un rearme masivo que, a base de fuertes inversiones, dotó a Alemania de un formidable ejército, reactivó la industria nacional y fortaleció sensiblemente la economía del país y su propio liderazgo. Sin el respaldo de la opinión pública para embarcarse en una nueva guerra, la posición de los gobiernos de Francia e Inglaterra era, por contraste, claramente débil.

Londres tras un ataque de la aviación nazi (7 de junio de 1940)

En 1938, Hitler anexionó Austria a Alemania y reclamó la región checa de los Sudetes, con numerosa población alemana. Ese mismo año, en la Conferencia de Múnich (30 de septiembre de 1938), Hitler fingió limitar sus ambiciones ante el primer ministro británico Neville Chamberlain y el presidente francés Édouard Daladier. Pero en seguida se vio que la «política de apaciguamiento» de Inglaterra y Francia, consistente en ceder a sus demandas a cambio de la promesa de renunciar a nuevas reivindicaciones, era completamente inútil. Vulnerando los acuerdos de Múnich, Hitler ocupó no únicamente los Sudetes, sino toda Checoslovaquia (marzo de 1939), invadió la región de Memel (Lituania) y puso sus ojos en Polonia, a la que reclamaba el corredor y la ciudad libre de Danzig, territorios que el Tratado de Versalles había arrebatado a Alemania para proporcionar a Polonia una salida el mar.

Al mismo tiempo, y en previsión de la inminencia de la guerra, Hitler atendió hábilmente al flanco diplomático. Desde años atrás había colaborado estrechamente con el régimen hermano de Italia, entendimiento que reforzó subscribiendo con Mussolini el Pacto de Acero (mayo de 1939). Tres meses después, el 23 de agosto de 1939, selló el tratado Ribbentrop-Molotov, así llamado por sus firmantes, el ministros de Exteriores alemán Joachim von Ribbentrop y el ruso Vyacheslav Molotov. Fundamentalmente, el tratado era un pacto de no agresión entre Alemania y la Unión Soviética que incluía entre sus cláusulas secretas el reparto de Polonia, a la que Francia y Gran Bretaña habían prometido ayuda en caso de guerra.

El pacto con la URSS garantizaba a Alemania que no habría de luchar en un doble frente; sintiéndose seguro, Hitler ordenó la invasión de Polonia. El 1 de septiembre de 1939 se iniciaron las operaciones militares; dos días después, Francia e Inglaterra declararon la guerra a Alemania. Comenzaba así la Segunda Guerra Mundial, que por el exiguo número de beligerantes no parecía que hubiese de merecer ese calificativo; dos años y medio más tarde, sin embargo, el conflicto se había extendido por todo el planeta.

Desarrollo de la Segunda Guerra Mundial


Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, la potencia bélica de los bandos contendientes era prácticamente equivalente, a pesar de que Francia e Inglaterra habían comenzado más tarde su rearme. Cada uno de los aliados había desarrollado de forma distinta sus medios bélicos. Francia mejoró y desarrolló su sistema de trincheras (la famosa Línea Maginot, impulsada por el ministro de Guerra André Maginot), previendo una guerra de posiciones como en la Primera Guerra Mundial. La poderosa marina británica no invirtió en la construcción de unidades que se convertirían en vitales (como el portaaviones), pero el país desarrolló ampliamente su fuerza aérea.

De las potencias que pronto intervendrían en el conflicto, la URSS contaba con sus ingentes recursos humanos, y el otro gigante mundial, los Estados Unidos de América, poseía mayor potencial industrial que capacidad militar efectiva; sólo tras decidir su participación en la guerra enfocó rápidamente su industria a la fabricación de armas, y especialmente a la construcción de aviones (cazas y bombarderos) y potentes buques de guerra (portaaviones y acorazados).

Bombarderos estadounidenses sobre Ploiesti (Rumanía)

Los términos del Tratado de Versalles habían impuesto a Alemania la desmilitarización y la limitación de sus arsenales; tal humillante obligación tuvo sin embargo la virtud de eliminar armamentos que hubieran resultado obsoletos en la Segunda Guerra Mundial y de favorecer, llegado el momento, la creación desde cero de un eficiente ejército dotado de armas de última generación. De este modo, cuando Hitler ordenó la remilitarización y el rearme del país, orientó la industria hacia la producción de aviones y unidades terrestres motorizadas, especialmente tanques y carros de combate, y aunque desechó la fabricación de portaaviones y otros barcos de superficie, construyó una potente flota de submarinos. No hay que olvidar que Alemania contaba con un importante potencial técnico, tanto en la metalurgia como en la industria química y eléctrica, de gran aplicación en la industria de guerra.

La «guerra relámpago» (1939 - mayo 1941)

La invasión de Polonia, que había desencadenado la Segunda Guerra Mundial, se completó en poco más de un mes; en virtud de una cláusula secreta del tratado de no agresión germano-soviético, los rusos facilitaron la victoria ocupando la zona oriental de Polonia, que había pertenecido a la Rusia zarista. Después de esta primera ofensiva, curiosamente, se entró en una fase que los periodistas bautizaron como la «guerra de broma»: Francia, Inglaterra y Alemania se habían declarado la guerra, pero, entre octubre de 1939 y marzo de 1940, en ninguno de estos países se registraron combates. Ambos bandos movilizaron y prepararon sus efectivos y defensas, pero dejaron pasar el invierno sin tomar ninguna iniciativa.

Antes de comenzar la guerra, y pensando en los efectos que podría tener un bloqueo similar al llevado a cabo durante la Primera Guerra Mundial, Hitler había promovido la autarquía económica, intentando llevar el país a un nivel de autosuficiencia o de mínima dependencia del exterior. Pero aunque lo había logrado en muchos ámbitos, Alemania carecía de algunas materias primas imprescindibles para su industria de guerra, como el hierro: seguía dependiendo del hierro escandinavo. Por esta razón, el primer paso de Hitler fue la ocupación de Dinamarca y Noruega (abril de 1940); la escasa resistencia fue vencida en pocos días, y los gobiernos de los países ocupados hubieron de trasladarse a Londres.

En mayo de 1940, Hitler lanzó una tercera ofensiva, esta vez contra Francia, que resultaría en una victoria tan aplastante como las de Polonia y Escandinavia: bastó poco más de un mes para que toda Francia quedase bajo el control efectivo de Alemania. Convencidos de que, al igual que en la Primera Guerra Mundial, el conflicto iba a dirimirse en las trincheras, los generales franceses habían reforzado las fronteras (Línea Maginot), pero descuidaron la región de las Ardenas, considerando que sus bosques y montañas eran intransitables para las unidades blindadas del Reich.

Siguiendo el plan del general Erich von Manstein, el Estado Mayor escogió precisamente las Ardenas como punto de paso hacia Francia. El 10 de mayo de 1940, las fuerzas alemanas iniciaron los ataques sobre Holanda y Bélgica, y cuatro días más tarde, el grueso del ejército alemán caía sobre Francia desde las Ardenas, haciendo inútil la Línea Maginot. Con uso masivo de divisiones de tanques (Panzer) y de unidades especializadas como las de paracaidistas y la aviación (Luftwaffe), que destruían puntos claves, las tropas alemanas se lanzaron sin impedimentos sobre el Canal de la Mancha, dejando embolsadas las tropas británicas y francesas en la zona de Dunkerque. Inexplicablemente, los alemanes detuvieron durante su avance dos días, dando tiempo a que franceses e ingleses pudiesen completar, el 4 de junio de 1940, el reembarco de sus efectivos (más de trescientos mil soldados) hacia Gran Bretaña.

Hitler en París, pocos días después de la ocupación (23 de junio de 1940)

Al día siguiente, los alemanes emprendieron el avance hacia el sur; el 14 de junio entraron en París. El mariscal Philippe Pétain, que había asumido la presidencia, pactó con Hitler un armisticio. Francia quedó dividida en dos: el norte ocupado, que daba a Hitler el control de toda la fachada atlántica y de la capital, y una zona sur de jurisdicción francesa administrada por un gobierno colaboracionista (presidido por Pétain) que tenía su sede en Vichy. Mientras tanto, el general Charles de Gaulle, que rechazó este acuerdo, organizó desde Londres la resistencia interior, lanzando a través de la radio consignas que por el momento tendrían escasa repercusión; para muchos franceses, Pétain había salvado al país de males mayores.

Las campañas citadas, y muy especialmente la ofensiva sobre Francia, son ejemplos eminentes del éxito de las nuevas tácticas militares conocidas como «guerra relámpago» (Blitzkrieg). Apoyándose en la rapidez, movilidad y perfecta coordinación de sus unidades motorizadas (aviación, tanques, carros de combate, artillería autopropulsada), los alemanes concentraban sus energías en puntos débiles o estratégicos hasta forzar sorpresivas rupturas en el frente por las que penetraban las fuerzas terrestres, que avanzaban rápidamente por la desguarnecida retaguardia hacia sus objetivos finales, sembrando el caos y el desconcierto entre las líneas enemigas.

La «guerra relámpago» (hasta mayo de 1941) dio a Hitler el control de Europa

La guerra se convirtió así en una orgía de la velocidad: de las tropas motorizadas, de las comunicaciones, de las órdenes, de la definición sobre la marcha de ofensivas y objetivos. El ajedrez reposado de la Primera Guerra Mundial dio paso a una partida rápida que los grandes estrategas franceses perdieron por tiempo. El mismo concepto de frente quedó finiquitado; había frente donde atacaban los alemanes, lo cual, dada su rapidez y movilidad, era como decir que no lo había. Que la Línea Maginot se mantuviera intacta tras la caída de París era el negro chiste que señalaba la abismal diferencia entre la guerra antigua y la moderna, entre acumular tropas para defenderse de nadie y exprimirlas al máximo dotándolas de un duende de dinamismo que parecía ubicuidad. Hay que notar que este novedoso enfoque respondía también a una necesidad estratégica profunda: Inglaterra seguía ejerciendo el dominio de los mares, y, al igual que en la Primera Guerra Mundial, Alemania podría quedar desabastecida de petróleo y otros productos básicos si era sometida a un prolongado bloqueo marítimo por los británicos. De ahí la prioridad de llevar rápidamente el conflicto hacia su desenlace.

En solamente nueve meses, Hitler se había apoderado de Europa: los países que no habían caído bajo su dominio eran aliados suyos o neutrales. Con la claudicación de Francia, en efecto, tan sólo quedaba Gran Bretaña, a cuyo frente se había colocado el gobierno de coalición presidido por Winston Churchill, un político de dilatada trayectoria destinado a convertirse en el más admirado estadista de la Segunda Guerra Mundial. Reconociendo en su toma de posesión (10 de mayo de 1940) que no podía ofrecer más que «sangre, sudor y lágrimas» a sus conciudadanos, el nuevo primer ministro insufló un espíritu de lucha en el pueblo británico y, con su determinación de resistir a toda costa, contrarió los planes de Hitler, que había supuesto que el aislamiento empujaría a Inglaterra a negociar.

Decidido a finalizar cuanto antes la guerra, Hitler ordenó diseñar un plan de desembarco en las islas, pero sus generales le convencieron de que, dada la superioridad de la armada británica, tal empresa era imposible sin conseguir previamente, al menos, el control del espacio aéreo. De este modo, la batalla de Inglaterra (de julio a septiembre de 1940) se libró exclusivamente en el aire: cazas y bombarderos de la Luftwaffe alemana y la Royal Air Force británica se enzarzaron en cruentos combates y soltaron miles de bombas primero sobre objetivos militares y luego sobre Londres y Berlín, causando terribles estragos en la población civil. Gracias a la proximidad de los aviones ingleses a sus bases y a las vitales informaciones sobre la aviación enemiga que aportaba el uso del radar, el resultado fue favorable a los británicos. Hitler se vio obligado a posponer indefinidamente la invasión de Inglaterra; la guerra comenzaba a alargarse más de lo deseado.

