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.- Invasiones dominicanas para derrocar tiranía de Trujillo


Invasiones dominicanas con el propósito de derrocar la sangrienta tiranía de Trujillo. "La libertad es un bien que no puede ponerse en peligro por debilidades, y el aire de la libertad se contamina de sutiles venenos allí donde en su nombre se permite que florezca la villanía"


El 14 de junio de 1959 patriotas dominicanos e internacionalistas de varios países desembarcaron, o intentaron desembarcar, por tres puntos de la geografía dominicana: Constanza, Maimón y Estero Hondo. La expedición, aunque fallida, marcó para el pueblo dominicano el principio del derrocamiento de la tiranía impuesta por Rafael Leónidas Trujillo Molina, quien desde 1930 se había adueñado, literalmente, de ese país, convirtiéndolo en una finca de su propiedad. (Eugenio Suárez Pérez)



.- Trujillo sustentó dictadura en el campo e intelectuales/Listín Diario
17 agosto 2009

El dictador Rafael L. Trujillo desarrolló una alianza, con el apoyo de respetables intelectuales y funcionarios, con el campesinado dominicano, en la búsqueda no sólo de respaldo popular a su régimen, sino en la implementación de políticas estatales que fomentaran núcleos comerciales rurales. Este puñado de intelectuales que sirvió a la dictadura, aparentemente influenciado por una visión nacionalista-populista que establecía un camino a la modernidad, desarrolló programas de entrega de pequeñas parcelas, lo que le granjeó a Trujillo un fuerte apoyo del campesinado.

Esta es la visión del catedrático de la Universidad de Michigan, Richard L. Turits, al analizar "La Validación Intelectual de la Dictadura Trujillista e Impugnadores de esta Validación", en el primer panel del seminario Retrospectiva y Perspectiva del Pensamiento Político Dominicano, en el marco del Festival de las Ideas.

"¿Cómo pudo ese violento y corrupto tirano conquistar una aceptación popular para su régimen?", se preguntó el autor del libro "Fundaciones de Despotismo: Los campesinos, el régimen de Trujillo y la modernidad en la historia dominicana". Y a seguidas se respondió: "El extraordinario apoyo que concitó entre el campesinado el régimen de treinta y un años de Trujillo también había sido percibido por muchos observadores contemporáneos, entre los que se encontraba Juan Bosch, importante intelectual y entonces líder izquierdista de la comunidad de exiliados dominicanos, y quien posteriormente fue presidente de la República (1962-63)".

En 1991, Bosch recordaba haber advertido a otros exiliados revolucionarios que se embarcaron en una invasión a la República Dominicana a finales de la década de 1950 que: "Estaban equivocados si creían que sólo enfrentarían al Ejército de Trujillo y a nadie más, porque en adición a los soldados, tendrían que combatir a los campesinos... ‘No crean', les dije, 'que el campesinado dominicano los va a apoyar'". Y efectivamente, la investigación hecha por Richard L. Turits, en la que tiene como base metodológica la entrevista a campesinos dominicanos, plantea que realmente el campesinado enfrentó a los patriotas que combatieron el trujillato, y en muchos casos fueron ellos, quienes entregaron a los guerrilleros.

El texto sostiene que los historiadores tienden a minimizar la evidencia del apoyo popular que tenían las políticas de Trujillo, a la luz de las características totalitarias e inhumanas de su régimen y en algunos casos quizás también debido a criterios despectivos acerca de la racionalidad política del campesinado.

Plantea que "Sin embargo, según he podido documentar en mi libro Fundamentos del Despotismo, los esfuerzos de Trujillo para lograr una forma de populismo rural y fomentar políticas paternalistas eran mucho más sustanciosos de lo que previamente se había vislumbrado". Cita que el régimen distribuyó y preservó el acceso del campesinado a una gran parte del territorio nacional, mientras trataba a los campesinos como ciudadanos activos mediante una variedad de obligaciones civiles y rituales que los ataban al Estado. El estudioso norteamericano dice que la dictadura trujillista tuvo la posibilidad de elaborar políticas rurales efectivas en el marco de un discurso que no sólo aupaba el rol del campesinado en la nación, como nunca antes se había hecho, sino que también se hacía eco de las propias normas tradicionales del campesinado, sobre todo en lo referente a una economía moral profundamente enraizada en los derechos sobre la tierra.

Al profundizar sobre las políticas territoriales aplicadas por el dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina, el experto de la Universidad de Michigan sostiene que éstas pretendían no sólo asegurar el libre acceso de los campesinos a la tierra, algo de lo que tradicionalmente habían disfrutado, sino también tornar al campesinado en sedentario y concentrarlo, pues en ese entonces todavía estaba altamente disperso y ambulante, acostumbrado a la siembra de tumba y quema, al uso colectivo de los montes, y a la crianza libre en tierras sin cercas y de libre acceso.

El catedrático reflexiona indicando que al distribuir parcelas fijas y, además, proveer nuevas carreteras, materiales, créditos y canales de riego de los cuales dependen los agricultores sedentarios, el Estado encajó al campesinado en el rango de su propia visión, acceso y control efectivo. Y más adelante, establece que el apoyo de los campesinos a las políticas agrarias gubernamentales y su aceptación de un Estado nacional expansivo e intervencionista era, en parte, una reacción a la onda de modernización económica y política que ya había comenzado a mover y transfigurar parcialmente el campo dominicano desde principios del siglo XX.

Recuerda que durante el periodo de 1900 a 1930, antes del ascenso de Trujillo al poder, enclaves crecientes de agricultura comercial y el aumento del valor de la tierra en algunas áreas, habían propiciado esfuerzos para encerrar, mensurar y reclamar tierras a través de todo el país. Igualmente observa el investigador Richard L. Turits, que se establecieron nuevas formas de propiedad privada mediante leyes promulgadas por la dictadura militar existente durante la ocupación norteamericana de 1916 a 1924. Y comenta que en 1930 miles de campesinos habían sido desplazados por las compañías azucareras norteamericanas, las cuales habían obtenido títulos de propiedad de vastas extensiones de tierra en la región Este del país, entre Santo Domingo y La Romana.

Apunta que esas políticas rurales del régimen de Trujillo fueron concebidas por talentosos funcionarios públicos e intelectuales -como Rafael César Tolentino, Rafael Espaillat, Rafael Vidal y Rafael Carretero- quienes buscaban desarrollar un prototipo alternativo para modernizar, un modelo que había resultado atractivo a los pensadores dominicanos de las décadas precedentes.

Plantea que los líderes e intelectuales dominicanos habían preconizado la expansión agrícola comercial durante largo tiempo, pero durante el periodo de 1900 a 1930 un creciente número de ellos se desilusionó con el desarrollo comercial de las áreas del país. Sostiene que a partir ahí, "nuevas formas de desempleo rural y escasez de alimentos en las ciudades amenazaron la estabilidad y bienestar económico y social".

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.- La Legión Caribe en el ojo de la tormenta/José del Castillo Pichardo
13 Septiembre 2008

El tercer nicaragüense enrolado en la expedición de Luperón fue José Félix Córdoba Boniche. Con 25 años de edad, de oficio mecánico práctico, corrió mejor suerte que sus compatriotas Alberto Ramírez y Alejandro Selva, al sobrevivir como parte del grupo que Trujillo preservó para fines de investigación y como medio de prueba de la intervención de Guatemala, Costa Rica y Cuba en los asuntos domésticos de la República Dominicana. Justo en momentos en que el país apelaba a la vigencia de los instrumentos jurídicos del sistema interamericano, bajo la recién creada OEA, en consonancia con la posición de línea dura adoptada por los Estados Unidos contra la inestabilidad en el Caribe.

Córdoba Boniche era un luchador antisomocista que llevaba dos años exiliado en Guatemala impedido de entrar a Nicaragua. Ante el tribunal dominicano que lo sentenció a 30 años de trabajos públicos, declaró que tras el triunfo de José Figueres en la guerra civil costarricense -con el aporte decisivo en hombres y armas de la Legión Caribe ensamblada en Guatemala- permaneció por tres meses en Limón, Costa Rica, a la espera de invadir su país para derrocar a Somoza. Al frustrarse ese intento, regresó a Guatemala, donde luego sería reclutado por un ex oficial de la Guardia Nacional nicaragüense bajo la creencia de que la invasión se dirigía a Nicaragua. Utilizó este argumento como medio de defensa, señalando que sólo supo que venía a Santo Domingo 24 horas antes de embarcarse.

Amnistiado por ley del 20 de febrero de 1950, Córdoba Boniche fue deportado hacia Nicaragua, donde seguro le esperaban cárcel o muerte. Aprovechando una escala del avión en Panamá, logró escurrírsele a sus custodios y pedir asilo en ese país, desde donde se trasladó a La Habana. En abril de 1954 se le vinculó a un complot develado para liquidar a Somoza, fraguado en Guatemala con la participación de ex oficiales de la Guardia Nacional y antiguos combatientes de la Legión Caribe, que costó la vida al dominicano José Amado Soler y, dos años después, al ex oficial de la guardia presidencial hondureña, Jorge Rivas Montes, comandante de Cayo Confites en Cuba y de la revolución figuerista en Costa Rica, quien guardaba prisión condenado por esos hechos y era uno de los que venía en junio de 1949 en la expedición de Juancito Rodríguez.

