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.- República Dominicana: Símbolos Patrios - Personajes - Historia


República Dominicana
Símbolos Patrios
Personajes y fragmentos de su Historia


Quisqueyanos valientes, alcemos / nuestro canto con viva emoción, / y del mundo a la faz ostentemos/ nuestro invicto, glorioso pendón. / ¡Salve! el pueblo que intrépido y fuerte, / a la guerra a morir se lanzó, / cuando en bélico reto de muerte / sus cadenas de esclavo rompió. / Ningún pueblo ser libre merece / si es esclavo, indolente y servil; / si en su pecho la llama no crece / que templó el heroísmo viril. / Mas Quisqueya la indómita y brava, / siempre altiva la frente alzará; / que si fuere mil veces esclava / otras tantas ser libre sabrá. / Que si dolo y ardid la expusieron / de un intruso señor al desdén, / ¡Las Carreras!, ¡Beler!, campos fueron / que cubiertos de gloria se ven. / Que en la cima de heroico baluarte, / de los libres el verbo encarnó, / cuando el genio de Sánchez y Duarte / a ser libre o morir enseñó. / Y si pudo inconsulto caudillo / de esas glorias el brillo empañar, / de la guerra se vio en Capotillo / la bandera de fuego ondear. / Y el incendio que atónito deja / de Castilla al soberbio león, / de las playas gloriosas se aleja / donde flota el cruzado pendón. / Compatriotas, mostremos erguida / nuestra frente, orgullosa de hoy más: / que Quisqueya será destruida / pero sierva de nuevo, ¡jamás! / Que es santuario de amor cada pecho / do la Patria se siente vivir; / y es su escudo invencible el derecho, / y es su lema: ser libre o morir. / ¡Libertad!, que aun se yergue serena / la victoria en su carro triunfal, / y el clarín de la guerra aun resuena / pregonando su gloria inmortal. / ¡Libertad!, que los ecos se agiten / mientras llenos de noble ansiedad / nuestros campos de gloria repiten: / ¡LIBERTAD! ¡LIBERTAD! ¡LIBERTAD!



Himnos y Símbolos Patrios

.- Los Padres de la Patria: "Nacimiento de la Patria Dominicana"

.- La Bandera

.- El Escudo

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.- Himno Nacional

.- Canto a la Patria

.- Primer Himno Dominicano; de Félix María del Monte

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.- Segundo Himno Dominicano; de Manuel Rodríguez Objío

.- Himno de la "Revolución de Abril" de 1965

.- Himno a la Raza Inmortal/Catorce de Junio [1J4]

***

.- Himno a la Madre Dominicana

.- Himno a Juan Pablo Duarte

.- Himno a Francisco del Rosario Sánchez

***

.- Himno a Matías Ramón Mella

.- Himno a Gregorio Luperón

.- Himno a la Bandera Dominicana

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.- Himno al Ejército de Liberación Dominicana

.- Himno a la Verdad

.- Himno Antes de Clase

***

.- Himno al Árbol



Los Padres de la Patria: "Nacimiento de la Patria Dominicana"


Juan Pablo Duarte, hijo de comerciantes y perteneciente a la clase media de la ciudad de Santo Domingo, funda, el 16 de julio de 1838, la sociedad secreta llamada La Trinitaria con el objetivo de propagar las ideas independentistas y fortalecer la lucha por la separación de Haití que culminaría con lo que hoy se denomina República Dominicana. Duarte redactó un juramento bajo el cual todo aquel que lo asumiera quedaba irremisiblemente vinculado a la lucha por la independencia:
"En nombre de la Santísima, Augustísima e indivisible Trinidad de Dios Omnipotente, juro y prometo, por mi honor y mi conciencia, en manos de nuestro presidente Juan Pablo Duarte, cooperar con mi persona, vida y bienes a la separación definitiva del gobierno haitiano y a implantar un república libre, soberana e independiente de toda dominación extranjera, que se denominará República Dominicana, la cual tendrá su pabellón tricolor en cuartos encarnados y azules atravesados por una cruz blanca. Mientras tanto seremos reconocidos por los Trinitarios, con las palabras sacramentales de Dios, Patria y Libertad. Así lo prometo ante Dios y el mundo. Si tal hago, Dios me proteja, y de no, me lo tome en cuenta; y mis consocios me castiguen el perjurio y la traición si los vendo.
Los miembros fundadores de la sociedad La Trinitaria fueron, además de Juan Pablo Duarte, Juan Isidro Pérez, Félix María Ruiz, Felipe Alfáu, José María Serra, Juan Nepomuceno Ravelo, Jacinto de la Concha, Pedro Alejandrino Pina y Benito González. Para actuar en la clandestinidad y evitar la delación, se estructuraron células de tres personas llamadas "iniciados", en las que cada miembro respondía a un seudónimo. Se comunicaban entre sí por medio de un alfabeto criptográfico creado por el propio Duarte y desarrollaron una extraordinaria labor educativa en torno a los ideales nacionalistas e independentistas. Para ello crearon La Filantrópica y La Dramática, dos sociedades culturales que llevaban a escena obras teatrales en las que se representaban las luchas de los pueblos contra la opresión.

Para 1844 era significativo el número de miembros de La Trinitaria, encontrándose figuras de categoría histórica como Tomás Bobadilla, Matías Ramón Mella, Félix María Ruiz, Pedro y Ramón Santana, entre otros... Bajo el liderazgo de Francisco del Rosario Sánchez -quien se unió a la lucha y le correspondió desempeñar un papel de primer orden debido a la ausencia de Duarte, que había sido desterrado- y Ramón Matías Mella, los trinitarios emitieron el 16 de enero de 1844 una “Manifestación de los pueblos del Este de la Isla antes Española o de Santo Domingo, sobre las causas de su separación de la República Haitiana”, que vendría a ser una especie de acta de separación en la que se señalan los caracteres culturales de la dominicanidad y se recogen los principios básicos en que se apoyaría el nuevo Estado, sustentado en los valores humanísticos, democráticos e institucionales que para la época mostraban las naciones que habían transitado el camino de la separación de sus colonizadores...

Terminaba de esta manera el acta de separación:
«...Estamos resueltos a dar al mundo entero el espectáculo de un pueblo que se sacrificará en la defensa de sus derechos y que se reducirá a cenizas y a escombros si sus opresores que se vanaglorian de libres y civilizados nos quisieren imponer condiciones aún más duras que la muerte. Si contra la razón y la justicia quisieren que transmitamos a nuestros hijos y a la posteridad una esclavitud vergonzosa, entonces, arrostrando todos los peligros, con una firmeza perseverante, juramos solemnemente ante Dios y los hombres, que emplearemos nuestras armas en defensa de nuestra libertad y de nuestros derechos, teniendo confianza en las misericordias del Omnipotente que nos protegerá felizmente, haciendo que nuestros contrarios se inclinen a una reconciliación justa y racional, evitando la efusión de sangre y las calamidades de una guerra espantosa que no provocaremos; pero que será de exterminio si llegare el caso. ¡DOMINICANOS! (Comprendidos bajo este nombre todos los hijos de la parte del Este y los que quieran seguir nuestra suerte) ¡A la unión nos convoca el interés nacional!

«Por una resolución firme mostrémonos los dignos defensores de la libertad; sacrifiquemos ante las aras de la patria el odio y las personalidades; que el sentimiento del interés público sea el móvil que nos decida por la justa causa de la libertad y de la separación; con ella, no disminuimos la felicidad de la República de occidente, y hacemos la nuestra. Nuestra causa es santa; no nos faltarían recursos, a más de los que tenemos en nuestro propio suelo, porque si fuere necesario emplearemos los que nos podrían facilitar en tal caso los extranjeros. Dividido el territorio de la República Dominicana en cuatro provincias, a saber Santo Domingo, Santiago o Cibao, Azua desde el límite hasta Ocoa y Seybo, se compondrá el Gobierno de un cierto número de miembros de cada una de ellas para que así participen proporcionalmente de su soberanía. El Gobierno Provisional se compondrá de una junta compuesta de once miembros electos en el mismo orden. Esta junta reasumirá en sí todos los poderes hasta que se forme la constitución del Estado, y determinará el medio que juzgue más conveniente, para mantener la libertad adquirida, y llamará por último a uno de los más distinguidos patriotas al mando en jefe del ejército, que deba proteger nuestros límites agregándole los subalternos que se necesiten. ¡A la unión Dominicanos!, ya que se nos presenta el momento oportuno de Neiba a Samaná, de Azua a Monte Cristi; las opiniones están de acuerdo y no hay Dominicano que no exclame con entusiasmo: SEPARACIÓN, DIOS, PATRIA y LIBERTAD.

«Santo Domingo y Enero 16 de 1844 y 1º. de la Patria
».
El Manifiesto del 16 de enero de 1844 sella en cierto sentido el pacto entre los trinitarios y una parte importante de las fuerzas dominicanas conservadoras que culminaría, 42 días después, el 27 de febrero de ese mismo año, con la proclamación de la independencia bajo la acción de un trabucazo dado por Ramón Matías Mella en la Puerta de la Misericordia de la ciudad de Santo Domingo. Inmediatamente después, pasaron a la Puerta del Conde donde Francisco del Rosario Sánchez izó la bandera nacional, y donde se leyó y juró el Acta Constitutiva del Estado dominicano. Al día siguiente, 28 de febrero, las autoridades haitianas habían capitulado.

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La Bandera


La bandera es el más sublime símbolo de la libertad y la soberanía nacional, y es considerada el alma de la patria. Fue concebida por el patricio Juan Pablo Duarte y su diseño aprobado por Los Trinitarios el 16 de junio de 1838. Ondeó airosa por vez primera el 27 de febrero de 1844, día de la Independencia Nacional. Fue elaborada por la señorita Concepción Bona y su prima la señorita María de Jesús Pina.

La Constitución dominicana establece que la Bandera Nacional contiene los colores azul ultramar y rojo bermellón en cuarteles esquinados y alternados de tal manera que el azul de la parte superior debe quedar al lado del asta, separados por una cruz blanca, de un ancho igual a la mitad de la altura de cada cuartel, llevando en su centro el escudo de armas de la República.

Los colores de la bandera nacional poseen un significado particular. El rojo representa la sangre vertida por nuestros libertadores; el azul expresa nuestros ideales de progreso y libertad y la protección de Dios a la nación dominicana; y la cruz es el símbolo de la lucha de nuestros libertadores para legarnos una patria libre. Su color blanco nos recuerda que la paz y la unión deben prevalecer entre todos los dominicanos.

La Bandera Nacional debe ondear en todos los edificios públicos e instalaciones militares y judiciales. El pueblo debe izarla en sus hogares los días de fiestas patrias. Las escuelas, colegios y universidades y, en general, las entidades educativas, deben rendirle homenaje y presentarla izada a sus estudiantes.

El presidente de la República la lleva cruzada en su pecho, en la banda presidencial. Las embajadas y consulados dominicanos la deben izar en sus oficinas en el exterior; además, en las residencias de embajadores nacionales, debe izarse, durante las fechas patrias dominicanas, junto a la bandera del país receptor. La bandera que usan los buques mercantes no llevará el escudo de armas.


Himno a la Bandera Dominicana
Ya empezó su trabajo la escuela /
y es preciso elevarte a lo azul /
relicario de viejos amores, /
mientras reine la mágica luz.

Nos sentimos arder a tu influjo /
la luz viva de un fuego interior /
cuando flotas alegre, besada /
por los cálidos rayos del sol.

¡Dios!, parece decir, ¡oh bandera! /
la sublime expresión de tu azul; /
¡Patria!, el rojo de vívida llama; /
¡Libertad!, dice el blanco en la cruz.

Mientras haya una escuela que cante /
tu grandeza bandera de amor, /
flotarás con el alma de Duarte /
vivirás con el alma de Dios.

Letra: Ramón Emilio Jiménez
Música: Juan Francisco García


Poema "Arriba el Pabellón" dedicado a la Bandera Nacional
Compuesto por Gastón Fernando Deligne
Tercien armas!... Como quiera! /
el acostumbrado estruendo; /
ello es que el sol va saliendo, /
y hay que enhestar la bandera.

Enfilando pelotón /
de la guardia somnolienta, /
al pie del asta presenta /
arbitraria formación.

Y, hechas a las dos auroras /
en que cielo y Patria están, /
pasan de largo a su afán /
las gentes madrugadoras.

Ni ven el sol de la raza, /
cuyos colores lozanos /
tremulan entre las manos /
del ayudante de la plaza;

ni del lienzo nacional, /
fijo ya a delgada driza, /
recuerdan que simboliza /
toda una historia inmortal.

Pues cada matiz encierra /
lo que hicieron los mayores /
por el bien y los honores /
y el rescate de la tierra.

El rojo, de su gloriosa /
decisión habla al oído; /
"Soy - dice - el laurel teñido /
con su sangre generosa".

Es el azul de su anhelo /
progresista, clara enseña: /
color con que el alma sueña /
cuando sueña con el cielo.

Al blanco, póstumo amor /
a sus entrañas, se aferra; /
dar por corona a la guerra /
el olivo redentor.

Presenten armas!... -Ya ondea /
el Pabellón y se encumbra /
bajo del sol, que deslumbra, /
y el clarín que clamorea-;

Ladra un can, del estridente /
sonido sobresaltado; /
arde en aromas el prado, /
rompe en trinos el ambiente...

¡Que linda en el tope estás /
dominicana bandera! /
¡Quién te viera, quien te viera /
más arriba mucho más...!

Legislación

El uso de la bandera dominicana está regulado esencialmente por la ley 360 de 1943, sus modificaciones y decretos. Estos estipulan lo siguiente:
- El lado frontal de la bandera es aquel en el cual el cuartel azul queda a la izquierda del observador.
- La bandera nunca tocará el suelo.
- La bandera será enhestada todos los días laborables en todos los edificios y dependencias oficiales del estado, desde la salida hasta la puesta del sol.
- La bandera no debe exhibirse en mal estado (ni rasgada, ni maltratada, ni sucia...).
- Es un deber de todo dominicano exhibir la bandera en los días de fiestas patrias (27 de febrero, 16 de agosto...).
- Cuando la bandera se ice junto a otra, debe quedar siempre a la derecha (izquierda del observador mirándola de frente).
- Cuando la bandera sea colocada en forma vertical, el cuartel azul de la esquina superior, el que está unido al borde grueso de la driza, deberá quedar a la izquierda del observador.
- Cuando la bandera sea colocada horizontalmente sobre una pared la bandera deberá colgarse de modo que el cuartel superior azul que está unido al borde derecho de la driza, quede a la izquierda del observador.
La relación ancho:largo es de 2:3, es decir que por cada 2 unidades de ancho tendrá 3 unidades de largo. Cuando la bandera sea colocada horizontalmente sobre una pared, balcón, etc. deberá colgarse de modo que el cuartel superior azul que está unido al borde derecho de la driza quede a la izquierda del observador. Cuando sea colocada en forma vertical, el cuartel azul de la esquina superior, el que está unido al borde grueso de la driza, deberá quedar a la izquierda del observador.
Cuando la bandera se ice junto a otra, debe quedar siempre a la derecha (izquierda del observador mirándola de frente)
Ejemplos:
(1).- En el podio de un orador.
(2).- En un edificio público.



La Bandera DOMINICANA
La Bandera Dominicana fue concebida en su forma y colores por el Padre de la Patria, General Juan Pablo Duarte, según consta en el Juramento Trinitario del 16 de julio de 1838, que la describe de la siguiente forma: “la cual tendrá su pabellón tricolor en cuartos, encarnados y azules, atravesados con una cruz blanca; La República establecerá su correspondiente escudo de armas”.

La Bandera en su más alta significación, es símbolo de nacionalidad y representación genuina de la Patria”.

Es por ello que debemos conocer el protocolo en torno a nuestro estandarte.


CONSTITUCIÓN
TÍTULO I DE LA NACIÓN, DEL ESTADO, DE SU GOBIERNO Y DE SUS PRINCIPIOS FUNDAMENTALES
CAPÍTULO VII DEL IDIOMA OFICIAL Y LOS SÍMBOLOS PATRIOS
Símbolos patrios
Artículo 31
Bandera Nacional

La Bandera Nacional se compone de los colores azul ultramar y rojo bermellón, en cuarteles alternados, colocados de tal modo que el azul quede hacia la parte superior del asta, separados por una cruz blanca del ancho de la mitad de la altura de un cuartel y que lleve en el centro el Escudo Nacional. La bandera mercante es la misma que la nacional sin escudo.


USO DE LA BANDERA DOMINICANA Y LAS DE OTRAS NACIONES
Las banderas de igual rango merecen honores iguales

Cuando las banderas de dos o más naciones son desplegadas, deberán ser izadas en astas diferentes, con el cuidado de que éstas sean de igual altura. Siempre se tendrá la precaución de que las astas de estas banderas sean de igual confección (dentro de lo posible, del mismo material), de igual tamaño o proporción.
DE DIFERENTES NACIONES EN NUMERO PAR

Si la cantidad de banderas izadas es en número par, tendrá precedencia la del país anfitrión y deberá colocarse a la derecha, que es la izquierda del observador.


DE DIFERENTES NACIONES EN NÚMERO IMPAR

Si las banderas presentes son en número impar, la precedente irá colocada en el centro de las demás.
DE DIFERENTES NACIONES EN EL MISMO GRUPO DESFILANDO
Si las banderas han de pasar en un desfile en la misma unidad, se procederá según las indicaciones anteriores.
EN EL MISMO DESFILE EN DIFERENTES UNIDADES
La bandera del país anfitrión irá a la cabeza, en la primera unidad, a continuación las demás en orden alfabético, o rigiéndose por el protocolo, el cual debe ser indicado por el organismo rector (en estos casos la Cancillería. En caso de un certamen deportivo internacional, el organismo rector será el Ministerio de Deportes). Es normal que esta será una coordinación hecha con las homólogas involucradas en el acto. Al desfilar, ninguna de las banderas nacionales será inclinada para rendir honores.
LA ANFITRIONA Y LA DE OTRA NACIÓN EN UN SALÓN

Cuando en un salón con motivo de una ceremonia se deba colocar la Bandera Dominicana y la de otra nación, (en astas separadas) se colocará la dominicana, que en este caso es la anfitriona, a la izquierda del observador. Esto significa que la dominicana estará a la derecha de la mesa de honor (tribuna) o podio. Si se colocan en astas que se cruzan (cruzadas) las banderas se colocarán detrás o en lugar conveniente (nunca delante) de la mesa de honor, la bandera anfitriona a la izquierda del observador. De lo expuesto se concluye: cuando la Bandera Dominicana deba estar presente en otro país, se tomarán las normas indicadas para recomendar el comportamiento y uso del pabellón dominicano.

LA BANDERA COLOCADA EN UNA PARED


Siempre que la bandera sea colocada (colgada) horizontalmente, apoyada en una pared, se colocará de tal manera que el cuartel superior color azul quede a la izquierda del observador (cara anverso). Cuando la bandera sea colocada (colgada) verticalmente, apoyada a una pared, se colocará de tal manera que el cuartel superior color azul quede a la izquierda del observador (cara reverso). Cuando ella y otra bandera (en número par) son desplegadas juntas contra una pared, con las astas cruzadas, deberá colocarse a la derecha o sea a la izquierda del observador.
LA BANDERA NACIONAL junto a las de otras instituciones

Sobre la Bandera Nacional junto a la Bandera del Ejército, la Armada, Fuerza Aérea, Policía, Universidades, Institutos y otros afines.
LA BANDERA NACIONAL DESPLEGADA AL LADO DE OTRA

Si las banderas son en número par, la Nacional se colocará a la derecha, o sea: a la izquierda del observador y a mayor altura que las otras. Cuando un número impar de banderas están agrupadas, tremolando en astas diferentes, la Nacional (tendrá un asta más larga), se colocará en el centro, ocupando un lugar más prominente que el resto del grupo.


LA BANDERA NACIONAL EN UN DESFILE

Cuando la Bandera Nacional es llevada en un desfile junto con otra u otras (por ejemplo la del Ejército, la de la Armada o de la Fuerza Aérea, etc.) en número par, se colocará la Nacional a la derecha (izquierda del observador). Si son en número impar, la Bandera Nacional irá colocada en el centro. Cuando la Bandera Dominicana es llevada sola, o con otras en un desfile o parada, ésta será inclinada para rendir honores o saludar. Las banderas acompañantes sí pueden inclinarse hacia abajo para saludar.


LA BANDERA NACIONAL COLGADA SOBRE LA CALLE

Para estos casos lo primero que debemos de observar es el sentido en que está trazada la calle.

EN UNA CALLE DE ESTE A OESTE

Si es colgada de una driza entre dos balcones (frontales), sobre una calle (orientada ésta de este a oeste) se colgará de tal manera que el azul unido a la driza esté orientado hacia el norte.

EN UNA CALLE DE NORTE A SUR

Si la calle está orientada de norte a sur, el azul superior se orientará en dirección al oeste.


BANDERA IZADA HASTA EL TOPE, MEDIA ASTA Y ARRIADA

Por considerarlo de interés y con el objeto de que sea verificado el procedimiento, veamos el orden siguiente.

UNA PERSONA IZANDO LA BANDERA

Para izar la bandera (una persona), luego de desdoblarla, se colocará la parte flotante de la bandera sobre el hombro izquierdo, se toma con la mano izquierda la base de la bandera (junto a la driza), y con la mano derecha tensa la driza lentamente, de manera que la parte azul quede hacia arriba; en este momento solo la parte flotante de la bandera permanece sobre el hombro, mientras la que está unida a la driza está suspendida en el aire; con la mano izquierda se sostiene la parte inferior (la que está unida con la driza) de la bandera. Al mando correspondiente, con la mano derecha iniciamos el izamiento (en ese momento se unen los cabos de la driza), y con las dos manos la bandera es izada rápidamente. Cuando la bandera está en el tope, se tensa la driza y se ata a la pequeña clavija o cornamusa que está fija en el asta.

DOS PERSONAS IZANDO LA BANDERA

Entre las dos inician el desdoblamiento de la bandera. En este caso, la persona que está a la izquierda del asta posta la bandera, sosteniendo la driza tensa en la unión de la parte inferior de la bandera. El que está a la derecha, sostiene el otro cabo de la driza con las dos manos (azul del paño arriba) listo para izar la bandera a la voz de mando, la bandera es izada rápidamente y cuando esté en el tope procede a atar en la “cornamusa” los extremos de la driza. Para arriar la bandera se procede en sentido inverso; pero en este caso, debe ser arriada lentamente.

LA BANDERA A MEDIA ASTA

Para izar la bandera a media asta se procede según lo explicado anteriormente. Primero debe izarse hasta el tope en la forma normal y luego (de inmediato) se iniciaría la bajada lentamente hasta la mitad del asta; y se amarra la driza. Cuando llega la hora de arriarla, se iza rápidamente hasta el tope y luego (de inmediato) se inicia la bajada lentamente hasta la mitad del asta; y se amarra la driza. Cuando llega la hora de arriarla, se iza rápidamente hasta el tope y luego se procede a arriarla lentamente.


IZADO Y ARRÍO DE LA BANDERA EN OCASIÓN DE LUTO
Izquierda - Cuando la bandera deba izarse a
media asta, primero deberá elevarse hasta el
tope y luego se lleva a la posición de media asta.

Derecha - Cuando se vaya a arriar, deberá
izarse hasta el tope, y luego bajarla.


LA BANDERA EN HONRAS FÚNEBRES

Veamos el Art. 82, del “Reglamento Núm. 983”, fechado el 13 de julio de 1955, el cual dice en su último párrafo:

Antes de sacar el cadáver de donde se encontrare en capilla ardiente, el ataúd o sarcófago será cubierto con la Bandera Nacional, la cual deberá estar colocada de manera tal que lo azul quede sobre el hombro izquierdo del cadáver”.

Luego el Art. 67 del citado reglamento dice:

…Al ser colocado el féretro en la sepultura después de efectuadas las descargas de fusilería, alzarán la bandera que lo cubre y la plegarán en la forma prescrita en los reglamentos de las Fuerzas Armadas…”.

De acuerdo con los reglamentos de las Fuerzas Armadas, tenemos que: cuando sea usada para cubrir el féretro de militares o personas acreedoras para recibir estos honores, se colocará la Bandera Nacional a lo largo del ataúd, de manera que el cuartel azul que está unido al borde (orilla de la driza), quede sobre el hombro izquierdo del difunto, de tal suerte, que si una persona se coloca hacia los pies del difunto, observará que el azul queda a su derecha.

Aquí debemos significar que el uso ha permitido que sea colocado el color azul (citado), encima del hombro derecho, con lo cual no se altera la ceremonia de la colocación de la bandera encima del ataúd con los restos del difunto. Es decir, entre los dos, abrirán la bandera horizontalmente (sostenida en aire) y se procede (ver gráfico) de la siguiente manera:

- Se dobla por la mitad (hacia arriba), en el sentido de la longitud de la misma (por la línea punteada); de tal manera que el color rojo quede hacia el número uno, y el azul hacia el número dos, en este momento, la parte longitudinal de la cruz blanca estará a la derecha del número uno. Hecho esto, ya tenemos la bandera en su primer doblez.

- Se da un segundo doblez (por la línea punteada): en el mismo orden que fue hecho en el primer doblez. De esta manera la bandera nos presenta a la izquierda del número uno, parte de la cruz blanca; el azul quedará en su mano derecha, y hacia el número dos se observará el color rojo.

- Ahora se procede a doblar en triángulos, para lo cual el número dos (2) inicia el doblamiento (desde el extremo donde está el color rojo) y en forma cruzada se sigue doblando hasta llegar al color azul; entonces el número uno toma la bandera e introduce el sobrante azul por la abertura dejada luego del último doblez (ver gráfico). En caso de haberse mojado, se deberá secar antes de proceder a doblarla.

- Al finalizar el doblez, debe quedar totalmente azul por ambos lados, sin que pueda verse el rojo ni el blanco.


ALGUNAS DENOMINACIONES DE LA BANDERA SEGÚN SEA SU TRANSPORTACIÓN

BANDERA


Nombre general en asta o lugar.

COLORES


Cuando se lleva a pie (la persona que viene a la derecha sostiene el azul).

ESTANDARTE


Cuando se lleva en un vehículo militar.

PABELLÓN

Nombre que se da al uso de la bandera dominicana en las relaciones internacionales y para identificar aeronaves y buques de guerra o de Estado. Determina la nacionalidad de las aeronaves civiles y buques mercantes. En una unidad naval se coloca en la popa.

INSIGNIA


En el palo mayor cuando una unidad principal naval va navegando (Buque insignia).

DISTINTIVO

En el palo mayor en las demás unidades navales navegando.

PENDÓN


Colgada en balcón o pared.

ENSEÑA


Nombre que se da a la bandera en las instituciones educativas nacionales.

Texto extraído del libro Banderas y Escudos
Mayor General (R) Ramiro Matos González
Tomado de la Comisión Permanente de Efemérides Patrias


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El Escudo


CONSTITUCIÓN
TÍTULO I DE LA NACIÓN, DEL ESTADO, DE SU GOBIERNO Y DE SUS PRINCIPIOS FUNDAMENTALES
CAPÍTULO VII DEL IDIOMA OFICIAL Y LOS SÍMBOLOS PATRIOS
Símbolos patrios
Artículo 32
Escudo de Armas
ADOPTADO 6 DE NOVIEMBRE DE 1844

El Escudo Nacional tiene los mismos colores de la Bandera Nacional dispuestos en igual forma. Lleva en el centro la Biblia abierta en el Evangelio de San Juan, capítulo 8, versículo 32, y encima una cruz, los cuales surgen de un trofeo integrado por dos lanzas y cuatro banderas nacionales sin escudo, dispuestas a ambos lados; lleva un ramo de laurel del lado izquierdo y uno de palma al lado derecho. Está coronado por una cinta azul ultramar en la cual se lee el lema “Dios, Patria y Libertad”. En la base hay otra cinta de color rojo bermellón cuyos extremos se orientan hacia arriba con las palabras “República Dominicana”. La forma del Escudo Nacional es de un cuadrilongo, con los ángulos superiores salientes y los inferiores redondeados, el centro de cuya base termina en punta, y está dispuesto en forma tal que resulte un cuadrado perfecto al trazar una línea horizontal que una las dos verticales del cuadrilongo desde donde comienzan los ángulos inferiores.

El escudo dominicano fue creado en la época de la proclamación de independencia nacional. Ha experimentado un largo proceso de modificaciones. La historia registra por lo menos 14 escudos. El actual fue diseñado por Casimiro N. de Moya, expedido por el gobierno de Monseñor Nouel y oficializado en 1913.

Evolución del Escudo Dominicano
Tomado de la Comisión Permanente de Efemérides Patrias

El escudo de la República Dominicana fue creado en la época de la proclamación de independencia nacional. El mismo ha experimentado un largo proceso de modificaciones sucesivas. La historia registra 21 escudos incluyendo el actual. La variedad fue apareciendo entre 1844 y 1913; un escudo reciente no significaba el desplazamiento del anterior. Eran usados indistintamente tanto unos como otros en documentos oficiales. Cada vez que se reformaba la Constitución, se hacían pequeñas correcciones al describir el escudo.

A partir de 1913 se oficializó una uniformidad heráldica mediante decreto del 6 de febrero de 1913 expedido por el gobierno de Monseñor Nouel, que establecía la forma actual. En el mismo decreto aparecía un diseño, hecho por Casimiro Nemesio de Moya, reproduciendo el "Gran Sello de la Nación". Además de la forma, dicho decreto fijó, en su artículo segundo, los colores actuales: azul ultramar y rojo bermellón.

El primer escudo de armas tenía dos ramas exteriores de laurel y debajo de éstas, formando un arco, aparecía una serpiente mordiendo y tragando su cola (signo de eterna evolución). En un tercer plano aparecía, abierto y en el centro, el libro de los Evangelios; detrás del libro había un trofeo de armas (una lanza y un fusil con bayoneta calada a la derecha, y un sable y una corneta a la izquierda); arriba del libro había una bandera dominicana. En segundo plano había dos banderas dominicanas y, en el cruce de las astas, había un gorro frigio (símbolo de la libertad). En primer plano, en la parte inferior, había una cinta ancha con las palabras "República Dominicana" y, a ambos lados en la parte inferior, dos cañones con sus respectivas balas esféricas en forma piramidal.

(1844)
(1848 V1)
(1848)
(1849)
(1853)
(1857)
(1860)
(1866)
(1867)
(1870)
(1874)
(1886)
(1889)
(1898)
(1905)
(1909)
(1913)
(1916)
(1982)
(1983)




Denuncia de la falsificación del Escudo Nacional Dominicano
por Guido Riggio Pou
25 de febrero de 2015
(Resumida)


Dentro del coloquio celebrado en el Centro León el día 24 de febrero de 2015 titulado “Origen y evolución del escudo dominicano: causas y consecuencias”, hemos denunciado esta falsificación que aparece en el Escudo Nacional, emitiéndose esta nota de prensa:

Es nuestro deber denunciar que el último Escudo Nacional aprobado por la Constitución del 2010 ha sido falsificado... adulterado sin respeto alguno. Al parecer, los mismos sectores que desde la fundación de la República se han arrogado el derecho de manejar a su conveniencia los Símbolos Patrios han cometido el desatino de agregarle al Escudo Nacional actual un texto que la Constitución no aprueba ni autoriza. En su artículo 32, la Constitución dice que “El Escudo Nacional tiene los mismos colores de la Bandera Nacional dispuestos en igual forma. Lleva en el centro la Biblia abierta en el Evangelio de San Juan, capitulo 8, versículo 32 y encima una cruz…”. Como se puede comprobar, la Constitución no autoriza mostrar en el Escudo Nacional ningún otro versículo que no sea el 32 de San Juan. Sin embargo, al Escudo Nacional que circula oficialmente y aparece en las publicaciones oficiales, se le ha agregado un versículo adicional, el 31 del capítulo 8 del Evangelio de San Juan, no autorizado. Hacemos un llamado a las autoridades para que, en cumplimiento de la ley, procedan de inmediato a establecer responsabilidades y a determinar los autores de esta burda falsificación, de esta desconsideración a los símbolos patrios y, sobre todo, contra la Constitución Dominicana. Es nuestro deber someter una acción de inconstitucionalidad al Tribunal Constitucional de la República Dominicana para que censure semejante delito.

Atentamente:
Guido Riggio Pou
Ciudadano dominicano.
Santiago, República Dominicana

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Himno Nacional


El Himno Nacional Dominicano fue escrito originalmente en el 1883 por Emilio Prud'Homme (letra) y José Reyes (música).

Acerca de su origen José Reyes declaró en una ocasión que habiendo llegado a sus manos el Himno Nacional argentino, publicado en el periódico parisino El Americano, sintió el deseo de hacer una composición análoga para su país y, con tal motivo, en 1883, invitó a su amigo Emilio Prud'Homme a que escribiera un himno a la patria para él ponerle la música. Poco tiempo después el poeta Prud'Homme escribió las estrofas y el músico compuso su himno.

Por su parte Prud'Homme comentaba de José Reyes que su gran aspiración, su doble sueño de patriota y artista, era componer un himno que llegara al corazón de sus compatriotas y avivara en ellos el sentimiento de la nacionalidad, para que amaran intensamente su suelo, su cielo, sus montañas, sus ríos, su hogar, sus glorias nacionales, sus libertades, su independencia, su integridad y su honor nacional. Creía Reyes que cuando los dominicanos tuvieran un himno que sintieran y cantaran con amor, afirmarían tanto en su alma el sentimiento de la patria que llegarían a estar completamente seguros, en sí mismos, de ser dominicanos para siempre.

La primera versión de los versos de Prud'Homme fue publicada el 16 de agosto de 1883 en el semanario capitaleño El Eco de la Opinión. El 17 de agosto de 1883 el himno así compuesto fue estrenado en una velada que celebró la prensa nacional en la Logia Esperanza de Santo Domingo. Lo cantó un grupo de jóvenes con el acompañamiento de una pequeña orquesta en la que el propio José Reyes tocó el chelo. La composición fue bien recibida por el público y desde entonces comenzó su lento proceso de popularización.

Meses más tarde, se decidió trasladar al país los restos de Juan Pablo Duarte desde Caracas (Venezuela), donde había fallecido en 1876. Para esa ocasión, El Eco de la Opinión sugirió que se recibieran los nobles despojos del patricio dominicano con un aire triunfal, proponiendo al efecto el himno patriótico del maestro José Reyes. Así, el 27 de febrero de 1884, el canto patriótico de Reyes y Prud'Homme fue interpretado a lo largo de todo el trayecto recorrido por la procesión que llevó en andas los restos del Padre de la Patria, partiendo desde el puerto de Santo Domingo hasta la Santa Iglesia Catedral, donde fueron inhumados entonces.

En 1897, el periódico El Teléfono, de la capital, publicó una edición del texto de Prud'Homme corregida por su propio autor. El poeta mismo quiso revisar su obra, considerando que la primera versión adolecía de fallas propias de su inexperiencia juvenil, ya que aunque tenía veintisiete años al momento de escribir su himno, en 1883, se había visto forzado a adquirir tardíamente su formación literaria, debido a su humilde condición social. Esta segunda versión sería la definitiva. Atendiendo a una iniciativa del diputado Rafael García Martínez, el 30 de abril de 1897 el Congreso Nacional comenzó a analizar los méritos del canto patriótico de Reyes y Prud'Homme con el fin de que esta composición fuera oficializada como himno nacional de los dominicanos, medida que fue adoptada por el cuerpo legislativo en la sesión del 7 de junio del mismo año.

Aunque el presidente Ulises Heureaux no convirtió en ley esa resolución del Congreso, probablemente motivado por su disgusto con la vertical actitud de Emilio Prud'Homme frente a su gobierno dictatorial, ello no impidió que el pueblo dominicano mantuviera su preferencia por este himno, que se siguió interpretando en los actos oficiales. Además, virtualmente se reconocía el carácter oficial de la obra de José Reyes al asignársele a éste una pensión del gobierno por haber escrito el Himno Nacional Dominicano y, por otra parte, varios ayuntamientos del país, incluyendo el de la capital, designaron con su nombre y el de Prud'Homme sendas calles, por igual razón.

No fue sino hasta el 30 de mayo de 1934 cuando el presidente de la República Dominicana, Rafael Leónidas Trujillo Molina, mediante la Ley número 700, declaró Himno Oficial de la República el compuesto por el maestro José Reyes con letra del poeta y educador Emilio Prud'Homme.
Quisqueyanos valientes, alcemos /
nuestro canto con viva emoción, /
y del mundo a la faz ostentemos /
nuestro invicto, glorioso pendón.

¡Salve! el pueblo que intrépido y fuerte, /
a la guerra a morir se lanzó, /
cuando en bélico reto de muerte /
sus cadenas de esclavo rompió.

Ningún pueblo ser libre merece /
si es esclavo, indolente y servil; /
si en su pecho la llama no crece /
que templó el heroísmo viril.

Mas Quisqueya la indómita y brava, /
siempre altiva la frente alzará; /
que si fuere mil veces esclava /
otras tantas ser libre sabrá.

Que si dolo y ardid la expusieron /
de un intruso señor al desdén, /
¡Las Carreras!, ¡Beler!, campos fueron /
que cubiertos de gloria se ven.

Que en la cima de heroico baluarte, /
de los libres el verbo encarnó, /
cuando el genio de Sánchez y Duarte /
a ser libre o morir enseñó.

Y si pudo inconsulto caudillo /
de esas glorias el brillo empañar, /
de la guerra se vio en Capotillo /
la bandera de fuego ondear.

Y el incendio que atónito deja /
de Castilla al soberbio león, /
de las playas gloriosas se aleja /
donde flota el cruzado pendón.

Compatriotas, mostremos erguida /
nuestra frente, orgullosa de hoy más: /
que Quisqueya será destruida /
pero sierva de nuevo, ¡jamás!

Que es santuario de amor cada pecho /
do la Patria se siente vivir; /
y es su escudo invencible el derecho, /
y es su lema: ser libre o morir.

¡Libertad!, que aun se yergue serena /
la victoria en su carro triunfal, /
y el clarín de la guerra aun resuena /
pregonando su gloria inmortal.

¡Libertad!, que los ecos se agiten /
mientras llenos de noble ansiedad /
nuestros campos de gloria repiten: /
¡LIBERTAD! ¡LIBERTAD! ¡LIBERTAD!

Tomado de ivoox

Himno Nacional Instrumental
Tomado de:
Comisión Permanente de Efemérides Patrias


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Canto a la Patria

Juan Luis Guerra, cantante y compositor dominicano, donó al Estado la composición "Canto a la Patria". Al ceder los derechos patrimoniales que le corresponden, tanto en música como en letra, Guerra manifestó que espera que la canción despierte en los dominicanos un "primer amor" por la nación.

"Que nos dediquemos a exaltar nuestras banderas y nuestro escudo; que nos esforcemos en honrar cada palabra de nuestro himno y que nunca olvidemos el sacrificio de los hombres y mujeres que pagaron el precio de nuestra libertad... Mientras lo grababa, le pedí a Dios que derramara un espíritu de patriotismo sobre cada dominicano que lo escuchara", proclamó Juan Luis Guerra.

El himno ha sido distribuido en escuelas y universidades, clubes culturales y deportivos, oficinas del Estado, embajadas, consulados y en los distintos medios de comunicación.
Se oyen tus pasos que hacen caminos, /
se oyen tus trinos de majestad, /
y la victoria de aquel febrero /
te ha coronado de libertad.

Cantan tus valles, ríos y mares, /
mi patria hermosa siempre serás, /
tú nada temes, no te detienes, /
y haces un pacto con la verdad.

Dominicana, fuerte y valiente, /
tus hijos cantan de corazón, /
abre tus alas, surca los cielos, /
llena de gloria, paz y honor.

Dominicana, es tu destino /
ser la más noble debajo del sol; /
alza tus manos de amor eterno, /
llena de paz y gloria y por siempre bendecida de Dios.

Tierra de paz y gloria y por siempre bendecida de Dios.

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Primer Himno Dominicano; de Félix María del Monte

"La noche en que se proclama la independencia nacional, (Félix María del Monte, nh) acude con los promotores del movimiento separatista al Baluarte del Conde, lugar escogido para la cita hazañosa, y allí mismo improvisa el primer himno dominicano" (Joaquín Balaguer, Los próceres escritores. 1995/Talleres gráficos de Editora Corripio. Santo Domingo, República Dominicana).

José de Jesús Ravelo publicó en 1934 un trabajo histórico titulado "Historia de los Himnos Dominicanos", en el que señala:
«Este himno, letra del poeta Félix M. del Monte y música del coronel Juan Bautista Alfonseca, debía ser realmente el único si los dominicanos hubieran sentido más inclinación por las cosas de su tierra... Escrito por dos prestantes compatriotas en el instante mismo en que nos hicimos libres, no ha debido de ninguna manera abandonarse por cuestiones de política de partidos. Cuando Alfonseca y de Del Monte escribieron el Canto Patriótico de la naciente República Dominicana pertenecían tan sólo al único y sacratísimo partido de la Independencia.

«Más tarde, al organizarse los bandos que dirigieron Pedro Santana y Buenaventura Báez, aquellos ciudadanos militaron en las filas del rojismo (baecismo), y esa parece ser la causa que influyó poderosamente en el abandono del Himno del 1844... Pero de tal suerte llegó a ser olvidado (a pesar de ser el único de nuestros himnos que se cantó en el campo de batalla, cuando nuestros hermanos luchaban por afianzar la independencia nacional), que en los últimos gobiernos presididos por el general Buenaventura Báez, la República no tenía himno y se hacían honores al Jefe del Estado con las solemnes notas del Canto Nacional de Inglaterra.»


Canción Dominicana (Primer Himno Dominicano), de Félix María del Monte (1819-1899)

Canción Dominicana
¡Al arma, españoles! /
¡Volad a la lid! /
¡Tomad por divisa /
"Vencer o morir"!

I

Nobles hijos de Santo Domingo, /
erguid ya vuestra frente guerrera, /
y sañudos volad tras la fiera /
que el solar de Colón devastó.

A sus huestes cobardes e impías /
el terror y exterminio llevemos, /
y los himnos de gloria cantemos /
secundados del fiero cañón.

¡Al arma, españoles! /
¡Volad a la lid! /
¡Tomad por divisa /
"Vencer o morir"!

II

¡Guerra a muerte sin tregua, españoles! /
Si ser libres por siempre queremos /
de la historia con sangre borremos /
cuatro lustros de llanto y dolor.

Sepa el mundo que a nombres odiosos /
acreedores jamás nos hicimos, /
y que siempre que gloria quisimos, /
nuestro carro la gloria arrastró.

¡Al arma, españoles! /
¡Volad a la lid! /
¡Tomad por divisa /
"Vencer o morir"!

III

¡No hay piedad! El haitiano insolente, /
penetrando hasta nuestros hogares, /
profanó nuestros templos y altares, / nuestros fueros osó atropellar, /
y el pudor de la cándida virgen, / y las canas del mísero anciano, /
y cuanto hay de sagrado en lo humano /
ultrajó con orgullo procaz.

¡Al arma, españoles! /
¡Volad a la lid! /
¡Tomad por divisa /
"Vencer o morir"!

IV

Mas hoy tiembla convulso, leyendo /
de los cielos la justa sentencia, /
y amenazan su odiosa existencia /
diez mil lanzas que afila el honor.

¡Compatriotas, el éxito es cierto!... /
Libertad con valor conquistemos, /
y el cruzado estandarte plantemos /
del tirano en la oscura mansión.

¡Al arma, españoles! /
¡Volad a la lid! /
¡Tomad por divisa /
"Vencer o morir"!
Nota: Los habitantes de la parte Este eran llamados "españoles"; el término "dominicano" se usaría rutinariamente luego de la gesta del 27 de febrero de 1844. Posteriormente, del Monte lo modificó diciendo: ¡Al arma, patriotas!...

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Segundo Himno Dominicano; de Manuel Rodríguez Objío

Para 1865, "cuando la voluntad de ser libre agrupa nuevamente a los dominicanos bajo las banderas de la Restauración", Manuel Rodríguez Objío escribe un segundo himno, "de la rebelión de la conciencia nacional contra el dominio de España, tendencia patriótica representada por quienes sostenían como una enseña en sus manos el ideal de la independencia absoluta" (Balaguer, Los próceres escritores).

Sobre este segundo himno, José de Jesús Ravelo refiere: "Al general Gregorio Luperón se debe que el poeta Rodríguez Objío y el Maestro Ignacio Martí Calderón escribieran respectivamente la letra y la música del Himno. Este otro Canto Nacional, que tampoco ha debido olvidarse, fue popularísimo en las provincias del Norte y del Centro de la República. Cuando el Himno de José Reyes comenzó a generalizarse en aquellas regiones, se tocaba en las fiestas del 27 de febrero, y aquel en las del 16 de agosto".

Continúa Ravelo: "Cuando el 14 de marzo de 1871, el general Luperón salió de Capotillo haitiano con 45 patriotas para protestar con las armas por la anexión de nuestro país a Estados Unidos de América, aquellos valientes, entre los cuales iba el autor de la letra, emprendieron la marcha cantando el Himno de Capotillo con música que se supone improvisaron puesto que la verdadera, la que compuso el maestro Ignacio Martí Calderón, fue escrita, poco más o menos, en el año 1885".

El Himno de Rodríguez Objío es un grito de protesta contra la supervivencia en Santo Domingo de todo resto de dominación española:
Ahora nuevo maldito tirano, /
por saciar su funesta ambición, /
quiere arriar con impúdica mano /
de esa patria el sagrado pendón.

Ya el clarín belicoso resuena, /
y a la lid nos impulsa el honor; /
del oprobio al romper la cadena /
¡proscribamos por siempre al traidor!

Vencedores heroicos de España /
¡de otro yugo la patria salvad! /
Compatriotas, afrenta tamaña /
de traidores, con sangre borrad!

¡A la lid a vencer! ¡Guerra! ¡Guerra! /
No haya tregua jamás ni perdón, /
para el vil que tornó de otra tierra /
meditando venganza y traición.

Capotillo es el grito sonoro /
que se debe elevar por doquier; /
que al salvar nuestro patrio decoro, /
¡protestemos morir o vencer!

La victoria, feliz nos espera; /
ya se ven los traidores temblar, /
y al fijar nuestra sacra bandera, /
gloria eterna nos va a coronar.

De los bravos que allá en Capotillo /
restauraron invictos la cruz, /
la aureola del fúlgido brillo /
en la vida nos sirva de luz.
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Himno a la "Revolución de Abril" de 1965



A luchar soldados valientes /
que empezó la revolución, /
a imponer los nobles principios /
que reclama la Constitución.

Desgarró la noche serena /
la sirena de la libertad, /
cual clarín que llama a la guerra /
defendiendo la patria inmortal.

Como hermanos de Duarte luchemos /
que ya Mella en un grito encarnó, /
si cual Sánchez al martirio iremos, /
venceremos como Luperón.

No cedamos un paso marchemos /
por senderos de gloria y honor, /
y otra vez al traidor venceremos, /
y otra vez al grosero invasor.

A luchar soldados valientes /
que empezó la revolución, /
a imponer los nobles principios /
que reclama la Constitución.

Desgarró la noche serena /
la sirena de la libertad, /
cual clarín que llama a la guerra /
defendiendo la patria inmortal.

Himno a la Revolución Constitucionalista
Tomado de Comisión Permanente de Efemérides Patrias


Música y letra: Aníbal de Peña.

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Himno a la Raza Inmortal/Catorce de Junio [1J4]


Llegaron llenos de patriotismo, /
enamorados de un puro ideal, /
y con su sangre noble encendieron /
la llama augusta de la libertad.

Su sacrificio que Dios bendijo /
la patria entera glorificará, /
como homenaje a los valientes /
que allí cayeron por la libertad.

Llegaron llenos de patriotismo, /
enamorados de un puro ideal, /
y con su sangre noble encendieron /
la llama augusta de la libertad.

Su sacrificio que Dios bendijo /
la patria entera glorificará, /
como homenaje a los valientes /
que allí cayeron por la libertad.

Catorce de Junio, gloriosa gesta nacional; /
tus mártires están en el alma popular.

Hermanas Mirabal, heroínas sin igual; /
un grito vibrante es el grito de la patria inmortal.

Catorce de Junio, gloriosa gesta nacional; /
tus mártires están en el alma popular.

Hermanas Mirabal, heroínas sin igual; /
un grito vibrante es el grito de la patria inmortal.

Llegaron llenos de patriotismo, /
enamorados de un puro ideal, /
y con su sangre noble encendieron /
la llama augusta de la libertad.

Su sacrificio que Dios bendijo /
la patria entera glorificará, /
como homenaje a los valientes /
que allí cayeron por la libertad.

Himno del 14 de Junio
Tomado de Comisión Permanente de Efemérides Patrias


Música: Héctor Jiménez
Letra: Vinicio Echavarría.

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Himno a la Madre Dominicana

Doña Trina de Moya, esposa del presidente mocano Horacio Vásquez, escribió el Himno a las madres dominicanas.
Venid los moradores del campo y la ciudad, /
y entonemos un himno de intenso amor filial. /
Cantemos de las madres la ternura, el afán, /
y su noble atributo de abnegación sin par.

Celebremos todos la fiesta más bella, /
la que más conmueve nuestro corazón; /
fiesta meritoria que honramos con ella /
a todas las madres de la creación.

Quién como una madre, con su dulce encanto, /
nos disipa el miedo, nos calma el dolor; /
con sólo brindarnos su regazo santo, /
con sólo cantarnos baladas de amor.

De ella aprende el niño la sonrisa tierna; /
el joven, la noble, benéfica acción. /
Recuerda el anciano la oración materna /
y en su alma florece la resignación.

Venid los moradores del campo y la ciudad, /
y entonemos un himno de intenso amor filial. /
Cantemos de las madres la ternura, el afán, /
y su noble atributo de abnegación sin par.

Cubramos con flores la tumba sencilla /
de madres que moran en la eternidad; /
y ornemos con flores la frente que brilla, /
y aún brilla y esplende la maternidad.

Para ella escojamos frescas azucenas, /
simbólicas flores de aroma ideal; /
blancas como el alma de las madres buenas /
y con algo místico y sentimental.

Albas estrellitas, nítidas hermanas, /
de las que circundan la divina sien; /
a la que es modelo de madre cristiana, /
Madre de Dios hombre nacido en Belén.

Venid los moradores del campo y la ciudad, /
y entonemos un himno de intenso amor filial. /
Cantemos de las madres la ternura, el afán, /
y su noble atributo de abnegación sin par.

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Himno a Juan Pablo Duarte

En la fragua de la escuela / nuestra patria fue forjada, / y el calor de tu enseñanza, / le infundió vida sagrada.

La gloriosa Trinitaria /
que fundara tu heroísmo /
fue la cátedra primera /
de moral y de civismo.

Fuerza era que un maestro /
preparara la conciencia /
donde habría de nacer /
la soñada independencia.

Y es así como cantamos /
tus virtudes allá el estro, /
junto al padre de la Patria /
la figura del maestro.

En la escuela se te honra /
por tus hechos sacrosantos, /
por las letras y las notas, /
encendidas de sus cantos.

Y al honrarte recordamos /
tu patriótico heroísmo, /
es al prócer y al maestro, /
que los dos son uno mismo.

La Bandera dice Patria /
y al decirlo se revela, /
que es el alma de la Patria /
señalándonos la escuela.

Autores:
Letra: Ramón Emilio Jiménez
Música: José de Jesús Ravelo

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Himno a Francisco del Rosario Sánchez

Sánchez glorioso, varón ilustre /
que no supiste jamás hollar, /
los sacros fueron del patriotismo /
que levantaron el patrio lar.

Tú que juraste morir de hambre /
antes que siervo comer un pan, /
y lo cumpliste cuando tu cuerpo /
de muerte herido cayó en San Juan.

Tú que en los labios siempre tuviste /
fiero anatema para el traidor /
que malograra la patria hermosa /
por la que dieras vida y honor.

Derecho tienes a que elevemos /
en tu memoria cantos de amor; /
ningún soldado fue más glorioso, /
¡nadie ha luchado con más valor!

Cuando miramos llenos de orgullo /
la patria enseña, con qué fruición /
pensamos todos que representa /
la parte roja, ¡tu corazón!

Autores:
Letra: Ramón Emilio Jiménez
Música: José de Jesús Ravelo

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Himno a Matías Ramón Mella

No fue nunca la divisa del instinto de matar, /
ni fue el rígido instrumento de la fuerza militar /
provocando las groseras ambiciones del poder: /
fue tu espada la divisa del honor y del deber.

Fiel discípulo de Duarte, comprendiste el ideal, /
y sirviendo los destinos de la causa nacional /
disparaste tu trabuco, que rugió como león, /
despertando las conciencias y clamando redención.

La bandera fue tu culto, la Bandera fue tu altar, /
y dijiste: "cuando vaya para siempre a descansar, /
que ella envuelva mi cadáver". Y moriste con honor/
en los brazos siempre abiertos de la enseña tricolor.

Y después, cuando quisieron de la fosa recoger /
tus cenizas venerandas, un milagro pudo ser: /
encontraron la bandera, la bandera tricolor, /
reviviendo en sus matices la grandeza de tu amor.

Autores:
Letra: Ramón Emilio Jiménez
Música: Julio Alberto Hernández

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Himno a Gregorio Luperón

Para el momento de consumarse la anexión a España, en 1861, Gregorio Luperón se manifestó públicamente contra la decisión de Pedro Santana; a partir de ese momento fue señalado como enemigo. Reclamado por el Gobernador, y ya en su presencia, atacó al oficial que le llevaba detenido escapando por las calles de Puerto Plata. Embarcó para Estados Unidos en compañía de un hermano. Regresó al país para fines de 1862 y tomó parte activa en la intentona patriótica que bajo la jefatura de Santiago Rodríguez se había organizado en la región con el fin de proclamar la Restauración de la República el 27 de febrero de 1863.