Calle londinense tras un bombardeo nocturno

Entretanto, deslumbrado por las grandes victorias obtenidas por el Reich, Mussolini decidió finalmente que Italia entrara en la guerra en apoyo de Alemania. El Duce esperaba con ello satisfacer sus ambiciones territoriales en los Balcanes y el norte de África. En septiembre de 1940, Italia atacó Grecia desde Albania, pero griegos y británicos lograron rechazarles. Hitler, que ya pensaba en la invasión de la URSS, tuvo que desviar parte de sus tropas y medios en ayuda de su desastroso aliado. Con la colaboración de Rumanía, Hungría y Bulgaria, que se aliaron con el Reich, los alemanes emprendieron en abril de 1941 una nueva «guerra relámpago»: en apenas dos semanas ocuparon Yugoslavia y la Grecia continental, forzando la rendición de los ejércitos de estos países y la retirada de los británicos. En mayo de 1941, la arrolladora campaña finalizó con la ocupación de Creta.

La «guerra total» (junio 1941 - junio 1943)

En 1941, la invasión alemana de Rusia y el ataque japonés a Pearl Harbour precipitaron la globalización del conflicto. Alemania y la URSS habían firmado un pacto de no agresión en cuyas cláusulas secretas se reconocía a Finlandia, los países bálticos y Besarabia como áreas de influencia soviética. Inmediatamente después de la ocupación de Polonia, Stalin se había tomado la libertad de invadir por su cuenta las repúblicas bálticas (Estonia, Letonia y Lituania) y de ocupar el sur de Finlandia, de modo que la URSS había recuperado ya los territorios perdidos en la Primera Guerra Mundial.

Estas apresuradas anexiones molestaron a Hitler. Pese a su visceral anticomunismo, el Führer había buscado el pacto con la Unión Soviética con la pragmática finalidad de no tener que luchar en dos frentes; pero ahora las ambiciones de los rusos chocaban con el irrenunciable objetivo de adjudicar a Alemania un «espacio vital», expandiéndose hacia el este. Por esta razón, Hitler preparó concienzudamente la «Operación Barbarroja» para conquistar la URSS y, más tarde, abatir el poderío británico en Oriente Medio.

Soldados rusos en la batalla de Stalingrado (diciembre de 1942)

La campaña de Rusia comenzó el 22 de junio de 1941. El Estado Mayor alemán organizó los ejércitos en tres cuerpos que fueron enviados hacia el norte (Leningrado), hacia el centro (Moscú) y hacia el sur (Ucrania). Los rusos firmaron un acuerdo con los británicos y al mismo tiempo trasladaron su industria hacia el interior para que no cayera en manos del Reich. Los generales alemanes habían proyectado una ofensiva en diez semanas, pero, tras un impetuoso arranque que mejoraba incluso su previsiones, el deficiente estado de las infraestructuras (en modo alguno comparables a las de la Europa occidental) y el rechazo de la población retrasaron el avance de sus divisiones, que no estuvieron en disposición de atacar sus objetivos hasta finales de septiembre.

Con las primeras lluvias de octubre, las carreteras rusas, no pavimentadas, se convirtieron en barrizales impracticables. En noviembre, las temperaturas alcanzaron los 32 grados bajo cero, reduciendo el material bélico a chatarra congelada y matando miles de soldados. A principios de diciembre, el avance sobre Moscú quedó definitivamente paralizado. Una vez más, la estepa rusa y el «general Invierno» parecían haber derrotado al temerario occidental que osaba aventurarse por sus inmensidades; lo mismo le había ocurrido, más de cien años antes, a Napoleón Bonaparte. Sin embargo, pese a las múltiples penalidades y a la imposibilidad de cavar trincheras en el suelo congelado, las tropas alemanas resistieron los contraataques rusos y mantuvieron sus posiciones.

Con la llegada de la primavera se reiniciaron las hostilidades. En el frente sur, los alemanes se adentraron hasta el río Don, y en septiembre de 1942 se encontraban a las puertas de Stalingrado. Entre finales de 1942 y principios de 1943, en el interior y los alrededores de esta ciudad tendría lugar la más dura y decisiva de las batallas de la Segunda Guerra Mundial. Bajo el mando de Konstantín Rokossovski, las fuerzas soviéticas rodearon el ejército del mariscal alemán Friedrich von Paulus, mientras el general ruso Gueorgui Zhúkov dirigía la defensa de la ciudad. El 2 de febrero de 1943, von Paulus se vio obligado a capitular; los rusos capturaron trescientos mil prisioneros. La batalla de Stalingrado invirtió el curso de la guerra: a partir de ese momento, la contraofensiva soviética obligaría a los alemanes a retroceder.

El acorazado West Virginia envuelto en llamas tras el ataque japonés a Pearl Harbour (7 de diciembre de 1941)

El segundo acontecimiento clave de la etapa 1941-1943 fue la entrada de los Estados Unidos en la guerra a raíz del ataque japonés a Pearl Harbour (7 de diciembre de 1941). Aunque ciertamente en un primer momento quisieron mantenerse estrictamente neutrales, los americanos, en realidad, habían ya comenzado a servir a los intereses de los aliados. El apoyo norteamericano se hizo patente cuando, en marzo de 1941, el presidente Franklin D. Roosevelt obtuvo del Congreso la aprobación de la ley de Préstamo y Arriendo, que permitió a los aliados surtirse de todo tipo de materiales y armas sin tener que pagar en el momento de la compra: se estaba ayudando con todos los medios económicos a la lucha contra Alemania.

Como aliado de Alemania e Italia, países con los que había sellado el Pacto Tripartito de 1940, Japón había comenzado a ocupar algunas colonias británicas, francesas y holandesas del Asia Oriental con la ayuda, en muchos casos, de los nacionalistas nativos. El expansionismo del militarista Imperio japonés chocaba con los intereses de los norteamericanos, que bloquearon las exportaciones de petróleo y acero y congelaron los activos japoneses en el país, entre otras sanciones económicas.

La intervención de Estados Unidos parecía inminente, pero Japón se anticipó con un ataque por sorpresa cuyo objetivo era obtener una inmediata superioridad naval: sin previa declaración de guerra, la aviación nipona bombardeó y hundió la mayor parte de la flota norteamericana fondeada en la base de Pearl Harbour, en las islas Hawai (7 de diciembre de 1941). Estados Unidos declaró la guerra a Japón y, poco después, a Italia y Alemania; la Segunda Guerra Mundial ingresaba así definitivamente en su fase de universalización.

Durante los primeros meses de 1942, los japoneses, que anteriormente habían suscrito un pacto de no agresión con Rusia, campearon sin demasiadas dificultades por el sudeste asiático, ocupando Singapur, Indonesia, las islas Salomón, Birmania y Filipinas. Pero el 4 de junio de 1942, sus progresos quedaron bruscamente frenados en el más decisivo de los combates navales de la Segunda Guerra Mundial: la batalla de Midway, un archipiélago situado 1.800 kilómetros al oeste de las islas Hawai en torno al que se enfrentaron las armadas enemigas. Japón vio hundirse sus cuatro portaaviones, unidades que se habían revelado esenciales para la supremacía en la moderna guerra marítima, y ya nunca podría resarcirse de su pérdida; los astilleros estadounidenses botaron nuevos buques de guerra a toda máquina, y en adelante los norteamericanos sólo tendrían que imponer su superioridad naval y aérea, a la que los nipones opusieron una fanática resistencia.

El portaaviones norteamericano Yorktown en la batalla de Midway (4 de junio de 1942)

El norte de África también fue escenario de combates. Desde Gibraltar hasta Alejandría, la armada británica dominaba el Mediterráneo, pero existía un punto de gran importancia estratégica que podía inclinar la balanza del lado alemán: el canal de Suez. Controlado por los ingleses, este paso permitía la comunicación entre las colonias africanas y asiáticas del Imperio británico y la metrópoli; su pérdida pondría en graves aprietos a Inglaterra. En septiembre de 1940, Mussolini había fracasado en su intento de atacar Egipto desde la vecina Libia, entonces colonia italiana. En febrero de 1941, Hitler envió en su apoyo el Afrika Korps del general Erwin Rommel, cuya pericia táctica le valdría el sobrenombre de «el zorro del desierto». En su avance hacia el este, Rommel obtuvo sucesivas victorias, pero llegó desgastado a la ciudad egipcia de El Alamein (julio de 1942), donde, falto de tanques y combustible, acabaría siendo derrotado por el VIII Ejército del general británico Bernard Montgomery. Cortado definitivamente el acceso al canal de Suez, el frente africano perdió relevancia para los alemanes.

La derrota del Eje (julio 1943-1945)

La universalización de la Segunda Guerra Mundial decantó el conflicto; con la incorporación al bando aliado del poderío militar e industrial de la Unión Soviética y Estados Unidos, las potencias del Eje perdieron todas sus opciones. De hecho, ya en la etapa anterior se habían registrado combates decisivos que señalaban la inversión en el equilibrio de fuerzas: desde las batallas de Midway (junio de 1942) y Stalingrado (febrero de 1943), japoneses y alemanes se veían obligados a retroceder ante la contraofensiva de los americanos y los rusos. A estos avances se añadió, en la fase final de la guerra, la apertura de dos nuevos frentes: el de Italia (iniciado con el desembarco aliado en Sicilia) y el de Francia (tras el desembarco de Normandía), cuyo resultado sería, tras padecer un acoso en todas direcciones, la caída del Reich.

El desembarco aliado en Sicilia, iniciado el 10 de julio de 1943, tenía como objetivo apoderarse de la isla y utilizarla como base para la invasión de Italia. Aun antes de haber sido completada, la ofensiva sobre Sicilia tuvo un impacto psicológico inesperado en la clase política: el 25 de julio, el Gran Consejo Fascista destituyó a Mussolini, que fue encarcelado; el monarca italiano Víctor Manuel III encargó la formación de un nuevo gobierno al general Pietro Badoglio, que firmó un armisticio con los aliados el 3 de septiembre, fecha en que las tropas aliadas desembarcaron sin oposición en la península Itálica.

Los alemanes supieron reaccionar rápidamente: invadieron el norte de Italia, liberaron a Mussolini en una arriesgada operación (12 de septiembre de 1943) y lo pusieron al frente de un gobierno fascista, la República de Salò, así llamada por el nombre de la ciudad italiana en que tenía su sede. Pese al apoyo del gobierno y la población, los aliados no pudieron avanzar por esa Italia partida en dos; el frente se estabilizó a unos cien kilómetros al sur de Roma. Una importante ofensiva permitiría tomar la capital en junio de 1944, pero desde entonces las prioridades fueron liberar Francia y caer rápidamente sobre Berlín. Ya en 1945, ante el ataque final de los aliados, Mussolini intentó huir a Suiza, pero fue descubierto y fusilado por miembros de la resistencia.

El desembarco de Normandía (6 de junio de 1944)

El desembarco de Normandía (6 de junio de 1944) es sin duda la acción más recordada de la Segunda Guerra Mundial. La apertura de un frente occidental tenía un alto valor estratégico por cuanto obligaba a Alemania a dividir sus fuerzas para combatir entre dos frentes. Protegidas por un intenso bombardeo aéreo y naval, las divisiones aliadas desembarcaron en las playas de esta región del noroeste de Francia. Tras duros combates, se logró afianzar la cabeza de puente; el 1 de agosto, fecha en que finaliza el célebre Diario de Ana Frank, el frente alemán se hundió; el 25 de agosto, París era liberada. Simultáneamente, el ejército soviético emprendió en junio de 1944 una gran ofensiva que liberó Polonia, Rumanía y Bulgaria.

Todo estaba perdido, pero Hitler, depositando todavía sus esperanzas en las potentes armas secretas que desarrollaban los ingenieros del Reich, arrastró a Alemania a una desesperada resistencia. A principios de 1945, un último contraataque alemán en las Ardenas fue abortado; a partir de ese momento, la guerra se convirtió en una carrera en que los generales rusos y occidentales se disputaron el honor de llegar los primeros a Berlín, trofeo que se llevaron los soviéticos (2 de mayo de 1945). Dos días antes, el Führer se había suicidado en su búnker.