Emigrado a México, Córdoba Boniche falleció en 1972, según refiere Tulio Arvelo. El general retirado Humberto Ortega narra en su obra "La epopeya de la insurrección", que tanto él como el líder sandinista Carlos Fonseca Amador -tras ser liberados de la cárcel en Costa Rica en octubre de 1970 por la acción de un comando sandinista y antes de viajar a Cuba- celebraron en Ciudad México un encuentro de "análisis político" con Tomás Borge y Edén Pastora, en el cual participó "el doctor José Córdoba Boniche". Lo cual revela que el mecánico práctico que sobrevivió a la dura manopla de Trujillo y a otras tantas aventuras revolucionarias en Centroamérica, aprovechó académicamente su estancia mexicana. Y que permanecía vinculado a las actividades antisomocistas.

El aporte costarricense a esta expedición de Luperón lo puso Alfonso Leyton, veterano de la toma de Puerto Limón durante la revolución de Costa Rica, quien estuvo bajo las órdenes del comandante de la Legión Caribe, Horacio Ornes. Herido en el poblado de Luperón por el raso del Ejército Leopoldo Puente Rodríguez, Leyton murió carbonizado en el Catalina, preservado su cadáver por el formol humanitario del Dr. Alejandro Capellán.

Muchos otros legionarios centroamericanos, mexicanos, españoles y cubanos -transportados por pilotos norteamericanos- estaban supuestos a arribar a tierra dominicana, conforme a los planes del general Juancito Rodríguez y sus asesores militares, esbozados desde su plataforma guatemalteca. Desde la firma en Guatemala del Pacto del Caribe en diciembre de 1947, la revolución figuerista -tras dos meses de combates y con un saldo de 2 mil muertos de ambos bandos- se había impuesto en Costa Rica a finales de abril de 1948, con el decisivo respaldo de los legionarios y las armas de Cayo Confites.

No en balde en la estructura de mando del Ejército de Liberación Nacional comandado por José Figueres, figuraba como jefe de Estado Mayor el coronel Miguel Ángel Ramírez Alcántara, dominicano, y el teniente coronel Jorge Rivas Montes, hondureño, jefe de Planes, Operaciones e Inteligencia de dicho EM (Estado Mayor, nh). (También, nh) el mayor Horacio Ornes, comandante del Batallón Legión Caribe, así como el mayor Francisco Morazán, hondureño, oficial ejecutivo del Batallón San Isidro; todos, considerados héroes de esas jornadas.

En el arsenal facilitado por Juancito Rodríguez a Figueres -"Yo puse en manos de la revolución de Costa Rica el siguiente equipo, que le dio el triunfo final y definitivo a las armas bajo su mando, equipo que logré como producto de mis sacrificios personales y de gestiones con poderosos amigos"- se contaban 800 fusiles cal. 30 (con 223 mil cartuchos), 200 fusiles "R" cal. 7 mm, 16 ametralladoras cal. 45, 10 "M" 7 mm, 8 Lewis cal. 7-65, 6 "H" cal 7 mm, con sus cargadores y municiones. También 450 granadas de mano y otras 400 cal. 42 mm "H", bombas de aviación, explosivos y detonadores.

Con este material bélico, reforzado, los internacionalistas de la Legión Caribe se proponían invadir Nicaragua para derrocar a Somoza, para lo cual se constituyó en Costa Rica el Ejército de Liberación Nacional de Nicaragua, bajo el mando de Rosendo Argüello. Como asesores de esta empresa fueron contratados los veteranos de la República Española, Fernando Sousa, Esteban Rovira, Daniel Lado y Alberto Bayo Giroud, quien laboraba entonces en la Escuela de Aviación Militar de Guadalajara.

Figueres facilitó una hacienda cafetalera y dinero para la operación de un campo de entrenamiento. En septiembre de 1948, el presidente electo Carlos Prío, quien asumiría en octubre de ese año, viajó a Costa Rica y comprometió ayuda cubana en armamento. Sin embargo, las disputas entre los exiliados nicaragüenses dieron oportunidad a Somoza para tomar la iniciativa y "darle su propia medicina" a Costa Rica. El 10 de diciembre una fuerza expedicionaria de exiliados costarricenses encabezada por el ex presidente Calderón Guardia invadió su patria desde Nicaragua, con el apoyo logístico de la Guardia Nacional.

Figueres no permitió que la Legión Caribe interviniera en el conflicto y llamó a la formación de milicias populares para defender su gobierno, invocando asimismo el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) y la intervención de la OEA. Fruto de esta mediación, Nicaragua y Costa Rica acordaron cesar las hostilidades y desmantelar las operaciones bélicas de exiliados fraguadas en sus respectivos territorios, firmando en febrero de 1949 un Pacto de Amistad. Tras años de colaboración, Figueres y Argüello tomaron rumbos distintos cuando los exilados nicaragüenses debieron salir hacia Guatemala.

Por eso, al trocarse el Pacto del Caribe por este Pacto de Amistad, el tenaz y vertical Juancito Rodríguez, con su acentuado hablar cibaeño, solía decir al referirse a don Pepe Figueres: "el mie'dita ése nos cogió las armas y nos traicionó a todos".

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.- Expedición de Luperón: la revancha del Cayo/José del Castillo Pichardo
16 agosto 2008

1947 fue un buen año para Trujillo. Clausurado el "interludio de tolerancia", removidos en junio los incómodos pro democracia Braden y Briggs del Departamento de Estado y abortada la invasión de Cayo Confites en septiembre, el reelecto presidente, ahora convertido en cruzado anticomunista, pudo respirar tranquilamente al amparo de la sombrilla de la Guerra Fría y las prioridades de la doctrina Truman de contención del comunismo. Aun así, en junio de 1949 debió sofocar, sin mayores contratiempos, una incursión armada de sus enemigos externos, procedente de Guatemala, que contó con la complicidad de Costa Rica y Cuba, así como de facilidades de autoridades de México. Esta vez, una pequeña fuerza multinacional de 12 hombres comandada por Horacio Julio Ornes, que partió del lago Izabal en Guatemala, logró alcanzar territorio dominicano acuatizando en la bahía de Luperón en un hidroavión Catalina.

El principal contingente que venía en otros dos aviones quedó entrampado en el trayecto. Una nave -en la que viajaba el general Juancito Rodríguez y el Dr. Eufemio Fernández, jefe de la policía secreta de Cuba bajo la presidencia de Prío- debió aterrizar de emergencia en una playa de la península de Yucatán en medio de una tormenta. La otra fue apresada en el aeródromo de la isla mexicana de Cozumel, donde hizo escala para reabastecerse de combustible, siendo detenidos sus ocupantes, encabezados por el general Miguel Ángel Ramírez Alcántara. Otros dos aviones rentados (uno mexicano y otro norteamericano) abandonaron la empresa en la víspera, desertando los pilotos con el dinero.

Como si esto fuera poco, la inteligencia del régimen infiltró el Frente Interno a través del ex capitán Antonio Jorge Estévez -quien al ganar la confianza de los líderes de Puerto Plata viajó como emisario a Puerto Rico y tuvo acceso a los planes expedicionarios-, permitiéndole a Trujillo desinformar a la organización y dislocar las ubicaciones de los grupos locales que debían servir de contraparte. En adición, según afirma Bernardo Vega en Global no.22, quince días antes del desembarco de Luperón, un republicano español se apersonó ante el embajador dominicano en México, Dr. Joaquín Balaguer, para denunciar la invasión. Fue llevado el 16 de junio ante el Jefe por Anselmo Paulino, con el propósito de armar un plan de contingencia, justo a tres días del desembarco de Luperón.

En esta oportunidad, Juancito Rodríguez se hizo asesorar por un grupo de republicanos veteranos de la Guerra Civil Española y de la resistencia francesa contra los nazis, entre los cuales estaba el teniente coronel Alberto Bayo, quien luego entrenaría a Fidel Castro y al Che Guevara en México para la expedición del Granma. Nueva vez, el general Rodríguez -con su dinero, liderazgo y tenacidad- figuraba como el jefe supremo de la revolución, secundado en el plano militar por Ramírez, Ornes y Fernández. Por su ascendencia en la política de Centroamérica se granjeó el respaldo pleno del gobierno de Juan José Arévalo en Guatemala y el más discreto de José Figueres en Costa Rica. Completó su esquema designando como delegado en Cuba a Juan Bosch -influyente en el entorno del presidente Carlos Prío, y lo propio en México al Dr. José Antonio Bonilla Atiles, quien diligenció la colaboración de estamentos del gobierno mexicano en algunos detalles operativos.

La conexión de esta empresa con Costa Rica tuvo su origen en la revolución producida en ese país en 1948 -que llevó a Figueres al poder-, la cual se benefició de las armas devueltas por el gobierno cubano a Juancito Rodríguez -quien tenía su base en Guatemala y había logrado el reintegro de parte del arsenal de Cayo Confites en su calidad de jefe y principal financista de esa expedición- y del aporte de veteranos del Cayo como Horacio Julio Ornes y Miguel A. Ramírez Alcántara, ambos considerados héroes del llamado Ejército de Liberación Nacional. Ornes comandó la Legión Caribe que tomó Puerto Limón y Ramírez Alcántara fue determinante en la batalla de San Isidro del General.