Participó activamente al frente de tropas de vanguardia forjándose fama de valiente, rápido en la acción y sereno en el combate. Ascendido a General de División el 18 de octubre de 1864, junto a Benito Monción, alcanza, a los 25 años, el más alto rango militar de la nación. Desocupado el país por las tropas de España, y bajo el gobierno provisional de José María Cabral, es designado Delegado del Gobierno en el Cibao y Gobernador de Santiago. Luperón ha salido del proceso de la Guerra de Restauración convertido en una figura militar y política de relevante categoría. Actuó junto a figuras de primera magnitud en las luchas patrióticas: Matías Ramón Mella, José María Cabral, Ulises Francisco Espaillat, Gaspar Polanco, Pedro Pimentel y otros que lo protegieron y defendieron cuando su agresividad lo llevaba a desconocer las reglas de la disciplina que la irregularidad de la situación imponían. Mella y Espaillat, según él mismo relata en sus memorias, le dispensaron siempre un trato afable e indulgente.

De todos los próceres de su época fue el que demostró sentido político en el momento histórico que le tocó vivir y del papel que él mismo jugaba en ese momento. Por eso se ocupó de que Rodríguez Objío escribiera una biografía de su persona y un ensayo histórico de La Restauración. Gregorio Luperón es gloria de la dignidad y valor del pueblo dominicano, auspiciador de la independencia de Cuba y de Puerto Rico, activista del antillanismo y ejemplo eterno para todos.
Sobre el armiño en cruz de tu bandera, /
juraste Luperón, /
morir por verla libre en la ancha esfera, /
flotando bajo el sol.

Y por la cruz severa de tu espada /
lo juraste también, /
y fue tu noble patria restaurada, /
y te sonrió el laurel.

Que siempre te halló en pie, serenamente, /
de la patria el honor, /
piedra que no quebranta la corriente, /
roble inflexible al aquilón.

Que siempre te halló en pie, serenamente, /
de la patria el honor, /
piedra que no quebranta la corriente, /
roble inflexible al aquilón.

Sobre el armiño en cruz de tu bandera, /
juraste, Luperón, /
morir por verla libre en la ancha esfera /
flotando bajo el sol, flotando bajo el sol.

Autores:
Letra: Ramón Emilio Jiménez
Música: Julio Alberto Hernández

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Himno a la Bandera

La bandera dominicana es el más sublime símbolo de la libertad y la soberanía nacional. Su diseño fue aprobado por Los Trinitarios el 16 de junio de 1838. Ondeó airosa por vez primera el 27 de febrero de 1844, día de la Independencia Nacional. La misma fue elaborada por la señorita Concepción Bona y su prima la señorita María de Jesús Pina.

Los colores de la bandera nacional poseen un significado particular. El rojo representa la sangre vertida por nuestros libertadores; el azul expresa nuestros ideales de progreso y libertad y que Dios protege la nación dominicana; y la cruz blanca es el símbolo de la lucha de nuestros libertadores para legarnos una patria libre...

La letra del himno a la bandera de la República Dominicana fue escrita por Ramón Emilio Jiménez, mientras que la melodía y notas de la música que lo acompañan fue compuesta por el maestro Juan Francisco García. Este himno dedicado a la enseña nacional dominicana se canta en todas las escuelas de la República Dominicana.
Ya empezó su trabajo la escuela /
y es preciso elevarte a lo azul /
relicario de viejos amores, /
mientras reine la mágica luz.

Nos sentimos arder a tu influjo /
la luz viva de un fuego interior /
cuando flotas alegre, besada /
por los cálidos rayos del sol.

¡Dios!, parece decir, ¡oh bandera! /
la sublime expresión de tu azul; /
¡Patria!, el rojo de vívida llama; /
¡Libertad!, dice el blanco en la cruz.

Mientras haya una escuela que cante /
tu grandeza bandera de amor, /
flotarás con el alma de Duarte /
vivirás con el alma de Dios.

Autores:
Letra: Ramón Emilio Jiménez
Música: Juan Francisco García

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Himno al Ejército de Liberación Dominicana

Los integrantes del Ejército de Liberación Dominicana fueron entrenados militarmente en campamentos guerrilleros montados en Cuba con la finalidad de dar fin a la sangrienta dictadura que encabezaba Rafael Leónidas Trujillo Molina. La expedición fue organizada por el Movimiento de Liberación Dominicano con el concurso de los gobiernos de Cuba y Venezuela.

Los expedicionarios desembarcaron en varios pueblos del norte de la República Dominicana bajo la dirección del comandante Enrique Jiménez Moya, quien, junto a cincuenta y seis combatientes que viajaban con él en el avión piloteado por el venezolano Julio César Rodríguez y el dominicano Juan de Dios Ventura Simó -antiguo capitán de la Fuerza Aérea Dominicana-, arribó al país el 14 de junio de 1959 (en horas de la tarde) en un avión que tenía pintadas las siglas de la Fuerza Aérea Dominicana. El aterrizaje se produjo en el aeropuerto militar de Constanza.

Delio Gómez Ochoa, cubano participante en la expedición -y sobreviviente de la misma-, recuerda a Jiménez Moya como "un hombre de pelo negro y facciones fijas, con unos 5 pies y diez pulgadas de estatura. Tenía 47 años de edad".

La insurrección armada fue derrotada desde el punto de vista militar por el Ejército y la Fuerza Aérea dominicanas a las órdenes de Trujillo, pero pasó a convertirse en fuente de inspiración para el nombre de un grupo político: el Movimiento 14 de Junio, dirigido por Manolo Tavárez Justo (presidente), Pipe Faxas Canto (secretario general) y Leandro Guzmán (tesorero); entre otros, también lo integraban las hermanas Mirabal...

La mayoría de los expedicionarios capturados por el oprobioso régimen fueron torturados y asesinados.
A pelear dominicano, /
que el tirano tiembla ya. /
¡Libertad! ¡Libertad! /
A vencer, a morir, /
rebeldes a pelear. ¡A pelear!

A pelear dominicano, /
que el tirano tiembla ya. /
¡Libertad! ¡Libertad! /
A vencer, a morir, /
rebeldes a pelear. ¡A pelear!

Todo el pueblo dominicano /
lucha ahora por su libertad. /
Crearemos la patria nueva; /
para todos, justicia social.

Por su pueblo: obrero, campesino; /
por su tierra: trabajo y honor; /
fuego y plomo, ¡candela al tirano!, /
para dar almas a la revolución.
Himno al Ejército de Liberación Dominicana
Tomado de Comisión Permanente de Efemérides Patrias


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Himno a la Verdad

El himno a la Verdad exhorta a los niños a exaltar la verdad; es necesario que se les inculque este valor. Una de las cosas que despierta más ternura en los niños es su ingenuidad; "esa inocencia que hace que cualquier cosa que hagan o digan resulte graciosa y aceptable". En el hogar deben existir reglas para evitar que la mentira se adueñe de la mente de los niños. Los padres deben asegurarse que sus hijos entiendan la importancia de la honestidad.

Ofrecer un modelo de honestidad, no obligarlos a mentir, explicarles por qué no deben hacerlo, hablarles sobre la diferencia entre decir la verdad y mentir, mostrarles los resultados de una correcta e íntegra formación, reforzarlos cuando dicen la verdad y evitarles que fortalezcan la actitud negativa de mentir -que tiende a incrementar cuando los niños reconocen sus actos y son sometidos a castigo- son sólo algunas recomendaciones para que en el hogar los niños crezcan con la virtud de la honradez, a la luz del Todopoderoso y orientados hacia la construcción de una mejor sociedad.

Es aconsejable reforzar una actitud sincera; hablarles y asegurarse de que han entendido lo que no deben hacer, pero sin amenazas ni castigos.
No digamos jamás la mentira, /
no engañemos nuestros papás, /
que no hay cosa más bella que un niño /
cuando sabe decir la verdad.

Respetemos a nuestros mayores; /
ocultarle una falta es error. /
La verdad es la cosa más bella; /
donde está la verdad, está Dios.

No digamos jamás la mentira, /
no engañemos nuestros papás, /
que no hay cosa más bella que un niño /
cuando sabe decir la verdad.

Respetemos a nuestros mayores; /
ocultarle una falta es error. /
La verdad es la cosa más bella; /
donde está la verdad, está Dios.

Autores:
Letra: Ramón Emilio Jiménez
Música: Ramón Echavarría

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Himno Antes de Clase

El himno Antes de Clase se cantaba en las escuelas después que se izaba la bandera y se cantaba el himno. Exhorta a los niños a iniciar sus estudios con dedicación y entrega, tal y como lo hacen las abejas, tema que sirve de estímulo en tan refrescante cántico.

Era la hermosa manera de iniciar los estudios en escuelas y colegios de la República Dominicana; desgraciadamente, la tradición se ha perdido, y con ella el valor intrínseco del amor a la faena escolar. Significaba el apego al aprendizaje en las escuelas, trabajando de manera ardua de la misma manera que las abejas se entregan con entusiasmo a su diaria labor.
A la clase, que ya es hora /
de empezar nuestra labor; /
que están haciendo las suyas /
las abejas en la flor.

Y si trabajan las abejas, /
y acaba en miel su labor, /
trabajemos en la escuela /
y haremos algo mejor.

A la clase, que ya es hora /
de empezar nuestra labor; /
que están haciendo las suyas /
las abejas en la flor.

Y si trabajan las abejas, /
y acaba en miel su labor, /
trabajemos en la escuela /
y haremos algo mejor.
Himno Antes de Clase
Tomado de Comisión Permanente de Efemérides Patrias


Autores:
Letra: Ramón Emilio Jiménez
Música: Pedro Manuel de Jesus Gonzales.

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Himno al Árbol

Ramón Emilio Jiménez

El 5 de mayo se celebra el Día del Árbol; Ramón Emilio Jiménez escribió las letras, las que forman parte del libro 'La Patria en la Canción', una "obra maestra de la literatura iberoamericana", como la describiera Clodomiro Moquete, escritor y periodista dominicano, gestor cultural y editor de la Revista Vetas. La música es del maestro José de Jesús Ravelo.

Tomado de Himnos Dominicanos.

El Himno al Árbol es un canto que rinde tributo a la naturaleza y a su grandeza, representada en el árbol. Su mensaje está enfocado a los niños, ya que es en la etapa de la niñez cuando se debe tratar de crear conciencia en los seres humanos, a fin de que, al llegar a la edad adulta, puedan tener amor y sensibilidad por su ambiente. Muchos de los seres humanos adultos carecen de esos atributos, tan necesarios para la conservación de la humanidad.
Es el árbol feliz un amigo /
que nos hace venir a jugar /
y nos llama al placer de su abrigo /
para hacernos reír y gozar.

Fiel amante de todos los niños /
nos inspira en sus ramas amor, /
y nos brinda su tierno cariño /
en la esencia sutil de la flor.

Si sentimos amargas congojas, /
si el fastidio nos brinda su hiel, /
nos da el árbol la paz en sus hojas /
y en sus frutos de oro la miel.

En su tronco nos tiende una alfombra /
y al amparo feliz de su sombra /
respiramos un aire mejor.

No ofendamos su dura corteza, /
respetemos su vivo esplendor /
porque el árbol nos da su riqueza /
en la rama, en el fruto, en la flor.
José de Jesús Ravelo

Autores:
Letra: Ramón Emilio Jiménez
Música: José de Jesús Ravelo.

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Biografías de Personajes Dominicanos

. JUAN PABLO DUARTE
. FRANCISCO DEL ROSARIO SÁNCHEZ
. MATÍAS RAMÓN MELLA
. GREGORIO LUPERÓN

***

. RAFAEL TOMÁS FERNÁNDEZ DOMÍNGUEZ
. FRANCISCO ALBERTO CAAMAÑO DEÑÓ
. LAS HERMANAS MIRABAL
. SALOMÉ UREÑA DE HENRÍQUEZ

***

. JUAN BOSCH
. JOSÉ FRANCISCO PEÑA GÓMEZ
. PEDRO MIR
. JUANA SALTITOPA

***

. MÁXIMO GÓMEZ
. JOAQUÍN BALAGUER
. RAFAEL LEÓNIDAS TRUJILLO MOLINA
.- MANUEL AURELIO TAVÁREZ JUSTO (Manolo)

***

.- ULISES HEUREAUX
.- MANUEL DE JESÚS TRONCOSO DE LA CONCHA
.- FRANCISCO HENRÍQUEZ Y CARVAJAL
.- CESAR NICOLÁS PENSON

***

.- AMÉRICO LUGO HERRERA
.- EUGENIO DESCHAMPS PEÑA
.- FRANCISCO XAVIER BILLINI
.- GASTÓN FERNANDO DELIGNE

***

.- JUAN BAUTISTA VICINI
.- MANUEL RUEDA
.- PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA
.- ULISES FRANCISCO ESPAILLAT

***

.- ERCILIA PEPÍN ESTRELLA
.- JOSÉ NÚÑEZ DE CÁCERES
.- GREGORIO URBANO GILBERT
.- FEDERICO GARCÍA GODOY

***

.- JOSÉ MARÍA SERRA DE CASTRO



JUAN PABLO DUARTE

Juan Pablo Duarte (Santo Domingo, 26 de enero de 1813 – Caracas, 15 de julio de 1876). Era apenas un niño cuando, en 1821, José Núñez de Cáceres declaró la independencia de la entonces provincia ultramarina española de Santo Domingo y su incorporación a la Gran Colombia, suceso que culminó con la ocupación militar del país por los ejércitos haitianos de Jean Pierre Boyer y en la integración del territorio dominicano al de Haití en 1822.

En 1828 sale al exterior a aprender idiomas, contabilidad y otras materias con las que pudiera contribuir al desarrollo del negocio de su padre. Su paso por los Estados Unidos, Inglaterra, Francia y España lo aprovechó para conocer los sistemas políticos de esas naciones y para idear el método revolucionario que culminaría en la creación de la República Dominicana.

En 1833 regresó a Santo Domingo para trabajar en el negocio de la familia. Realizó una intensa vida social que le ligó a importantes sectores de la pequeña burguesía urbana. Se hace masón y es testigo de matrimonios, apadrina bautizos y asiste a reuniones de carácter cultural. Esa vivencia de la sociedad es la que le permite percibir que existe un sentimiento patriótico que rechaza la presencia de los haitianos en el país. El mérito de Duarte, como patriota y como político organizador, estriba, fundamentalmente, en que supo interpretar el momento histórico que vivía la sociedad dominicana de aquel entonces, renuente en sus capas más decisivas a aceptar la dominación haitiana.

Tras una discreta labor de proselitismo fundó, el 16 de julio de 1838, la sociedad secreta La Trinitaria, junto a Juan Isidro Pérez, Pedro Alejandro Pina, Jacinto de la Concha, Félix María Ruiz, José María Serra, Benito González, Felipe Alfau y Juan Nepomuceno Ravelo. Los trinitarios hacían su trabajo político a partir de una estructura celular clandestina. Los iniciados hacían el juramento de luchar por la independencia de la República Dominicana bajo el lema "Dios, Patria y Libertad". Para sus actividades públicas constituyeron otras dos entidades: La Sociedad Filantrópica y La Sociedad Dramática, destinadas a realizar una importante labor de propaganda mediante la representación de piezas teatrales.

Duarte y algunos de sus compañeros también ingresaron en las compañías dominicanas del ejército haitiano para adquirir conocimientos militares. Para ese momento, el régimen de Boyer se había transformado de un gobierno liberal y progresista a una dictadura con graves problemas económicos y con resistencia interna en su territorio original. Así, se une al movimiento revolucionario haitiano denominado La Reforma, que derrocó a Boyer en febrero de 1843, colocando a Charles Herard en la presidencia de Haití. Duarte encabezó dicho movimiento en la ciudad de Santo Domingo, desempeñando un papel decisivo que lo convierte en el líder político principal de los dominicanos. Pero delatadas las actividades independentistas de los trinitarios, el nuevo presidente Herard encabeza una ocupación militar de las provincias dominicanas con el objetivo de desarticular al liderazgo separatista.

Matías Ramón Mella y los hermanos Ramón y Pedro Santana son apresados y conducidos para Haití, mientras que Francisco del Rosario Sánchez se esconde y hace propalar la especie de su fallecimiento. Es en esta circunstancia que Duarte tiene que abandonar el país de manera clandestina hacia Curazao, donde le sorprende la noticia de la muerte de su padre el 25 de Noviembre del 1843. Entonces, en una emotiva carta, Duarte le indica a su madre vender el negocio familiar para financiar la revolución independentista. En su ausencia, Sánchez realiza una alianza con el sector separatista conservador encabezado por Tomás Bobadilla y Buenaventura Báez, surgiendo el Manifiesto del 16 de enero de 1844, que culminó con la declaración de la independencia el 27 de febrero de ese mismo año.

Duarte regresó a Santo Domingo el 15 de marzo de 1844 cargado de las armas que había comprado en Curazao con el dinero de su propia familia, siendo recibido como "Padre de la Patria" y designándosele General del Ejército y Vocal de la Junta Central que gobernaba la naciente República. Duarte tenía un definido concepto de la nación dominicana y de sus integrantes. En esa época redactó un proyecto de Constitución que dice con claridad que la bandera dominicana puede cobijar a todas las razas, sin excluir ni dar predominio a ninguna. Su concepción de la República era la de un patriota republicano, anticolonialista, liberal y progresista. Enviado a combatir al ejército haitiano, entra en contradicciones con Pedro Santana, quien era jefe del ejército del Sur y uno de los principales caudillos del sector conservador, de tendencias colonialistas y anexionistas.

Como dicho sector se había adueñado del poder y tenía mayoría en la Junta Central Gubernativa para imponer la conversión del país en un protectorado francés, Duarte encabezó, junto a Sánchez, un golpe de Estado que destituyó a Bobadilla y sustituyó los miembros conservadores de la Junta por otros liberales que como él eran opuestos a toda anexión o protectorado. Esta nueva Junta Central Gubernativa, encabezada por Sánchez, envió a Duarte y a Mella a la región Norte a obtener el apoyo de los pueblos cibaeños. El ejército del Norte proclamó a Duarte como Presidente de la República, pero Santana protestó contra esto y apoyándose en el ejército del Sur que comandaba, entró a la ciudad de Santo Domingo y disolvió la Junta de Sánchez, creando otra presidida por su persona e integrada en su totalidad por personas afines a su sector político social. Sintiéndose dueño de la situación, Santana dispuso el apresamiento de Duarte, quien se dejó apresar rehusando apelar al ejército del Norte para evitar una guerra civil que pudiera ser aprovechada por el enemigo haitiano.

Santana declaró a Duarte, a Sánchez, a Mella y a otros líderes trinitarios como "traidores a la Patria" y los desterró "a perpetuidad" del territorio de la República Dominicana. Tras una breve estancia en Hamburgo, se trasladó a Venezuela, donde su familia completa, sumida en la miseria, había sido desterrada por Santana. En Caracas le sorprende la noticia del fusilamiento de la líder interna de los trinitarios, María Trinidad Sánchez, el 27 de febrero de 1845.

Asumiéndose culpable de esta muerte, y rechazando la idea de alentar una guerra civil, Duarte desaparece de la vida pública, internándose en la selva venezolana, radicándose en la ciudad de Angostura (hoy Ciudad Bolívar), donde pierde todo contacto con amigos y familiares durante más de quince años.

Cuando Santana declara disuelta a la República Dominicana y proclama la anexión a España en 1861, Duarte reaparece en Caracas para organizar junto a su hermano Vicente Celestino Duarte una pequeña expedición que desembarca en Montecristi (1864) para ponerse a las órdenes del gobierno restaurador en armas de Santiago de los Caballeros. Este gobierno decidió nombrarlo su representante en el exterior con la misión de obtener apoyo de Venezuela y las demás naciones americanas en la lucha militar contra España.

Duarte sale de nuevo a Caracas en 1864, dedicándose a su misión hasta que lo relevan de la misma. Lograda la Restauración de la República (1865), Duarte se quedó con su familia en dicha ciudad, subsistiendo de una fábrica de velas hasta su fallecimiento el 15 de julio de 1876. Sus restos fueron trasladados a suelo dominicano en 1884, por el gobierno de Ulises Heureaux (Lilís), que lo había declarado Padre de la Patria junto a Francisco del Rosario Sánchez y a Matías Ramón Mella.

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FRANCISCO DEL ROSARIO SÁNCHEZ

Francisco del Rosario Sánchez (Santo Domingo, 9 de marzo de 1817 – San Juan de la Maguana, 4 de julio 1861). Nació durante los últimos años del período colonial conocido como la "España Boba". Fue el primer hijo de la unión de Narciso Sánchez y Olaya del Rosario, ambos, personas de color. Fue discípulo del cura Peruano Gaspar Hernández.

No se conoce cuando comenzó su amistad con Juan Pablo Duarte pero el hecho de que no figuró entre los fundadores de la sociedad secreta La Trinitaria, hace pensar que se conocieron después de esa fecha. De todas formas, al ampliarse los trabajos de esa organización patriótica, Francisco del Rosario Sánchez se convirtió en un Trinitario en quien Juan Pablo Duarte confiaba plenamente.

Poco tiempo después de iniciados los trabajos que persiguen la separación y la independencia, pasó a ser el segundo jefe del movimiento. Extiende sus actividades de proselitismo e información fuera del ámbito de la ciudad de Santo Domingo. Luego del triunfo del movimiento "reformista" que derrocó el gobierno de Jean Pierre Boyer, cuando Charles Herard viaja a la parte Este, Francisco del Rosario Sánchez, perseguido, sale de Los Llanos y se dirige a Santo Domingo, y avisa a Juan Pablo Duarte de la llegada de Charles Herard.

Buscado por las autoridades se esconde y logra evadir la persecución haciendo correr el rumor de que había muerto a consecuencia de una enfermedad repentina. Ausente Juan Pablo Duarte del país, asume la dirección del movimiento independentista que había entrado en su última y más peligrosa etapa. Desde su escondite dirige los preparativos del proyecto. Preside las reuniones del grupo y amplía contactos con representantes del sector social más importante de la ciudad.

Para los primeros días de enero de 1844, Francisco del Rosario Sánchez redacta el Manifiesto de Independencia que será publicado con fecha del 16 de ese mes. Culminan en febrero los preparativos y a proposición de algunos de sus compañeros se convino que Sánchez presidiera la Junta de Gobierno que debía dirigir los destinos de la naciente República.

Es significativo señalar que los proponentes y la totalidad de los que aceptaron, en términos sociales, tenían más categoría que Francisco del Rosario Sánchez, pero eso no les impedía reconocer las condiciones de liderato del joven conjurado. Investido de esa autoridad, comparece la noche del 27 a la puerta de El Conde y encabeza todas las actividades que proclamaron ese día la Independencia de la República Dominicana. En la madrugada del 28 él mismo iza la nueva bandera nacional al amparo del lema de ¡Dios, Patria y Libertad! En ese momento, presidida por Francisco del Rosario Sánchez, quedó fundada la República Dominicana. Una vez que la Independencia es proclamada, se reorganiza la Junta Central Gubernativa en la cual se imponen los representantes del sector social más influyente.

Solamente Francisco del Rosario Sánchez y Matías Ramón Mella representan la línea independentista. Tomás Bobadilla sustituye a Sánchez en la presidencia. El 14 de marzo retorna del exilio Juan Pablo Duarte, quien se integra a la Junta y es nombrado General de Brigada. Matías Ramón Mella, actuando en el Cibao Central como jefe político y militar, recibe a Duarte y lo proclama Presidente de la República en una decisión precipitada y emotiva. Se rompe el precario equilibrio que imperaba en el gobierno colegiado, en el cual los republicanos eran minoría, y se produce un golpe de Estado que lleva a la presidencia a Francisco del Rosario Sánchez.

La Junta, integrada por patriotas republicanos, es desconocida por Pedro Santana, quien regresa de Azua donde fungía como general en jefe del naciente Ejército Libertador y toma la ciudad de Santo Domingo. Reducidos a prisión, algunas voces proponen que sean fusilados. El 22 de agosto de 1844, apenas seis meses después de haber sido fundada la República, sus auténticos gestores, encabezados por Juan Pablo Duarte, Francisco del Rosario Sánchez y Matías Ramón Mella son declarados traidores a su propia obra política y expulsados de por vida del territorio dominicano.

El 26 de agosto salen hacia Inglaterra Francisco del Rosario Sánchez y Matías Ramón Mella, mientras Juan Pablo Duarte saldría más tarde, el 10 de septiembre, hacia Hamburgo, Alemania. En diciembre de ese año, Francisco del Rosario Sánchez se traslada a territorio de los Estados Unidos de América y luego a Curazao. Permanece cuatro años fuera del país, hasta que en septiembre de 1848, fuera Pedro Santana del poder, el Presidente dominicano de ese momento, Manuel Jiménez, decreta una amnistía general que comprende en primer lugar a Juan Pablo Duarte, Francisco del Rosario Sánchez y Matías Ramón Mella, así como a Pedro Alejandrino Pina y Juan Isidro Pérez.

Francisco del Rosario Sánchez regresa al país el 8 de noviembre y Manuel Jiménez lo nombra Comandante de Armas, o sea, jefe militar de la ciudad de Santo Domingo. Comienza entonces la vida política partidista de Francisco del Rosario Sánchez. En ella participará hasta el momento de su muerte ocupando importantes posiciones en los gobiernos de Manuel Jiménez, Pedro Santana y Buenaventura Báez.

Los ideales independentistas de Francisco del Rosario Sánchez se vieron tirados al suelo cuando Pedro Santana buscó, con la anexión a España, la protección económica y militar. Sánchez expresó abiertamente su oposición a las gestiones de Pedro Santana. Reducido a prisión en agosto de 1859, es desterrado de nuevo en septiembre de ese mismo año. Se traslada a Saint Thomas y desde allí comienza, sin recursos económicos, su lucha contra Pedro Santana y el gobierno español. En esa lucha, viaja hacia Haití en busca de ayuda del presidente Geffrard.

El 20 de enero de 1861 publica su manifiesto en el cual afirma, frente a sus enemigos, “yo soy la bandera nacional”. Cuando Pedro Santana hubo consumado la anexión a España el 18 de marzo, Francisco del Rosario Sánchez eligió el enfrentamiento frontal e inicia su invasión a territorio dominicano. Traicionado y emboscado, fue hecho prisionero en El Cercado junto con otros 20 compañeros. Fue llevado a San Juan de la Maguana, donde fue juzgado por órdenes de Pedro Santana y condenado a muerte en el hoy Parque Francisco del Rosario Sánchez. Murió fusilado el 4 de julio de 1861 a las cuatro de la tarde, en el cementerio de San Juan de la Maguana.

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MATÍAS RAMÓN MELLA

Matías Ramón Mella (Santo Domingo, 25 de febrero de 1816 - Santiago, 4 de junio de 1864). Sus padres fueron Antonio Mella Alvarez y Francisca Castillo. Sus tácticas de guerra y manejo de armas le llevaron a alistarse en el ejército desde joven, formando parte de dos regimientos.

Su participación en la independencia dominicana fue muy importante ya que de los tres padres de la patria era el único con formación militar, conocedor de estrategias de batalla. Duarte era el ideólogo, y Sánchez era el político que con su carisma lograba convencer a las multitudes de la necesidad de separación. Convocó e hizo posible una alianza entre los trinitarios y los haitianos opuestos al régimen del dictador Jean Pierre Boyer.

El 16 de enero de 1844 firmó el Acta de Separación, proclamando con esto la necesidad de la separación de Haití, y la unión de liberales y conservadores se hizo oficial. Se mantuvo combatiendo en la región norte del país durante la guerra de independencia para así impedir la penetración haitiana.

El 27 de febrero de 1844, Mella dispara su famoso trabucazo, en la Puerta de La Misericordia, marchando luego hacia la Puerta del Conde, con lo que consagra el nacimiento de la República Dominicana. Este fue uno de los gestos independentistas de mayor importancia. Luego, Mella proclama a Duarte para presidir la Junta Central Gubernativa, evitando así que los partidarios del colonialismo ocuparan el poder. Pedro Santana, opuesto a esto, lo hace salir irremediablemente del territorio dominicano.

En 1848 Mella regresa al país, amparándose en la amnistía del presidente Manuel Jiménez, y se une a Pedro Santana y a los conservadores. Esto fue hasta 1861, año en que se anexa la República Dominicana al gobierno español: entonces Mella se une al grupo de los restauradores, confirmando con esto su gran integridad y su heroísmo a favor del bien nacional.

Muere atacado de disentería el 4 de junio de 1864 en la ciudad de Santiago. Muere con la distinción de ser dos veces prócer de la República. Pidió que sus restos fueran envueltos en la bandera tricolor dominicana, y así se hizo. Sus restos descansan junto a los de otros grandes patriotas dominicanos -Juan Pablo Duarte y Francisco del Rosario Sánchez- en el Altar de la Patria.

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GREGORIO LUPERÓN

Gregorio Luperón nació el 8 de septiembre de 1839 en Puerto Plata, hijo de Nicolasa Duperron, nativa de una de las islas caribeñas colonizadas por Francia, y Pedro Castellanos. Su madre realizaba humildes tareas de subsistencia: era lavandera, dueña de un pequeño ventorrillo, y hacedora de dulces domésticos que su numerosa prole, entre ellos el pequeño Gregorio, vendían por las calles de la villa, que era importante puerto de mar. Así lo consigna, para su honra y honestidad, el mismo Luperón en páginas de su autobiografía, lo que revela que fue hombre sin complejos, ni resentimientos por su origen social.

Asistió a una pequeña escuela local en la que fue alfabetizado, obteniendo escasos conocimientos generales. A los quince años de edad se desempeñaba como encargado de cortes de madera en el paraje de Jamao, lugar cercano a Puerto Plata. Empeñado en aprender encontró, en la casa de un señor francés de apellido Dubocq, quien se había convertido en su protector, numerosos libros de historia que leyó con entusiasmo, entre los cuales estaba "Vidas Paralelas", de Plutarco. En ese solitario lugar fue asaltado por una banda de facinerosos que estaban enterados de que guardaba dinero y, en singular combate al machete, dejó sin vida a dos de sus agresores y mal heridos a otros dos.

A partir de entonces su fama de hombre valiente se propagó por la comarca, con apenas 16 años. Para el momento de consumarse la Anexión a España, en 1861, residía en Sabaneta de Yásica. Públicamente se manifestó contra la decisión de Pedro Santana y, a partir de ese momento, fue señalado como enemigo de la monarquía. Reclamado por el Gobernador, ya en su presencia, atacó al oficial que le llevaba detenido escapando por las calles de Puerto Plata. Fue a refugiarse por los campos de Montecristi y se embarcó para los Estados Unidos en compañía de un hermano.

Regresó al país para fines de 1862 estableciéndose en Sabaneta, hoy municipio cabecera de la provincia de Santiago Rodríguez, lugar en que se presentó con otro nombre, dedicándose a las actividades de curandero. Allí era un agente y propagador de la lucha contra España. Tomó parte activa en la intentona patriótica que bajo la jefatura de Santiago Rodríguez se había organizado en la región, con el fin de proclamar la Restauración de la República el 27 de febrero de 1863.

Descubierto el movimiento, fue perseguido y obligado a ausentarse del lugar. Aparece en todas las sumarias abiertas por las autoridades españolas incriminando a los patriotas como criminales de guerra. En una de ellas figura como "propagador de la revolución" y es condenado a muerte. Se había refugiado en los campos aledaños a La Vega, realizando la misma tarea de agitación que había realizado en la Línea Noroeste. Aparece de nuevo el 30 de agosto en el paraje de Gurabito, durante el inicio del sitio de Santiago, cuando Gaspar Polanco, arrastrado por Pedro Pimentel y Benito Monción en la persecución de Buceta, se incorpora al movimiento restaurador.

Pimentel y Monción, iniciadores del levantamiento en Capotillo, reciben al joven combatiente, lo presentan a Gaspar Polanco y le otorgan el rango de coronel. Así comienza su carrera militar. Participó activamente al frente de tropas de vanguardia en la batalla del 6 de septiembre, desde donde queda su fama de valiente, rápido en la acción y sereno en el combate. Ocupada la plaza, humeantes los restos de la ciudad, ascendido a general, Luperón es nombrado Comandante de Armas de Santiago.

Firma, entre los primeros, el acta de la Restauración de la República y su carrera en la vida militar y política no se detendrá jamás. Se convierte en el soldado más activo de misiones difíciles del gobierno restaurador. Como Jefe de Operaciones, estará presente en Bonao y Cotuí, y en los primeros días de noviembre es trasladado a la región sur para contener los excesos que ocasionaban daño político al gobierno en armas de la República. Retorna al Cibao, cruzando dos veces la Cordillera Central, y aparece en Montecristi al lado de Benito Monción.

En enero de 1864 es designado Jefe de Operaciones en la línea del Este para enfrentar el avance de Pedro Santana por el paso de Guanuma. Allí libra los combates decisivos de Bermejo, el 3 de febrero, y el de El Paso del Muerto, el 24 de marzo, en el que muere el general Juan Suero, el Cid Negro, quien había intentado detenerlo en Puerto Plata siendo un joven desconocido. Regresa de nuevo a Santiago, capital política de la República, y es designado Jefe de Operaciones en la Línea Noroeste. Ascendido a General de División el 18 de octubre de 1864, junto a Benito Monción, alcanza, a los 25 años, el más alto rango militar de la nación.

Desocupado el país por las tropas de España, y bajo el gobierno provisional de José María Cabral, es designado Delegado del Gobierno en el Cibao y Gobernador de Santiago. Luperón ha salido del proceso de la guerra de La Restauración convertido en una figura militar y política de relevante categoría. Durante el transcurso de ese episodio actuó junto a figuras de primera magnitud en las luchas patrióticas: Matías Ramón Mella, José María Cabral, Ulises Francisco Espaillat, Gaspar Polanco, Pedro Pimentel y otros que lo protegieron y defendieron, cuando su agresividad lo llevaba a desconocer las reglas de la disciplina que la irregularidad de la situación imponían. Mella y Espaillat, según él mismo relata en sus memorias, le dispensaron siempre un trato afable e indulgente. Con 27 años de edad, su liderato comenzaba a brillar y a imponerse frente al peligro del retorno oportunista de Buenaventura Báez.

Alrededor de su figura enérgica, valiente, impulsiva, se irá aglutinando lo más selecto del pensamiento republicano de la nación. Regresó Báez al país y pasó inmediatamente a ser Presidente de la República, por la que nunca luchó. Derrocado su gobierno, regresó en 1868 actuando como un agente del colonialismo norteamericano. Luperón se convierte en el jefe de la oposición y secundado por Cabral y Pimentel inició la insurrección que conoce la historia con el nombre de la Guerra de los Seis Años. Infatigable, combatió durante ese largo, represivo y oscuro período, al gobierno entreguista apoyado por los Estados Unidos. Adquirió un vapor, "El Telégrafo", y realizó incursiones marítimas para desestabilizar el gobierno.

Cuando se produjo el derrocamiento de Báez en 1874, Luperón era la figura militar y política más importante del país. Líder del llamado "Partido Azul", no obstante sus limitaciones culturales, aglutinaba como cabeza visible a los hombres más distinguidos y preparados de la nación: Espaillat, Bonó, Meriño y Billini.

En 1879 Gregorio Luperón asume la presidencia provisional de la República, ejerciéndola hasta septiembre de 1880 desde Puerto Plata (ciudad en la que había instalado la sede del gobierno). En este periodo declaró la moratoria de la deuda externa, anuló los contratos onerosos y lesivos al Estado, saneó la deuda pública, propició la inmigración y la inversión, estableció las escuelas normales para la formación de maestros bajo la conducción de Eugenio María de Hostos, estimuló la prensa y las publicaciones, respetó las libertades públicas, organizó el servicio de correos y creó academias militares, entre otras medidas no menos importantes.

Mejoró las relaciones con Haití y resistió las presiones de España, que pretendía frenar el apoyo que le brindaba a la causa de la independencia de Cuba y Puerto Rico. Viaja por Europa donde se codea con personajes del mundo político, económico y cultural; mientras se ausenta, delega el mando a Ulises Heureaux, quien no tardaría en alzarse con el control del poder y del país. A partir de ese momento inician las vicisitudes de la República por la que tanto había luchado.

A Gregorio Luperón le corresponde la distinción de haber sido el pionero en la lucha contra el colonialismo norteamericano en el Caribe. Ese solo galardón lo cubre de gloria, pero otros méritos le corresponden: de todos los próceres de su época fue el que demostró sentido político en el momento histórico que le tocó vivir y del papel que él mismo jugaba; se ocupó de que Rodríguez Objío escribiera una biografía de su persona y un ensayo histórico de La Restauración.

Gregorio Luperón es gloria de la dignidad y valor del pueblo dominicano, auspiciador de la independencia de Cuba y de Puerto Rico, activista del antillanismo y ejemplo eterno para todos.


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RAFAEL TOMÁS FERNÁNDEZ DOMÍNGUEZ

Soldado del Pueblo y Militar de la Libertad. "... y aquí estoy, respondiendo con la frente en alto, el honor multiplicado y la vergüenza como estandarte. Que me juzguen la Historia y la República. No tengo vergüenza para verle la cara al pueblo, hasta que no combata de su lado frente a los enemigos de la patria".

Cayó en combate el 19 de mayo de 1965 como soldado de la patria, frente a las tropas interventoras norteamericanas. Su muerte hizo más grande su figura, que el pueblo recuerda con admiración y respeto. El coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez ha sido considerado como el inspirador militar de la insurrección armada que estalló el 24 de abril de 1965 contra el Triunvirato que gobernaba el país, presidido por Donald Reid Cabral.

La revuelta tenía el propósito de reponer el gobierno del profesor Juan Bosch, derrocado el 25 de septiembre de 1963, restableciendo con ello la constitucionalidad perdida. Nació el 18 de septiembre de 1934 en el municipio de Esperanza. Fueron sus padres el general Ludovino Fernández Malagón y Gloria Domínguez Cruz. Se graduó de Bachiller en Ciencias Físicas y Matemáticas el 27 de diciembre de 1952 e ingresó en la Universidad de Santo Domingo para cursar la carrera de ingeniería, interrumpiendo estos estudios para integrarse como soldado al Ejército Nacional.

Se gradúa de Bachiller en Ciencias Militares en 1956; el 22 de diciembre de ese mismo año se casa con la señora Alma Arlette Fernández, comenzando una familia que se enriqueció con la llegada de cinco hijos. Luego pasó a la Fuerza Aérea Dominicana y allí se distinguió obteniendo las mejores calificaciones en los estudios militares que realizara. En febrero de 1957 se traslada a Fort Clayton, en la Zona del Canal de Panamá, para tomar un curso militar. Ya con el rango de Capitán, en 1961, desempeñó el cargo de Jefe de la Base Aérea de San Isidro.

El 18 de enero de 1962, ostentando el rango de Mayor de la Fuerza Aérea Dominicana (FAD), liberó a los miembros del Consejo de Estado detenidos en el Club de Oficiales de esa institución por órdenes del general Pedro Rafael Ramón Rodríguez Echavarría, quien fue depuesto ese mismo día después de intentar sin éxito un golpe de Estado. Fernández Domínguez fue ascendido entonces a Teniente Coronel y nombrado Sub-jefe de la Fuerza Aérea. Luego es trasladado al Ejército Nacional y enviado, en noviembre de 1962, a Panamá, para participar en un curso de Comando y Estado Mayor. Obtuvo el segundo lugar entre los 31 militares que participaron. Tanto el traslado como el viaje a Panamá se debieron a discrepancias con sus superiores, a quienes señalaba como transgresores de los reglamentos militares.

Se opuso a que le fuera concedido el rango de General a Luis Amiama Tió y a Antonio Imbert Barreras, participantes y sobrevivientes en el asesinato del dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina, por considerar que tales designaciones constituían una violación a las normas militares. En Junio de 1963 realiza otro curso de Instrucción de Infantería Avanzada. Ese mismo año recibe el nombramiento como Director de la Academia Militar "Batalla de Las Carreras", de la Fuerza Aérea Dominicana.

Al ser depuesto el Gobierno constitucional del profesor Juan Bosch, el Coronel Fernández Domínguez intentó organizar un movimiento de resistencia militar que de momento no pudo materializar. El 23 de octubre de ese mismo año, y en lo que puede ser considerado prácticamente como una deportación, fue nombrado por el Triunvirato como Agregado Militar en España. Desde el exterior escribió repetidas veces a sus compañeros de armas, exhortándoles a continuar con los preparativos del contragolpe.

En diciembre de 1964 logró un permiso para entrar al país por tres días y, aunque estaba continuamente vigilado, logró establecer contactos con los simpatizantes del movimiento conspirativo contra el Triunvirato, al que, por invitación suya, se incorporó el Coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó. Al concluir los tres días de su permiso le hacen nuevamente abandonar el país, esta vez enviado como Agregado Militar en Chile. El Coronel Fernández Domínguez estaba convencido de lo importante que era para la causa la conservación de su rango militar: “Respecto a mi posición dentro del Ejército, estoy firme y definitivamente convencido que no debo abandonarla, aún sea bajo la más fuerte de las presiones, ya que es la única forma en que hoy, mañana o algún día podré… cooperar en la reestructuración definitiva de las Fuerzas Armadas Dominicanas”.

Sobre la importancia histórica del movimiento que lideraba, el Coronel Fernández Domínguez escribió el 21 de abril de 1964: "La historia de la República Dominicana no se ha escrito aún... y tengo la firme convicción de que nuestro abortado movimiento será un capítulo de esa historia... La problemática dominicana es bien clara, todo descansará dentro de poco tiempo en la joven oficialía, la cual deberá ser reconquistada por nosotros, por todos los medios". En Chile recibió la noticia del derrocamiento del Triunvirato por el movimiento armado, el 24 de abril de 1965, e inmediatamente tomó un avión vía Puerto Rico para regresar al país, aunque no pudo entrar a la República Dominicana porque el aeropuerto se encontraba cerrado por las tropas que se oponían al movimiento insurreccional.

El Coronel Fernández Domínguez, que había sido designado Ministro de Interior y Policía por el jefe político de la insurrección, profesor Juan Bosch, y ratificado por el Gobierno constitucionalista presidido por el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, logró entrar al país, después de varios intentos, el día 14 de mayo de 1965, en un avión de la marina de los Estados Unidos, gracias a una petición hecha por el profesor Juan Bosch a Harry Shlaudeman, que había sido secretario político de la Embajada Americana en Santo Domingo y que formaba parte de la delegación norteamericana que encabezaban McGeorge Bundy y Cyrus Vance, quienes se encontraban en Puerto Rico para discutir con Bosch la posibilidad de que el gobierno de transición estuviera encabezado por Antonio Guzmán.

Tomó posesión de su cargo pero, cinco días más tarde, el 19 de mayo de 1965, murió durante un encuentro con tropas norteamericanas mientras dirigía un asalto al Palacio Nacional, ocupado por tropas del Gobierno de Reconstrucción Nacional encabezado por el General Antonio Imbert Barreras, que se oponía a Caamaño Deñó.

A la hora de su muerte, tenía solo 30 años. El coronel Fernández Domínguez es, sin duda alguna, junto a Caamaño, los más altos exponentes del valor, del patriotismo y de la entrega a la patria, razón que lo hizo merecedor del título de Héroe nacional y llevado con honores al panteón de la Patria. Sólo unos días antes de su muerte había escrito: "Sabemos que este movimiento tiene una alta categoría histórica; que él marcará una época en nuestro país, siempre traicionado y siempre esclavizado; sabemos que con nosotros no sólo se levantará la voluntad democrática del pueblo dominicano sino también la fe de muchos pueblos de América que tienen en su corazón un altar para los luchadores de la libertad. Y porque sabemos todo eso, terminaremos la lucha con el mismo sentido del honor con que la empezamos y con el alma satisfecha de los que sirven a la Patria y, en consecuencia, sirven a su pueblo. Aquel de nosotros que caiga en la lucha, no caerá; se elevará al respeto de todos los dominicanos; aquel de los que luchan contra nosotros que no comprenda a tiempo su error, ese caerá para siempre del amor del pueblo y será perseguido por la historia".

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FRANCISCO ALBERTO CAAMAÑO DEÑÓ

El Coronel de abril, el Coronel de Caracoles... el Coronel de siempre. Encabezó el movimiento cívico-militar iniciado el 24 de abril de 1965, inspirado en devolver al país el orden constitucional violado con el derrocamiento del gobierno del profesor Juan Bosch en 1963.

Enarbolando los principios de libertad y amor que profesaba por su país, en 1973 desembarcó por Playa Caracoles, al mando de un grupo de patriotas, en un intento por derrocar el gobierno represivo de Joaquín Balaguer. Hombre honesto y recto, dotado de una gran sensibilidad humana y de vigoroso sentimiento. Valeroso, desprendido, sacrificado por los más nobles y altos principios de dignidad y patriotismo.

Francisco Alberto Caamaño Deñó nació en Santo Domingo el 11 de junio 1932 y murió el 16 de febrero 1973. Militar y héroe dominicano que ocupó la presidencia de la República Dominicana en abril de 1965. Hijo de un prominente militar durante la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, el general Fausto Caamaño Medina, quien recibió las más altas condecoraciones del régimen, llegando a desempeñar el cargo de Secretario de Estado de las Fuerzas Armadas.

En el árbol genealógico de Francisco Alberto Caamaño Deñó aparecen otras personalidades dentro de los estamentos militares y, gracias a esa acentuada genética militar, se destacó con una eficiente y esmerada vocación de servicio a las instituciones castrenses, ingresando muy joven a la Marina de Guerra Dominicana, donde se graduó de Alférez, para luego avanzar rápidamente en el escalafón militar. Durante los últimos años de la Era de Trujillo, Caamaño comandó el Cuerpo de Cascos Blancos de la Policía Nacional. Decidió pelear junto al pueblo, contra el Triunvirato, tomando parte protagónica en el movimiento revolucionario que se forma con el estallido de la “Revolución de Abril” de 1965.

Desde Puerto Rico, el profesor Juan Bosch, derrocado en 1963, delegó sus derechos constitucionales en Caamaño, y el Congreso se reunió de emergencia, en plenos combates, para proclamarlo Presidente Constitucional de la República. Luego de las negociaciones del cese al fuego, Caamaño deja el poder en manos de Héctor García Godoy, quien prepararía la transición a la democracia. En 1966, el doctor Joaquín Balaguer, apadrinado por 48,000 marines norteamericanos que habían invadido la República Dominicana durante la revolución -el 28 de abril de 1965-, gana las elecciones generales bajo un esquema de denuncias de fraude a nivel nacional e internacional.

Cuando Héctor García Godoy toma la Presidencia de la República, Caamaño es nombrado agregado militar en Londres. Años después la prensa española afirmaba que Caamaño no se encontraba en Gran Bretaña, país del que había salido clandestinamente para Cuba, desde donde, junto a otros nueve valientes dominicanos, saldría con una guerrilla que desembarcaría el 3 de febrero de 1973 por Playa Caracoles, en la costa Sur de la República Dominicana, con la intención de derrocar el gobierno represivo y criminal de Joaquín Balaguer. Trece días después del desembarco, el 16 de febrero, las Fuerzas Armadas anunciaron la muerte de Caamaño, junto a dos de sus compañeros, en el paraje Nizaíto, de San José de Ocoa.

El Contralmirante Ramón Emilio Jiménez hijo -Secretario de Estado de las Fuerzas Armadas-, el Mayor General Enrique Pérez y Pérez y el Brigadier Juan René Beauchamps Javier, mostraron el cadáver de Caamaño a un reducido grupo de periodistas que fue traslado en helicóptero hasta el lugar donde se encontraba el cuerpo sin vida, junto a los de sus compañeros Heberto Lalane José y Alfredo Pérez Vargas.

Aunque las FFAA informaron que Caamaño había muerto en combate, testimonios posteriores afirmaron que fue fusilado, luego de ser apresado por tropas del ejército nacional. Además de los dos combatientes caídos junto a él, acompañaron al comandante en su proyecto guerrillero Ramón Euclides Holguín Marte (Braulio), Hamlet Hermann Pérez (Freddy), Mario Nelson Galán Durán (Juan), Claudio Caamaño Grullón (Sergio), Juan Ramón Payero Ulloa (Ismael) y Toribio Peña Jáquez (Felipe). Luego de una intensa persecución en las montañas de la cordillera central, para finales de marzo, las Fuerzas Armadas anunciaron la eliminación del foco guerrillero, quedando como únicos sobrevivientes Hamlet Hermann Pérez, Claudio Caamaño Grullón y Toribio Peña Jáquez, quienes, mas adelante, saldrían al exilio.

Con la muerte del Coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó desapareció una de las figuras más importantes de la historia dominicana del siglo XX. El Coronel Caamaño es para los dominicanos el héroe que restauró la soberanía de la República, después de haber sido mancillada por la grosera intervención de la infantería de marina de los EE.UU. Es considerado una de las figuras más importantes del país, llevando los ideales de los Padres de la Patria, Gregorio Luperón y otros patriotas dominicanos. Fue considerado para una ascensión post mortem al rango de General, lo que encontró inmediata oposición, pues Caamaño ostenta el rango histórico de Coronel, y como tal lleva su gloria, sin importar el rango que haya tenido.

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LAS HERMANAS MIRABAL

Patria, Minerva y María Teresa Mirabal nacieron en Ojo de Agua, paraje perteneciente a una pequeña provincia de la República Dominicana llamada Salcedo. Tuvieron la valentía de luchar por la libertad política de su país, oponiéndose firmemente a una de las tiranías más férreas que ha tenido Latinoamérica, la de Rafael Leónidas Trujillo, actitud por la que fueron perseguidas, encarceladas varias veces y finalmente asesinadas el 25 de noviembre de 1960.

En honor a estas valientes hermanas, cada 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la No Violencia Contra la Mujer, establecido en el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe celebrado en Bogotá, Colombia, en el año 1981. Las hermanas Mirabal son también conocidas y representadas como las "Mariposas", por ser este el nombre secreto de Minerva en sus actividades políticas clandestinas en contra de la tiranía trujillista.

Pedro Mir (poeta nacional dominicano) utilizó este nombre en su poema "Amén de Mariposas", donde expresa la tragedia que fue el asesinato de las tres heroínas. La destacada escritora dominicana Julia Alvarez titula su novela basada en la vida de las hermanas Mirabal "En el tiempo de las mariposas", publicación que establece aún más la representación de las hermanas Mirabal como las "Mariposas". Heroínas de la lucha antitrujillista, hijas de Mercedes Reyes Camilo (alias Chea) y Enrique Mirabal, comerciante y hacendado.

La primera en nacer fue Patria Mercedes, el 27 de febrero de 1924, poco antes de que abandonaran nuestro país las tropas de intervención de los Estados Unidos; la segunda, bautizada con los nombres de María Argentina Minerva, nació el 13 de marzo de 1926 y, la tercera, Antonia María Teresa, vino al mundo el 15 de octubre de 1935.

En Ojo de Agua realizaron sus primeros estudios. En 1938, Patria, Minerva y otra hermana, Bélgica Adela, alias Dedé (2 de marzo de 1925 - 1 de febrero de 2014) fueron enviadas a estudiar al colegio Inmaculada Concepción, en La Vega. María Teresa permaneció en el hogar por cuestiones de edad: apenas tenía tres años.

En junio de 1949, Minerva y sus padres, invitados por las máximas autoridades de su provincia, asistieron a una fiesta ofrecida en Santiago en el Palacio de la Gobernación en honor al dictador Trujillo, que marcaría el inicio del rumbo trágico para toda la familia; Trujillo conoció a Minerva Mirabal y se sintió atraído por su belleza.

El 12 de octubre de ese mismo año, día del descubrimiento de América, con el supuesto propósito de homenajear a la sociedad de la provincia Espaillat, Trujillo organizó una fiesta a la que invitó a la familia Mirabal que, sin avisar, se retiró de la misma, desatando la cólera del dictador, que vio en esa actitud una irreverencia hacia su persona. Días después de la fiesta, Enrique Mirabal fue detenido y encarcelado; más tarde Minerva, junto a varias de sus amigas.

Todas las prisioneras fueron investigadas sobre las supuestas relaciones de Minerva con miembros del Partido Socialista Popular, particularmente, con el dirigente comunista Pericles Franco. Duraron en prisión varias semanas, pero a partir de este momento se montó sobre la familia Mirabal un riguroso espionaje. Trujillo era informado permanentemente sobre todas sus actividades. El padre fue sometido a graves humillaciones y a varias prisiones que terminaron enfermándole espiritual y físicamente, muriendo el 14 de diciembre de 1953.

En 1954, encontrándose de vacaciones en Jarabacoa, Minerva conoció a Manuel Aurelio Tavares Justo (Manolo), estudiante de derecho, con quien estableció relaciones que la llevarían al matrimonio en noviembre del año siguiente. El mismo año que conoció a Manolo, su hermana, María Teresa, se inscribió en la universidad a estudiar arquitectura, carrera que no terminó pues solo alcanzó el grado de técnica en Agrimensura. Durante ese período ambas vivieron juntas en una pensión de la ciudad capital. Poco después María Teresa conocería a Leandro Guzmán, con quien contrajo matrimonio.

Al igual que Minerva, Manolo tenía una elevada sensibilidad por los problemas sociales y políticos y ya para ese momento, aunque secretamente, era un fervoroso opositor al régimen de Trujillo. Por ello sus amistades eran cuidadosamente seleccionadas en función de la unidad de criterios respecto a la trágica situación imperante en el país. Los últimos años de la década de los cincuentas fueron de inquietud social en toda América Latina, pues las caídas de los dictadores Rojas Pinilla, en Colombia, y Pérez Jiménez, en Venezuela, y la huida de Cuba de Fulgencio Batista -tras el triunfo revolucionario de las fuerzas rebeldes de Fidel Castro-, no sólo abrieron las compuertas de la democracia en esos países, sino que levantaron la esperanza de cambios profundos en todo el continente.

