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.- Primera Guerra Mundial


Primera Guerra Mundial (La Gran Guerra). Fue una confrontación bélica entre países europeos que inició el 28 de julio de 1914 y finalizó el 11 de noviembre de 1918 (con el armisticio de Alemania)


Primera Guerra Mundial: El 28 de junio de 1914, el asesinato en Sarajevo del heredero de la corona austrohúngara, el archiduque Francisco Fernando de Austria, fue la chispa que desencadenó el conflicto. El autor material del asesinato fue Gavrilo Princip, un estudiante bosnio vinculado a la sociedad secreta La Mano Negra, organización nacionalista radical de la que formaban parte oficiales del servicio secreto serbio y que estaba en contacto con los jóvenes activistas bosnios

.- La Primera Guerra Mundial
(Tomado de Biografías y Vidas)

.- Primera Guerra Mundial: primer gran conflicto internacional del siglo XX

.- Primera Guerra: La 'Weltpolitik', camino al gran conflicto mundial



La Primera Guerra Mundial

En 1914 estalló la guerra más mortífera habida hasta entonces en Europa. Las razones de un conflicto bélico de esta magnitud hay que buscarlas en las rivalidades económicas y coloniales entre las grandes potencias y en los conflictos y reivindicaciones nacionalistas en el seno del continente. La Primera Guerra Mundial enfrentó a dos bloques de países: los aliados que formaban la Triple Entente (Francia, Inglaterra y Rusia, a los que se unieron entre otros Bélgica, Italia, Portugal, Grecia, Serbia, Rumanía y Japón) y las potencias centrales de la Tripe Alianza (el Imperio alemán y el Imperio austrohúngaro, apoyados por Bulgaria y Turquía).

Soldados británicos en la batalla del Somme (1916)

Aunque todo el mundo creyó que sería breve, la Primera Guerra Mundial se prolongó por espacio de cuatro años (1914-1918). Tras una fase de estancamiento en que la muerte de centenares de miles de soldados en las trincheras apenas movió los frentes, en 1917 los Estados Unidos entraron en la guerra en apoyo del bando aliado, que resultaría a la postre el vencedor. Las tensiones de la guerra propiciaron en octubre de 1917 el triunfo de la Revolución Rusa, la primera de las revoluciones socialistas, que se convertiría en referencia para las organizaciones y partidos de la clase obrera en el siglo XX. Con la devastación demográfica y económica ocasionada por la Primera Guerra Mundial se inició el declive de la Europa occidental en favor de nuevas potencias emergentes: los Estados Unidos, Japón y la URSS.

La Europa de 1914

Como consecuencia de la expansión industrial de las décadas anteriores y del dominio colonial, en 1914 Europa el centro económico, político y cultural del mundo. El viejo continente, sin embargo, no era en absoluto un conjunto homogéneo. Francia, Gran Bretaña y Alemania lideraban casi todas las ramas de la industria; entre las tres naciones se estableció una feroz competencia en la que los germánicos comenzaron a destacar. Rusia, el Imperio austrohúngaro, Turquía y las pequeñas naciones de los Balcanes habían comenzado a modernizarse, pero todavía la mayor parte de la población de estos países vivía de la agricultura.

Desde el punto de vista político, Francia y Gran Bretaña gozaban de sistemas democráticos, mientras que los imperios alemán y austrohúngaro, pese a fundarse en constituciones liberales, se regían por sistemas más autoritarios. Rusia, pese a las reformas iniciadas en 1905, era un imperio en el que el Zar mantenía una autoridad casi absoluta.

La rivalidad económica y las tensiones generadas por las aspiraciones contrapuestas de los nacionalismos favorecieron a finales del siglo XIX la configuración y consolidación en Europa de dos grandes alianzas internacionales fuertemente armadas. Las relaciones políticas internacionales descansaban desde 1871 en el sistema de alianzas y equilibrio entre las grandes potencias que había diseñado el canciller Otto von Bismarck con el objetivo de aislar a su rival, Francia, y colocar a Alemania en una situación de supremacía en el continente europeo.

Europa en 1914: la Triple Alianza y la Triple Entente

Ya en tiempos de Bismarck, y por iniciativa del estadista alemán, se había constituido la Triple Alianza (1882), que agrupaba a los llamados Imperios Centrales (El Imperio alemán y el Imperio austrohúngaro) y al reino de Italia, que no obstante se uniría al bando contrario tras iniciarse las hostilidades. El ascenso al trono de Guillermo II, que destituyó de Bismarck (1890), intensificó el expansionismo económico del Imperio alemán. La respuesta al peligro potencial que suponía la Triple Alianza fue la Triple Entente: lentamente gestada y negociada entre 1894 y 1907, consiguió reunir los intereses comunes de Francia, el Reino Unido y el Imperio ruso.

Causas de la Primera Guerra Mundial

Las causas profundas de la Primera Guerra Mundial se sitúan tanto en el orden económico como en el político, y pueden reducirse al antagonismo económico y colonial entre las principales potencias industriales (Francia e Inglaterra por un lado y Alemania por otro) y a la exacerbación de los conflictos territoriales de signo nacionalista.

La unificación de Alemania en 1871 había convertido a esta nación en una gran potencia que amenazaba directamente los intereses económicos de Francia y del Reino Unido. La fuerte competencia por la búsqueda de nuevos mercados y materias primas ya había provocado tensiones y enfrentamientos por la pretensión alemana de extender su imperio colonial, la cual chocaba con el reparto diseñado por sus rivales. Gran Bretaña y Francia tenían numerosas posesiones en todo el mundo, e incluso algunas naciones pequeñas o pobres, como Bélgica y Portugal, dominaban zonas más extensas que sus propios estados. Los Imperios Centrales, en cambio, habían llegado tarde al reparto colonial. El Imperio austrohúngaro carecía de colonias, y Alemania únicamente había conseguido, después de muchas tensiones, cuatro territorios africanos sin riquezas ni demasiadas posibilidades económicas (Togo, Camerún, el desierto de Namibia y la actual Tanzania).

Este componente económico hizo que, al estallar el conflicto, las organizaciones obreras denunciasen la situación como una guerra de intereses propia del capitalismo y rechazasen la participación en la contienda bélica. Los líderes socialistas de algunos países, como el francés Jean Jaurès, se pronunciaron inequívocamente contra un conflicto que calificaban de imperialista. Pero la división de los socialistas europeos y el asesinato de Jaurès desmoralizó la oposición pacifista, y el sentimiento nacionalista acabó por imponerse incluso entre los obreros, que ingresarían sin reticencias en los respectivos ejércitos.

Soldados franceses entonan La Marsellesa antes de partir hacia el frente (París, agosto de 1914)

En el plano político, la penetración del ideario nacionalista en buena parte del cuerpo social de los distintos pueblos y países contribuyó a crear un clima de belicosidad. La Revolución francesa había introducido como principio el derecho de los pueblos que compartían un origen y lengua comunes a constituirse en naciones soberanas. Algunos movimientos nacionalistas llegaron a colmar parcial o totalmente sus aspiraciones a lo largo del siglo XIX (independencia de los Países Bajos en 1830, unificación de Italia en 1861, unificación de Alemania en 1871); pero, a principios de siglo XX, la mayor parte de las reivindicaciones nacionalistas seguían sin satisfacerse.

Exaltando la grandeza y la gloria de la propia nación frente a las otras, el nacionalismo proclamaba la necesidad de una unión sin reservas de todos los ciudadanos contra el enemigo exterior común; tal doctrina, que allanaba desigualdades sociales y discrepancias políticas o culpaba al vecino de los problemas económicos, convenía a las clases dirigentes, y se vio fomentada en la escuela, en el servicio militar o mediante celebraciones patrióticas; incluso en la prensa, principal medio de comunicación de la época, se denigraba sin pudor al enemigo. El fuerte espíritu patriótico presente en los discursos políticos eclipsó los argumentos planteados por los líderes socialistas y obreros. Así, las reivindicaciones territoriales formuladas por ejemplo por el nacionalismo francés (devolución de Alsacia y Lorena, en poder de Alemania) y por el nacionalismo italiano (incorporación de las regiones del norte de Italia, en poder del Imperio austrohúngaro) cuajaron en los ciudadanos hasta hacer sentir esas regiones como territorios «irredentos» que debían ser liberados e incorporados a la nación.

Voluntarios en una oficina de reclutamiento británica

En la Europa central y oriental y particularmente en los Balcanes, por otro lado, diversas minorías reclamaban su derecho a formar un Estado propio, mientras países como Serbia y Bulgaria se consideraban legitimados para una ampliación de fronteras que acogiese a todos los miembros de la patria; todo ello chocaba con los intereses de los imperios colindantes, es decir, el Imperio austrohúngaro y el Imperio turco. Las reivindicaciones de los pueblos eslavos eran defendidas por Rusia, que a su vez perseguía una salida al Mediterráneo que mejorase su posición geoestratégica.

En este complejo panorama, la recuperación de territorios históricos por naciones consolidadas y el afán independentista de los pueblos sin Estado convivía con aspiraciones transnacionales. Diversas corrientes de pensamiento alimentaban el deseo de conseguir, más allá de las propias fronteras, la unificación de los pueblos de origen común; las más importantes eran el pangermanismo alemán, que pretendía agrupar en un gran imperio todos los pueblos de origen germánico, y el paneslavismo serbio, que proponía la unión bajo un mismo Estado de los pueblos eslavos.

El detonante: el atentado de Sarajevo

La Primera Guerra Mundial vino precedida por diversos conflictos locales que pusieron a prueba las alianzas internacionales y no hacían sino presagiar un enfrentamiento a gran escala que cualquier chispa podía encender. Perfectamente conscientes de ello, muchas naciones habían venido realizando fuertes inversiones en el fortalecimiento y modernización de sus ejércitos, dotándolos de una potencia formidable con finalidades teóricamente defensivas; la escalada armamentista alcanzó tal nivel que el periodo comprendido entre 1871 y 1914 es llamado «La paz armada». Las fricciones por cuestiones coloniales dieron pronto lugar a diversas crisis, entre las que destacan las causadas por el dominio de Marruecos (1905 y 1911), resueltas ambas en perjuicio de Alemania y en favor de los franceses, que contaban con el apoyo de Inglaterra.

El asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria desencadenó la Primera Guerra Mundial

Otro constante foco de tensiones era la zona de los Balcanes, encrucijada de etnias diversas y objeto de interés de distintos países. Para el Imperio austrohúngaro, que carecía de colonias y de una fácil salida al mar, los Balcanes constituían uno de los mercados más importantes; por este motivo rechazaba la aspiración de Serbia de unificar todos los pueblos eslavos meridionales en un solo país. El Imperio otomano, que durante siglos había controlado la zona, quería conservar su prestigio e influencia en la misma; el Imperio ruso, como ya se ha indicado, necesitaba conseguir una salida al Mediterráneo, y por ello se erigió en defensora de los pueblos eslavos. Todos estos agentes e intereses se enfrentaron en la Guerra de los Balcanes (1912-1913), que apenas llegó a resolver nada; en 1914, la zona seguía siendo un polvorín.

En una situación tan conflictiva como aquélla, un enfrentamiento entre dos países que, en otras circunstancias, habría quedado aislado o se habría superado por medio de negociaciones, dio pie al estallido de la guerra más sangrienta conocida hasta entonces. El 28 de junio de 1914, el asesinato en Sarajevo del heredero de la corona austrohúngara, el archiduque Francisco Fernando de Austria, fue la chispa que desencadenó el conflicto. El autor material del asesinato fue un estudiante bosnio vinculado a la sociedad secreta La Mano Negra, una organización nacionalista radical de la que formaban parte oficiales del servicio secreto serbio y que estaba en contacto con los jóvenes activistas bosnios.