Hiroshima arrasada por la bomba atómica

Explosión sobre Nagasaki fotografiada desde Koyagi-jima, a quince kilómetros de distancia

En el Pacífico, desde la derrota de Midway, Japón apenas si había logrado más que ralentizar su retirada resistiendo tenazmente las acometidas de los estadounidenses, que diezmaron la armada nipona y reocuparon numerosos territorios. En verano de 1945, pese a la capitulación de Alemania, el Imperio japonés seguía decidido a resistir a toda costa. Debido a las inmensas distancias y a la singular geografía del escenario bélico, que obligaba a luchar de isla en isla, la Guerra del Pacífico se preveía sumamente costosa en recursos humanos y materiales. Ante esta perspectiva, Harry S. Truman, nuevo presidente norteamericano tras la súbita muerte de Roosevelt, optó por emplear una nueva arma: la bomba atómica. El 6 y 9 de agosto de 1945, las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki fueron arrasadas por sendas explosiones nucleares. El 2 de septiembre de 1945, Japón firmaba la rendición incondicional. La Segunda Guerra Mundial había terminado.

Consecuencias de la Segunda Guerra Mundial

Las principales consecuencias históricas de la Segunda Guerra Mundial fueron el establecimiento de un orden bipolar liderado por las dos superpotencias ideológicamente antagónicas que salieron reforzadas del conflicto (la Norteamérica capitalista y la URSS comunista) y la pérdida definitiva de la hegemonía mundial que Europa había ostentado desde finales de la Edad Media, reflejada en el proceso de descolonización que desmanteló los antiguos imperios coloniales europeos.

La aparente sintonía mostrada por el dirigente soviético Iósif Stalin, el presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt y el primer ministro británico Winston Churchill en la Conferencia de Yalta (febrero de 1945), cuando la Segunda Guerra Mundial no había llegado aún a su previsible desenlace, dio paso a las primeras fricciones en la Conferencia de Potsdam (julio-agosto de 1945). Pese a ello, y reconociendo la importancia de la contribución soviética al esfuerzo bélico, Estados Unidos e Inglaterra acordaron con Stalin la división de Alemania y validaron la anexión de las repúblicas bálticas y parte de Polonia al territorio ruso.

Soldados soviéticos izan la bandera rusa en el Reichstag (Berlín, 2 de mayo de 1945)

Desde 1941, sin embargo, todo el mundo sabía que la incorporación de la Unión Soviética al bando aliado, forzada por la fallida invasión de Hitler, era una alianza contra natura que el final de la guerra se encargaría de deshacer. Con su poderoso ejército desplegado en la Europa oriental, Stalin subscribió en Yalta la propuesta de celebrar elecciones libres en los países ocupados, y, acabada la guerra, quebrantó el acuerdo favoreciendo la implantación de regímenes comunistas dependientes de Moscú. De este modo, casi todos los países del este de Europa (incluida la Alemania oriental, en la que se estableció la República Democrática Alemana) quedaron bajo la órbita soviética.

Se iniciaba con ello la «Guerra Fría», nueva fase geopolítica en que el antagonismo entre las superpotencias surgidas de la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos y la URSS, no desembocó en guerra abierta por milagro o por temor al cataclismo nuclear que podían desencadenar los arsenales atómicos de los contendientes. Ambas potencias se erigieron en líderes de dos bloques ideológicos (el Occidente capitalista y el Este comunista) cuya fuerza y cohesión incrementaron mediante pactos militares (la OTAN y el Pacto de Varsovia), planes de ayuda (el Plan Marshall) y alianzas económicas (la Comunidad Europea y el COMECON), mientras se enzarzaban en conflictos locales soterrados para promover o impedir la incorporación de tal o cual región a uno u otro bloque, reduciendo la mayor parte del mundo, y también Europa, a un tablero de ajedrez.

Las inmensas deudas que Inglaterra había contraído con Estados Unidos y el triste papel de Francia en la guerra habían dejado sin voz a la devastada Europa. La desafiante actitud de Stalin y el inicio de la «Guerra Fría» empujaron decididamente a Estados Unidos a situar bajo su órbita la Europa occidental (incluida Grecia y los vencidos: Italia y la nueva República Federal Alemana) y sustraerla a la influencia de los partidos comunistas europeos y de la Unión Soviética. En 1947, el presidente Truman aprobó el Plan Marshall, así llamado por su promotor, el secretario de Estado George Marshall. En el fondo, el plan diseñaba una reconstrucción favorable a los intereses de los Estados Unidos, pues preservaría la demanda europea de productos americanos; pero aquella sabiamente administrada lluvia de millones, invertida fundamentalmente en infraestructuras, dio un gran impulso a la economía europea, que en sólo doce años rebasó los índices de producción de 1939. Perdido el liderazgo político, la Europa occidental lograría, al menos, recuperar el protagonismo económico.

Churchill, Roosevelt y Stalin en la Conferencia de Yalta (1945)

La debilidad de las metrópolis europeas reactivó los movimientos independentistas en las colonias y condujo, en las décadas siguientes, al progresivo desmantelamiento de los imperios coloniales, proceso al que se ha dado el nombre de «descolonización». La flagrante contradicción de enarbolar con una mano la bandera de la libertad y la democracia y de sostener con la otra la de un imperialismo que sometía pueblos enteros se hizo patente no sólo a los ojos de las minorías ilustradas de la colonias, sino también a la población en general, principal víctima de la miseria a que los condenaba el estatus colonial. A través de revueltas violentas que Europa no estaba en condiciones de sofocar, o bien mediante negociaciones o una combinación de ambos medios, casi todas las colonias alcanzaron su independencia entre 1945 y 1975. La descolonización contó con el impulso y beneplácito de las nuevas superpotencias, pues conllevaba el afianzamiento de su hegemonía, la apertura de nuevos mercados y la oportunidad de incorporar nuevas naciones a su ámbito de influencia.

En tanto que proceso en que se percibe una justicia intrínseca y reparadora de los males del imperialismo, podría creerse la descolonización fue una consecuencia positiva de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, en su realización práctica, la descolonización no condujo sino a una nueva forma de dependencia, el «neocolonialismo», que acabaría empeorando las condiciones de vida. Los nuevas naciones heredaron una economía sometida a los intereses coloniales que se basaba en la exportación de un reducido número de materias primas o productos agrícolas a las metrópolis; las beneficios obtenidos, sin embargo, no alcanzaban para la importación de los productos manufacturados necesarios. Tal déficit comercial sólo podía paliarse con los créditos que los nuevos países solicitaban a las antiguas metrópolis o a las superpotencias, creando un círculo vicioso de dependencia económica y, por ende, política. Carentes de la capacidad decisoria y financiera que precisaban para acometer la imprescindible diversificación de sus economías, las antiguas colonias asistieron impotentes a la cronificación o acentuación de los desequilibrios, y pasaron a integrar la amplia franja de subdesarrollo que hoy conocemos como Tercer Mundo.

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Auschwitz

El campo de concentración de Auschwitz (en alemán, «Konzentrationslager Auschwitz») fue un complejo formado por diversos campos de concentración y exterminio de la Alemania nazi situado en los territorios polacos ocupados durante la Segunda Guerra Mundial. Comprendía Auschwitz I —campo original—, Auschwitz II-Birkenau —campo de concentración y exterminio—, Auschwitz III-Monowitz —campo de trabajo para la IG Farben— y 45 campos satélites más.

Situado en Oświęcim a unos 43 km al oeste de Cracovia, fue el mayor centro de exterminio de la historia del nazismo, donde se calcula que fueron enviadas cerca de un millón trescientas mil personas, de las cuales murieron un millón cien mil, la gran mayoría de ellas judías (el 90 %, aproximadamente un millón), aunque también deben contarse a prisioneros de guerra, disidentes del régimen, etc.

En la puerta de entrada a uno de los campos que componían el complejo (Auschwitz I) se puede leer el lema en alemán Arbeit macht frei («El trabajo libera»), con el que las fuerzas de las SS, que estaban a cargo del centro, recibían a los deportados, desde su apertura el 20 de mayo de 1940 hasta el 27 de enero de 1945, cuando fue liberado por el ejército soviético.

Bajo la supervisión de Heinrich Himmler, estuvo dirigido por el oficial de las SS Obersturmbannführer Rudolf Höss hasta el verano de 1943, reemplazado posteriormente por Arthur Liebehenschel y Richard Baer. Höss, capturado por los aliados, declaró en los juicios de Núremberg antes de ser procesado y condenado a muerte por ahorcamiento en 1947 delante del crematorio de Auschwitz I. Liebehenschel fue también juzgado por un tribunal polaco y ejecutado en 1948. Baer logró evadirse y vivir bajo una identidad falsa en Hamburgo, hasta que fue reconocido y arrestado. Se suicidó en la prisión poco antes de iniciarse su proceso en 1963.

En 1947 en Oświęcim fue fundado el Museo estatal Auschwitz-Birkenau. Es un monumento de crímenes de guerra alemanes en la Polonia ocupada, formado por dos campos de concentración Auschwitz I y Auschwitz-Birkenau. La Unesco lo declaró Patrimonio de la Humanidad en 1979 como uno de los lugares de mayor simbolismo del Holocausto o Shoah.

Características

Hubo tres campos principales y 39 subalternos. Los tres campos principales fueron:

Auschwitz I, el campo de concentración original que servía de centro administrativo para todo el complejo. En este campo murieron cerca de 70 000 intelectuales polacos y prisioneros de guerra soviéticos.

Auschwitz II (Birkenau), un campo de exterminio, en él murieron la mayor parte del más de un millón de víctimas del campo. En esta sección eran ubicadas las mujeres.

Auschwitz III (Buna - Monowitz), utilizado como campo de trabajo esclavo para la empresa IG Farben.

Historia

La Alemania nazi construyó a partir de 1940 varios campos de concentración y un campo de exterminio en Auschwitz que, al igual que el resto de los campos de concentración, estaban administrados por las SS, bajo el mando de Heinrich Himmler. Los comandantes del campo fueron Rudolf Höss hasta el verano de 1943, al que siguieron Arthur Liebehenschel y Richard Baer.

Auschwitz era una población cercana a Katowice, en la confluencia de los ríos Vístula y Sola, en la Alta Silesia. Esta región había sido cedida a Polonia en el Tratado de Versalles y en 1940 tenía unos 1.400 habitantes, la mitad de ellos judíos. La Alta Silesia era una de las regiones que se iban a anexionar al Reich después de la invasión alemana de Polonia de 1939, pero al estar altamente industrializada no era adecuada para la germanización por colonos granjeros, prevista por las autoridades nazis para los nuevos territorios. En consecuencia Auschwitz fue concebido, en primera instancia, como un campo de tránsito para someter a la población polaca que debía ser utilizada como mano de obra semiesclava.

El 27 de abril de 1940 Himmler decidió la creación del campo y el día 30 nombró a su primer comandante, el SS-Obersturmbannführer Rudolf Höss. Höss se hizo cargo del mando a partir del 4 de mayo, y su primer cometido fue la construcción de las instalaciones a partir de unos barracones del ejército polaco, sobre unos terrenos dedicados a la doma de caballos. Los primeros internos de Auschwitz fueron 30 criminales alemanes procedentes de Sachsenhausen cuya finalidad era convertirse en los primeros kapos del recinto, y 728 prisioneros políticos polacos que llegaron el 14 de junio desde Tarnów. Tanto el sistema de kapos como el famoso lema Arbeit macht frei («El trabajo os hará libres») fueron importados por Höss a partir de su experiencia en Dachau, su primer destino en el sistema de campos nazi.

El primer cambio importante en las funciones, para las que estaba destinado el campo, se produjo en septiembre de 1940 cuando Oswald Pohl realizó una visita de inspección al nuevo campo. Pohl era jefe de la Oficina Central de Administración y Economía de las SS (SS-WVHA, por las siglas en alemán de SS-Wirtschafts-Verwaltungshauptamt) y estaba interesado en la explotación de las canteras de grava y arena cercanas, por lo que ordenó a Höss que aumentara la capacidad del campo y añadió un piso a los barracones ya existentes. Poco después, en noviembre de 1940, Himmler y Höss decidieron poner en marcha proyectos de investigación y explotación agrícola. Ambos estaban interesados en la agronomía y planearon, entre otra cosas, la construcción de laboratorios, el drenaje de pantanos y la cría de ganado. Sin embargo, el emplazamiento de Auschwitz en la confluencia de dos ríos, lo convertía en un lugar poco conveniente para tales propósitos y muy propenso a las inundaciones, a pesar de lo cual esta actividad nunca fue abandonada y miles de prisioneros murieron intentando abrir canales o canalizando ríos.