Nuestro país no escapó a esa realidad; no es casual que en enero de 1959 en una reunión familiar efectuada en la residencia de Guido D’Alessandro, sobrino de Manolo, donde se encontraban Minerva, Manolo, María Teresa, Leandro Guzmán y otras personas, se pasó revista a la situación política creada en el Caribe, muy particularmente a la cubana, después del triunfo de Castro. En la reunión Minerva examinó por primera vez la posibilidad de organizar un movimiento para el derrocamiento de Trujillo. Las ideas de Minerva prendieron en todos los asistentes y fue acordado ese día iniciar los contactos con amigos y relacionados en todo el país.

Por otra parte, la expedición armada del 14 de junio, procedente de Cuba, si bien fue aplastada por la dictadura, también influyó en la conciencia de la juventud dominicana, y esa es la razón que explica que el nuevo movimiento político antitrujillista que comenzó a construirse, y que efectuó su primera asamblea constitutiva en la hacienda de Conrado Bogaert, en Mao, el 10 de enero de 1960, adoptara como nombre el de la fecha de esa expedición (14 de Junio - 1J4). En esa asamblea clandestina asistieron delegados de todo el país y sólo participaron dos mujeres, Minerva y Dulce María Tejada Gómez.

Para presidir la Agrupación 14 de Junio fueron elegidos: Manolo Tavares Justo - Presidente; Pipe Faxas - Secretario General; y Leandro Guzmán – Tesorero. A los pocos días, una delegación llevó a los servicios secretos informes no sólo con los nombres de los principales conjurados, sino detalles sobre lo tratado en la asamblea.

La acción de los agentes represivos fue inmediata. El primero en ser detenido, en su residencia en Montecristi, fue Manolo Tavares, a mediados de enero; días más tardes, Minerva, María Teresa y su esposo Leandro Guzmán, y también Pedro González. Al final de ese mismo mes más de un centenar de miembros del 14 de Junio habían caído presos. Todos pasaron por la cárcel de La Cuarenta donde fueron sometidos a increíbles torturas. No pocos perdieron la vida.

Es importante apuntar que la prisión de tantas personas, en su mayoría jóvenes procedentes de la clase media alta, algunos cuyos padres tenían vínculos muy estrechos con el tirano, creó un clima de tensión nacional, adverso al gobierno. A ello se agregó la denuncia hecha por la iglesia católica por medio de una carta pastoral condenando la acción. Tal situación obligó a Trujillo, al parecer, a poner en libertad a las mujeres detenidas, el 7 de febrero de 1960, y, al mes siguiente y subsiguiente, a decenas de hombres jóvenes, presos por simples sospechas.

Sin embargo, el Dr. Tavares Justo, Leandro Guzmán, Pedro González y los demás dirigentes de importancia del movimiento, quedaron detenidos. Meses después, encontrándose la dictadura en una fase represiva general que bordeaba la locura –días en los que Trujillo ordenó el asesinato de Rómulo Betancourt, Presidente de Venezuela-, Minerva y María Teresa fueron de nuevo apresadas y sometidas a la justicia por “atentar contra la seguridad del Estado”.

En agosto de 1960 la Organización de Estados Americanos (OEA), en reunión de Cancilleres efectuada en San José de Costa Rica, condenó al Gobierno dominicano con sanciones económicas por encontrar a Trujillo culpable del atentado al Presidente de Venezuela, Rómulo Betancourt. Al mismo tiempo, la OEA acordó que una comisión visitase la República Dominicana para que rindiera un informe sobre la situación del país. En el marco de esta circunstancia fueron liberadas, "bajo palabra", las hermanas Mirabal y otras mujeres detenidas.

En octubre, Manolo Tavares y Leandro Guzmán fueron trasladados a la cárcel de Salcedo, y varias semanas después, en noviembre, fueron enviados a la de Puerto Plata. En esa población visitaron Minerva y María Teresa a sus maridos presos, a pesar de que habían recibido informaciones de que se preparaba un "accidente" contra ellas.

El 25 de noviembre de 1960, Minerva y María Teresa partieron de nuevo hacia Puerto Plata, en esta ocasión acompañadas por Patria, esposa de Pedro González, que guardaba prisión en La Victoria. Para tal ocasión contrataron un “jeep”, un vehículo fuerte, pues la carretera elegida, la que conduce a Puerto Plata por la vía de Tamboril, era difícil y se encontraba en muy mal estado. Le acompañaba como chofer Rufino de la Cruz Disla, campesino, conductor y héroe, nacido en Salcedo en 1923 -en cuyos campos se dedicó al cultivo de la tierra de sus familiares-, simpatizante de la causa antitrujillista.

En la visita que hicieron a Manolo y Leandro, las hermanas Mirabal comentaron a sus maridos los rumores que circulaban en Salcedo sobre la posibilidad de que sufrieran un “accidente”, estilo clásico que utilizaba la dictadura cuando ordenaba la desaparición de un opositor importante, con la supuesta intención de ocultar el crimen. El informe preocupó enormemente a los dirigentes del 14 de Junio y Manolo sugirió que cesaran los viajes y se mudaran a Puerto Plata para evitar transitar por carretera.

La recomendación llegó tarde pues la orden de asesinar a las hermanas Mirabal ya había sido cursada por el tirano, Rafael L. Trujillo; José René (Pupo) Román, Secretario de las FFAA; y Cándido Torres Tejada, Jefe de Operaciones del SIM en Ciudad Trujillo. En Puerto Plata se encontraban los ejecutores Ciriaco de la Rosa, Ramón Emilio Rojas Lora, Alfonso Cruz Valerio, Víctor Alicinio Peña Rivera, Néstor Antonio Pérez Terrero y Emilio E. Malleta, cubano que había prestado esos mismos servicios a la dictadura de Fulgencio Batista.

Cuando las hermanas Mirabal abandonaban Puerto Plata rumbo a su hogar, fueron detenidas por un vehículo que interceptó el jeep que las conducía. Introducidas a empujones al carro de los matones, y llevadas a un lugar previamente escogido en la carretera bordeada por un precipicio, fueron asesinadas a garrotazos junto al chofer Rufino de la Cruz Disla. Luego de poner los cadáveres en el jeep, los sicarios lo precipitaron hacia el abismo.

En junio de 1962 se inició el juicio contra los ejecutores. El magistrado Osvaldo B. Soto presidía el Tribunal Especial. El Procurador Fiscal era el doctor Rafael Valera Benítez, mientras que la parte civil estaba representada por los doctores Héctor Sánchez Morcelo, Ramón Pina Acevedo y Francisco Carvajal Martínez, entre otros. El abogado de la defensa era el abogado de oficio Héctor Barón Goico. El tribunal los condenó a la pena máxima. Tiempo después, y con la ayuda de grupos militares trujillistas, fueron sacados de la República Dominicana.

(…)

habían caído asesinadas
¡oh, asesinadas!

a pesar de sus telares en sonrisa,
a pesar de sus abriles en riachuelo,
a pesar de sus neblinas en reposo.

(…)

roto el cráneo,
despedazado el vientre,
partida la plegaria.
¡oh, asesinadas!

(…)

¡Oh, eternas!

(…)

Pero aún no era el fin.
¡oh, dormidas!, aún no era el fin,
aún no era el fin.

(…)

Trozos de Amén de Mariposas, del Poeta Nacional Pedro Mir.

Testimonio de Ciriaco de la Rosa, uno de los asesinos, ante el tribunal, en junio de 1962.
"Después de apresarlas, las condujimos al sitio cerca del abismo, donde ordené a Rojas Lora que cogiera palos y se llevara a una de las muchachas. Cumplió la orden en el acto y se llevó a una de ellas, la de las trenzas largas, María Teresa. Alfonso Cruz Valerio eligió a la más alta, Minerva; yo elegí a la más bajita y gordita, Patria; y Malleta al chofer, Rufino de La Cruz. Ordené a cada uno que se internara en un cañaveral a orillas de la carretera, separadas todas para que las víctimas no presenciaran la ejecución de las demás. Traté de evitar este horrendo crimen, pero no pude, porque tenía órdenes directas de Trujillo y Johnny Abbes García. De lo contrario, nos hubieran liquidado a todos".
Minerva llegó a proclamar:
–¡Si me matan, sacaré los brazos de la tumba y seré más fuerte!...
Y fue más fuerte...

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SALOMÉ UREÑA DE HENRÍQUEZ

(Santo Domingo, 1850 - 1897) Poetisa dominicana. Creció en el seno de una familia culta, que propició su formación literaria. Sus padres eran Nicolás Ureña de Mendoza y Gregoria Díaz de León. Con 20 años, se casó con Francisco Henríquez y Carvajal, médico y político que llegaría a presidente de la nación. Con él tuvo cuatro hijos: Francisco, Pedro, Max y Camila.

Autora de una brillante obra lírica que, en unión a la de José Joaquín Pérez y Gastón Fernando Deligne, constituye la producción de la denominada "trilogía de los poetas mayores", dejó parte de su legado intelectual y artístico en la formación humanística que impartió a sus hijos, entre los cuales destacaron especialmente Max y Pedro.

En su condición de escritora, Salomé Ureña desplegó una intensa actividad poética que, enmarcada en los modelos formales y estilísticos de la centuria anterior (sencillez y claridad expresivas, moldes estróficos clásicos y equilibrio propio de la literatura neoclásica), se adentró al mismo tiempo en los tonos románticos de su tiempo y se ocupó, desde sus contenidos temáticos, de los anhelos e inquietudes del hombre antillano de la segunda mitad del siglo XIX. Entre sus principales preocupaciones temáticas figura, en primer lugar, la reflexión ética acerca de la patria, a la que la autora profesa un desmesurado amor que queda plasmado en su consagración al trabajo y a la sabiduría como elementos indispensables para el progreso de su pueblo.

Precisamente, este interés por el progreso constituye el segundo gran núcleo temático de la obra de Ureña de Henríquez, dirigido en dos vertientes bien definidas: por un lado, la confianza ciega del hombre decimonónico en los métodos positivistas, que no sólo habrían de traer los avances técnicos y las mejoras en la calidad de vida, sino también un progreso ético y social que se traduciría en el derribo de las fórmulas políticas dictatoriales y el advenimiento de nuevos regímenes democráticos; y, por otro lado, la fe de la autora no sólo en los cambios del momento presente, sino en el rutilante porvenir que, en el caso de imponerse definitivamente éstos, le espera a la patria (y, en general, a todas las naciones hermanas de habla hispana).

Junto a los temas del amor a la patria y la fe en el progreso moral y material de su nación, en la poesía de Salomé Ureña de Henríquez aparecen también constantes referencias a los pequeños aconteceres domésticos, transformados -merced a la exquisita sensibilidad de la autora- en elocuente material poético. Se configura así, en conjunto, una producción lírica de deslumbrante fuerza, claridad y vigor expresivo, que sorprende por su acento animoso y vitalista no sólo en aquellas composiciones centradas en la exaltación de la patria y la historia dominicana contemporánea, sino también en los poemas que, pese a su alcance más íntimo o doméstico, no dejan de llevar dentro ese anhelo de hallar una identidad nacional que contribuya a la definitiva consolidación del pueblo dominicano como una sola patria.

Este afán, a la vez ético y artístico, quedó patente también en las múltiples y fecundas actividades pedagógicas que realizó, a lo largo de su breve existencia, Salomé Ureña de Henríquez. Discípula del gran escritor y educador puertorriqueño Eugenio María de Hostos, desplegó una infatigable labor pedagógica que se manifestó no sólo en su acceso a las cátedras más prestigiosas de la nación dominicana, sino también en sus constantes esfuerzos encaminados a fundar el mayor número posible de centros destinados a la formación superior de las mujeres de la isla antillana. Así, en 1887, asistió a la inauguración del Instituto de Señoritas, cuya fundación había promovido y del que seis años más tarde salieron las seis primeras maestras de República Dominicana.

Sus composiciones poéticas, dispersas en hojas volanderas entre amigos y conocidos, o en páginas de periódicos y revistas de la época, vieron la luz finalmente en un valioso volumen recopilatorio publicado bajo el título de Poesías de Salomé Ureña de Henríquez (1880). Ya bien entrado el siglo XX, el interés que seguían suscitando los versos de la poetisa dominicana aconsejó una edición de su obra lírica en España, publicada bajo el epígrafe genérico de Poesías (1920), libro al que siguieron otras ediciones tan ricas y exhaustivas como Poesías completas (1950), en conmemoración del primer centenario del nacimiento de la autora.

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JUAN BOSCH

Juan Bosch nació en la ciudad de la Vega el 30 de junio de 1909, hijo de don José Bosch y Angela Gaviño. El padre, de nacionalidad española, y la madre también, nacida en Puerto Rico, se habían establecido en el país a finales del siglo XIX. Vivió los primeros años de su infancia en una pequeña comunidad rural de esa provincia, llamada Río Verde, en la que realizó sus estudios primarios. Más tarde, su familia se trasladaría a La Vega, donde cursó los primeros años del bachillerato. En su juventud vivió en la ciudad de Santo Domingo y trabajó en establecimientos comerciales; luego viajaría a España, Venezuela y algunas de las islas del Caribe.

A su retorno a la República Dominicana, en los primeros años de la década iniciada en 1931, publicó su ensayo "Indios", inmediatamente después "Camino Real", y la novela "La Mañosa", aclamada por la crítica nacional como una obra de extraordinario valor en la literatura dominicana. Fundó y dirigió la página literaria del periódico Listín Diario, con la cual se perfiló como notable crítico de arte y ensayista. Casó con Isabel García, procreando a León y a Carolina.

En los primeros años de la dictadura de Rafael Trujillo Molina fue encarcelado por razones políticas, permaneciendo varios meses en prisión y siendo liberado sin cargos de ninguna naturaleza. En 1938 se ausentó del país estableciéndose en Puerto Rico, y luego se trasladó a Cuba donde dirigió la edición de las obras completas de Eugenio María de Hostos. En 1939, junto a otros exiliados políticos, fundó el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), el cual organizó y dio a conocer en otros países del Caribe y América Latina.

En los años transcurridos entre 1940 y 1945 se destacó como uno de los más notables escritores de cuentos de la región y laboró activamente en la formación de un frente antitrujillista encabezado por el PRD. Colaboró con el Partido Revolucionario Cubano y desempeño un destacado papel en la redacción de la Constitución de aquel país promulgada en 1940. Allí, después de haberse divorciado de doña Isabel García, contrajo matrimonio con la dama cubana Carmen Quidiello, de cuyo matrimonio nacieron sus hijos Patricio y Bárbara. Ganó importantes premios internacionales de cuentos y ensayos, entre los cuales se distingue el premio "Hernández Catá" que se otorgaba en La Habana a los cuentos escritos por autores de América Latina.

Fue uno de los principales organizadores de la expedición militar que se gestó en "Cayo Confites" y en la cual participaron cientos de ciudadanos, cubanos y centroamericanos, con intención de derrocar la dictadura de Trujillo. Fracasada la expedición, Bosch se trasladó a Venezuela y a otros países de América Central, donde desarrolló una activa campaña antitrujillista y consolidó su fama de escritor, cuentista y ensayista de primera categoría. Para ese momento había escrito cuentos de profundo contenido social, entre los que pueden citarse "La Nochebuena de Encarnación Mendoza", "Luis Pié", "Los Amos" y "El Indio Manuel Sicuri", calificados por la crítica como obras maestras del género.

En Cuba, lugar al que regresó requerido por sus amigos del Partido Revolucionario Auténtico, desempeñó importantes papeles en la vida política, siendo reconocido como promotor y autor de importantes leyes y del discurso pronunciado por el Presidente de la República cuando se trasladaron los restos de José Martí al cementerio de Santiago de Cuba. Meses después del derrocamiento del gobierno civil, como consecuencia del golpe de Estado encabezado por Fulgencio Batista, y después de haber sido encarcelado por las fuerzas represivas del gobierno golpista, se ausentó nuevamente del país estableciéndose en Costa Rica. Dedicado a tareas pedagógicas políticas en ese lugar y a sus actividades como presidente del PRD, el más importante partido político opositor del régimen de Trujillo, en el exilio, se produjo en Cuba el triunfo encabezado por Fidel Castro que motorizó un reordenamiento político, económico, y social en los países del Caribe. Bosch, con instinto certero, percibió el proceso histórico que se había iniciado a partir del primero de enero de 1959, con el advenimiento de Castro a la jefatura política y militar de la nación cubana, y dirigió a Trujillo una carta -el 27 de febrero de 1961- en la cual le advertía que su papel político, en términos históricos, había concluido en la República Dominicana.

Ajusticiado Trujillo el 30 de mayo de ese año, Bosch regresó a su país luego de veintitrés años de exilio, cuatro meses después de haberse establecido en territorio dominicano el partido que había fundado en 1939. Su presencia en la vida política nacional, como candidato a la presidencia de la República, revolucionó y modificó sustancialmente el estilo de realizar campañas electorales en el país. Su forma directa y sencilla de dirigirse a las capas más bajas de la población, tanto rurales como urbanas, le permitió desarrollar una profunda influencia y simpatías populares, que lo perfilaron como incuestionable ganador de las elecciones de diciembre de 1962.

Celebrado el torneo electoral, Bosch obtuvo un triunfo arrollador sobre los electores más conservadores del país, representados por la Unión Cívica Nacional. Combatido desde antes de su ascensión al poder por esos mismos sectores que fueron derrotados en las elecciones, tomó posesión como Presidente de la República el 27 de Febrero del 1963. Bosch dio inicio a una gestión gubernativa patriótica, reformadora, de incuestionable honestidad administrativa y de profundo reordenamiento económico y social. Su gobierno fue derrocado por un golpe militar apoyado por las fuerzas más conservadoras de la nación, estimuladas y apoyadas desde el exterior [por Estados Unidos]. Menos de dos años después, la insatisfacción generó el levantamiento militar del 24 de abril de 1965, que tenía como objetivo el restablecimiento del gobierno constitucional que Bosch había presidido, y la vigencia de la constitución que su gobierno había promulgado el 29 de abril de 1963, la más progresista y liberal que ha conocido la República.

Impedido de regresar al poder por la intervención militar de los Estados Unidos, apoyada por la Organización de Estados Americanos (OEA), se vio obligado, por las circunstancias, a participar en las elecciones realizadas el 30 de mayo de 1966, bajo la dirección y el control de las fuerzas de ocupación.

Bosch se marchó al exterior radicándose en España, donde realizó una extraordinaria labor literaria [y sociopolítica] produciendo algunas de sus obras más importantes entre las cuales están: "Composición Social Dominicana", "Breve Historia de la Oligarquía", "De Cristóbal Colón a Fidel Castro… El Caribe, Frontera Imperial" y numerosos artículos de diferentes géneros publicados en revistas, periódicos y otras publicaciones del país y del exterior.

Regresó a la República Dominicana en abril de 1970 con la intención de reorganizar y modernizar al PRD, convirtiendo a sus miembros en militantes activos, estudiosos de la realidad histórica y social de su país; su proyecto no fue aceptado por la mayoría del PRD. Las diferencias y contradicciones entre Bosch y un sector importante de la dirección de ese partido lo llevó a abandonar las filas de esa organización en noviembre de 1973 y fundar el 15 de diciembre de ese año el Partido de la Liberación Dominicana (PLD). Bajo su liderato y rectoría, el PLD pasó a convertirse en una de las fuerzas políticas más importantes del país.

Su relevante aporte a las letras nacionales y americanas en la narrativa, novelas y ensayos lo han convertido en una gloria literaria viviente, maestro de dos generaciones de escritores, cuentistas, novelistas, ensayistas, periodistas e historiadores entre los cuales se distinguen algunas de las más sobresalientes figuras del país y de América Latina. Su conducta patriótica, cívica, honesta, valiente y militante, como gobernante y líder, lo convierten en un símbolo de la dignidad nacional y en un ejemplo a seguir para las generaciones presentes y futuras de la República Dominicana.

Autor: Euclides Gutiérrez Félix/Editado por Nemen Hazim

Juan Bosch falleció el primero de noviembre del 2001 a las 3:15 am, atacado por una insuficiencia respiratoria aguda en el Centro de Medicina Avanzada Doctor Abel González. Fue sepultado en su natal ciudad de La Vega en donde reposan sus restos en el histórico Cementerio Ornamental de la llamada culta y olímpica ciudad.

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JOSÉ FRANCISCO PEÑA GÓMEZ

José Francisco Peña Gómez nació en Mao, provincia de Valverde, el 6 de marzo de 1937. Hijo de una familia campesina muy pobre, se vio abandonado con tan sólo unos meses cuando el terror se generalizó en los campos dominicanos, especialmente en las zonas cercanas a la frontera con Haití, por lo que sus padres debieron huir de la persecución del dictador Rafael Leónidas Trujillo en 1937, durante la matanza de haitianos.

Peña Gómez se quedó en los montes de Mao junto con su único hermano, Domingo, y una pariente menor de edad. Encontrados por una familia de Gurabo, Peña Gómez salvó la vida casi milagrosamente. Es posteriormente adoptado por otra familia en Mao, donde realizó sus estudios primarios y secundarios. Cursó su último año de bachillerato en la ciudad de San Cristóbal y estudió Derecho en la Universidad de Santo Domingo, graduándose en 1966. El 5 de julio de 1961 ingresó en el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) para luchar contra los remanentes de la tiranía trujillista.

Tras el derrocamiento del profesor Juan Bosch, en 1963, fue designado Secretario General Interino del PRD. En 1965 tuvo una destacada participación en los acontecimientos de la Revolución Constitucionalista por el retorno al poder del derrocado profesor Juan Bosch. El 24 de abril del mismo año, durante una transmisión del programa radial del PRD, Tribuna Democrática, llamó al pueblo a lanzarse a las calles a reclamar el retorno a la Constitución de 1963.

En 1966 fue escogido como Secretario General del Partido Revolucionario Dominicano, fundado por Bosch, y se erigió en la segunda figura de importancia en esa organización. De 1970 a 1972 hizo estudios de postgrado en Ciencias Políticas en las universidades de Harvard y Michigan State, y de Derecho Constitucional y Derecho del Trabajo y Seguridad Social en Francia. En 1973 el profesor Juan Bosch abandonó el PRD para fundar una nueva organización política, el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), y Peña Gómez pasó a dirigir al PRD y a conducirlo al triunfo electoral en el año 1978.

En un esfuerzo de dotar al PRD de principios ideológicos sólidos, afilió su partido a la Internacional Socialista, organización mundial que congrega a los partidos políticos que sustentan la Social Democracia. José Francisco Peña Gómez descolló en esta organización y fue nombrado presidente para América Latina.

Bajo la dirección de Peña Gómez, el Partido Revolucionario Dominicano ganó en dos ocasiones seguidas las elecciones generales, en 1978 y en 1982. Para este último período, 1982-1986, el líder perredeísta resultó electo síndico del Distrito Nacional. Las confrontaciones internas en la organización impidieron que el partido del "jacho prendío", mantuviera el poder en las elecciones de 1986.

Fue vicepresidente de la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina (COPPAL), vicepresidente de la Internacional Socialista (IS), vicepresidente de la Asociación Latinoamericana para la Defensa de los Derechos Humanos, miembro del consejo directivo del Instituto Latinoamericano de Estudios Políticos, Económicos y Sociales y miembro del Diálogo Interamericano.

En 1990 participó en las elecciones generales como candidato presidencial con un PRD dividido, obteniendo el 24% de las votaciones, quedando en tercer lugar. En 1994, se presentó de nuevo como candidato a la presidencia de la República, pero perdió las elecciones con el doctor Joaquín Balaguer. Peña Gómez fue víctima de un fraude colosal, situación que denunció ante los organismos internacionales. Logró llegar a un acuerdo con Balaguer para modificar la Constitución y convocar a elecciones en dos años, es decir, en 1996, de modo que el mandato de Balaguer quedó reducido a sólo dos años. Para solucionar el impasse se firmó el Pacto de la Democracia, con el cual se acordaba la no reelección presidencial, la doble vuelta electoral y se convocaba a elecciones anticipadas.

En 1996 todo parecía indicar que el Dr. Peña Gómez sería el nuevo presidente, llegando a ganar la primera vuelta de las elecciones con un 46%. El doctor Balaguer, del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), y el profesor Juan Bosch, del Partido de la Liberación Dominicana, unieron sus fuerzas políticas en un acuerdo denominado Frente Patriótico para impedir el acceso al poder a José Francisco Peña Gómez, del PRD, virtual ganador de las elecciones tras la primera vuelta, favoreciendo al doctor Leonel Fernández, del PLD, quien ganó la presidencia en la segunda vuelta.

En 1998 Peña Gómez se presentó como candidato a síndico por el Distrito Nacional, pero le sorprendió la muerte en la etapa final de la campaña electoral. El doctor Peña Gómez estaba aquejado de un cáncer, que finalmente acabó con su vida. Sin haber alcanzado la presidencia de la República el doctor José Francisco Peña Gómez fue uno de los hombres que más aportó al desarrollo de la democracia dominicana. Falleció en Cambita Garabito el lunes 11 de mayo de 1998, seis días antes de las elecciones al congreso y municipales ganadas por el Partido Revolucionario Dominicano.

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PEDRO MIR

Pedro Julio Mir Valentín, mejor conocido como Pedro Mir (San Pedro de Macorís, 3 de junio de 1913 - Santo Domingo, 11 de julio de 2000/República Dominicana). Poeta, narrador, ensayista y profesor universitario. Por su profunda voz poética se le considera uno de los grandes bardos de la poesía hispanoamericana -con tema de compromiso social, a favor de los explotados-. Fue declarado por el Congreso Nacional "Poeta Nacional de la República Dominicana".

Hijo de un cubano y una puertorriqueña, nació y pasó su infancia en el Ingenio Cristóbal Colón, cerca de la ciudad de San Pedro de Macorís. La mezcla de razas y culturas que le tocó vivir se manifiesta en su labor de poeta, y está reflejada en muchos de sus mejores poemas.

La temprana muerte de su madre en 1917 le dejó un profundo sentido de ausencia que luego él mismo afirmaría se convertiría en el origen de su vocación poética. Estudió Leyes en la Facultad de Derecho de la Universidad de Santo Domingo y se doctoró en esta materia, llegando a ser profesor universitario. Su fama le viene de sus poemas que aparecieron por primera vez en el Listín Diario, en la década del treinta.

Mostró sus primeros poemas a amigos y relacionados, y, uno de ellos, decidió, sin consultarle, llevarlos al escritor Juan Bosch, Encargado de la Sección Literaria del Listín Diario y quien en ese entonces era una figura intelectual importante en el ámbito dominicano. La fibra poética natural del autor llama la atención de Juan Bosch, quien desestima los versos diciendo que el poeta tiene talento pero debería "dirigir los ojos a su tierra".

Enterado Pedro Mir, escribe sus primeros poemas de corte social y decide enviárselos a Juan Bosch él mismo. Bosch no le contesta, sino que publica los versos en el Listín Diario con el llamativo título que más tarde se convertiría en profecía: "¿Será este muchacho el esperado poeta social dominicano?"

Pedro Mir y los poetas Tomás Hernández, Manuel del Cabral y Héctor Incháustegui son conocidos como "Los Independientes del Cuarenta", porque todos eran vanguardistas de la década del cuarenta y trataron temas sociales.

Ejerció su profesión en una oficina de abogados de la capital dominicana, pero la presión de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo se hacía insoportable, especialmente para quien escribía poesía social. Considerado un desafecto al régimen, recibe amenazas y marcha hacia Cuba en 1947, un exilio que se prolongaría hasta la caída del tirano.

En 1949, viviendo precariamente en Cuba, ve la luz su conocido poema "Hay un país en el mundo" -traducido a innumerables idiomas- con el subtítulo "Poema gris en varias ocasiones", hermoso canto a su país de origen, República Dominicana, carente de identidad y libertad por haber estado siempre colonizado socioeconómica y políticamente por potencias extranjeras.

Este primer poema vino a considerársele como una nueva poética. Todo su poemario, de hecho, es un grito de protesta contra esas fuerzas ajenas y una llamada de atención a la falta de identidad nacional. "Hay un país en el mundo" lo consagró como el poeta más representativo del país en el siglo XX y, quizás, uno de los más grandes del mundo de las letras hispanoamericanas.

Le siguieron otros poemas importantes: "Si alguien quiere saber cuál es mi patria", "Amén de mariposas" y "Concierto de esperanza para la mano izquierda". Publicó en Guatemala "Contracanto a Walt Whitman" (canto a nosotros mismos), considerado uno de sus mejores poemas, traducido también a varios idiomas.

En 1962, después del asesinato de Trujillo, regresa a la República Dominicana. Se convierte en dirigente del Partido Socialista Popular e impartió clases en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Tras la caída del gobierno de Bosch, y seriamente afectado de salud, viaja fuera del país, aunque regresa y se establece definitivamente con su familia en la capital dominicana en 1968, dedicándose a la cátedra en la UASD durante varias décadas.

Dedicado a la investigación histórica, por su ensayo "Las Raíces Dominicanas de la Doctrina Monroe", obtuvo el Premio Anual de Historia. Su novela "Cuando amaban las tierras comuneras" (publicada en México en 1978) fue muy aclamada tanto en la República Dominicana como internacionalmente.

Su poema "Huracán Neruda" le mereció el Premio Anual de Poesía. También fue merecedor del Premio Nacional de Literatura, recibió un doctorado Honoris Causa del Hunter College de la Universidad de New York y, en su honor, la UASD honró su Biblioteca con el nombre de Pedro Mir. Falleció a los 87 años de una larga dolencia pulmonar, rodeado de su familia, el 11 de julio del año 2000.

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JUANA SALTITOPA

Juana Trinidad (Juana Saltitopa) nació, al igual que su hermana Mercedes, en El Jamo, sección de La Vega, durante la ocupación haitiana, en cuya época "la agricultura prosperaba a pesar de la esterilidad del medio...", según un informe del Capitán Faustino Tapia, a cargo de dicha sección. En medio de esa vida vegetativa creció esa muchachita Juana, vivaracha y saltarina, de donde le vino el mote de Saltitopa, pues le gustaba trepar árboles para recoger sus frutos y saltar de rama en rama. Su hermana Mercedes era, por el contrario, de temperamento sosegado y no era amiga de aventuras; sus actividades no rebasaron las ocupaciones caseras [Rufino Martínez (1893-1975): ensayista, investigador histórico y educador dominicano)].

De acuerdo a Rufino Martínez “El apellido Saltitopa, tenido como tal hasta cumplido el siglo de la República, al extremo de que a una hermana de la heroína se la llamó Juana Saltitopa, no existió nunca; fue un mote ocasional por maneras personales de Juana...". Y más adelante, refiriéndose a Mercedes, agrega: "Se tiene por muy posible o casi cierto que el apellido de esta hermana es Trinidad".

El historiador Ubaldo Gómez Moya, en una carta publicada el 22 de mayo de 1937 en "El Progreso" -de La Vega-, escribió [según Guido Despradel Batista (1909 -1959): médico, historiador, escritor, intelectual y patriota dominicano]: "Siendo yo niño oí a mi segunda madre Magdalena Sánchez de Espínola motejar con el calificativo de Saltitopa a las muchachas vivarachas. Sabrás que en aquellos tiempos una mujer en una tropa se consideraba de no buena reputación". Y continúa Ubaldo Gómez Moya: "Bríjida Minaya -alias- Mamá Billa, Nazaria Santos Vda. Meléndez, Chicho Trinidad y Miguel Fernández la conocieron personalmente y me expresaron que ella era natural de Jamo de esta Común, de color indio y de regular estatura".

Juana era, cosa rara en su época, liberal, montaraz, ruda en sus gestos y sus acciones, e imponía sus criterios y sus deseos aún sobre los muchachones que hechos ya hombres se veían obligados a prestar el servicio de conscripción militar que imponían las autoridades haitianas al cumplir la edad de los 16 años.

Así se formaron las milicias cívicas de la Era de la Ocupación occidental. El Jamo no era una excepción; y así vemos a Marcos Trinidad -para 1843, y con el grado de Capitán, era el Comandante de la Compañía de Milicianos del Jamo-, cuya participación en las luchas independentistas, iniciadas un año más tarde, le darían fama y resonancia de ardoroso patriota y audaz combatiente [según José Joaquín Hungría Morell (1921- 2002): ingeniero y geógrafo dominicano, miembro fundador, en 1974, de la Academia de Ciencias de la República Dominicana. Aunque Hungría Morell dice que Marcos Trinidad era tío de Juana (Rufino Martínez dice simplemente que Juana era parienta suya), Despradel Batista, en las biografías de Marcos Trinidad y de Juana Saltitopa, dice que eran primos hermanos].

"Mujer de ya conocido carácter agitado e independiente, con pronunciada vocación para los lances propios de los hombres, Juana instantáneamente quedó afectada de ardor bélico que flotaba en aquel centro urbano [La Vega] mientras se construían apresuradamente defensas, se desempolvaban armas antiguas y se recolectaban machetes para esperar al Ejército Haitiano". Cuando en marzo de 1844 las invasores haitianos se dirigen hacia Santiago, se congregan allí tropas dominicanas de comunidades vecinas (incluyendo de La Vega). "Llegadas las tropas de La Vega -entre las que figuraban los habitantes de El Jamo, capitaneados por Marcos Trinidad-, Juana, parienta suya, concurrió al cuartel de sus comarcanos con la resolución de participar en la esperada lucha como soldado. No se le veía más que en los grupos de la gente armada. El 30 de marzo de 1844, al mediodía, se inicia la batalla de Santiago. Juana, en el fragor de la pelea, ocupaba lugar entre los combatientes, estimulándoles con frases y ademanes de incitación. Secos por un instante los cañones de la línea de fuego donde ella actuaba, fue al río más de una vez a buscar el agua necesitada, mostrando un gesto de atrevimiento que por sí valía para mantener en alto la moral de la tropa". [Entrecomillado de Rufino Martínez].

Al respecto nos dice el historiador Alcides García Lluberes: "Tuvo suma importancia el papel que desempeñó la artillería en tan famosa jornada. Fueron las necesidades de aquella eficaz arma las que crearon las heroínas de la Batalla. Juana Saltitopa (a) La Coronela, fascina y obliga a que la secunde todo [un grupo, NH] de abnegadas santiaguesas. ¿A dónde se dirigen? ¿Por qué estímulo son movidas? Las samaritanas van a apagar la sed a los monstruos de bronce que caldeados por la violenta y prolongada faena no podían ya seguir colaborando en la matanza... Algunos de los rechazados que se hallaban entre la ciudad y el río perecieron al vadear este, el cual estaba crecido: las aguas del Yaque, que ya habían sido metralla en las cubetas de la Saltitopa y sus satélites, seguían matando a los enemigos de la Patria".

Dice Rufino Martínez que "Por su comportamiento insuflador de coraje en ese memorable día y los anteriores, los compañeros la llamaron en la adelante La Coronela, que fue su distintivo".

Terminadas las campañas libertadoras de la Independencia, las actividades de La Coronela fueron más de la vida privada que de la política. Esteban Aybar y Aybar, oriundo de San Cristóbal y soldado de la Independencia y de la Restauración, escribió en sus memorias (publicadas parcialmente por Guido Despradel Batista) que "...la muerte que le dio una mujer de la vida, a un coronel haitiano, la cual se nombraba Merced y por mal apodo (a) Md. Sartaitopa (sic), a esta la conocí anteriormente en Santiago por ser de allí, y el año 1952 la vi en Santo Domingo, ganando un sueldo de coronela, por el Gobierno, pero más tarde Santana, por su relajo, le privó del sueldo y empleo y la despachó otra vuelta para el cibao...".

"Casi siempre andaba, tanto en La Vega como en Santiago, acompañada por dos mujeres: Juana Colón, santiaguera, y Petronila Suárez, vegana", expresa Despradel Batista.

En un artículo publicado en "El Progreso", de La Vega, el Dr. Jovino A. Espínola reprodujo el testimonio de Bríjida Minaya (Mamá Billa) [obra de Despradel Batista]: "Sí; Juana en ese tiempo era una mujer más valiente que muchos hombres; te contaré que en una fiesta que dieron en la 'La Jina Mocha', yo presencié que Juana tendió de una bofetada largo a largo en el suelo a Bartolo Pérez, porque este trató de abusar con ella echándole el brazo por el hombro y halándole una trenza. Debo decirte también que en Santiago ella peleó mucho contra los franceses prietos [haitianos]; en esas peleas Juana echaba para a'lante a los hombres que se acobardaban, atendía a los heridos, le pasaba agua a los combatientes para que calmaran su sed y refrescar los cañones, le llevaba pólvora en su delantal o en su pañuelo a los artilleros y les cantaba coplas a los soldados para que siempre estuvieran contentos y valerosos. Yo recuerdo haberle visto un sablecito derecho; lo usaba terciado [señalándome del hombro derecho al costado izquierdo]. Oye, [me dijo], Juana era de El Jamo, se mantenía aquí en el pueblo y podía ser mi mamá, yo entonces era muy jovencita, ella tendría como treinta años y no se quitaba de la cabeza su buen pañuelo de Madrás".

Fue un aciago día del inicio de la década de 1860 que Juana Trinidad, la Saltitopa, La Coronela inmortal, mientras regresaba de su lar nativo: su campiña del Jamo que jamás volvería a ver, murió oscuramente asesinada entre Nibaje y Marilópez, camino hacia y en las cercanías de Santiago de los Caballeros, el hidalgo pueblo que adoptó como suyo tras haberse consagrado allí como una protagonista epónima, casi legendaria, de la gesta gloriosa de la Batalla de Santiago del 1844. [Hungría Morell] .

Referencias

1. Despradel Batista, Guido. Historia de la Concepción de La Vega. 2da. Edición. La Vega (R.D.). 1978.

2. García Lluberes, Alcides. Dos Grandes Batallas. CLIO, Núm. 110, Abril-Junio. Santo Domingo (R.D.). 1957.

3. Hungría Morell, Radamés. Calendas históricas y militares dominicanas. Museo Nacional de Historia y Geografía. Santo Domingo (R.D.). 1985.

4. Martínez, Rufino. Diccionario Histórico-Biográfico Dominicano. 3ra. Edición. Santo Domingo (R.D.). 1997.


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MÁXIMO GÓMEZ

Máximo Gómez nació el 18 de noviembre de 1836 en la República Dominicana y murió el 17 de junio de 1905 en Cuba. En el olimpo de nuestros dioses, él fue Júpiter; Martí, el Apóstol, el que dictó a los cubanos el evangelio de la libertad. Máximo Gómez, el caudillo, el hombre de acción. ¿Quién sino él, con su valor, guió, a sangre y fuego, el ejército desarrapado de los libertadores, al triunfo, a la victoria? Hombre extraordinario, fue, en nuestras horas de lucha, pastor de héroes, y en nuestras horas de calma, cumbre de reflexiones.

Sí, aquel fiero paladín de los derechos humanos, que sabía de caer a caballo, acero en alto, sobre el cuadro enemigo, también sabía de echar a volar, sobre el ala de las palabras, el pensamiento viril o la idea generosa. Leyendo lo que él escribió, nadie se lo imagina en el lienzo rojo de los combates, encarnando la guerra redentora, entre odios y sueños, júbilos y sacrificios. Leyéndolo, se le imagina un patriarca bíblico, enseñando a los hijos de su corazón el alfabeto de la existencia, el camino áspero del deber; camino que se repasa casi siempre con los brazos en cruz.

No nació en Cuba; no era cubano, pero, ¿quién lo era más de corazón? Nació en Baní, poética población de la República Dominicana, la atilla heroica, grande por su gloria y por su constante martirio. Fueron sus padres gente laboriosa y honrada. Un cura fue su primer maestro, quien le enseñó el secreto de las letras y de los números. A los diez y seis años, sentó plaza de soldado en el Ejército Nacional, saliendo a combatir a los haitianos que amenazaban invadir su tierra. Terminada esta contienda, volvió a su hogar. Más tarde se vio arrastrado por la vorágine de las guerras civiles. Y cuando llegó la descomposición de su país a tanto, que volvió a ser presa de la monarquía española, sirvió a España, razón ésta por la que, proclamada una vez más la independencia, salió para Santiago de Cuba, a prestar allí sus servicios, como comandante del Ejército español.

En Santiago de Cuba residió algún tiempo y luego pasó a la jurisdicción de Bayamo, para dedicarse a las faenas agrícolas. Sembrando con sus propias manos en aquella rica zona, supo que se conspiraba en favor de la independencia de Cuba, y fue conspirador. Así, cuando el 10 de octubre de 1868 tuvo noticias del levantamiento de Céspedes en la Demajagua, gozó intensamente, y el 16 del propio mes, siguiendo al poeta José Joaquín Palma, se alzó en armas.

La primera acción de guerra en que tuvo participación, bajo la enseña redentora, fue aquella en que las fuerzas de Marcano y Donato Mármol enfrentaron una columna de setecientos hombres al mando del coronel español Campillo. Venía esta fuerza a atacar a Bayamo, en poder entonces de Céspedes, y era necesario evitar esto. Y se evitó. En esa acción inició Máximo Gómez las cargas al machete; fue él quien dio a conocer la eficacia del arma blanca entre los cubanos.

Al organizarse la revolución en Oriente, fue nombrado segundo Jefe -el primero, Donato Mármol- de la jurisdicción de Jiguaní, Cobre, Santiago de Cuba, Guantánamo y Baracoa. En el desempeño de este cargo sobresalió, organizando, disciplinando, peleando. Nombrado para suplir a Julio Grave de Peralta en la jefatura de Holguín, ataca a Samá, combate en Bijarú. A la muerte de Donato Mármol, es llamado a sustituirlo. Entonces ataca a Ti-Arriba y al cafetal El Cristal, e invade los territorios de Guantánamo y Baracoa, hasta entonces vírgenes de rebeldes. Todo con feliz éxito. Mandando esas fuerzas es que se mostró, en toda su pujanza, hombre de valor y de inteligencia. A su lado se revelaron, y se graduaron a la vez de grandes, Maceo y Calixto García, y otros jefes.

Pero como no hay dicha completa, rosa sin espinas, satisfacción sin pesadumbre, por un motivo baladí, acaso por una intriga echada a volar por la maldad, que tiene anchos carrillos, fue depuesto de ese cargo por el Presidente Céspedes. Sin rebelarse, acata la orden, entrega el mando al entonces coronel Antonio Maceo, y con un puñado de fieles se interna en la montaña, alejándose del teatro de la Guerra.

Sin mando permaneció hasta que, muerto Agramonte, se le llamó para reemplazar a aquel inmaculado caballero sin miedo y sin tacha. Obediente a lo dispuesto, pasa a Camagüey, inspecciona las tropas y encuentra en ellas jefes tan aguerridos como Julio Sanguily, Henry Reeve (El Inglesito), Baldomero Rodríguez, Benítez González y otros tantos. Se da cuenta de lo que vale aquel cuerpo de ejército, y le habla y le anima. Poco después libra estas dos grandes batallas: La Sacra y Palo Seco. Luego, la de Naranjo y Mojacasabe, y por último, la de las Guásimas de Machado, una de las acciones más gloriosas de la guerra de los diez años.

Concibe el plan de invadir las Villas, y las invade. Allí toma el Jíbaro, asalta a Río Grande, a Lázaro López; incendia a Marroquín, destruye la Herradura, Ranchuelo y Potrerillo... Vino luego el desastre: las flaquezas de la revolución; las divisiones de sus hombres de mando, y por último la caída en el malhadado Zanjón. Vencida la guerra, Máximo Gómez sale de Cuba, pobre, muy pobre, después de rechazar tentadoras ofertas que le hizo España.

Vaga por Jamaica, Honduras, hasta que atraído por nuevas esperanzas, se pone al frente de otro movimiento, que fracasó al nacer. No era hora. Cuba estaba cansada, agotada, y los cubanos del extranjero comidos de egoísmo o enfermos de indiferencia. Desencantado entonces, huraño, llegó a Montecristi -lugar ya para siempre histórico,- donde se establece con su familia. Allí, labrando la tierra, arrancándole a la tierra, ingrata a veces, el sustento de los suyos, lo sorprendió la propaganda, la cálida propaganda que para preparar la nueva arremetida inició Martí junto con la fundación del Partido Revolucionario Cubano. Y cuando, meses después, se le escribe, proponiéndosele, en carta memorable, la jefatura de la revolución, acepta al instante.

Su nombre, una bandera, fue sin duda la palabra de paso entre el elemento militar disperso. En los trabajos de organización ayuda, prepara, escribe, da órdenes, llama a los subalternos, tienta a los descreídos, estudia el campo de la lucha, el escenario donde han de librarse los combates por la libertad. Y llega el 24 de febrero de 1895 y estalla en la isla la revolución. Martí va en su busca, y a poco, en compañía de Paquito Borrero, Angel Guerra, César Salas y Marcos del Rosario, y después de mil peripecias, caen sobre las playas de Baracoa. Ya los Maceo se le habían adelantado, pero con él llegaba la cabeza de la Guerra, su director.

Días después de desembarcar, decide que se lleve a cabo la invasión. Asiste a la catástrofe de Dos Ríos, al eclipse de aquel astro inmenso. Pelea, organiza, ataca a Altagracia, al Mulato, a San Jerónimo. Ve desaparecer de su lado, y a diario, amigos y compañeros. Pero nada lo arredra ni lo detiene en su marcha, ni lo hace cambiar de propósito. Y entra en las Villas, y allí asalta al fuerte Pelayo y al de Río Grande.

En San Juan se reúne con Maceo y siguen la marcha en combinación. Juntos derrotan al coronel Segura en Iguará y a Arizón en Mal Tiempo. Entran en la provincia de Matanzas y luego en la de La Habana. Se separan, y Maceo penetra en Pinar del Río mientras él se mantiene en La Habana, teniendo en jaque constante a la tropa enemiga. Vuelve, después de dejarlo todo previsto, a Oriente. Conferencia allí con Calixto García, que acaba de llegar al frente de una, expedición, y regresa a las Villas, donde establece su campamento y se mantiene hasta la terminación de la guerra… hasta que los últimos cañonazos disparados en la loma de San Juan proclaman el triunfo de las armas cubanas, y con él la suspirada libertad.

Terminada la lucha, Máximo Gómez fue para los cubanos, como árbol frondoso, como fuente de agua pura: maestro y padre. En el Vedado, rodeado de flores, exhaló el último suspiro. Como un santo murió: le acompañaron las lágrimas de todo un pueblo. ¡De un pueblo que en ocasiones parece haberlo olvidado!

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JOAQUÍN BALAGUER

Poeta, político, abogado y ensayista, nació en Navarrete el 1 de septiembre de 1906 y murió en Santo Domingo el 14 de julio de 2002. Hijo del puertorriqueño Joaquín Balaguer Lespier y la dominicana Carmen Celia Ricardo. Cursó su educación primaria e intermedia en la Escuela Paraguay, de Santiago de los Caballeros, bajo la tutoría de Juan Tomás Lithgow. Realizó sus estudios secundarios en la Escuela Normal Teórica, de Santiago. Político conservador dominicano que fue presidente en los períodos 1960-1962, 1966-1978 y 1986-1996. Tras obtener el título de bachiller en Santiago (1924), estudió derecho en la Universidad de Santo Domingo, por la que se licenciaría en 1929. Posteriormente viajó a París para cursar estudios en la Sorbona.

Aficionado a la política y militante antihoracista, Balaguer participó en la conjura de Estrella Ureña y de Rafael Leónidas Trujillo contra el régimen de Horacio Vásquez en 1930. Desde entonces y hasta 1961, año de la muerte de Trujillo, ocupó cargos de importancia: subsecretario de la Presidencia (1936), embajador en varios países hispanoamericanos y en la ONU (años cuarenta), ministro de Asuntos Exteriores (1954) y de Educación (1955) y vicepresidente de la República (1957).

Cuando Rafael Leónidas Trujillo hubo de cesar a su hermano de la presidencia a causa de su impopularidad en el interior y en el exterior, cedió el poder a Balaguer (1960); estrechamente vigilado por el dictador, Balaguer trató de suavizar el régimen del que se sentía «prisionero». El posterior asesinato de Trujillo (1961) dejó a Balaguer como único poder en el país, con el difícil reto de desmantelar la dictadura de la que había sido parte. Permitió algunas libertades civiles y suavizó la censura a que Trujillo tenía sometida la prensa. La OEA se mostró satisfecha y levantó las sanciones económicas impuestas a la República Dominicana debido al intento de asesinato que Trujillo tramó en contra del presidente venezolano Rómulo Betancourt.

Sin embargo, las reformas provisionales de Balaguer fueron rechazadas por casi la totalidad de la sociedad. Sólo retuvo el poder hasta el 16 de enero de 1962: un golpe de Estado militar, dirigido por el jefe de la fuerza aérea Pedro Rafael Rodríguez Echavarría, lo llevó a pedir asilo político en la nunciatura apostólica, ubicada justamente al lado de su residencia en la capital. El 7 de marzo salió al exilio estableciéndose en Nueva York, donde dos años después fundaría la agrupación política con la que gobernaría República Dominicana por 22 años más.

La Revolución de Abril, como se conoce la gesta de 1965 por el retorno al poder del depuesto presidente Bosch en 1963, que inició como guerra civil y continuó como guerra patria por la intervención militar norteamericana, terminó con el compromiso de las partes de celebrar elecciones, lo que permitió el regreso de Balaguer y su participación en un proceso electoral viciado por la presencia de las tropas interventoras ["Get this guy in the office down there"’, le diría el presidente de Estados Unidos, Lyndon B. Johnson, al segundo de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), Raymond Cline, luego que este le recomendara, durante una reunión en la Casa Blanca, a Joaquín Balaguer para presidente de la República Dominicana con miras a las elecciones del 1º de junio de 1966. "Pongan a ese tipo en el cargo allá", ordenaba Johnson a la CIA...]. Joaquín Balaguer concurrió a las elecciones como candidato del Partido Reformista (PR), que había fundado en junio de 1964 en Nueva York, y “derrotó” a Juan Bosch, postulante por el Partido Revolucionario Dominicano (PRD).

Tras eliminar la prohibición constitucional de un segundo mandato presidencial, Balaguer obtuvo la reelección en las elecciones de 1970 y 1974, que se desarrollaron sin verdadero juego competitivo, pero hubo de reconocer, ante las presiones de los Estados Unidos, su derrota en las presidenciales de 1978 frente a Antonio Guzmán, candidato del PRD. Tal hecho se presentó entonces como el final del pos-trujillismo, la conclusión de doce años de represión y asesinatos políticos y como un principio de aceptación de la alternancia en el poder y de la neutralidad del ejército en las cuestiones políticas. En las elecciones de 1982 Balaguer volvió a ser derrotado por el candidato oficialista, Salvador Jorge Blanco.

Tras ocho años en la oposición, Balaguer ganó las elecciones de 1986 con el 41% de los votos, no sin la impugnación del candidato del PRD, Jacobo Majluta. Prácticamente ciego y con la salud muy quebrantada, fue reelegido en 1990 en otro proceso viciado, “venciendo” a Juan Bosch, del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), quien acusó al PRSC (partido surgido de la fusión del Partido Reformista de Balaguer y el Partido Revolucionario Social Cristiano, que desde ese momento pasó a llamarse Partido Reformista Social Cristiano) de haber cometido fraude.

Aún insistió Balaguer, pese a los achaques propios de su avanzada edad (86 años), en un último mandato presidencial. Los resultados oficiales lo dieron como vencedor con el 42,5%de los votos, pero aquellas elecciones de 1994 destacaron como las más sucias de todas en las que había participado; fue evidente que sin el fraude habría ganado el perredeísta José Francisco Peña Gómez. El gran revuelo generado, más la mala imagen internacional, forzaron a Balaguer a modificar la Constitución para prohibir la reelección y a convocar nuevas elecciones en 1996, a las que no se presentaría.

Como último gesto de astucia, Balaguer acordó con su inveterado adversario Bosch (senil y sin conciencia de lo que hacía, llevado por sus “discípulos” a formar parte de un pacto pernicioso) apoyar al nuevo líder del PLD, Leonel Fernández, frente al “enemigo común”, José Francisco Peña Gómez. Éste último, que se había impuesto ampliamente en la primera vuelta, cayó derrotado en la segunda en una campaña coronada por la xenofobia. Balaguer ni siquiera se molestó en hacer campaña por el candidato de su propio partido, Jacinto Peynado.

El 16 de agosto entregó el poder a Leonel Fernández, poniendo fin a un ejemplo de perdurabilidad inédita en la región (exceptuando el régimen de Fidel Castro) y a un estilo de hacer política paternalista, conservador y caudillista. Sus mandatos se vieron siempre cuestionados por la desconfianza respecto a las vinculaciones de Balaguer con la dictadura y por la persistencia de la violencia política.

Todavía volvió a postularse en el año 2000 y logró la segunda posición en los comicios que elevaron a la máxima magistratura del país a Hipólito Mejía, del PRD. Dueño de una prodigiosa memoria y buen orador, Balaguer escribió una treintena de libros y numerosos artículos de variados géneros.

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RAFAEL LEÓNIDAS TRUJILLO MOLINA

Rafael Leónidas Trujillo Molina (San Cristóbal, 24 de octubre de 1891 - Santo Domingo, 30 de mayo de 1961), conocido como "El Jefe" o "El Benefactor", fue un militar y político dominicano que gobernó con mano férrea la República Dominicana (desde 1930 hasta su asesinato en 1961). Ejerció la presidencia como generalísimo del ejército entre los periodos 1930-1938 y 1942-1952 y gobernó de forma indirecta durante los periodos 1938-1942 y 1952-1961, valiéndose de presidentes títeres.