Desarrollo y fases de la Primera Guerra Mundial

El atentado provocó la indignada protesta del gobierno austrohúngaro, que por medio de un duro ultimátum amenazó a Serbia con la guerra si no atendía sus exigencias de tomar medidas inmediatas contra los nacionalistas radicales serbios. La negativa serbia condujo a una declaración de guerra y puso en marcha el sistema de alianzas: sucesivamente se implicaron Rusia, Alemania, Francia e Inglaterra. Recibida con cierto entusiasmo entre la población de los países contendientes, comenzaba la «Gran Guerra», así llamada por aquel entonces; tras la nueva conflagración que asoló Europa entre 1939 y 1945, ambos conflictos serían bautizados con ordinales: «Primera Guerra Mundial» (1914-1918) y «Segunda Guerra Mundial» (1939-1945).

Los contendientes de la Primera Guerra Mundial

Las fuerzas de los dos bloques enfrentados eran bastante equilibradas. La superioridad naval y numérica de la Triple Entente (Francia, Inglaterra y Rusia) era compensada, en los Imperios Centrales, por la capacidad de movilización y un potencial bélico mayor. El Imperio alemán y el austrohúngaro carecían de grandes dominios coloniales, pero formaban un bloque territorial compacto y coordinado.

Con la idea de derrotar a Francia antes de que pudiese recibir la ayuda de Inglaterra y de que una ofensiva de Rusia los obligase a combatir en dos frentes, los alemanes aplicaron de inmediato el plan Schlieffen, concebido años atrás por el anterior jefe del Estado Mayor alemán, el mariscal Alfred von Schlieffen. Este plan de ataque preveía un vasto movimiento de las fuerzas alemanas que, en seis semanas, habían de penetrar en Francia pasando por Bélgica, eludiendo así las tropas y fortificaciones fronterizas francesas.

El espejismo de una guerra rápida (1914)

Bajo la dirección del general Helmuth von Moltke, el ejército alemán venció la resistencia belga, atravesó el país y en pocos días se adentró en territorio francés, pero el embate germánico fue frenado alrededor del eje constituido por el río Marne. Las fuerzas francesas, dirigidas por el general Ferdinand Foch, resistieron el avance alemán, pero carecieron a su vez del poderío militar suficiente para forzar su retirada; con todo, al disipar la posibilidad de una rápida ofensiva que llevase a los alemanes a las puertas de París, la batalla del Marne (6-9 de septiembre de 1914) resultó decisiva; representó asimismo un triunfo moral para los franceses y marcó el curso ulterior de la guerra.

Nuevas batallas y combates entablados desde el río Marne hasta el Atlántico tuvieron un desenlace similar; el frente occidental se estabilizó y, a principios de 1915, ambos bandos se encontraban atrincherados en una línea de ochocientos kilómetros que se extendía desde Suiza hasta la ciudad belga de Ostende, en la costa del Mar del Norte. Prácticamente no cambiaría hasta la primavera de 1918.

Desarrollo de la Primera Guerra Mundial

En el frente oriental, Alemania hubo de responder a la ofensiva lanzada por Rusia. Mal entrenadas y poco coordinadas, las tropas rusas fueron vencidas por las alemanas, comandadas por los generales Paul von Hindenburg y Erich Ludendorff, en la batalla de Tannenberg (26-30 de agosto de 1914). Los rusos sufrieron numerosísimas bajas, pero su acción posibilitó el éxito de Francia en el frente occidental, ya que obligaron al general alemán Helmuth von Moltke a trasladar diversas divisiones del frente occidental al oriental para frenar la ofensiva rusa. La ausencia de estas divisiones fue decisiva para inclinar la batalla del Marne en favor de los franceses.

Pese a la derrota frente a los alemanes, el Imperio ruso obtuvo algunas victorias sobre los austriacos; pero, aunque no tan firmemente como el occidental, el frente oriental quedó también estabilizado en una línea que se extendía desde el mar Báltico a los Montes Cárpatos. A finales de 1914, estaba claro que la guerra sería larga. Ante los exiguos resultados conseguidos por la llamada «guerra de movimientos» de 1914 (rápidas movilizaciones de grandes contingentes para aplastar al enemigo), los estados mayores se prepararon para la «guerra de posiciones», es decir, para una agotadora guerra de desgaste que se prolongaría casi hasta el final de la contienda.

La guerra de trincheras (1915-1916)


A principios de 1915, ambos bandos construyeron complejas líneas de trincheras que serpentearon por los cientos de kilómetros del frente. La fortificación alcanzaría tal grado de virtuosismo que ninguno de los contendientes lograría una penetración decisiva. Al quedar protegidos los soldados del alcance de las ametralladores enemigas, la capacidad armamentística (morteros, lanzagranadas, lanzallamas) y muy especialmente la artillería pesada se transformó en dueña y señora del campo de batalla. La industria siderometalúrgica se puso al servicio de las necesidades militares y produjo masivamente cañones, morteros y obuses. El consumo de municiones en los primeros meses de la guerra rebasó largamente las previsiones, y la cuestión del aprovisionamiento acabó trasformándose en un asunto esencial, que obligó a modernizar y planificar la producción y a utilizar mano de obra femenina.

Mujeres trabajando en una fábrica de obuses

Ciertamente, la única arma eficaz contra las trincheras era la artillería, pero ni siquiera los bombardeos de saturación podían garantizar una ruptura del frente, ya que eran contrarrestados por la mayor eficacia de las medidas de protección personal y la complejidad de la red defensiva, que incluía el escalonamiento en profundidad de las fuerzas de reserva. Sin embargo, mientras los frentes se mantenían incólumes, las trincheras registraban espantosas carnicerías. Después de cada batida de la artillería, el terreno quedaba arrasado, cubierto de hombres destrozados o mutilados. Las trincheras se convirtieron en un infierno porque, además, las condiciones higiénicas eran deplorables; el abastecimiento, insuficiente; y la tensión, insoportable. El uso intensivo de armas como los gases letales obligó además a los soldados a luchar con unas máscaras que reducían la visibilidad e intensificaban su angustia.

Ante esa situación de estancamiento, durante el año 1916 alemanes y franceses intentaron romper el frente concentrando los esfuerzos bélicos en un solo punto. Tal era el objetivo de la gran ofensiva alemana sobre la ciudad de Verdún, planeada por el jefe del Estado Mayor, Erich von Falkenhayn. Iniciado el 21 de febrero de 1916, el ataque topó con la tenaz resistencia de los franceses, que, bajo las órdenes del general Henri Philippe Pétain, frenaron el avance sobre la ciudad y recuperaron, ya en noviembre del mismo año, las escasas plazas que había llegado a ocupar el enemigo. La ofensiva aliada sobre la región del río Somme, planeada por el mariscal francés Joseph Joffre y el general británico sir Douglas Haig, tuvo el mismo carácter masivo; iniciada el 1 de julio de 1916, concluyó sin éxito a mediados de noviembre del mismo año. Ambas campañas costaron centenares de miles de vidas y sólo movieron los frentes unos pocos centenares de metros.

Soldados aliados con máscaras antigás (Ypres, Bélgica, 1917)

La guerra en el mar tuvo su episodio central en la batalla de Jutlandia (31 de mayo de 1916), en la que se enfrentaron la armada británica y la alemana, comandadas respectivamente por los almirantes John Jellicoe y Reinhard Scheer. Aunque la «Gran Flota» de Jellicoe sufrió pérdidas superiores, el resultado favoreció a los ingleses: la escuadra alemana no pudo romper el cerco establecido por los aliados, de modo que su campo de acción quedaría reducido al Mar del Norte durante toda la guerra. La excepción fueron, obviamente, los submarinos, que antes y después de Jutlandia obstaculizaron el aprovisionamiento por vía marítima de Gran Bretaña hundiendo los barcos británicos o aliados que se acercaban a la isla. En mayo de 1915, el hundimiento del trasatlántico de pasajeros Lusitania, que había zarpado de Nueva York, provocó una airada reacción estadounidense, y el alto mando alemán hubo de aceptar restricciones a la guerra submarina. Pero en febrero de 1917, los alemanes anunciaron la extensión del bloqueo a todas las embarcaciones sin importar su pabellón, decisión que pondría fin a la neutralidad de los Estados Unidos.

La intervención estadounidense y el final de la guerra (1917-1918)

Durante el año 1917, la población civil de muchas naciones en conflicto llegó a una situación límite: a las dificultades para la mera subsistencia había que sumar los trastornos familiares por la pérdida o ausencia de los miembros más jóvenes y el agotamiento psicológico. Hubo intentos de amotinamiento en las guarniciones, que fueron severamente reprimidos, y también huelgas de protesta por la escasez de productos de primera necesidad.

La aceptación más o menos entusiasta que gran parte de la población de los países contendientes había manifestado al inicio de la guerra se había convertido en un rechazo frontal a su continuación, sobre todo en las grandes ciudades industriales de Alemania. También era especialmente crítica la situación en el Imperio austrohúngaro, donde el desabastecimiento y la falta de productos básicos se agudizaban día a día. Por otra parte, después de la división y dispersión iniciales, y a la vista del inmenso matadero en que se habían convertido los frentes, el movimiento obrero internacional se pronunció abiertamente contra la guerra, y los socialistas de cada Estado comenzaron a adoptar posiciones críticas radicales.

El presidente Wilson solicita la declaración de guerra al Congreso estadounidense (2 de abril de 1917)

En octubre de 1917 triunfó en Rusia la revolución dirigida por Lenin y los bolcheviques, que se hicieron con el poder; el agotamiento de la población y la promesa de poner fin a la guerra favorecieron el éxito revolucionario. Para Lenin, que siempre había tachado el conflicto de «conflagración burguesa, imperialista y dinástica» y de traidores a los socialdemócratas europeos que la habían apoyado, la paz era prioritaria e imprescindible para poder organizar el nuevo Estado surgido de la revolución; de ahí que se apresurase a firmar un armisticio y a acordar la paz con los Imperios Centrales (tratado de Brest-Litovsk, 3 de marzo de 1918), aun a cambio de importantes concesiones territoriales.

Pero el acontecimiento clave de aquel año fue la entrada de los Estados Unidos en la guerra (6 de abril de 1917). El motivo oficial fue la decisión alemana de suprimir las restricciones a la guerra submarina; en adelante atacarían a todos los buques (militares o civiles, aliados o neutrales) para sostener el bloqueo marítimo contra Inglaterra. También se dio difusión a un mensaje enviado por el ministro de Asuntos Exteriores alemán, Arthur Zimmermann, a su embajador en México: el llamado «Telegrama Zimmermann», interceptado por los servicios secretos británicos, reveló el propósito del Imperio alemán de incitar a México a declarar la guerra a los Estados Unidos, brindando al país vecino ayuda militar y financiera para recuperar los territorios perdidos en la Guerra Mexicano-Estadounidense de 1846. El motivo de fondo, sin embargo, era el temor a no recuperar los créditos concedidos a Gran Bretaña y Francia en caso de que ganasen los Imperios Centrales.

El apoyo de Estados Unidos a Francia e Inglaterra decidió el desenlace de la guerra. En pocos meses desembarcaron en Francia más de un millón de soldados y un gran número de tanques, aviones, camiones y piezas de artillería; con el respaldo de la llamada Fuerza Expedicionaria Estadounidense, comandada por el general John Pershing, la superioridad bélica de los aliados se hizo abrumadora.