Cerca de 6.500 miembros de las SS sirvieron en Auschwitz realizando pequeñas o grandes tareas con el objetivo de lograr la denominada solución final al «problema judío» o «cuestión judía». La mayoría de ellos sobrevivieron a la guerra. Con las primeras prisioneras, llegaron también las primeras vigilantes al campo en marzo de 1942 trasladadas desde el campo de Ravensbrück, en Alemania. El campo femenino fue trasladado a Auschwitz Birkenau en octubre de 1942, y María Mandel fue nombrada jefa de vigilancia. Cerca de un total de 1.000 hombres y 200 mujeres de las SS sirvieron de vigilantes en todo el complejo de Auschwitz. De entre todos los funcionarios, solamente 750 fueron llevados a juicio, casi todos relacionados con crímenes contra la población polaca. Höss dio una descripción detallada del funcionamiento del campo durante su interrogatorio en los Juicios de Núremberg, detalles que complementó en su autobiografía. Höss fue ejecutado en 1947 enfrente de la entrada del crematorio de Auschwitz I.

Desde 1940, Witold Pilecki, un soldado de la Armia Krajowa (organización de la resistencia polaca a la ocupación nazi) fue voluntario para ser llevado como prisionero a Auschwitz y obtuvo una considerable cantidad de información que fue llevada a Varsovia y de allí a Londres. Por otra parte, los aliados tenían información aérea detallada de los campos desde mayo de 1944. Dos prisioneros fugados (Rudolph Vrba y Alfred Wetzler) habían reunido descripciones precisas y mapas que llegaron a los aliados durante el verano de 1944. El 13 de septiembre de 1944, bombarderos de los Estados Unidos atacaron la fábrica de Buna Werke asociada con Auschwitz III, y la destruyeron parcialmente.

El 17 de enero de 1945, ante la inminente llegada de los soviéticos, el personal nazi inició la evacuación de Auschwitz con dirección al oeste de Loslau. La mayoría de los prisioneros debieron marchar hacia el oeste. Los demasiado débiles para caminar fueron dejados atrás. Cerca de 7.600 prisioneros fueron liberados por el Ejército Rojo el 27 de enero de 1945.

Durante los años de funcionamiento del campo, cerca de 700 prisioneros intentaron escapar del mismo, de los cuales solo 300 lo lograron. La pena aplicada por intento de fuga era generalmente la muerte por inanición, y sus familias eran arrestadas e internadas en Auschwitz para ser exhibidas como advertencia a otros prisioneros. El número total de muertes producidas en Auschwitz está todavía en debate, pero se estima que entre un millón y un millón quinientas mil personas fueron exterminadas allí.

En enero de 1945, las tropas soviéticas entraron a Auschwitz y liberaron a los prisioneros que quedaban, una gran parte de ellos estaban confinados en la enfermería y el resto no poseía ya las facultades físicas para verse envueltos en las marchas de la muerte.

Auschwitz I

Auschwitz I fue el centro administrativo de todo el complejo. Se empezó a construir en mayo de 1940, a partir de barracas de ladrillo del ejército polaco. Los primeros prisioneros del campo fueron 728 presos políticos polacos de Tarnów. Al principio el campo fue utilizado para internar a miembros de la resistencia e intelectuales polacos; después llevaron a prisioneros de guerra soviéticos, testigos de Jehová, presos comunes alemanes, elementos «antisociales» y homosexuales. Desde el primer momento llegaron prisioneros judíos. El campo albergaba generalmente entre 13.000 y 16.000 prisioneros, cifra que llegó a 20.000 en 1942.

La entrada de Auschwitz I tenía las palabras Arbeit macht frei, «el trabajo hace libre». La inscripción fue robada por cinco desconocidos el viernes 18 de diciembre de 2009 y recuperada por la policía apenas cuatro días después.10Los prisioneros del campo salían a trabajar durante el día en las construcciones o a cultivar el campo, con música de marcha tocada por una orquesta.

Las SS generalmente seleccionaban prisioneros, los kapos, para supervisar al resto. Todos los prisioneros del campo realizaban trabajos, y excepto en las fábricas de armas, el domingo se reservaba para la limpieza y las duchas. Las durísimas condiciones de trabajo, unidas a la desnutrición y poca higiene, hacían que la tasa de mortalidad entre los prisioneros fuera muy alta.

El bloque 11 de Auschwitz I era «la prisión dentro de la prisión»; allí se realizaban los castigos. Algunos de ellos consistían en encierros durante varios días en una celda muy pequeña para sentarse, existían 4 celdas de un metro cuadrado, las cuales llegaban a ser ocupadas hasta por cinco prisioneros a la vez. Otros eran ejecutados, ahorcados o se les dejaba morir de hambre.

En septiembre de 1941, las SS realizaron en el bloque 11 las pruebas del gas Zyklon B en las que murieron 850 prisioneros polacos y rusos. Las pruebas fueron consideradas exitosas y en consecuencia se construyó una cámara de gas y un crematorio. Esta cámara de gas fue utilizada entre 1941 y 1942, posteriormente se convirtió en un refugio antiaéreo.

La primera mujer llegó al campo el 26 de marzo de 1942. Entre abril de 1943 y mayo de 1944 se llevaron a cabo experimentos de esterilización en mujeres judías en el bloque 10 de Auschwitz I. El objetivo era desarrollar una simple inyección para ser utilizada con la población esclava. El Dr. Josef Mengele experimentó con gemelos en este mismo complejo. Cuando un prisionero no se recuperaba rápidamente, solía ser ejecutado aplicándole una inyección letal de fenol.

El campo burdel se creó en el verano de 1943 por órdenes de Himmler, estaba ubicado en el bloque 29, se llamaba Frauenblock, y se utilizaba para premiar a prisioneros privilegiados. Los guardias seleccionaban a las prisioneras polacas, también había «voluntarias» atraídas por las mejores condiciones alimentarias.

Auschwitz II (Birkenau)

Auschwitz II (Birkenau) es el campo que la mayor parte de la gente conoce como Auschwitz. Allí se encerró a cientos de miles de judíos y también se ejecutó a más de un millón de deportados y decenas de miles de gitanos.

El campo está ubicado en Birkenau, a unos 3 km de Auschwitz I. La construcción se inició en 1941 como parte de la Endlösung (solución final). El campo tenía una extensión de 2,5 km por 2 km y estaba dividido en varias secciones, cada una de ellas separada en campos. Los campos y el complejo entero, estaban cercados por alambre de púas y cercas electrificadas (algunos prisioneros utilizaron estas cercas electrificadas para suicidarse). El campo llegó a albergar hasta 100.000 prisioneros.

El objetivo principal del campo no era el mantener prisioneros para trabajar (como era el caso de Auschwitz I y III), sino su exterminio. Para cumplir con este objetivo, se equipó el campo con 4 crematorios con cámaras de gas. Cada cámara de gas podía recibir hasta 2.500 prisioneros por turno. El exterminio a gran escala comenzó en la primavera de 1942 como resultado de la aceleración de la solución final tratada en la Conferencia de Wannsee.

La mayoría de los prisioneros llegaban al campo en tren, después de un terrible viaje en vagones de carga que duraba varios días sin comida ni agua. A partir de 1944 se extendió la vías del tren para que entraran directamente al campo. Algunas veces, al llegar el tren, los prisioneros eran dirigidos directamente a las cámaras de gas. En otras ocasiones, los nazis seleccionaban prisioneros, normalmente bajo la supervisión del SS Hauptsturmführer Dr. Josef Mengele, para ser enviados a campos de trabajo o para realizar experimentación médica. En general los niños, los ancianos y los enfermos eran enviados directamente a las cámaras de gas, coordinadas por el SS Hauptscharführer Otto Moll.

Cuando un prisionero superaba la selección inicial, pasaba un período de cuarentena y luego se le asignaba una tarea o se le enviaba a campos de trabajo anexos.

Aquellos que resultaban seleccionados para el exterminio eran trasladados a las cámaras de gas/crematorio. Dos de los crematorios (Krema II y Krema III) tenían instalaciones subterráneas, una sala para desvestirse y una cámara de gas con capacidad para miles de personas. Para evitar el pánico, se les informaba a las víctimas de que allí se ducharían y recibirían un tratamiento desinfectante. La cámara de gas incluso tenía tuberías de duchas, aunque nunca fueron conectadas al servicio de agua. Se les ordenaba a las víctimas que se desnudaran y dejaran sus pertenencias en el vestidor, donde supuestamente las podrían recuperar al final del tratamiento, para ello debían recordar el número de la ubicación de sus pertenencias. Una vez sellada la entrada, se descargaba el tóxico Zyklon B por las aperturas del techo. Las cámaras de gas de los crematorios IV y V tenían instalaciones en la superficie y el Zyklon B se introducía por ventanas especiales en las paredes. Una vez arrojado el Zyklon B se esperaba 25 minutos aproximadamente y se observaba por una mirilla la ausencia de actividad, se procedía a evacuar y ventilar el recinto y se retiraban los cuerpos a un sector para una revisión final. En esta revisión se les extraían los dientes postizos de oro, anillos, pendientes u otros objetos y se revisaban los orificios corporales en busca de joyas. Una vez revisados, los cuerpos eran llevados por prisioneros seleccionados (Sonderkommandos) a una sala de hornos o crematorios anexa, donde eran quemados. Una chimenea expulsaba los gases hacia la atmósfera.

Los alemanes ocuparon Hungría en marzo de 1944, entre mayo y julio, cerca de 438 000 judíos de Hungría fueron deportados a Auschwitz-Birkenau y la mayoría fueron ejecutados allí. Había días en que los hornos no daban abasto y se tenían que quemar los cuerpos en hogueras al aire libre.

Familias enteras de gitanos fueron encerradas en una sección especial del campo. Pasaron por las cámaras de gas en julio de 1944, y el 10 de octubre de ese año se procedió a la exterminación de los niños gitanos restantes en Birkenau.

El 7 de octubre de 1944, los Sonderkommandos judíos (prisioneros separados del resto y que trabajaban en las cámaras de gas y hornos crematorios) organizaron un levantamiento. Las prisioneras habían logrado extraer explosivos de una fábrica de armas y los utilizaron para destruir parcialmente el crematorio IV y tratar de escapar durante la confusión. Los 250 prisioneros fueron capturados e inmediatamente ejecutados. Por otra parte, todos los miembros de los Sonderkommandos eran ejecutados periódicamente y sustituidos por otros nuevos.

Las cámaras de gas de Birkenau fueron destruidas por las SS el 24 de noviembre de 1944 en un intento por esconder las actividades del campo a las tropas soviéticas.

Auschwitz III (Monowitz)

Auschwitz Monowitz (también conocido como Monowice o Auschwitz III) fue un sub campo de concentración o uno de los tres campos de concentración de Auschwitz, creados en la Alemania nazi. Fue establecido en 1942, en Polonia.

Monowitz fue principalmente un campo de trabajo forzado, aunque con un alto grado de exterminio. Albergó alrededor de 12000 prisioneros, de mayoría judíos, y prisioneros de guerra que generalmente obtenían trabajos más fáciles. Estos prisioneros trabajaban en la fábrica de caucho sintético IG Farben, que colaboraba con las SS. La fábrica fue totalmente construida y operada por los prisioneros que albergaba el campo de concentración, quienes recibieron la dosis estricta de alimento, refugio y herramientas de construcción. Pocos meses después de haber sido establecido, la muerte de los prisioneros por hambre o agotamiento era normal, con un flujo constante de nuevos trabajadores. Estos trabajos contaban con la vigilancia de una docena de guardias de SS Aufseherinnen. Monowitz fue el único campo de Auschwitz en ser bombardeado por los Aliados. Desde entonces la fábrica Buna presentó un objetivo militar. Debido a estos bombardeos en 1944, la construcción de Buna no fue completada y ni un gramo de caucho fue alguna vez producido. Eventualmente Monowitz se convirtió en el mayor campo de trabajo forzado en Auschwitz. La compañía IG Farben invirtió más de 700 millones de Reichmarks (que para 1942 serían unos USD$ 1,4 mil millones) en Monowitz.