Hijo de José Trujillo Valdez, pequeño comerciante hijo del sargento grancanario José Trujillo Monagas, que llegó a Santo Domingo como integrante de las tropas españolas de refuerzo durante la Anexión, y de Altagracia Julia Molina Chevalier, más tarde conocida como Mamá Julia, hija de Pedro Molina Peña, campesino dominicano, y de la maestra Luisa Erciná Chevalier, cuyos padres, aunque oriundos de Haití, eran predominantemente de origen francés: su padre, Justin Alexis Víctor Turenne Carrié Blaise, era blanco, y su madre, Eleonore Juliette 'Diyetta' Chevallier Moreau, mulata. No obstante, Trujillo siempre renegó de la ascendencia haitiana de su madre.

La infancia de Trujillo pasó relativamente sin incidentes aunque su educación básica fue irregular y bastante limitada. En 1907 a los 16 años de edad, Trujillo obtuvo un empleo como telegrafista, actividad que ejerció durante 3 años. Después se dedicó, junto a su hermano "Petán", al cuatrerismo, a la falsificación de cheques y el robo postal. Por estos delitos fue declarado culpable y encarcelado. En 1916 nuevamente se dedicó a actividades criminales y lideró a la banda de asaltantes llamada 'La 42'. Más tarde trabajó en la industria azucarera como guarda campestre.

En 1916 EE.UU. ocupó la República Dominicana "ante los impagos de la deuda externa". El ejército de ocupación pronto creó una «Guardia Nacional» con la finalidad de restablecer el orden. En 1918, y viendo en ello una oportunidad para su beneficio, Trujillo se integró en la recién fundada institución militar y pronto fue promovido a Segundo Teniente. En enero de 1919 fue ascendido nuevamente y prestó juramento, convirtiéndose en el teniente número quince de los dieciséis que existían entonces en la Guardia Nacional. En 1920, ya con el grado de teniente, fue sometido a un juicio militar por violación y extorsión a Isabel Guzmán, una menor de 16 años, pero fue exonerado de culpa. En 1921 ingresó en una Academia Militar fundada por el ejército de ocupación en Haina y el 22 de diciembre de ese mismo año fue designado para ocupar la jefatura de la Guarnición de San Pedro de Macorís.

En 1922 fue trasladado al Cibao y, mientras se encontraba en San Francisco de Macorís, fue ascendido a Capitán sin pasar por el grado de Primer Teniente, algo irregular en el escalafón militar, pero explicable debido a los "servicios" prestados por Trujillo al ocupante estadounidense. Este ascenso fue acompañado por la reorganización de la Guardia Nacional, la que más tarde pasaría a llamarse Policía Nacional Dominicana. Cuando las tropas de EE.UU. abandonaron el país, en 1924, dejaron a Trujillo a cargo.

Con el triunfo de Horacio Vásquez en las elecciones que siguieron a la desocupación de las tropas estadounidenses en 1924, Trujillo permaneció al frente de la Policía Nacional. El 6 de diciembre de ese mismo año el Presidente Vásquez lo nombró Teniente Coronel y Jefe de Estado Mayor. En 1930, estalló en Santiago una insurrección contra el presidente Horacio Vásquez y los rebeldes marcharon hacia Santo Domingo. Trujillo recibió la orden de someter la rebelión, pero cuando los amotinados llegaron a la capital el 26 de febrero, no encontraron resistencia alguna. Enterado el presidente Vásquez de que uno de los ideólogos de la insurrección era el propio Trujillo decidió renunciar como una salida negociada a la crisis a fin de evitar derramamiento de sangre. Vásquez fue enviado al exilio y el líder rebelde Rafael Estrella fue proclamado presidente interino.

Trujillo se convirtió en el candidato en las elecciones presidenciales de 1930 llevando a Estrella Ureña como vicepresidente. La candidatura opositora, representada por Federico Velásquez Hernández y Ángel Morales a la presidencia y vicepresidencia respectivamente, se retiró quedando la de Trujillo y Ureña como única opción.

La campaña electoral se realizó bajo un clima de terror provocado por Trujillo y su banda paramilitar (La 42), dirigida por el mayor del ejército Miguel Ángel Paulin. Hasta los miembros de la Junta Central Electoral se vieron forzados a renunciar el 7 de mayo, siendo sustituidos por personas que respondían a la voluntad de Trujillo. El binomio Trujillo - Ureña ganó las elecciones el 16 de mayo en un proceso calificado de fraudulento; el 24 de mayo de 1930 fueron proclamados oficialmente presidente y vicepresidente del país. El 16 de agosto, a la edad de 38 años, Trujillo asumió la presidencia de la República.

Sus 31 años de gobierno se dieron a conocer como la Era de Trujillo; su régimen es considerado la tiranía más sangrienta de América Latina, por encima, incluso, de la que posteriormente ejercería Augusto Pinochet en Chile. Su gobierno se caracterizó por la represión y el culto a la personalidad. Las libertades civiles fueron inexistentes y se cometieron constantes violaciones a los derechos humanos. Sumergió el país en un estado de pánico donde una muerte podía ser encubierta como un «accidente» y cualquier persona sindicada como desafecta podía ser encarcelada y torturada en una de las cárceles clandestinas destinadas a esa práctica.

Algunos aspectos positivos que destacan del régimen: el fin de la inestabilidad política, la restauración del orden público y un cierto grado de desarrollo económico del país. Durante su régimen, todos los estamentos del estado funcionaron en consonancia a sus intereses y estableció un monopolio empresarial que le permitió acumular una gran fortuna personal.

Cómo la Iglesia Católica purgaba los pecados de un vulgar asesino

El gobierno de Trujillo fue responsable de la muerte de más de 50,000 personas, incluyendo las asesinadas en la tristemente célebre 'Masacre del Perejil', como se dio a conocer la matanza de inmigrantes haitianos (los estimados totales sobre el número de muertos en la masacre varían desde 10,000 hasta 30,000).

El régimen de Trujillo se desarrolló en una época fértil para los regímenes dictatoriales en América Latina, siendo contemporáneo con otros gobiernos similares dentro de la cuenca del Caribe, aunque, a decir de algunos autores, su dictadura se caracterizó por ser más descarada, brutal y eficiente que las demás a su alrededor. Paralelamente, Trujillo tuvo en contra varios gobernantes opuestos a su dictadura, entre ellos Rómulo Betancourt de Venezuela, Juan José Arévalo de Guatemala, Ramón Grau San Martín de Cuba, Elie Lescot de Haití y José Figueres Ferrer de Costa Rica.

El martes 30 de mayo de 1961, a las 9:45 de la noche, en el kilómetro 9 de la carretera de Santo Domingo a San Cristóbal, el auto en el que viajaba Trujillo fue ametrallado en una emboscada urdida por Modesto Díaz, Salvador Estrella Sadhalá, Antonio de la Maza, Amado García Guerrero, Manuel «Tunti» Cáceres Michel, Juan Tomás Díaz, Roberto Pastoriza, Pedro Livio Cedeño y Huáscar Tejeda, entre otros. El vehículo recibió más de 60 impactos de bala de diversos calibres, de los cuales siete impactaron el cuerpo del dictador causándole la muerte.

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MANUEL AURELIO TAVÁREZ JUSTO (Manolo)

Nació en Monte Cristi el 2 de enero de 1931. Desde muy joven sus padres le comentaban sus experiencias sobre la intervención norteamericana del 1916. Estos relatos, según refieren algunos de sus amigos, contribuyeron al desarrollo de la actitud anti-imperialista del joven. Otro factor decisivo en la formación sociopolítica de Manolo Tavárez, fue el contacto directo que tenía con campesinos, mientras trabajaba en la finca de su padre, propietario de plantaciones de arroz de nivel medio, ubicadas en la sección Las Peñas, de Monte Cristi

Graduado de Bachiller en Filosofía y Letras en el Liceo Juan Pablo Duarte de la ciudad capital, obtuvo más tarde, en la Universidad de Santo Domingo, el doctorado en Derecho. Fue en la universidad donde conoció a Minerva Mirabal Reyes, ardorosa opositora de la tiranía implantada por Rafael Leónidas Trujillo Molina, con la que contrajo matrimonio el 30 de noviembre de 1955. Unidos, coordinaron sus luchas antitrujillistas.

La invasión que se produjo el 14 de junio de 1959 fortaleció en la joven pareja la decisión de crear un frente de resistencia al odioso régimen imperante. Según palabras de Domingo Antonio Peña Castillo (La Cuca), compueblano y compañero de ideales de Manolo, fue el 20 de julio de ese mismo año cuando se dieron los primeros pasos para la organización del movimiento denominado "14 de Junio", teniendo a Manolo como su máximo dirigente. Una de las reuniones claves para la formalización del "Movimiento 14 de Junio" se realizó el 10 de enero de 1960 en la finca del señor Charles Bogaert, en Mao.

Al parecer, un infiltrado en las filas del movimiento clandestino comunicó su existencia al Servicio de Inteligencia Militar, el tenebroso SIM, que desató enseguida una persecución contra sus miembros, resultando Manolo apresado en su residencia de Monte Cristi, el 13 de enero de 1960. Tanto Tavárez Justo como sus compañeros fueron salvajemente torturados en la cárcel conocida como "La 40" -en Santo Domingo-, de donde serían trasladados, algunos, a la cárcel de Puerto Plata. El 25 de noviembre de 1960, Minerva y María Teresa Mirabal partieron hacia Puerto Plata a visitar a sus esposos -Manolo y Leandro Guzmán-, acompañadas por Patria, cuyo marido -Pedro González- permanecía preso en una cárcel de la Capital. Para tal ocasión contrataron un “jeep”, pues la carretera que llevaba a Puerto Plata -por la vía de Tamboril- era difícil y se encontraba en muy mal estado. Le acompañaba como chofer Rufino de la Cruz Disla, simpatizante de la causa antitrujillista.

Las hermanas Mirabal comentaron acerca de los rumores que circulaban en Salcedo sobre la posibilidad de que sufrieran un “accidente”. El informe preocupó enormemente a los dirigentes del 14 de Junio: Manolo sugirió que cesaran los viajes y que se mudaran a Puerto Plata para evitar transitar por carretera, pero la recomendación llegó demasiado tarde. La orden de asesinar a las hermanas Mirabal ya había sido cursada.

Cuando las hermanas Mirabal abandonaban Puerto Plata rumbo a su hogar, fueron detenidas por un vehículo que interceptó el jeep que las conducía. Introducidas a empujones al carro de los matones, y llevadas a un lugar previamente escogido en la carretera bordeada por un precipicio, fueron asesinadas a garrotazos, junto al chofer Rufino de la Cruz Disla. Luego de poner los cadáveres en el jeep, los sicarios lo precipitaron hacia el abismo.

Manolo salió de la cárcel el 26 de julio de 1961, casi dos meses después de que fuera asesinado Trujillo, e inmediatamente comenzó los trabajos para constituir formal y públicamente la Agrupación Política 14 de Junio, resultando designado como Presidente en la Asamblea General, celebrada el 30 de julio de 1961.

Tavárez Justo recorrió todo el país comunicando la política y la orientación de su agrupación. Participó activamente en la lucha contra el gobierno transitorio que después de la muerte de Trujillo encabezó el Dr. Joaquín Balaguer, manteniendo también una oposición radical al gobierno del Consejo de Estado. En su calidad de líder del 14 de Junio, proclamó la abstención de su partido en las elecciones nacionales del 20 de diciembre de 1962 que culminaron con la elección del Prof. Juan Bosch Gaviño como Presidente de la República. Posteriormente manifestó: "La posición del 14 de Junio frente al gobierno la hemos definido como constructiva y revolucionaria. Hemos dicho que el 14 de junio respaldará las medidas revolucionarias del gobierno y que conjurará todas aquellas que atenten contra los intereses del pueblo" (14 de junio de 1963).

Criticó el gobierno de Bosch porque según entendía, no daba los pasos necesarios para realizar una Reforma Agraria profunda, pero también hizo insistentes llamados de alerta contra los planes conspirativos que se desarrollaban contra el gobierno. Consumado el golpe de Estado, se desata una persecución policial que lo obliga a vivir en la clandestinidad.

El 28 de noviembre de 1963 Manolo Tavárez encabezó una insurrección armada, creando un foco guerrillero -en la sección Las Manaclas, San José de las Matas, en las montañas que forman parte de la Cordillera Central- con la intención de luchar en contra del Triunvirato establecido en República Dominicana luego del golpe de Estado a Juan Bosch. El foco estaba compuesto por 29 combatientes, de los que solamente ocho salvaron la vida.

El 21 de diciembre de 1963 el Dr. Manuel Aurelio Tavárez Justo (Manolo) y catorce compañeros más perecieron en Las Manaclas a manos de efectivos del Ejército Nacional. Según el parte oficial, el grupo murió en combate; pero sus compañeros sobrevivientes aseguran que fueron asesinados después de rendirse, atendiendo un llamado que hizo por la radio el ingeniero Manuel Tavares Espaillat, miembro del Triunvirato en el poder, prometiendo que se respetaría la vida de Tavárez Justo y sus compañeros.

Su pensamiento político se conserva en discursos pronunciados en concentraciones públicas, en los que planteó insistentemente la necesidad de una revolución de Liberación Nacional en República Dominicana. Con su muerte, el movimiento de izquierda dominicano perdió al líder de mayor arraigo en el seno del pueblo. Después de la Revolución Constitucionalista de abril de 1965, el partido que dirigió Manuel Aurelio Tavárez Justo atravesó por luchas internas entre diversas tendencias y terminó fraccionándose.

Sobreviven a Manolo y Minerva sus hijos Manuel y Minú Tavárez Mirabal.

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ULISES HEUREAUX

(Puerto Plata, 1844 - Moca, 1899) Militar y político dominicano, presidente de la República en dos ocasiones (1882-1884 y 1887-1899). Durante su segundo mandato impuso un férreo sistema dictatorial en el país.

Hijo de Dassas Heureaux y Josefa Level, desde temprana edad fue entregado en adopción, no legal, y durante algún tiempo se llamó Hilarión. Al ser reconocido legalmente por su padre, éste le dio el nombre de Ulises. Muy joven se sumó a las filas restauradoras, donde estuvo al mando de diversos jefes, incluido Gaspar Polanco, hasta caer bajo las órdenes de Gregorio Luperón. Al lado de éste desempeñó las funciones de militar y político, aunque luego, alcanzada la presidencia de la República, traicionaría los postulados de Luperón.

En 1880, iniciado en el camino del poder, respaldó al padre Fernando Arturo de Meriño como candidato a la presidencia de la República, pasando a ser su ministro de Interior y Policía, ejecutor, en ocasiones por cuenta propia, de las medidas de fuerza que se creyeron necesarias para retener el poder. Al término del período de Meriño le sustituyó como presidente de la República, respaldado por el Partido Azul.

Conocido popularmente como Lilís, Heureaux asumió por primera vez la máxima magistratura del Estado el 1 de septiembre de 1882 y abandonó el sillón presidencial dos años más tarde, con la llegada al Palacio Nacional del escritor Francisco Billini, a quien el mismo Heureaux y otros le hicieron imposible gobernar.

Declarado defensor del independentismo dominicano, Heureaux gobernó en armonía con los dictados constitucionales durante su primer mandato. Pero cuando accedió nuevamente a la presidencia, instauró un régimen personalista que liquidó los principios democráticos, favoreció la corrupción y dejó al país en bancarrota.

Para garantizar su continuismo, estableció un sistema electoral de votaciones indirectas que justificaban una y otra vez su reelección en el cargo, y así consiguió perpetuar su dictadura en cuatro períodos consecutivos: entre 1887 y 1889, entre 1889 y 1893, entre 1893 y 1897 y entre 1897 y 1899.

Demostró una inusitada sagacidad como estadista para seleccionar entre la clase política a todos aquellos personajes que pudieran cumplir con eficacia los dictados de su administración. A su servicio se pusieron líderes del Partido Rojo, cabecillas del Partido Azul y seguidores de otras tendencias ideológicas que, formando parte del mismo bando, garantizaban la estabilidad del gobierno y la consolidación de su presidente en el cargo.

También logró fomentar enemistades entre sus propios compañeros de partido, y acabó con el liderazgo de Luperón para evitar que se organizara una fuerza política sólida con capacidad para limitar sus poderes. Sin oposición, derogó leyes, controló órganos legales y fortaleció el ejército para disuadir posibles levantamientos. Se ganó el apelativo de "pacificador de la patria", pero la estabilidad se sustentaba en métodos de coacción que contemplaban desde detenciones y destierros hasta asesinatos para quien se oponía a su gobierno. Cayó asesinado en Moca, víctima de una conspiración, el 26 de julio de 1899, dejando el país seriamente endeudado y expuesto frente a acreedores extranjeros, situación que llegó a comprometer la administración de las aduanas dominicanas hasta el año de 1947.

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MANUEL DE JESÚS TRONCOSO DE LA CONCHA

Distinguido abogado y profesor, nació en Santo Domingo el 3 de abril de 1878, hijo de Jesús María Troncoso y Baldomera de la Concha. Inició sus estudios en la Escuela Preparatoria y luego pasó al Seminario Conciliar Santo Tomás de Aquino, donde se graduó de Bachiller en Filosofía y Letras el 25 de noviembre de 1895. Sus estudios universitarios los realizó en la Universidad de Santo Domingo, graduándose de Licenciado en Derecho el 3 de abril de 1899, justo el día en que cumplió 21 años de edad.

Fue profesor de Filosofía en la Universidad en el año de 1914, confiriéndosele el título de doctor Honoris Causa en esa rama del saber. Cultivó la ciencia jurídica, la historiografía y la narración, sobresaliendo en esta última. También fue profesor de Derecho, impartiendo la cátedra de Derecho Civil durante muchos años en la Universidad de Santo Domingo. Fue Juez de Instrucción del Distrito Judicial de Santo Domingo y desde 1911 hasta la hora de su muerte, ocupó cargos de importancia en el gobierno, entre los cuales pueden mencionarse el de Secretario de Justicia e Instrucción Pública; Secretario de Interior y Policía, Secretario de Fomento y Comunicación y Secretario de Guerra y Marina.

Durante la "Era de Trujillo" fue Vicepresidente de la República y a la muerte de Jacinto B. Peynado pasó a desempeñar la primera Magistratura del Estado. Es autor de "Génesis de la ocupación norteamericana de Santo Domingo", considerado como uno de sus trabajos más importantes y en donde analiza las causas económicas y políticas que motivaron la ocupación de 1916. Otra importante obra es "Ocupación de Santo Domingo por Haití", donde hace un relato del alegato haitiano de que la ocupación fue solicitada y admitida de buen grado por los dominicanos, y "Narraciones Dominicanas", que definitivamente le da un lugar destacado en las letras de nuestro país. Ha sido considerado, tras César Nicolás Penson, como el mejor en su género. En sus narraciones se mezclan la historia, lo artístico, la tradición y la leyenda, haciendo de su lectura una experiencia amena e instructiva. Murió en Santo Domingo, el 30 de mayo de 1955.

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FRANCISCO HENRÍQUEZ Y CARVAJAL

Médico, abogado, escritor, pedagogo y político. Nació en Santo Domingo el 14 de enero de 1859, hijo de la pareja compuesta por Noel Henríquez, de origen sefardí, y Clotilde Carvajal. Realizó sus primeros estudios bajo la tutoría del insigne educador puertorriqueño Ramón Baldorioti de Castro y, años más tarde, estudió Derecho Romano bajo la orientación de Félix María del Monte. El Derecho Constitucional lo estudio con el sabio educador Eugenio María de Hostos, realizando, además, estudios de Filosofía en el Seminario Conciliar de Santo Tomás en Santo Domingo.

A los 26 años se graduó de licenciado en Derecho en el Instituto Profesional y más adelante fue diplomado como Maestro Normal. Poco tiempo después se recibió como licenciado en Medicina y Cirugía. En 1887 se marchó hacia Europa, radicándose en París, Francia, hasta el año 1891. En la Universidad de Paris obtuvo el doctorado en Medicina.

De regreso a República Dominicana ejerce su profesión de Médico, orientándose luego hacia el magisterio. Durante unos seis años funge como profesor de la Escuela Normal fundada por Hostos y en el Instituto de Señoritas que dirigía su esposa, la notable educadora y poeta, Salomé Ureña.

Se dedicó al periodismo y fue Director del periódico "El Maestro". Al entrar en contradicción con la dictadura del general Ulises Heureaux (Lilís), decidió abandonar el país, residiendo durante cinco años en Cabo Haitiano donde estrechó su amistad con Juan Isidro Jiménez, regresando junto con él al país tras la muerte de Heureaux. Jiménez, designado Presidente de la República, lo nombró Ministro de Relaciones Exteriores.

En 1901 viajó a los Estados Unidos comisionado por el Gobierno para concertar un acuerdo con los acreedores externos de la República, pero este acuerdo fue rechazado por el Congreso Nacional. A la caída de Jiménez en abril de 1902, Francisco Henríquez se marchó voluntariamente a Cuba donde fijó residencia, revalidó su título de doctor en Medicina y pasó a ejercer su profesión. Al término del gobierno provisional de Horacio Vásquez en 1903, regresó al país, pero volvió a salir siete meses más tarde, resuelto a no regresar. En 1907, sin embargo, aceptó del presidente Ramón Cáceres la misión de delegado ante la II Conferencia de Paz, en La Haya.

En 1911 fue designado por el presidente Cáceres como Ministro Plenipotenciario en Haití, a raíz de las diferencias fronterizas dominico-haitianas. Permaneció en esa nación sólo el tiempo necesario para la concertación de un acuerdo, marchando de nuevo a Santiago de Cuba, donde residía.

Al alcanzar nuevamente la presidencia Juan Isidro Jiménez, lo designa junto a Federico Velásquez y el Lic. Jacinto B. Peynado, en una misión diplomática en Washington. De allí pasó a Buenos Aires como delegado dominicano a la Conferencia de la Alta Comisión Financiera Panamericana (abril 1916). Es en esa ciudad donde le llega la noticia del primer desembarco de tropas norteamericanas en su país. Salió inmediatamente hacia los Estados Unidos y, presentándose en el Departamento de Estado, protestó contra la ocupación. Luego regresó a Cuba y allí recibió un telegrama informándole que, frente a la crisis gubernamental, había sido designado a unanimidad por las cámaras, Presidente de la República, solicitándosele su inmediato regreso a la patria. Regresó para ocupar la presidencia el 31 de julio de 1916.

Las tropas norteamericanas y los agentes intervencionistas impidieron, sin embargo, el normal funcionamiento del nuevo gobierno. Tras una serie de dificultades que Henríquez y Carvajal resistió dignamente, y frente a la resistencia contra las pretensiones norteamericanas, finalmente, y por orden del presidente Woodrow Wilson, el país fue puesto oficialmente en estado de ocupación y sometido al ejercicio de la ley militar de las tropas invasoras, el 29 de noviembre.

Tras su derrocamiento, Henríquez y Carvajal salió del país el 8 de diciembre e inició un peregrinaje de protesta contra la odiosa intervención. Este intenso peregrinaje lo llevó a Cuba, Francia, Dominicana (por breve tiempo en 1921) y Estados Unidos de Norteamérica.

Durante el gobierno de Rafael L. Trujillo fue designado Ministro Plenipotenciario en Francia, y más tarde en Cuba, país donde murió en el año 1935.

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CÉSAR NICOLÁS PENSON

Notable escritor y periodista, nació el 22 de enero de 1855. Sus padres fueron Willian Penson Herrera y Juana Tejera Díaz. Estudió en el Colegio San Luis Gonzaga, graduándose de abogado posteriormente. Ejerció su profesión y desempeñó varias funciones en la Judicatura. También se dedicó a la enseñanza, colaborando con Salomé Ureña en el Instituto de Señoritas.

El 29 de abril de 1880 se casó con Francisca Antonia Rodríguez Montaño, con quien procreó 18 hijos. Desde muy joven, Penson se aficionó al periodismo y a la literatura. En 1875 publicó el periódico La Idea, órgano de la Sociedad “Amigos del País”, de la que fue miembro notable. En 1882 fundó El Telegrama, primera publicación diaria de la República Dominicana, la cual tuvo una existencia efímera. Creó, además, los periódicos El Diario del Ozama (1883) y La Lucha Activa (1886). También colaboró en los principales periódicos de la época. En la literatura se distinguió como escritor y poeta, hizo incursiones en la crítica literaria, realizó estudios filológicos y folklóricos y traducciones de obras francesas e italianas. Murió en 1901.

Su orientación literaria era el tradicionalismo del folklore dominicano. Profundo conocedor de su idioma, desenvuelve su estilo serena y majestuosamente con impecable corrección. También escribió poesía. Su obra más conocida es "Cosas Añejas", publicada en 1891, que recoge tradiciones dominicanas de fines del siglo XVIII hasta principios del siglo XIX.

César Nicolás Penson recopiló un conjunto de acontecimientos que permanecían depositados en archivos o en la tradición oral del pueblo. Al referirse a la importancia de Cosas añejas, José Alcántara Almánzar señala: “Su valor principal es histórico... Pone énfasis fundamentalmente en ciertos acontecimientos –en su opinión importantes- y se basa casi con carácter exclusivo en la transmisión oral, al confiar en las relaciones hechas por ancianos en conversaciones directas para echar los cimientos de sus tradiciones. No obstante, el autor trata de hallar aquí y allá, elementos descriptivos (ruinas, calles, iglesias) que fortalezcan y ubiquen correctamente la acción de sus relatos”.

En su estructura, la obra de Penson se compara a las Tradiciones Peruanas, de Ricardo Palma, y ambos textos se inscriben dentro de un tipo de escrito que surge durante el siglo XIX y que busca “rescatar” el pasado y las tradiciones de las sociedades criollas en Hispanoamérica.

En la obra de Penson se percibe el sentimiento antihaitiano que en esa época se fomentaba a nivel gubernamental, y del cual la prensa se hacía eco. César Nicolás Penson era un asiduo colaborador de El Teléfono y otros periódicos, y su libro no escapa a esos influjos. Penson respondía a una concepción propia de su tiempo, en lo referente al antihaitianismo, que en Cosas añejas ha originado juicios contradictorios entre los intelectuales dominicanos. Joaquín Balaguer se identifica con la nota antihaitiana de la obra de Penson y da a entender incluso que en Penson opera un instinto protector de la nacionalidad y la territorialidad dominicana.

Cosas añejas está compuesto por once narraciones que Néstor Contín Aybar, en su Historia de la literatura dominicana, clasifica en tradiciones (“Drama horrendo”, “Barriga Verde”, “La muerte de Padre Canales”, “El martirio por la honra”, “Los tres que echaron a Pedro en el pozo”, “Muerte por muerte” y “Las Vírgenes de Galindo”) y episodios (“Bajo Cabello o un rasgo audaz”, “¡Profanación!”, “Entre dos miedos” y “El santo y la colmena”). Todas las tradiciones, a excepción de “Barriga Verde”, se subdividen en dos o más capítulos.

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AMÉRICO LUGO HERRERA

Nació en la calle El Conde esquina Sánchez, en la Ciudad Colonial, Santo Domingo, el 4 de abril de 1870. Sus padres fueron Don Joaquín Lugo Alfonseca y Cecilia Herrera Veras. Tuvo tres hermanos: Ana Teresa, Félix Santiago y Manuel Joaquín. Realizó sus estudios básicos y secundarios en Santo Domingo y obtuvo los títulos de bachiller en ciencias y letras en 1886, Licenciado en Derecho 1890 y doctor en derecho 1916; éstos dos últimos en el “Instituto Profesional”. Se graduó de abogado siendo muy joven, inclinándose por la investigación histórica y jurídica, sobresaliendo en ambos campos. Fue Consejero de las Legaciones Dominicanas en los Estados Unidos de Norteamérica y en Europa. Pedro Henríquez Ureña lo consideraba "la primera figura de nuestra juventud literaria" y Félix E. Mejía se refería a su persona diciendo que era "el más alto, activo y docto; la primera pluma del país".

Historiador de altos vuelos, alternó con su trabajo de investigación una labor periodística que lo llevó a fundar y a dirigir en San Pedro de Macorís, en 1922, el periódico "Patria". Escribió para el "Listín Diario", "El Progreso", "La Cuna de América", "El Tiempo", "El Eco de la Opinión", "El Mensajero" y "El Porvenir". Fue mecenas y colaborador del movimiento "La Poesía Sorprendida".

Desde los inicios de la intervención de las tropas de Estados Unidos en el país, en el año de 1916, Lugo mostró su rechazo, expresándose con valentía en contra de la misma. Enviado por los patriotas dominicanos a la Cuarta Conferencia Panamericana reunida en Buenos Aires, Argentina, en 1916, denunció ante el mundo al ya embrionario imperialismo norteamericano.

Su campaña periodí­stica y sus disertaciones en contra de la grosera intervención en República Dominicana motivó en 1920 que la llamada Alta Comisión Militar lo detuviera, como a tantos otros patriotas, pero su verticalidad fue de tal magnitud que desconcertó al organismo opresor, al punto que, asumiendo su propia defensa, aplazó la causa y el fallo no fue pronunciado, concediéndosele la libertad mediante el pago de una fianza. Esa misma actitud irerductible puede verse en los lineamientos programáticos del Partido Nacionalista, cuyos estatutos elaboró y cuya presidencia ostentaba en 1925. Representó el paí­s en diferentes congresos y conferencias internacionales, en las cuales demostró su competencia.

Durante su defensa pronunció las palabras que siguen en un apasionado y patriótico discurso:

"Señores: No estoy listo para ser juzgado. Al escribir el artículo por el cual se me imputa un delito, he entendido que cumplía un deber de dominicano. En mi calidad de ciudadano dominicano, no puedo reconocer en la República Dominicana la existencia de otra soberanía sino la de mi patria. Toda suplantación de esta soberanía, sea cual fuere el principio invocado, no es ni será a mis ojos sino un hecho de fuerza. Por consiguiente, y puesto que creo que no he cometido ningún delito y que no puedo reconocer ninguna jurisdicción sobre mi a este tribunal, no he venido a defenderme: he comparecido solamente obligado por la fuerza".

Durante el oprobioso régimen del tirano Rafael Leónidas Trujillo Molina mantuvo una actitud de abierta oposición. Amenazado y vigilado se vio en la necesidad de vivir prácticamente encerrado en su hogar. Muchas veces fue invitado para que aceptara cargos públicos y rechazó cada una de esas invitaciones.

Su variada bibliografí­a bien puede ser considerada como modelo de voluntad y de dignidad. El 18 de julio de 1935 suscribieron el Dr. Américo Lugo y el Gobierno dominicano un contrato por US5,000 para escribir una historia de la isla de Santo Domingo, desde el descubrimiento hasta 1899, pero a Trujillo se le ocurrió decir, el 26 de enero de 1936, durante la inauguración de un acueducto y un mercado en la comunidad de Esperanza, que él habí­a confiado a Lugo "escribir, en calidad de Historiador Oficial, la historia del pasado y del presente", aseveración que Lugo rechazó tajantemente. Entendí­a que "historiógrafo e historiador oficial huele a palaciego o cortesano, y yo soy la antí­tesis de todo eso", y, además, "la virtud y la ambición son en principio incompatibles".

Acosado por el régimen despótico, y marginado por muchos que una vez fueron sus amigos íntimos, casi en la miseria, murió en Santo Domingo en 1951. Dentro de sus escritos más importantes se encuentran

. Heliotropo, (Poesía, 1903), Santo Domingo,
. Camafeos (Cuento, 1919), La Vega,
. Ensayos dramáticos, (Teatro, 1906), Santo Domingo;

y los ensayos

. A punto largo, (1901), Santo Domingo
. Bibliografía, (1906), Santo Domingo
. La cuarta conferencia internacional americana, (1912), Sevilla, España.
. El plan de validación Hughes-Peynado, (1922), Santo Domingo
. El nacionalismo dominicano, (1923), Santo Domingo.
. Declaración de principios, (1925), Santo Domingo.
. Baltazar López de Castro y la despoblación del norte de la isla La Española, (1947), Distrito Federal, México.
. Antología, (1949), Ciudad Trujillo.
. Los restos de Colón, (1950), Ciudad Trujillo.

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EUGENIO DESCHAMPS PEÑA

Nació en Santiago de los Caballeros el 16 de junio de 1861, fruto de la unión de Eugenio Deschamps, de nacionalidad francesa, y de Natividad Peña. Fue educado bajo la tutoría de su tío Manuel de Jesús Peña y Reynoso, poeta y pedagogo, demostrando desde la juventud una gran vocación por las letras y la política.

Fundó los periódicos "La Alborada" y "La República" entre los años 1883 y 1885, que sirvieron como tribuna a su incipiente carrera. Opuesto ardorosamente al régimen del dictador general Ulises Heureaux (Lilís), fue perseguido continuamente, imposibilitando que llevara una vida regular y libre de peligros. Forzado por las circunstancias, se trasladó a Puerto Rico donde permaneció por espacio de 14 años, pero, antes de partir hacia el exilio, fundó una sociedad destinada a luchar contra Heureaux.

En la vecina isla fundó "El Correo de Puerto Rico" y una revista para continuar con la difusión de sus ideas combativas al tiránico régimen imperante en República Dominicana; estas tribunas se constituyeron en las nuevas trincheras para el combate.

A la muerte del General Heureaux el 26 de julio de 1899, regresó al país. El Presidente Juan Isidro Jiménez lo designa durante su primer gobierno Ministro de Correos y Telégrafos (1899-1900); luego se le nombró Gobernador de Puerto Plata (1900-1902). En 1902 nuevamente sale al exilio y retorna en 1903 para ocupar por breve tiempo la Vicepresidencia de la República.

Deschamps Peña es recordado como el orador político de mayor persuasión y de más arraigo popular. Sus piezas oratorias más conocidas son la bienvenida a Máximo Gómez y la que dedicara al luchador independentista puertorriqueño José de Diego.

Sus escritos políticos, como su oratoria, fustigaban ardorosamente las oligarquías y a los tiranos de turno. Colaboró en el país con diversas publicaciones tales como "Letras y Ciencia" y "Listín Diario", donde publicara sus artículos: Arma al Brazo (20 y 21 de septiembre, 1899); Rasgos Negros (22 de septiembre, 1899); En Resumen (23 de septiembre, 1899) y Rectificando (25 de septiembre, 1899), entre otros.

Es autor de: Réprobo, un ataque a la dictadura de Heureaux; Esbozo de una idea; Juan Morel Campos; A las sociedades políticas; Mi raza; Inri; Notas y Reflexiones sobre nuestros límites occidentales, entre otros.

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FRANCISCO XAVIER BILLINI

Sacerdote, nació en la antigua ciudad de Santo Domingo -en la calle 19 de Marzo, en la casa hoy marcada con el número 33- el 1 de diciembre de 1837. Su padre, Juan Antonio Billini, italiano, fue comerciante, y su madre, Ana Joaquina Hernández y González, nació en Cuba de padres dominicanos. Desde muy joven se inclinó por la vida eclesiástica, realizando sus estudios en el Seminario Santo Tomás de Aquino. Obtuvo la licencia de hábito en 1851 y fue ordenado sacerdote en Puerto Rico en abril de 1861. Su primera misa, cuando retorna a Santo Domingo, fue oficiada en la Iglesia de Regina Angelorum el 9 de junio de 1861.

Simpatizante de la anexión de la República Dominicana a España, se expresó en favor de la paz a raíz de los sucesos de la Guerra de la Restauración y se marcha a Cuba en 1865 junto a su familia cuando los españoles abandonaron el territorio dominicano. Su vida, sin embargo, preocupada siempre y dedicada al servicio de los más necesitados, lava la sombra de esa simpatía vergonzosa.

De Cuba pasó a Saint Thomas, donde se encontró con el general dominicano Gregorio Luperón, quien le convence de regresar a Santo Domingo. Llegó el 1 de agosto de 1866 y se consagró, desde entonces, a la enseñanza. Prestó servicios en varias parroquias de diferentes localidades del país y en 1867 fue Vicario General de la Arquidiócesis de Santo Domingo. En 1869 funda la Casa de Beneficencia donde mantenía personas desvalidas, y crea varios periódicos entre los cuales se cuentan “La Crónica” y “El amigo de los niños”. Establece, además, una Biblioteca Popular para favorecer a las personas de escasos recursos.

La Casa de la Beneficencia no es sino la precursora de lo que hoy conocemos como Hospital Padre Billini, convertido en un centro de salud y docencia para residencias médicas. No conforme con esta magnífica obra, el padre Francisco Xavier Billini le tendió su mano benefactora a los niños huérfanos de la época; por eso creó la Escuela de Artes y Oficios. Más tarde fundó un leprocomio, que fue instalado en lo que actualmente conocemos como la Iglesia San Lázaro.

En octubre de 1885 instaló un centro para dementes en las ruinas del Convento de San Francisco. En 1879 creó el Instituto de las “Hijas del Buen Pastor”, una congregación de religiosas; como sacerdote y hombre se mostró siempre sensible por el dolor ajeno, opuesto a las injusticias de los tiranos. Dedicado a la caridad y a la enseñanza, no dudó en pedir ayuda a los gobiernos para destinarla a los necesitados. En 1880 solicitó al Poder Ejecutivo, presidido en ese momento por el Dr. Fernando Arturo Meriño y Ramírez, el edificio del Hospital San Andrés para dedicarlo a sus obras de beneficencia. Hoy día es un moderno hospital que lleva su nombre.

Mantener todas sus obras de caridad no era tarea fácil; los recursos económicos no abundaban ni tampoco personas identificadas con la causa. Eso no detuvo al padre Billini, quien pronto encontraría una alternativa para mantener en funcionamiento sus múltiples organizaciones a favor de la enseñanza y los más necesitados. En 1882 nace el juego de la Lotería, hoy convertida en Lotería Nacional, con el fin de ayudar a las causas de beneficencia y a los más pobres en general.

La lotería inició con billetes que tenían 4 cifras y los llamaban "cuarticos". El sacerdote obtuvo licencia para operarla y además consiguió que, mediante la Resolución 3282 del Poder Ejecutivo, el sorteo fuera exonerado del pago impuestos. Decidió formar una junta con el fin de que esos fondos fueran bien administrados y la llamó “Junta de la Caridad”. Designó a las personas que consideraba honestas para este servicio.

Fundó el Colegio San Luis Gonzaga, que se convertiría en referente de la excelencia académica; en él acogió a ricos y pobres. Desfilaron por sus aulas estudiantes que pronto serían reconocidos, no sólo por sus méritos académicos, sino, por su patriotismo; entre ellos: Gastón Fernando Deligne, Miguel Ángel Garrido, Emilio Prud’Homme y Demetrio Rodríguez.

Su muerte, hace más de un siglo, no ha podido borrar su legado. Sus obras todavía siguen dando frutos. Murió el 9 de marzo de 1890, afectado de tuberculosis. “Ustedes que se llaman ser mi familia, átenme las manos y los pies… Acuéstenme para reposar así, con toda la humildad”, fueron sus últimas palabras. Tras pronunciarlas, inclinó la cabeza y murió. Le había encomendado a la Junta de la Caridad todas las instituciones que había creado. Sus restos reposan en la Iglesia Regina Angelorum de la Zona Colonial.

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GASTÓN FERNANDO DELIGNE

Nació en Santo Domingo el 23 de Octubre de 1861. Fueron sus padres Gastón Deligne y Ángela Figueroa. Quedando huérfano a corta edad fue protegido por su profesor el presbítero Francisco Xavier Billini, lo que permitió que pudiera realizar sus estudios en el Colegio San Luis Gonzaga hasta completar el bachillerato. Al término de estos estudios se traslada a San Pedro de Macorís, donde vivió por más de veinte años, trabajando durante toda su vida como encargado de contabilidad en una casa comercial.

Estudioso vocacional, se dedica en cuerpo y alma en su tiempo libre a cultivar las letras y la Filosofía, llegando a dominar no sólo el latín, sino otras lenguas modernas. Al destacarse en sus trabajos literarios, siendo quizás el más alto poeta dominicano de su época, se formó en torno suyo un amplio círculo literario sobre el cual tenía gran influencia y cuya fama se extendió no tan sólo al resto del país, sino también hacia el exterior.

Fue colaborador de las más prestigiosas publicaciones, entre las que se destacan "Letras y Ciencias", "La Revista Ilustrada", "El Lápiz" y "La Cuna de América", en Santo Domingo; "El Cable" y "Prosa y Verso", en San Pedro de Macorís y, en Santiago de Cuba, "Cuba Literaria". Su lenguaje era completamente nuevo; las imágenes literarias le dieron un carácter de especial profundidad a su estilo, inscrito como "Poesía Psicológica" y con el que inicia una nueva era en el pensamiento literario dominicano.

No participó en política ni ocupó cargos públicos, pero cultivó la poesía de tipo político con mucho éxito, siendo su principal exponente, en este ramo, "Ololoi", que trata la lucha constante entre la libertad y la opresión. Este tipo de poesía era tratada por Deligne desde un punto de vista filosófico y moral; expresa la sicología o forma de sentir y pensar de los dominicanos. Describió con muy buenas imágenes a los dictadores y al pueblo en busca su libertad, tratando de presentar, con esta doble descripción, el retrato moral del ambiente en que se desenvuelven las dictaduras.

Es el máximo representante de la poesía sicológica en todas sus formas, pero especialmente en la de la sicología femenina, que muy bien desarrolla en sus composiciones. Sus poemas acerca de la sicología femenina son: “Angustias” y “Confidencias de Cristina”.

La creatividad y originalidad en Deligne son geniales. Siempre se empeñaba en buscar nuevas y mejores formas de expresión artística. A veces, por buscar un lenguaje muy original, sus escritos resultan un poco pesados, pero no se le puede quitar el honor de ser uno de los poetas dominicanos más originales.

Las obras en verso y en prosa de Deligne se hallan recogidas en varias publicaciones: “Soledad” (1887), “Galaripsos” (1908), “Romances de la Hispaniola” (1931) y “Páginas Olvidadas” [(1944), edición realizada por el historiador Rodríguez Demorizi en la que se recoge toda la producción poética de Deligne hasta entonces no publicada].

En San Pedro de Macorís (República Dominicana), padeciendo de lepra y afectado por una gran tortura psicológica, se suicidó de un disparo en la cabeza el 18 de enero de 1913.

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JUAN BAUTISTA VICINI

Nació en Santo Domingo el 19 de julio de 1871. Fueron sus padres Juan Bautista Vicini, inmigrante italiano llegado al país durante el resurgimiento de la industria azucarera, y María Burgos.

Según reseña el reconocido investigador holandés H. Hoetink en su obra "El Pueblo dominicano, 1850-1900", Juan B. Vicini (padre) ya poseía dos plantaciones en 1882 y que, amparado en sus buenas relaciones con el general Ulises Heureaux (Lilís), hacía una gran fortuna. En 1893 ya es señalado como propietario del Ingenio "Angelina" y al año siguiente recibió la concesión para fundar el Central Azuano. Vicini padre también actuó como prestamista de importancia durante el gobierno de Lilís.

Juan Bautista (hijo) heredó de su padre, convertido en un pilar de la economía nacional -que descansaba sobre la industria azucarera-, la experiencia en la industria y su gran habilidad política. Moldeado en la sobriedad de una educación familiar al más rígido estilo europeo, poseía una gran cultura, fuera de lo común para esos tiempos en nuestro medio. Muy joven aprendió varios idiomas, entre ellos: inglés, francés e italiano, y adquirió conocimientos administrativos generales e industriales.

Después que se aprobara el Plan Hughes-Peynado, fórmula política lograda por la burguesía liberal para facilitar la evacuación de las tropas invasoras norteamericanas que ocupaban el país desde el 1916, fue seleccionado como candidato a la presidencia provisional de la República y fue electo en 1922. Al día siguiente nombró su gabinete compuesto por:

José del Carmen Ariza, Secretario de Estado de lo Interior.
Cayetano Armando Rodríguez, Secretario de Estado de Justicia e Instrucción.
Eladio Sánchez, Secretario de Estado de Fomento y Comunicaciones.
Manuel Sanabia, Secretario de Estado de Sanidad y Beneficencia, y
Pedro Pérez, Secretario de Estado de Agricultura e Inmigración.

Con este paso quedó abierto el camino para la definitiva evacuación de las tropas interventoras. Al prestar juramento, el 21 de octubre, expresó su esperanza en "la prudencia y el patriotismo del pueblo dominicano; en la eficacia del ‘Plan de Evacuación’, así como en los altos propósitos y espíritu de redención y justicia de que la gran nación dominicana había dado tantas pruebas en sus esfuerzos por afianzar la libertad e independencia de otras naciones del mundo".

El gobierno de Vicini Burgos, a pesar de sus buenas intenciones, estuvo maniatado por las disposiciones contenidas en el Tratado Hughes-Peynado. Fue continuamente presionado por las fuerzas militares norteamericanas, que aun se encontraban en el país. Aun así, patrocinó una de las elecciones más limpias conocidas hasta entonces, en las cuales resultó vencedor Horacio Vásquez, el 15 de marzo de 1924, frente a su opositor Francisco J. Peynado.

Cuando abandonó el poder, Vicini Burgos se reintegró a sus negocios azucareros, abandonando la política. A la hora de su muerte, ocurrida el 25 de mayo de 1935, dejó a sus descendientes uno de los más grandes emporios azucareros antillanos.

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MANUEL RUEDA

Esta privilegiada figura polifacética en el campo de la cultura, nace en Montecristi el 27 de agosto de 1921. Pianista, poeta, dramaturgo y periodista destacado, también se ocupa de la recopilación y difusión de nuestro folklore. Fueron sus padres Manuel de Jesús Rueda Ibáñez y Marina González Tavárez, ambos dominicanos.

Fue alumno del Liceo Musical dirigido por el maestro José de Jesús Ravelo, donde tiene como profesoras a María Luisa Nanita y a Oliva Pichardo. Más tarde, recibe clases con Manuela Jiménez. Debido a sus brillantes cualidades, se graduó a temprana edad como profesor de piano, obteniendo una beca para cursar estudios superiores de música en el Conservatorio de Santiago de Chile, ciudad donde permaneció por espacio de 14 años. Fue el alumno predilecto de la notable pianista Rosina Renard, junto a la cual realizó una gira por Sudamérica junto al pianista chileno Armando Palacios. Esa gira culminó en la República Dominicana.

A su regreso a Chile, después de este exitoso recorrido que lo lanzó profesionalmente, recibió el Premio "Orrego Carvallo", que es el máximo galardón destinado a los pianistas y que había permanecido desierto durante varios años. A su regreso al país fue designado como director del Liceo Musical Pablo Claudio, de San Cristóbal y luego profesor de Cursos Superiores de Piano en el Conservatorio de Santo Domingo, alcanzando más tarde la Dirección de dicha institución. Creó Cursos de Pedagogía Musical.

Rueda participó en innumerables recitales como solista, tanto con la Orquesta Sinfónica Nacional como con la de Puerto Rico. Durante la visita que realizara el maestro Pablo Casals a República Dominicana en marzo 1972 para asistir al Festival Interamericano de Música, fusionándose las orquestas de Santo Domingo y la de Puerto Rico bajo la dirección del Maestro Víctor Tevah, Manuel Rueda ejecutó el Concierto en fa de Gershwin. Actúa en numerosos conciertos en Puerto Rico, Cuba, México y Nueva York. Junto al maestro y compositor Manuel Simó, compone la "Primera Misa Quisqueyana". Colabora con el Obispado de Santiago de los Caballeros en la creación de un "Cancionero Litúrgico Dominicano".

Como escritor se inició en Chile con su libro de sonetos "Las Noches", seguido por "Tríptico", escrito en colaboración con Irma Astorga y Víctor Sánchez Ogaz. En Santo Domingo se integró al grupo de la Poesía Sorprendida. Fundó, junto a otros poetas, la colección "La Isla Necesaria". En 1954 gana el Concurso Internacional de las Brigadas Líricas del Uruguay. Ganó el Premio de Literatura de 1957 con su obra teatral "La Trinitaria Blanca", que marca el comienzo de una nueva época en el teatro dominicano. Otra, entre sus obras más importantes, es: "Vacaciones en el Cielo" (escrita en 1957) en la que se anticipó al nuevo sentido espiritual de la Iglesia.

En una conferencia dictada en la Biblioteca Nacional, el 22 de Febrero de 1974, sentó las bases de lo que sería el Movimiento Pluralista, con su texto teórico "Claves para una poesía plural" y con el texto poético que las encarna "Con el Tambor de las Islas. Pluralemas" (1975).

A partir de 1980 comienza a dirigir el suplemento sabatino del diario "Hoy": "Isla Abierta". Fue miembro de la Academia Dominicana de la Lengua, correspondiente de la Española; Miembro Honorario de la Facultad de Ciencias y Artes Musicales de la Universidad de Chile; Miembro del patronato rector del Teatro Nacional; Director del Instituto de Investigaciones Folklóricas de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña. Fallece en Santo Domingo el 20 de diciembre de 1999, a la edad de 78 años.

Otras obras:

. Las noches (1949, 1953)
. La criatura terrestre (1963)
. Teatro (1968)
. Adivinanzas dominicanas (1970)
. Conocimiento y Poesía en el Folklore (1971)
. Antología panorámica de la poesía dominicana contemporánea (1912-1962 Tomo I)
. Por los mares de la dama (1976)
. La prisionera del Alcázar (1976)
. Las edades del viento (1979)
. Todo Santo Domingo (1980)
. Papeles de Sara y Otros relatos (1985)

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PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA

Este ilustre dominicano, escritor, filólogo y pedagogo, considerado como el principal humanista de América, nació en Santo Domingo el 29 de junio del año 1884, fruto de la unión de Francisco Henríquez y Carvajal y Salomé Ureña de Henríquez, tronco de una de las más ilustres familias de intelectuales de República Dominicana y de quienes heredó el amor a la poesía y el interés por las ciencias y la investigación. Su ambiente familiar estuvo marcado por la presencia de Eugenio María de Hostos, reformador de la enseñanza y luchador independentista puertorriqueño que hizo del país dominicano el suyo. Desde niño mostró interés por la literatura, pasión que fue compartida por dos de sus hermanos, Maximiliano y Camila, quienes desarrollarían una amplia labor en el campo de la pedagogía

Luego de recibir los conocimientos básicos de lectura de sus progenitores ingresó, a los once años de edad, a la escuela de enseñanza primaria y continuó los estudios de bachillerato en el Liceo Dominicano, bajo la dirección de Emilio Prud'Homme, donde recibió el título de Bachiller en Ciencias y Letras. Inmediatamente partió hacia Estados Unidos, dando inicio a un largo periplo que lo alejaría del solar nativo. Luego de pasar por la Habana marchó a Veracruz para después asentarse en Ciudad México y desarrollar ahí una gran labor dentro del Ateneo de la Juventud (1910-1913).

Agobiado por la situación política de inestabilidad durante la Revolución mexicana, quiere marchar a Europa. Viaja a la Habana, pero el estallido de la Primera Guerra Mundial le impide salir de Cuba, razón por la cual marcha a Estados Unidos, donde estuvo entre 1915 y 1920. Allí se desempeñó como corresponsal periodístico en Washington y Nueva York, para luego realizar estudios de doctorado y ofrecer docencia en la Universidad de Minnesota. En 1920 viaja a España, a completar sus estudios de Doctorado, pero luego parte a México, en 1921, a colaborar con el proyecto de reforma educativa liderado por José Vasconcelos. En esa época estrecha vínculos con Alfonso Reyes y Julio Torri (intelectuales), con quienes participa en diversos proyectos editoriales y de crítica y difusión literaria.

En 1924 Henríquez Ureña llega a Argentina, donde comienza a desplegar un papel decisivo en la vida académica: en la Universidad de La Plata con el filósofo socialista Alejandro Korn, el historiador José Luis Romero y el ensayista Ezequiel Martínez Estrada, y un año después junto al filólogo español Amado Alonso, quien lo invitó a trabajar en el Instituto de Filología y Literaturas Hispánicas, en la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires. Así, con Ureña (y con Alonso en menor medida), entran al país los estudios hispanoamericanistas, filológicos, estilísticos y lingüísticos; métodos que colocan al texto en el centro del análisis.

A través de su relación con Rosa Oliver, Martínez Estrada, Eduardo Mallea y José Bianco y sus trabajos en Sur (su colaboración de 1942 en la publicación de Victoria Ocampo dictamina y justifica, por primera vez, el rango único de la obra de Borges en la literatura argentina), Ureña participa activamente en la construcción y modelado del universo cultural argentino.

«Tengo la impresión de que Henríquez Ureña —claro que es absurdo decir eso— había leído todo, todo. Y al mismo tiempo, que él no usaba eso para abrumar en la conversación. Era un hombre muy cortés, y —como los japoneses— prefería que el interlocutor tuviera razón, lo cual es una virtud bastante rara, sobre todo en este país, ¿no?», diría Jorge Luis Borges del gran insigne dominicano.

Ernesto Sabato, escritor, ensayista, físico y pintor argentino, quien fue alumno suyo, señala: "Este hombre, que alguien llamó peregrino de América, tuvo dos grandes sueños utópicos; como San Martín y Bolívar, el de la unidad en la Magna Patria y la realización de la Justicia en su territorio (así con mayúscula)".

Su vida entera se realizó, así como su obra, en función de aquella utopía latinoamericana. Todo formó parte de su silenciosa batalla por la unidad y la elevación de nuestros pueblos (su filosofía, su lucha contra el positivismo, sus ensayos literarios y filológicos).