Campesinos franceses saludan a soldados americanos (Brieulles-sur-Bar, 1918)

En otoño de 1918, tal superioridad comenzó a dar resultados concretos; a principios de noviembre, tras la destrucción de las líneas austriacas en la batalla de Vittorio Veneto, el Imperio austrohúngaro aceptó el armisticio. En el frente occidental, un último intento alemán de avanzar sobre el Marne fue desbaratado en la batalla de Château-Thierry (4 de junio de 1918); en septiembre, la contraofensiva aliada había obligado a los alemanes a retroceder hasta la Línea Hindenburg, que sería aniquilada a primeros de noviembre. En Alemania, una insurrección socialista se propagó de Baviera a Berlín, donde un gobierno provisional proclamó la República y obligó al emperador Guillermo II a abdicar y a exiliarse en los Países Bajos. El 11 de noviembre de 1918, Alemania firmaba el armisticio.

Consecuencias de la Primera Guerra Mundial

Las consecuencias más evidentes de la Primera Guerra Mundial fueron las que derivaron de los diversos tratados de paz, que modificaron profundamente el mapa de Europa. Contra lo que pueda sugerir su nombre, la Conferencia de Paz de París fue una mera negociación entre los dirigentes de los países vencedores: el presidente norteamericano Woodrow Wilson, el primer ministro británico David Lloyd George, su homólogo francés Georges Clemenceau y el jefe del gobierno italiano, Vittorio Emanuele Orlando. Ningún representante de Alemania participó en la conferencia, de modo que la razón asistía a quienes calificaron de «diktat» (imposición) el tratado de Versalles, firmado el 29 de junio de 1919, tras casi seis meses de conversaciones.

Aunque se partió de los bienintencionados catorce puntos propuestos por el presidente norteamericano Woodrow Wilson, las condiciones impuestas a los vencidos fueron muy duras, y, especialmente por parte de Francia, no hubo ninguna voluntad conciliatoria. El tratado de Versalles declaraba a Alemania única culpable de la guerra y supuso para el antiguo Imperio alemán la pérdida de todas sus colonias y también de numerosos territorios, que pasaron a manos de los viejos y nuevos países limítrofes (Francia, Bélgica, Dinamarca, Checoslovaquia, Polonia). El tratado establecía asimismo la desmilitarización general del país (prohibiendo a Alemania fabricar armamento, barcos y aviones de guerra y tener más de cien mil soldados) y la obligación de pagar reparaciones de guerra, tasadas en 132.000 millones de marcos oro, a las potencias vencedoras.

David Lloyd, Vittorio Orlando, Georges Clemenceau y Woodrow Wilson en la Conferencia de Paz de París (1919)

A excepción de las fronterizas, muchas de estas disposiciones no llegaron a cumplirse; para Alemania, sin embargo, supusieron una humillación que penetró profundamente en su tejido social y alimentó un sentimiento revanchista que había de constituir una de las causas de la Segunda Guerra Mundial. Los tratados de Saint-Germain-en-Laye (10 de septiembre de 1919) y de Trianon (4 de junio de 1920), por su parte, supusieron el desmantelamiento del Imperio austrohúngaro, del que surgieron Austria, Hungría, Checoslovaquia y la futura Yugoslavia. Austria y Hungría quedaron reducidas a la tercera parte de la superficie que tenían antes de la guerra, y sin salida al mar; además, se prohibió explícitamente a Austria cualquier unión con Alemania.

Las consecuencias alcanzaron también, por supuesto, a los países europeos vencedores, que vieron igualmente diezmada su población y destruidos sus campos, fábricas y ciudades, y quedaron, en suma, tan arruinados como los vencidos. Financiar la guerra había ultrapasado en mucho los ingresos de los países contendientes, que hubieron de recurrir a préstamos y a emisiones masivas de billetes, lo cual incrementó la deuda interna y externa y disparó la inflación; el proceso inflacionario afectó especialmente a las clases medias y bajas, pues los sueldos no subieron al mismo ritmo que los precios, causando el empobrecimiento general de la población. La incorporación de la mujer al mundo laboral, forzada por las necesidades bélicas, fue uno de los escasos aspectos positivos; se reconoció su papel en la sociedad y, en muchos países, se aprobó el sufragio femenino.

La ciudad belga de Ypres, reducida a escombros tras la batalla

En el plano geopolítico, los Estados Unidos, sobre todo, y también el Japón, fueron los principales beneficiados del desarrollo y desenlace de la Primera Guerra Mundial. Mientras duraron las hostilidades exportaron alimentos y material bélico a Europa, y una vez finalizada la contienda prestaron los capitales necesarios para la reconstrucción. Al no haber padecido en su propio territorio la devastación de la guerra, ambos países quedaron en óptima posición para erigirse en nuevas potencias mundiales; a ellos se sumaría muy pronto, tras la acelerada industrialización que impuso Stalin, la Unión Soviética.

En el terreno político, la Primera Guerra Mundial culminó el proceso de liquidación del absolutismo monárquico iniciado en la Revolución Francesa. Los antiguos imperios (el alemán, el austrohúngaro, el otomano) fueron sustituidos por repúblicas democráticas; pero este avance quedaría desvirtuado por la crisis que iba a experimentar el sistema liberal y por la evidencia de que, lejos de resolver los conflictos de fondo, la guerra únicamente había acentuado las ambiciones y el revanchismo de vencedores y vencidos, dejando en la inoperancia iniciativas como la flamante Sociedad de Naciones (1919), auspiciada por los Estados Unidos. La vieja Europa, con sus imperios coloniales, salió adelante, pero sólo para enzarzarse, tras el «crack» de 1929 y el auge de los nuevos totalitarismos (fascismo y comunismo), en una nueva conflagración, la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), en la que perdería definitivamente la hegemonía mundial que había ostentado en los últimos cincos siglos.

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Primera Guerra Mundial: primer gran conflicto internacional del siglo XX
Tomado de United States Holocaust memorial Museum

La Primera Guerra Mundial marcó el primer gran conflicto internacional del siglo XX. El asesinato del archiduque Francisco Fernando, heredero de la corona austro-húngara, y de su esposa, la archiduquesa Sofía, en Sarajevo el 28 de junio de 1914, dio inicio a las hostilidades, que comenzaron en agosto de 1914, y continuaron en varios frentes durante los cuatro años siguientes.

Durante la Primera Guerra Mundial, las Potencias de la Entente -- Gran Bretaña, Francia, Serbia y la Rusia Imperial (a las que más tarde se unieron Italia, Grecia, Portugal, Rumania y Estados Unidos) -- lucharon contra las Potencias Centrales: Alemania y Austria-Hungría (a las que más tarde se incorporaron la Turquía Otomana y Bulgaria).

El entusiasmo inicial de todas las partes respecto a una victoria rápida y decisiva se desvaneció cuando la guerra se empantanó en un punto muerto de costosas batallas y guerra de trincheras, particularmente en el frente occidental. El sistema de trincheras y fortificaciones en el oeste se extendió en su punto máximo a 475 millas (764 km), aproximadamente desde el Mar del Norte hasta la frontera suiza, y definieron la guerra para la mayoría de los combatientes norteamericanos y de Europa Occidental. La vasta extensión del frente oriental impedía una guerra de trincheras a gran escala, pero la escala del conflicto era equivalente a la del frente occidental. También hubo intensos combates en el norte de Italia, en los Balcanes y en la Turquía otomana. Los combates tuvieron lugar en el mar y, por primera vez, en el aire.

En abril de 1917, se produjo un cambio decisivo en las hostilidades cuando la política de guerra submarina irrestricta de Alemania sacó a Estados Unidos del aislacionismo y lo llevó al centro del conflicto. Las nuevas tropas y el nuevo material de la Fuerza Expedicionaria Estadounidense (American Expeditionary Force, AEF) bajo el mando del General John J. Pershing, junto con el bloqueo en constante aumento de los puertos alemanes, a la larga ayudaron a cambiar el equilibrio del esfuerzo bélico a favor de la Entente.

Apenas conseguida, esta ventaja para las fuerzas de la Entente fue compensada por los sucesos que tuvieron lugar en el teatro de operaciones oriental de la guerra. Desde comienzos de 1917, Rusia, una de las potencias principales de la Entente, había sufrido una gran agitación. En febrero de ese año, el mal manejo de la guerra por parte del gobierno zarista había contribuido a inspirar un levantamiento popular: la Revolución de Febrero. La revolución forzó la abdicación del zar Nicolás II y puso en el poder un Gobierno Provisional de facciones liberales y socialistas, que a fin de cuentas estaba bajo el mando del miembro del partido Socialista Revolucionario, Alexander Kerensky. Este breve experimento con la democracia pluralista fue caótico y, en los meses del verano, el continuo deterioro del esfuerzo bélico y una situación económica cada vez más calamitosa provocó disturbios por parte de los trabajadores, los soldados y los marinos rusos ("Los días de julio").

El 24 y 25 de octubre de 1917, las fuerzas bolcheviques (izquierda socialista) al mando de Vladimir Lenin tomaron los principales edificios del Gobierno y asaltaron el Palacio de Invierno y luego la sede del nuevo Gobierno en la capital de Rusia, Petrogrado (actual San Petersburgo). La "Gran Revolución Socialista de Octubre", el primer golpe marxista exitoso de la historia, desalojó al ineficaz Gobierno Provisional y finalmente estableció una República Socialista Soviética bajo la dirección de Lenin. Las radicales reformas sociales, políticas, económicas y agrarias del nuevo Estado soviético en los años de la posguerra inquietarían a los gobiernos democráticos occidentales que, temían tanto la expansión del comunismo por toda Europa, que estuvieron dispuestos a transigir o sosegar a regímenes de derecha (incluyendo a la Alemania nazi de Adolf Hitler) en las décadas de 1920 y 1930.

Pero el efecto inmediato de la Revolución Rusa en el escenario europeo fue una brutal y prolongada guerra civil en tierras rusas (1917-1922) y la decisión de los líderes bolcheviques de hacer las paces por separado con la Alemania del Kaiser. Cuando las negociaciones fracasaron totalmente debido a las exigencias alemanas, el ejército alemán lanzó una ofensiva general en el frente oriental, que produjo el Tratado de Paz de Brest-Litovsk el 6 de marzo de 1918.

Pese a los éxitos alemanes (sacar a la Rusia bolchevique de la guerra a fines del invierno de 1918 y llegar a las puertas de París durante el verano), los ejércitos de la Entente repelieron al ejército alemán en el río Marne. En los meses del verano y el otoño de 1918, avanzaron sostenidamente contra las líneas alemanas en el frente occidental ("Ofensiva de los cien días").

Las Potencias Centrales comenzaron a rendirse, comenzando con Bulgaria y el Imperio Otomano, en septiembre y octubre, respectivamente. El 3 de noviembre, las fuerzas austrohúngaras firmaron una tregua cerca de Padua, Italia. En Alemania, el amotinamiento de marinos de la armada en Kiel desencadenó una amplia revuelta en las ciudades costeras alemanas, y en las principales áreas municipales de Hannover, Frankfurt del Meno y Munich. Consejos de trabajadores y soldados, basados en el modelo soviético, iniciaron la llamada "Revolución alemana"; la primera "república de consejos" (Räterrepublik) fue establecida bajo la dirigencia del demócrata social independiente (USPD) Kurt Eisner en Bavaria. El sólido Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), bajo la dirigencia de Friedrich Ebert, veía a los consejos recientemente establecidos como un elemento desestabilizador, y abogaba, en su lugar, por las demandas de la opinión pública alemana de una reforma parlamentaria y paz.