Durante 18 meses, Figueres encabezó la Junta Fundadora de la Segunda República que procedió, mediante decretos de ley, a establecer los derechos sociales, nacionalizar la banca, crear el Instituto Costarricense de Electricidad y la Oficina de Café, aboliendo finalmente el ejército, medidas consagradas en la Constitución de 1949. En su efímero tránsito como ministro de Relaciones Exteriores, entre abril y mayo de 1948, don Pepe Figueres rompió relaciones diplomáticas con el régimen de Trujillo en reciprocidad a la ayuda de los exiliados dominicanos en el triunfo de su Ejército de Liberación Nacional.

Estos hombres dirigirían en junio de 1949, con el general Rodríguez a la cabeza, la nueva intentona para derrocar a Trujillo. Tanto Ramírez Alcántara, Ornes, y Eufemio Fernández, al igual que los expedicionarios de Luperón Tulio H. Arvelo, Miguel A. Feliú Arzeno, Federico "Gugú" Henríquez y José Rolando Martínez Bonilla, estuvieron previamente en el Cayo, siendo así esta empresa una continuidad reducida de la anterior.

Sin los aprestos del proyecto de Confites, que fue concebido como una invasión masiva acompañada de bombardeo aéreo, desembarco marítimo de infantería y lanzamiento de paracaidistas, al estilo de la practicada por los aliados en Normandía, en esta ocasión el enfoque estratégico descansó en la movilización aerotransportada de una fuerza élite de veteranos, junto a una gran cantidad de armas que serían aprovechadas por hombres preseleccionados del denominado Frente Interno, a los cuales se les sumarían otros voluntarios.

Ornes Coiscou relata en su obra "Desembarco en Luperón" (prologada por Juan José Arévalo), que el plan era provocar un levantamiento interno armando a unos 1,200 insurgentes, número reducido a la tercera parte por razones de transporte. Como en otros planes de los exiliados, se asumía la premisa equivocada de un potencial estado insurreccional en el ánimo de la población.

Pero una vez más Trujillo se saldría con las suyas. El maleficio histórico que ha condenado a todas las expediciones dominicanas fraguadas desde el exterior para cambiar el orden de las cosas en Santo Domingo obraría a favor del dictador. No sólo la población negó apoyo al pequeño contingente que llegó a pisar suelo dominicano, sino que este grupo apenas representaba la sexta parte de la fuerza expedicionaria original que partió desde Guatemala. En efecto, tres grupos debieron arribar a tres puntos diferentes de la geografía nacional. El mayor, de 37, comandado por Juancito Rodríguez, debía desembarcar en el Cibao, ya en Constanza o en otro punto de La Vega, base social del rico hacendado.

El segundo, dirigido por Ramírez Alcántara, formado por 25 hombres, aterrizaría en San Juan de la Maguana, solar familiar del general. Mientras que el menor, de 12 combatientes, capitaneado por Ornes, lo haría por Luperón, Puerto Plata (provincia de donde era oriundo Ornes y desde cuya ciudad cabecera debía salir a su encuentro un grupo del Frente Interno), acuatizando el 19 de junio en un hidroavión Catalina. Estaba compuesto por ocho dominicanos, un costarricense y tres nicaragüenses; y como era costumbre, una tripulación de piloto, copiloto e ingeniero de vuelo, formada por tres norteamericanos.

Carbonizados en el Catalina al explotar los tanques de combustible por ametrallamiento practicado por un guardacosta de la Marina de Guerra, quedaron Hugo Kundhart y el nicaragüense Alberto Ramírez, heridos entre sí en un confuso incidente, el costarricense Alfonso Leiton, herido por un soldado dominicano, y Salvador Reyes Valdez, quien fungía como paramédico. Los tres norteamericanos y el nicaragüense Alejandro Selva fueron los primeros en abandonar el hidroavión y separarse del grupo principal. Tres días después fueron capturados y fusilados en el acto.

A 52 horas después del desembarco, el 22 de junio, el grupo principal fue emboscado y apresado por guardias y campesinos, entregado a las autoridades encabezadas por el capitán Dominico Pérez y el gobernador de Puerto Plata, Antonio Imbert. Gugú Henríquez y Manuel Calderón lograron evadirse pero fueron capturados más tarde y fusilados por instrucciones de Trujillo. Ya el dictador tenía en sus manos al contingente indispensable para presentarlo ante la OEA como medio de prueba del intervencionismo de Cuba, Costa Rica y Guatemala en los asuntos dominicanos.

Sobrevivieron y fueron enjuiciados: Horacio Julio Ornes Coiscou, Tulio Hostilio Arvelo Delgado, José Rolando Martínez Bonilla, Miguelucho Feliú Arzeno, y el nicaragüense José Félix Córdova Boniche. Diez años después, Feliú Arzeno participaría en la expedición del 14 de junio de 1959, ofrendando su vida por la causa libertaria dominicana.

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.- Amenazas externas al "Ilustre Jefe"/José del Castillo Pichardo
9 agosto 2008

Tras el triunfo aliado en la Segunda Guerra Mundial, el régimen de Trujillo tuvo que sortear en lo inmediato dos amenazas simultáneas en el frente internacional. Una fue la designación en el Departamento de Estado, en octubre de 1945, del polémico diplomático Spruille Braden como Assistant Secretary of State for Latin American Affairs, en reemplazo del complaciente Nelson Rockefeller. Este había visitado el país en noviembre de 1944 en su condición de coordinador de la oficina de asuntos interamericanos creada bajo Roosevelt, siendo agasajado e instrumentalizado por Trujillo, motivo de un tenso forcejeo con el incómodo embajador Ellis O. Briggs, quien le reclamaba a Rockefeller enfatizar en sus declaraciones la vigencia de los principios democráticos de la Carta del Atlántico. Este conflicto le costaría a Briggs la remoción del cargo en enero de 1945 y la degradación de rango, yendo a parar a China como ministro consejero, como lo explica en su libro de memorias "Proud Servant".

Braden había ganado fama por su beligerancia como embajador contrario a las dictaduras y a la penetración nazi y fascista en América Latina. En Cuba aplicó en 1944 una política que restringía a los empresarios norteamericanos financiar candidaturas en las elecciones de ese año, enfrentando directamente al presidente Fulgencio Batista en maniobras de último momento destinadas a desconocer el triunfo del candidato opositor, Ramón Grau San Martín, sobre el oficialista.

En Argentina, en 1945, este "Democracy's Bull" -como le llamó la revista Time- acusó de pro nazi y aliado del Eje al coronel Juan Domingo Perón, candidato presidencial oficialista, apoyando abiertamente a la oposición en un esfuerzo fallido de parar al líder de los "descamisados". Desde su nueva posición en el Departamento de Estado, Braden editó un Libro Azul sobre la Argentina documentando estas acusaciones. Pero "le salió el tiro por la culata", ya que Perón lanzó la consigna Braden o Perón -que apelaba al ego nacionalista- y ganó las elecciones de febrero de 1946. En sus funciones, Braden tuvo de segundo a Ellis O. Briggs como director de la Oficina de American Republics Affairs (1945-47), quien, como jefe de misión en la República Dominicana, entre junio de 1944 y enero de 1945, se caracterizó por una marcada antipatía hacia el régimen de Trujillo.

Antes, Briggs se desempeñó en la legación norteamericana en Cuba (1941-44), donde coincidió con Braden; estuvo en Perú y en la división de Europa Occidental del Departamento de Estado. Luego sería embajador en Uruguay, Checoeslovaquia, Corea, Perú, Brasil y Grecia, finalizando su carrera con honores. Ambos cruzados del credo liberal cesarían en sus funciones en Washington a mediados de 1947, no sin antes bloquear sistemáticamente las solicitudes de armas y municiones que hizo el gobierno dominicano al de Estados Unidos, argumentando que sólo servirían para fortalecer la capacidad de la dictadura para oprimir a su pueblo y agredir a sus vecinos. Por ello, la caída de este binomio fue celebrada ampliamente en la prensa trujillista, ya que significaba el desencaje de dos piezas claves adversarias enclavadas en el corazón del imperio.

La otra amenaza que debió enfrentar el "ilustre Jefe" provino de la existencia en el Caribe de un ambiente hostil encarnado por los gobiernos de Cuba, Haití, Venezuela y Guatemala, los cuales, en diferente medida, dieron apoyo a los exiliados dominicanos en sus planes para derrocar a Trujillo. Particularmente a la abortada expedición de Cayo Confites de 1947, que fuera la mayor operación bélica fraguada desde el exterior contra el régimen. Poco después se sumarían a los gobiernos de Guatemala y Cuba, los de Costa Rica y México, con motivo de la expedición de Luperón de junio de 1949.