En noviembre de 1943 las SS declararon que los campos de concentración Auschwitz II (Birkenau) y Auschwitz III (Monowitz) debían convertirse en campos de concentración separados. El SS Hauptsturmführer (Capitán) Heinrich Schwarz fue designado comandante de Monowitz, desde noviembre de 1943 hasta el 17 de enero de 1945. Auschwitz III no poseía cámaras de gas propias, por lo que se procedió a trasladar a los prisioneros que no podían seguir trabajando al campo de extermino Birkenau.

En enero de 1945 las tropas soviéticas entraron a Monowitz y liberaron a los prisioneros que quedaban, en gran parte los que estaban confinados en las enfermería y los que no poseían ya las facultades físicas para verse envueltos en las marchas de la muerte. Entre ellos estuvo el reconocido escritor Primo Levi. Su contemporáneo Paul Steinberg, quien luego fue criticado por Levi y a quien Steinberg respondió en Speak You Also, marchó el mismo mes fuera del campo en las marchas de la muerte y luego fue liberado por los norteamericanos en Buchenwald.

Heinrich Schwarz, antiguo comandante del campo, se había trasladado al campo de concentración de Natzweiler, donde fue capturado por los aliados y se enfrentó cargos en un tribunal francés, siendo condenado a muerte y ejecutado en el bosque de Seinward el 20 de marzo de 1947.

Campos subalternos

Los campos subalternos de trabajo instalados en el complejo de Auschwitz estaban estrechamente relacionados con la industria alemana, principalmente en las áreas militares, metalúrgicas y mineras. El campo de trabajo más grande era Auschwitz III Monowitz, que inició sus operaciones en mayo de 1942. Este campo estaba asociado con la planta Buna-Werke de la empresa IG Farben y producía combustibles líquidos y goma sintética. A intervalos regulares, se hacían revisiones sanitarias por parte del personal médico de Auschwitz II, con el fin de enviar enfermos y débiles a las cámaras de gas de Birkenau.
Auschwitz I (Oświęcim)
Auschwitz II (Birkenau - Brzezinka)
Auschwitz III (Monowitz - Monowice)
Babice (Babitz)
Bieruń - Beruń
Blechhammer (Blachownia Śląska)
Bobrek
Brno (Brünn)
Bruntal (Braunau)
Budy
Chełmek (Chełmek)
Chorzów (Arbeitslager Bismarckshütte)
Chrzanów
Czechowice
Czernica
Dziedzice
Freudenthal (Jesenik)
Friedenshütte
Gliwice (Gleiwitz)
Goleszów (Golleschau)
Hajduki I-II
Harmeze (Harmensee)
Zabrze (Hindenburg)
Jawiszowice (Jawischowitz)
Jaworzno
Kobiór (Kobior)
Lędziny (Arbeitslager Günthergrube)
Lesslau
Libiaz Maty (Janinagrube)
Łagiewniki Śląskie (Hohenlinde, Hubertushütte)
Łagisza Cmentarna (Lagischa)
Monowice (Monowitz)
Prudnik (Neustadt)
Pyskowice (Peiskretscham)
Pławy (Plawy)
Pszczyna (Pleβ)
Radostowice
Rajsko
Rydułtowy (Arbeitslager Charlottegrube)
Sachsenhausen
Siemianowice (Laurahütte)
Sosnowiec (Sosnowitz)
Stara Kuźnia (Althammer)
Stara Wieś
Świetochłowice (Arbeitslager Eintrachtshütte)
Trzebinia
Wesoła (Fürstengrube)
Zittau
Żywiec
Cálculos sobre el número de víctimas

Hoy en día se calcula que en Auschwitz llegaron a estar internadas un total de 1,3 millones de personas, de las cuales murieron 1,1 millone; el 90% de ellos, en torno a un millón, eran judíos. Según cifras de Franciszek Piper, el grupo mayoritario de judíos trasladados al campo corresponde a las deportaciones de 1944 desde Hungría (438.000). Le siguen Polonia (300.000), Francia (69.114), Holanda (60.085), Grecia (55.000), Checoslovaquia (46.099), Eslovaquia (26.661), Bélgica (24.906), Alemania y Austria (23.000), Yugoslavia (10.000) e Italia (7.422). En Auschwitz murieron también unos 70.000 prisioneros políticos polacos, más de 20.000 gitanos, 10.000 prisioneros de guerra soviéticos, en torno a 1.200 republicanos españoles, además de cientos de testigos de Jehová y decenas de los internados a causa de la homosexualidad. Estimaciones coincidentes son las del historiador Peter Hayes. Según su estudio, solo 125.000 de los 200.000 supervivientes seguían vivos a la caída del Tercer Reich, aproximadamente el 10% de las personas internadas en el campo entre mayo de 1940 y enero de 1945.

Los responsables de Auschwitz seguían estrategias de selección diferentes según el origen de los internos; así los judíos no seleccionados para trabajar eran enviados a las cámaras de gas, casi siempre tras su llegada. En 1942, 140.146 de ellos fueron enviados a las cámaras de Auschwitz I, hasta que en febrero de 1943 tomó el relevo Birkenau. Entre los mayores contingentes 327.000 de los 438.000 judíos húngaros y 200.000 de los 300.000 polacos fueron gaseados, y gran parte del resto murieron ejecutados o de hambre y enfermedades. Los gitanos también corrían la misma suerte, normalmente, los prisioneros políticos y los soldados soviéticos solo fueron víctimas del gas en la etapa de los experimentos iniciales, después solían perecer asesinados o a causa de las condiciones de los trabajos forzados.

Prisioneros más conocidos
Józef Cyrankiewicz, presidió el gobierno de la República Popular de Polonia entre 1947 y 1952 y entre 1954 y 1970. Fue también presidente entre 1970 y 1972.

Ana Frank fue internada en Auschwitz-Birkenau entre septiembre y octubre de 1944, luego fue trasladada a Bergen-Belsen, donde murió de tifus.

Maximiliano Kolbe

Maximilian Kolbe, santo polaco, fue prisionero en Auschwitz I. Fue voluntario para morir de hambre en lugar del prisionero Franciszek Gajowniczek en 1941.

Witold Pilecki, soldado polaco del Armia Krajowa, voluntario para internarse en Auschwitz, organizó la resistencia en Auschwitz (Związek Organizacji Wojskowych, ZOW) e informó a los aliados sobre las atrocidades que allí ocurrían. Luego formó parte del levantamiento de Varsovia.

Edith Stein, monja católica y santa alemana de origen judío que murió en las cámaras de gas de Auschwitz II.

Charlotte Delbo, escritora y activista de la resistencia francesa, enviada con otras 229 mujeres no judías al campo.

Elie Wiesel, escritor de lengua yiddish y francesa, de nacionalidad estadounidense, y anteriormente rumana y húngara, que sobrevivió a su reclusión en Auschwitz III Monowitz y escribió sobre sus experiencias. Fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 1986.

Petr Ginz (1928–1944), joven editor de Vedem, conocido por el diario escrito antes de su deportación, descubierto recientemente y editado por su hermana Chava Pressburger.

August L. Mayer, historiador de arte de origen judío, experto en pintura española, detenido en París en febrero de 1944, deportado el 7 de marzo a Auschwitz donde murió el 12 de marzo.

Primo Levi, escritor italiano de origen judío. Capturado y deportado a Auschwitz en el invierno de 1944, sobrevivió y escribió Si esto es un hombre, estremecedor relato de la vida diaria del campo y de la cruel lucha por la supervivencia.

Władysław Bartoszewski, historiador y político de origen polaco.

Thomas Buergenthal, juez checoslovaco de la Corte Internacional de Justicia.

Olga Lengyel, doctora de nacionalidad rumana, que habitó en el campo para mujeres en Auschwitz-Birkenau, colaboró en la resistencia, en la que se destruyó uno de los hornos crematorios de dicho campo y escribió el célebre libro Los hornos de Hitler.

Regina Jonas, fue la primera mujer ordenada rabina en el mundo. Debido a su negativa de buscar asilo en Estados Unidos y formar parte de la resistencia, hizo que sus días acabaran en el campo de concentración.

Viktor Frankl, psiquiatra, fue recluido en el campo de Theresienstadt, en el que ingresó en 1942. En 1944 fue trasladado a Auschwitz y después fue destinado a dos subcampos de Dachau. En su reclusión planteó una terapia psiquiátrica llamada logoterapia. Relata su experiencia en El hombre en busca de sentido.

Violeta Friedman, a los 14 años de edad ingresó en Auschwitz junto a su hermana. Violeta Friedman sobrevivió a las selecciones alemanas y se escapaba día tras día cuando era elegida para morir debido a su incapacidad de realizar trabajos forzados. Después fue trasladada al campo de Bergen-Belsen. Destacan sus memorias.

Imre Kertész, escritor húngaro, premio Nobel de literatura. Fue deportado en 1944 a Auschwitz y a Buchenwald con 15 años de edad. Su novela Sin destino se localiza en el campo de concentración.

Vladek Spiegelman, aunque por sí mismo no llegó a alcanzar la fama, es uno de los protagonistas de la novela gráfica Maus, obra de su hijo Art Spiegelman y que es el único cómic ganador de un premio Pulitzer.

Dunia Wasserstrom, de origen ruso, trabajó como intérprete del campo desde 1943 hasta la liberación en 1945. Escribió el libro titulado Nunca jamás..., donde narra sus vivencias en los campos de concentración. Fue parte de la resistencia. Vivió en México.

Gisella Perl, médica de origen húngaro-judío, que afrontó un dilema ético al ayudar a abortar a más de 1.000 bebés para que las madres no fueran asesinadas y no experimentaran con sus hijos. Estuvo, asimismo, trabajando en la enfermería de la sección de mujeres húngaras del campo, desde donde ayudó a muchas de sus compañeras. Sus memorias, "I Was a Doctor in Auschwitz", fueron llevadas al cine en 2003 con el título "Out of the Ashes". La Dra. Pearl testificó en el juicio contra Irma Grese, la supervisora de su sección, tristemente célebre por la brutalidad con la que trataba a las prisioneras y por sus conductas sexuales perversas.

Erich Salomon, fotógrafo alemán pionero del periodismo fotográfico moderno.

Otto Frank, padre de Ana Frank, quien se quedó en este campo cuando sus hijas fueron enviadas a Bergen Belsen. Sobrevivió y en 1947 publicó el diario de su hija.

Irène Némirovsky, novelista de origen ucraniano que vivió en Francia y escribió en francés. Fue deportada bajo leyes raciales por su origen judío a Auschwitz, donde murió en 1942.
Procesos a los perpetradores después de la guerra

Después de la guerra, los rusos detuvieron a parte del personal del campo de concentración de Auschwitz. Estos fueron juzgados por las autoridades rusas o entregados a las cortes judiciales polacas.

El principal responsable de las operaciones del campo, SS Obersturmbannführer Rudolf Höss, fue capturado por los británicos y enviado a Polonia, donde fue juzgado por sus crímenes contra la humanidad, no sin antes haber sido testigo de descargo contra Ernst Kaltenbrunner en el Juicio de Núremberg. Höss fue condenado a muerte y ahorcado el 16 de abril de 1947 en las instalaciones de Auschwitz. Entre el 24 de noviembre y el 22 de diciembre de 1947, 40 antiguos oficiales y soldados de la SS que habían prestado servicio en el campo fueron juzgados en un primer juicio de Auschwitz, realizado en Cracovia. Varios fueron condenados a muerte y los demás a largas penas de prisión.

En conjunto, de un total de unos 6.500 miembros de las SS que sirvieron en Auschwitz, solo unos 750 sufrieron algún tipo de condena, la mayor parte de las cuales correspondió a los tribunales polacos, que llevaron a juicio a 673 de un total de 789 miembros del personal del campo bajo su juriscicción. Entre diciembre de 1963 y agosto de 1965, se realizó otro «juicio de Auschwitz», esta vez en la ciudad de Fráncfort del Meno, en el que de 22 procesados, 17 fueron condenados, 6 de ellos a cadena perpetua. A finales de la década de los setenta se realizó un tercer y breve juicio, en esa oportunidad contra dos guardias de la SS responsables de la muerte de unos prisioneros en un campo satélite.