El 9 de noviembre de 1918, en medio del descontento generalizado y tras haber sido abandonado por los comandantes del ejército alemán, el emperador (káiser) Guillermo II abdicó el trono alemán. Ese mismo día, el delegado del SPD Philipp Scheidemann proclamó la República de Alemania, con un gobierno provisional dirigido por Friedrich Ebert. Dos días más tarde, representantes alemanes, dirigidos por Matthias Erzberger del partido Centro Católico (Zentrum), se reunieron en un vagón en el Bosque de Compiègne con una delegación de las potencias victoriosas de la Entente al mando del Mariscal de Campo francés Ferdinand Foch, comandante general de las fuerzas de la Entente, y aceptaron los términos del armisticio.

A las 11 de la mañana del 11 de noviembre (11/11) de 1918 cesaron los combates en el frente occidental. La "Gran Guerra", como la llamaron sus contemporáneos, había llegado a su fin, pero la enorme repercusión del conflicto en las esferas política, económica, social e internacional resonaría durante las décadas siguientes.

La Primera Guerra Mundial representó una de las guerras más destructivas de la historia moderna. Como consecuencia de las hostilidades murieron casi diez millones de soldados, cifra que supera ampliamente la suma de las muertes de militares de todas las guerras de los cien años anteriores. Si bien es difícil determinar con precisión las estadísticas de las bajas, se calcula que 21 millones de hombres fueron heridos en combate.

Las enormes pérdidas a ambos lados del conflicto, en parte, fueron el resultado de la introducción de nuevas armas, como la ametralladora y el gas, así como el hecho de que los jefes militares no adaptaron sus tácticas a la naturaleza crecientemente mecanizada de la guerra. La política de desgaste, particularmente en el frente occidental, les costó la vida a cientos de miles de soldados. El 1 de julio de 1916, la fecha en que se produjo la mayor pérdida de vidas en un solo día, en Somme sólo el ejército británico sufrió más de 57.000 bajas. Alemania y Rusia registraron la mayor cantidad de muertes de militares: aproximadamente 1.773.700 y 1.700.000, respectivamente. Francia perdió el 16% de sus fuerzas movilizadas, la tasa de mortalidad más alta en relación con las tropas desplegadas.

Ningún organismo oficial llevó una cuenta minuciosa de las pérdidas de civiles durante los años de la guerra, pero los estudiosos afirman que 13 millones de no combatientes murieron como consecuencia directa o indirecta de las hostilidades. La mortalidad de las poblaciones de militares y civiles llegó al punto máximo al final de la guerra con el brote de la "gripe española", la más mortífera epidemia de influenza de toda la historia. Como consecuencia del conflicto, millones de personas fueron desarraigadas o desplazadas de sus hogares en Europa y Asia Menor. Las pérdidas industriales y de propiedades fueron catastróficas, especialmente en Francia y Bélgica, donde los enfrentamientos habían sido más intensos.

PRIMERA GUERRA MUNDIAL: TRATADOS Y COMPENSACIONES

Después de la devastación de la Primera Guerra Mundial, las Potencias Occidentales victoriosas impusieron una serie de duros tratados a los países derrotados. Estos tratados despojaron a las Potencias Centrales (Alemania, Austria-Hungría, junto con la Turquía otomana y Bulgaria) de importantes territorios y les impusieron significativos pagos de compensaciones.

Casi nunca antes el mapa de Europa se había visto alterado tan fundamentalmente. Como consecuencia directa de la guerra, los Imperios alemán, austro-húngaro, ruso y otomano dejaron de existir. El Tratado de Saint-Germain-en-Laye del 10 de septiembre de 1919 estableció la República de Austria, formada por la mayoría de las regiones de habla alemana quitadas al Estado de los Habsburgo. El Imperio Austríaco cedió tierras de la corona a Estados sucesores recientemente establecidos como Checoslovaquia, Polonia y el Reino de los eslovenos, croatas y serbios al que se llamó Yugoslavia en 1929. También cedió el Tirol del Sur, Trieste, Trentino e Istria a Italia, y Bucovina a Rumania. Un importante punto del tratado impedía que Austria comprometiera su reciente independencia. Esta restricción le prohibía efectivamente que se unificara con Alemania, un objetivo largamente deseado por los "pangermanistas" y una atractiva meta para el austríaco Adolf Hitler y su Partido Nacionalsocialista (Nazi).

La otra parte de la Monarquía austrohúngara, Hungría, también se convirtió en un Estado independiente: en virtud de los términos del Tratado de Trianon (noviembre de 1920), Hungría le cedió Transilvania a Rumania; Eslovaquia y Rutenia Transcarpática a la recientemente formada Checoslovaquia; y otras tierras de la corona húngara a la futura Yugoslavia. El Imperio Otomano firmó el Tratado de Sèvres el 10 de agosto de 1920, que puso fin a las hostilidades con las Potencias Aliadas; pero poco después comenzó la Guerra de la Independencia Turca. La nueva República de Turquía, establecida como consecuencia, firmó el Tratado de Lausana en 1923, que invalidó al de Sèvres y dividió efectivamente al antiguo Imperio Otomano.

En enero de 1918, unos diez meses antes del final de la Primera Guerra Mundial, el presidente estadounidense Woodrow Wilson había escrito una lista de objetivos propuestos para la guerra a los que llamó los "Catorce puntos". Ocho de estos puntos trataban específicamente sobre acuerdos territoriales y políticos relacionados con la victoria de las Potencias de la Entente, incluyendo la idea de la autodeterminación nacional de las poblaciones étnicas de Europa. El resto de estos principios se concentraba en evitar la guerra en el futuro, y en el último proponía que una Liga de Naciones arbitrara futuras contiendas internacionales. Wilson esperaba que su propuesta diera lugar a una paz justa y duradera, una "paz sin victoria" a fin de terminar la "guerra para poner fin a todas las guerras".

Cuando los líderes alemanes firmaron el armisticio, muchos de ellos creían que los Catorce Puntos formarían la base del futuro tratado de paz, pero cuando los jefes de gobierno de Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia e Italia se reunieron en París para discutir los términos del tratado, el contingente europeo de los "Cuatro Grandes" tenía otros planes. Como consideraban que Alemania era el principal instigador del conflicto, las Potencias Aliadas europeas finalmente impusieron en el tratado obligaciones particularmente estrictas sobre la derrotada Alemania.

El Tratado de Versalles, presentado a los líderes alemanes para que lo firmaran el 7 de mayo de 1919, forzaba a Alemania a ceder territorios a Bélgica (Cantones del Este), Checoslovaquia (distrito de Hultschin) y Polonia (Poznan, Prusia Occidental y Alta Silesia). Alsacia y Lorena, anexadas en 1871 después de la Guerra Franco-Prusiana, volvieron a Francia. Todas las colonias alemanas de ultramar se convirtieron en Mandatos de la Liga de Naciones, y la ciudad de Danzig, con mayoría étnica alemana, se convirtió en una ciudad libre. El tratado exigía la desmilitarización y la ocupación de la región del Rin, y un estatus especial para el Saarland bajo control francés. El futuro de las áreas del norte de Schleswig en la frontera entre Dinamarca y Alemania y partes de Alta Silesia se determinaría mediante plebiscitos.

Quizás la parte más humillante del tratado para la derrotada Alemania era el Artículo 231, comúnmente conocido como "Cláusula de Culpabilidad de la Guerra", que obligaba a Alemania a aceptar la responsabilidad absoluta del inicio de la Primera Guerra Mundial. Como tal, Alemania era responsable de todos los daños materiales, y el primer ministro de Francia, Georges Clemenceau, insistió particularmente en imponer enormes pagos de compensación. Conscientes de que Alemania probablemente no podría pagar una deuda tan elevada, Clemenceau y los franceses de todos modos temían enormemente que Alemania se recuperara con rapidez y emprendiera una nueva guerra contra Francia. Por lo tanto, en el sistema de tratados de la posguerra, los franceses intentaron ponerle trabas a los esfuerzos alemanes por recuperar su superioridad económica y rearmarse.

El ejército alemán se limitaría a 100 mil hombres y se prohibiría el servicio militar obligatorio. El tratado restringía la Armada a buques de menos de 100 mil toneladas y contenía una prohibición de adquirir o tener una flota de submarinos. Además, Alemania tenía prohibido tener fuerza aérea. Alemania estaba obligada a llevar adelante juicios por crímenes de guerra contra el káiser y otros líderes por emprender una guerra de agresión. El Juicio de Leipzig, sin el káiser ni otros líderes nacionales importantes en el banquillo de los acusados, tuvo como consecuencia principalmente absoluciones y fue ampliamente percibido como una farsa, incluso en Alemania.

El recientemente formado gobierno democrático alemán vio al Tratado de Versalles como una "paz impuesta" (Diktat). Sin bien Francia, que había sufrido más en el plano material que los demás miembros del grupo de los "Cuatro Grandes", había insistido en la dureza de los términos, el tratado de paz en última instancia no ayudó a resolver las disputas internacionales que habían dado origen a la Primera Guerra Mundial. Por el contrario, tendía a impedir la cooperación intereuropea y complicaba más los problemas subyacentes que habían causado la guerra en primer lugar. Los horribles sacrificios de guerra y las tremendas pérdidas de vidas, sufridas por todas las partes, pesaron enormemente no solo sobre los perdedores del conflicto, sino también sobre los combatientes del lado ganador, como Italia, cuyos botines de posguerra parecían no guardar relación con el precio que su nación había tenido que pagar en sangre y bienes materiales.

Para las poblaciones de las potencias derrotadas -- Alemania, Austria, Hungría y Bulgaria -- los respectivos tratados de paz parecían un injusto castigo. Sus gobiernos, ya fuera democráticos como los de Alemania o Austria, o autoritarios, como el caso de Hungría e, intermitentes, en Bulgaria, rápidamente recurrieron a la violación de los términos militares y financieros de los acuerdos. Los esfuerzos por revisar y desafiar las disposiciones más pesadas de la paz se convirtieron en elementos clave en sus respectivas políticas exteriores y resultaron ser elementos desestabilizadores para la política internacional. Por ejemplo, la cláusula de culpabilidad de la guerra, los pagos de compensación que conllevaba y las limitaciones militares alemanas eran particularmente pesados para la mentalidad de la mayoría de los alemanes. La revisión del Tratado de Versalles representaba una de las plataformas que le dio a los partidos de extrema derecha de Alemania, incluso el Partido Nazi de Hitler, una enorme credibilidad ante la mayoría de los votantes a comienzos de la década de 1920 y 1930.

Las promesas de rearme, el reclamo del territorio alemán, particularmente en el este, la remilitarización de la región del Rin y la recuperación de la prominencia entre las potencias europeas y mundiales después de una derrota y una paz tan humillantes alimentaron el sentimiento ultranacionalista y contribuyeron a que el promedio de los votantes a menudo pasara por alto los principios más radicales de la ideología nazi.

PRIMERA GUERRA MUNDIAL: CONSECUENCIAS

Las onerosas compensaciones impuestas después de la Primera Guerra Mundial, junto con un período inflacionario general en Europa en la década de 1920 -- otro resultado directo de una guerra catastrófica en términos materiales -- provocó una espiral hiperinflacionaria del Reichsmark alemán en 1923. Este período hiperinflacionario combinado con los efectos de la Gran Depresión (que comenzó en 1929) verdaderamente socavó la estabilidad de la economía alemana, liquidó los ahorros personales de la clase media y estimuló el desempleo masivo.