Pedro Henríquez Ureña estuvo casado con la mexicana de ascendencia italiana Isabel Lombardo Toledano [hermana de Vicente Lombardo Toledano (sindicalista, político y filósofo mexicano)] con quien tuvo dos hijas: Natacha y Sonia Henríquez Lombardo. Su abuelo paterno, Noel Henríquez Altías, había nacido en Curazao, hijo de judíos; su abuela paterna, Clotilde Carvajal Fernández, era hija del cubano Salvador Carvajal y la dominicana de ascendencia taína Juana Fernández, descendiente de los últimos indígenas que permanecieron en el dominio concedido al cacique Enriquillo.

Se distinguió como crítico literario, ensayista, periodista y prosista de gran vuelo. Es considerado uno de los humanistas más importantes del siglo XX en América Latina. En 1931 recibió el Doctorado «Honoris Causa» de la Universidad de Puerto Rico. Su hija Sonia Henríquez Lombardo dejó plasmados recuerdos de la vida de su padre en Pedro Henríquez Ureña: Apuntes para una biografía (México, 1993); a su vez, Enrique Zuleta Álvarez escribió su biografía Pedro Henríquez Ureña y su tiempo. Vida de un hispanoamericano universal (1997). Vivió en Estados Unidos, Cuba, México, España y Argentina, países en los que se educó y a los que aportó sus conocimientos y dotes de gran humanista.

"Ese humanista impar", como se le reconocía en círculos intelectuales latinoamericanos, fue invitado especial de la Universidad de Harvard para dictar, en inglés y en la cátedra Charles Eliot Norton (año académico 1940-1941), una serie de ocho conferencias sobre literatura hispanoamericana, las que luego publicaría bajo el título: "Literary Currents in Hispanic America". El libro se conoció muy poco por estas tierras y fue vertido al castellano por Joaquín Díez-Canedo y publicado en México por el Fondo de Cultura Económica.

En diciembre de 1931, atendiendo a una petición del dictador Trujillo, regresó a Santo Domingo a ocupar la Superintendencia de Enseñanza, pero en 1933 renunció a dicho cargo acosado por el control que ejercía el tirano sobre las instituciones del Estado. La imposibilidad de poner en práctica el programa de enseñanza que él anhelaba para la República Dominicana lo hizo volver a Argentina en 1933, donde permaneció hasta el momento de su muerte (en Buenos Aires, el 11 de mayo de 1946). [Al arribar al puerto de Buenos Aires, en 1924, junto a su esposa Isabel Lombardo Toledano y su pequeña hija Natacha, se alojan en una pensión de la calle Bernardo de Irigoyen, a pocas cuadras de la estación de trenes de Constitución. En los años sucesivos, Ureña concurre diariamente a Constitución para ir a la ciudad de La Plata (a 55 km) al término de sus clases en Buenos Aires; es la misma estación, en un vagón, que Ureña súbitamente se desplomaría para morir].

Paralelo al desempeño de sus funciones académicas, fue produciendo su obra crítica y de investigación, entre las que destacan: “Gramática castellana”, “La cultura y las letras coloniales en Santo Domingo”, “Seis ensayos en busca de nuestra expresión”, “Corrientes literarias en Hispanoamérica” y “Apuntaciones de la novela en América”.

Pedro Henríquez Ureña es el más grande humanista dominicano y uno de los intelectuales de más prestigio universal. Su nombre aparece junto a los de Andrés Bello, José Enrique Rodó, Domingo Faustino Sarmiento, Juan Montalvo y José Martí, considerados los forjadores del pensamiento crítico contemporáneo en Hispanoamérica.

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ULISES FRANCISCO ESPAILLAT

Nació en Santiago de los Caballeros el 9 de febrero de 1823. Fueron sus padres Pedro Ramón Espaillat y María Petronila Quiñones. Casó con su prima hermana Eloisa Espaillat, con quien procreó seis hijos.

Hombre culto y de vigorosas convicciones, madurez de criterio y profundidad de pensamiento, desde muy joven fue reclamado por la sociedad para el desempeño de cargos públicos de responsabilidad. Fue miembro del Senado y de la Cámara de Representantes, Interventor de Aduanas (en Puerto Plata), miembro de la Diputación provincial de Santiago y Comisionado del Gobierno en esa ciudad y en las provincias del noroeste del país.

Farmacéutico de profesión, su orientación política se encaminó desde la juventud a la defensa de los ideales independentistas dominicanos y a la lucha por el progreso colectivo de su comunidad. Se desempeñó en diferentes ocasiones como miembro del Ayuntamiento de Santiago de los Caballeros y formó parte de la Asamblea Constituyente que se reuniera en Moca entre los años 1857-1858; además, participó en la Sociedad de Fomento de Santiago.

Trabajó arduamente por el progreso de su pueblo y convencido de que para el éxito en el área agrícola era indispensable una buena comunicación, abrió un nuevo camino entre Santiago y Puerto Plata.

Ulises Espaillat participó activamente en la revolución de julio de 1857, que forzó la caída del gobierno de Buenaventura Báez y el regreso a la presidencia de Pedro Santana. También formó parte de las fuerzas que lucharon contra la dominación española de la isla. Se opuso a la anexión a España decretada por Santana y luchó junto a José María Cabral y Gregorio Luperón en la guerra de Restauración (1861-1865). Su aportación, tanto económica como intelectual, fue determinante para el triunfo de la recuperación de la independencia y la plena restauración de la República. Acusado por participar en el movimiento de la Restauración, fue condenado a diez años de expatriación. Indultado más tarde, regresa al país en 1863.

A lo largo de su trayectoria institucional ocupó el cargo de ministro de Interior y Policía en el gobierno provisional de José Desiderio Valverde (1858), la presidencia de la comisión de Relaciones Exteriores en el gabinete de Pepillo Salcedo (septiembre de 1863 - octubre de 1864), la vicepresidencia de la República durante el régimen de Gaspar Polanco (octubre de 1864 - enero de 1865) y la cartera de Justicia, Instrucción Pública y Relaciones Exteriores bajo la presidencia de José María Cabral (entre 1866 y 1868).

Hombre de posiciones firmes y decididas, fue perseguido y encarcelado en varias oportunidades y, decepcionado, decide retirarse de la vida política pero un hombre de valores como éste no se deja ir tan fácilmente y es requerido nuevamente por sus conciudadanos. El 29 de abril de 1876 asumió la presidencia del país con un fuerte apoyo popular. En el ejercicio de su breve mandato hizo gala de un talante político poco habitual en la época y trató de gobernar según los dictados constitucionales y democráticos, rodeándose de los hombres más capaces de la nación, al margen de sus adscripciones políticas.

Suprimió las regalías y dádivas que por costumbre, y en inmoral acción, entregaban los presidentes a aquellos jefes y oficiales que habían colaborado en su ascenso al poder. Empeñado en moralizar la administración pública, Ulises Espaillat empezó por rebajar su sueldo y el de los altos funcionarios, se negó a firmar decretos de muerte, respetó la prensa y regularizó las erogaciones del gobierno. Introdujo con todo ello un modelo de gobierno poco grato para altos cargos civiles y militares acostumbrados a recibir privilegios y prebendas del poder.

Las pugnas entre los azules de Cabral y los rojos de Buenaventura Báez, junto con la bancarrota del país, hicieron imposible su gobierno. No tardaron en producirse alzamientos y revueltas contra el ejecutivo y, aunque contaba con el respaldo de la mayoría del pueblo dominicano, Espaillat solicitó a la Junta de Gobierno ser relevado en su cargo. El 5 de octubre de 1876 abandonó el Palacio Nacional y una junta gubernativa liderada por Pedro Tomás Garrido asumió el poder. Sus ideas quedaron plasmadas en Escritos de Espaillat [(1909), documentos, cartas y artículos que se editaron como iniciativa de la Sociedad “Amantes de la Luz” de Santiago de los Caballeros] e Ideas de bien patrio (1962), ambas publicadas después de su muerte.

La moralidad y honradez de este ilustre hombre fueron ejemplos mientras duró su presidencia. Al abandonar la presidencia dijo: “Yo creí de buena fe que lo que más aquejaba a la sociedad de mi país era la sed sumamente moral y regeneradora; pero otra sed aún más terrible la devora: la sed de oro”. Falleció el 25 de abril de 1878, Santiago de los Caballeros, República Dominicana.

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ERCILIA PEPÍN ESTRELLA

Nació 7 de diciembre de 1886 en Santiago de los Caballeros, República Dominicana. Su modesta situación y orfandad dificultaron su asistencia a los escasos centros de enseñanza de la época, lo que no impidió que se autoeducara y fuese nombrada en 1901, con apenas 14 años de edad, como Directora de la Escuela de Niñas de Nibaje. El éxito alcanzado por Ercilia en el desempeño de su labor le valió la designación, en 1908, como profesora de Matemáticas, Física y Naturales del Colegio Superior de Señoritas de Santiago. Comenzaba la "Revolución Erciliana", que duraría toda su vida.

Ercilia Pepín instituye el desayuno escolar, dota de laboratorio el plantel donde trabaja, impone el uniforme para los escolares a quienes exigía una veneración respetuosa cuando el Himno Nacional era interpretado. Ordena izar y arriar el pabellón nacional todos los días; hace respetar los símbolos patrios; se empieza a cantar en la escuela y las clases de inglés son regulares.

Desde 1909 hasta 1916 se dedicó a impartir docencia privada a grupos de jóvenes, para formarlas como maestras normalistas y bachilleres en Ciencia y Letras, sin descuidar sus clases oficiales. En el 1913 obtiene su título de Maestra Normal, haciéndose acreedora de los elogios del jurado examinador por la calidad de la tesis presentada.

Desde el 1910 hasta 1920 luchó activamente en pro de los derechos de la mujer en relación con su capacidad natural para instruirse al igual que el hombre y ser apta para el desempeño de funciones públicas de responsabilidad, expresándose de la siguiente manera: "Hora es ya de que el legislador dominicano, inspirándose en los verdaderos fueros de la democracia, otorgue a la mujer los privilegios que el Derecho Público va otorgando ya...".

Se solidariza con actos patrióticos contra dictaduras y tiranías, repudiando enérgicamente la invasión norteamericana a República Dominicana. Hace suyos los movimientos guerrilleros de países hermanos por la libertad y la democracia. Algo especialmente memorable es la carta que dirigió al General Sandino, al enviarle la bandera de Nicaragua, bordada por las niñas de su escuela. En 1927 colabora con el comité pro libertad y democracia de la República de Haití.

En el año 1921, el Gobierno Militar de Ocupación yanqui le extendió el nombramiento de Delegada de la República ante el Congreso Pan-Americano del Feminismo a celebrarse en Baltimore. Ercilia se niega a aceptarlo y puntualiza: "No podría ir a representar a mi país al extranjero llevando credenciales escritas por los jefes de las fuerzas invasoras de mi Patria".

En reconocimiento a su labor docente y a su lucha librada contra la ocupación del país por los vecinos del norte, el Ayuntamiento de Santiago la declara Hija Benemérita de Santiago en el año 1925. Trabajadora, decidida y enérgica, patriota ante todo, rechaza con valentía los desafueros tiránicos de Rafael L. Trujillo.

Aquejada por una enfermedad terminal y previendo su próximo fin, solicita de su amigo, el Arq. Rafael Aguayo, la construcción de su tumba, cuyo diseño le entrega, para ser construida en el Cementerio Municipal. Una vez terminada, va a visitarla y a darle su aprobación.

Esta portentosa mujer, Maestra de Maestras, fallece el 14 de junio de 1939. El pueblo se volcó a desfilar detrás del carro fúnebre que la condujo a su lugar de descanso. Hoy día, varios centros educativos, parques de recreación, escuelas y calles dominicanas se enorgullecen de llevar el ilustre nombre de Ercilia Pepín.

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JOSÉ NÚÑEZ DE CÁCERES

José Núñez de Cáceres (14 de marzo de 1772 - 11 de septiembre 1846); nació en la ciudad de Santo Domingo, siendo sus padres Francisco Núñez y María Albor. Su madre murió a los pocos días de su nacimiento. Desde temprana edad demostró gran amor a los estudios; su padre era hombre de campo, trabajador y honrado. Se llevó a su hijo al campo, pero no pudo conseguir que cambiara los libros por la agricultura.

Núñez de Cáceres se esforzó para terminar sus estudios, y, a los 23 años, obtuvo la Licenciatura en Derecho Civil; formó una distinguida clientela y llegó a ser catedrático en la “Universidad de Santo Tomás de Aquino". Al finalizar el siglo XIX contrae matrimonio con Juana de Mata Madrigal Cordero. De su unión nacieron seis hijos.

Mientras Santo Domingo era colonia francesa, Núñez de Cáceres fue funcionario del gobierno español en Cuba. Luego del restablecimiento del poder español en Santo Domingo, Núñez de Cáceres vuelve a su tierra natal. Desde 1809 el gobierno español de la Colonia estaba a cargo de Juan Sánchez Ramírez, y José Núñez de Cáceres se desempeñó como Asesor General.

En los años comprendidos entre el 1809 y el 1822 España prestó poca atención a la Colonia. Por esa razón, se conocieron como el período de la “España Boba”. Núñez de Cáceres ocupó varios cargos en este período; Asesor General del Gobierno de Intendencia; Primer Rector de la Universidad de Santo Domingo; y Teniente Gobernador y Auditor de guerra. Al asumir ese último cargo puso en marcha sus planes de separación logrando ganar para su causa a los jefes de varios cuerpos militares.

Cuando en noviembre de 1821 circulaban los rumores sobre una posible invasión haitiana sobre el este de Santo Domingo -y era bastante profusa la circulación de hojas fomentando en nuestro territorio el independentismo, impresas en Venezuela o en Haití-, correspondió a José Núñez de Cáceres el mérito histórico de labrar nuestra primera emancipación.

La noche del 30 de noviembre de 1821 hizo preso al Gobernador y Capitán General y, finalmente, el 1 de diciembre, quedó constituido el «Estado Independiente de Haití Español» -nombre sugerido para diferenciarlo de la ex colonia francesa, Haití-, separándose definitivamente de España.

Núñez de Cáceres ejerció la presidencia del gobierno provisional e inmediatamente se solicitó la protección de la Gran Colombia, pues se temía una invasión de la vecina Haití. Envió como emisario ante Simón Bolívar, presidente de la Gran Colombia, a Antonio María Pineda, quien no llegó a entrevistarse con el Libertador.

Jean Pierre Boyer, Presidente de Haití, declaró que el territorio de la isla era uno e indivisible, e invadió la parte oriental de la isla el 9 de febrero del 1822. Núñez de Cáceres ordenó izar la bandera haitiana y entregó al presidente Boyer en persona las llaves de la ciudad de Santo Domingo (Cáceres estaba todavía en Santo Domingo, haciendo gestiones clandestinas para obtener apoyo de las autoridades de la Gran Colombia. Boyer se enteró de sus actividades y exigió el exilio a José Núñez de Cáceres, argumentando que su presencia era un inconveniente en la isla y que si no se ausentaba de ella voluntariamente lo embarcaría por la fuerza).

Núñez de Cáceres se dirigió a Venezuela, donde se dedicó al periodismo. Finalmente acabó viviendo con su familia en México, donde primero se estableció en la ciudad de San Luis Potosí y luego en Ciudad Victoria, capital del Estado de Tamaulipas. En los primeros años ejerció la abogacía. En 1830 fue nombrado fiscal de la Corte Suprema de Justicia. En 1833 fue elegido senador del Estado de Tamaulipas y miembro del Congreso de la Confederación Mexicana. En ese mismo año se le designó Ciudadano Benemérito de Tamaulipas. También ocupó el cargo de Tesorero de Hacienda Pública. Muere en Ciudad Victoria, Estado de Tamaulipas, México, el 11 de septiembre de 1846.

La independencia del Santo Domingo español duró sólo dos meses y ocho días; desde el 30 noviembre de 1821 a febrero de 1822; por eso se le conoce como la Independencia Efímera.

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GREGORIO URBANO GILBERT

Gregorio Urbano Gilbert nació en Puerto Plata el 25 de mayo de 1898. Fueron sus padres Benjamín Gilbert, de las Islas Bahamas, y Narcisa Suero, de nacionalidad dominicana. De joven, se mudo a San Pedro de Macorís donde trabajó como tipógrafo y vendedor [este último oficio lo desempeñó en un pequeño negocio de venta de provisiones]. Fue de los primeros que ofrecieron sus servicios a la Junta Nacionalista creada para protestar contra de la ocupación extranjera.

Los norteamericanos llegaron a San Pedro de Macorís el 10 de enero de 1917;desde que Gilbert se entero de la noticia se puso en contacto con los jefes titulares de la resistencia patriótica, pero éstos le informaron que no había ningún plan de acción concreto para oponerse al desembarco.

Rotas sus ilusiones de participar en una resistencia colectiva y organizada contra los norteamericanos, el joven de 17 años tomó la histórica determinación de oponer resistencia individual al desembarco de tropas extranjeras. En el negocio donde trabajaba se hizo de un pequeño revólver calibre 32, diez cápsulas y un cuchillo. De allí se dirigió al muelle, observó a los norteamericanos que desembarcaban y escribió, en un papel que luego introdujo en un bolsillo de su chaqueta: "Muero, pero muero satisfecho porque es un acto de protesta contra la invasión de mi patria por fuerzas extranjeras". Minutos después, al grito de ¡Viva la República Dominicana!, Gilbert descargó su revólver sobre un grupo de oficiales que desembarcaban. En la acción fue ultimado el oficial norteamericano C. H. Burton.

Gregorio Urbano Gilbert salió ileso de la balacera que le hubiera costado la muerte; perseguido por las tropas norteamericanas, se unió a las fuerzas guerrilleras comandadas por Vicente Evangelista participando en varios combates contra las tropas extranjeras. Recorrió el país unido a la guerrilla y, después que el grupo fue desarticulado, se instaló en la ciudad de Monte Cristi donde trabajó en una imprenta hasta que fue delatado, detenido por los norteamericanos -quienes lo sometieron a crueles interrogatorios- y encerrado en un hoyo de 25 pies de profundidad. Luego se le condujo a Santo Domingo, donde sería condenado a la horca. Las reiteradas demandas de que le fuera conmutada la pena, formuladas por nacionales, lograron que el presidente Woodrow Wilson cambiara la sentencia de muerte por la de prisión perpetua.

En octubre de 1922 fue puesto en libertad. Luego abandonó el país y, después de viajar por Curazao y Cuba, regresó a Santo Domingo en 1927, año en el que acompañó a Pedro Albizu Campos por toda la región del este en campaña por la independencia de Puerto Rico. En 1928 fue a Nicaragua a unirse al Ejército Libertador de Augusto César Sandino y de inmediato se integró a las guerrillas que luchaban contra las tropas norteamericanas. Ostentó el grado de capitán y se le designó ayudante del Comando Supremo del Ejército Sandinista. Acompaño a Sandino, en su viaje a México, en busca de ayuda para la causa que defendía.

Miembros del "Estado Mayor" del General Augusto César Sandino (Mérida, Yucatán, 1929). De pie (izquierda a derecha): Cap. Rubén Ardila Gómez (colombiano), Cap. José Paredes (mexicano), Gral. Augusto César Sandino (nicaragüense), Cap. Gregorio Urbano Gilbert (dominicano) sentados (izquierda a derecha): Lic. Froylán Turcios (hondureño) y Cnel. Farabundo Martí.

Gilbert regresó a la República Dominicana después de pasar un año en el ejército Sandinista y se doctoró en Filosofía en la Universidad de Santo Domingo [hoy Autónoma - UASD]. Contrario a la tiranía de Rafael Leonidas Trujillo Molina, subsistió desempeñando los más humildes oficios, entre ellos vendedor ambulante de cigarrillos y caramelos, linotipista (y cajista en varias imprentas) y dependiente de una panadería.

Cuando en 1965 ocurrió la segunda intervención militar norteamericana en la República Dominicana, con el pretexto de que los comunistas amenazaban con apoderarse del Gobierno durante la guerra civil, librada tras el derrocamiento del presidente Juan Bosch, se integró a las filas de los constitucionalistas, enfermo y con 66 años de edad. El 29 de noviembre de 1970 fallece de manera repentina en su casa de la calle Palo Hincado [Ciudad Nueva]. Escribió libros como “Mi lucha contra el invasor yanqui de 1916” y “Un año junto a Sandino”.

Semblanza realizada por Eddy Olivares: "Gregorio Urbano Gilbert, la definición de patriota".
Tomado de Puerto Plata Habla
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Sin haberlo consultado con ninguno de sus compatriotas, en el 1916, tan pronto las tropas interventoras estadounidenses pisaron el puerto de San Pedro de Macorís, un intrépido jovencito de tan solo 17 años de edad, caminó firme a su encuentro. Acto seguido hizo una parada frente a ellas y al grito eterno de ¡Viva la República Dominicana!, con un viejo revolver, hirió de muerte al capitán Button quien era su comandante.

En ese momento, seguramente, desde las Termópilas, el rey Leónidas miraba regocijado la irrepetible escena que inmortalizó a Gregorio Urbano Gilbert. Sólo él pudo haber enviado desde la eternidad a este espartano solitario para cargar sobre sus hombros juveniles la dignidad de la Patria.

(...)

Gilbert fue un luchador incansable por la libertad. Siendo ya un hombre enfermo y anciano, en el 1965, cuando el Imperio Norteamericano invadió por segunda vez la nación, indomable, tomó su fusil y volvió a combatirlo. Se trató de un internacionalista que, sin lugar a dudas, se le adelantó al Che Guevara. Su incomparable esfuerzo para unirse en el 1928 al Ejercito Libertador de Augusto César Sandino, del que fue segundo ayudante y amigo entrañable, pudo haber sido una fuente de inspiración para el universalmente venerado héroe de la Revolución Cubana. Como ningún otro combatiente latinoamericano, se enfrentó tres veces con el ejercito imperial, cara a cara y en condiciones desiguales.

Como ocurre con los auténticos patriotas, Gilbert, no defendió la soberanía de nuestro país inspirado en el odio contra nadie, sino en el más puro amor a la patria. Este es el motivo por el que, durante toda su existencia, luchó por la libertad, en sintonía con la tesis sostenida por Montesquieu sobre el patriotismo.

En este tiempo en el que los “falsos patriotas” llaman traidores a quienes se resisten a sumarse a su “desaforada caravana de odio”, estoy seguro que Gilbert, quien se graduó de licenciado en filosofía en el 1954 y de doctor en filosofía y letra en el 1956, los invitaría a respetar los derechos de las personas y a no hacer como los soldados de la guerra hitleriana que, tal y como señala Dolf Sternberger, no cayeron por la patria, sino, como lo indica la mayor parte de los anuncios fúnebres, “por el Fuhrer y el Reich”.

Se conmemora el 44 aniversario de la muerte de Gregorio Urbano Gilbert [29 de noviembre de 2014], uno de los dominicanos más meritorios del siglo XX. Es propicia la ocasión para que, entre todos, procuremos fomentar un patriotismo sano que nos conduzca hacia la construcción de una sociedad más justa.

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FEDERICO GARCÍA GODOY

Nació en Cuba, en la ciudad de Santiago de Cuba, el 25 de diciembre de 1857; hijo de Federico García Copley (hijo de Federico García y Rose Copley) y de Josefa Godoy Agostini (hija del catalán Joaquín Godoy y la cubana Cayetana Agostini, hermana de Armando Godoy Agostini y tía de Enrique Godoy Sayán). Llegó a la República Dominicana procedente de Cuba en 1868 a los once años de edad, adquiriendo la nacionalidad dominicana en 1888.

Recibió la primera educación formal de parte de su padre y luego ingresó al Colegio San Luis Gonzaga de Santo Domingo. Después de vivir algunos años entre Puerto Plata y la capital dominicana, fijó su residencia en La Vega. Desde allí combatió la primera intervención norteamericana a la República Dominicana y desarrolló gran parte de sus actividades intelectuales. Fue el crítico literario más sagaz y de mayor cultura de su época. Sus investigaciones literarias y sus estudios críticos trascendieron la geografía nacional llegando hasta otros países latinoamericanos y europeos donde fueron difundidos en publicaciones como Revue Hispanique, de Francia y varias revistas importantes de España e Hispanoamérica. En el ejercicio del periodismo fue redactor de El Pueblo (1896-1899) y director del diario El Día (1914-1916), así como un colaborador de las principales publicaciones periodísticas de la época, como Listín Diario, La Cuna de América, El Porvenir de Puerto Plata, Patria, y Letras.

Además de novelista, periodista y educador escribió sobre historia, política y crítica literaria. Tiene el mérito de ser el primer narrador dominicano en incorporar la historia nacional contemporánea a la narrativa criolla. Se valió de sus novelas Rufinito, Alma dominicana y Guanuma, pero sobre todo de su libro de ensayos históricos-políticos El derrumbe para divulgar la historia patria, para enjuiciar las actuaciones de los protagonistas de la historia dominicana y para reafirmar el nacionalismo que proyectó en todos sus escritos. Poseyó una de las bibliotecas personales más ricas de su época en el país, la cual terminó consumida por un incendio poco tiempo antes de su muerte, ocurrida en La Vega el 12 de febrero de 1924.

Para Juan Bosch, "fue un hombre de variada y amplia cultura literaria. Desde su retiro en La Vega logró reunir una apreciable colección de obras de autores dominicanos e hispanoamericanos lamentablemente desaparecida por un incendio que afectó su biblioteca (y por el paso del tiempo). Ejerció el magisterio, pero en realidad fue un escritor a tiempo completo". Refiere Bosch que la lectura de sus escritos y las correspondencias con escritores nacionales (como Pedro Henríquez Ureña y su hermano Max), así como con extranjeros del nivel del venezolano Rufino Blanco Fombona, el peruano Francisco García Calderón y del uruguayo José Enrique Rodó, "muestra a un intelectual preocupado por el avance de la cultura hispanoamericana y por la exaltación de sus valores representativos, al tiempo que exhibe un amplio dominio de las distintas corrientes literarias que incidían de manera preponderante en el ámbito hispanoamericano... Con la excepción de sus novelas históricas, Rufinito, Guanuma y Alma dominicana, cuyo modelo es, indefectiblemente, Benito Pérez Galdós, en sus ensayos de crítica literaria y en sus artículos periodíssticos existe un denominador común: divulgar en un lenguaje sencillo y transparente, los logros más señalados de la actividad literaria local e internacional. Su fin era, ante todo, educar a través de la palabra escrita, lo que era una preocupación de muchos intelectuales de su época: Federico y Francisco Henríquez y Carvajal, Salomé Ureña, Eugenio María de Hostos, Manuel de Jesús de Peña y Reynoso, entre otros. Todos eran maestros al servicio del bien común”, continúa señalando Bosch.

Cuando se produjo la ocupación militar norteamericana (1916-1924), García Godoy fue de sus más aguerridos opositores. Su obra "El Derrumbe" fue confiscada -por las autoridades norteamericanas- y quemada [salvándose unos pocos ejemplares que permitieron su reedición por parte de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (con prólogo de Juan Bosch)]. En ella, él denunciaba los males de esa grosera intervención militar. Murió en su querida Concepción de La Vega de un infarto cardíaco el 12 de febrero de 1924, precisamente cuando se ultimaban los detalles finales para la salida de las tropas norteamericanas del país.

Federico García Godoy fue diputado por La Vega al Congreso Nacional durante los gobiernos de Ulises Heureaux (Lilís), ocupando la presidencia y vice-presidencia. Tras la muerte del general Heureaux se retiró prácticamente de la vida política militante para dedicarse completamente a la labor literaria y al magisterio. Llegó a publicar en prestigiosas revistas nacionales y extranjeras trabajos de verdadero valor crítico-literario.

Entre sus principales obras, además de "El derrumbe" y "Rufinito" (en la que describe el ambiente social de La Vega en pleno siglo XIX), figuran: "Recuerdos y Opiniones"; "Impresiones"; "Perfiles y Relieves"; "La Hora que pasa"; "La Patria y el Héroe"; "Alma Dominicana", "Guanuma" y "La Literatura americana de nuestros días", entre otras.

A García Godoy se le ha catalogado como el «fundador del nacionalismo literario dominicano». Por los temas que aborda se lo considera uno los críticos mejor dotados que produjo la literatura hispanoamericana en las postrimerías del siglo XIX y las primeras décadas del XX. Su rico dominio de la lengua es una prueba inequívoca de que abrevó en las mejores fuentes: Hippolyte Taine, Honoré de Balzac, Anatole France, Charles Augin Sainte-Beuve, Víctor Hugo y autores de lengua española entre los que figuran Galdós y Castelar.

El dominicano Pedro Henríquez Ureña, gran humanista universal, lo distinguió con los comentarios que hiciera a la publicación de Rufinito, en los que expresa que leyó con placer la obra, «tanto por la elegante firmeza de su estilo como por la clara viveza con que acierta usted a evocar el más señalado período de la historia dominicana». García Godoy se había manifestado con profundidad acerca de las conferencias dictadas por él en el Ateneo de la Juventud de México, donde era una de sus cabezas más visibles.

¡Loor eterno al insigne patriota don Federico García Godoy! Frente a sus restos mortales descansan los del profesor Juan Bosch (en el Cementerio Ornamental de La Vega).

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JOSÉ MARÍA SERRA DE CASTRO

Nació en Santo Domingo, República Dominicana, en 1819; miembro fundador de la sociedad secreta, político-militar denominada La Trinitaria, y, además, pionero del periodismo dominicano. En unión de Juan Isidro Pérez, Remigio Castillo, Pedro Antonio Bobea, Félix María del Monte, Rosa Duarte y otros trinitarios, participó en las obras teatrales de la Sociedad La Filantrópica que se presentaban en el edificio de la Cárcel Vieja, ubicado al lado del Palacio de Borgellá, frente al Parque Colón, con el propósito de generar conciencia en el público sobre la causa independentista dominicana y obtener también recursos económicos para financiar la compra de municiones y los gastos de las actividades en pro de la independencia.

El 27 de febrero de 1844, en compañía de sus compañeros trinitarios, participó en la proclamación de la República Dominicana. Al poco tiempo de instaurada la República fundó el periódico El Dominicano con el objetivo de promover los ideales patrióticos, permaneciendo siempre apegado al ideario trinitario. Fue defensor del gobierno de Manuel José Jimenes González, lo que le costó -cuando este fue derrocado el 29 de mayo de 1849 por un golpe de Estado ejecutado por Pedro Santana que llevó al poder a Buenaventura Báez- muchos sinsabores; fue aislado y perseguido por lo que se vio obligado a abandonar su país, trasladándose primero a Saint Thomas y luego, de allí a Mayagüez, donde fijó su residencia definitiva laborando como periodista y docente.

En 1887, a fin de que fueran publicados, entregó al presbítero y político Fernando Arturo de Meriño sus apuntes sobre la organización secreta independentista a la que perteneció. Esos apuntes permitieron que considerables informaciones históricas relativas a la formación de La Trinitaria se hayan dado a conocer.

José María Serra de Castro falleció en Mayagüez, Puerto Rico, en 1888. En 1915, por gestiones realizadas por la Sociedad Académica Colombina, sus restos fueron repatriados a República Dominicana.

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Sobre historia Dominicana

. Independencia Nacional

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. Artículo publicado en el periódico Hoy el 3 de diciembre del 2000/Arlette Fernández

. Aniversario incorrecto/Euclides Gutiérrez Félix

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. La última carta del coronel Rafael Fernández Domínguez/Arlette Fernández

. 49 años después/Euclides Gutiérrez Félix [I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX y X]

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. Abril: un faro que se apaga/Euclides Gutiérrez Félix [I, II, III, IV, V y VI]

. Horacio Vásquez y Rafael L. Trujillo/Frank Moya Pons

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. Recordando el 46 aniversario de la gesta de 1963/eldia.com.do y El Archivo General de la Nación

. Valor histórico del 5 de julio de 1961/Tony Raful

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. Escenas inolvidables del golpe de Estado de 1963/Tony Raful

. Vicisitudes de Duarte/José del Castillo Pichardo

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. De héroes y demócratas verdaderos/Víctor Grimaldi

. Independencia y soberanía/Euclides Gutiérrez Félix

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. La gran epopeya/Euclides Gutiérrez Félix

. Duarte/Euclides Gutiérrez Félix

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. Bosch y el Coronel/Arlette Fernández

. Precisiones valiosas sobre el inicio de la revolución constitucionalista de 1965



Independencia Nacional
Tomado de Mi País- Historia

Fase preparatoria

Para finales de 1843, se podría decir que existían tres movimientos políticos en la parte Este de la isla:

1.- Los conservadores, miembros del antiguo partido "boyerista", cuyos líderes principales se encontraban en desgracia al perder Jean Pierre Boyer el poder. Tomás Bobadilla y José Joaquín Puello eran de los principales líderes.

2.- Los anexionistas que, aunque buscaban la separación de la parte oriental, consideraban que no existían las condiciones para una vida independiente por lo que su objetivo era conseguir la separación a través de la anexión a una potencia europea. Este grupo, a su vez, podía dividirse en tres:

a) Los que deseaban a ser parte nuevamente de España; entre sus exponentes estaban los sacerdotes Gaspar Hernández y Pedro Pamiés, en Santo Domingo, y el veterano General Andrés López Villanueva, en Puerto Plata.

b) Otro movimiento anexionista buscaba la protección de Inglaterra y lo encabezaba un propietario de Las Matas de Farfán llamado Pimentel.

c) El tercer grupo, y el más importante de los anexionistas, estaba compuesto por personas que habían ocupado puestos administrativos dentro del gobierno haitiano y que creían poder alcanzar la eliminación del dominio haitiano con ayuda de Francia, por lo cual se les conocía como los "afrancesados". Los cabecillas visibles de este movimiento eran Buenaventura Báez, rico propietario de Azua, y Manuel Joaquín Delmonte, importante abogado y comerciante.

3.- Los "trinitarios", conocidos también como liberales, y que luchaban por conseguir la independencia total de la antigua colonia española. Como su nombre lo indica, sus líderes eran miembros de la Sociedad La Trinitaria y su jefe era Juan Pablo Duarte (por lo que el partido también se le conocía como duartista).

Los "afrancesados" habían acordado con el Cónsul general de Francia en Puerto Príncipe (Haití), Levasseur, el desarrollo de un plan que permitiera la separación de la parte Este de la isla y su anexión a Francia (Plan Báez - Levasseur). El Prócer Trinitario José María Serra escribió, en 1887: "Los representantes de la parte del Este habían recibido del Cónsul general de Francia en Puerto Príncipe, las seguridades de que su gobierno apoyaría todo movimiento revolucionario que declarara la voluntad del pueblo de unirse a Francia. La época de esa combinación sería para el 25 de abril de 1844".

Continúa Serra: "Esta noticia la transmitió uno de dichos representantes, Manuel María Valencia, a D. José Heredia, en Baní, en los últimos días de noviembre de 1843. Súpela allí en diciembre e inmediatamente vine a la ciudad y comuniqué a Sánchez, Jacinto y Tomás [de la] Concha, en cuya casa estaba aquel ese día, y con ellos reunidos Ramón Mella, Joaquín y Gabino Puello. Convínose allí en la necesidad de anticipar el pronunciamiento y declarar la parte del Este Estado Libre e Independiente". El día fijado fue el 27 de febrero de 1844, esto es, dos meses antes de la fecha acordada por los "afrancesados". Y así, ambos grupos, separadamente, empezaron a moverse en el mayor secreto, especialmente los trinitarios, quienes no querían que los "afrancesados" descubrieran que ellos se les adelantarían.

El día 1 de enero de 1844 los "afrancesados" de Azua lanzaron un manifiesto dando cuenta de las razones que los llevaban a buscar la separación de la República y a ampararse bajo la protección de Francia. Quince días más tarde, el 16 de enero, los trinitarios prepararon su propio Manifiesto, fruto de la unión de liberales y conservadores, en el cual invitaban a la rebelión contra los haitianos.

El 13 de enero llegó a Santo Domingo, el Cónsul francés Eustache Juchereau de Saint-Denys, quien estaba en Port-au-Prince por haber sido acreditado como Cónsul en Cabo Haitiano, adonde no había podido trasladarse debido al estado de destrucción en que se encontraba esa ciudad desde el terremoto de 1842, lo que le dio ocasión de participar de modo principal en la concertación del plan proteccionista (Plan Báez-Levasseur) que se había propuesto al Gobierno Francés en relación con la antigua colonia española de la isla, y por lo que se consideró preferible que se asentara, aunque informalmente, en Santo Domingo, para que continuara dichas negociaciones.

"Fatigados del yugo odioso que una manifestación antipática y vejaminosa hace pesar diariamente sobre ellos, los habitantes del Este (de la Isla), y principalmente los (de la ciudad) de Santo Domingo, parecen decididos desde hace largo tiempo a recurrir a las armas para libertarse de una dominación que ellos consideran tiránica y deshonrosa"

Saint-Denys/Carta del 5 de febrero

A mediados de febrero de 1844 la población dominicana, en especial la de la ciudad de Santo Domingo, se encontraba suficientemente sensibilizada por la propaganda separatista de ambos grupos y se disponía a dar el golpe.

En la noche del 24 de febrero, se reunieron en la residencia de Francisco del Rosario Sánchez, los independentistas Matías Ramón Mella, Vicente Celestino Duarte, José Joaquín Puello y sus hermanos Gabino y Eusebio, Juan Alejandro Acosta, Ángel Perdomo, Jacinto y Tomás de la Concha, Marcos Rojas, Tomás Sánchez y Manuel Dolores Galván, quienes, luego de escuchar el relato de las impresiones traídas por Gabino Puello, de su viaje para dar a conocer en los pueblos de la región Sur, la Manifestación del 16 de enero, y luego de sopesar los riesgos que podrían tener, para la causa independentista, el conocimiento que demostraban poseer los "afrancesados" sobre los planes y las deliberaciones de los trinitarios (además de mantener una actitud de franca hostilidad, tal como la asumida por Buenaventura Báez en Azua), decidieron por unanimidad de votos fijar la noche del 27 de febrero para dar el grito independentista.

Como consecuencia de esa decisión, se hicieron las designaciones siguientes: el Coronel Francisco del Rosario Sánchez fue nombrado Comandante de Armas; el Coronel José Joaquín Puello, ayudante de Plaza; el Coronel Gabino Puello fue también designado Ayudante de Plaza; el Teniente Coronel Ángel Perdomo fue electo Jefe del Batallón de Artillería; Eusebio Puello, Capitán Ayudante de Plaza; Marcos Rojas, Capitán encargado del Arsenal; y Juan Alejandro Acosta, Comandante del Puerto. También se dispuso que Félix Mercenario, Manuel María Valverde, Manuel Jiménez y Mariano Echavarría figuraran entre los integrantes de la Junta de gobierno que se creara de acuerdo con lo establecido en la Manifestación del 16 de enero.

Al día siguiente, 25 de febrero, fueron despachados los correspondientes emisarios hacia las diversas regiones del país, a fin de dar a conocer estas decisiones, para que quedaran completados los últimos preparativos para la acción; entre estos se encontraba Victoriano Díaz con mensajes dirigidos a los hermanos Pedro y Ramón Santana, en El Prado (El Seybo) y para Juan Rodríguez, en Los Llanos (a fin de que ambos enviaran refuerzos humanos para apoyar la acción que se produciría en Santo Domingo como consecuencia del pronunciamiento de la separación).

27 de Febrero de 1844

El 27 de febrero por la noche todo estaba preparado para dar el golpe contra la dominación haitiana, contando los dirigentes de la Revolución con el concurso de los batallones 31 y 32, compuestos por dominicanos y reintegrados a la plaza de Santo Domingo apenas el 30 de agosto, así como con el apoyo de los hermanos Pedro y Ramón Santana, cuyo prestigio en el Este aseguraba el concurso de toda la región oriental.

El plan de los revolucionarios era tomar posesión de todos los fuertes de la vieja muralla que rodeaba la ciudad, tanto como del puerto y de la barca que enlazaba el barrio de Pajarito (actual Villa Duarte) en la parte donde antiguamente se fundó Santo Domingo, y la ribera occidental del río, contando para ello con numerosos oficiales y clases de la guarnición capitaleña que se habían comprometido en la revuelta.

Serra relata: "se señaló el 27 de febrero a las 11 de la noche para proclamarse el advenimiento de la República Dominicana". El punto de reunión era la Plaza de la Misericordia, al lado de la puerta que se conoce ahora como Puerta de la Misericordia. Continúa Serra: "Creíamos que el número de los concurrentes sería mayor, pero desgraciadamente éramos muy pocos. Comprometida es la situación, dijo Mella, juguemos el todo por el todo; y disparó al aire su trabuco". Este disparo marcó el inicio de la abierta acción separatista.

Acercándose entonces todos los patriotas al Baluarte del Conde, el cual fue entregado a los febreristas por el Oficial Comandante, jefe de destacamento militar del Conde, Teniente Martín Girón, quien había sido conquistado por don Manuel Jimenes, el mismo que en un futuro habría de ser Presidente de la República. Desde ese momento, el Baluarte del Conde quedó convertido en cuartel general y centro principal de la Revolución, al dirigirse desde allí todas las operaciones e instalarse el primer Gobierno de la República, presidido por Sánchez, y con la denominación transitoria de Junta Gubernativa Provisional, de la cual formaban parte además, Ramón Mella, José Joaquín Puello, Remigio del Castillo, Wenceslao de la Concha, Mariano Echavarría y Pedro de Castro y Castro.

Luego que los rebeldes tomaron posesión del Baluarte, José Llaverías abrió el portón con una bayoneta a fin de que por ella penetraran los primeros refuerzos que recibió la República, llegados del cercano pueblo de San Carlos [en la actualidad, un barrio de la ciudad de Santo Domingo] al mando de Eduardo Abreu. El Teniente Ángel Perdomo preparó la artillería del mismo, así como la del fuerte de La Concepción; entre los que lo ayudaron hay que agregar a la tía de Sánchez, la heroica e infortunada María Trinidad Sánchez, quien "en sus propias faldas conducía pólvora para las murallas" y repartía cartuchos en las murallas.

La incursión realizada esa noche por el Coronel Deo Hérard (hijo del Presidente Charles Hérard Ainé), se replegó al ser recibida por una nutrida descarga disparada por los patriotas.

La República Dominicana fue proclamada, en ausencia de Duarte, la noche del martes 27 de febrero de 1844 en la puerta de El Conde de la ciudad de Santo Domingo por Tomás Bobadilla, Francisco del Rosario Sánchez, Matías Ramón Mella, Manuel Jimenes, Vicente Celestino Duarte, José Joaquín Puello, Gabino Puello, Eusebio Puello, Eduardo Abreu, Juan Alejandro Acosta, Remigio del Castillo, Jacinto de la Concha, Tomás de la Concha, Cayetano Rodríguez, Félix María del Monte y otros patriotas. En el Seybo, el mismo 27 en la madrugada, Pedro Santana, ya se había adelantado proclamando la Separación de Haití, siendo aclamado General del Ejército.

El día 28 de febrero, al amanecer, grupos de dominicanos tenían cercada La Fuerza (actualmente, Fortaleza Ozama) y todos los puestos de guardia haitianos, y turbas amenazadoras se arremolinaban en torno a las residencias de las personalidades haitianas de mayor significación; además, ya patrullas dominicanas recorrían todas las calles de la ciudad, Evidentemente amedrentado por la actitud agresiva de los dominicanos, el comandante General Henri Etienne Desgrotte suscribió dos cartas: una dirigida al Cónsul Saint-Denys, manifestándole el grave peligro que corrían los miembros de la colonia haitiana, dejando constancia de su disposición para iniciar negociaciones con los insurrectos; y la otra, dirigida a los revolucionarios de la Puerta del Conde, invitándolos a darle a conocer sus propósitos y sus aspiraciones. Esta gestión del General Desgrotte fue conocida por la Junta Gubernativa Provisional que se había constituido, de facto, desde la noche anterior.

La Junta Provisional respondió por escrito diciendo que:

"la privación de nuestros derechos, las vejaciones y la mala administración del gobierno haitiano, nos ha puesto en la firme e indestructible resolución de ser libres e independientes, a costa de nuestras vidas y nuestros intereses, sin que ninguna amenaza sea capaz de retractar nuestra voluntad".

Mientras se escribía esta declaración, el tambor redoblaba incesantemente en el Baluarte, tocado por el soldado Nicolás de Bari en señal de libertad.

Los haitianos se consideraron sin fuerzas para combatir un alzamiento de tal magnitud, y para protegerse apelaron a los buenos oficios del Cónsul de Francia, Saint-Denys. Las negociaciones por intermedio del Cónsul francés avanzaron en el curso del día 28 y al llegar la noche, Desgrotte y sus oficiales y soldados habían capitulado mediante un documento de diez puntos que firmaron: la comisión designada por la Junta para negociar, la Junta misma, los comisionados de Desgrotte el propio Desgrotte y finalmente el Cónsul de Francia. La capitulación por parte de los haitianos garantizaba la entrega pacífica del Poder a los dominicanos y facilitaba la salida de los funcionarios depuestos y sus respectivas familias dentro de un plazo razonable y en condiciones honorables.

Aquel mismo día se confeccionaba la primera bandera dominicana, creada con elementos de la misma haitiana, colocándole a ésta una cruz blanca que partía en cuarteles las dos franjas horizontales -azul y rojo- del pabellón occidental. Posteriormente los cuadros azules y rojos de la bandera dominicana fueron alternados. La tradición popular le atribuye la confección de la primera bandera a Concepción Bona, vecina del célebre Baluarte.

El primer himno dominicano fue obra del escritor Félix María del Monte, teniente de la Guardia Nacional, quien lo improvisó mientras prestaba servicios en la Fortaleza Ozama el primero de marzo de 1844.

Con la entrega de la fortaleza, el arsenal y las oficinas de Hacienda, la Revolución se adueñó totalmente del poder el día 29 de febrero por la mañana y la Junta provisional dejó solemnemente constituida la República Dominicana nombrando, al mismo tiempo, varios delegados para que visitaran los demás pueblos de la parte del Este para comunicar las noticias de la Separación y tratar de que esos pueblos proclamaran a su vez su separación de Haití.

Reconquistando el país

El primero de marzo se operó la primera organización del Gobierno nacional. La Junta Provisional cesó en sus funciones y quedó regularmente constituida la Junta Central Gubernativa presidida por Tomás Bobadilla, un político de gran prestigio y experiencia perteneciente al sector conservador, que había prestado largos servicios a la Administración Pública desde los tiempos de la Reconquista y durante la prolongada dominación haitiana hasta la caída de Boyer. Los demás miembros eran: Manuel Jimenes (Vicepresidente), Carlos Moreno, Mariano Echavarría, José María Caminero, Francisco del Rosario Sánchez, Matías Ramón Mella, Manuel María Valverde, Francisco Xavier Abreu, Félix Mercenario y Silvano Pujol (Secretario).

Además de su instalación, la Junta Gubernativa hizo una formal ratificación de la abolición de la esclavitud; y dio garantías a los haitianos residentes y de origen francés nacidos en este territorio, de que serían respetados en su persona y bienes, y de que serían admitidos a hacerse dominicanos previo juramento de fidelidad.

Esta Junta distribuyó numerosos cargos militares y civiles, y Sánchez fue nombrado Gobernador del Distrito de Santo Domingo, con el grado de General, José Joaquín Puello fue nombrado Coronel Comandante de Armas; Ramón Mella, Gobernador y Delegado del Gobierno en Santiago, con el rango de General de Brigada, y Remigio del Castillo, con grado de Coronel pasó al ejército en formación.

Una de las primeras disposiciones de la Junta, bajo la presión del General Sánchez, así como del General Mella y otros trinitarios, fue la de enviar por Juan Pablo Duarte, Juan Isidro Pérez y Pedro Alejandrino Pina, que aún estaban en Curazao, comisionando para ello a Juan Nepomuceno Ravelo, a quien acompañaron varios amigos y partidarios del Fundador de la República en la goleta Leonor, alquilada para este fin y al mando de Juan Alejandro Acosta. El General Sánchez, aunque no pertenecía ese día a la Junta, firmó también la carta que le fue dirigida al Padre de la Patria. La Leonor fue la primera nave que surcara los mares con la enseña dominicana.

Mientras tanto, los sucesos se precipitaban en tal forma que la hegemonía mantenida por los "duartistas" en los días de la lucha clandestina y hasta la capitulación del régimen haitiano, dejaba de ser absoluta en razón de la participación de los conservadores en el Gobierno, y cuya experiencia en la Administración Pública, así como sus vinculaciones con las clases adineradas era reconocida. Y fue precisamente este prestigio lo que influyó para que el día 1 de marzo de 1844, cuando se organizó la Junta Central Gubernativa en sustitución de la Junta Provisional, resultara electo presidente de la misma Bobadilla en lugar de Sánchez, quien hasta entonces había encabezado el movimiento y quien vio desvanecerse así el plan acordado por los trinitarios de mantener el control político del Gobierno a través del ejercicio de la presidencia de la Junta. Sánchez quedó, es cierto, como Comandante de Armas de la ciudad, pero su partido tuvo que aceptar el hecho de ver pasar la dirección del movimiento separatista a manos de la misma persona que había contribuido durante veinte años a mantener en el país la dominación haitiana.

En los días siguientes, todos los pueblos del país fueron pronunciándose en favor de la Independencia. Los primeros fueron Monte Plata, Bayaguana y Boyá. Luego siguieron los pueblos del Sur, San Cristóbal, Baní, Azua, San Juan de la Maguana y Neiba, al tiempo que también lo hicieron el día 2 de marzo los otros dos pueblos del Este, Hato Mayor e Higüey. En el Cibao, el día 4 de marzo se pronunció La Vega, el día 6 lo hizo Santiago y el día 7 San Francisco de Macorís. Los habitantes de San José de las Matas proclamaron su adhesión a la Junta el día 10 y los de Puerto Plata lo hicieron el 14. En cuestión de quince días, todos los pueblos de la parte oriental de la Isla habían decidido separarse de Haití.

El 4 de marzo, el Congreso haitiano decretó la movilización de la Guardia Nacional y autorizó al Presidente Charles Hérard Ainé, para que se pusiera al frente de las fuerzas armadas y emprendiera la acción correspondiente contra los dominicanos.

El día 9 de marzo, la Junta escribió al Presidente de Haití, notificándole oficialmente la Independencia dominicana y enviándole dos copias de la Manifestación del 16 de enero, por cuyos principios se regía el Gobierno provisional hasta tanto el país tuviese una constitución.

La llegada de Duarte a la patria el 15 de marzo es un acontecimiento de enorme emotividad; tropas alineadas frente al puerto le rinden honores, el tronar de las baterías de la fortaleza elevan un potente e impresionante canto al triunfo de su fe y de su esfuerzo; el Arzobispo Don Tomás de Portes e Infante es el primero en estrechar en sus brazos a Duarte, saludándolo a nombre del pueblo y la iglesia con las palabras: "!Salve, Padre de la Patria!". Duarte entró a formar parte inmediatamente de la Junta Central Gubernativa, pero en calidad de simple miembro.

Referencias
García, José Gabriel. Compendio de la historia de Santo Domingo. Santo Domingo. 1894.
Madiou, Thomas. Histoire d'Haïti, Années 1843-1846. Port-au-Prince. 1904.
Moya Pons, Frank. Manual de Historia Dominicana. UCMM. Santiago. 1977.

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Artículo publicado en el periódico Hoy el 3 de diciembre del 2000/Arlette Fernández

El día 25 me desperté a las 4 de la madrugada... Habíamos acordado salir hacia Salcedo a las 5:30 para llegar a tiempo de participar en la misa y hacer guardia de honor a Manolo (1) y las muchachas ( 2). Pero, como todos los años, todavía en la cama comenzaron los recuerdos. Dolorosos, incómodos, irritantes, supongo que también inevitables, porque a veces los pensamientos parecen tener vida propia y muy especialmente todos los 25 de noviembre desde hace 20 años.

Mi hijo menor, Rafael Tomás, murió ese día, tras un accidente de moto que había sufrido esa mañana y su salud, conforme transcurrieron las horas de aquel 25 de noviembre de 1980, fue deteriorándose hasta su fatal desenlace. Tenía 18 años. El dolor a veces cambia, muda sus manifestaciones, intensifica sus punzadas, pero siempre es agobiante. Sin embargo, al rato sobreviene el alivio, el consuelo de fundir tu dolor con todos los dolores ajenos, que pasan a ser propios para que duelan menos.

Y sentí que doña Chea Mirabal (3) me decía exactamente lo mismo que en mayo de 1965. En aquel entonces, yo había llegado desde Puerto Rico en un avión de la marina de los Estados Unidos que había solicitado el profesor Juan Bosch (4) al Departamento de Estado Norteamericano para que me trajera a Santo Domingo a enterrar a Rafael, (5) muerto el día antes, 19 de mayo, durante el asalto al Palacio Nacional en plena Guerra de Abril (6). El día 20 le dimos sepultura en la tumba de su familia en Santiago y ya el 21 me encontraba en casa de mi abuela en San Francisco de Macorís, el pueblo donde nací y donde residía toda mi familia, excepto yo que vivía en la capital desde que me casé con Rafael a los pocos meses de salir del colegio Sagrado Corazón de Jesús de Santiago donde me eduqué.

Fue mi prima Aleyda (7) quien entro a la habitación y me dijo: "Arlette, mira quien está aquí". Parada frente a mí con los brazos abiertos estaba doña Chea Mirabal y me abracé a ella buscando consuelo en aquel corazón destrozado. Llorando desconsolada le decía: Delante de usted yo no puedo llorar. Y exactamente un 25 de noviembre del año 1980 perdí a mi hijo Rafael Tomás y otra vez doña Chea volvió a mis madrugadas para estrecharme entre sus brazos y yo encontrar en ellos el consuelo.

Tengo, pues, la fortuna de ser beneficiaria de su dolor porque el mío disminuyó con el suyo en mayo del 65 y en noviembre del 80 y en cada 25 de noviembre. Mi pensamiento se refugia en el recuerdo de sus abrazos y sus palabras: "Mi muchachita, mi muchachita... ", me decía, y yo, llorando, desesperada, le decía: "Delante de usted yo no puedo llorar".