Revisionismo

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial ha habido intentos por revisionar la historia. Se ha afirmado que sería imposible quemar un tal número de cuerpos o que las instalaciones que pueden ser visitadas actualmente fueron reconstruidas después de la guerra para que estuvieran en concordancia con lo que se ha contado sobre Auschwitz. Dicha reconstrucción se refiere a la cámara de gas que se muestra a los turistas en Auschwitz I como una cámara de gas homicida original.

La placa que desde el fin de la guerra señalaba Auschwitz como «lugar de martirio de cuatro millones de víctimas asesinadas en el genocidio Nazi» fue eliminada tras caer el sistema comunista y sustituida en 1992 por otra que sitúa la cifra de víctimas en «alrededor de un millón y medio de hombres, mujeres y niños, principalmente judíos».

Negacionismo del Holocausto

El negacionismo del Holocausto es una corriente de pensamiento que tiene la finalidad de reinterpretar los hechos acaecidos en Europa entre los años 1941 y 1945, siguiendo «la doctrina según la cual el genocidio practicado por la Alemania nazi contra los judíos y los gitanos no existió, sino que es producto del mito, de la fabulación, del fraude». En general, las tesis de estas reinterpretaciones cuestionan o niegan el asesinato en masa del cual fueron objeto el pueblo judío y otras minorías bajo el Tercer Reich y los países ocupados por éste entre 1933 y 1945.

Los ejes comunes de esta corriente los constituye el rechazo a los siguientes hechos históricos:
. Que el régimen nazi tuviese un plan deliberado de exterminar a los judíos o a otros grupos.
. Que murieran seis millones de judíos durante la guerra.
. Que existiesen dispositivos funcionales para el exterminio masivo, tales como las cámaras de gas, y los campos de exterminio.
Se identifican dos posturas distintas en función del grado de negación de los hechos históricos del Holocausto:
. La que niega totalmente el asesinato masivo, y por consecuencia la existencia de cámaras de gas.
. La que no niega en totalidad el genocidio ni las cámaras de gas, pero afirma que Hitler no tenía conocimiento ni responsabilidad sobre las ejecuciones en masa. El escritor británico David Irving se caracteriza por defender esta idea.
Académicos historiadores utilizan el término "negacionismo" para describir las opiniones y metodologías de los negacionistas, distinguiéndolos de los revisionistas históricos, quienes disputan interpretaciones ortodoxas de la historia, utilizando metodologías académicamente aceptadas. Negacionistas del Holocausto generalmente no aceptan que sus actividades sean categorizadas como negacionistas, utilizando entre ellos el término revisionismo. Las metodologías de los negacionistas del Holocausto están generalmente basadas en una conclusión predeterminada que ignora la abrumadora evidencia histórica que las contradice.

Es también una opinión mayoritaria entre los negacionistas, de forma implícita o explícita, la consideración del Holocausto como propaganda de guerra sustentada por las potencias aliadas, y que posteriormente habría sido aprovechada por una supuesta conspiración judía, o bien sionista, con el propósito de obtener beneficios a costa de otros pueblos, principalmente del palestino y de Alemania. Por ello el negacionismo está considerado como una teoría de conspiración antisemita y está perseguida penalmente en varios países europeos incluyendo Alemania y Austria, al entenderse como ocultamiento de genocidio con conocimiento, o consentimiento y aprobación o justificación del mismo.

Terminología

En un principio los negacionistas se hacían llamar revisionistas del Holocausto (concepto extraído del revisionismo histórico). En las primeras décadas posteriores a la guerra, las comunidades judías decidieron no dignificar aquellos presuntos estudios revisionistas con una respuesta, creyendo que contestar sólo llevaría a este grupo a una mayor credibilidad. Más tarde, y con cierta resistencia por parte de la comunidad judía, la historiadora estadounidense Deborah Lipstadt los denominó negadores del Holocausto, ya que no estaban "revisando" la Historia, sino más bien, negando lo innegable. A partir de entonces se adoptó el término negacionismo, que los negacionistas todavía rechazan, por considerarlo despectivo. Esta expresión significa que niegan categóricamente los hechos que abordan sin investigaciones ni pruebas que respalden su postura. En compensación por el uso de este término, los negacionistas se refieren como exterministas o exterminacionistas a aquellos que apoyan y acreditan la evidencia histórica del Holocausto.

Los historiadores académicos no suelen aceptar el término revisionismo del Holocausto aplicado al negacionismo, para establecer diferencias con respecto al legítimo revisionismo histórico que, a diferencia del negacionismo, sí se adecua a los estándares académicos, a las pruebas disponibles y a la metodología científica. La negación del Holocausto es conocida como "negacionismo" siguiendo el término francés négationnisme, propuesto por Henry Rousso en The Vichy Syndrome (Cambridge: Harvard University Press, 1991). Los negacionistas intentan reescribir la historia, minimizando, negando o simplemente haciendo caso omiso de hechos esenciales. Según Jacques Derrida:
En términos generales, el "revisionismo" de la historia es el intento de crítica a los dogmas establecidos, una crítica que no puede de ninguna manera incluirse en el tipo de negacionismo que intenta negar la realidad de hechos reconocidos.
Según Koenraad Elst:
Negacionismo significa la negación histórica de los crímenes de lesa humanidad. No se trata de una reinterpretación de los hechos conocidos, sino la negación de los hechos conocidos. El término Negacionismo ha ganado popularidad como el nombre de un movimiento que niega un crimen de lesa humanidad, el genocidio nazi de los Judíos en 1941-45, también conocido como el holocausto (griego: sacrificio de fuego) o la Shoah (hebreo: catástrofe). El negacionismo es mayoritariamente identificado con el esfuerzo de re-escribir la historia de tal manera que el hecho del Holocausto se omita.
Los historiadores académicos señalan, además, que el Holocausto ha sido objeto de numerosas visiones y revisiones luego de la Segunda Guerra Mundial, tanto en el campo de la investigación académica como en los programas oficiales de educación, por lo cual, el revisionismo histórico no debe confundirse con la corriente conocida en círculos académicos como la negación del Holocausto. Esta situación la comparte con otros genocidios que experimentado su "negación", como el armenio y el de los gitanos durante la Segunda Guerra Mundial.

Historia

Antecedentes

Los estudios acerca de los argumentos del negacionismo han revelado que el antisemitismo ha sido el más importante motor del negacionismo desde sus inicios. Los historiadores sostienen que los primeros negacionistas fueron los propios nazis,8 a partir de evidencias documentales de que Heinrich Himmler ordenó a sus oficiales que destruyesen grabaciones, instalaciones y otras evidencias que delataban el exterminio masivo de seres humanos, cuando la derrota de Alemania era inminente y los líderes nazis se percataron de que serían capturados y llevados a juicio. Al finalizar la guerra, muchos de los líderes nazis abandonaron Alemania y comenzaron a promover material de propaganda propiamente negacionista que les exculpase, ofreciendo una imagen positiva del nazismo. Otros más consideran a Hermann Göring como el primer negador del Holocausto, ya que durante los Juicios de Nüremberg negó toda acusación relativa a un genocidio.

El testamento de Hitler fue:
una justificación del asesinato en masa y, al mismo tiempo, también fue el primer acto de negación de la existencia del Holocausto: su guerra contra los judíos había sido, según su apreciación, un acto de autodefensa «contra los envenenadores de todos los pueblos del mundo»; él nunca había buscado otra cosa que la paz, y fueron los «financieros internacionales» quienes lo habían obligado a ir a la guerra; gasear y fusilar a los judíos había sido una respuesta a los bombardeos aliados sobre Alemania, unos ataques que, según la visión del mundo de los nazis, eran un acto de agresión «judía» contra la humanidad aria.
Paul Rassinier

Se suele mencionar a Paul Rassinier como el iniciador de esta corriente, al publicar en 1950 el libro Le Mensonge d’Ulysse (“La Mentira de Ulises”), en el cual trata sobre los testimonios de ex-prisioneros de los campos de concentración alemanes y su vivencia en Buchenwald y Mittelbau-Dora, donde estuvo preso por participar en la Resistencia Francesa a la ocupación alemana durante la Segunda Guerra Mundial. Al escribir este libro, Rassinier se ocupó de cuestionar y desmentir los testimonios que existían sobre cámaras de exterminio en el territorio alemán posterior a la guerra, sin embargo admitió su falta de autoridad moral para testificar sobre los demás campos que se hallaban en Europa Oriental, (Auschwitz, por ejemplo), la cual fue ocupada por los soviéticos, y consideró la remota posibilidad de la existencia de las cámaras de exterminio en ese territorio. Sin embargo, tras sus posteriores investigaciones cambió su postura, afirmando que no hubo ejecuciones por gaseamiento en ningún campo.

Sin embargo, los críticos del negacionismo señalan que la visión antisemita de Rassinier condiciona sus opiniones y le resta validez, a la vez que subrayan que ni Buchenwald ni Mittelbau-Dora fueron campos de exterminio, razón por la cual no es extraño que Rassinier no haya visto cámaras de gas.

Los negacionistas han continuado citando hasta hoy sus obras como una investigación que cuestiona los hechos aceptados en torno al Holocausto. Rassinier afirmó también haber buscado durante quince años testigos de los gaseamientos sin éxito y que en los campos, además de contar con atención médica y actividades recreativas, se les remuneraba a los presos por el trabajo forzado. Su influencia sobre los negacionistas permanece porque fue de los primeros en proponer que una supuesta conspiración sionista/aliada/soviética falsificó el Holocausto, un tema luego tratado por otros partidarios de esta creencia.

Harry Elmer Barnes

El historiador estadounidense Harry Elmer Barnes, asumió una postura negacionista en los años más tardíos de su vida. Entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial, Barnes se volvió un conocido escritor pacifista y el máximo exponente del movimiento revisionista histórico. Después de la Segunda Guerra Mundial, se convenció de que las acusaciones hechas contra Alemania y Japón, incluyendo el Holocausto, fueron propaganda de guerra usadas para justificar la participación de EE.UU. en la guerra.

Los escritos de Barnes en el campo del revisionismo histórico son todavía citados por algunos escritores anarquistas como James J. Martin. El nombre de Barnes ha sido usado comúnmente por los modernos negacionistas en un intento para dar credibilidad a su causa, como por ejemplo Willis Carto del Institute for Historical Review (IHR).

Einar Aberg

En 1959, el profesor Einar Aberg había publicado en Norniken, Suecia, un cálculo estadístico en el que la cifra de 6 000 000 de judíos muertos no correspondía con la información de algunas fuentes como la American Jewish Committee y la Statistical of the Synagogues of America. Dicho cálculo decía lo siguiente:
Año - Número de judíos en el mundo - Fuente estadística
1921 - 11.600.000 - Meyers Hand-Lexikon, Alemania
1925 - 15.630.000 - World Almanac, pg. 752.
1930 - 15.600.000 - National Council of Churches
1933 - 15.316.359 - American Jewish Committee
1936 - 15.753.633 - World Almanac, pg. 748
1938 - 15.748.091 - American Jewish Comitee
1939 - 15.600.000 - American Jewish Comittee Bureau of the Synagogue Council
1940 - 15.319.359 - World Almanac, pg. 129.
1941 - 15.748.091 - World Almanac, pg. 510.
1942 - 15.192.089 - World Almanac pg. 849.
1947 - 15.690.000 - World Almanac, pg. 74.
1948 - 15.600.000 - New York Times, 22 de febrero de 1948, Mr. Hanson W. Baldwin
1949 - 15.713.638 - World Almanac, pg. 284.
1961 - 16.300.000 - Statistical Yearbook of Council of Churches, EUA.
David Hoggan

Un prominente precursor del negacionismo fue el historiador David Hoggan, quien escribió en 1969 uno de sus primeros libros donde negaba el Holocausto titulado: The Myth of the Six Million (El mito de los seis millones), y el cual fue publicado por la Noontide Press, una pequeña editora especializada en literatura antisemita. Hoggan se convirtió en una de las primeras personalidades connotadas del negacionismo, ya que él contaba con varios profesorados universitarios.