Semejante caos económico influyó de manera decisiva en el aumento del descontento social y desestabilizó a la frágil República de Weimar. Los esfuerzos de las potencias europeas occidentales por marginar a Alemania debilitaron y aislaron a sus líderes democráticos y acentuaron la necesidad de devolverle el prestigio a Alemania a través de la remilitarización y la expansión.

La agitación social y económica que siguió a la Primera Guerra Mundial desestabilizó fuertemente a la incipiente democracia y dio lugar al surgimiento de muchos partidos de extrema derecha en la Alemania de Weimar. En relación con las duras disposiciones del Tratado de Versalles, fue particularmente perjudicial la convicción cabal entre muchos integrantes de la población general de que Alemania había sido "apuñalada por la espalda" por los "criminales de noviembre": aquellos que habían contribuido a formar el nuevo gobierno de Weimar y a mediar por la paz que los alemanes querían tan desesperadamente, pero que había finalizado de un modo tan desastroso con el Tratado de Versalles.

Muchos alemanes olvidaron que habían aplaudido la caída del káiser, que inicialmente habían recibido con agrado la reforma democrática parlamentaria y que habían celebrado el armisticio. Recordaban solamente que la izquierda alemana -- socialistas, comunistas y judíos, en el imaginario común -- había entregado el honor alemán en favor de una paz ignominiosa cuando ningún ejército extranjero ni siquiera había tocado territorio alemán. Esta Dolchstosslegende (leyenda de la puñalada por la espalda) fue iniciada y propagada por jefes militares alemanes retirados de la época de la guerra quienes, totalmente conscientes de que en 1918 la guerra se había vuelto insostenible para Alemania, le habían aconsejado al Káiser que buscara la paz. Esto contribuyó a desacreditar más a los círculos socialistas y liberales alemanes que estaban más comprometidos con el mantenimiento del frágil experimento democrático alemán.

Los Vernunftsrepublikaner ("republicanos por razón"), personas como el historiador Friedrich Meinecke y el ganador del premio Nobel Thomas Mann, que al principio se habían resistido a la reforma democrática, ahora se sentían obligados a apoyar a la República de Weimar como el mal menor. En ese sentido, trataron de alejar a sus compatriotas de la polarización de la extrema derecha y la extrema izquierda. Las promesas de la derecha nacionalista alemana de revisar el Tratado de Versalles por la fuerza, si era necesario, ganaban cada vez más aceptación entre los círculos respetables. Mientras tanto, el fantasma de la inminente amenaza comunista, después de la Revolución Bolchevique en Rusia y la corta duración de las revoluciones o los golpes comunistas en Hungría (Béla Kun) y en la propia Alemania (por ejemplo, el levantamiento espartaquista), inclinó el sentimiento político alemán decididamente hacia las causas de la derecha.

Los agitadores de la izquierda política cumplieron duras sentencias en prisión por inspirar el descontento político. Por otro lado, los activistas de extrema derecha como Adolf Hitler, cuyo Partido Nazi había intentado deponer al gobierno de Bavaria y comenzar una "revolución nacional" en el Putsch de la cervecería de noviembre de 1923, solo cumplieron nueve meses de una sentencia de cinco años de prisión por traición, que era un delito capital. Mientras cumplía sentencia en prisión escribió su manifiesto político, Mein Kampf (Mi lucha).

Las dificultades impuestas por el descontento social y económico tras la Primera Guerra Mundial y sus onerosos términos de paz, así como el miedo irracional que sentían las clases medias alemanas a que los comunistas tomaran el poder, socavaron las soluciones democráticas pluralistas en la Alemania de Weimar. También aumentaron el anhelo público de una dirección más autoritaria, un tipo de liderazgo que los votantes alemanes finalmente por desgracia encontraron en Adolf Hitler y su Partido Nacionalsocialista. Por condiciones similares también se beneficiaron los gobiernos autoritarios y totalitarios de Europa Oriental, comenzando con los perdedores de la Primera Guerra Mundial, y a la larga se elevaron los niveles de tolerancia y consentimiento del antisemitismo y la discriminación de las minorías nacionales de toda la región.

Finalmente, la destrucción y las catastróficas pérdidas de vidas durante la Primera Guerra Mundial condujeron a lo que se podría describir mejor como desesperanza cultural en muchos países que habían combatido en la guerra. La desilusión respecto a la política nacional e internacional y un sentimiento de desconfianza respecto a los líderes políticos y los funcionarios de gobierno impregnaron la conciencia de un público que había sido testigo de los estragos de un devastador conflicto de cuatro años. La mayor parte de los países europeos prácticamente había perdido una generación de hombres jóvenes. Mientras algunos escritores como el alemán Ernst Jünger glorificaban la violencia de la guerra y el contexto nacional del conflicto en su obra de 1920, Tormenta de acero (Stahlgewittern), fue el relato vívido y realista de la guerra de trincheras descrita en la obra maestra de 1929 de Erich Maria Remarque, Sin novedad en el frente occidental (Im Westen nichts Neues) la que captó la experiencia de las tropas en el frente y expresó la alienación de la "generación perdida" que volvió de la guerra y descubrió que no se podía adaptar a los tiempos de paz y que resultaba trágicamente malinterpretada por una población del frente nacional que no había vivido personalmente los horrores de la guerra.

En algunos círculos, esta distancia y desilusión con respecto a la política y al conflicto fomentó un aumento en el sentimiento pacifista. En Estados Unidos, la opinión pública estaba a favor del regreso al aislacionismo. Ese sentimiento popular estaba en la raíz de la negativa del Senado estadounidense a ratificar el Tratado de Versalles y a aprobar la pertenencia de Estados Unidos a la Liga de Naciones propuesta por el presidente Wilson. Para una generación de alemanes, esta alienación social y desilusión política fue captada por el autor alemán Hans Fallada en ¿Y ahora qué? (Kleiner Mann, was nun?), la historia de un alemán común y corriente, que es alcanzado por la agitación de la crisis económica y el desempleo, y es igualmente vulnerable a la atracción peligrosa de la política de extrema derecha y extrema izquierda. La novela de Fallada de 1932 retrata con precisión a la Alemania de su tiempo: un país inmerso en el descontento económico y social y polarizado en los extremos opuestos del espectro político. Muchas de las causas de este desorden tenían raíz en la Primera Guerra Mundial y sus consecuencias; y el camino tomado por Alemania conduciría a una guerra aún más destructiva en los años siguientes.

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Primera Guerra: La 'Weltpolitk', camino al gran conflicto mundial
Tomado de Historiasiglo20.org

Introducción

El ascenso de Guillermo II al trono alemán en 1890 y la consiguiente destitución del anciano canciller Bismarck provocaron un giro radical en la política exterior alemana.

Guillermo II abandonó el sistema de alianzas construido por Bismarck que había garantizado la paz en Europa durante casi veinte años e impulsó una política alemana de hegemonía mundial, la Weltpolitik.

La mayor parte de los historiadores consideran que en ese momento se inició el camino que finalmente llevó a la Primera Guerra Mundial

Tras más de cuatro años de cruel guerra, los países de la Entente consiguieron imponerse a los Imperios Centrales. La defección de la Rusia soviética fue ampliamente compensada por la incorporación de Estados Unidos al bando aliado.

La esperanza de que el conflicto que acababa de concluir fuera "la guerra que pusiera fin a todas las guerras" se vio pronto frustrada. Los tratados de paz firmados en la Conferencia de París llevaban en sí el germen de un nuevo y aún más devastador conflicto.


1. Los Antecedentes 1890-1914

El período que antecedió a la Gran Guerra, la conocida como “Belle Epoque”, se caracterizó en el terreno internacional por una creciente tensión entre las grandes potencias. La globalización económica y al auge del colonialismo incrementaron las rivalidades. En ese contexto, una serie de crisis internacionales fueron conformando dos alianzas enfrentadas. El asesinato del Archiduque austriaco Francisco Fernando en Sarajevo en junio de 1914 fue el incidente que desencadenó la primera guerra mundial.

La nueva política exterior alemana, la Weltpolitik, no explica por sí sola el proceso que llevó a la Gran Guerra. Para comprender este camino es necesario que reparemos en otras transformaciones de fondo que van alterar de manera decisiva el mundo que transitaba del siglo XIX al XX.

1.1. Las transformaciones del cambio de siglo y los conflictos entre las potencias.

El primer cambio tiene lugar en el contexto de la globalización que estaba viviendo la economía mundial. El ascenso de Estados Unidos y Japón, significó el paso de un concierto europeo a un concierto mundial de potencias. Dos guerras en el tránsito de siglo ejemplifican esta transformación: la guerra hispano-norteamericana de 1898 y la guerra ruso-japonesa de 1905.

El segundo cambio vino propiciado por las transformaciones tecnológicas de la segunda revolución industrial. El dominio de las nuevas tecnologías e industrias provocó una nueva correlación de fuerzas entre las potencias. La cada vez más poderosa Alemania comenzó a desafiar la hegemonía británica. Este desafío se concretó en dos terrenos: la creciente competencia de la economía germana y el acelerado rearme naval alemán.

La tercera transformación la encontramos en la expansión colonial europea de fines del siglo XIX. La extensión de los imperios coloniales exacerbó la pugna por territorios y mercados entre las potencias industriales europeas. La competencia no solo se dio por razones económicas. A menudo cuestiones políticas, geoestratégicas o de prestigio estuvieron detrás de los conflictos coloniales.

La expansión colonial tuvo importantes consecuencias:

Los roces y conflictos entre las potencias tuvieron lugar en un marco geográfico mucho mayor, pudiendo tener lugar en cualquier sitio del mundo.

La tendencia de los imperios a crear economías cerradas imperiales propició una feroz lucha por territorios. Posteriormente, cuando el reparto colonial hubo concluido, las potencias se lanzaron a una guerra de aranceles. El proteccionismo comercial fue otro elemento que enrareció las relaciones internacionales.

En este contexto, las rivalidades territoriales entre las potencias europeas se agudizaron. Estos dos conflictos estuvieron en el origen de la primera guerra mundial:

Rivalidad franco-germana, ineludible desde la anexión de Alsacia-Lorena por Alemania en 1870.

La rivalidad entre Rusia y Austria-Hungría por la hegemonía en los Balcanes aumentó por la creciente debilidad turca y el nacionalismo eslavo alentado por Rusia y dirigido contra los Habsburgo de Viena.

Un último elemento que no debemos olvidar es la rivalidad psicológica entre los pueblos. El nacionalismo fue sistemáticamente alentado por la prensa y por las campañas de militares y grandes industriales y aceptado de forma entusiasta por partes significativas de los pueblos. Los casos más evidentes se dieron en Francia, Alemania y Gran Bretaña. El odio al vecino fue más la norma que la excepción.

1.2 La formación de las alianzas 1893-1907

Bismarck había construido una compleja red de tratados internacionales cuyo elemento clave era la Triple Alianza o Tríplice (1882) que ligaba a Alemania con Austria-Hungría e Italia. El principal objetivo del canciller alemán era el mantenimiento de un status quo que él consideraba beneficioso para Alemania.

El delicado edificio diplomático construido por Bismarck se vino abajo con la Weltpolitik impulsada por Guillermo II. Esta nueva actitud de Alemania, ambiciosa y agresiva, desencadenó un proceso de competencia y desconfianza del que nacieron dos bloques de potencias.

El primer resultado de la política internacional del nuevo Káiser fue lo que más había temido Bismarck el fin del aislamiento de Francia. En 1893 se firmó la Alianza franco-rusa, acuerdo que recogía un compromiso de ayuda militar en caso de guerra contra Alemania.