Por fin me levanté pero se nos hizo tarde y nos dirigimos directo a Ojo de Agua. Cuando cruzábamos el jardín vi el primer cadete. Me impresioné. Aunque sabía que a las muchachas y a Manolo se les rendirían honores militares, no esperaba encontrarme a los cadetes desparramados por el jardín. No sé si fue al tercero o al cuarto de ellos que vi que le saludé con los buenos días y me respondió entrechocando los tacones de sus botas. Desde ese momento todo cambió, algo se encendió dentro de mí y comencé a recordar a Rafael de cadete, tan buen mozo, tan correcto. ¡Estaba tan enamorada! Nuestras cartas, las monjas, el colegio, la espera, los besos, nuestro amor y después sus luchas... ¡Tanto bregar... pero que bueno que a estos muchachos no les tocó vivir aquellos tiempos!, pensaba.

Me imaginé a Rafael cuando aquella noche paseaba con algunos compañeros cadetes por la calle El Conde y al acercarse a la Puerta del Conde donde reposaban los restos de los Padres de la Patria, encontró a un marino norteamericano borracho, orinando encima del monumento, y lo bajó a patadas, liándose a puñetazos con él. Cuando un superior le reclamó una explicación por su conducta, impropia de un cadete, Rafael, muy serio, le contestó: "Si el presidente de los Estados Unidos viene y viola nuestros monumentos, yo también lo bajo a patadas". Tenía 20 años.

Tomamos asiento, impresionados ante las tumbas abiertas que acogerían las urnas con los restos de aquellos 4 tesoros de la Patria. Entonces llegaron algunos militares activos, todos de alta graduación. Creo que uno o dos eran generales. Traté de verles las insignias pero no pude. Se sentaron delante de nosotros. Al rato, llegaron otros. Todos, calladitos.

Y me sentí TRIUNFANTE.

Entonces, recordé cuánto miedo pasamos el día 24 de julio de 1961 cuando Rafael fue nombrado, según SOE # 82-1961, subdirector de la Agencia Central de Información, cuerpo militar represivo. Tenía el grado de mayor de la Fuerza Aérea Dominicana y era Comandante de Puesto de la Base Aérea Presidente Trujillo. Rafael decidió no aceptar el cargo. Dijo que hablaría con el general Ramfis Trujillo (8), para solicitarle su relevo. Le manifestó a sus hermanos, a mi padre y unos tíos que vinieron desde San Francisco de Macorís a quienes mandó llamar, que estaba consciente del peligro que corrían todos, incluso mis hijos y yo, pero que sin importar el precio a pagar, de ninguna manera desempeñaría esa labor... La represión en esos momentos era despiadada, brutal y los jóvenes militares sabían, aunque no con detalles, lo que estaba ocurriendo y lo que eran el SIM y La 40. (9).

El 29 de julio, según SOE #52-1961, a los 5 días, Rafael fue relevado y volvió a su puesto de Comandante de la Base.

Llegaron mas militares, con sus kepis, sus caireles; tan bien puestos, calladitos.

Me sentí ESPECIAL.

Al poco rato llegó mi comadre la doctora Milagros Ortiz Bosch (10) y más tarde la comitiva; entró Dedé (14) con la antorcha y después los hijos cargando las urnas. Vi a Jaime David. (11). Los cadetes rodeaban a los hijos de Manolo y de las Hermanas Mirabal . Uno de ellos sostenía la antorcha y otros ayudaron a colocar las urnas en los nichos. Después vi cómo envolvían las banderas que habían cubierto las urnas con los restos. ¡Que bonitos se veían! A lo lejos, de frente, un general hacía el saludo militar.

Cuando Rafael era Director de la Academia Militar Batalla de las Carreras en el año 1963 durante el gobierno del PRD encabezado por Juan Bosch dispuso que para ingresar a la academia no era imprescindible la evaluación política de los aspirantes a la carrera militar. Solamente era necesario aprobar las normas exigidas en el programa de admisión. Esta actitud rompía esquemas establecidos por años y Rafael tuvo que enfrentar serios problemas, pero como siempre, siguió adelante...

Presumo que la necesidad de compartir tanta emoción me hizo buscar el rostro de mi hermano Martín (12) y del coronel Hernando Ramírez (13), y que al ver juntos dos vicepresidentes constitucionales, militares activos, entre ellos 6 generales, algunos de la Policía Nacional, el cuerpo de Cadetes, algunos coroneles, mayores y capitanes y las tropas, imagino, repito que ante este cuadro singular, todos juntos venerando a Manolo y las muchachas, recordé cuando Rafael, al enterarse de que se fraguaba un golpe de estado contra el gobierno constitucional decidió que no lo permitiría y junto a sus compañeros que le siguieron luchó hasta el fin. Y rememoré cuánto afanó, sin descanso, sin pausas; recordé los tantos peligros que enfrentó, sus desvelos y desencantos , sin quebrarse, y en ese momento interrumpí el recuerdo y volteé el rostro para buscar a Sención Silverio y a González y González, capitanes constitucionalistas, quienes se encontraban detrás de nosotros.

También recordé la reacción de Rafael al conocer la noticia de la muerte del doctor Manuel Aurelio Tavárez Justo. Estábamos en Madrid, impedidos de entrar al país tras ser descubiertos los planes de Fernández Domínguez de reponer el gobierno de Bosch. Coincidencialmente, su mejor amigo en Madrid era el doctor José Díaz, también adscrito a la embajada, y que había sido presidente del 14 de junio en Santiago. Conmovido, Rafael decía: "¿Cómo es posible que ellos no conocieran nuestras planes para reponer el Gobierno... ?, y repetía: "No tenían por qué inmolarse de esa manera...

Y me sentí LIBERADA.

Porque ya no importaba cuántas humillaciones, desplantes y olvidos sufrimos, tanto los militares constitucionalistas como nosotras las mujeres y los hijos de los que se fueron; ya no importaba cuántos olvidos y silencios tuvimos que padecer. Tampoco me importaba que en el Libro Récord que contiene todos los datos de un militar, en los archivos de las Fuerzas Armadas Dominicanas, en el de el teniente coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez se haya escrito:

MUERTE: EFECTIVO EL 25-4-65 A RAIZ DE LOS ACONTECIMIENTOS INICIALES EL 24-4-65 SOG. #51-1965.

No importa, la semilla ha germinado...

Y me sentí en PAZ.

Estoy segura que en los próximos 25 de noviembre el recuerdo de mi hijo Rafael Tomás no irá acompañado de tanto dolor y tristeza. Siento que muchas cosas han vuelto a su lugar, no sólo las Hermanas Mirabal.

NOTA:

La FUNDACIÓN CORONEL RAFAEL TOMAS FERNÁNDEZ DOMÍNGUEZ INC., se permite agregar las notas más abajo indicadas con la finalidad de edificar al lector que desconoce detalles de esta etapa histórica y el papel jugado por sus protagonistas.

1. "Manolo", doctor Manuel Aurelio Tavárez Justo, líder del Movimiento Revolucionario 14 de junio y esposo de Minerva Mirabal.

2. "Las muchachas", Patria, Minerva y María Teresa Mirabal asesinadas por la Tiranía de Trujillo el 25 de noviembre del 1960.

3. Doña Chea Mirabal, madre de las tres hermanas asesinadas.

4. Juan Bosch, elegido presidente de la República el 20 de diciembre de 1962 y derrocado meses después.

5. Rafael Tomás Fernández Domínguez, coronel del Ejercito Nacional, líder del movimiento militar democrático y líder e ideólogo del Movimiento Militar Constitucionalista que desembocó en la Guerra de Abril.

6. Guerra de Abril, Movimiento Cívico Militar que luchaba por la reposición del Gobierno Constitucional de Bosch.

7. Aleyda Fernández, conocida periodista, prima de Arlette y del coronel Fernández Domínguez.

8. General Ramfis Trujillo, hijo del tirano Trujillo.

9. SIM, órgano militar represivo y La 40, lugar donde se encerraba y torturaba a los opositores al régimen del dictador Trujillo.

10. Doctora Milagros Ortiz Bosch, actual Vicepresidenta de la República.

11. Doctor Jaime David Fernández Mirabal, ex -vicepresidente de la República y primo hermano de las Hermanas Mirabal.

12. Martín Fernández, hermano de Arlette y figura importante en el Movimiento Militar Constitucionalista.

13. Miguel Angel Hernando Ramírez, coronel del Ejercito Nacional, líder del Movimiento Militar Democrático y Jefe del Movimiento Militar Constitucionalista en ausencia del coronel Fernández Domínguez.

14. Dedé Mirabal, la hermana sobreviviente.

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Aniversario incorrecto/Euclides Gutiérrez Félix
23 Agosto 2010

El 16 de este mes de agosto, se hizo público en diferentes medios de comunicación, que el pueblo dominicano celebraba ese día el 147 aniversario de La Restauración de la República, y tal vez, lo más preocupante es que diferentes organismos y comisiones gubernamentales auspiciaron y promovieron una conmemoración de tanta trascendencia como La Restauración, con un error histórico de importancia. La Restauración de la República, tuvo su inicio de manera principal el 16 de agosto de 1863, cuando en la madrugada de ese día, en el Cerro de Capotillo, en la frontera dominico-haitiana, un reducido grupo de valientes, encabezados por Santiago Rodríguez, José Cabrera y Benito Mención, enhestó la bandera dominicana confeccionada por Huberto Marzán y proclamó el inicio de la guerra contra la monarquía Española, bajo la consigna de Libertad o Muerte.

Entre el 16 de agosto de 1863 y el 12 de julio de 1865 trascurrieron un año y 11 meses y fue ese día, el 12 de julio de 1865, cuando abandonaron sin condiciones las tropas españolas el territorio dominicano, que quedó plasmada en el orden material y político, la soberanía de la república, restaurada por el sacrificio y el valor de nuestro pueblo. El 16 de agosto de 1863 se inició, con lo que la historia recoge con el nombre de El Grito de Capotillo, la más Grande Epopeya de este conglomerado, en aquel momento pobre y deshabitado, con apenas 250,000 almas, actor solitario de su historia que con tímida e impracticable ayuda física del gobierno haitiano, logro infligir a España en territorio insular, la derrota que repercutió apenas tres años después, en el pueblo cubano, escenario en el que se puso en práctica la extraordinaria experiencia militar de la escuela que fundó en el siglo XVI Enriquillo, capitán invicto de la sierra del Bahoruco.

En esas coincidencias extrañas de la historia, 59 años después, abandonaron el territorio dominicano las tropas de la Infantería de Marina de los Estados Unidos de América, que ocho años antes, en 1916, habían invadido el suelo patrio para fomentar la industria azucarera, producción necesaria para ese país, debido al desarrollo de la Primera Guerra Mundial. El 12 de julio de 1865, cuando fue consumada a plenitud, política, económica y socialmente La Restauración de la República, en la realidad de lo sucedido, la soberanía plena de la nación, convertida en República desde febrero 1844, quedó ese hecho señalado como la más grande epopeya de nuestro pueblo, llamado por Fidel Castro “legendario, veterano de la historia y David del Caribe”.

El 16 de agosto celebra el pueblo El Grito de Capotillo, acción imborrable y admirable que dio inicio a la guerra restauradora consecuencia lógica e inevitable, como respuesta viril a la traición de Pedro Santana de anexar el territorio de la parte oriental de La Española, con la categoría humillante de provincia de ultramar de una monarquía en términos políticos desacreditada. Es inolvidable el 16 de agosto de 1863 por el gesto de Capotillo y así se debe conmemorar, como se hizo ahora, solamente con el error de afirmar que era el 147 aniversario de La Restauración, cuando lo que conmemoramos es el 147 aniversario del levantamiento militar que dignificó aún más la historia del pueblo dominicano.

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La última carta del coronel Rafael Fernández Domínguez/Arlette Fernández

Para Arlette Fernández, su esposa.

Mayo del 1965
Río Piedras, Puerto Rico.

Adorada Letty:

Imagino lo desesperada que estás por venir y espero en Dios puedas resolver todo pronto para que puedas estar aquí en esta semana.

Te estoy haciendo esta carta porque es posible que cuando llegues yo no esté aquí, ya que hay una posibilidad de poder entrar a mi Patria y quiero decirte y pedirte muchas cosas. Espero que así sea, ya que no soporto más la situación en que me encuentro; mientras mis compañeros y mi pueblo, luchan y mueren, yo estoy aquí, como un idiota perfecto, después de luchar tanto y sufrir inmensamente en este odiado exilio; yo, que estaba llamado a responsabilizarme y dirigir el movimiento, tengo la desgracia de tener que contemplar desde lejos cómo matan cobardemente a los míos y no puedo ayudarlos, no puedo hacer nada; esto me tiene destrozado y creo que mi desesperación me volverá loco; lo que siento sólo es comparado a lo que sentí cuando murieron mi papá e Ivonne; bueno, tú sabes como he aprendido a amar a mi Patria y ahora no puedo hacer nada por salvarla.

Esto es terrible para mí, sólo Dios sabe lo que siento cuando hablo por teléfono con los muchachos y me doy cuenta de que no puedo estar a su lado. Por eso Letty, aunque sé que es una muerte segura, me voy como sea; he agotado todos los recursos imaginables para poder entrar pero ha sido imposible.

Imagínate, he pasado días enteros entre montes y cañaverales, y tratando de entrar en bote ya que en avioneta nadie puede ni se prestan con razón a entrarme; esta vez es seguro, pues hay un hombre muy responsable que se ofrece a llevarme y estoy listo para partir.

Estoy consciente del peligro pero, tú sabes que lo más sagrado para mí es el deber y hoy debo cumplirlo nada menos que con mi patria y mi pueblo. Me siento dichoso de que Dios me brinde la oportunidad de cumplirlo como soldado.

Si me pasa algo, sé que vas a sufrir mucho y tú y mis hijos pasarán trabajo. No les dejo siquiera una casa pero, cuando te veas muy apurada recuerda que esto es más que nada porque fui honrado y tengo mis manos inmaculadas y esto debe servirte de orgullo e incentivo para luchar; sé que eres valiente y no me defraudarás.

Además, recuerda lo que tanto te he dicho. Todos tenemos nuestro destino marcado y si el mío es morir por mi patria, es el destino más maravilloso que hombre alguno pueda tener y la felicidad que yo sentiría es algo inexplicable. Yo tengo el privilegio de haber aprendido a amar a mi pueblo y a mi patria de esta forma que sólo yo sé, de haber tratado de superarme a mí mismo y tratar de llegar a ser “UN HOMBRE”. Tú sabes como he luchado contra las tentaciones de la vida para hacer que en mi mente y en mi corazón aniden siempre y en todos los momentos de mi vida, la vergüenza, la honradez, la justicia, el amor y el patriotismo. Tú sabes todo esto, mi vida, por eso, si caigo por defender y cumplir con estos sagrados principios, por mis ideales que tanto he tratado de que sean verdaderamente puros, tú y mis hijos deben sentirse orgullosos, porque yo, desde donde esté, me sentiré muy feliz.

Al leer esta carta sé que te pondrás muy triste, pues sé lo que me quieres y lo sensible que eres, pero necesito desahogarme pues sufro mucho y estoy muy desencantado.

Por la prensa y la radio te habrás enterado de que los norteamericanos nos tildan de comunistas, esto no es más que un pretexto para aniquilarnos y con ello al pueblo que hoy lucha por reconquistar sus derechos, pues ellos muy bien que saben cómo somos y la razón y pureza de nuestros ideales, pero son malos, despreciables y traidores, cobardes animales que no saben con todo su poderío, de dignidad y honor, sólo les interesa el vil metal, lo demás para ellos no vale nada. Pero el valor y patriotismo de nuestro pueblo es algo que no se puede decir con palabras, y no podrán; antes, tenderán una alfombra de cadáveres sobre Santo Domingo y, aun cuando nos pisoteen, seremos más grandes y dignos que ellos.

Dentro de mi desesperación, siento un orgullo tremendo pues mis compañeros de armas, aquel grupo que yo elegí por su seriedad y vergüenza, ha dado muestras de un valor y patriotismo encomiable,

¿Te acuerdas lo que decía de Francis, Lachapelle y Quiroz?, no me equivoqué. También siento gran satisfacción porque aunque no luchamos precisamente por un hombre y un partido, he comprobado que el Señor Presidente es un gran hombre y de mucho valor, ya que esto no se demuestra sólo peleando; además, lo que más admiro en él es su nobleza e inteligencia porque ha sabido salvar vidas y no sólo de revolucionarios. Veo que los dominicanos no se equivocaron cuando lo eligieron.

Si me pasa algo, ocúpense tú y Celeste de cuidar mucho a mamá para que no vuelva a enfermar; bueno Letty, ya verás que no me pasa nada, los hombres tan idealistas como yo no mueren muy fácilmente, pero por si acaso, tengo algo que pedirte y encomendarte. En nombre de ese amor que nos tenemos, tienes que luchar con todos los medios a tu alcance para hacer de mis hijos hombres dignos y de vergüenza, honrados y valientes (sé que tú lo eres) porque si yo no puedo llegar a hacer por mi pueblo todo lo que pienso, entonces ellos tendrán que hacerlo, son mi aporte a la patria que venero, la única herencia que les dejo, a ti y a Ella; los varones, sean o no militares, tienen que luchar y morir si es necesario por verla libre y nuestro pueblo feliz y lo que es más, que den su vida, si es que tienen que hacerlo, llenos de felicidad; en resumen, incúlcales mis ideales, y entonces, como dice aquel escrito que puse en un cuadro en casa: NO

Ojalá traigas el dinero de la venta del carro, pues el que traje lo gasté en equipos para mi viaje y también se lo he dado a algunos amigos que han venido. Cómprale ropa a los niños y me le pagas cien pesos que le cogí prestados a mamá.

Me voy Letty, pero en esta carta te dejo mi corazón y mi alma. Miles de besos a los niños, cuídense mucho y que Dios los bendiga.

Te adora tu Rafa.

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49 años después/Euclides Gutiérrez Félix

17 mayo 2010
I)


El 30 de este mes, se cumplen 49 años del ajusticiamiento de Rafael Trujillo Molina, quien por el largo espacio de tiempo de 31 años gobernó a nuestro pueblo, sometiéndolo a un régimen de disciplina, respeto, trabajo, educación y terror, este último, método y acción, que se extendía a todos los sectores de la vida nacional, civiles y militares. 49 años después de su muerte, sigue siendo el personaje, que no alcanza la categoría de héroe ni de proceridad, más importante de la República en toda su historia. Pedro Santana, Buenaventura Báez, Ulises Heureaux, Ramón Cáceres, Horacio Vásquez y Joaquín Balaguer, que por períodos de tiempo importantes gobernaron al país, no tienen la importancia histórica ni dejaron las huellas positivas, más que negativas, que dejó Trujillo a los dominicanos.

Trujillo ejerció su autoridad a sangre y fuego. Sus condiciones políticas le permitieron ejercer el mando, imponiendo un régimen eficiente, constructor, agresivo e intolerante, con imborrables matices asesinos, expresión de su avasallante personalidad. Transformó radicalmente a la Nación, incorporándola institucional y definitivamente al siglo XX. Es la verdad histórica, real, objetiva, desapasionada e incuestionable. Federico Henríquez Gratereaux, intelectual de verdad, que nunca fue trujillista, a quien el autor de esta columna conoce desde su adolescencia, en su columna “A Pleno Pulmón”, de fecha 11 de mayo del corriente año, publicada en el matutino “Hoy”, recuerda las veces que ha señalado “la necesidad de digerir a Trujillo, esto es de comprender cuáles fueron los antecedentes históricos de su gobierno”.

El antitrujillismo aventurero, comercial, fantoche, cargado de mentiras y de fábulas, ha terminado empequeñeciendo las virtudes y cualidades fundamentales del pueblo dominicano hasta la dolorosa realidad de que un afamado escritor hispanoamericano, Mario Vargas Llosa, apátrida, aventurero, no tan perverso, cruel y genocida como Jorge Luis Borges, escribió una novela, ayudado por intelectuales dominicanos, llamada “La Fiesta del Chivo”, que es un insulto al honor y la dignidad de los dominicanos; de los que le sirvieron a Trujillo; de quienes lo combatieron y sufrieron persecución, prisión y torturas y de los que murieron, entregando sus vidas por el bienestar de nuestro pueblo; de quienes le sirvieron y sus hijos y descendientes, que cobardemente no defienden la memoria de sus antecesores que sirvieron a Trujillo; burla al personaje histórico, e irrespeto, desprecio y humillación al pueblo dominicano “Legendario, Veterano de la Historia y David del Caribe”, Actor solitario de su historia.

El oportunismo y el aventurerismo antitrujillista no tiene nada que ver con la vida y la conducta, discreta y silenciosa, de docenas de dominicanos y algunas dominicanas que sufrieron los rigores de la dictadura; que han seguido 49 años después sin riquezas, sin prebendas, sin haber heredado, por el robo, parte de la inmensa fortuna que Trujillo y un reducido grupo de familiares y protegidos acumularon a expensas del trabajo, sacrificio y muerte de nuestro pueblo.

24 mayo 2010
II)


En el orden político, el ciclón de San Zenón, del 3 de septiembre de 1930, fenómeno extraordinario de la naturaleza, que desarrolló vientos a más de 200 millas por hora y cuyo ojo aterrador estuvo suspendido por largo espacio de tiempo sobre el poblado de Santo Domingo, que por su estructura y composición era más bien un conglomerado rural que una ciudad, integrado por miles de casas de madera y ranchos techados de zinc, constituyó como fenómeno de la naturaleza el punto de partida del ejercicio de la autoridad dictatorial, avasallante y represiva del régimen que encabezaba desde hacía 18 días el afortunado militar de San Cristóbal, quien apenas doce años después de haber iniciado su carrera ascendía a la presidencia de la República. San Zenón sirvió al caudillo para presentar sus cartas credenciales como jefe capaz de reorganizar en términos económicos, sociales y políticos, al débil Estado que había nacido el 27 de febrero de 1844.

Veinte años después, al terminar la década que se había iniciado en 1940, bajo la dirección de ese régimen eficiente, constructor, en todos los aspectos sociales, de salud y educativos, agresivo e intolerante, con imborrables matices asesinos, como hemos señalado, la República Dominicana había dado un extraordinario salto cualitativo, iniciándose a partir de 1950 la etapa que hemos calificado como “El Cenit” del régimen trujillista. Para entonces por lo menos cuatro conspiraciones para derrocarlo se habían organizado en el país. En los primeros años de la década de 1930, las conspiraciones militares, encabezadas por el coronel Leoncio Blanco y luego la que encabezó el general Vásquez Rivera; inmediatamente después, la organizada por el grupo integrado entre otros por Juan Isidro Jiménez Grullón, Ángel Miolán, Vila Piola, José Selig y Rafael Ramón Ellis Sánchez (Pupito), que al parecer contaba con el apoyo de los hermanos Viriato y Antinoe Fiallo.

Fue en esos momentos, después de ser desvelada la conspiración y apresados la casi totalidad de sus integrantes que Pupito advirtió que “Trujillo solamente muerto puede ser sacado del poder”, reiterando que el agresivo mandatario no era un cobarde y que por el contrario era un profundo conocedor de la psicología del pueblo dominicano. Años después, entre 1934 y 1946, consolidada la autoridad y el poder de Trujillo, Eugenio de Marchena, capitán de caballería motorizada del Ejército, primo de Pupito Ellis Sánchez, organizó en las filas de Ejército un movimiento que tenía como objetivo principal, no la deposición del gobernante, sino su muerte.

Fracasados los intentos expedicionarios de los exiliados dominicanos para combatir la dictadura, reorganizado el Ejército, con excelentes y modernas armas en su poder, el gobierno consolidado, fuerte, rico por haber acumulado enorme capital en el proceso de la Segunda Guerra Mundial, entró en la etapa de construir la infraestructura imprescindible para el desarrollo del Estado dominicano: carreteras, puentes, caminos vecinales, hospitales, escuelas, mercados públicos y comunidades llamadas “Barrios de Mejoramiento Social”, comenzaron a levantarse y extenderse en todo el territorio nacional.

31 mayo 2010
III)


Durante el tiempo transcurrido entre 1945 hasta 1950, finalizando en 1955, o sea diez años, en que hemos señalado que la infraestructura física del país prácticamente quedó construida, Trujillo, ocupada su atención en esas construcciones y en otras cosas que creía más importantes, no se percató, con el instinto político que tenía, que el desarrollo material que su régimen de fuerza había propiciado, que acarreó incuestionable progreso en importantes renglones, generó la aparición y desarrollo de una pequeña burguesía urbana, llamada popularmente clase media, que tuvo acceso a estudios primarios, secundarios y en cantidad limitada, a los universitarios. Ese sector social terminó haciéndose receptivo a la carencia absoluta de libertades públicas y el ejercicio de los derechos humanos que padecía la población.

Desde el inicio de su régimen Trujillo se había visto obligado a reprimir con violencia y energía los intentos de combatirlo y derrocarlo que sus enemigos y adversarios, civiles y militares, habían llevado a cabo. Cientos de hombres habían caído victimas de sus represalias o de las intrigas, delaciones y denuncias que llegaban a sus oídos. Dentro y fuera del país su brazo había llegado a castigar, o ultimar, a los que consideraba enemigos políticos o personales. La lucha contra él y su gobierno fue permanente y sin descanso.

Del seno de ese sector de la pequeña burguesía urbana, corriendo la década iniciada en 1950, salió la decisión, después de la conspiración del capitán Eugenio de Marchena, de ultimar a Trujillo, en el interior del país. Ese proyecto lo concibió un joven abogado, cibaeño, nativo de Moca, llamado Rafael Estévez Cabrera, alias Fellito, en 1953, junto a algunos familiares entre los cuales se contaban hermanos y parientes. El plan de Estévez Cabrera, soñador, ingenuo y audaz, debía ejecutarse cuando Trujillo asistiera a las festividades de la batalla de Santiago del 30 de marzo de 1844.

Con Heureaux y Mon los autores y ejecutores de sus muertes conspiraron, podría decirse, públicamente. Ambos sabían de esas conspiraciones y conocían el nombre de muchos de los implicados que eran sus adversarios y además ciudadanos sin investiduras militares o mandos políticos. Consumar un atentado contra Trujillo era totalmente diferente. Los civiles, como se llamaban en el argot militar a los ciudadanos comunes del país, no tenían acceso al armamento castrense.

La presencia de militares activos o pensionados en un complot para eliminar a Trujillo era imprescindible. Esa tarea vino a realizarla Homero Hernández Almánzar, abogado, cuñado de Pupito Ellis Sánchez y sindicado desde su época de estudiante como desafecto al régimen. Homero era compadre del general Juan Tomas Díaz y en el transcurso de los años estrecharon su amistad a un grado fraternal. Horas, días y semanas pasaron conversando y discutiendo, desde 1955, la necesidad de eliminar al dictador. La mayoría de las veces Pupito estuvo presente en esas conversaciones que duraban hasta altas horas de la madrugada. Juan Tomás era militar activo y uno de los oficiales que gozaba de autoridad en el Ejército.

7 junio 2010
IV)


Después del 20 de diciembre de 1955, día en que fue inaugurada La Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre, gigantesca exposición nacional que el régimen de Trujillo organizó, después de haber firmado el dictador El Concordato, en el Vaticano, acuerdo que fue suscrito en 1954 y que, según confesó más tarde, en círculos muy íntimos el mismo Trujillo, la exposición era un consejo que le había ofrecido el Papa Pío XII en respuesta a la queja que Trujillo le había expresado en el sentido de que sus adversarios, particularmente los que residían en el exterior, no querían reconocer los avances que en el orden económico, agrícola, industrial y de otra naturaleza, había logrado el pueblo dominicano bajo su férreo y largo mandato. La Feria de La Paz se convirtió en barril sin fondo, en términos de dinero, y, aunque nunca se hizo pública la suma invertida, se comentó que rondaba los 35 millones de pesos de esa época, cuando la moneda dominicana estaba a la par o algo más del valor del dólar.

Después de la inauguración se inició el ocaso de la dictadura trujillista e inmediatamente después, en marzo de 1956, se produjo el secuestro en Nueva York de Jesús de Galíndez, episodio que en términos históricos y políticos era un atrevimiento y desafío de Trujillo a los Estados Unidos, porque Galíndez, exiliado español, que había sido secretario del dictador, era catedrático de la Universidad de Columbia, de la que había sido presidente el general Eisenhower, en ese momento presidente de la poderosa nación del Norte. Jesús de Galíndez, además, era confidente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), de los Estados Unidos, e informante también del Buró Federal de Investigaciones (FBI). El secuestro y muerte de Galíndez abrió un sendero de sangre que se llevó al piloto que lo trasladó en avión a territorio dominicano, joven estadounidense llamado Gerald Lester Murphy, de 22 años, y al médico que le acompañaba, Miguel Rivera; crímenes al que siguieron los del capitán piloto Octavio de la Maza, el teniente coronel Cobian Parra y la señora Ana Gloria Viera, cómplice del secuestro.

Otras muertes ocasionó el instinto asesino de Trujillo que, para esa época, al parecer, había comenzado a perder el sentido de la prudencia que en sus reacciones siniestras le había acompañado durante más de 25 años al frente de los destinos del pueblo dominicano. El derrocamiento de tres dictadores hispanoamericanos con profundos matices de diferencias como Juan Domingo Perón, argentino; Gustavo Rojas Pinilla, colombiano; y Marcos Pérez Jiménez, venezolano; provocaron un reordenamiento político en esta parte hispanoamericana del Caribe y de Suramérica, aunque el hecho político de mayor trascendencia se vino a producir el 1 de enero de 1959, cuando el movimiento guerrillero encabezado por Fidel Castro Ruz, en Cuba, derrocó el gobierno dictatorial, criminal, represivo, profundamente corrompido y amanuense y servidor de los intereses del gobierno estadounidense y particularmente del grupo más influyente en la vida del gangsterismo de ese país.

14 junio 2010
V)


Inmediatamente después del triunfo revolucionario del movimiento insurreccional, encabezado por Fidel Castro Ruz, en Cuba, carismático y excepcional líder, que fascinó no solamente con el hecho histórico del que había sido rector y guía a la juventud hispanoamericana, los acontecimientos y hechos políticos en el Caribe se profundizaron y precipitaron. Apenas seis meses después un contingente de dominicanos en el cual había, en gesto de solidaridad, cubanos, portorriqueños, venezolanos, estadounidenses, españoles y nicaragüenses, entrenados y armados bajo el patrocinio del gobierno revolucionario cubano, desembarcó el 14 de junio por la vía aérea, en el aeropuerto de Constanza, en la cordillera Central, ubicada en el centro del país y cinco días después dos lanchas con más de cien hombres llegaban a las playas de Maimón y Estero Hondo, en el Norte del país, en la provincia de Puerto Plata.

Hoy lunes 14 de junio del año 2010 se cumplen 51 años de ese episodio histórico, inmortal, que ha sido en términos cuantitativos el sacrificio humano y político de mayor trascendencia en las luchas internas de la República Dominicana. La llegada de ese contingente por la vía aérea fue de un impacto tan extraordinario en la vida de la sociedad dominicana, que agrietó, perceptible e inevitablemente, las bases del régimen trujillista que entró a partir de ese momento en un proceso de deterioro y descomposición definitiva. Ni siquiera Trujillo, que no era Fulgencio Batista, estaba en ese momento en términos políticos en condiciones de enfrentar un desafío de esa naturaleza porque con los matices asesinos e intolerantes del régimen que encabezaba, no podía dar una respuesta de tolerancia, comprensión y equilibrio, a ese grupo de expedicionarios valientes y dispuestos a sacrificar sus vidas.

Derrotados en el terreno militar, la mayoría de ellos sobrevivió a los enfrentamientos, tanto en la cordillera Central, en el área de Constanza, como en Puerto Plata; acciones que duraron cerca de un mes. El sacrificio de los dominicanos y de los extranjeros que les acompañaron ensanchó el sendero que conducía a la liquidación del régimen, que se había abierto con el secuestro de Jesús de Galíndez, en marzo de 1956. Los sobrevivientes de las Expediciones Inmortales del 14 y 19 de junio de 1959, fueron trasladados a la Base Aérea de San Isidro, en los alrededores de la ciudad capital, importante centro militar de la Fuerza Aérea Dominicana, bajo la jefatura de Rafael Trujillo Martínez, Ramfis. Muchos de ellos, particularmente los extranjeros, torturados primero en San Isidro, fueron también torturados en “La Cuarenta”, tenebroso recinto carcelario, dirigido por Johnny Abbes García.

Antes de transcurrido un mes de la derrota militar, en la parte trasera de la Academia Batalla de Las Carreras, por instrucciones de Ramfis Trujillo, la casi totalidad de los expedicionarios fueron ejecutados no obstante haberse presentado allí Rafael Trujillo Molina requiriendo quién había dado esa orden. Ramfis salió a su encuentro y le advirtió que eran sus órdenes porque esos expedicionarios habían llegado para darle muerte a él, Trujillo, y a toda su familia, incluida su madre, María Martínez.

21 junio 2010
VI)


El fusilamiento masivo de los sobrevivientes de Las Expediciones de Junio de 1959, ejecutado por órdenes expresas de Rafael Trujillo Martínez, Ramfis, en el recinto de la Academia Militar Batalla de Las Carreras, fue un hecho de extraordinaria importancia y repercusión, no obstante la protesta personal de su padre, que se presentó en ese lugar requiriendo a su hijo quién había autorizado la muerte de los heroicos combatientes, que habían dado al régimen, con su heroica decisión, una estocada mortal. Trujillo, acompañado por su hijo, que lo llevó hasta el automóvil, se ausentó del lugar sin que esa decisión, en términos históricos, lo haya descargado de la responsabilidad del crimen masivo que se estaba ejecutando, porque la jefatura política, militar y económica de la Nación descansaba, únicamente, en su persona, la que bajo ninguna circunstancia había delegado, totalmente, en otras manos.

Ese episodio profundo, conmovedor, inaceptable, de triste recordación, señaló el camino definitivo que a partir de ese momento siguieron importantes sectores de la sociedad, convencidos de que la desaparición física de Trujillo era un compromiso de honor que debía cumplirse en brevedad de tiempo de corto espacio. Entre julio de 1959 y mayo de 1961, apenas 22 meses, en proceso inevitable y en orden cronológico se sucedieron: la fundación y el proceso de organización del Movimiento Revolucionario Clandestino 14 de Junio, que bajo la dirección de Manolo Tavárez Justo y Minerva Mirabal, su esposa, y un numeroso grupo de hombres y mujeres de la pequeña burguesía urbana, quedo constituido en los primeros días de enero de 1960 y que aunque no pudo ejecutar las acciones y los propósitos que había planificado, llevó a partir del 11 de enero a las cárceles de la dictadura más de 300 personas.

La prisión y las torturas que mujeres y hombres, miembros del 14 de Junio, recibieron en la cárcel de La Cuarenta, originó la denuncia y la protesta de la Iglesia Católica, en una Carta Pastoral que se hizo pública el 25 de enero de 1960. Para Trujillo la Iglesia Católica había sido su apoyo y firme aliada en los treinta años de gobierno. La importancia e influencia de esa singular institución universal, en la República Dominicana, solamente era comparable con las Fuerzas Armadas, creada, sostenida y modernizada por el régimen. Según rumores que corrieron a lo largo y ancho del país Trujillo quedó profundamente afectado. En aquellos momentos que comenzaban serias dificultades, para las cuales el dictador y sus colaboradores no tenían respuestas inmediatas; la Iglesia asumía una posición de crítica. Realmente fue un golpe inesperado.

La naturaleza asesina que había normado la vida de Trujillo en sus treinta años de jefe absoluto de la Nación se manifestó en los días que transcurrieron, a partir del 11 de enero, al desvelizamiento del Movimiento Revolucionario 14 de junio. No obstante, al parecer, existió una renuencia del mismo Trujillo de aceptar la existencia de un movimiento conspirativo que aglutinaba en sus filas a cientos de jóvenes de la pequeña burguesía urbana, estudiantil y profesional.

28 junio 2010
VII)


Inmediatamente después de ser develado el Movimiento Clandestino 14 de Junio y de haber hecho de conocimiento público general la Carta Pastoral dirigida por los dignatarios de la Iglesia Católica a Trujillo, el 25 de enero de 1960, ocurrió un episodio que no tenía antecedentes en la vida política dominicana. Encabezado por el doctor Mario Read Vittini, conocido abogado, oriundo de San Cristóbal, que desde muy joven había ocupado importantes posiciones en el tren burocrático del Estado y en importantes cargos políticos, hasta llegar a desempeñar las funciones de vicepresidente del Partido Dominicano y miembro de una distinguida familia de la sociedad sancristobalense amiga de Trujillo, un grupo numeroso de jóvenes buscó asilo en la Embajada de Brasil, ubicada en la Máximo Gómez esquina Doctor Correa y Cidrón, de la ciudad capital.

Lo extraordinario de ese episodio no fue solamente la arriesgada y valiente decisión de quienes se asilaron, sino también la forma de cómo buscaron el asilo, ocasionando la muerte de dos agentes del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), a tiro limpio, acompañados de Caridad Díaz y de su hijo Nabucodonosor Henríquez, alias Nabu, hermana de Modesto y Juan Tomas Díaz, quienes para ese momento hacia años conspiraban para eliminar al dictador. Al asilo de estos jóvenes inmediatamente se sumaron otros asilamientos en la Embajada de Argentina y en otras embajadas hispanoamericanas. La autoridad de Trujillo, sus métodos arbitrarios, represivos y asesinos de gobernar, estaban frontalmente desafiados. Más adelante, el 24 de junio de 1960, auspició Trujillo el atentado contra el presidente de Venezuela, Rómulo Betancourt. Y a penas cinco meses después, el sádico, injustificable e inexplicable asesinato de las hermanas Mirabal y su amigo y acompañante, el joven Rufino de la Cruz, de conocida conducta antitrujillista en su lugar de origen.

Como antecedente de esos episodios estaba el asesinato de Ramón Marrero Aristy, el 17 de julio de 1959, y el asesinato, en los primeros meses de ese año, de Los Panfleteros de Santiago, crimen masivo en el que perdieron la vida cerca de 30 adolescentes, acción que no podía ejecutarse si no se tenía la aprobación o el consentimiento, expreso, de Trujillo; y fue en ese periodo que exterminados, también por expreso mandato de Trujillo, cayeron cerca de treinta sargentos de la Aviación Militar Dominicana, acusados de sabotear los motores de numerosos aviones de combate de esa institución militar. El sendero de sangre que inauguró Trujillo con el secuestro y la muerte de Galíndez, como hemos señalado en otras ocasiones, primero conmovió y aterrorizó a los sectores más sensibles de la sociedad dominicana, particularmente a la pequeña burguesía urbana y a sectores de la oligarquía tradicional y la incipiente burguesía nacional.

Los instintos asesinos de Rafael Trujillo Molina se habían desbordado y aunque en presencia de familiares y amigos y de su amante favorita, Lina Lovatón, negaba su responsabilidad por lo que estaba sucediendo, en términos históricos había llegado el momento de poner fin a ese huracán de violencia y crímenes que amenazaba con liquidar a numerosos miembros de la familia dominicana.

5 julio 2010
VIII)


El atentado contra Rómulo Betancourt, que fue ejecutado el 24 de junio de 1960, que se ideó y se organizó en Santo Domingo bajo la dirección y auspicio de John Abbes García y al que siguió, 5 meses después, el asesinato de las hermanas Mirabal, eran evidencias incuestionables de que Trujillo, asesino político selectivo, silencioso, había perdido el sentido de la prudencia, aun para matar, que había dirigido su vida desde 1930. Estos juicios no son del autor de esta columna, eran los criterios de nuestro padre, que por 22 años fue parte integrante del ejército que Trujillo había organizado y modernizado, llegando a ser capitán, sub-director del Centro de Enseñanza del Ejército y Jefe de Instructores de ese importante instrumento del control real y efectivo de la nación. Así pensaban también otros militares que se habían formado bajo la jefatura de Trujillo.

Fue esa agresividad indetenible de Trujillo que levantó en la pequeña burguesía urbana la firme decisión de enfrentar al régimen en todos los escenarios. Eso explica la fundación y creación del Movimiento Revolucionario y Clandestino 14 de Junio, el asalto decidido, frontal y valiente de la Embajada de Brasil y del grupo que pidió asilo en ese intento, en un hecho que no tenía precedente en la historia política de la Nación. Fueron esos acontecimientos que terminaron unificando el grupo que, bajo el liderato político y militar de Modesto y Juan Tomás Díaz, conspiraba para ajusticiar al agresivo y severo personaje. Y fue esa situación la que le hizo comprender al gobierno de Estados Unidos, presidido desde enero de 1961 por John F. Kennedy, que el mandato histórico de Trujillo había terminado y que la campana que anunciaba ese final era el triunfo del Movimiento Revolucionario, encabezado por Fidel Castro Ruz.

Para entonces los planes para asesinar a Patricio Lumumba, a Fidel Castro y a Trujillo habían sido incluidos en el llamado Plan ZR/Rifle que servía como guía política a la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Puesto en ejecución, los norteamericanos infiltraron en el grupo de los hermanos Díaz, al cual se había sumado Antonio de la Maza, a Donald Reid, abogado, rico empresario dominicano, ligado por vínculos familiares a los Vicini, e infiltraron también, sin lugar a dudas con el consentimiento de los jefes de esta importante familia, a Severo Cabral, empleado de ellos. Entre enero, febrero y marzo, el gobierno estadounidense a través de Robert D. Murphy, primero, el senador Smathers, después, y un tercer emisario que vino en mayo, intentaron convencer a Trujillo de que abandonara el poder y fuera a residir a Estados Unidos.

En el orden histórico Trujillo no tenía salida que lo llevara a territorio extranjero. En su carta del 27 de febrero de 1961 Juan Bosch se lo advirtió. Trujillo sabía que su destino estaba en este país. Y así lo ratificó a los emisarios de Kennedy, recordando que había nacido aquí y que aquí debía morir y ser enterrado; respuesta y decisión, contrario a lo que escriben los mitómanos historiadores dominicanos antitrujillistas, pues Trujillo, asesino, rapaz, intolerante y agresivo, era un hombre de decisiones coherentes, convencido de que “quien a hierro mata, a hierro muere”.

12 Julio 2010
IX)


Después del fracaso, en abril de ese año, de la expedición de Playa Girón, organizada por la Agencia Central de Inteligencia (CIA), auspiciada por el Gobierno de los Estados Unidos, encabezado por John F. Kennedy, los funcionarios de esa agencia sediciosa, encargados de ejecutar el llamado Plan ZR/Rifle, en relación con la República Dominicana, que tenía como objetivo principal la muerte de Trujillo, aterrorizados decidieron desactivar la conspiración encabezada políticamente por Modesto y Juan Tomás Díaz y Antonio de la Maza como líder del grupo de acción que ejecutaría el ajusticiamiento. Según testimonios, que merecen absoluto crédito, la propuesta del gobierno estadounidense fue rechazada. Y fue entonces, en los primeros días de mayo, al parecer, que Trujillo se entrevistó, en el hotel Embajador, con un emisario cuyo nombre se ignora, según relata Virgilio Álvarez Pina en “La Era de Trujillo, Narraciones de Don Cucho”.

Trujillo, visiblemente molesto, bruscamente, interrumpió la entrevista con el personaje desconocido y acompañado de Álvarez Pina y el Coronel Marcos Jorge Moreno se ausentó del hotel Embajador. En el trayecto hacia el Palacio, según ese relato, en el vehículo en que viajaban, Trujillo comentaba en susurros “estos gringos se creen que soy un pendejo” y una vez en su despacho, en el Palacio Nacional, le dijo a su acompañante “estos cabrones, mandan a un carajo a decirme que debo renunciar y vivir en el exterior gozando mi fortuna. Me proponen todas las garantías necesarias si accedo a sus deseos. ¿Qué te parece?”, le preguntó a Cucho Álvarez, quien a seguidas preguntó: “¿cuál fue su respuesta, Jefe?; y Trujillo me respondió: le dije que yo moriría con las botas puestas, pero que jamás, me iría del país como un cobarde”.

La suerte estaba echada. Después de esa entrevista del hotel Embajador, Trujillo haría un viaje al Norte y a la línea Noroeste, entre los días 9, 10 y 11 de mayo. Primero a Puerto Plata, a donde después de un gigantesco desfile cívico, inauguró el nuevo hospital Ricardo Limardo, cuyo director era un joven medico, llamado José Rodríguez Soldevilla. Asistió a una recepción en el Club de Comercio de Puerto Plata, en el cual presidió, en horas de la tarde, un coctel ofrecido por la sociedad puertoplateña y pasó, desde las últimas horas de la tarde hasta muy avanzada la madrugada, bailando con la música tocada por la orquesta Presidente Trujillo, que para ese momento dirigía el trompetista Goyo Rivas. Al siguiente día visitó Altamira e Imbert y partió para Santiago pernoctando en esa ciudad, la cual era, sin lugar a dudas, la comunidad preferida por él y a la cual dispensó siempre los mayores halagos.

El día 11 encabezó una manifestación multitudinaria, en Mao, donde presenció un desfile cívico gigantesco, participando en la tarde en otro coctel bailable, masivamente concurrido. A la caída de la tarde se despidió de sus acompañantes, legisladores y autoridades de la provincia, y les comunicó que se ausentaba para la capital, satisfecho porque el recorrido, políticamente, había sido exitoso. En la realidad de los hechos Rafael Trujillo Molina se estaba despidiendo del pueblo dominicano, convencido que su vida estaba llegando al fin.

19 Julio 2010
y X)


Entre el 20 y 26 de mayo de 1961, en rápidos recorridos por la Región Sur, Trujillo visitó varias provincias, y continuó esta vez sin acompañamientos de funcionarios, lo que era en la realidad histórica su despedida. Hacía pocos días, en los finales de la segunda semana de mayo, a bordo del yate Angelita, en las primeras horas de una madrugada, Trujillo, visiblemente cansado llegó al comedor de la nave vestido únicamente con calzoncillos de seda; allí encontró a sus amigos Cucho Álvarez y Paino Pichardo y después de saludarlos preguntó qué estaban tomando. Ellos le respondieron que tomaban café y Trujillo dijo: “No sean ustedes pendejos y llamando al valet le ordenó: tráigase tres tragos de ginebra y llévese el café. El valet obedeció y trajo las bebidas pedidas. Trujillo saboreó las ginebras y manifestó: ¡Los dejo y pronto”!

“Jefe, ¿pero es que usted se siente algo? No, que va, respondió Trujillo. Estoy perfectamente bien, pero yo sé lo que les digo y que no se hable más de eso. Vamos a tomarnos este trago”. (La Era de Trujillo; Narraciones de Don Cucho, páginas 139, 140,153 y 154). No hemos podido encontrar las razones por las cuales un número importante de historiadores, investigadores y ensayistas dominicanos escriben tantas cosas divorciadas de la realidad de los hechos en esta última etapa de la dictadura trujillista. La experiencia y el instinto político felino de Trujillo le permitían saber, como comunicó al presidente Kennedy por terceras personas, que sus días estaban contados y que debía morir aquí donde había nacido y vivido.

El 30 de mayo, en la noche, llegó a Estancia Radhamés y se cambió de ropa, vistiéndose con el uniforme militar de gris, que acostumbraba usar cuando viajaba a San Cristóbal. De su casa, después de las 9 de la noche, visitó a su hija Angelita, cuya residencia estaba en el lugar que ocupa hoy el Teatro Nacional; apenas diez minutos permaneció allí y salió, acompañado sólo de su chofer personal. En la puerta de la casa de Angelita, desde el auto conversó con el jefe de la Policía, coronel Luis Enrique Montes de Oca, brevemente, y el carro tomó la Máximo Gómez, en dirección sur, en ruta hacia el dramático episodio que conmovió los cimientos de la sociedad dominicana.

Rafael Trujillo, político y militar severo, metódico, organizador, asesino selectivo, tenía en su escritorio desde hacia tiempo una lista en la cual figuraban los nombres de la mayoría de los que le esperaban en la avenida que él había construido a lo largo de la costa del Mar Caribe. Trujillo sabía que no tenía exilio ni había lugar en América, en Europa, ni en ninguna otra parte, en el cual un hombre con los matices de su personalidad, megalómano, avasallante, Monarca Sin Corona de la región del Caribe, pudiera descansar en paz. A sangre y fuego gobernó 31 años al pueblo que él conocía profundamente y estaba convencido de que el pueblo dominicano antes o después, sin importar quienes componían socialmente el grupo que lo ajustició y sin importar su papel histórico, de habernos incorporado al siglo XX, le ajusticiaría con las mismas armas y métodos que había utilizado.

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Abril: un faro que se apaga/Euclides Gutiérrez Félix

5 abril 2010
I)


Abril en la historia del pueblo dominicano, en términos históricos, es un mes de extraordinaria importancia. En muchas ocasiones el autor de esta columna ha pasado revista a los acontecimientos y episodios de extraordinaria importancia que se han producido o iniciado en este mes, por lo regular hermoso por la naturaleza del clima de nuestro país, porque es el mes en el cual formalmente se inicia la primavera. Pero en la realidad, el episodio histórico más importante es el que se inició en la mañana del 24 de abril de 1965. El levantamiento Militar Constitucionalista, organizado bajo la dirección política de Juan Bosch y la jefatura militar de Rafael Fernández Domínguez, fue la expresión patriótica, valiente, revolucionaria y democrática, de un numeroso grupo de jóvenes oficiales del Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea.

El derrocamiento del gobierno de facto del mal llamado triunvirato, que era realmente un gobierno de dos personas, estuvo más que justificado por la corrupción, prevaricación, desorganización y entreguismo, de quienes habían usurpado, con el apoyo del gobierno de los Estados Unidos, de la oligarquía dominicana y la Iglesia Católica, la dirección política de la nación cuando derribaron, el 25 de septiembre de 1963, el gobierno presidido por Juan Bosch, que con el apoyo del 60% de los votantes había sido electo el 20 de diciembre de 1962. El inicio de ese episodio anunciado a la 1:30 de la tarde del sábado 24 por el doctor José Francisco Peña Gómez, secretario de Prensa y Propaganda del PRD, a través de la frecuencia de Radio Comercial, en el programa Tribuna Democrática, abrió las puertas a un escenario que para América era totalmente desconocido.

El Movimiento Militar Constitucionalista del 24 de abril de 1965 tenía como objetivo inmediato el restablecimiento del gobierno, legítimo, que presidía Juan Bosch e imponer de nuevo la vigencia de la Constitución de 1963, la más democrática y avanzada de todas las constituciones, modificadas a partir de la de noviembre de 1844, que había regido jurídicamente la vida del joven Estado republicano, que habían concebido Juan Pablo Duarte y sus compañeros, que hicieron realidad la República de febrero de 1844. Opuesto frontalmente a esa expresión soberana del sector militar y político más avanzado de nuestro país, de imponer la razón de ser dueños de nuestro propio destino, el gobierno estadounidense, presidido por Lyndon Johnson, ordenó la intervención militar del territorio dominicano.

Fue entonces, a partir del 28 de ese mes, que América y el resto del mundo vio por primera vez a un pueblo americano, de hermosa y ejemplar historia militar, enfrentar al ejército de la nación más poderosa del mundo, bajo el mando de un admirable grupo de jóvenes militares, la mayoría de los cuales habían pasado por escuelas y academias de Estados Unidos. Frente al Goliat agresivo, más que agresivo abusivo, el pueblo dominicano, llamado David del Caribe, enfrentó la soberbia injustificable del presidente estadounidense y del grupo de halcones que integraban su gobierno, que recibieron de manera inmediata las acusaciones y el repudio, por su actitud, de la inmensa mayoría de los pueblos del mundo.

12 abril 2010
II)


La intervención militar ordenada por el gobierno de los Estados Unidos, encabezada por Lyndon Johnson, a partir del 28 de abril de 1965, en pleno apogeo de la Guerra Fría, más que conmover indignó a la mayoría de los pueblos del mundo, particularmente un número importante de los pueblos hispanoamericanos, aun aquellos encabezados por gobiernos conservadores o por Juntas Militares. Frente al rechazo de la acción unilateral del gobierno estadounidense, la decisión de ellos fue apoderar a la Organización de Estados Americanos (OEA), para darle aspectos de legalidad al injustificable abuso, creando una mal llamada Fuerza Interamericana de Paz (FIP), no encontrando la mayoría necesaria para esa maniobra fraudulenta, porque de los veintiún miembros de los países americanos que integraban la ya desprestigiada organización, solamente trece votaron a favor de lo que los yankees necesitaban. Trece gobiernos votaron a favor y el voto catorce fue depositado en nombre de un gobierno, el del Triunvirato, que no gobernaba al país, por un apóstata llamado José Antonio Bonilla Atiles.

Desde Puerto Rico, Juan Bosch, el patriota, el sabio, maestro político, dispuso la integración de un gobierno elegido por el Congreso, designando para el ejercicio de la Presidencia de la República, al Coronel Francisco Caamaño Deñó. La casi totalidad de los dirigentes del PRD había buscado asilo en embajadas de países hispanoamericanos, y una figura inesperada, Luis Lembert Peguero, asumió, motus propio, la jefatura transitoria de la organización autoproclamándose Secretario General, porque quien desempeñaba esas funciones en el PRD, el señor Antonio Martínez Francisco, rico empresario, íntimamente ligado a la embajada de los Estados Unidos, se había refugiado en la base aérea San Isidro, denunciado a través de la radio que el Movimiento Constitucionalista había sido infiltrado por los “comunistas” desnaturalizando el Levantamiento Militar.