En Haití, el presidente Elie Lescot (1941-46), quien estuvo asociado a Trujillo desde la década del 30 y recibió su respaldo financiero para alcanzar el poder, devino en su enemigo, siendo objeto de un intento de asesinato orquestado por un agente consular dominicano, y luego blanco de una campaña difamatoria, al revelarse la comprometedora correspondencia que había mantenido con Trujillo. Lescot, en represalia, hizo un aporte de 25,000 dólares a Juan Bosch, fruto de la hipoteca de su casa, para apoyar los planes de los exiliados contra su rival insular, siendo instrumental una carta de referencia otorgada por el presidente Rómulo Betancourt. Aunque Lescot fue depuesto en enero de 1946 por un golpe militar, su dinero sirvió para comprar los aviones destinados a la expedición de Cayo Confites.

Venezuela fue otra pieza fundamental del ajedrez del Caribe, aparte de su valor estratégico petrolero. Desde octubre de 1945 hasta febrero de 1948, Rómulo Betancourt, líder de Acción Democrática (AD), presidió una Junta Revolucionaria que sucedió al general Isaías Medina Angarita, propiciando una mayor participación estatal en los beneficios del petróleo explotado por compañías norteamericanas (el llamado 50% y 50%), una ley de reforma agraria y cambios en el sistema político consagrados a través de una Constituyente. Entre ellos, figuró la elección presidencial mediante voto directo, en vez de la elección indirecta a través del Congreso. En los comicios de diciembre de 1947, AD llevó a la presidencia al escritor Rómulo Gallegos, quien asumió en febrero de 1948 y fue derrocado en noviembre por los militares.

La política exterior de Betancourt fue de rechazo a las dictaduras, lo cual se tradujo en la ruptura de relaciones con la España franquista y los regímenes de Trujillo y de Anastasio Somoza. Venezuela acogió a los refugiados republicanos españoles, así como a los dominicanos. A finales de los años 20 Betancourt había residido brevemente en Santo Domingo y era, como otros líderes de AD, un aliado de los exiliados antitrujillistas.

El 12 de noviembre de 1945, los dominicanos realizaron una reunión pública en Caracas para condenar a Trujillo y apoyar a la Junta Revolucionaria de Venezuela, con la presencia de Juan Bosch, Dr. Ramón de Lara, Dr. Luis F. Mejía y Dr. Francisco A. Henríquez, así como del dirigente de AD, el poeta Andrés Eloy Blanco.

Un reporte de la Embajada Americana en Venezuela señalaba que "las relaciones entre Juan Bosch y sus seguidores y Acción Democrática han sido muy estrechas por mucho tiempo. Bosch y el Presidente de la Junta, Betancourt, son amigos íntimos y Rómulo Gallegos, Presidente de Acción Democrática, introdujo a Bosch durante un mitin de masas durante un viaje previo de este último".

Archiadversario del dictador dominicano, Betancourt contribuyó con los esfuerzos fraguados por los exiliados en el conato de invasión de Cayo Confites de 1947, y devino luego en dolor de cabeza para la geopolítica trujillista del Caribe tras la caída de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez en 1958 y su retorno al poder en 1959, al propiciar, junto a Fidel Castro, la expedición del 14 de junio para derrocar al tirano. Justo un año después, en junio de 1960, Rómulo Betancourt fue blanco de la venganza de Trujillo al perpetrarse un atentado dinamitero contra su vida, hecho que motivó las sanciones impuestas al régimen dominicano por la OEA en San José de Costa Rica.

En Guatemala, la caída de la dictadura de 14 años del general Jorge Ubico, como resultado de un movimiento cívico militar, desembocó en elecciones que fueron ganadas por el Dr. Juan José Arévalo, un educador exiliado en Argentina de ideas socialistas moderadas, quien presidió el primer gobierno de la llamada revolución guatemalteca (1945-51), cuyo segundo mandato correspondería al coronel Jacobo Arbenz (1951-54). Este último impulsaría la reforma agraria y sería derrocado por un movimiento militar liderado por el coronel Carlos Castillo Armas en medio de fuertes tensiones con la United Fruit Company y otras empresas norteamericanas como la Electric Bond and Share y la International Railways of Central América.

Mientras que Arévalo -un notable escritor de ensayos políticos adversos a las dictaduras latinoamericanas y de corte antiimperialista como "La Fábula del Tiburón y las Sardinas"- apoyó los planes de los exiliados dominicanos que llevaron a la abortada invasión de Cayo Confites, intermediando en la compra de armas al gobierno argentino.

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.- Un gordo en el bolsillo de Trujillo/José del Castillo Pichardo
19 julio 2008

De Cayo Confites salieron ganando Trujillo -quien se anotó un triunfo diplomático y ganó tiempo para ensamblar un formidable poderío militar- y Genovevo Pérez Dámera, el obeso jefe del ejército cubano que engrosó su fortuna personal y consolidó su hegemonía en la jerarquía político-militar de Cuba. Arrinconando a sus enemigos involucrados en la expedición (el influyente ministro Alemán, potencial sucesor de Grau en la Presidencia, Rolando Masferrer, Manolo Castro, los jefes policiales Fabio Ruiz y Mario Salabarría, y el coronel naval Agostini, encargado de Inteligencia del Palacio) y aumentando de paso el potencial bélico del ejército con la incautación de más de 16 aviones modernos junto a un abundante arsenal.

Célebre por la expresión "A los periodistas se les paga o se les pega", el "ventrudo y vitaminado" jefe siempre tuvo mala prensa. En ocasión de un desfile militar en el campamento de Columbia -piénsese en San Isidro en época de Ramfis-, al que asistían el presidente Carlos Prío y el presidente saliente Ramón Grau, un fotógrafo captó una escena en la que el sombrero de Grau se veía tirado debajo de su silla. Enterado el jerarca por un reportero de Prensa Libre, le sonó una bofetada, exclamando ante los atónitos periodistas: "¡Al que publique esa foto lo mando al hospital!". Era diciembre de 1948, a un año del desbande de Cayo Confites, y el protegido de Grau continuaba al frente de la máxima posición castrense, pese a las acusaciones públicas de que fue generosamente sobornado por Trujillo -una mala palabra en la Cuba de entonces. ¿Qué hubo de cierto en todo eso?
José Almoina refiere en "Una satrapía en el Caribe", que Trujillo envió a Washington a su canciller Arturo Despradel y a Manuel de Moya, con el propósito de realizar gestiones para abortar la expedición. Allí, se habría producido el contacto con Pérez Dámera, quien estaba recibiendo presiones de las autoridades norteamericanas para frenarla. De esta manera, según Almoina, se logró "parar con oro la expedición". Al respecto Juan Bosch -figura clave en el montaje de Confites-, relata un encuentro con éste en una playa cerca de La Habana. Tras saludarse, el exiliado antitrujillista le espetó: "Por ahí se dice que Trujillo te dio medio millón de pesos para que hicieras fracasar la expedición de Cayo Confites. ¿Qué hay de eso?". Pérez Dámera respondió: "Oye, si yo no meto la mano en ese lío para que ustedes no fueran a Santo Domingo, a esta hora estarían todos muertos, porque Trujillo estaba esperándolos para acabar con todos". "¿Y cómo convenciste a Grau para que te dejara hacer lo que nos hiciste?", preguntó Bosch, a lo que el cubano respondió con esa malicia habanera: "Le dije lo mismo que estoy diciéndote: que no iba a quedar uno vivo, porque Trujillo está muy bien preparado".
Mario Salabarría -el Mayor de la policía, Jefe de Investigaciones vinculado al MSR de Rolando Masferrer, que encabezó la fuerza atacante en los sucesos de Orfila, pretextados para desmantelar la invasión-, tras 28 años de presidio en Cuba, ofreció en Miami, en 1983, reveladores detalles sobre los nexos del jefe del ejército cubano y el dictador dominicano, así como interioridades del plan conspirativo.

"Genovevo Pérez venía relacionado con Trujillo, y aprovecha el problema de Orfila para dar la sensación que nosotros teníamos una conspiración, de acuerdo con Cayo Confites, para derrocar el gobierno. Él recibió, y Rolando lo dijo en la Cámara, un millón de dólares de Trujillo por desbaratar la expedición de Cayo Confites. Inclusive Rolando dio en una sesión de la Cámara el número de la cuenta y el banco donde él tenía su dinero depositado en Cuba. Cuando lo de Orfila, Genovevo estaba esa noche en Washington y regresó esa madrugada. Lo de Cayo Confites lo desbaratan al día siguiente o a los dos días, más o menos".

Salabarría sostiene que "Genovevo prácticamente dio un golpe de Estado", manteniendo a Grau como un virtual prisionero en Palacio, ya que controlaba la Guardia Presidencial. Pero más sorprendente aún es su afirmación de que "Grau estuvo como cuatro días con pérdida de memoria total", mientras Pérez Dámera desmantelaba Confites, algo "que muy poca gente sabe".

Señala que "aunque el gobierno americano también presionó, lo que decidió la cosa fue el soborno", ya que "el gobierno americano respetaba a Grau. Orfila fue el 15 de septiembre, y a los tres o cuatro días desbarataron lo de cayo Confites."