En 1905, ante la sorpresa mundial, Rusia era derrotada en la guerra que le enfrentó a Japón. Este fracaso hizo que Rusia abandonara sus ambiciones en el Extremo Oriente y centrase su atención en los Balcanes, lo que llevó inevitablemente al choque con Austria-Hungría.

Empujadas por la creciente agresividad y ambición colonial de Alemania, Francia y Gran Bretaña pusieron fin a sus diferencias coloniales y firmaron la Entente Cordiale en 1904.

Por último, animadas por Francia y tras resolver sus problemas en Asia Central (Persia y Afganistán), el Reino Unido y Rusia firmaron en 1907 el Acuerdo anglo-ruso. Se ponían así las bases de la denominada Triple Entente entre Francia, Gran Bretaña y Rusia.

En un ambiente de creciente hostilidad entre las potencias, en los años previos al conflicto se configuraron dos grandes alianzas, la Triple Entente y la Triple Alianza, en torno a las cuales se formaron los bloques enfrentados en la primera guerra mundial.

1.3. El camino hacia la guerra 1905-1914

Las crisis que precedieron al conflicto

Durante la década anterior a la guerra se sucedieron cuatro crisis internacionales que marcaron la evolución hacia el conflicto generalizado.

Dos tuvieron como escenario Marruecos en 1905-1906 y en 1911. Alemania desafió la hegemonía francesa en el territorio, pero fracasó en su intento. El desafío germano confirmó la solidez de la Entente Cordiale y propició ante la creciente agresividad germana la firma en 1907 del Acuerdo anglo-ruso. Nacía así la Triple Entente uno de los bandos que se iban a enfrentar en la primera guerra mundial.

Las otros dos crisis tuvieron lugar en los Balcanes. Tras la anexión austriaca de Bosnia-Herzegovina (1908), la región se vio sacudida por las guerras balcánicas (1912-1913). Dos guerras sucesivas en las que se vieron involucrados todos los estados balcánicos. La primera enfrentó a todos con Turquía, la segunda enfrentó a los vencedores, Serbia, Grecia y Montenegro, contra Bulgaria. Las guerras concluyeron con el Tratado de Bucarest (1913) que supuso un vuelco en la situación en la zona:

Turquía quedó reducida en los Balcanes a la región en torno a Estambul.

Serbia, aliada de Rusia y defensora de los derechos de los eslavos en el imperio austro-húngaro, se consolidó como el principal estado de la región.

Austria-Hungría, alarmada por el fortalecimiento serbio, llegó a la conclusión de que solo una guerra preventiva impediría que Serbia, alentada por Rusia, encabezara un levantamiento general de los eslavos en el Imperio de los Habsburgo.

Alemania estaba resuelta a apoyar a su aliado austro-húngaro en caso de conflicto.

Rusia estaba decidida a intervenir en el caso de que Austria-Hungría atacase a Serbia. Francia, a su vez, era mucho más proclive a apoyar a Rusia en caso de guerra que en 1908.

El ambiente bélico se extendía por las diversas capitales europeas.

La crisis definitiva: el atentado de Sarajevo (verano de 1914)

El 28 de junio de 1914 el Archiduque Francisco Fernando, sobrino del Emperador Francisco José I y heredero al trono austro-húngaro, fue asesinado en Sarajevo (Bosnia). Un activista serbobosnio, Gavrilo Princip, miembro de la organización nacionalista serbia "La Mano Negra", fue el autor del magnicidio.

Este atentado desencadenó una fatal serie de acontecimientos que desembocó en la guerra. He aquí resumida la sucesión de hechos que llevó a la guerra:


2. La guerra mundial 1914-1918

A lo largo del conflicto, diversos estados se fueron uniendo a los dos bloques en conflicto. Las nuevas adhesiones tuvieron un papel clave a la hora de definir el vencedor de la guerra. Estos fueron los principales países contendientes y el año en el que entraron en guerra.

2.1. Los bandos enfrentados

Un conflicto que se esperaba corto se alargó por más de cuatro años causando un horror hasta entonces desconocido. Las potencias industriales pusieron todo su poderío tecnológico al servicio de la guerra. El resultado fue demoledor. El sufrimiento de la población civil y los soldados tuvo su mejor ejemplo en Rusia. Allí se desencadenó una revolución que vino a marcar el destino del siglo XX.

28 junio
Atentado de Sarajevo
23 julio
Tras asegurarse el apoyo alemán, Austria-Hungría lanza un ultimátum a Serbia
28 julio
Austria-Hungría declara la guerra a Serbia
30 julio
Rusia inicia la movilización general
1 agosto
Alemania declara la guerra a Rusia. Francia inicia la movilización general
3 agosto
Alemania declara la guerra a Francia
4 agosto
Alemania invade Bélgica, lo que provoca que el Reino Unido le declare la guerra
2.2. 1914: La guerra de movimientos

En los inicios del conflicto, nadie esperaba una guerra que se extendería durante más de cuatro años. Los ingenuos soldados que iban al frente aún sonreían y los estados mayores tenían unos planes basados en la derrota rápida del enemigo.

Frente Occidental
Frente Oriental
Otros frentes
Plan Schlieffen: ataque alemán contra Francia a través de la neutral Bélgica. Moltke dirige las tropas germanas.

El ejército francés, al mando de Joffre, consigue frenar el ataque alemán en la batalla del Marne (septiembre - noviembre 1914).

Estabilización de los frentes.
Tras un inicial avance ruso, los alemanes se imponen, aunque no de forma definitiva, en la batalla de Tannenberg (agosto 1914).

Avances rusos ante Austria-Hungría.

Las tropas austro-húngaras fracasan en su ataque a Serbia.
Japón entra en guerra en agosto y se anexiona Tsingao (posesión alemana en China). En adelante, se desvincula en la práctica del conflicto.

El imperio otomano entra en guerra junto a los Imperios Centrales en noviembre.

2.3. 1915-1916: La Guerra de Posiciones

El enfrentamiento entre grandes potencias industriales llevó a la guerra a un nivel de violencia y horror nunca antes contemplado. La invención de nuevas armas, las granadas, los lanzallamas, los tanques, el gas... incrementó el horror y las masacres, pero, sin embargo, llevó en el frente occidental a un empate táctico. Los ejércitos se atrincheraron a lo largo de cientos y cientos de kilómetros. La guerra de trincheras se convirtió en un martirio para millones de hombres durante varios años.


Frente Occidental
Frente Oriental
Otros frentes
Los sucesivos intentos de romper el frente se saldan en sangrientas carnicerías que apenas significan avances de pocos kilómetros. Es la guerra de trincheras.

Italia entra en guerra junto a los Aliados, tras firmar el secreto Tratado de Londres (1915). Se abre el frente alpino entre Italia y Austria-Hungría.

En abril de 1915, los alemanes usan en Ypres (Bélgica) por primera vez gases tóxicos. La guerra química ha comenzado.

En febrero de 1916, Falkenhayn ensaya la guerra de desgaste en la batalla de Verdún (1916). Se producen más de 900.00 bajas (muertos y heridos) sin avances significativos. Los aliados contraatacaron en junio en el río Somme con idénticos resultados.

La batalla naval de Jutlandia en 1916 reafirma el bloqueo naval de Alemania. Los germanos lanzan al año siguiente la guerra submarina total.

El hundimiento del crucero Lusitania hace plantearse a los EE.UU. la intervención.
Avances alemanes bajo la dirección de Hindemburg. Alemania ocupa la Polonia rusa y Lituania.

Austria-Hungría conquista Serbia y recupera Galitzia.

Bulgaria entra en guerra junto a los Imperios Centrales en octubre de 1915.

Rumania se une en 1916 a la Entente, aunque fue rápidamente invadida por los Imperios Centrales.
Pequeños avances del ejército turco en el Cáucaso frente a los rusos.

Genocidio armenio: entre 300.000 y 1.500.000 armenios son exterminados por las tropas turcas y la población kurda.

Los británicos inician su avance desde Egipto, capturando Palestina.

Sangriento fracaso del desembarco británico.

2.4. 1917: El momento clave de la guerra

El enorme costo de vidas en los frentes, las penurias de la población civil y la conciencia de que la guerra no iba a concluir pronto extendieron el desánimo en los países contendientes. Los ejemplos son múltiples: oleada de huelgas en Gran Bretaña en 1916, motines en el ejército francés en 1917, aumento de las demandas nacionalistas en Austria-Hungría... Sin embargo, serán dos los acontecimientos clave que decidirán el signo de la guerra: la revolución soviética en Rusia y la entrada de Estados Unidos en el conflicto.


Frente Occidental
Frente Oriental
Otros frentes
Alemania reanuda en enero la guerra submarina. Las cuantiosas pérdidas económicas y humanas norteamericanas deciden a Wilson. Estados Unidos entra en guerra en abril de 1917.

El descontento se extiende entre los contendientes. Motines en el ejército francés son duramente reprimidos.

Derrota italiana en Caporetto (octubre 1917).
Revolución rusa (febrero - octubre 1917). Los bolcheviques de Lenin en el poder.

Rusia firma el armisticio en diciembre. Moderados avances de los Imperios Centrales.

Grecia entra en guerra junto a la Entente.
Las tropas británicas avanzan por el Oriente Medio conquistando Bagdad y Jerusalén.

2.5. 1918: El Desenlace

El abandono de la guerra por parte de la Rusia revolucionaria permitió a Alemania concentrar todas sus fuerzas en el frente occidental. El verano de 1918 fue testigo de los últimos y desesperados ataques germanos. Sin embargo, sus aliados estaban al borde de la extenuación militar y económica. La llegada de las tropas norteamericanas desequilibró definitivamente la balanza en favor de la Entente.


Frente Occidental
Frente Oriental
Otros frentes
El presidente Wilson pronuncia el discurso de los 14 puntos proponiendo las condiciones necesarias para la paz (enero 1918).

Ofensivas alemanas (marzo - julio).

Llegada masiva de tropas norteamericanas. Contraofensiva definitiva de la Entente bajo el mando de Foch (julio - septiembre).

Hindemburg y Ludendorff comunican al Kaiser Guillermo II la imposibilidad de continuar la guerra.

Victoria italiana en Vittorio Veneto (octubre).

Austria-Hungría firma el armisticio (3 noviembre).

Revolución en Alemania. El Kaiser abdica y huye a Holanda. Se proclama la República (9 noviembre).

Alemania firma el armisticio (11 noviembre 1918).
El estallido de la guerra civil en Rusia fuerza a la delegación rusa a firmar el Tratado de Brest-Litovsk (3 de marzo 1918).

La Rusia soviética abandona el conflicto y cede grandes territorios a los Imperios Centrales.

Tras el ataque francés desde Grecia, Bulgaria firma el armisticio (septiembre).
Tras sus fracasadas ofensivas en Oriente Medio y la llegada de tropas británicas a la Anatolia, Turquía firma el armisticio (30 octubre).

3. El nuevo orden tras la guerra: los Tratados de Paz

El anhelo de que el conflicto que concluía en 1918 fuera “la guerra que pusiera fin a todas las guerras” se reveló pronto como un sueño bienintencionado. Los tratados de paz que se firmaron en la Conferencia de París fueron unos tratados completamente fallidos que pusieron las condiciones para un nuevo conflicto general.

3.1. La Conferencia de París (1919)


El 18 de enero de 1919, los representantes de los países vencedores se reunieron en la Conferencia de París, bajo la dirección del denominado Comité de los Cuatro: el presidente estadounidense Wilson, el Premier británico Lloyd George, el primer ministro francés Clemenceau y Orlando, el jefe del ejecutivo italiano. Fueron los tres primeros, sin embargo, los que realmente dirigieron unas negociaciones a las que se prohibió asistir los países derrotados.