El Informe Leuchter

El Informe Leuchter es el nombre por el cual se conoce a una investigación pericial fraudulenta realizada en 1988 por el norteamericano Frederick A. (Fred) Leuchter, Jr., que decía ser especialista en el diseño y construcción de equipos para ejecución en las cárceles de Estados Unidos, aunque posteriormente se demostró que carecía de conocimiento alguno sobre cámaras de gas, y fue procesado por ejercer ingeniería sin licencia alguna. El informe fue realizado con el propósito de defender judicialmente a Ernst Zündel, procesado por los cargos de negación del Holocausto y de fomentar el odio racial.

Este documento ha sido la principal herramienta del negacionismo para respaldar su opinión de que en los campos de Auschwitz I, Auschwitz-Birkenau, y Majdanek no existieron cámaras de gas destinadas a la ejecución en masa.

Zündel contrató los servicios de Leuchter en 1988 a cambio de 35 000 dólares, quien se desplazó a Polonia para recoger muestras y tomar imágenes. Sirviéndose de un martillo y un cincel, extrajo sin permiso trozos de pared y de suelo de las cámaras de exterminio y de desinsectación. Las muestras obtenidas de forma subrepticia fueron llevadas a EE.UU. y entregadas al laboratorio dirigido por el químico estadounidense James Roth, sin ser informado de dónde procedían las muestras, sólo que se trataba de un análisis pericial para un juicio.

El informe químico del laboratorio de Roth determinó que las muestras de argamasa extraídas de las cámaras de desinsectación contenían un alto contenido de cianuro y que en cambio las de exterminio contenían un rastro nulo o ínfimo de cianuro. Estos resultados fueron presentados como la ratificación material de sus creencias sobre la inexistencia de las cámaras de exterminio.

Sin embargo, con posterioridad, en una entrevista, el Dr. Roth indicó que el cianuro habría formado una capa extremadamente fina en las paredes, de un grosor de la décima parte de un pelo humano. Leuchter había tomado muestras de un grosor indeterminado y variable. No informado de esto, Roth había pulverizado las muestras enteras, diluyendo drásticamente la capa de cianuro que contenía cada muestra con una cantidad indeterminada de ladrillo, que variaba para cada muestra. Para explicar lo poco fiable de su análisis, Roth ofreció la analogía de que los resultados eran como analizar la madera de una pared cuando lo que se quiere saber es la composición de la pintura.

A partir del análisis de laboratorio de Roth, Leuchter escribió el informe pericial que le encargó Zündel, en el que a través de un erróneo razonamiento científico concluye que "no existieron cámaras de gas para ejecuciones en ninguno de los tres campos, que las cámaras de gas ahí encontradas no podrían haber funcionado nunca para realizar ejecuciones y que únicamente servían para la fumigación de parásitos".

Aunque el testimonio oral de Leuchter fue aceptado en el juicio de Zündel, el informe pericial fue rechazado por el Tribunal por su ausencia de acreditación profesional. En octubre de 1990, un tribunal de Massachusetts procesó criminalmente a Leuchter por ejercer como ingeniero sin tener licencia. Se supo que no sólo no tenía licencia, sino que no tenía ningún estudio relacionado con la ingeniería ni ninguna otra acreditación profesional, solo un BA en Historia, que acabó en 1964. Admitió no tener ninguna formación ni experiencia en toxicología, biología o química. Se descubrió también que, aunque tenía cierta experiencia en sillas eléctricas e inyecciones letales, no tenía conocimiento alguno sobre cámaras de gas, tal y como había afirmado antes.

Pese a quedar totalmente desacreditado, el informe tuvo gran difusión entre los negacionistas, que creyeron encontrar el respaldo definitivo de sus creencias. Sus críticos, sin embargo, afirmaron la imposibilidad de detectar cianuro cincuenta años después con su método (los análisis que se hicieron al finalizar la guerra sobre los conductos de ventilación evidenciaban cantidades significativas de cianuro), sobre muestras supuestamente obtenidas de cámaras que habían sido derruidas por los nazis y parcialmente reconstruidas después. Leuchter desconocía qué parte había sido reconstruida, por lo que no pudo acreditar si las muestras correspondían a las cámaras de gas originales.

Afirmaciones y opiniones de los negacionistas

Las tres afirmaciones básicas de los negacionistas son:
. No habría una política oficial, un plan o una intención clara para el exterminio de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial.
. No habrían muerto seis millones de judíos durante la guerra: esta sería una cifra tremendamente exagerada que no correspondería con la realidad. Dudan que hubiesen muerto más de 800.000 personas en los campos de concentración, de entre las cuales aproximadamente 300.000 serían judíos. Aunque la cifra de algo más de 6.000.000 de asesinatos está ampliamente documentada, entre otros, con el famoso Informe Korherr, realizado por Richard Korherr, estadístico en jefe de las SS, cita el número de pérdidas judías como mayor a los 2.454.000 solamente hacia fines de 1942, sin contar las muertes por causa de las duras condiciones en los guetos y en los campos de concentración.
. No habrían existido cámaras de gas en los campos de concentración. (No se refieren aquí a las cámaras usadas en la desinfectación para la ropa, colchones, etc. cuya existencia es incuestionable, sino a las cámaras hechas, específica y funcionalmente con el propósito de asesinar personas).
Entre otras afirmaciones se incluyen las siguientes:
. La población judía en Europa antes de la Segunda Guerra Mundial no era de 9.500.000 judíos sino que sería menor a los cuatro millones, de los cuales aproximadamente un millón emigraron hacia lugares como Palestina, Estados Unidos, Argentina, Canadá, etc. y más de dos millones emigraron a la Unión Soviética, y sólo 300.000, aproximadamente, murieron en los campos de concentración.
. El constante bombardeo aliado causó rupturas a carreteras, puentes y vías férreas, las cuales suministraban alimentos y medicamentos a los diversos campos de trabajo, por esa razón la inanición y las epidemias de tifus exantemático transmitido por el piojo habrían sido los factores decisivos para las bajas de judíos, no judíos y alemanes, sin incluir la vejez y la muerte natural.
. No habría existido, o al menos no se conserva, ningún documento nazi que ordene, decrete o manifieste el asesinato en masa por parte de éstos, o que mencione siquiera las cámaras de gas.
. La “Solución Final al problema judío” no habría significado la decisión de exterminar al pueblo judío, sino su desplazamiento y reubicación en la isla de Madagascar, y posteriormente en el este de Europa para el nuevo asentamiento del Estado de Israel. Véase: Plan Madagascar.
. El Holocausto sería un mito creado inicialmente por los Aliados para satanizar a los alemanes. Los judíos habrían difundido este mito como parte de un complot con la intención de permitir la creación de un hogar nacional judío en Palestina y para continuar apoyando actualmente al Estado de Israel.
. Las principales pruebas del genocidio se fundamentarían en testimonios y no en pruebas materiales que demuestren el asesinato en masa.
. Las evidencias materiales, como fotografías o el Diario de Ana Frank, habrían sido falsificaciones.
. Los testimonios de los sobrevivientes estarían llenos de errores e inconsistencias por lo que no serían fiables.
. Las confesiones nazis sobre crímenes de guerra, como la de Rudolf Höss en los Juicios de Nüremberg, habrían sido extraídas bajo tortura.
. El trato de los nazis hacia los judíos no habría sido diferente al trato que daban los aliados a sus enemigos en la guerra.
. Adolf Hitler y el nazismo serían inocentes, al menos, del crimen de genocidio contra el pueblo judío.
No niegan, sin embargo, la persecución de los judíos y otros grupos bajo el régimen de Hitler, la privación de los derechos de los que gozaban, su separación y deportación a campos de concentración, ni su consecuente padecimiento y muerte por epidemias, incluso la ejecución de algunos judíos y no judíos, bien sea esto por la penalización contra prisioneros que efectuaron actos considerados graves dentro de los campos, o bien simplemente por abuso injusto por parte de algunos oficiales.
Técnicas utilizadas por los negacionistas del Holocausto

De acuerdo al Proyecto Nizkor, los negacionistas políticamente motivados utilizan técnicas para respaldar sus argumentos que no siempre se perciben para los no especialistas. A veces es difícil para un no negacionista distinguir entre ensayos académicos sometidos a la revisión por pares de algunos best sellers sobre historia sin el mínimo rigor académico. Por ejemplo, hasta que David Irving perdió un juicio por libelo contra la historiadora neoyorquina Deborah Lipstadt, que había calificado a Irving como negacionista –considerándose probado que Irving era un "falsificador de la historia"–, la opinión pública no reparó en que sus libros estaban al margen de los cánones académicos aceptables. (Véase: Irving contra Lipstadt y otros)

La distinción entre ambos modos de proceder se basa en las técnicas utilizadas para escribir tales obras. La exactitud y la revisión son fundamentales para los historiadores académicos. Como en cualquier otra disciplina científica, los artículos de los historiadores son sometidos a la revisión por pares, método que deja abierto el trabajo al escrutinio por un número de expertos iguales en rango al autor, como previo a la admisión para publicación en una revista arbitrada. Por el contrario, en lugar de enviar sus obras a publicaciones donde existan tales controles de calidad, los negacionistas reescriben la historia para dar apoyo a una agenda, a menudo política, usando un sinnúmero de falacias lógicas que corroboren sus tesis. A causa de ello, la comunidad de historiadores consideran a estos escritos como defectuosos y no fiables.

Las técnicas retóricas más comunes de los negacionistas son las siguientes:
. Teorías de conspiración.
. Uso selectivo de hechos.
. Negación o burla de hechos conocidos.
. Falacias ad ignoratiam, Es decir, pretender que, por el hecho de que algo no se haya probado que es verdad, entonces es falso. (Por ello, los historiadores insisten en la importancia de la memoria histórica y estudios históricos).
. Suposición de hechos no probados.
. Invención de hechos.
. Ofuscación de hechos.
. Reclamar un "contra-genocidio", haciendo una confusión entre las víctimas y los verdugos (por ejemplo, el bombardeo de Dresde en la Segunda Guerra Mundial es para los negacionistas un "contra-genocidio", transformando así a los alemanes en víctimas y excluyéndolos de cualquier tipo de responsabilidad moral.
. Falacias de equivocación y non sequitur.
. Apelar a las consecuencias.
. Solicitud excesiva de pruebas (debido a la compleja naturaleza de qué puede considerarse como prueba histórica, lo que difiere de una prueba lógica, los revisionistas con frecuencia piden a los historiadores que demuestren un evento el cual ha sido probado razonablemente por estándares históricos y aceptado como un hecho por la comunidad histórica).
. Apelar al temor o al rencor.
. Falacias de asociación.
. Generalización desmesurada (error inductivo).
. Uso de eufemismos atractivos o neutrales para disfrazar hechos desagradables que conciernen a su postura.
. Uso de eufemismos desagradables para describir los hechos opuestos.
. Falacia de justificación de una acción indebida.
. Falacias y ataques ad hominem a quienes discuten sus puntos de vista.
. Conclusiones irrelevantes.
. Declaraciones absurdas.
. Inversión de la culpa. (Acusar a los judíos de provocar el Holocausto).
Reacciones al negacionismo del Holocausto

Críticas al negacionismo

Ha habido un debate sustancial sobre la forma correcta de responder la propaganda negacionista. Tres líneas de respuesta han evolucionado al respecto.

Muchos estudiosos se niegan a discutir el negacionismo o sus argumentos en absoluto, con la percepción de que al hacerlo se daría a los negadores del Holocausto una legitimidad injustificada.