Relata que "Genovevo sabía que yo era un elemento vital en lo de Cayo Confites: resolví la estancia de los aviones que iban a bombardear Santo Domingo; resolví el problema del financiamiento con Alemán, y otras cosas. Aunque yo no figuraba en el grupo de dirigentes, pero las cosas que había que hacer, como hablar con el Presidente o el jefe de la Marina de Guerra, lo hacía yo. Allí no podían llegar cinco o seis aviones sin que el Presidente no lo conociera, y había que tenerlos en un aeropuerto con amplitud, como el del Mariel. Todo eso yo lo resolví". Para Salabarría "lo que veía en Cayo Confites eran enemigos de él".

Según Ciro Bianchi, el 19 de julio de 1949 La Voz del Yuna radió un mensaje de alerta: "General Pérez Dámera, general Pérez Dámera, ¡tenga cuidado! ¡La próxima víctima será usted! ¡Hay un complot organizado para matarlo!".

Aludiendo al asesinato en la víspera del coronel Arana, jefe del Ejército guatemalteco, quien rivalizaba en la sucesión presidencial de Arévalo con el coronel Jacobo Arbenz, vinculado a los enemigos de Trujillo. Ya que la emisora le había enviado un mensaje similar a Arana, el advertido general reforzó su seguridad y envió en secreto al coronel González Chávez, jefe de la aviación militar cubana, a entrevistarse con Trujillo.

En agosto, un reporte del evento llegó a Juan Bosch, quien informó al presidente Prío. Interrogado el oficial, admitió la misión. Confirmadas las sospechas de deslealtad, un corajudo Carlos Prío se trasladó a Columbia y destituyó al ventrudo general, poniendo en posesión al general Ruperto Cabrera.

Fue una ocasión, parafraseando al también obeso Arturo Logroño, en que "la soga se rompió por lo más grueso".

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.- Fidel y Masferrer en el Cayo: la paradoja del héroe y el villano/José del Castillo Pichardo
12 julio 2008

En sus conversaciones con Ignacio Ramonet, Fidel Castro identifica Cayo Confites con lo que no se debe hacer en una empresa revolucionaria. Reinaba el "caos y la desorganización". Una "fuerza mal entrenada e inexperta", sin "preparación ideológica", sin "táctica ni estrategia", "sería cuestión de horas liquidarla". El hoy Comandante en Jefe y entonces estudiante del 2do año de Derecho, planeaba irse a las montañas con su compañía, ya que "no se podía luchar frontalmente contra un ejército". Y "era tonto ignorarlo".

Contrario opinaba José Almoina -secretario particular de Trujillo, que vivió en el país hasta junio de 1947-, quien afirma que al percatarse este de "que los expedicionarios contaban con elementos muy serios... y que la cosa marchaba, pensó ganar con el dinero, adelantándose", sobornando en Washington al jefe del ejército cubano. Jesús de Galíndez estimaba que la dilación del proyecto obligó al gobierno de EE. UU. a cortar la compra de material bélico y al de Cuba a ordenar su desbande. Ante el "gesto suicida" final de los conjurados, "atajados por la Marina de Guerra cubana", entiende que lo sucedido "fue mejor para todos, quizás".

La duda que desliza el vasco victimizado por Trujillo, al igual que Almoina, sirve para contrastar el enfoque del héroe revolucionario en el que se convirtió Fidel Castro, con el de Rolando Masferrer, el influyente comandante del batallón Sandino, líder del Movimiento Socialista Revolucionario, quien como senador y editor de sendos diarios, derivó en villano al servicio de Batista.

El plan de Confites asumía la superioridad aérea de los complotados, con más de 16 aviones de última generación estacionados en la base naval de Mariel y en Rancho Boyeros, que servirían para bombardear objetivos estratégicos y cubrir el desembarco de la infantería, equipada con armamento moderno. Afectado por restricciones del departamento de Estado, todavía Trujillo no contaba con el poderío aéreo que alcanzó a partir de 1948 cuando se creó la Aviación Militar Dominicana y se compró una flota de aviones ingleses Beaufighter y Mosquitos, así como PT-17 Stearman para instrucción de vuelo.

En el personal de esa empresa no se ve la aludida falta de formación ideológica. Juan Bosch -de quien Fidel dice en su reflexión de la semana pasada que lo conoció en el Cayo y que "no era el jefe de la expedición, pero sí la más prestigiosa personalidad entre los dominicanos"-, junto a Jimenes Grullón, Cotubanamá Henríquez, Virgilio Mainardi Reyna, Ángel Miolán, Alexis Liz, habían fundado en 1939 el PRD con una plataforma de izquierda democrática. Jimenes Grullón había editado Ideas y doctrinas políticas contemporáneas (1939), República Dominicana, Análisis de su Pasado y su Presente (1940, con prólogo de Juan Bosch), y Una Gestapo en América (1941).

Chito Henríquez, Dato Pagán, Mauricio Báez, Tulito Arvelo, Pedro Mir, José Rolando Martínez Bonilla, Diego Bordas y otros confiteros venían del clandestinaje antitrujillista y la lucha abierta del "interludio de tolerancia" de mediados de los 40, enrolados en el Partido Democrático Revolucionario, el Partido Socialista Popular y la Juventud Democrática. Mir fue diputado constituyente del 47 junto a mi padre Francisco del Castillo -miembro del Frente Interno en cuya oficina de abogado al lado de la Catedral se celebró un congreso del PDRD-, cuando se introdujo la reforma financiera que creó el peso oro dominicano, el Banco Central y la Junta Monetaria.

Participaban antiguos combatientes de la Guerra Civil Española como Masferrer, Eufemio Fernández y el gallego Carlos Gutiérrez Menoyo (muerto en 1957 en el asalto al Palacio durante Batista), Feliciano Maderne, oficial del ejército cubano que luchó contra Machado. Veteranos de la Segunda Guerra eran Manolo Bordas y Gugú Henríquez. Respaldaron el gobierno progresista de Betancourt y el de Juan José Arévalo en Guatemala. Ambos regímenes de izquierda.

Antes de morir en Miami de un bombazo en 1975, Masferrer legó su versión de esta historia en una entrevista en la que rindió tributo al "acaudalado terrateniente dominicano, Juan Rodríguez García, hombre de gran integridad que empeñó su fortuna completa para luchar contra Trujillo, en una empresa que lamentablemente fue frustrada por la intervención del departamento de Estado de los Estados Unidos, que originalmente había dado su tolerancia a través de Angel Morales, un antiguo embajador del gobierno del presidente Horacio Vásquez en Washington, pero que después, mediante presiones y situaciones que Trujillo manejaba muy bien en el congreso de los Estados Unidos, fue frustrada".

Reconoció en Manolo Castro "el gran inspirador de la movilización de los cubanos en apoyo de la lucha para derrocar la tiranía de Trujillo". Tocándole a Masferrer "hacer el plan de instrucción militar y la academia de oficiales", y comandar un batallón, al igual que Eufemio Fernández, Diego Bordas y Maderne.

De Fidel Castro dice que "estaba a cargo de un pelotón de infantería, estuvo allí muy moderadamente, muy discretamente, no creó mayores conflictos", negando que se suscitara un altercado personal entre ellos en el Cayo. Y dio su versión del legendario episodio de la evasión que escenificó el futuro líder de la revolución cubana.

Es la misma historia, esta del Cayo, contada por el héroe y el villano.

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.- La historia real y el desafío de los periodistas cubanos/Fidel Castro
3 julio 2008
El líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, afirmó que la verdad en nuestros tiempos navega por mares tempestuosos, donde los medios de divulgación masiva están en manos de los que amenazan la supervivencia humana con sus inmensos recursos económicos, tecnológicos y militares.
Fidel Castro

Hace siete días hablé de uno de los grandes de la historia, Salvador Allende, a quien el mundo recordó con profunda emoción y respeto al conmemorarse el primer centenario de su nacimiento. Nadie, en cambio, vibró y ni siquiera recordó el día 24 de octubre de 1891, en que —18 años antes que nuestro admirado hermano chileno— nació el déspota dominicano Rafael Leónidas Trujillo.

Ambos países, uno en el Caribe y otro en el extremo Sur de América, sufrieron las consecuencias del peligro que previó y quiso evitar José Martí, quien en su famosa carta póstuma al amigo mexicano que luchó junto a Juárez, le transmitió un pensamiento que nunca me cansaré de repetir: "Ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida... para impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso".

A nuestra revolución victoriosa le correspondió simultanear la amistad de Allende y el odio de Trujillo. Este era un Pinochet rústico, engendrado por Estados Unidos en el Caribe. El déspota había sido fruto de una de las intervenciones militares yanquis en la isla que comparte con Haití y que fuera la primera colonia española. La infantería de Marina norteamericana había intervenido en esa República hermana para garantizar los intereses económicos y estratégicos de su país —no existía, por supuesto, una Enmienda Platt para encubrir la acción con una tenue túnica legal-.

En 1918, recluta entre otros, al aventurero y ambicioso criollo, hijo de un pequeño comerciante, lo entrena e ingresa con 27 años de edad en el Ejército nacional. Pasa un curso de capacitación en el año 1921 en la Academia Militar creada por los ocupantes del país y, transcurrido el mismo, se le designa como jefe de una guarnición y es ascendido al grado de Capitán por los servicios prestados a las fuerzas de intervención, sin ostentar el grado previo de teniente requerido para el ascenso.