El 4 de octubre de 1918, los alemanes habían pedido un armisticio basado en las propuestas, relativamente benévolas, planteadas por Wilson en su discurso de los "Catorce puntos" ante el Congreso norteamericano. La realidad fue mucho más dura para los derrotados. Los países vencedores llegaron a París con ideas menos benevolentes y con compromisos, a veces secretos, adquiridos durante la guerra.

Estos fueron los principales acuerdos firmados por las potencias de la Entente durante la guerra:

· Tratado secreto de Londres (1915). Italia se unió a la Entente, tras prometerle Francia y Gran Bretaña su apoyo a diversas anexiones tras el conflicto. Trentino, el Alto Adigio, Istria y la mayor parte de Dalmacia en Europa, Libia, Eritrea, Somalia en África y concesiones en la costa del Egeo de la Anatolia turca.

· Acuerdo Sykes-Picot (1916). Francia y Gran Bretaña acordaron el reparto de las posesiones del Imperio Turco.

· Declaración Balfour (1917) Gran Bretaña prometió a las organizaciones sionistas la cesión de parte de Palestina para la creación de un estado judío. Esta promesa fue un elemento clave en el origen del futuro conflicto arabe-israelí.

3.2. Las posturas divergentes de los vencedores

Los representantes de los vencedores llegaron a París con sus propias aspiraciones que a menudo eran diferentes de las de sus aliados.

Clemenceau personificó la postura de mayor dureza con Alemania. En los meses posteriores al armisticio repitió varias veces una frase que se hizo célebre:"Alemania pagará".

Los países anglosajones, Estados Unidos y Gran Bretaña, sin querer dejar de castigar a Alemania, optaron por una actitud más conciliadora, conscientes de que no les interesaba castigar en exceso a la potencia germana.


Italia demandó reiteradamente compensaciones territoriales por su participación en la guerra. Finalmente, el Tratado de Londres de 1915 fue aplicado de una forma parcial. Italia no consiguió obtener una parte importante de sus reivindicaciones.

Los representantes de los derrotados no fueron invitados a la conferencia de paz. Los acuerdos, duramente negociados entre los vencedores y concretados en los diversos tratados de paz, les fueron presentados como un hecho consumado al que simplemente debían plegarse. Los alemanes, representantes de la recién nacida república de Weimar, firmaron el tratado de paz en Versalles el 28 de junio de 1919 tras ser amenazados con una invasión total de su país. En Alemania se empezó a hablar del diktat, de la imposición, de Versalles.

3.3. Los tratados de paz

Los países vencedores fueron firmando diversos tratados de paz con cada una de las naciones derrotadas: Alemania, Austria, Hungría, Bulgaria y Turquía.

El Tratado de Versalles, firmado con Alemania

Cláusulas territoriales

. Francia recuperó Alsacia y Lorena.

. Eupen y Malmedy pasaron a manos de Bélgica.

. Territorios orientales fueron anexionados por Polonia. Aislamiento territorial del resto de Prusia Oriental.

. Danzig y Memel, poblaciones germanas del Báltico, fueron declaradas ciudades libres.

. Dinamarca se anexionó el norte de Schleswig-Holstein.

. El conjunto de las pérdidas territoriales de Alemania ascendió a 76.000 kilómetros cuadrados (13% de su territorio), donde vivían 6.5 millones de habitantes (10% de su población).

. Alemania perdió todas sus colonias, repartidas entre los vencedores.

Cláusulas militares

· Drástica limitación de la Armada y el Ejército.

· Desmilitarización de Renania (zona occidental y una franja de 50 km. al este del Rin).

Reparaciones de guerra

· Como responsable de una guerra iniciada por su agresión, Alemania quedó obligada a pagar reparaciones o indemnizaciones de guerra a los vencedores.

· En la Conferencia de Londres (1920) se fijó el monto total de las reparaciones: 140.000 millones de marcos-oro, una enorme cantidad.

Otras cláusulas

· Alemania reconoció su responsabilidad por la guerra y todos los daños que trajo consigo.

· Como país enemigo de la paz, a Alemania se la prohibió ingresar en la Sociedad de Naciones.

· Prohibición del Anschluss: unión Alemania y Austria.


El Tratado de Saint Germain, firmado con Austria

Fin del Imperio Austro-Húngaro. Fruto de su ruptura nacieron nuevos estados como Austria, Hungría y Checoslovaquia, a lo que se le unió cesiones territoriales a Italia y a las recién nacidas Polonia y Yugoslavia.

El Tratado de Trianon, firmado con Hungría

· Las mismas cláusulas que las que se aplicó a Austria.

· Importantes minorías húngaras en Checoslovaquia, Rumania (Transilvania) y Yugoslavia. Tres millones de habitantes, lo que suponía un tercio de la población total, quedaron fuera del estado nuevo estado húngaro.

El Tratado de Neuilly, firmado con Bulgaria

Pérdidas territoriales en beneficio de Rumania, Grecia y Yugoslavia.

El Tratado de Sèvres, firmado con Turquía, y posteriormente corregido en el Tratado de Lausana en 1923

. Reparto de las posesiones del Oriente Medio entre Francia (Siria, Líbano) y Gran Bretaña (Palestina, Irak) en la forma de mandatos de la Sociedad de Naciones.

. Fuertes pérdidas territoriales en Anatolia y Tracia.

· La resistencia turca a las duras condiciones estipuladas en Sèvres dieron lugar a una revolución nacional dirigida por Mustafá Kemal Atatürk. Tras una cruenta guerra contra los griegos se firmó un nuevo tratado en Lausana (1923).

Todos los países derrotados, al igual que Alemania, se vieron obligados a pagar reparaciones y a limitar los efectivos de sus ejércitos.

3.4. El problema soviético y el aislamiento norteamericano

El problema soviético

La Paz de Brest-Litovsk, en marzo de 1918, significó la salida de la guerra de la Rusia soviética. La nueva Rusia bolchevique pasó de la guerra mundial a una cruenta guerra civil entre el Ejército Rojo comunista y el Ejército Blanco apoyado por las fuerzas de la Entente.

Aprovechando el vacío de poder creado en la zona occidental del antiguo Imperio Zarista, diversos territorios del imperio alcanzaron su independencia: Finlandia, en diciembre de 1917, y los países bálticos, Estonia, Letonia y Lituania, a lo largo de 1918.

Polonia y la Rusia soviética se enfrentaron en una guerra que concluyó con el Tratado de Riga (marzo 1921). Este tratado supuso importantes pérdidas territoriales soviéticas en beneficio del nuevo estado polaco. Finalmente, Rumania se anexionó Besarabia.

El aislamiento de los Estados Unidos

El presidente Wilson, del partido demócrata, fue el gran impulsor de la Sociedad de Naciones. La nueva organización internacional se basaba en el principio de la seguridad colectiva, por el cual EE. UU. y los demás países miembros quedaban comprometidos en la defensa de la seguridad de los demás miembros de la Sociedad.

Sin embargo, la oposición republicana, con mayoría en el Senado, se negó a ratificar los acuerdos de la Conferencia de París.

El triunfo del republicano Harding en las elecciones de 1920 llevó a que EE. UU. confirmó el rechazo norteamericano al ingreso en la Sociedad de Naciones.

3.5. Conclusión: unos deficientes tratados de paz

Los Tratados firmados tras la Conferencia de París no contribuyeron en absoluto a estabilizar la situación europea y mundial. Los errores de esos tratados de 1919 están detrás del nuevo conflicto mundial que estalló veinte años después.

Alemania fue duramente tratada en el Tratado de Versalles. Sin embargo, el país no fue ocupado militarmente en su totalidad y su poderío económico no sufrió una merma sustancial. La gran contradicción del Tratado de Versalles fue que trató de imponer una paz muy dura a un estado que aún era muy poderoso. Las posturas revanchistas, alentadas por las dificultades de la posguerra, pronto se extendieron en Alemania. Era el caldo de cultivo adecuada para grupos como los nacionalsocialistas de Hitler.

Tras la firma de los tratados de paz en Italia se repetía la frase "Hemos ganado la guerra, pero hemos perdido la paz". Las exiguas anexiones conseguidas parecieron muy poco a muchos italianos. Un antiguo socialista, Benito Mussolini, encabezó uno de los grupos políticos extremistas que agrupaban a los descontentos.

La aplicación del principio de las nacionalidades (cada nación debía constituir su estado) en una realidad tan compleja como la de Europa Central y Oriental hizo que muchos de los nuevos estados incluyeran minorías nacionales descontentas con la nueva situación.

Francia, pese a imponer duras condiciones a Alemania, no consiguió que los países anglosajones se comprometieran a un pacto que garantizase su apoyo ante un eventual ataque alemán. La negativa norteamericana a firmar los tratados fue capital para el fracaso francés. La fragilidad de la posición francesa quedó clara en cuanto Hitler reinició el rearme alemán en la década de los treinta.

La hegemonía de los republicanos en Estados Unidos durante los años veinte marcó una clara tendencia aislacionista en política internacional. Esta actitud fue enormemente negativa para la estabilidad mundial, ya que EE. UU. salió de la Gran Guerra como primera potencia mundial.

Las potencias occidentales crearon lo que se denominó un “cordón sanitario” en torno a la URSS comunista: una serie de estados antisoviéticos que cercaran al nuevo estado evitando la expansión del comunismo. La Unión Soviética fue aislada internacionalmente y no se le permitió ingresar en la Sociedad de Naciones hasta 1934.

Desde la perspectiva histórica, es evidente que la gran perdedora de la primera guerra mundial fue Europa. Nuestro continente que, desde hacia varios siglos había impuesto su hegemonía en el mundo, inició en 1914 un proceso de autodestrucción que permitió a otras potencias, esencialmente a los Estados Unidos, alcanzar la hegemonía global.


4. Las relaciones internacionales en la posguerra 1919-1924

La aplicación de los tratados de paz fue enormemente dificultosa. En un contexto de serias dificultades económicas, las tensiones surgieron por doquier. Especialmente grave fue el pago de las reparaciones de guerra por parte de Alemania. A partir de 1925, sin embargo, se abrió un corto período de concordia que hizo a muchos pensar en que la paz internacional se podía consolidar. La depresión iniciada en 1929 puso fin a esas esperanzas.

4.1. La Sociedad de Naciones

En abril de 1919, la Conferencia de París aprobó el Pacto de la Sociedad de Naciones.

La nueva Sociedad fijó su sede en Ginebra (Suiza). Sus principales instituciones eran una Asamblea General, un Consejo, del que eran miembros permanentes las grandes potencias, y un Secretario General, encargado dirigir los más de 600 funcionarios que trabajaban para la Sociedad.

Teniendo como objetivo esencial el mantenimiento de la paz, la Sociedad buscó garantizar la protección de los pequeños países ante las grandes potencias. Se trataba de crear un nuevo orden internacional basado en el principio de la seguridad colectiva.

La Sociedad de Naciones consiguió algunos éxitos. Su época dorada fue el período 1924-1929, cuando se firmó el Tratado de Locarno (1925), Alemania ingresó en la Sociedad (1926) y se firmó el Pacto Briand-Kellogg (1928). Sin embargo, cuando la situación internacional se enturbió tras la depresión de 1929, la Sociedad de Naciones se mostró totalmente incapaz de mantener la paz.

¿Cuáles fueron las razones del fracaso de la Sociedad de Naciones?