Francisco Alberto Caamaño Deñó, Coronel de la Fuerza Aérea Dominicana, convencido por Juan Bosch de que asumiera el cargo, fue elegido presidente por el Congreso de la República y tomó posesión el 4 de mayo de ese año, en el Baluarte de El Conde, en presencia de una gigantesca multitud, convocando en emotivo y breve discurso al pueblo, a defender la dignidad y soberanía nacional. Se había iniciado, desde el 28 de abril, un episodio sin antecedentes en la existencia de América, cuyos aspectos políticos en el orden internacional, por apoderamiento del gobierno de la República en Armas a través de su Ministro de Relaciones Exteriores, doctor Jottin Cury, pasaron a ser conocidos por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, en el cual bajo la frontal y responsable actitud del embajador de la Unión Soviética y de la mayoría de los países del entonces Campo Socialista, el Goliat estadounidense, se vio en la obligación de modificar, de manera inmediata, las intenciones de su presencia en territorio dominicano.

El pueblo dominicano, actor solitario de su historia, legendario, David del Caribe, representado por sus sectores, militares y civiles, más dignos y progresistas, se atrincheró en la parte Sur de la vieja ciudad de Santo Domingo, proclamando en la voz del presidente Caamaño Deñó y de Juan Bosch, exiliado en Puerto Rico, que prefería morir con las armas en las manos a rendirse incondicionalmente ante los invasores extranjeros.

19 abril 2010
III)


Juan Bosch, desde Puerto Rico, habló inmediatamente después de juramentarse el coronel Caamaño como Presidente Constitucional de la República en Armas, cuando la intervención militar de Estados Unidos se había convertido en un episodio de repercusión internacional, cuya ocurrencia continuó alineando gobiernos y pueblos en defensa de la soberanía y dignidad de la nación, pequeña, asentada en más de la mitad de la isla de Santo Domingo, en la cual la mayoría de sus habitantes apoyaban el movimiento que se había iniciado el 24 de abril de 1965, para restablecer la vigencia de la Constitución de abril de 1963 y el gobierno que presidía el ilustre escritor y maestro. En su intervención, Juan Bosch dijo que la mayoría del mundo apoyaba al pueblo dominicano y que la voz en su defensa que más se distinguía era la del General Charles de Gaulle, presidente de Francia y el último gran héroe vivo de la Segunda Guerra Mundial.

El presidente Johnson, junto al agresivo grupo de funcionarios, bautizados con el nombre de Halcones, comenzó a sentir el rechazo y la oposición de gobiernos de Hispanoamérica y de posiciones asumidas por sectores de esos países, de las cuales es necesario históricamente citar dos: el rechazo del gobierno militar del Ecuador, presidido por el Almirante Ramón Castro Jijón, que condenó la intervención y respaldó a nuestro pueblo; y la viril valiente y responsable actitud de las Fuerzas Armadas de Venezuela, que en apoyo al gobierno de Rómulo Betancourt, cuando los estadounidenses requirieron la participación de Venezuela en la mal llamada Fuerza Interamericana de Paz, a través de oficiales de rango superior hicieron pública esta admirable respuesta: “Cuando los ejércitos venezolanos han salido de sus fronteras geográficas, ha sido para llevar la libertad y la democracia a otros pueblos, nunca la opresión”.

El 19 de mayo, en el intento de ocupar el Palacio Nacional, atacados arteramente por soldados estadounidenses, fueron muertos en combate Rafael Fernández Domínguez, Juan Miguel Román, Ilio Capozzi, Euclides Morillo y José Jiménez; el primero Fundador y líder del Movimiento Militar Constitucionalista y ministro de Interior del Gobierno de la República en Armas; el segundo, jefe Militar del Comité Central del Movimiento Revolucionario 14 de Junio; el tercero, de nacionalidad italiana, héroe de la Marina de Guerra de su país y de extraordinaria actuación en la Segunda Guerra Mundial, oficial de la Marina de Guerra Dominicana e Instructor de los Hombres Rana; el cuarto, ayudante de Juan Miguel Román, valiente patriota y militante revolucionario; y quinto, José Jiménez, militante del 14 de Junio. En ese ataque al Palacio cayó herido Norge Botello, comandante y Miembro del Comité Central del 14 de Junio.

¡Alea Jacta Est! La valiente resistencia de los dominicanos, el repudio a la intervención y las denuncias que llenaron las páginas de los periódicos y las emisoras de radio y televisión, en América, Europa y Asia, obligaron a los yanquis a buscar una salida negociada que no fuera la intención absurda de aplastar y derrotar a los defensores de la soberanía, quienes solamente cumplían un mandato de su personalidad histórica: “Ningún pueblo ser libre merece si es esclavo indolente y servil”.

26 abril 2010
IV)


La firmeza de la resistencia a la intervención militar de los Estados Unidos en abril de 1965, proyectó al pueblo dominicano en el escenario internacional, motivado por su conducta y firme decisión, una gigantesca y progresiva expresión de admiración por la naturaleza abusiva de la acción ordenada por el presidente de Estados Unidos, Lyndon Johnson, convencido al parecer, al igual que sus asesores más cercanos, civiles y militares, de que la sola presencia de una avanzada del ejército más poderoso del mundo pondría en fuga a los militares constitucionalistas y a la inmensa mayoría del pueblo que los apoyaba en su acción de restablecer el imperio de la Constitución de 1963 y el gobierno patriótico, legítimo y popular que encabezaba el profesor Juan Bosch, derrocado en septiembre de 1963 por un artero golpe de Estado, apoyado por el Gobierno estadounidense, presidido por John F. Kennedy.

Desde el 28 de abril hasta octubre de 1965, el desarrollo de este episodio, de trascendental importancia histórica, y el poder de decisión de los dominicanos, con gran respaldo internacional, obligó al abusivo gobierno de Johnson a sentarse en una mesa de negociaciones, utilizando como representante a una supuesta comisión de la OEA, bajo la jefatura de Ellsworth Bunker, agresivo anciano y veterano político, obediente a los dictados de los halcones de Washington, dirigidos por Thomas Mann, quienes rechazaron la propuesta de la vigencia de la Constitución de 1963 y el establecimiento de un gobierno presidido por Antonio Guzmán. Esa proposición hecha por Bosch en Puerto Rico a McGeorge Bundy, consejero de Seguridad Nacional de su país, le fue comunicada al presidente de la República en Armas, coronel Francisco Caamaño Deñó, y a su gabinete, por el coronel Rafael Fernández Domínguez, quien viajó a Santo Domingo acompañado de McGeorge Bundy y el coronel del Ejército español, Enrique Herrera Marín, instructor que organizó la Academia Militar Batalla de Las Carreras.

Entre mayo y octubre el pueblo, bajo la jefatura de los militares constitucionalistas, enfrentó, con la firmeza propia de su naturaleza, dos agresiones de la llamada Fuerza Interamericana de Paz: el 19 de mayo, como hemos señalado, y el 15 de junio, cuando se libró en la parte sureste de la ciudad capital la batalla de Santa Bárbara; en ese enfrentamiento frontal con las tropas estadounidenses, soldados puertorriqueños, particularmente, se negaron a combatir contra el pueblo y muchos de ellos dijeron después que las tropas estadounidenses a las que pertenecían, habían tenido más de doscientas bajas y heridos, propiciadas por los dominicanos.

América no había conocido, desde la creación de las repúblicas, que convirtieron a las antiguas colonias de España y de Inglaterra en Estados independientes, un episodio tan emotivo, admirable y espléndido que era, en la realidad de los hechos, una auténtica expresión del poder de decisión y la valentía del pueblo dominicano, como lo había advertido, en actitud de reconocimiento, desde el siglo XIX, el gran maestro antillano Eugenio María de Hostos.

3 mayo 2010
V)


Rechazada frontalmente la proposición de Juan Bosch de un gobierno constitucional presidido por Antonio Guzmán por el grupo de halcones que tenían el control de la política exterior de los Estados Unidos, consejeros de Lyndon Johnson, maniobraron, comunicándose con el señor Jimmy Pastoriza, miembro de la oligarquía cibaeña, oriundo de Santiago, amigo de Thomas Mann, a quien se le pidió la recomendación de un candidato para la presidencia de la República que conviniera al gobierno estadounidense. Ni corto ni perezoso, Pastoriza, por vía telefónica, recomendó a su cuñado Héctor García Godoy, diplomático que sirvió por muchos años al régimen de Trujillo y antiguo Ministro de Relaciones Exteriores del gobierno del profesor Bosch. García Godoy, rechazado en principio por el gobierno del presidente Caamaño Deñó, fue impuesto a cañonazos y amenazas por la comisión de la OEA y los representantes del gobierno estadounidense.

Llegaba a su etapa final el extraordinario episodio que se había iniciado el 24 de abril de 1965. García Godoy tomó posesión asumiendo la presidencia de la República e integrando un gabinete aceptado por los Estados Unidos, que al quedar suspendido el Congreso de la República, tenía también, como gabinete, funciones legislativas. El último capitulo del episodio antes mencionado llamado por el autor de esta columna “La Epopeya Incompleta”, ya que la Gran Epopeya del pueblo dominicano ha sido, hasta ahora, La Guerra de la Restauración, vino a producirse el 19 de diciembre de ese año, en Santiago, cuando una numerosa comitiva, encabezada por el coronel Francisco Caamaño Deñó, se trasladó a esa ciudad a rendir homenaje al fundador del Movimiento Militar Constitucionalista, Rafael Fernández Domínguez, caído en combate el 19 de mayo en el asalto al Palacio Nacional.

Allí en la capital del Cibao le fue preparada una emboscada que comenzó con un ataque en el cementerio municipal, ejecutado por soldados de la Fuerza Aérea Dominicana y que más tarde se repitió en el hotel Matum, a partir de las 9:30 de la mañana, cuando más de 400 soldados de infantería de esa institución aérea, apoyada por tanques y aviones Mustang, atacó en dicho hotel a los que participamos en el acto conmemorativo de Fernández Domínguez, que lo componían cientos de personas, entre las cuales habían mujeres, adolescentes y niños. Sin miramientos de ningún género, preparado por la jefatura de la mal llamada Fuerza Interamericana de Paz, se fraguó el crimen masivo para eliminar físicamente al coronel Caamaño, a los jefes militares que le acompañaban y a las personalidades civiles de su gobierno que allí se encontraban.

La acción ruin, cobarde, criminal y asesina, de los jefes civiles y militares de las tropas que ocupaban el territorio nacional fue rechazada con la misma firmeza, decisión y valor, que son cualidades propias de nuestro pueblo, con las que se había rechazado la presencia del ejército estadounidense, a partir del 28 de abril en la ciudad de Santo Domingo. ¡Qué hermosa lección de patriotismo, soberanía, dignidad y honor, dimos los dominicanos! “Pueblo legendario, veterano de la historia y David del Caribe”!

10 mayo 2010
y VI)


La resistencia victoriosa de los militares constitucionalistas y de los civiles que le acompañábamos en el hotel Matum, el 19 de diciembre de 1965, fue el último episodio militar de ese capítulo que hemos llamado “La Epopeya Incompleta” y la última lección, en ese entonces, que le dio el pueblo dominicano a los gobernantes de los Estados Unidos, que integraban el gobierno presidido por Lyndon Johnson. A partir de ese momento nuestro pueblo obtuvo el reconocimiento de un criterio totalmente diferente en esa poderosa nación del norte, que le ha servido de advertencia para aprender, como lo confirmaron los vietnamitas años después, que los pueblos no son grandes y poderosos, firmes y decididos o valientes, por su tamaño geográfico, ni por el grado de riquezas que hayan acumulado durante su existencia. Por esas razones Fidel Castro nos calificó de “pueblo Legendario, Veterano de la Historia y David del Caribe”.

Allá, en el recuerdo, en el registro de la memoria, queda el ejemplo de las mujeres y hombres que participaron y dirigieron esa hazaña, muchos de los cuales murieron levantando con dignidad y firmeza la bandera de la soberanía. Por esas razones la generación actual y las futuras deben tener presente que los principios que sustentan el ordenamiento de una sociedad democrática, que son los de igualdad, salud, educación y justicia social, no pueden olvidarse jamás y que esos principios como un faro gigantesco que no se apague nunca, deben pautar, como camino correcto, acertado, exitoso, el destino de nuestro pueblo.

Ahora, en los momentos actuales, y frente a un futuro que no es halagüeño, por el desequilibrio económico que todavía impera en el escenario americano de Centroamérica y del Caribe, los miembros y militantes del Partido de la Liberación Dominicana estamos obligados, mujeres y hombres, a mantener vivo el recuerdo del gran maestro político dominicano y de América, el profesor Juan Bosch, que fue el personaje inmediatamente después del ajusticiamiento de Rafael Trujillo Molina, en mayo de 1961, que a su regreso del exilio por más de veinte años, sustentado en su extraordinaria experiencia política, adquirida por haber vivido en diferentes países americanos, y adornado por una espontánea vocación de servicio ciudadano, se entregó en cuerpo y alma a elevar el conocimiento, de la lucha política, del pueblo, guiándolo a la victoria del 20 de diciembre de 1962, cuando obtuvo el 60% de los votos depositados en las urnas electorales, imponiendo un record que nadie ha podido igualar.

El ejemplo que ofreció el pueblo dominicano, encabezado por los militares constitucionalistas, Rafael Fernández Domínguez, Francisco Caamaño Deñó, Juan Lora Fernández, Manuel Montes Arache, sus compañeros militares y los civiles patriotas y revolucionarios que les siguieron y apoyaron, se proyectó, años después en el Perú, con el general Juan Velasco Alvarado; Omar Torrijos, en Panamá; Juan José Torres, en Bolivia; y ahora, en estos dramáticos momentos que vivimos, en la figura de Hugo Chávez Frías, presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Cuarenta y cinco años después de esa “Epopeya Incompleta”, la suerte está echada, todavía.

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Horacio Vásquez y Rafael L. Trujillo/Frank Moya Pons
30 enero 2010

En 1929 no era un secreto para nadie que el Presidente Horacio Vásquez estaba enfermo y que su vida podía verse en peligro en caso de que su dolencia se agravara. Todos esperaban que el Vicepresidente José Dolores Alfonseca sucedería a Vásquez y que su primera víctima sería el jefe del ejército, Rafael Trujillo. Pero tanto los opositores de Alfonseca dentro de su propio partido como los opositores al gobierno querían impedirle su llegada al poder, y la única forma posible de hacerlo era a través de Trujillo.

El jefe del ejército vino a convertirse así en la figura clave de aquella coyuntura que fue agravándose a medida que transcurría el año 1929 y que culminó en una crisis cuando Horacio Vásquez finalmente cayó postrado en cama y tuvo que ser trasladado urgentemente a Baltimore para someterse a una operación quirúrgica con el propósito de extraerle un cálculo renal que terminó con la extirpación de uno de sus riñones.

Trujillo había hecho una rápida carrera militar desde su ingreso en la Policía Nacional Dominicana en tiempos de la ocupación militar norteamericana. A medida que fue ascendiendo había ido utilizando su creciente poder para hacer fortuna realizando negocios con la compra de alimentos, ropa y equipo de soldados. Al llegar a la jefatura del ejército, Trujillo se enriqueció más aún e invirtió su dinero en tierras y propiedades urbanas, demostrando con ello poseer un decidido espíritu empresarial y un afán de lucro poco común.

Trujillo aprovechó la desmedida confianza que le dispensaba el presidente Vásquez -quien lo había hecho jefe del ejército en reconocimiento a su demostrado horacismo- para colocar en los mandos claves del ejército a oficiales adictos a su persona aparentando que eran adictos a Horacio Vásquez. Poco a poco Trujillo convirtió aquel cuerpo de orden en un negocio personal y en una maquinaria militar al servicio de sus intereses, aunque momentáneamente sirviera para sostener a Vásquez y apoyar la política del Partido Nacional.

La riqueza de Trujillo era ampliamente conocida y era de conocimiento público que el sistema de compras y aprovisionamiento del ejército era su principal fuente de ingresos. En 1927, por ejemplo, el presupuesto del ejército cerró con déficit y Trujillo no pudo justificar cómo había gastado el dinero ese año. En 1929, en ocasión de un estudio administrativo-financiero que hizo una misión estadounidense contratada por Vásquez para modernizar diversos departamentos del gobierno, se descubrieron las vías de escape del presupuesto militar que Trujillo utilizaba en su provecho.

No obstante las recomendaciones de esa comisión para que fuese corregida la situación, y a pesar de las demandas de los alfonsequistas para que Trujillo fuese removido de su cargo, Vásquez siguió dándole todo su apoyo y se negaba a creer las informaciones que le advertían de los planes de Trujillo para derrocarlo en combinación con varios políticos coalicionistas. La confianza de Vásquez en Trujillo convirtió a éste en una figura intocable del régimen y en un punto de serios conflictos entre el jefe del ejército y el Vicepresidente Alfonseca.

Vásquez salió del país el día 28 de octubre de 1929 y regresó el día 5 de enero de 1930, luego de haber sufrido una seria operación que lo mantuvo al borde de la muerte durante más de un mes y le quitó mucha de su proverbial energía física. Durante esas diez semanas en que Vásquez estuvo ausente, la campaña por la reelección siguió adelante. La situación política se agravó al rumorarse que el jefe del ejército sería destituido por conspirador, y más aún cuando éste se presentó, fuertemente armado y con su escolta en actitud desafiante en las oficinas de Alfonseca.

A partir de entonces se difundió el rumor de que Trujillo conspiraba auxiliado por Rafael Vidal, recluido en la Fortaleza Ozama acusado de homicidio, y por el coalicionista Roberto Despradel. Ambos, Vidal y Despradel, le habían hecho ver a Trujillo que, ante la posibilidad de que Vásquez no regresara vivo, era necesario impedir que Alfonseca continuara en el poder. Tan notorios se hicieron los rumores de esta conspiración que el Ministro estadounidense invitó a Trujillo a pasar por la Legación de Estados Unidos en dos ocasiones para advertirle que su gobierno no reconocería un régimen surgido como resultado del uso de la fuerza. Trujillo protestó en una y otra ocasión declarando ser fiel al gobierno de Vásquez, pero a medida que pasaron los días los preparativos del golpe de Estado seguían avanzando.

Un político llamado Rafael Estrella Ureña, que había sido secretario de Estado de Vásquez y se había separado del gobierno para combatir la reelección, había formado una agrupación llamada Partido Republicano. Este político había aglutinado opositores en la capital y en Santiago, y había celebrado un pacto con los líderes de otros pequeños partidos opuestos a Vásquez, entre los que se destacaba Desiderio Arias, quien dirigía la "pata prieta" del antiguo partido jimenista, ahora bajo el nombre de Partido Liberal. Estrella Ureña también hizo contacto con los velazquistas o progresistas, con quienes acordó integrar una candidatura antirreeleccionista encabezada por Velázquez como candidato a la Presidencia y secundada por él como candidato a la Vicepresidencia.

Pero en realidad, Estrella Ureña sólo estaba reuniendo fuerzas políticas de la Oposición para dar apoyo al movimiento que él y Trujillo habían acordado. A principios de febrero ambos habían convenido en que Estrella Ureña y sus parciales iniciarían un movimiento en Santiago de los Caballeros que se apoderaría de la Fortaleza San Luis y desde allí levantarían un "movimiento cívico" que marcharía con hombres y armas hacia la capital para obligar a Vásquez a renunciar, mientras el ejército, aparentando evitar un derramamiento de sangre, se abstendría de intervenir.

A pesar de las numerosas denuncias que recibió Horacio Vásquez en el sentido de que Trujillo lo estaba traicionando, a ninguna dio crédito pensando en que todas eran obra de las intrigas y pugnas políticas entre el jefe del ejército y el vicepresidente Alfonseca. Esta confianza perdió a Vásquez pues lo cierto es que el golpe estaba planeado para el día 16 de febrero de 1930 y no fue llevado a cabo en esa fecha porque ese mismo día, precisamente, el nuevo Ministro norteamericano viajó a Santiago y los conspiradores no creyeron prudente iniciar el movimiento en la fecha convenida.

El día 23 de febrero, Estrella Ureña y sus partidarios, secundados por Desiderio Arias y Elías Brache, antiguos líderes del jimenismo, dieron inicio a lo convenido. Un tío de Estrella Ureña, el general José Estrella, "atacó" la Fortaleza San Luis y la tomó. Según lo convenido con Trujillo, la guarnición de la fortaleza no opuso resistencia. La marcha hacia la capital se inició de inmediato y tres días más tarde varios cientos de hombres, parcialmente armados con rifles viejos que Trujillo les había enviado subrepticiamente, hacían su entrada en la ciudad de Santo Domingo.

Tras una dolorosa pugna consigo mismo, Horacio Vásquez finalmente se convenció de que el hombre a quien él había encumbrado a la más alta posición militar lo había traicionado. Vásquez se asiló en la Legación norteamericana, a pesar de los esfuerzos de sus amigos para que reaccionara destituyendo a Trujillo. El presidente era ya un hombre viejo, enfermo y cansado que había perdido sus antiguas energías. Vásquez dejó sobre el escritorio el borrador de Decreto con que debía destituir al jefe del ejército. Para no romper con el orden constitucional, Vásquez aceptó negociar con los líderes rebeldes encabezados por Estrella Ureña, mientras Trujillo permanecía en la Fortaleza Ozama esperando los resultados y manejando los hilos de la trama. De estas negociaciones surgió el entendido de que Vásquez nombraría a Estrella Ureña Secretario de Estado de Interior y Policía, que era a quien le correspondía ejercer la Presidencia en ausencia del presidente y del vicepresidente.

Alfonseca y Vásquez presentaron formalmente sus renuncias al Congreso el día 2 de marzo y, al día siguiente, Rafael Estrella Ureña pasó a ocupar la Presidencia de la República, siendo recibido y juramentado por el Congreso el día 3 de marzo de 1930. Un par de días más tarde, Alfonseca y Vásquez tomaron el camino del exilio embarcándose hacia Puerto Rico. El movimiento del 23 de febrero detuvo la reelección de Vásquez, pero no calmó la intensa agitación política que había con motivo de las próximas elecciones que debían celebrarse el próximo 16 de mayo. Tan pronto Vásquez y Alfonseca salieron del país, los partidos reiniciaron sus campañas pues los progresistas y los coalicionistas que habían apoyado a Estrella Ureña esperaban triunfar en las elecciones, pensando que desde la Presidencia éste podía hacer mucho por la candidatura que había integrado con Velázquez varias semanas atrás.

La Legación norteamericana había declarado que no reconocería ningún gobierno presidido por el general Trujillo a resultas del derrocamiento de Vásquez, y todos confiaban en que las urnas decidirían la pugna por el poder. Pero todos estaban equivocados, pues pocos días después de la juramentación del nuevo presidente se hizo evidente que quien mandaba era el jefe del ejército y que Estrella Ureña no era más que un juguete en sus manos.

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Recordando el 46 aniversario de la gesta de 1963/Archivo General de la Nación
25 noviembre 2009

Debido a la cantidad de errores gramaticales -y de redacción-, que este corte periodístico tenía en sus orígenes, se hace imperativo señalar que deben existir errores en la escritura de los nombres que se mencionan, lo que no tendría nada de extraño viniendo de la Prensa dominicana. Lo hemos incluído en nuestra página porque recoge los combatientes revolucionarios que subieron a las montañas a defender el gobierno derrocado el 25 de septiembre del 1963.

Con motivo de la conmemoración del 46 aniversario de la gesta que encabezó el doctor Manuel Aurelio Tavárez Justo (Manolo) en 1963, la Academia Dominicana de la Historia, la Comisión de Efemérides Patrias y la Fundación Manolo Tavárez, recordarán a los hombres y mujeres que lucharon por la eliminación de los remanentes de la tiranía de Rafael Leónidas Trujillo Molina; por el retorno al poder, sin elecciones, del profesor Juan Bosch; y por la reinstauración de la Constitución que parió su gobierno.

En el acto que se desarrollará en la sede de la Academia Dominicana de la Historia, este jueves 26 de noviembre, se recordará a los combatientes del Catorce de Junio (1J4) que se alzaron a las montañas a través de diferentes frentes guerrilleros, el 28 de noviembre de 1963, dos meses y tres días después del golpe de Estado perpetrado en septiembre.

Manolo Tavárez, con treinta y tres años de vida -que dedicó sin condiciones a combatir las injusticias, la desigualdad social y la falta de derechos-, cayó asesinado por tropas del Ejército Nacional el 21 de diciembre de 1963, pese a haber negociado su entrega.

El foco guerrillero de Las Manaclas estaba compuesto por 29 combatientes, de los que solamente ocho salvaron la vida. Los caídos en Las Manaclas fueron el doctor Manuel Aurelio Tavárez Justo, el ingeniero Jaime Rafael Ricardo Socias, el doctor José Cabrera González, Juan Ramón Martínez (Monchi), Jesús Antonio Barreiro Rijo (Tony), José Daniel Fernández Matos, el ingeniero Rubén Días Moreno (Rudy), el agrimensor Domingo Sánchez Bisonó, Manuel de Jesús Founder Leonte, Antonio Schott Michel Fernando, Arturo Martínez Torres, Antonio Filión (Manchao), Caonabo Abel Manuel de los Santos Reyes Díaz (Rayito), Alfredo Peralta Michel (Alfredito), Francisco del Carmen Bueno Zapata y Rubén Alfonso Marte Aguazo (Fonsito).

En La Horma, entre San José de Ocoa y Valle Nuevo, murieron Hipólito Rodríguez Sánchez (polo) -Jefe del grupo de los Quemados-, Adolfo González y Negro Rodríguez de Jesús. Fueron capturados Arsénico Ortiz Fernández (cubano), Francisco Peralta Trinidad, Arturo Romero, José Rafael Pérez Modesto, Gonzalo Pérez Cuevas, José Altagracia Suazo y la Dra. Carmen Lora Iglesias (Piky).

En Loma Colorada, jurisdicción de San Francisco de Macorís, fueron capturados Rafael Chaljub Mejía, Luís Adolfo Domínguez, Abel Rodríguez del Orbe, José Aníbal Guzmán, Cruz Peralta y Homero Hernández (este último sería muerto años después por una patrulla de la Policía Nacional).

En El Calvario, de Nagua, fueron capturados Manuel de Jesús Checo, el Dr. Nathanael Díaz González, Emil Elías Esmurdoc Ariza, Juan Lantigua Javier, Aquiles Reynoso Paulino, Oscar Edgard Cabral Rodríguez, Ramón Euclides Morillo Martínez y Reyes Saldaña.

En Villa Nizao, Enriquillo, capturaron a José Antonio Moquete Capell, Juan José Javier Reyes, Gil Alberto Pérez Rijo (Belisario), Lilo Coss Batista, el Dr. José Dionisio Bautista Fabián, Angel Luís Pertnella Ceballo (de nacionalidad española) y Federico Cuello Dávila.

En El Fondo -Polo-, Barahona, fueron capturados el Ing. Jaime Capell Bello, el Dr. Enrique Batista Gómez, José Hungría Sánchez, Raymundo Cuevas Sena y Nelio Hernández Bautista.

En la región Este murieron Rafael Faxas Canto (Pipe), Herniquillo Almánzar, Caqui Meléndez y Minaya Fernández.

En Pedro Sánchez fueron capturados José Antonio Contando y Cristóbal Román (Cristobita).

En la región Septentrional murió Félix Jerónimo Escaño Peña y fueron capturados Edmundo Díaz, el Ing. Daniel Matías, Francisco Tello, el Dr. Sostenes Peña Jáquez (muerto después en el asalto a San Francisco de Macorís durante la Guerra de Abril de 1965) y el Dr. Juan Miguel Román (muerto heroicamente en el asalto al Palacio Nacional durante la Guerra de Abril de 1965).

En Los Quemados, Bonao, fueron capturados Juan José Matos Riveras, Marcelino Grullón Jiménez, Teódulo Radhamés Guerrero, el Dr. Bienvenido Aquino Pimentel, Benito Alejo Germán Vargas, Arquímedes Pagan Feliz, Eduardo Rosa Aristy, el Ing. Manuel Lulo, Antonio Mirabal Jiménez, Julio Lora Genao, Freddy Reyes, Marcelino Antonio Rosado, José Romero Bello Suriñach, Julio Enríquez Montandón, Marcelino Antonio Vargas Jáquez, Zoilo Batista, Hugo Alberto García Muñoz, Ángel Rafael Abud y Manuel de Regla Medrano.

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Valor histórico del 5 de julio de 1961/Tony Raful
30 junio 2009

Solamente las experiencias del Partido Socialista Popular en 1947 y el Movimiento Popular Dominicano en 1960, constituyeron desafíos políticos al tirano en la lucha interna pública por la democracia y la libertad. Estos ensayos fueron sofocados en sangre por Trujillo y en ambas oportunidades la dictadura aprovechó la situación de acoso internacional y ofreció supuestas garantías para el desarrollo de las ideas políticas y las luchas opositoras.

En 1947, como consecuencia de los vientos democráticos que soplaban en el mundo sobre los restos calcinados del nazifacismo, Trujillo se presentó como gobernante democrático que auspiciaba bajo su mando la convivencia de partidos y fuerzas de oposición. Pero Trujillo fue uno de los farsantes más conspicuos que hayan existido, y aquel movimiento de apertura, al cual se acogieron los líderes del exilio, agrupados en el PSP regresando al país, se convirtió en sainete sangriento a los pocos meses, cuando algunos de ellos fueron asesinados como Freddy Valdez y otros apresados, torturados y obligados a buscar asilo en las embajadas latinoamericanas.

Todavía algunos años después el brazo largo de Trujillo secuestró y desapareció en La Habana al líder obrero Mauricio Báez, uno de los dirigentes del Partido Socialista Popular que desempeñó un papel estelar en la lucha pública de 1947 y quien había eludido la persecución consiguiendo refugio diplomático. En 1960, bajo el repudio continental a su dictadura obsoleta y bajo el cerco de aislamiento creciente, así como la pérdida de apoyo norteamericano, volvió a ofrecer "garantías" a los exiliados anti trujillistas para que regresaran a la nación y desenvolvieran sus actividades públicas en un clima de seguridad y participación igualitaria.

La oferta fue aceptada de inmediato por el aguerrido e indoblegable Movimiento Popular Dominicano, cuya tesis fundacional fue sintetizada en la consigna de "Lucha interna o Trujillo siempre". Las actividades de este grupo fueron bañadas en sangre por Trujillo ante el sorpresivo auge que tomaron sus acciones de masas y sus denuncias públicas contra la tiranía, desapareciendo a 89 jóvenes y sometiendo a bárbaras torturas y escarnios a sus dirigentes principales, Máximo López Molina y Andrés Ramos Peguero.

El ajusticiamiento de Trujillo por un grupo de valientes la noche del 30 de mayo de 1961 obligó a sus sucesores y remanentes a emplear la misma táctica de su difunto jefe, de ofrecer "garantías" a los exiliados para que retornaran a ejercer sus derechos civiles y políticos, con la finalidad de ganar tiempo en la recomposición del cuadro político y asegurar la continuidad de proceso trujillista bajo la impronta de las nuevas condiciones exigidas por la comunidad internacional de democratización del régimen y apertura de libertades. Fue entonces, cuando arribaron a territorio nacional integrando la llamada "Comisión de la Libertad", Ángel Miolán, Ramón A. Castillo y Nicolás Silfa, delegados del Partido Revolucionario Dominicano, la organización más representativa del exilio.

Encontraron un país en penumbras bajo el clima de nostalgia trujillista que aún lloraba la pérdida de su caudillo, un país aterrorizado bajo vigilancia de la maquinaria intacta de los servicios de inteligencia y represión. Fue así como esa comisión del PRD inició de inmediato el combate cívico por las libertades públicas estremeciendo la nación con su predicamento de democracia y justicia social. El PRD prendió la chispa del despertar movilizador de las masas con sus convocatorias populares, se enfrentó a la furia desenfrenada de los agentes trujillistas que pretendieron cerrarle el paso en sus recorridos por apartadas carreteras y municipios.

Los hombres que llegaron el 5 de julio de 1961 hicieron un pacto con la muerte o con la victoria, no son desmerecidos en el altar de los reconocimientos de los valientes que dieron la cara para siempre en aquel interregno histórico. Junto a ellos, desde el primer día estuvo nuestro inolvidable José Francisco Peña Gómez, quien se convertiría en el líder de masas de mayor incidencia y conducta democrática de nuestra historia contemporánea. No se puede hablar de la democracia en nuestro país sin rendir homenaje a esta fecha gloriosa, a este cinco de julio de 1961, claridad refulgente sobre el cielo oscurecido de la peor y más horrible dictadura de América.

El 5 de julio nos dio las libertades abonadas con la simiente de los mártires, nos dio el primer gobierno democrático presidido por Juan Bosch, nos dio la constitución más progresista de nuestra historia, nos enseñó a identificar los males sociales y a los grupos oligárquicos, nos condujo al combate contra los golpistas de 1963 y a la lucha por la defensa de la soberanía nacional y por la constitucionalidad.

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Escenas inolvidables del golpe de Estado de 1963/Tony Raful
7 julio 2009

Los militares golpistas no desconocían la terquedad ética, el invariable sentido de dignidad que encarnaba la figura de Juan Bosch, por ello soliviantaron la paz pública pretendiendo negarle al Presidente su facultad constitucional de sustituir o cancelar nombramientos militares, provocando la crisis y facilitando sus planes desestabilizadores.

Lo que sucedió la madrugada del 25 de septiembre en el Palacio Nacional fue realmente increíble. Los golpistas convocaron a todos los sectores militares para comprometerlos en la aventura sediciosa. En un salón de la segunda planta del Palacio de Gobierno estaban los principales cabecillas del golpe, cuando entró el embajador John B. Martin, quien llevándose las dos manos a la cabeza y fuera del comportamiento habitual como diplomático, empezó a gritar señalando que había que echar para atrás el Golpe, que Estados Unidos no reconocería dicha asonada, que se trataba de une error de proporciones impredecibles para la estabilidad democrática.

Un alto oficial presente lo llamó aparte en la amplia sala y le dijo que tuviera cuidado por la forma en que se dirigiera a los militares, que estos podían reaccionar indebidamente y que estaban nerviosos. La advertencia de ese oficial apuntaba al hecho de que los militares golpistas eran fieras sin sentido histórico, que no comprendían las magnitudes del hecho que materializaban, ni sus consecuencias.

En verdad se trataba de militares que venían del trujillismo, que debieron ser sustituidos de los mandos militares el mismo 27 de febrero de 1963 cuando Bosch tomó posesión de la presidencia, con una mentalidad arbitraria y represiva, sin escuela ni tradición democrática, quienes habían sucumbido a la propaganda aviesa anticomunista que se articuló contra el gobierno democrático liberal de Bosch. El héroe nacional Antonio Imbert era odiado por muchos de ellos quienes no le perdonaron nunca el haber matado a su Jefe, quien desgobernó por treinta años esta desdichada nación, por ello en gran medida, el ex presidente Bosch permitió o pidió que éste lo acompañara en su deportación marítima, sintiéndose seguro con su presencia y no con la de los oficiales trujillistas.

Este hecho fue tan real que el propio general Imbert ha narrado en diversas ocasiones que seleccionó a un grupo de militares jóvenes para que lo acompañaran en la fragata para conducirlo a Guadalupe y velar por su seguridad, y que se sorprendió cuando el Presidente Bosch le dijo que no podía participar en el almuerzo con un hijo del general Fausto Caamaño, alto oficial trujillista quien fue secretario de las Fuerzas Armadas, como lo era el coronel Francisco Caamaño Deñó. Ese Caamaño que Imbert seleccionó no era todavía el gigante que defendería la dignidad patriótica y la constitucionalidad meses después, sino el oficial arbitrario cuya mentalidad no había evolucionado aún a los niveles democráticos y nacionalistas que lo hizo al calor de la gesta de 1965.

Todo esto no desmerita a Caamaño sino que explica la complejidad del destino histórico y rememora el ejemplo bíblico de San Pablo, perseguidor implacable de cristianos quien luego se convertiría en propagador y organizador de la religión cristiana, sembrando un modelo de fe inconmovible en los dones del espíritu y del amor.

Bosch exoneró públicamente al general Imbert de responsabilidad política e histórica en el golpe de Estado. Esta afirmación de Bosch no fue gratuita sino dirigida a estimular enfrentamientos, resaltar la condición histórica de Imbert Barreras, ganada a tiros la noche trascendental del 30 de mayo de 1961 y contribuir a agudizar la contradicción de los militares trujillistas con Imbert, contradicciones que se manifestaron con violencia una y otra vez en el decurso de los acontecimientos históricos.

El pueblo no salió a las calles a defender a su gobierno constitucional derrocado. El Triunvirato anuló la convocatoria a huelga general de las principales centrales obreras en repudio al Golpe, decretando tres días no laborables, el Partido Revolucionario Dominicano estaba en reflujo político como consecuencia de las diferencias agudas entre el presidente Bosch y Ángel Miolán, agravado con las deportaciones y prisiones de sus principales dirigentes. Solamente la sangre generosa de Manolo Tavárez y la de sus compañeros del 14 de Junio escenificaron la resistencia y protesta armada contra aquella iniquidad en una acción ineficaz desde el punto vista militar, aislada de la base popular de esa organización, pero útil como sacrificio conmovedor y despertar de la conciencia democrática anti golpista.

En Washington las contradicciones entre el Pentágono y el Departamento de Estado estaban al rojo vivo manifestándose sobre el escenario del golpe de Estado a Juan Bosch. Estas pugnas de las que hablaremos con detalles próximamente culminaron en la tragedia de Dallas, Texas, la tarde del 22 de noviembre de 1963, cuando el joven presidente de Estados Unidos cayó asesinado como consecuencia de un complot en el que participaron la mafia, lo peor del exilio cubano, los intereses petroleros y la industria de la guerra, bajo el estímulo de lo que Bosch llamaría años después "el pentagonismo".

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Vicisitudes de Duarte/José del Castillo Pichardo
24 enero 2009

Vicisitudes de Juan Pablo Duarte es el acertado título dado a una obra de Juan Daniel Balcácer que presenté hace unos años como parte de la colección cultural del Banco Central. Fruto de la erudición histórica y el fervor duartiano de este investigador acucioso, en ella se reivindica la figura del patricio, rescatándola del olvido, liberándola de la suerte de ostracismo al que ha sido condenado nuestro padre fundador en la memoria social de sus conciudadanos.

"Duarte es un singular ejemplo de devoción y entrega a la causa de la libertad de nuestro pueblo: por los riesgos y peligros que afrontó en el decurso de esa lucha redentora; por los innumerables obstáculos que superó a lo largo del proceso independentista; por el alto precio político y familiar que pagó, al no brindarse para que su liderazgo se convirtiera en fuente de discordia entre sus compatriotas; y, sobre todo, por el injusto olvido al que fueron relegadas su vida y su obra política, por virtud del caudillismo y del desmedido culto a la personalidad imperante en la sociedad dominicana desde la Primera República".

Así resume su tesis Juan Daniel Balcácer, un analista sereno y expositor brillante de sus ideas que se ha dedicado como el que más a los estudios duartianos entre los miembros de su generación. Autor de una biografía para niños y jóvenes del patricio, inauguró en 1994 la cátedra Juan Pablo Duarte de la Universidad Católica de Santo Domingo y encabezó, en solitario, la defensa de la primacía de Duarte en la fundación de la República, en el marco de una célebre polémica desarrollada en 1980. Con la ilustre presencia en el panel contrario de destacados intelectuales y líderes políticos.

Recuerdo esa memorable ocasión en el patio de la Casa de Bastidas. Un joven que frisaba los 30 se batía con hidalguía y donosura de estilo blandiendo argumentos contundentes, frente a colosos intelectuales del momento (historiadores consagrados, catedráticos universitarios experimentados, polemistas probados en los foros públicos). Y en presencia de uno de los líderes de mayor gravitación política e intelectual de las últimas cuatro décadas, Juan Bosch, quien servía como testigo moral de ese debate. Fue un encuentro entre David y Goliat, del cual, como la historia bíblica, David salió vencedor.

En estos días he repasado y repensado este texto. De su lectura emerge la personalidad atormentada de Duarte, consagrada en forma febrilmente religiosa a la idea de la formación de un Estado independiente, soberano, republicano, democrático, liberal y representativo. Civilista justo e idealista, capaz de martirizar su existencia y la de su familia en pos de la causa nacional. Designado por Joaquín Balaguer el Cristo de la Libertad en un magnífico ensayo biográfico.

Victimizado desde los inicios de la República, al igual que sus compañeros de partido, mediante la Resolución No.17 de la Junta Central Gubernativa que lo condenó al ostracismo de por vida, con órdenes de ser fusilado en caso de ingresar al territorio nacional. Un acto cruel, calificado por el propio afectado como parricida. De esta forma, parafraseando al patricio, el Estado surgido hace 165 años devendría a pocos meses de su nacimiento un Estado parricida, al irradiar de su esfera de soberanía a su padre fundador, junto a sus más leales partidarios.

El 10 de septiembre de 1844 nos recuerda Balcácer, "humillado, engrillado y confinado en la Torre del Homenaje", Juan Pablo Duarte fue puesto a bordo de una embarcación que le conduciría a un nuevo exilio de 20 años en Venezuela. Los trinitarios, calificados de "traidores e infieles a la Patria", eran desterrados a perpetuidad del país. Este triste episodio fue recogido por Duarte en unos versos que rezan así:

"Lanzados fueron del suelo
Por cuya dicha lucharan;
Proscriptos, sí, por traidores
Los que de lealtad sobraban
".

Su madre Manuela Diez también fue deportada en 1845, junto a hijos y nietos, radicándose en Caracas en una suerte de "mansión del dolor", como denominara Emiliano Tejera el hogar de los Duarte. Este cuadro de adversidades debió influir en el ánimo abatido del patricio, llevándole a internarse en la región amazónica venezolana por espacio de doce años, practicando el comercio en una etapa de su vida rodeada de misterio, en la que se vinculó al padre Sangenis, estudiada por los historiadores Roberto Marte, Alfonso Lockward y Luis Cordero Velázquez.

Tendrían que resonar los clarines restauradores en plena Anexión a España para que Duarte regresara de Venezuela por Montecristi en 1864, acompañado, entre otros, por mi bisabuelo Manuel Rodríguez Objío, para ponerse al servicio de la causa nacional. En carta dirigida al gobierno de Santiago señala los motivos de su retorno.

Desterrado en Venezuela, viviendo en la miseria

"Arrojado de mi suelo natal por ese bando parricida que empezando por proscribir a perpetuidad a los fundadores de la República ha concluido con vender al extranjero la patria cuya independencia jurara defender a todo trance; he arrostrado durante veinte años la vida nómada del proscrito sin que la Providencia tuviese a bien realizar la esperanza, que siempre se albergó en mi alma, de volver un día al seno de mis conciudadanos, a consagrar a la defensa de sus derechos políticos, cuanto aún me restase de fuerza y vida. Pero sonó la hora de la gran traición en que el Iscariote -en clara referencia a Santana- creyó consumada su obra y sonó también para mí la hora de la vuelta a la Patria".

Designado en misión diplomática en Sudamérica por el gobierno restaurador, con la finalidad de agenciar el reconocimiento a la causa nacional, desempeñó estas funciones, alejado de las luchas internas que afectaban al bando restaurador. Orillado definitivamente del escenario dominicano, el 15 de julio de 1876, agravado por una severa tisis, murió en Caracas a los 63 años.

La obra de Balcácer muestra las penurias que en vida persiguieran, como sombra maldita, a Juan Pablo Duarte. Junto a una adversidad mayor: el peregrinaje de su huella patricia en el curso posterior de la historia dominicana. La dificultad por lograr reconocimiento a su obra fundacional, el regateo a sus méritos. Y peor aún, la relegación de los valores éticos y políticos que dieron sentido a su protagonismo en la escena pública.

Balcácer da en el clavo al aportar las razones de las tribulaciones del Duarte vivo y del patricio postergado: la imposición temprana de los caudillos de "a caballo" y sable en mano. De los autoritarios al modo de Santana, Báez, Lilís y Trujillo sobre los civilistas de temperamento democrático como Espaillat, Billini y Bosch. La preeminencia del tufo conservador sobre el aliento liberal en las instituciones del Estado. El culto a la personalidad, el clientelismo político y el patrimonialismo en el ejercicio del mando. Todos factores que han impedido que los Duarte cobren vigencia efectiva.

Algunos datos son reveladores del lugar que ocupa Duarte en la percepción de sus conciudadanos de hoy. Una encuesta sobre cultura política realizada en 1994 por el Proyecto Iniciativa Democrática de la PUCMM, arrojó que sólo alcanzaba el 5% de las preferencias entre los entrevistados, como la persona más admirada del país. Una encuesta posterior prácticamente lo borró del mapa.

Algo que reitera la trayectoria azarosa que ha debido recorrer la valoración del patricio, todavía afectada por los detractores de su fama y los sepultureros de su estampa. Desde el debate surgido en 1893 a raíz de la iniciativa del Ayuntamiento de Santo Domingo para levantar una estatua conmemorativa, librado entre sanchistas y duartistas en torno a la titularidad del rango de Padre de la Patria, con reediciones posteriores. Pasando por la controversia sobre el papel de Santana como figura militar en las batallas frente a Haití versus la importancia política de Duarte y sus partidarios.

En víspera de la fecha natalicia del patricio la lectura de la obra de Balcácer es un ejercicio tonificante del espíritu. De sus páginas sale un llamado que nos convoca a todos a mirar hacia la agenda que Duarte nos legara. Una agenda de alguien que nunca quiso ser "piedra de escándalo ni manzana de la discordia". Para quien "todo pensamiento de mejora en que el sentimiento nacional se postergara a la conveniencia de partidos debería siempre reprobarse".

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De héroes y demócratas verdaderos/Víctor Grimaldi
12 septiembre 2008

Hace unos meses, a raíz de la publicación de mi libro más reciente "Sangre en el Barrio del Jefe" el honorable presidente de la Cámara de Diputados, licenciado Julio César Valentín, me habló de su deseo de realizar un simposio con motivo de la conmemoración del 47 aniversario del suceso heroico del 30 de mayo de 1961. Luego me hizo llegar una carta invitándome a exponer en el simposio organizado alrededor del sugestivo tema: "La Dictadura de Trujillo, Una Mirada desde la Democracia". En su carta el licenciado Valentín especificaba que los panelistas expondríamos libremente nuestros puntos de vista en el salón de sesiones de la Asamblea Nacional.

Le acepté su cordial invitación y en el panel celebrado el 30 de mayo del 2008 empecé destacando la fecha del 19 de noviembre de 1911, cuando en Moca fue asesinado el presidente Ramón (Mon) Cáceres Vásquez. Vale recordar que doce años antes Mon Cáceres formó parte del complot que le quitó la vida a Ulises Hereaux (Lilís). Cincuenta años después de la muerte de Mon Cáceres, el 19 de noviembre de 1961, un movimiento de civiles y militares logró ponerle fin al control de las Fuerzas Armadas Dominicanas que ejercía Rafael Leonidas Trujillo hijo, tras la muerte de su padre el 30 de mayo de aquel mismo año.

Por la importancia que la mente humana le da a ciertas cifras cuando hace el recuento del tiempo, es muy probable que en el año 2011 en la República Dominicana se recuerden esas dos fechas con mucha atención. Los acontecimientos que se produjeron antes y después del 1911 y 1961 están concatenados. Andan vinculados en una relación de causa y efecto, de orígenes y consecuencias, de importantes procesos sociales e históricos del pueblo dominicano.

La muerte de Cáceres nos condujo a una etapa de guerra civil y cambios de gobierno que favoreció la ocupación militar norteamericana de 1916. A la eliminación física de Rafael Leonidas Trujillo Molina el 30 de mayo de 1961 siguió una etapa de luchas por las libertades democráticas. Pero fue solo durante el Gobierno Constitucional de Juan Bosch que el pueblo dominicano disfrutó de plena libertad. Bosch fue derrocado por el golpe de Estado de 1963. Ese golpe tuvo como respuesta la Gesta de la Libertad iniciada el 24 de abril de 1965, punto de partida o acontecimiento más importante protagonizado por el pueblo dominicano en el Siglo XX, en una jornada popular y militar mediatizada por la usurpación del suelo patrio por las Fuerzas Armadas Norteamericanas durante los años 1965 y 1966.

El proceso que siguió tras la ocupación norteamericana de 1916 a 1924 nos llevó primero al gobierno de seis años de Horacio Vásquez y luego a la dictadura que por 31 años encabezó Trujillo. La reorganización y modernización del Estado durante este período produjo la reestructuración de su aparato militar, que adquirió un poderío capaz de aplastar cualquier amenaza o desafío armado proveniente del interior de su territorio o de playas extranjeras. Con Trujillo terminó la era de las revueltas macheteras y su aparato represivo fue capaz de arrodillar o destruir de manera inmisericordiosa las expediciones que llegaron de distintos puntos de la región caribeña.

Un desenlace de ese tipo fue el que desgraciadamente les tocó a los expedicionarios que llegaron en la segunda mitad del mes de junio de 1959 desde Cuba. Sin embargo, sembraron la simiente de la libertad. Alentaron la toma de conciencia. Encendieron la llama de la lucha por la justicia social. Trazaron un camino para los jóvenes idealistas dominicanos que en los comienzos del decenio de los años 60 protagonizaron las jornadas de lucha por la democracia política en suelo quisqueyano.

La gesta de 1959 fue el primer desafío bélico consistente, realizado con un efecto fallido para los jóvenes revolucionarios antitrujillistas, desde que se modernizó el aparato militar del Estado dominicano tras las guerras civiles que siguieron a la muerte del presidente Cáceres. La dictadura de Trujillo fue capaz de derrotar esa amenaza y todos los intentos anteriores y posteriores que se hicieron para derrocarla mediante acciones internas.

Sin embargo, el desgaste que se da en el tiempo que acumulan los procesos sociales y la coyuntura internacional favorecieron el derrumbe de la dictadura dos años después de la gesta de 1959. En 1961, cuando Trujillo cae físicamente acribillado a tiros por los héroes del 30 de mayo entraron también en juego los factores individuales o personales que le pusieron fin a su vida. Debemos subrayar aquí las características del grupo que se aglutinó para eliminar físicamente a Trujillo, especialmente la decisión y el coraje del personaje clave del grupo de acción en la conjura: Antonio De la Maza, y las motivaciones que le indujeron a decidirse a matarlo.

A quien desee entender el destino mortal y físico de Trujillo le sugiero mi libro "Sangre en el Barrio del Jefe". Al que esté interesado en conocer la geopolítica del derrocamiento del régimen trujillista, le recomendaría mi otro libro: "Tumbaron al Jefe". Quien busque profundizar en los orígenes, desarrollo y sentido de la dictadura le sugiero la excelente obra del doctor Euclides Gutiérrez Félix, "Trujillo, Monarca sin Corona". Si alguien, además, quiere conocer la historia que siguió inmediatamente después del 30 de mayo de 1961 hasta el 1966, le recomiendo mi libro "Golpe y Revolución", que trata sobre el derrocamiento de Juan Bosch y la intervención norteamericana.

El simposio celebrado en el Salón de la Asamblea Nacional fue motivo para entregarle al licenciado Valentín copia de cuatro documentos que hasta este momento eran desconocidos públicamente. Se trata de los interrogatorios practicados por la rama de inteligencia de la Aviación Militar Dominicana (que actualmente se conoce como Fuerza Aérea Dominicana) a Zacarías de la Cruz -chofer de Trujillo, a Huáscar Tejeda, Salvador Estrella Sadhalá y Roberto Pastoriza con relación a los hechos del 30 de mayo de 1961. Presumo que estas piezas -las cuales tienen fecha del día 6 del mes de septiembre de 1961 y son distintas a las incluidas en el expediente preparado mucho tiempo antes por el fiscal Teodoro Tejada y el juez de instrucción Wilfredo Mejía Alvarado-, habrían formado parte de la investigación especial que se supone quiso realizar Ramfis Trujillo sobre la ejecución de su padre.

Los documentos que entregué, para que conste ante la historia, son los interrogatorios practicados el 6 de septiembre de 1961 por la oficina de inteligencia de la Aviación Militar Dominicana a las siguientes personas:

- Zacarías de la Cruz, chofer de Trujillo.
- Salvador Estrella Sadhalá, atacante de Trujillo.
- Huáscar Tejeda Pimentel, atacante de Trujillo.
- Roberto Pastoriza Neret, atacante de Trujillo.

Cada vez que descubro nuevos testimonios sobre el 30 de mayo de 1961, incluyendo los documentos citados, me reafirmo en la convicción -que sostiene originalmente el profesor Emilio Cordero Michel-, de que Antonio De la Maza fue el alma y el motor de ese acto heroico. No patriótico, pero heroico, pues un acto patriótico es el que se realiza para defender las esencias de la nación, incluyendo su territorio, cuando es amenazado por fuerzas invasoras extranjeras.

Entiendo y sostengo que el heroico 30 de mayo no es el Día de la Libertad, sino el de la eliminación física del dictador, como lo fue el ajusticiamiento de Lilís el 26 de julio de 1899. El 19 de noviembre de 1961, cuando la familia de Trujillo pierde el control del poder, comienzan a sentirse vientos de libertad. Durante el corto período de transición que encabezó el presidente Joaquín Balaguer no hubo plenas libertades. Durante el Consejo de Estado presidido por el licenciado Rafael Bonnelly durante el año 1962 hubo represión, deportaciones y dominicanos exilados, además de la matanza de Palma Sola ocurrida en diciembre de 1962.