Al cesar la ocupación yanqui en 1924, Trujillo estaba preparado como instrumento de Estados Unidos para ocupar altos cargos en la esfera militar, los que utiliza para el clásico golpe de Estado y las típicas "elecciones democráticas" que lo conducen en 1930 a la Presidencia de la República. El inicio de su gobierno coincidió con los años de la Gran Depresión que golpeó duramente a la economía de Estados Unidos.

Cuba, el país más dependiente y maniatado por los acuerdos comerciales, sufrió las mayores consecuencias de esa crisis. Se añadía la Base Naval y la humillante e innecesaria Enmienda, que les daba derecho constitucional a intervenir en nuestra nación, haciendo trizas su gloriosa historia.

En el país vecino, con menos dependencia económica directa, Trujillo, hombre astuto y lleno de ambiciones, manejó a su antojo los bienes de la clase media y la oligarquía dominicanas. Los principales centrales azucareros y otras muchas ramas industriales se convirtieron en propiedades personales suyas. Ese culto a la apropiación privada no ofendía los conceptos capitalistas del imperio. "Dios y Trujillo", proclamaban en todas partes los letreros lumínicos. Muchas ciudades, avenidas, carreteras y edificaciones llevaban su nombre o el de familiares allegados. El mismo año que ascendió a la Presidencia, un huracán golpeó fuertemente a Santo Domingo, capital del país. Después de restablecida, la bautizó con su nombre y se llamó oficialmente Ciudad Trujillo. Jamás se vio en el mundo un caso igual de culto a la personalidad.

Llevó a cabo en el año 1937, en el área de la frontera, una gran matanza de trabajadores haitianos que constituían su reserva de fuerza de trabajo agrícola y constructiva. Era un aliado seguro de Estados Unidos. Participó en la creación de Naciones Unidas y en la fundación de la OEA en 1948. El 15 de diciembre de 1952 viaja a Washington nada menos que ostentando el cargo adicional de embajador plenipotenciario ante la Organización de Estados Americanos. Permanece en ese país tres meses y medio. El 2 de julio de 1954 viaja a España a bordo de un trasatlántico, que lo transporta a Vigo. Franco, que era ya aliado del imperio, lo recibe en la estación Norte de Madrid con todo el cuerpo diplomático.

Mi relación con la República Dominicana data de mi época de estudiante universitario. Había sido honrado con la designación como Presidente del Comité Pro Democracia Dominicana. No parecía un cargo muy importante, pero, dado mi carácter rebelde, lo tomé en serio. Sin que se esperara, llegó la hora propicia. Los exiliados dominicanos impulsan en Cuba una fuerza expedicionaria. Me enrolo en ella cuando aún no había concluido el segundo año de mi carrera. Tenía entonces 21 años.
He contado en otras ocasiones lo que ocurrió entonces. Después de la malograda expedición de Cayo Confites, no estuve entre los más de mil prisioneros llevados al campamento militar de Columbia, encarcelamiento que dio lugar a la huelga de hambre de Juan Bosch. Habían sido confinados por el Jefe del Ejército de Cuba, General Pérez Dámera, que recibió dinero de Trujillo para interceptar la expedición, lo que se llevó a cabo cuando ya se aproximaba al Paso de los Vientos.
Una fragata de la Marina cubana, apuntando con sus cañones de proa a nuestra embarcación que iba delante, dio la orden de volver atrás y atracar en el puerto de Antilla. Me lancé al mar a la entrada de la Bahía de Nipe con tres expedicionarios más. Éramos cuatro hombres armados.
Conocí a Juan Bosch, prominente líder dominicano, en Cayo Confites, donde nos entrenamos, y pude conversar mucho con él. No era el jefe de la expedición, pero sí la más prestigiosa personalidad entre los dominicanos, ignorado por algunos de los principales jefes del movimiento y por los cabecillas cubanos, que contaban con importantes y bien remuneradas influencias oficiales. ¡Qué lejos estaba de imaginar entonces lo que hoy escribo!
Cuando once años después nuestra lucha en la Sierra Maestra estaba a punto de concluir victoriosamente, Trujillo otorgó un crédito a Batista en armas y municiones, que llegaron por avión a mediados de 1958. Le ofreció, además, transportar por aire tres mil soldados dominicanos, y posteriormente otra fuerza igual que desembarcaría por Oriente.

El primero de enero de 1959, la tiranía de Batista es derrotada por los golpes contundentes del Ejército Rebelde y la huelga general revolucionaria. El Estado represivo se desmorona totalmente a lo largo y ancho de la Isla. Batista huye a la República Dominicana. Con él viajan, entre otros siniestros personajes del régimen, el conocido esbirro Lutgardo Martín Pérez, su hijo de 25 años Roberto Martín Pérez Rodríguez, y un grupo de los principales jefes militares de su derrotado ejército. Trujillo recibe a Batista calurosamente y lo instala en la residencia oficial de invitados ilustres, enviándolo más tarde a un lujoso hotel. Le preocupa el ejemplo de la Revolución Cubana y, contando con los altos jefes del antiguo ejército batistiano y el probable apoyo de las decenas de miles de los componentes de las tres armas que lo integraban y la policía, concibe la idea de organizar la contrarrevolución y apoyarla con la Legión del Caribe, que contaría con 25 mil soldados del ejército dominicano.

El gobierno de Estados Unidos, conocedor de estos planes, envía a un oficial de la CIA a Santo Domingo para entrevistarse con Trujillo y valorar los planes contra Cuba. A mediados de febrero de 1959 se reúne con John Abbes García, Jefe de la Inteligencia militar dominicana. Le recomienda enviar agentes para reclutar elementos inconformes en las propias filas de la Revolución triunfante. No le informó que el gobierno de Estados Unidos contaba con William Alexander Morgan Ruderth, ciudadano norteamericano y agente de la CIA infiltrado en el Segundo Frente del Escambray, que lo ascendió a Comandante, y era uno de sus principales jefes.

El desarrollo de estos acontecimientos, que constituyen una fascinante historia, está recogido en libros de altos funcionarios de la Inteligencia y la Seguridad cubanas, testimonios de jefes de unidades del Ejército Rebelde que participaron en los hechos, autobiografías, declaraciones oficiales de la época, así como de periodistas nacionales y extranjeros, que resulta imposible mencionar en esta Reflexión.

Hay además un libro en edición, escrito por un compañero que a los 17 años ingresó en las Milicias, la que por su buena conducta y su mente ágil, lo pasó a la escolta del Primer Ministro y Comandante en Jefe, donde estudió taquigrafía, tomó después notas de las conversaciones y recogió el testimonio de cientos de participantes en los hechos que narra. Se trata de un capítulo de la historia de la Revolución que está lejos de cerrarse.

Como es de suponer, a los principales jefes revolucionarios se nos informaba constantemente de las noticias que llegaban de los planes enemigos. Concebimos la idea de asestar un fuerte golpe a la contrarrevolución yanqui, batistiana y trujillista.

Cuando ya las armas enviadas por mar desde la Florida para los golpes iniciales y los jefes y complotados estaban bajo riguroso control, se simuló una contrarrevolución exitosa en el área montañosa del Escambray y en Trinidad, que disponía de una pista aérea. Se aisló el municipio de esta pequeña y amistosa ciudad y se intensificó el trabajo político revolucionario.

Trujillo se entusiasmaba. Una compañía rebelde disfrazada de campesinos gritaba en la pista aérea: "¡Viva Trujillo! ¡Abajo Fidel!", de todo lo cual se informaba a la jefatura en la República Dominicana. Ésta había lanzado por paracaídas abundante parque. Todo marchaba bien. El 13 de agosto llegó un avión con el emisario especial de Trujillo: Luis del Pozo Jiménez, hijo de quien fue Alcalde batistiano de la capital y figura prominente del régimen. Indicó en un mapa las posiciones que debían ser bombardeadas por la Fuerza Aérea dominicana e indagó la cantidad de legionarios que se necesitaban en la primera etapa.

Con él vino otro enviado importante, Roberto Martín Pérez Rodríguez que, como ya se mencionó, viajó junto a su padre con Batista en su fuga hacia la República Dominicana aquel primero de enero. Lo acompañaban varios jefes mercenarios que venían ya para quedarse. El aparato debía regresar. Era tripulado por el mismo personal cubano que transportó a Batista en su huida. Yo estaba en las proximidades de la pista de aterrizaje con Camilo Cienfuegos y otros comandantes rebeldes. El jefe del personal militar cubano que descargaba las armas y equipos de comunicaciones enviados, interpretó que debía arrestar a los tripulantes de la nave. Al realizarlo, un copiloto se percata, dispara contra ellos y se generalizó el tiroteo. Los enviados de Trujillo y demás jefes mercenarios fueron arrestados. Hubo bajas.

Esa misma noche visité a los heridos de ambos bandos. No se podía seguir adelante con el plan. Hasta entonces todas las comunicaciones entre Trujillo y la contrarrevolución del Escambray se realizaban por onda corta. La emisora oficial de Trujillo emitía partes victoriosos similares a los que se escuchaban desde Radio Swan y Miami en los días de Girón. Nunca usamos las emisoras públicas de Cuba para propagar informes oficiales falsos.