Por un lado, la ausencia de potencias clave en el concierto mundial. EE. UU. se negó a entrar en 1920 y nunca participó. La URSS fue vetada al principio y solo participó de 1934 a 1939. Alemania no ingresó hasta 1926 y, con Hitler, abandonó la Sociedad en 1993. Japón se marchó en 1933 e Italia en 1936. Por otro lado, la falta de medios económicos o militares para imponer sus resoluciones.

4.2. La difícil aplicación de los tratados

Los tratados que pusieron fin a la primera guerra mundial dejaron un mundo enormemente inestable con múltiples problemas por resolver.

Las tensiones fueron múltiples:

. Las tensiones en los territorios del antiguo Imperio Austro-Húngaro. Su mejor ejemplo fue la pugna entre Italia y la recién nacida Yugoslavia por Fiume (la actual Rijeka croata). El nacionalismo desatado en Italia ayudó al ascenso del fascismo al poder en 1922.

. La desintegración del Imperio Otomano. La revolución nacional dirigida por Atatürk consiguió anular las condiciones del tratado de Sèvres y expulsar al ejército griego. La guerra greco-turca (1919-1922) que siguió fue enormemente cruel, más del 20% de la población masculina de Anatolia murió, y concluyó con la victoria turca. Más de un millón de griegos fueron deportados de Anatolia. No hubo, sin embargo, ninguna concesión a Turquía en lo referente a sus posesiones árabes. Gran Bretaña y Francia se repartieron las posesiones del Oriente Medio, siguiendo, a grandes rasgos, lo establecido en el Acuerdo Sykes-Picot.

. El problema soviético y Polonia. La zona occidental del antiguo imperio zarista vivió una enorme inestabilidad. La debilidad rusa propició que Finlandia, Estonia, Letonia y Lituania accedieran a la independencia. La recién nacida Polonia se enfrentó a la Rusia comunista en una guerra que concluyó con el Tratado de Riga en 1921. Los soviéticos nunca aceptaron de buen grado las pérdidas territoriales de esta guerra y Stalin lo demostró en los prolegómenos de la segunda guerra mundial.

. El nuevo poder japonés. Pese a su escasa participación en la guerra, la posición nipona en el Extremo Oriente quedó enormemente reforzada tras la conclusión de la Gran Guerra. Japón se había convertido en la tercera potencia naval del mundo. La nueva situación quedó regulada en la Conferencia de Washington (1921-1922). Los tratados allí firmados ratificaron la superioridad marítima del Reino Unido y EE. UU. y el poderío naval japonés en el Pacífico.

4.3. La aplicación del Tratado de Versalles: el problema alemán

En 1921, la Comisión de Reparaciones anunció la cantidad total que debía pagar Alemania en concepto de reparaciones: 132.000 millones de marcos-oro. Alemania protestó y dio largas al cumplimiento de los plazos de pago previstos.

En París se fue imponiendo la idea de que había que forzar a Alemania a pagar. Una nueva solicitud alemana de moratoria en julio de 1922 precipitó la decisión del gobierno francés, presidido por Poincaré.

El 11 de enero de 1923, tropas francesas y belgas ocuparon la cuenca del Ruhr, el corazón minero e industrial de Alemania. Ya que Alemania no pagaba, se invadía el país y se cobraban las indemnizaciones mediante la explotación de las riquezas del Ruhr.

La reacción del gabinete alemán fue decretar la resistencia pasiva. Las fábricas cerraron y el gobierno de Berlín sufragó a los huelguistas. La situación llevó a la economía alemana al colapso. Uno de los fenómenos más espectaculares de la historia económica del siglo XX se adueñó de Alemania: la hiperinflación.

La ruina de Alemania no beneficiaba a nadie. Poco a poco se fue imponiendo la convicción de que la cooperación era, para todos, mejor que el enfrentamiento. En febrero de 1924, el canciller alemán Stresemann comunicó al gobierno francés que Alemania estaba dispuesta a firmar con Francia y otros países que pudieran estar interesados un acuerdo que garantizase las fronteras franco-alemanas marcadas en Versalles, incluyendo la zona desmilitarizada. A partir de ese momento las relaciones internacionales entraron en un esperanzador periodo de concordia.

El Tratado de Locarno en 1925, por el que Alemania aceptaba las fronteras occidentales marcadas en el Tratado de Versalles; el ingreso de Alemania el Sociedad de Naciones en 1926; y el Pacto Briand-Kellog de renuncia a la guerra en 1928 fueron los grandes hitos de este corto período de armonía.

La depresión económica de 1929 arrasó esta efímera concordia. Se inició de nuevo el camino hacia un nuevo conflicto general.


5. Las consecuencias económicas de la guerra y de la paz

Las consecuencias económicas de la Gran Guerra fueron trascendentales; las de la Paz también. En términos económicos, la Primera Guerra Mundial y su posguerra supusieron el fin de una época y el comienzo de otra. La que concluyó había tenido entre sus principales características al liberalismo y a la primera globalización. Uno y otra habían venido tomando forma desde mediados del siglo XIX. En la época que se iniciaba, el Estado tendría un papel económico creciente y la globalización interrumpiría su avance.

5.1. Aspectos económicos del esfuerzo bélico


La Primera Guerra Mundial significó una movilización sin precedentes de recursos humanos y materiales. La propia victoria de los Aliados fue en buena medida el resultado de su mayor capacidad para movilizar.

Hacia el final de la Guerra, apoyaban a los Aliados gobiernos que representaban –colonias incluidas- el 70% de la población y el 64% del PIB mundiales. Los Imperios Centrales contaban con recursos mucho más limitados. En 1913, la población de Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos por sí sola ya superaba a la de los Imperios Centrales. El PIB de los tres Aliados era más de cuatro veces mayor que el de sus enemigos. Además, durante el conflicto, Gran Bretaña y Estados Unidos, no así Francia, lograron algún crecimiento económico. Lo contrario ocurrió en Alemania y Austria-Hungría.

La planificación económica y otras formas de intervención estatal resultaron imprescindibles para asegurar que los recursos se orientaban hacia el esfuerzo bélico. Los costes directos de la guerra se han evaluado en unos 300.000 millones de dólares, que equivalen a unas seis veces y media la deuda de los Estados europeos entre finales del siglo XVIII y comienzos del XX. La financiación de ese gasto sin abandonar el patrón oro resultó imposible. Dos principios básicos de la ortodoxia liberal fueron, pues, víctimas tempranas de la Guerra. No serían las únicas.

5.2. Pérdidas humanas y materiales

La Primera Guerra Mundial alcanzó unas dimensiones nunca antes vistas. Los combates se extendieron a frentes en varios continentes, duraron más de cuatro años y movilizaron a millones de efectivos. Los contendientes usaron todas las armas resultantes de los avances técnicos de fines del siglo XIX y comienzos del XX (cañones de gran calibre y alcance, ametralladoras, armas químicas, aviones, tanques, submarinos, automóviles, etc.).

Las pérdidas humanas alcanzaron cifras previamente inimaginables. El coste humano del conflicto debió rondar los diez millones de muertos y el doble de heridos. Estas cifras superan a las de todas las guerras habidas durante el siglo XIX. Si tenemos en cuenta las pérdidas civiles, puede que, incluyendo el déficit de nacimientos, la epidemia conocida como “gripe española” y los genocidios, Europa, excluida Rusia, casi el 10% de los aproximadamente 250 millones de habitantes con que contaba antes de la guerra. En Rusia, la Revolución bolchevique y la guerra civil posterior engrosaron la factura demográfica muy por encima de esa cifra.

En los países que hicieron un mayor esfuerzo bélico los fallecimientos de Adultos en edad laboral alcanzaron proporciones no despreciables: Francia, 7,2%; Turquía y Bulgaria, 6,8%; Alemania, 6,3%. Las pérdidas de capital físico (maquinaria, edificios, infraestructuras, etc.) por destrucciones materiales, interrupción de las inversiones y mantenimiento insuficiente alcanzó a un 3,5% del existente en 1914. Aunque fue mucho mayor en algunos países (Bélgica, Polonia y Serbia) o regiones (Francia septentrional). Las inversiones exteriores, antaño importantes, de Gran Bretaña y Francia se habían reducido sustancialmente. Las de Alemania prácticamente habían desaparecido. La flota británica había sido duramente castigada. Con ser graves, las pérdidas humanas y materiales podrían haberse superado mediante la reconstrucción. Sin embargo, ésta se vio dificultada por problemas adicionales.

5.3. La “herencia” financiera de la guerra y la paz

Hacia el final de la Guerra, las finanzas públicas de los países beligerantes se hallaban en serias dificultades. La inflación fue la consecuencia inevitable de un enorme gasto bélico financiado principalmente mediante la emisión de grandes volúmenes de deuda pública y la creación de dinero.

El esfuerzo bélico había implicado la aparición de una gran deuda interaliada. Los Aliados se debían entre sí unos 23.000 millones de dólares en concepto de deudas comerciales. El principal acreedor era Estados Unidos. Los intentos norteamericanos por recuperar esa deuda tropezaban con las dificultades de Francia, el mayor deudor, que a su vez necesitaba de las reparaciones impuestas a Alemania para hacer frente a sus obligaciones de pago internacionales. Así, deudas interaliadas y reparaciones de guerra alemanas estaban estrechamente relacionadas.

La situación financiera de Alemania y los nuevos Estados surgidos de la desmembración del Imperio Austro-húngaro era aún más difícil. Alemania se enfrentaba, además, a unas reparaciones de guerra a todas luces excesivas y a la inestabilidad política de la flamante República de Weimar. Sin incluir las incautaciones de barcos, ganado, materias primas, equipo industrial y activos exteriores, las sanciones impuestas a Alemania por los vencedores ascendieron a 33.000 millones de dólares pagaderos en 42 anualidades. Inicialmente, cada una de ellas equivalía al 5% del PIB alemán. El déficit presupuestario se financió mediante la emisión de dinero. Así, la inflación se agudizó en 1921 y 1922: los precios crecieron desde el nivel 100 en 1914 al 304 en 1918, pasando del 1.301 en 1921 al 14.600 en 1922. A mediados de ese año, un dólar se cambiaba por una cantidad de marcos más de cien veces mayor que en 1914. Alemania pidió una moratoria en el pago de las reparaciones, lo que motivó la invasión del Ruhr por Francia y Bélgica. Alemania respondió apoyando financieramente la resistencia pasiva de la población ocupada. El crecimiento de los precios aún sería mayor en 1923. La hiperinflación alemana constituye el episodio más llamativo de crecimiento de los precios y de desarticulación en la práctica de un sistema monetario moderno: los precios alemanes se multiplicaron por 1.000.000.000 en ese año. Para entonces un dólar se cambiaba por 4.200.000.0000.000 de marcos.

Tras la implantación por el gobierno alemán de un plan de estabilización en otoño de 1923, la solución definitiva al problema económico y político en que se encontraba la Europa Occidental de post-guerra vino de la mano del Plan Dawes, que ampliaba el plazo para el pago de las reparaciones, reducía las anualidades iniciales y facilitaba el acceso de Alemania al mercado de capitales norteamericano.

5.4. Una breve conclusión: guerra y crecimiento económico


Es difícil determinar el auténtico coste económico de la Primera Guerra Mundial, lo cierto es que con ella se inicia una larga fase de lento crecimiento. Entre 1914 y 1950, el PIB per cápita en Europa creció menos que antes de la Gran Guerra o después de la Segunda Guerra Mundial. El retorno a la “normalidad” de la “belle époque” pre-bélica resultó mucho más complicado de lo que se pensaba. De hecho, en sentido estricto, nunca llegó a producirse.

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