Un segundo grupo de estudiosos, tipificado por Deborah Lipstadt, han denunciado los métodos y las motivaciones de los negacionistas, al tiempo que tratan de restarles legitimidad. Lipstadt explicó sus descubrimientos:
No es necesario perder el tiempo o el esfuerzo en responder a las alegaciones de los negacionistas. Sería un nunca acabar de responder a los argumentos planteados por los que libremente falsifican los resultados, citan fuera de contexto y simplemente despachan resmas de testimonios. A diferencia de los verdaderos académicos, tienen poco, si alguno, respeto por los datos o evidencias. Su compromiso es con una ideología y sus «conclusiones» son la forma de apoyarla."
Un tercer grupo, representado por el sitio web Nizkor Project, responde haciendo frente a la negación del Holocausto directamente. Abordan los argumentos y alegaciones formuladas por los grupos negacionistas señalando los errores de sus declaraciones. Ken McVay, fundador de Nizkor Project describió su crítica de los métodos de negadores del Holocausto en una entrevista de 1994:
Citan un texto histórico: "KK Campbell dice en la página 82 de su famoso libro que nadie murió en Auschwitz." Luego uno va a la Biblioteca del Congreso y busca KK Campbell, página 82, y encuentra que lo que realmente dijo fue: "Fue un buen día en Dachau." Consiguen sacar esto adelante porque saben malditamente bien que la mayoría de la gente no tiene tiempo de acercarse a la Biblioteca del Congreso. Pero la gente los lee y se dicen a sí mismos, "¿Quién mentiría sobre algo así cuando es tan fácil probar que se equivocan? Deben de estar diciendo la verdad."
En 2006, el Secretario General de la ONU Kofi Annan dijo: "recordar es un rechazo necesario a aquellos que dicen que el Holocausto nunca sucedió o ha sido exagerado. La negación del Holocausto es la obra de fanáticos; debemos rechazar sus falsas proclamas cada vez que, dondequiera y por quienquiera, sean realizadas."En enero de 2007, la Asamblea General de Naciones Unidas condenó "sin reservas toda negación del Holocausto", aunque Irán se disoció de la propia resolución.

Una lista de personalidades y académicos se han pronunciado en contra de la negación del Holocausto. William Shulman, director del Centro de Investigación del Holocausto, describe la negación "… como si estas personas [en el Holocausto] fueran asesinadas dos veces", un sentimiento del que se hace eco el teórico literario Jean Baudrillard, que sostuvo que "olvidar el exterminio es parte del exterminio." El sobreviviente del Holocausto y ganador del Premio Nobel Elie Wiesel llama al Holocausto" la tragedia más documentada en la historia. Nunca antes una tragedia ha suscitado tantos testimonios por parte de los asesinos, de las víctimas e incluso de los millones de piezas transeúntes que tiene el museo, todos los demás museos, archivos por miles, por millones."

Utilización política del negacionismo

La negación del Holocausto es frecuentemente utilizada por los movimientos antisemitas y neonazis, ya que éstos comparten la opinión exculpatoria de que Hitler no ordenó genocidio alguno, a la vez que niegan y glorifican el Holocausto simultáneamente. Destaca, Horst Mahler, fundador de la Baader-Meinhof y actualmente militante de extrema derecha, quien estuvo en prisión por difundir propaganda antisemita. También el líder del Frente Nacional en Francia, Jean-Marie Le Pen, condenado en varias ocasiones por delitos de complicidad con la apología de crímenes de guerra y negación de un crimen contra la humanidad.

Sin embargo, algunos negadores del Holocausto no son nazis o antisemitas. Joseph Burg, un judío, fue asesor y defensor de Ernst Zündel en su juicio de 1988, lo mismo que David Cole, quien fue llamado traidor por la Liga de Defensa Judía y a quien se le pidió que se retractara, lo cual terminó haciendo. Paul Rassinier fue comunista y miembro de la resistencia francesa en contra de la ocupación alemana. Aunque dominado tradicionalmente por la extrema derecha, en el negacionismo se expresan diversas posiciones extremas. Como por ejemplo, la del profesor Robert Faurisson o la de Roger Garaudy, expulsado del Partido Comunista Francés y convertido posteriormente al Islam, quienes son activos propagandistas del negacionismo.

El negacionismo se expresa también en algunos regímenes islamistas (como Irán), que dan cobertura política al negacionismo al más alto nivel, como lo ilustra la organización de una conferencia mundial negacionista organizada por el propio Gobierno iraní en diciembre de 2006. Según el ministro iraní de relaciones exteriores, "el objetivo de la conferencia no es negar o probar el holocausto, sino ofrecer la oportunidad a investigadores europeos de dar su punto de vista sobre este fenómeno histórico". El entonces ministro de Exteriores de Irán, Manuchehr Mottakí, también añadió en sus palabras de inauguración que "la simple pregunta del presidente iraní: ¿si el holocausto es un hecho histórico, por qué no puede ser estudiado?, provocó una ola de acusaciones contra Irán, sin una respuesta razonada". También acudieron miembros de Neturei Karta, una organización judía ultraortodoxa antisionistas de Europa y Estados Unidos quienes están en contra de la mismísima existencia del Estado de Israel, pero que sin embargo no cuestionan el Holocausto.

Negacionismo del Holocausto y antisemitismo

La Liga Antidifamación (ADL) publicó que "la negación del Holocausto es una muestra más de la doctrina antisemita clásica sobre la diabólica, manipulación y amenazante conspiración judía". El 10 de octubre de 2013, la Alianza Internacional de Recuerdo del Holocausto (IHRA), una asociación formada por expertos de 31 países para promover la memoria del Holocausto, adoptó una nueva definición de trabajo sobre el negacionismo del Holocausto. Dicha definición hace referencia a la base antisemita en la negación del Holocausto:
La negación del Holocausto es el discurso y la propaganda que niega la realidad histórica y el grado de exterminación de los judíos por los nazis y sus cómplices durante la Segunda Guerra Mundial, conocido como "Holocausto" o "Shoah". La negación del Holocausto se refiere específicamente a cualquier intento de reinvocación de que el Holocausto/Shoah nunca aconteció.

La negación del Holocausto puede incluir la negación o el poner en duda en forma pública el uso de los principales mecanismos de destrucción (por ejemplo, cámaras de gas, asesinato, hambruna y tortura) o la intencionalidad del genocidio del pueblo judío . La negación del Holocausto, en sus diversas formas es una expresión del antisemitismo. El intento de negar el genocidio de los judíos es un esfuerzo de exonerar al Nacional Socialismo y al antisemitismo de su culpa y responsabilidad en el genocidio del pueblo judío . La negación del Holocausto también incluye el culpar a los judíos de exagerar o crear la Shoah para obtener beneficios políticos o financieros como si este fuera el resultado de una conspiración tramada por los judíos. Así, con el objetivo de hacer a los judíos culpables y al antisemitismo legítimo.

Los objetivos de la negación del Holocausto generalmente son la rehabilitación de un antisemitismo explícito y la promoción de ideologías políticas y condiciones adecuadas para el advenimiento del mismo tipo de evento que niega.
Legislación frente al negacionismo del Holocausto

En muchos países, sobre todo europeos, el negacionismo en relación al Holocausto y a otros genocidios se considera una ofensa criminal. El Consejo de Europa lo define como "la negación, trivialización, justificación o aprobación en público de crímenes de genocidio, crímenes contra la humanidad".

Legislación Internacional

Un protocolo adicional a la Convención sobre el Cibercrimen del Consejo de Europa cubre específicamente la negación del Holocausto y de otros genocidios reconocidos como tales por tribunales internacionales desde 1945 (artículo 6, sección 1).

Legislaciones nacionales

En varios países se han promulgado leyes relacionadas con el negacionismo y la expresión de odio (bajo el cual se incluye el negacionismo) como la Loi Gayssot (aprobada en Francia, en 1990), que prohíbe toda expresión "racista, antisemita o xenófoba" y que contempla al menos tres años de cárcel a los negacionistas o personas que expresan dudas sobre el exterminio judío. En 1992, Austria promulgó una ley similar que contempla hasta diez años de cárcel hacia estas personas (artículo 3h Verbotsgesetz, 1947). La «Ley belga sobre Negacionismo» (aprobada en 1995) prohíbe el apoyo, justificación o negación pública del Holocausto en Bélgica. En Alemania está penalizada la negación o dudas del holocausto en público según el artículo 130 párrafo 3 de código penal alemán (Strafgesetzbuch) y se considera como "incitación al odio" (Volksverhetzung). Otros países que tipifican esta conducta como delito en su ordenamiento jurídico son: Suiza, Eslovaquia, República Checa, Lituania, Polonia, Canadá, Liechtenstein, Nueva Zelanda, Países Bajos, Rumania y Sudáfrica. Además, bajo la Ley 5710-1950 es también ilegal en Israel.

No sucede lo mismo en Estados Unidos, donde tiene su sede el denominado Institute for Historical Review (Instituto para la Revisión Histórica), considerado la principal organización negacionista del mundo. Estados Unidos considera que disposiciones como la del Consejo de Europa no son compatibles con su ordenamiento constitucional, por lo que no firmó el protocolo.

Entre los cargos comúnmente imputados a los negacionistas que son procesados ante los tribunales, se destacan: ridiculización u ofensa a las víctimas del Holocausto, difamación de la memoria de los muertos, incitación popular, instigación al odio racial, negación del asesinato de seis millones de judíos, negación del exterminio judío (negacionismo del Holocausto), publicación de falsas noticias, antisemitismo, apología del nazismo y apoyo o complicidad indirecta del genocidio. Uno de los casos más conocidos de procesamiento legal, además del de Ernst Zündel, fue el de David Irving quien fue condenado a tres años de prisión el 20 de febrero de 2006 por haber negado abiertamente el Holocausto en 1989.

Los negadores del Holocausto se defienden arguyendo que sus opiniones y obras están protegidas por los tratados europeos sobre libertad de expresión, o como por ejemplo por el artículo 19º de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y que la existencia de estas leyes en su contra, confirmaría una censura deliberada sobre el tema, y opinan que si ellos estuvieran equivocados en sus opiniones, no habría razón para que tales leyes existieran. Algunas personalidades que no niegan el Holocausto defienden el derecho de los negacionistas a difundir sus ideas, como el caso de Noam Chomsky, que se opone a las leyes anti-negacionistas (véase caso Faurisson) en defensa de la libertad de expresión, o Deborah Lipstadt, quien a pesar de su agrio historial con Irving se ha pronunciado contra de la decisión del tribunal austríaco. "Me siento incómoda con que se encarcele a las personas por su discurso. Que le dejen marchar y desvanecerse de todas las pantallas de radar."

En noviembre de 2007 el Tribunal Constitucional de España declaró en una sentencia que castigar la difusión de ideas o doctrinas que cuestionen o nieguen el genocidio supone una vulneración del derecho a la libertad de expresión. La resolución avala la constitucionalidad del artículo 607.2 del Código Penal, que castiga la difusión "por cualquier medio" de ideas o doctrinas que justifiquen el genocidio, pero declara nula la referencia a la difusión de argumentos que cuestionen o nieguen esos hechos, e inconstitucional su sanción penal.

En julio de 2015 el Parlamento español, con los votos a favor del PP y UPN, aprobó una reforma del código penal que, entre otros delitos, persigue expresamente a los negacionistas del Holocausto. Los artículos 510, 510-bis, 511, 512, 515 y 607 del código penal castigan la incitación al odio, violencia y discriminación por motivos étnicos, religiosos, minusvalía, orientación sexual, etc, y la negación o enaltecimiento de delitos de genocidio o sus autores.

Negación del Holocausto en los países árabes

La Negación del Holocausto ha sido regularmente promovida por varios líderes árabes y en diversos medios de comunicación en todo el Oriente Medio. La prensa financiada por el gobierno de Arabia Saudita rutinariamente niega la existencia del Holocausto, o minimiza su importancia. El gobierno sirio, así como el grupo político palestino Hamas, han publicado recientemente declaraciones negando el Holocausto.

En agosto de 2002, el Centro Zayed para la Coordinación y Seguimiento, un think-tank de la Liga Árabe, cuyo presidente, Sultán Bin Zayed Al Nahayan, ejerció como vice primer ministro de los Emiratos Árabes Unidos, promovió un simposio de la negación del Holocausto en Abu Dhabi.

Los líderes de Hamas han promovido también la negación del Holocausto: Abdel Aziz al-Rantisi declaró que el Holocausto nunca ocurrió, que los sionistas estaban detrás de la acción de los nazis, y que los sionistas financiaron el nazismo. Un comunicado de prensa por parte de Hamás en abril de 2000 desestimó "el llamado Holocausto, que es una historia supuesta e inventada sin fundamento".

La negación del Holocausto ha sido resistida por destacadas figuras intelectuales del mundo árabe. En el 2001, una protesta encabezada por el poeta palestino Mahmoud Darwish, el escritor libanés Elias Khoury y otros provocó la cancelación de una Conferencia sobre la Negación del Holocausto que la organización Institute for Historical Review había planeado celebrar en Beirut.

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