Habría podido proseguirse el juego aun después de tomado el avión y de haber sido arrestados Luis del Pozo Jiménez y Roberto Martín Pérez Rodríguez, simulando desperfecto mecánico en la nave aérea que debía regresar, pero solo al precio de engañar y confundir al pueblo, inquieto ya por las noticias procedentes del Escambray sobre supuestas victorias contrarrevolucionarias, difundidas públicamente desde Ciudad Trujillo.

Ese 13 de agosto de 1959 cumplía yo 33 años de edad, estaba en la plenitud de la vida y de las facultades físicas y mentales. Se trataba de una importante victoria revolucionaria, pero a la vez una señal de los tiempos que vendrían y un triste obsequio que me hizo Rafael Leónidas Trujillo el día de mi onomástico. Veinte meses después enfrentaríamos Girón, la violencia y la sangre en el Escambray, en la orilla del mar, en ciudades y campos de todo el país. Era la contrarrevolución dirigida por Estados Unidos.

En ese país habrían fusilado a Roberto Martín Pérez Rodríguez y a Luis del Pozo Jiménez como mercenarios al servicio de una potencia enemiga. Los Tribunales Revolucionarios los sancionaron a prisión y no les tocaron un pelo. ¿Cuál fue el destino final de Martín Pérez? Emigró a Estados Unidos legalmente. Es hoy abanderado de la mafia terrorista cubano-americana que apoya al candidato republicano McCain.
Un prestigioso periodista e investigador canadiense, Jean-Guy Allard, describe el historial terrorista de Roberto Martín Pérez Rodríguez:

"... De hecho, de muy joven, 'Macho’ Martín Pérez" (así lo suele llamar) "se sumó a la policía de Batista y, a fuerza de maltratos a los presos en los últimos meses del sanguinario régimen, obtuvo el rango de sargento por sus singulares méritos. Tan cerca de Batista se encontraban el padre y el hijo que, el primero de enero del año 1959, en lugar de huir hacia Miami, siguieron al dictador a su refugio de República Dominicana.

... Liberado el 29 de mayo de 1987... en 1989 se integra a la Fundación Nacional Cubano-Americana (FNCA), creada por la CIA durante el gobierno de Ronald Reagan. Pronto dirige el comité paramilitar conformado por esta organización que asegura el financiamiento, entre otros, del grupo terrorista Alpha 66 y demás grupúsculos extremistas que actúan contra Cuba.

... Martín Pérez Rodríguez participó en la organización de toda una serie de fracasados intentos de asesinato del Presidente de Cuba, en distintas cumbres iberoamericanas. En 1994, en ocasión de la participación de Fidel en la IV Cumbre, en Cartagena de Indias, Colombia... adquirió un fusil Barret calibre 50 y medios explosivos que se trasladaron a Colombia desde Miami... ¡por avión!

... preparó un complot con vistas a la V Cumbre Iberoamericana en 1995, con Jiménez Escobedo y Eugenio Llameras. Ese año, reactiva este mismo plan en función de la Cumbre del Movimiento de Países No Alineados, también en Cartagena de Indias, Colombia. En 1997, en Isla Margarita, Venezuela, con la VII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, Posada monta otra conspiración con el apoyo directo de Martín Pérez Rodríguez, conjuntamente con otros directivos de la FNCA...

... fue firmante de la Declaración de apoyo al terrorismo contra Cuba que publicó la Fundación el 11 de agosto... Roberto Martín Pérez, Feliciano Foyo y Horacio García están entre los individuos que Posada designó públicamente como los ‘financieros’ de sus actividades terroristas en su entrevista de 1997 con el New York Times.

... apadrinó en Miami una exposición de cuadros de Bosch y Posada, los dos autores intelectuales del sabotaje contra el avión civil cubano, en 1976, en el que murieron 73 personas. En 1998, el gran defensor del ‘preso político’ realizó una de sus más sucias hazañas: con otros cabecillas de la mafia de Miami... llevó al nuevo jefe del FBI, el muy corruptible Héctor Pesquera, a realizar el arresto de cinco cubanos infiltrados en las filas de las organizaciones terroristas.

... se conoce su amistad indefectible con Guillermo Novo Sampoll, asesino del dirigente chileno Orlando Letelier...

El candidato republicano tiene que enterarse de que su protegido de 73 años de edad fue el primero en afirmar que el día de su soñada victoria contra la Revolución cubana pasaría un 'bulldozer' desde el Cabo de San Antonio hasta la Punta de Maisí, para eliminar la actual población de la Isla, culpable de ser vinculada de una forma u otra a la Revolución.

... en otra oportunidad, al ser interrogado sobre el peligro que se corría de matar a inocentes en un atentado contra dirigentes cubanos, declaró que ni le importaba si 'moría el Papa'".
La verdad histórica nos recuerda que el padre de John McCain comandó el asalto anfibio, la invasión y ocupación de República Dominicana en 1965 para enfrentar a las fuerzas nacionalistas dirigidas por Francisco Caamaño, otro gran héroe de esa nación al que conocí muy bien y siempre confió en Cuba.

Dedico esta reflexión de matiz histórico a nuestros queridos periodistas, por coincidir con el VIII Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba. Con ellos me siento en familia. ¡Cómo me habría gustado estudiar las técnicas de su oficio! La UPEC ha tenido la generosidad de editar un libro que titularon Fidel periodista, que será lanzado mañana por la tarde. Me enviaron un ejemplar, que contiene varios artículos publicados en órganos clandestinos o legales hace más de 50 años, con prólogo de Guillermo Cabrera Álvarez y selección, introducción y notas de Ana Núñez Machín.

A Guillermo Cabrera le puse el sobrenombre de El Genio desde mis primeros contactos con él. Fue la impresión que recibí de aquella fantástica persona que desgraciadamente murió el pasado año. Había sido operado del corazón tiempo atrás en nuestro prestigioso Centro Cardiovascular de la ciudad de Santa Clara, creado por la Revolución. Releí algunos de los artículos divulgados en Alerta, Bohemia, La Calle, y volví a vivir aquellos años. Ante la necesidad de transmitir ideas, escribí esos artículos. Lo hice por puro instinto revolucionario. Un principio apliqué siempre: las palabras deben ser sencillas; los conceptos, inteligibles para las masas. Hoy tengo más experiencia, pero menos fuerza, me cuesta más trabajo hacerlo. El nivel de nuestro pueblo, con la Revolución, es mucho más alto; la tarea es más difícil.

Desde el punto de vista revolucionario, no importan las discrepancias; lo que importa es la honestidad con que se opine. De las contradicciones saldrá la verdad. Tal vez en otra ocasión valdría la pena hacer el esfuerzo para expresar algunas observaciones sobre el asunto.

Ayer ocurrió un importante acontecimiento, que será tema principal en los próximos días: la liberación de Ingrid Betancourt y un grupo de personas que estaban en poder de las FARC, sigla de la organización Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. El 10 de enero del presente año, nuestro embajador en Venezuela, Germán Sánchez, a solicitud de los gobiernos de Venezuela y de Colombia, participa en la entrega a la Cruz Roja Internacional de Clara Rojas, quien fuera candidata a la Vicepresidencia de Colombia cuando Ingrid Betancourt aspiró a la Presidencia, y fue secuestrada el 23 de febrero de 2002. Consuelo González, miembro de la Cámara de Representantes, secuestrada el 10 de septiembre del 2001, fue liberada con ella.

Se abría un capítulo de paz para Colombia, proceso que Cuba viene apoyando desde hace más de 20 años como lo más conveniente para la unidad y liberación de los pueblos de nuestra América, utilizando nuevas vías en las complejas y especiales circunstancias actuales después del hundimiento de la URSS a principios de los 90 —que no intentaré analizar aquí—, muy diferentes a las de Cuba, Nicaragua y otros países en las décadas del 50, 60 y 70 del Siglo XX.

El bombardeo en horas de la madrugada del primero de marzo de un campamento en suelo ecuatoriano donde dormían guerrilleros colombianos y jóvenes visitantes de diversas nacionalidades, con uso de tecnología yanqui, ocupación de territorio, tiros de gracia a los heridos y secuestro de cadáveres como parte del plan terrorista del gobierno de Estados Unidos, repugnó al mundo. El 7 de marzo tenía lugar la Reunión del Grupo de Río en la República Dominicana, donde se condenó enérgicamente el hecho, mientras el gobierno de Estados Unidos lo aplaudía.

Manuel Marulanda, campesino y militante comunista, jefe principal de esa guerrilla creada hace casi medio siglo, vivía todavía. Fallece el 26 de ese mismo mes. Ingrid Betancourt, debilitada y enferma, así como otros cautivos en precarias condiciones de salud, difícilmente podrían resistir más tiempo. Por elemental sentimiento de humanidad, nos alegró la noticia de que Ingrid Betancourt, tres ciudadanos norteamericanos y otros cautivos habían sido liberados. Nunca debieron ser secuestrados los civiles, ni mantenidos como prisioneros los militares en las condiciones de la selva. Eran hechos objetivamente crueles. Ningún propósito revolucionario lo podía justificar. En su momento, será necesario analizar con profundidad los factores subjetivos.

En Cuba ganamos nuestra guerra revolucionaria poniendo de inmediato en libertad y sin condición alguna a los prisioneros. Entregábamos a la Cruz Roja Internacional a los soldados y oficiales capturados en cada batalla, ocupando sólo sus armas. Ningún soldado las depone si lo espera la muerte o un tratamiento cruel.

Observamos con preocupación cómo el imperialismo trata de explotar lo ocurrido en Colombia para ocultar y justificar sus horrendos crímenes de genocidio con otros pueblos, desviar la atención internacional de sus planes intervencionistas en Venezuela y Bolivia, y la presencia de la IV Flota en apoyo de la línea política que pretende liquidar totalmente la independencia y apoderarse de los recursos naturales de los demás países al sur de Estados Unidos.

Son ejemplos que deben ilustrar a todos nuestros periodistas. La verdad en nuestros tiempos navega por mares tempestuosos, donde los medios de divulgación masiva están en manos de los que amenazan la supervivencia humana con sus inmensos recursos económicos, tecnológicos y militares.

¡Ese es el desafío de los periodistas cubanos!

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.- Un "Cayo" en el zapato de Trujillo/José del Castillo Pichardo
21 junio 2008

La expedición de Cayo Confites de 1947 fue la mayor amenaza bélica al régimen de Trujillo, salvado el trance por el inicio de la Guerra Fría y el giro de prioridades del presidente Harry Truman, interesado más en preservar la paz en el Caribe que en propiciar la democracia. Como lo evidenció la caída en junio de Braden y Briggs, archirivales de las dictaduras en el Departamento de Estado.

La denuncia de que una brigada internacional comunista formada en Cuba, con el apoyo de Venezuela y Guatemala, se aprestaba a desestabilizar la región, surtió efecto. Reforzada por la "masacre de Orfila" que enfrentó el 15 de septiembre en La Habana a grupos armados del Movimiento Socialista Revolucionario y de la Unión Insurreccional Revolucionaria enquistados en la policía -ambos presentes en el Cayo-, precipitando la intervención del ejército para restaurar el orden.

Ello arrastró consigo la suerte de la expedición. Tras el urgente retorno desde Washington del jefe del ejército, general Pérez Dámera, quien venía de conferenciar con altas autoridades norteamericanas y diplomáticos de Trujillo, se tomaron medidas inmediatas para desbandarla. El embajador americano Henry Norweb exhortó a los aviadores de su país a abandonar la aventura, mientras el resto de los expedicionarios deambulaba por los cayos. En estas circunstancias, desesperado, el líder del MSR Rolando Masferrer intentó desviar la expedición hacia La Habana para tomar el poder en medio de la confusión, mientras Juan Bosch proponía desembarcar en Haití, antes que la marina de guerra cubana apresara los barcos.

Sorprende el equipamiento reunido para este proyecto concebido al estilo de Normandía, que logró movilizar hacia Cuba 16 aviones. Otros tres fueron detenidos en EE. UU.: un J2F-6, un PB-4Y y un B-24 Liberator, confiscados en Miami, Ponca City y Tulsa. Al abortar, el ejército cubano incautó 12 aviones trasladados a la base aérea de Columbia: 6 de combate Lockheed P-38 (F-5); 2 bombarderos patrulleros Lockheed Vega Ventura; 2 bombarderos B-25 Mitchell; 1 bombardero Consolidated B-24 Liberator; 1 transporte C-46A Curtis Commando. En adición, los revolucionarios mantuvieron en Rancho Boyeros 2 Cessna UC-78 Bobcats, 2 Douglas C-47 y 2 Vultee BT-13. Según Masferrer la idea era utilizar 6 Douglas de transporte para lanzar 225 paracaidistas.

Miolán dice en "Hombres de Cayo Confites" que de los nueve barcos con que contaba la expedición, solamente tres estaban en su poder" al momento de intentar salir de Cuba. Eran el LCT (Landing Craft Tank) Libertad, rebautizado Aurora, el LCI (Landing Craft Infantry) No.1006, renombrado El Fantasma y también Máximo Gómez, y la goleta blindada dominicana Angelita, designada Maceo (120 pies, revestida de planchas de hierro con motor diesel). El "crash boat" Victoria, llamado Berta (110 pies con dos motores diesel), ya había sido apresado. Otros barcos comprometidos eran un LCI rebautizado Patria (que había sido retenido en Baltimore en agosto de 1947), y dos PT (Patrol Torpedo) boats de los utilizados en la Segunda Guerra, estacionados en la base de Mariel.

El arsenal hallado en la finca América del ministro Alemán -que llenó 13 camiones- y en los barcos muestra un impresionante material de guerra adquirido en EE. UU. y Argentina. Unos 3 mil fusiles Mauser, 215 subametralladoras Thompson, 50 ametralladoras de patente alemana, 10 rifles automáticos, pistolas Colt 45 (para los oficiales), acompañados de varios millones de municiones. También 15 bazookas con 300 cabezas, decenas de bombas (incluso de 300 libras), 300 bombas fragmentarias, 2 mil libras de dinamita, 300 cohetes, 3 morteros Brandet 81 mm, 2 mil granadas de mano y 3 cañones de 37 mm. El general Pérez Dámera declaró a la prensa el 20 de septiembre que el arsenal de la finca América iba a ser usado en una conspiración contra el ejército.

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.- El impacto catalizador: Cayo Confites/José del Castillo Pichardo
14 junio 2008

La expedición de Cayo Confites de 1947 fue el punto de encuentro de los grupos que habían antagonizado a Trujillo en los años 30 y 40 y su más seria amenaza. Aunque abortada, parte de su saldo sirvió en 1948 a la revolución costarricense que llevó a Figueres al poder, en la que Ramírez Alcántara y Horacio Julio Ornes ganaron galones. De allí -con Guatemala como base y México como escala- surgió la expedición de Luperón de junio del 49. Una década después, tras el retorno de Betancourt a la presidencia de Venezuela y el triunfo de Fidel en Cuba, se formó el haz internacional propiciatorio de la expedición de junio del 59. El comandante de Maimón, José Horacio Rodríguez, hombre del Cayo y de Luperón, encarnó la continuidad de este empeño, que fructificó en el movimiento clandestino 14 de Junio, develado en enero del 60 y en la conjura mortal de la noche del 30 de mayo de 1961.

Bajo Grau San Martín (1944-48), Cuba derivó en un activo centro del exilio antitrujillista, con la simpatía de políticos, universitarios, intelectuales y medios de prensa. Allí se fundó el PRD en 1939 y funcionaba un Comité Pro Liberación de Sto. Domingo formado por personalidades. El influyente ministro Carlos Prío Socarrás -luego primer ministro y presidente en 1948- estaba ligado a los exiliados a través de su cuñado, Cotubanamá Henríquez (hermanastro de los Henríquez Ureña), Juan Bosch y René Fiallo, primo de los miembros del Frente Interno, doctores Viriato y Antinoe Fiallo.

Aprovechando la ola democratizadora de postguerra, se organizó en Cuba una fuerza expedicionaria internacional para invadir el país por vía marítima y aérea, encabezada por Juancito Rodríguez, Ángel Morales, Juan Bosch, Leovigildo Cuello, Juan Isidro Jimenes Grullón, Virgilio Mainardi Reina y por dirigentes de grupos de acción política cubanos (Rolando Masferrer, Manolo Castro, Eufemio Fernández). Con el apoyo logístico del ministro de Educación, José Manuel Alemán, y la coordinación con las autoridades militares. Venezuela y Guatemala -encabezadas por Betancourt y Arévalo- dieron su aprobación.

El lugar escogido fue Cayo Confites, un pequeño islote de arena al Norte de la provincia de Camagüey, donde acamparon más de mil hombres en armas, entre ellos veteranos de la Segunda Guerra Mundial y de la Guerra Civil española (Tulio Arvelo refiere 1,300: mayoría cubana, 400 dominicanos y algunos centroamericanos). Equipados con una flotilla de barcos y aviones, así como de armamento moderno, adquiridos en Estados Unidos de los saldos de guerra del conflicto bélico mundial y en Argentina, utilizándose para esto último la mediación de Guatemala.

Presiones de Estados Unidos sobre las autoridades cubanas, coincidentes con los incidentes del reparto Orfila de Marianao el 15 de septiembre, que sacudieron a la opinión pública y el alegado soborno de Trujillo al general Pérez Dámera, hicieron abortar la expedición a finales de septiembre de 1947 con la intervención del ejército y la marina de guerra. El resto de los expedicionarios que se propuso enrumbar hacia Santo Domingo fue interceptado y apresado, llevado al puerto de Antilla en Oriente y de allí trasladado en tren a La Habana hasta el complejo militar de Columbia, liberado días después. Fidel Castro, uno de los expedicionarios, se lanzó al mar para evitar el arresto.

Un reporte de la Embajada Americana en Cuba de octubre del 47 concluía que la expedición pudo ser exitosa, indicando entre sus responsables a las autoridades cubanas que la respaldaron y a las norteamericanas que la consintieron, al ser este país donde se adquirió el grueso del equipo bélico y de donde procedía el personal técnico, como eran los pilotos reclutados como soldados de fortuna. La Guerra Fría que se iniciaba frisó esta oportunidad de derrocar a Trujillo.

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