Es a partir del 27 de febrero de 1963, con el gobierno del profesor Juan Bosch, cuando por primera vez en su historia moderna el pueblo dominicano descubre que todos los días son de libertad plena y de respeto a los derechos humanos en forma casi absoluta. Por primera vez la historia dominicana contemporánea registró la vigencia del Estado de Derecho a plenitud. El 25 de septiembre de aquel mismo año ese proceso se interrumpió con el golpe de Estado, pero el 24 de Abril de 1965 se inició la Gesta para restablecer el ejercicio de la Libertad. Sin ese esfuerzo, sin la sangre y el sacrificio de miles de dominicanos que ofrendaron entonces sus vidas hoy no disfrutaríamos del sistema democrático y representativo que nos permitió reunirnos en el Salón de la Asamblea Nacional. Fueron los hechos y acuerdos que surgieron de la Gesta de Abril las que dieron fundamento al Estado de derecho de que hoy disfrutamos.

Ni yo ni nadie puede regatearle el carácter heroico al 30 de mayo, pero de ese acontecimiento se derivaron circunstancias inmediatas que frustraron los anhelos libertarios y patrióticos del pueblo dominicano debido a las distorsiones impuestas por personeros que manipularon el suceso histórico en su favor particular.

La gesta del 24 de Abril de 1965 es el verdadero símbolo nacional de libertad del pueblo dominicano. Es como la toma de la Bastilla, el 14 de julio de 1789, para el pueblo francés. Es el suceso cardinal de la historia vivida y conocida por los dominicanos que nacimos antes y después del 30 de mayo de 1961. Con el 24 de abril comienza a reafirmarse el deseo libertario del pueblo dominicano, extendido a hecho patriótico cuando a partir del 28 de abril de 1965 comienza la Guerra Patria contra el invasor extranjero. No debemos olvidar el hecho de que los oficiales y guardias constitucionalistas tenían una conciencia patriótica y democrática en 1965 pese a haber sido formados en las entrañas de la dictadura trujillista.

Este es un tema que deberá de ser abordado por historiadores honestos que tanta falta hicieron durante los últimos cuarenta y siete años. Como también deberá reconocérsele a Juan Bosch como el verdadero Padre de la Democracia Dominicana, lo que dije y propuse en el Salón de la Asamblea Nacional el pasado 30 de mayo ante legisladores y público en general.

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Independencia y soberanía/Euclides Gutiérrez Félix
25 febrero 2008

Pasado mañana, miércoles 27 de febrero, se cumple un nuevo aniversario de la proclamación de la independencia de la República, y como habíamos señalado en una columna anterior de ese dramático episodio, el más dramático de todos en la historia dominicana, se cumplen 164 años. La primera fase de la nacionalidad, que no esta concebida ni creada por nadie en el orden particular; que en términos científicos y objetivos es una categoría histórica, consecuencia de un largo proceso de identidad que se manifiesta en primer lugar en aquellas sociedades que hablan la misma lengua, que tienen las mismas costumbres y hábitos de vida y están establecidas en un mismo escenario geográfico. Para que una sociedad llegue al estadio de conformar una nación debe existir un profundo sentimiento de patriotismo.

La primera manifestación de patriotismo que se conoce en la historia del pueblo dominicano fue en el año de 1795, cuando las autoridades coloniales españolas de la parte oriental de la isla llevaban al conocimiento de los moradores de la ciudad capital la noticia de que España, derrotada por las tropas revolucionarias de Francia, había entregado a esa nación, a través del Tratado de Basilea, los derechos de propiedad sobre lo que había sido el primer establecimiento colonial de los conquistadores europeos, en las tierras de América que Colon había incorporado a la colonia española. ¡Isla mía, Patria mía! exclamó Tomasa Cruz, mulata, mujer humilde del pueblo y cayó muerta en la esquina formada por las calles que hoy se conocen como calle El Conde y Arzobispo Meriño. Transida de dolor, aquella mujer cuyo nombre, ingratamente, los ayuntamientos de Santo Domingo han olvidado, hizo público con su trágica exclamación, el profundo sentimiento de dolor que sentía por la tierra en que había nacido, crecido y vivido.

El 27 de febrero de 1844 el proceso de formación de esa conciencia que determinó el nacimiento de la nacionalidad se manifestó con virilidad, decisión y firmeza en el Baluarte de la Puerta del Conde, auspiciando la aparición de un movimiento republicano, inspirado por Juan Pablo Duarte y organizado por jóvenes que apenas alcanzaban los treinta años de edad.

Se inició en aquel momento la marcha de un tormentoso y difícil camino de vicisitudes que pasó en el orden sucesivo por La Anexión a España, en 1861, inconsulta decisión de Pedro Santana y su camarilla gobernante, La Restauración de la República, en 1863,la Guerra de los Seis Años, en 1868, La Primera Intervención Militar de los Estados Unidos en 1916 y más luego, la Segunda Intervención Militar de los Estados Unidos en 1965. Muchas veces el autor de esta columna ha dicho, y lo seguirá diciendo, que el pueblo dominicano, actor solitario de su historia, con una personalidad definida, con matices propios, no tiene quien lo supere en la historia del nacimiento, desarrollo en el orden colonial y el establecimiento de la República de los pueblos americanos.

Para crear y consolidar la nacionalidad, la independencia y la soberanía de esta nación, nos hemos visto obligados, desde su misma génesis como sociedad fundada por los colonizadores, a luchar, comenzando por los aborígenes que poblaban la isla contra españoles, como lo hicieron Caonabo y Mairení, Enriquillo, los Negros Cimarrones, Juan Guzmán, Juan Vaquero, Diego de Ocampo, que traicionó la lucha de sus hermanos y el más sobresaliente y peligroso de todos como lo fue Sebastián Lemba. Más luego, en el proceso posterior a Las Devastaciones de 1605 y 1606, los criollos españoles, blancos y mulatos, derrotaron en 1655 a las tropas inglesas de Oliverio Cromwell y en 1691, en La Batalla de la Limonada, liquidaron las huestes francesas que se habían establecido en el Noroeste de la isla.

El grito de muerte de Tomasa Cruz, cien años después, fue la expresión y la síntesis de ese admirable proceso de violencia que vivieron los criollos españoles de la parte oriental de la isla de Santo Domingo. De allá a hoy, doloroso, duro, de derrota a veces y a la larga de victorias siempre, glorioso, ha sido el trayecto que el destino nos impuso. Ciento sesenta y cuatro años después, definida la nacionalidad, fundamentada en una sola lengua, en hábitos y costumbres de vida, porque somos la primera democracia racial de América y del mundo, la República avanza sin premura, bajo un concepto y una idea de nación que sustenta el Partido que dirige los destinos del pueblo, que mayoritariamente apoya y tiene confianza en su presidente y en el equipo que lo dirige.

El miércoles 27 debe ser día de reflexión y de firme decisión para mantener viva, por siempre, la República que fundaron hace tantos años aquellos jóvenes intrépidos que hicieron flotar en el Baluarte del Conde la bandera azul, roja y blanca, como símbolo de redención de los dominicanos y como expresión heroica, indeclinable, de independencia y soberanía. ¡Honor y gloria a los fundadores de la República, a los héroes de La Restauración y a todos aquellos, mujeres y hombres, que han luchado y ofrendado sus vidas en emotiva expresión de patriotismo!

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La gran epopeya/Euclides Gutiérrez Félix
20 agosto 2007

El jueves 16 de la semana pasada se conmemoró, aunque la expresión que cabe es se festejó, el 144 aniversario de La Restauración de la República. En infinidad de ocasiones hemos calificado ese episodio inmortal, ejemplo de patriotismo, valor y heroísmo de nuestro pueblo que conmovió la conciencia de América por haber sido un esfuerzo espontáneo, no igualado, como la Gran Epopeya. México a quien la traición de la oligarquía de ancestro colonial impuso un príncipe europeo como emperador, con la complicidad de Napoleón III, rescató su soberanía, en un esfuerzo viril y heroico también, con la diferencia de la extensión territorial y la riqueza de ese país y en la etapa final de su lucha bajo el liderato de Benito Juárez, con la ayuda económica y militar del gobierno de los Estados Unidos.

La Restauración de la República para el pueblo dominicano ha sido y lo es todavía su Gran Epopeya, porque además del escenario material de pobreza en que vivía nuestra familia en una extensión aproximada de 50 mil kilómetros cuadrados la cantidad de habitantes apenas llegaba a 190 mil. Esta apreciación fue la que hizo Mariano Álvarez, Cónsul de España, en sus memorias de abril de 1860, aunque señala en las mismas, sin dar crédito a esa cifra, que algunos estimaban que la población total ascendía a 250 mil almas y él dividía esta cantidad en diez partes: "8 son de origen africano y europeo, entre mezclado, y el resto españoles y criollos. En la provincia de Santo Domingo es en la que hay más negros procedentes de las haciendas de los españoles. Las poblaciones de Moca, San José de las Matas, San Francisco de Macorís, El Seybo, Sabana de la Mar, Baní, San José de los Llanos y Bayaguana son los que llaman blancos aquí; en Neyba son indios y desde Santiago a Guayubín o Dajabón, limite con Haití son blancos; y un negro dominicano al hablar de los de Haití dice Negros haitianos, y se llaman así propios españoles y blancos".

Fue ese pueblo de negros que se decían blancos, de blancos que en realidad eran jabaos, en su inmensa mayoría y de mulatos, que hizo morder a España el polvo de la derrota y que demostró al mundo, con una fiereza y decisión propias, muy propias, que un pueblo pequeño en términos geográficos y de habitantes unido, podía derrotar en un escenario insular a una nación europea que aunque en proceso de decadencia económica y militar seguía siendo la patria de los soldados que Napoleón Bonaparte calificó como "los mejores del mundo". Nuestro pueblo descalzo, mal vestido, carente de instrucción, sin ayuda económica y militar de ningún otro país, actor solitario de su historia, sentó las bases en la historia moderna de una guerra de carácter irregular, fundamentada en el decálogo que concibió y escribió Matías Ramón Mella, Vicepresidente de la República en Armas y Ministro de Guerra del Gobierno Restaurador.

Es necesario señalar y recordar que no fue Luperón el personaje histórico de más categoría en la Guerra de La Restauración, los mismos méritos y el reconocimiento que distinguen a Luperón lo merecen también Pepillo Salcedo, Primer Presidente del Gobierno Patriótico Restaurador; Gaspar Polanco, sin importar los errores que cometió en el ejercicio del mandato que le fue otorgado; y Pedro Pimentel, que al igual que Salcedo y Polanco fue héroe y prócer de La Independencia. Fue Pimentel a quien le correspondió denunciar y no aceptar el llamado Pacto de El Carmelo, que quería imponer el general La Gándara, en junio de 1865, condicionando el abandono del territorio dominicano de las tropas españolas. Ellos ejercieron la presidencia de la República en Armas y no resta los méritos de Luperón, que sin lugar a dudas fue el héroe popular de ese episodio, otorgar y honrar a los demás, que en otros niveles defendieron la patria que les vio nacer y por ella lucharon y ofrendaron sus vidas.

De esa experiencia admirable, extraordinaria, solamente recibieron los dominicanos la ayuda limitada y tímida del pueblo y del gobierno haitiano de esa época, que amenazado por España se vio obligado a actuar con mucha precaución limitando su respaldo, en aspecto importante al uso de su territorio como santuario y refugio ocasional de los patriotas dominicanos. Pepillo Salcedo, Gaspar Polanco, Pedro Pimentel, Matías Ramón Mella, Gregorio Luperón, Benito Monción, Santiago Rodríguez, José Cabrera, Benigno Filomeno Rojas, Ulises Francisco Espaillat y Pedro Bonó, entre otros, sin olvidar el sacrificio de Francisco del Rosario Sánchez y de sus compañeros y de José Contreras y de quienes bajo su liderato actuaron el 2 de mayo de 1861 y sin olvidar también, con más razón, la espontánea, valerosa y hermosa conducta de Juan Pablo Duarte, Fundador de la República de Febrero de 1844.

La Restauración de la República Dominicana, víctima de la traición de Pedro Santana, sirvió de ejemplo a Cuba y aportó, en esas ironías de la historia, a la patria de José Martí la experiencia y el valor militar que llevaron al hermano pueblo cubano Luis y Félix Marcano, Dionisio Gil, Modesto Díaz y el Centauro de Baní Máximo Gómez, que sintetizo en la Guerra de los Diez Años iniciada en 1868 y más tarde en la Guerra Necesaria a partir de 1865, los métodos y la astucia de los dominicanos que lo convirtieron en el héroe militar del episodio que cerró el ciclo de las guerras anticolonialista en el Continente Americano al cual Bolívar llamó Esperanza del Mundo. La Gran Epopeya del pueblo dominicano es también, por todas esas razones, un episodio que honra la historia de esta América Nuestra.

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Duarte/Euclides Gutiérrez Félix
29 enero 2007

El viernes 26 de enero se cumplieron ciento noventa y cuatro años del nacimiento de Juan Pablo Duarte, lo que indica que han trascurrido prácticamente dos siglos desde 1813 hasta nuestros días de la llegada a la vida de esta figura única, excepcional, con incuestionable vocación de amor y sacrificio por su pueblo que concibió a la nación dominicana como un estado organizado bajo el sistema republicano, soberano, independiente, trabajador, progresista y próspero, en el cual tuvieran las mismas oportunidades y el derecho a una vida feliz, todos los que conformaban, en aquella época y en el futuro, los habitantes de la parte oriental de la isla de Santo Domingo. Juan Pablo Duarte vino al mundo cuatro anos después de la batalla de Palo Hincado en pleno proceso del período conocido en nuestra historia con el nombre de la España Boba.

En los momentos del nacimiento de Duarte se habían iniciado las guerras de independencia de las colonias españolas del continente en un escenario geográfico gigantesco que abarcaba desde el Río Bravo, al sur de los Estados Unidos, hasta el Estrecho de Magallanes; desde el virreinato de la Nueva España que mas tarde sería el Estado Mexicano, hasta el virreinato del Río de la Plata, que luego seria Argentina y Uruguay. Corrían entonces los vientos de igualdad y justicia social que generó la revolución Francesa a partir de 1789 y que, en Europa, habían barrido las monarquías feudales. Juan Pablo el niño, nació y creció, pues, en un momento conmovedor y dramático que le propició al mundo y a los que en el vivían profundos y nuevos matices en el ordenamiento político.

La mitología Duartiana, que con el transcurso de los años inventa cada día mas cosas en torno a la figura de Duarte, alejadas radicalmente de la verdad y motorizados esos inventos por las poses y el figureo de la publicidad, que como manifestación publicitaria propia de la pequeña burguesía, galopa desenfrenada en lo medios de comunicación, escritos, radiales y televisivos y, mas atrevido aun, en folletos y libros, ignorando que en política y en historia no se puede mentir porque la verdad resplandece siempre no importa el tiempo transcurrido. Duarte no fue igual a Simón Bolívar, a José Martí o a San Martín y guardando una distancia respetable con Washington que era un rico hacendado, esclavista, ubicado en las capas más altas de la oligarquía de las antiguas colonias americanas de Inglaterra.

El mérito de Duarte como patriota y político organizador estriba, fundamentalmente, en que supo interpretar el momento histórico que vivía la sociedad dominicana de aquel entonces renuente, en todas las capas que la componían, a aceptar la dominación haitiana; para ese momento el gobierno, que presidía Juan Pedro Boyer había envejecido y se había convertido de un gobierno liberal y progresista, en una dictadura intolerante, incapaz de gobernar con eficiencia a los pueblos haitiano y dominicano, con graves problemas económicos y con resistencia interna, creciente, en el seno de su territorio original; Duarte para su época era un hombre de cultura avanzada, pero nunca un ser excepcional; Su mas sobresaliente cualidad fue su instinto político.

El 16 de julio 1838, después de haber realizado una discreta labor de proselitismo, fundó la Sociedad Secreta La Trinitaria, organización que fue realmente un partido político con claros y definidos objetivos estratégicos independentistas: La separación de Haití y la fundación de un estado independiente, con el nombre de Republica Dominicana. Duarte fue el ideólogo, fundador y propagador de la idea y del instrumento que tenía como función divulgar en todo el territorio nacional el ideal republicano que motivaba y llenaba de orgullo amplias regiones del continente americano. Juan Pablo encontró en el medio social en que se desenvolvía al igual que entre hombres de su edad, entusiastas simpatías por lo que pregonaba, y porque intuyó y descubrió el militante rechazo a la presencia haitiana en el territorio de nuestro pueblo. A él corresponde con la fundación de la Sociedad Secreta Trinitaria ser el primer prócer independentista americano, que creó una organización que tenía como objetivo principal establecer un estado libre e independiente con el nombre de Republica Dominicana. El otro prócer, apóstol de la independencia de su patria que hizo lo mismo que el fundador de la Republica Dominicana , José Martí que también fue ideólogo y fundador del Partido Revolucionario Cubano para dirigir la guerra de independencia contra España.

Rendir homenajes a Duarte y en su memoria hablar, escribir y usar frases y oraciones cursis, no tienen ningún valor. A Juan Pablo Duarte se le honra, se recuerda y se respeta haciendo realidad una sociedad republicana, independiente, libre de analfabetos, enfermos y pobres de solemnidad. Acrecentando y extendiendo el perfil de nuestro pueblo y de nuestra nacionalidad con personalidad propia, sin sumisiones vergonzosas frente a gobiernos de otros países u organismos internacionales y haciendo al pueblo dominicano, actor solitario de su historia, un ejemplo de dignidad, decoro, firmeza y propósitos elevados para convertirnos en una sociedad justa, prospera y feliz, si cabe el termino, como él y sus compañeros republicanos, trinitarios de febrero de 1844 la soñaron. ¡Solamente así se puede honrar y recordar a Juan Pablo Duarte!

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Bosch y el Coronel/Arlette Fernández
5 diciembre 2006

A lo largo de varios encuentros uno y otro fueron identificándose, compartiendo sus esperanzas, sus anhelos de hacer posible una vida mejor para el pueblo dominicano. Confío en que algún día puedan contarse --y para tal fin aporto mi memoria-- las razones y los hechos que forjaron la unidad entre el profesor Juan Bosch y el coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez a favor de los más excelsos intereses de la nación dominicana.

El primer encuentro ocurrió en diciembre de 1962 cuando el país estaba en plena campaña electoral. El coronel había regresado de Fort Gulick, Zona del Canal de Panamá, donde cursó estudios militares avanzados y decidió entrevistarse con el futuro presidente para exponerle los planes, que en ese momento veía factibles, para reformar las Fuerzas Armadas Dominicanas. Y lo contó el propio profesor Bosch: “Yo conocí al coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez en el ensanche Ozama y debo repetir algo que, inmediatamente después de esa reunión, les dije a varios miembros de la dirección del Partido Revolucionario Dominicano: Rafael Tomás Fernández Domínguez era el dominicano que más me había impresionado después de mi vuelta al país. Me impresionó su integridad, su firmeza, que se veía a simple vista como si aquel joven militar llevara por dentro un manantial de luz. Esa noche me preguntó qué pensaba yo de lo que debía ser un ejército y le di mi opinión. Cuando volvimos a vernos yo era Presidente de la República y en esa segunda ocasión me pidió una entrevista que celebramos en mi casa. Me preguntó entonces cuándo pensaba yo poner en práctica las ideas de que habíamos hablado acerca del ejército que debía tener nuestro país…”

El gobierno de Bosch puso en vigencia la Constitución de 1963 que consagraba la libertad de enseñanza, la no reelección presidencial, la eliminación del latifundio y el minifundio, el derecho de los trabajadores a participar en los beneficios de las empresas y otras conquistas sociales y políticas. En consecuencia, comenzaron a fraguarse los aprestos conspirativos en contra del gobierno surgido de las primeras elecciones libres después de 32 años de dictadura. El mayor Roberto Cabrera Luna lo recuerda: “Una noche, el coronel Fernández me pidió acompañarlo a visitar al presidente en su casa. Me advirtió que debía ir vestido de civil. Cuando llegamos a la casa nos recibió su sobrina doña Milagros Ortiz Bosch. Fue esa noche cuando el coronel le informó al presidente de los planes para derrocarlo y que tenía un grupo de oficiales dispuesto a impedirlo, a lo que el Presidente Bosch dio su aprobación.

Los jefes militares daban pasos y concretaban sus planes para dar el Golpe de Estado y el coronel Fernández Domínguez organizaba sigilosamente los suyos. Del cuidado y la meticulosidad con que trabajaba sirva este ejemplo: el coronel visitaba con regularidad el Palacio Nacional y en cada visita probaba hasta donde podía llegar sin ser detectado por los centinelas que, ubicados en lugares estratégicos, frente a las oficinas de los jefes militares, tenían órdenes de no dejar pasar a nadie, así fuera un oficial superior. De esa manera, el coronel fue calculando las distancias entre diferentes áreas del Palacio Nacional y estudiando los movimientos en el entorno del Presidente”.

La noche del 24 de septiembre de 1963, Bosch y Fernández Domínguez se reunieron en el Palacio Nacional tratando de desarticular la trama golpista. Pocas horas después la cúpula militar derrocaba el gobierno constitucional. La madrugada del ya día 25, el coronel Fernández Domínguez se reunió con los oficiales leales que le acompañarían al Palacio Nacional a enfrentar a los golpistas y a reponer al presidente. Les dijo: “Los militares no están para quitar gobiernos elegidos por el pueblo; caiga quien caiga hay que defender la Constitución”, y añadió: “Si realizamos esta acción, el país se beneficiará para siempre pues en el Palacio Nacional están los responsables de las desgracias de este pueblo”

El profesor Bosch contaba al respecto: “Yo quedé preso con Molina Ureña y allí estaba cuando el licenciado Silvestre Alba de Moya me entregó en horas muy tempranas del día un mensaje del coronel Fernández Domínguez que decía: “Señor Presidente: Estamos listos para asaltar el Palacio Nacional. Somos doce oficiales pero cumpliremos con nuestro deber. Pedimos sin embargo, que se le informe al Partido Revolucionario Dominicano a fin de que desate una huelga general”. Nada pudo hacerse. El coronel Fernández Domínguez fue destituido de la dirección de la Academia Militar y nombrado agregado militar en Madrid. Apegado a su estilo, nada lo amedrentaba y días después del golpe de Estado le comunicó al doctor Molina Ureña que “en esos momentos estaba en condiciones, junto con los valientes oficiales que le acompañaban a tomar no solamente el Palacio, sino también la ciudad y conmover a la República Dominicana en todos los puntos cardinales”.

La distancia y las innumerables dificultades no impidieron la comunicación entre el presidente, exiliado en Puerto Rico, y el coronel expatriado a España. El Movimiento Restaurador Democrático y/o Movimiento Enriquillo, concebido y programado por el coronel Fernández Domínguez para ejecutarse a principios de enero de 1965, fue descubierto y se vio forzado el coronel a ir a Chile y tomar posesión como agregado militar de nuestra embajada en ese país. Era preciso obedecer para evitar su cancelación porque en su calidad de líder y organizador militar del movimiento, era imprescindible mantener su rango militar.

En febrero de 1965 Bosch le escribió lo siguiente: “En términos de años, pertenezco a una generación anterior a la suya y podría ser su padre –y me hubiera honrado de serlo-; por eso puedo asegurarle a usted, que en todas partes, en todas las tierras y en todas las edades han abundado los hombres apegados a su plato de lentejas. Pero el hombre superior puede hacer, en un momento dado, que esos mismos que no piensan si no en su plato de lentejas actúen como héroes. Ese es el privilegio de las almas templadas, que traen a la vida el amor a lo grande y la decisión de realizar obras dignas. Se sufre, pero no se da un paso atrás. Mantenga la fe. Yo la mantuve durante un cuarto de siglo en que viví echado de la patria y usted es de los que verá crecido el árbol de la libertad”. Dias después, el coronel Fernández Domínguez le contestaba: “Créame que a usted lo he considerado siempre como una de las personas, que después de tratarme, me conocen tanto en principios y sentimientos como en la línea que le he trazado a mi profesión y a mi vida. Si hay justicia divina, usted y todos los que luchan y piensan como usted, vera crecido el árbol de la libertad”.

El 24 de abril se produce el levantamiento militar y la respuesta del pueblo; tropas norteamericanas invaden el país y el movimiento se convierte en Guerra Patria. Muchos años después y en diferentes escenarios, Bosch rememoraba la vida y la muerte del coronel: “El día 19 (de mayo de 1965) recibí una llamada desde Santo Domingo y, con ella, la noticia de que el coronel Rafael Tomas Fernández Domínguez había muerto por balas norteamericanas. Eran más de las 12 de la noche y yo me sentí sacudido de adentro afuera. Para mí lo que había caído en tierra dominicana no era un hombre, era una estrella; y no lloré, no porque no me faltaron ganas, sino porque en las horas de la adversidad los hombres que tienen responsabilidades no pueden llorar.

Rafael Tomás Fernández Domínguez no ha muerto y como Simón Bolívar, muchos años después de su muerte, su nombre no cabe en América. El del extinto coronel traspasará los límites de la Patria. Cuando estalló la Revolución el 24 de abril de 1965, Fernández Domínguez se encontraba en Chile, trasladándose inmediatamente a San Juan, Puerto Rico donde se puso a hacer gestiones para conseguir un avión que nos trajera a los dos al país. No fue posible conseguir ese avión pero un mes después Fernández Domínguez viajo a Santo Domingo en un avión de la Fuerza Aérea Norteamericana, no sin antes resistirse, alegando que no debía hacerlo porque se trataba de un avión de los invasores. Le dije, -coronel, usted es militar, y usted sabe que cuando se está en guerra y hay posibilidad de utilizar al enemigo para derrotarlo, debe aprovecharse. Cinco días después murió en el ataque al Palacio Nacional. Fernández Domínguez no tenía necesidad de participar en aquel asalto que se había planificado para el 19 de mayo pero a él le sobraba vergüenza, le sobraba dignidad. Tenía una montaña de dignidad tan alta como el Pico Duarte en el corazón. El día de su muerte, Fernández Domínguez llevaba puesto el uniforme de oficial que le correspondía y que no manchó nunca con un atropello a ninguna persona, ni al pensamiento ajeno”.

Fueron casi tres años de afanes viviendo entre acechanzas y peligros, pero la relación entre el Presidente y el leal coronel nunca se quebró. Fernández Domínguez cumplió con su deber como militar y como hombre. Bosch se dedicó a contar a los dominicanos la lucha y la vida del joven militar. Y si en la vida, los caminos del profesor y el coronel coincidieron en la lucha compartiendo los mismos sueños, a su muerte, ambas trayectorias serían selladas por el mismo generoso respeto. Curiosamente, la misma enseña nacional que arropara los restos del coronel Fernández Dominguez al ser trasladados de Santiago a Santo Domingo en agosto de 2000, también acompañaría, las primeras horas de su velatorio, el cuerpo del profesor camino de la gloria.

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Precisiones valiosas sobre el inicio de la revolución constitucionalista de 1965
Por Euclides Gutiérrez Félix/18 de mayo de 2016 [Editado/NH]

Recientemente conmemoramos el 51 aniversario del levantamiento militar constitucionalista del 24 de abril de 1965, que constituye el episodio político y militar más importante en la historia de la República Dominicana del siglo XX. Esa insurrección militar, contra un gobierno ilegítimo, tenía como objetivo restablecer al profesor Juan Bosch como Presidente de la República, quien como candidato del PRD había ganado con el 60 % de los votos emitidos las elecciones presidenciales del 20 de diciembre de 1962.

Se convirtió en una guerra internacional por la defensa de la soberanía y la independencia de nuestro pueblo, cuando el funesto presidente Lyndon Johnson de los Estados Unidos ordenó una intervención militar en nuestro país, el 28 de abril de ese año. Desgraciadamente el oportunismo y el aventurerismo han terminado imponiendo matices ajenos a la verdad de ese hecho inolvidable. En síntesis vamos a mencionar los nombres de los militares y los civiles que realmente gestaron aquel episodio.

Primero los doce oficiales fundadores del Movimiento Militar Constitucionalista y los rangos que ostentaban
Líder y fundador: Teniente Coronel E.N. Rafael Tomás Fernández Domínguez;
Mayor F.A.D. Roberto Antonio Cabrera Luna;
Capitán F.A.D Héctor Lachapalle Díaz;
Capitán E.N. Fernando Rafael Cabral Ortega;
Capitán F.A.D. Rafael Armando Quiroz Pérez;
1er.Teniente F.A.D. Berto Gabriel Genao Frías;
1er Teniente F.A.D Lorenzo Sención Silverio;
1er Teniente F.A.D. José René Jiménez Germán;
1er Teniente F.A.D. Gerardo A. Brito y Brito;
1er Teniente F.A.D. Freddy Piantini Colón;
1er Teniente F.A.D. Marino Antonio Almánzar García y
1er Teniente F.A.D. Antonio Ernesto González y González.
A los fundadores del Movimiento se sumaron después otros oficiales: Rafael Yege, Ricardo Bodden, William Páez, Hugo Román, Pedro Lantigua Bravo, José Noboa Garnes, Julio Domínguez Fernández, Germán Rivas, Alfonso L. Román Martínez, Manuel Joga, Herman Franklin Imbert, Jesús de la Rosa, Juan Méndez Rivas, Rafael Bello, Rafael Michael Peguero, Salvador Castro Calcagno, Rafael Valenzuela Tejeda, Bienvenido Lara Matos.

Antes de enero de 1965, Rafael Fernández Domínguez fue extrañado del país por el gobierno de facto del Triunvirato y asumió la jefatura militar del Movimiento el Coronel Miguel Ángel Hernando Ramírez y en enero de 1965, en breve visita de tres días que hizo al país, Fernández Domínguez incorporó al movimiento al Coronel Francisco A. Caamaño Deñó, afirmándoles a sus compañeros de conspiración que Francis, como se le conocía, era un hombre valiente y decidido que necesitaba el movimiento.

La conspiración contra el gobierno de facto, ilegítimo, corrupto y entreguista, estaba bajo la dirección política del profesor Juan Bosch, que residía en Puerto Rico y quien solicitó al Secretario de Asuntos Profesionales del Comité Central del PRD, Ing. Enriquillo del Rosario Ceballos, que hiciera gestiones para que jóvenes profesionales, universitarios del Movimiento Revolucionario 14 de Junio o que no tuvieran compromisos políticos, se incorporaran, en la más absoluta discreción, en apoyo de la consigna de “Regreso al Poder sin Elecciones”.

Enriquillo del Rosario Ceballos conversó en la oficina del Lic. Bienvenido Corominas Pepín con el Dr. Blanco Fernández y el autor de esta columna, quienes eran en ese momento miembros de la directiva de la Asociación Dominicana de Abogados (ADOMA), el 1ro como vocal y el 2do como Secretario General de ese sindicato profesional.

Después de la conversación de Ramón Blanco Fernández y el autor de esta columna con Enriquillo del Rosario Ceballos -en su calidad de Secretario de Asuntos Profesionales del Comité Central del PRD y quien actuaba como encargado de Juan Bosch de sumar un grupo importante de profesionales universitarios a las gestiones de auspiciar el “Retorno a la Constitucionalidad sin Elecciones”-, este dijo que tenía que conversar con el Dr. Rafael Molina Ureña, quien ostentaba la representación política del profesor Juan Bosch en nuestro país y particularmente en las relaciones con los jefes del Movimiento Militar Constitucionalista que había fundado Rafael Fernández Domínguez desde abril de 1963 y que en esos momentos estaba bajo la jefatura del Coronel Miguel A. Hernando Ramírez, identificado bajo el seudónimo de Enriquillo.

Rafael Molina Ureña aceptó nuestra proposición y acordamos celebrar dos grandes concentraciones de profesionales universitarios de todos los sectores que estuviesen en disposición de apoyar a Juan Bosch y a los Militares Defensores de la Constitucionalidad. Esas dos grandes concentraciones de profesionales se celebraron la primera en el mes de enero en el Roof Garden de la Cervecería Nacional Dominicana, a la cual asistieron más de 800 profesionales universitarios, y la segunda en los primeros días de febrero de ese año de 1965 en el hotel Matúm de Santiago de los Caballeros, a la cual asistieron más de 1,000 profesionales universitarios. A esta última concentración asistió el cónsul de los Estados Unidos en Santiago, Francis Maclaren Witty, hombre al servicio de la familia Kennedy.

El Comité organizador de esas actividades, integrado por más de 10 profesionales universitarios, se reunía en la casa del Ing. Emilio Almonte, de estrecha cercanía con Juan Bosch, situada frente a la Universidad de Santo Domingo en la José Contreras y acordó publicar un documento crítico del comportamiento corrupto, oneroso y entreguista del Triunvirato de “dos personas”. El documento, que fue publicado el 27 de febrero de 1965, recogía más de 3,000 firmas de profesionales universitarios y fue redactado por una comisión integrada por el Arq. Leopoldo Espaillat Nanita, consejero y ayudante personal del Dr. Rafael Molina Ureña, el Dr. Francisco Antonio Avelino y García, Dr. Bolívar Batista del Villar y el autor de esta columna. La comisión se reunía en nuestro Bufete de abogados ubicado en el edificio El Palacio, situado en la calle El Conde esquina 19 de Marzo. La repercusión de ese documento estremeció las cuestionadas bases del gobierno ilegitimo que dirigía el país y contribuyó, notablemente, a aumentar el crecimiento y la influencia del Movimiento Militar Constitucionalista, al que se acercaron varios oficiales de respetada conducta.

Entre esos militares es obligatorio señalar los siguientes: Juan María Lora Fernández, Agustín Núñez Noguera, William García Duval, Manuel García Germán, Píndaro Peña Perello, Manuel R. Salcedo, José Guerra Ubri, Carlos de la Rosa, José del Carmen Paulino, Delfin Toribio, Carlos Tejada González, Santiago Fañas Rivas; a los que se sumaron, al momento mismo de iniciarse el levantamiento militar del 24 de abril, el Capitán de fragata Manuel Ramón Montes Arache, el Teniente Coronel de la P.N. Gerardo Marte Hernández y los extranjeros miembros de la Marina de Guerra Andre de la Riviere, francés, e Illio Capocci, italiano, entrenadores de los Hombres Rana.

El documento publicado el 27 de febrero de 1965, firmado por cerca de 3,500 profesionales universitarios, era una crítica acusación responsable y directa a las decisiones del gobierno ilegal que dirigía los destinos de la República. En aquel entonces esa acusación conmovió profundamente a los sectores de la clase media y también del pueblo en sentido general, porque puso en claro que quienes detentaban el poder de la nación, tenían un comportamiento delictivo e irresponsable y muy particularmente entreguista frente a los funcionarios diplomáticos y políticos de los Estados Unidos de América; y sirvió también para sumar al Movimiento Militar Constitucionalista docenas de militares de las tres Instituciones de las Fuerzas Armadas: Ejército, Marina y Fuerza Aérea. Durante el mes de marzo los Jefes Civiles y Militares de la conspiración discutieron la fecha en que se debía iniciar la acción para deponer el gobierno de facto.

Para mediados de ese mes, el Movimiento fue descubierto por los funcionarios políticos de la Embajada Estadounidense, quienes lo comunicaron a Donald Reid Cabral, que desempeñaba las funciones de Jefe del Poder Ejecutivo, quien hizo comparecer a su presencia al Coronel Hernando Ramírez, que con una inteligencia y habilidad extraordinarias, logró convencerlo de que no eran ciertas las informaciones que le habían suministrado. Pero los espías estadounidenses no aceptaron la explicación que obtuvieron como respuesta.

Parece que fue entonces -en el inicio del mes de abril- que los Jefes Civiles y Militares del Movimiento Militar Constitucionalista acordaron iniciar la acción de deponer al gobierno ilegítimo el lunes, 26 de abril de 1965. El sábado 24 y bajo la presión de los agentes políticos de la embajada estadounidense, Donald Reid ordenó al General Rivera Cuesta, Jefe del Estado Mayor del Ejército Nacional, que apresara al Coronel Álvarez Holguín y a los Mayores Lora Fernández y Ramírez Sánchez.

Al ser apresados estos tres oficiales superiores del Ejército, el Coronel Hernando Ramírez ordenó al Capital Mario Peña Taveras que, acompañado de un grupo de sargentos del Estado Mayor, apresara a Rivera Cuesta y a los oficiales que le acompañaban; este cumplió la orden y apresó a Rivera Cuesta y cuando regresó donde Hernando Ramírez, acompañado de los oficiales constitucionalistas que estaban apresados, recibió la orden de que llamara al programa Tribuna Democrática del PRD, que se transmitía por Radio Comercial a partir de las 1:30 PM, programa que era dirigido por Emmanuel Espinal “Manny” y Eugenio Mota Contín, coincidiendo, al hacer la llamada, que ese día estaba en la emisora el Dr. José Francisco Peña Gómez porque iba a dirigir una alocución que acostumbraba a hacer siendo Secretario de Prensa y Propaganda del PRD.

Peña Gómez no era el Secretario General del Partido. Quien desempeñaba esas funciones era Antonio Martínez Francisco, rico empresario de la venta de vehículos de motor, entre ellos los camiones “Mack” y los jeep estadounidenses marca “Willys”. Ese cargo lo desempeñaba éste señor, por una hábil estrategia de Juan Bosch, al estar íntimamente ligado a la embajada estadounidense.

Cuando se recibió la llamada del Capitán Peña Taveras, Manny entregó el teléfono a Peña Gómez y le dijo lo que le había informado el Capitán del Ejército. Peña Gómez recibió la información de que “La Jefatura del Estado Mayor del Ejército había caído prisionera ante los Militares Constitucionalistas”. José Francisco le pidió a Peña Taveras que cerrara el teléfono, que le devolvería la llamada para verificar la autenticidad de la misma. El doctor Peña Gómez verificó la llamada que le había hecho al programa Tribuna Democrática el Capitán Peña Taveras, por órdenes del Coronel Hernando Ramírez, y entonces anunció, a través de los micrófonos de Radio Comercial, que “Hemos recibido una llamada del Capitán Peña Taveras para hacer del conocimiento público que el Jefe y otros oficiales del Estado Mayor del Ejército habían sido apresados por los Militares Constitucionalistas”.

Más nada que ese anuncio hizo el Dr. Peña Gómez; no es verdad que llamó al pueblo a las calles a pelear, como se ha insistido para alterar la realidad de los hechos históricos. El Dr. Peña Gómez inmediatamente después de hacer el anuncio puso en el aire las notas de “La Marsellesa”, el himno nacional de Francia, y junto a sus compañeros Enmanuel Espinal, Eugenio Mota Contín y otra persona que no retengo en mi memoria, abandonaron la emisora que estaba ubicada en la Padre Billini, esq. Sánchez, en el segundo piso de una casa en la cual estaba instalada una farmacia en la primera planta.

Las horas de la tarde trascurrieron en relativa calma y en la noche, a través de la llamada “Frecuencia de Oro” del pentagrama radial que [transmitía] Radio Caribe, se escuchó la voz del Coronel Emilio Ludovino Fernández leyendo un comunicado del Movimiento Militar Constitucionalista.

El domingo en horas de la mañana, aproximadamente a las 10:00 am, el Dr. Blanco Fernández y el autor de esta columna nos presentamos con armas en las manos a la casa del Arq. Leopoldo Espaillat Nanita, que estaba situada en la Ave. Bolívar esq. Leopoldo Navarro, donde se encontraba el Dr. Rafael Molina Ureña, que esperaba la toma del Palacio Nacional y el aviso de la prisión de Donald Reid Cabral para trasladarse a ese lugar y tomar posesión como Presidente de la República en su calidad de Presidente de la Cámara de Diputados. Luego llegó a ese lugar Arturo Pujols (Pey) vestido de Mayor del Ejército, pidiéndole instrucciones a Molina Ureña. Molina Ureña le dijo a Pujols que fuera al Palacio Nacional porque él no entraría allí hasta que Donald Reid no saliera de ese lugar y el autor de esta columna le dijo a Molina Ureña que teníamos que detener a Donald Reid y ocupar el Palacio Nacional. Estuvo de acuerdo y Blanco Fernández y el autor de esta columna dijimos que nos trasladaríamos al Palacio Nacional inmediatamente.

Al llegar por la calle Pedro Henríquez Ureña al Palacio Nacional, nos encontramos con el Coronel Francisco A. Caamaño Deñó al frente de un contingente, vestido con una camisa de mangas cortas (que no era ropa militar). El autor de esta columna le preguntó a Caamaño qué iban hacer y él respondió: “vamos a apresar a los funcionarios del Triunvirato, para que Molina Ureña venga a juramentarse como Presidente de la República”.

El inicio real de ese episodio de tanta transcendencia en la historia contemporánea de América había comenzado y después de la “Batalla del Puente”, en la que fueron derrotadas las tropas del Centro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas (CEFA), la realidad del restablecimiento del Gobierno Constitucional de Juan Bosch y la vigencia de la Constitución de 1963 era un hecho.

Todo lo que vino luego, incluida la intervención de las Tropas de Infantería de los Estados Unidos, quedarán en la historia por siempre como un capítulo heroico, inigualable, de la valentía, firmeza y dignidad del pueblo dominicano “Legendario, Veterano de la Historia y David del Caribe”.

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Temas Históricos/Por Juan Daniel Balcácer

.- El día en que falleció Juan Pablo Duarte, fundador de la República

.- Francisco del Rosario Sánchez: héroe de la independencia y precursor de la Restauración

.- General Ramón Matías Mella, prócer de la independencia y de la restauración


***

.- Cómo fue ajusticiado Trujillo. A 55 años de la muerte del dictador que por 31 años mantuvo al país bajo terror

.- ¿Quién era quién en la conjura del 30 de mayo?

.- Trascendencia histórica de la batalla de Azua en 1844

***

.- ¿Cuál es el nombre de la capital de la República?

.- Raíces del autoritarismo dominicano

.- Quisqueyano, nuestro otro gentilicio

Nota: Las fotos han sido tomadas de Internet e insertadas en cada artículo por el administrador del foro...

.- El día en que falleció Juan Pablo Duarte, fundador de la República
[Tomado de Listín Diario (Julio 15, 2017)]
Juan Daniel Balcácer*

Hoy es una fecha de triste recordación para el patriotismo nacional, pues un 15 de julio de 1876, hace 141 años, en la ciudad de Caracas, Venezuela, falleció Juan Pablo Duarte, el ilustre fundador de la República Dominicana, luego de haber padecido “larga y penosa enfermedad e inenarrables sufrimientos morales”, que sin duda debieron ocasionarle gran decepción y profunda melancolía, según una nota necrológica escrita por el prócer puertorriqueño Andrés Salvador Vizcarrondo, amigo íntimo de Duarte y con quien entonces compartía el amargo fruto del destierro.

Ciertamente, de entre los patriotas liberales-nacionalistas quisqueyanos que lucharon contra la dominación haitiana (1822-1844), para proporcionarle al pueblo dominicano un Estado nación libre e independiente de toda dominación extranjera, ninguno padeció tantas amarguras y vicisitudes como el hijo de Juan José Duarte y Manuela Diez.

En esta oportunidad, no es menester detenernos en la descomunal hazaña política realizada por la joven generación que encarnaron Duarte y los trinitarios, consistente en liberar a un pueblo dominicano y dotarlo de una república soberana y democrática, en una época en que la mayoría de la gente de edad, es decir, los conservadores, descreía de la capacidad del colectivo para proclamarse independiente y mantenerse incólume sin el concurso protector de una potencia extranjera.

Muy pocos dominicanos, cuando estudian la trayectoria pública de Juan Pablo Duarte, reparan en la circunstancia de que, a lo largo de sus 63 años de existencia terrenal, el patricio pasó la mitad de su vida en el exilio (32 años); a lo que debe agregarse la particularidad de que el creador de La Trinitaria fue el único de esa generación revolucionaria que mereció ser desterrado junto con toda su familia. Así, los primeros dos decenios de vida republicana los pasó Duarte en el exilio, “el mayor destructor de almas”, al decir de Augusto Roa Bastos; pero tan pronto se enteró del crimen de lesa patria, que significó la Anexión a España, regresó al país en 1864 en plena guerra restauradora, dispuesto a incorporarse de manera activa al ejército libertador. Sin embargo, el gobierno restaurador, en cambio, consideró que sus servicios a la Patria eran más útiles en Venezuela y lo designó como Embajador Plenipotenciario para que gestionara recursos bélicos y financieros, así como respaldo moral del gobierno venezolano, en beneficio de la causa restauradora.

Después de consumada la gloriosa Guerra de Liberación (1863-1865), y ya restaurada la República de Febrero, Duarte jamás regresó al país. Las pugnas caudillistas por el poder político, por un lado, y la Guerra de los Seis Años contra Buenaventura Báez y su proyecto anexionista a los Estados Unidos, por el otro, contribuyeron a mantenerle alejado de su tierra natal al tiempo que su frágil contextura física, desde hacía algún tiempo, había comenzado a deteriorarse como consecuencia de una crónica tisis pulmonar que le abatía gradualmente.

Cuando finalizó el sexenio de Buenaventura Báez (1868-1874) y una nueva generación política llegó al poder liderada por el general Ignacio María González, hubo interés por lograr que el fundador de la República regresara al lar nativo. En efecto, en una carta del Presidente de la República, dirigida a Duarte, de fecha 19 de febrero de 1875, se le participó lo siguiente:

“Mi querido General y amigo:

“Me había abstenido de escribir a Ud., porque no quería hacerlo mientras no me fuera posible, como hoy, anunciarle la completa pacificación de la República que concibió y creó el patriotismo de Usted.

“La situación del país es por demás satisfactoria, y si concedemos a los dominicanos la suma de juicio necesaria para establecer un paralelo entre nuestro pasado y nuestro presente, debemos confiar en que esa situación se consolidará cada día más y en que ha sonado ya la hora del progreso, para este pueblo tan heroico como desgraciado.

“Mi deseo, mi querido General, es que Ud., vuelva a la patria, al seno de las numerosas afecciones que tiene en ella, a prestarle el contingente de sus importantes conocimientos, y el sello honroso de su presencia.

“Al efecto se dan órdenes al señor Cónsul de la República en Curazao para que ponga a la disposición de Ud., los recursos que necesita para su transporte con el de su apreciable familia.

“Espero confiado que Ud., realizará mis deseos, que son, me atrevo a asegurarlo, los de todos los buenos dominicanos.

“Con mis saludos respetuosos par su apreciable familia me suscribo de Ud., muy amigo,

“Ignacio María González”.


Es fama que paralelamente a esa solicitud del presidente González, y sin tener conocimiento de la misma, en diciembre de ese mismo año, el general Gregorio Luperón propuso que los munícipes de Puerto Plata realizaran aportes económicos a fin de que el general Juan Pablo Duarte, “benemeritísimo patriota, Padre de la Patria y Mártir de todas nuestras contiendas” pudiese regresar al país cuya libertad e independencia habían sido posibles gracias, en gran parte, a sus firmes convicciones democráticas y nacionalistas.

Se sabe que Duarte recibió la carta del presidente González, pero se desconoce si leyó dicha misiva y si pudo haberse enterado de que en su amada patria se habían producido trascendentales cambios en la superestructura política; y que, más importante aún, una nueva generación de dirigentes clamaba por su retorno al país con el propósito de dispensarle el debido reconocimiento por su invaluable contribución a la independencia nacional.

Sin embargo, su salud estaba ya muy deteriorada, y pese a numerosos testimonios que dan cuenta de que el patricio siempre “deliraba con el porvenir de su patria”, no le fue posible siquiera contemplar la posibilidad de regresar a su adorada Quisqueya. Es fama que desde el mes de marzo de 1875 sus condiciones de salud fueron agravándose a tal extremo que pronto quedó inhabilitado para trabajar (situación que mermó los ingresos económicos del hogar) y, al cabo de poco tiempo, se vio obligado a permanecer postrado en la cama, sin poder levantarse. Cada día que pasaba se acrecentaba la dificultad respiratoria de Duarte, pero no había desenlace, prolongándose así su agonía final.

Ese último año y medio de su existencia fue sobremanera tortuoso. Uno de sus más acreditados biógrafos, el historiador Pedro Troncoso Sánchez, refiere que Duarte “sufrió todavía durante largos meses las torturas de la asfixia. Cuando la extenuación de su cuerpo apenas le permitía percibir lo que pasaba en su rededor, por su mente delirante desfilaban los pasajes culminantes de su existencia”. Y cuando ya se encontraba al borde del sepulcro, su confesor, el presbítero Francisco Tejera, fue quien recogió las últimas palabras conscientes de Juan Pablo Duarte, reveladoras de su profunda convicción cristiana, pues fueron de perdón para quienes le habían ofendido y perseguido. En la tradición oral de la familia Duarte también se sostiene que, en los momentos culminantes de su existencia, en estado delirante, el patricio balbuceó una palabra parecida a “Patria” y que fue entonces cuando expiró.

El día en que tuvo lugar el sepelio de ese insigne Padre de la Patria representa una asombrosa coincidencia entre el inicio de su actividad revolucionaria y el final de su existencia terrenal. Su devota hermana Rosa, en sus “Apuntes para la historia de la Isla de Santo Domingo y para la biografía del general dominicano Juan Pablo Duarte y Diez”, códice mejor conocido como “Diario de Rosa Duarte”, consignó lo siguiente:

El General falleció a las tres de la mañana del 15 de julio de 1876. Se había pronunciado independiente a las 11 de la mañana del 16 de julio de 1838. Bajó a la tumba a las 11 de la mañana del 16 de julio al cumplirse 38 años que se consagrara a solo vivir por su Patria”.

Nunca fue la muerte tan piadosa, escribió Troncoso Sánchez, cuando aquella lejana madrugada del 15 de julio de 1876 “besó y puso paz perpetua en la frente atormentada de Juan Pablo Duarte”, el ilustre fundador de la República Dominicana.

*El autor es historiador. Miembro de Número de la Academia Dominicana de la Historia.

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.- Francisco del Rosario Sánchez: héroe de la independencia y precursor de la Restauración
[Tomado de la página Juan Daniel Balcácer (Marzo 9, 2017)]
Juan Daniel Balcácer*
[Editado/NH]

Francisco del Rosario Sánchez nació en la villa de Santo Domingo el 9 de marzo de 1817, en la calle Del Tapado o Tapao, hoy 19 de marzo, casa No. 15. Sus padres fueron los señores Narciso Sánchez y Olaya del Rosario.

De su adolescencia se tienen escasas noticias. Y sobre su formación intelectual se conoce muy poco. Se sabe, sin embargo, que durante la Dominación Haitiana sus primeros estudios los realizó en las mejores escuelas particulares de Santo Domingo y que luego perfeccionó sus conocimientos bajo las enseñanzas de los presbíteros Antonio Gutiérrez y Gaspar Hernández. Hacia 1838, cuando fue fundada la sociedad secreta La Trinitaria, se dedicaba a fabricar peines de concha de carey; es decir, desempeñaba el oficio, típico de esa época, conocido como peinetero en concha.

Posteriormente, ya proclamada la República Dominicana, incursionó en el campo del derecho pragmático y devino Defensor Público, profesión en la que descolló con notable éxito. En 1849 casó con Balbina de Peña, con quien procreó dos hijos: Juan Francisco y Manuel de Jesús Sánchez. Fruto de sus relaciones con la señora Leoncia Rodríguez, durante su primer exilio en 1846, nació Eulalia, primogénita del prócer.

En los trabajos revolucionarios

Aunque no figuró entre los nueve fundadores de La Trinitaria, por sus cualidades personales y por sus estrechos vínculos con Duarte –a quien al parecer conoció en las clases de filosofía que impartía el presbítero Gaspar Hernández–, Sánchez se convirtió en uno de los más destacados adeptos de la agrupación revolucionaria. En 1843 participó en la Revolución de la Reforma. En julio de ese año, por encargo de Juan Pablo Duarte, visitó Los Llanos en misión revolucionaria, hospedándose en casa de Vicente Celestino Duarte, quien era el enlace de los trinitarios en todo lo concerniente al Oriente de la parte española de la isla.

En ese mismo mes de julio de 1843 se produce la inesperada visita a Santo Domingo del presidente haitiano Charles Herard, cuyo propósito era desarticular el movimiento revolucionario y reducir a prisión a sus principales cabecillas; en razón de la obstinada persecución de que fueron objeto por parte de las tropas haitianas, Duarte, Juan Isidro Pérez y Pedro Alejandro Pina se vieron forzados a ocultarse para luego abandonar la isla.

Sánchez, quién se había unido a su jefe político la misma noche del día en que éste se ocultó, no pudo acompañarlo al destierro debido a que estaba muy enfermo. Se dice que sus amigos aprovecharon esta circunstancia para propalar la falsa especie de su muerte y que hasta simularon un funeral en el patio de la Iglesia del Carmen.

Proclamación de la República

Durante la ausencia de los principales dirigentes del partido duartista, Francisco del Rosario Sánchez, Vicente Celestino Duarte y Ramón Matías Mella, que habían sido de los adeptos más destacados de La Trinitaria, permanecieron al frente de los asuntos revolucionarios. Mantuvieron permanente contacto con Duarte, a quien le solicitaron que gestionara en Venezuela, donde se había radicado temporalmente, alguna ayuda económica al igual que pertrechos militares para la Revolución. Los esfuerzos realizados por Duarte, empero, no resultaron muy exitosos; y a no ser porque el sector conservador decidió unirse al movimiento hacia finales de 1843, la separación de Haití no se hubiera convertido en un hecho concreto, cosa que como sabemos acaeció la noche del 27 de febrero de 1844.

Político pragmático

Francisco del Rosario Sánchez fue el más jovial y alegre de aquellos gladiadores de reciedumbre espartana que nos legaron el Estado dominicano, y quien siempre exhibió un acendrado fervor patriótico defendiendo el derecho del pueblo dominicano a la autodeterminación y a la soberanía nacional. Era alto, de piel oscura, de contextura delgada y circunspecto. Poseedor de un fino sentido del humor, se destacaba entre sus amigos por su constante sonrisa, siempre a flor de labios.

Al igual que sus demás compañeros de lucha, Sánchez también sintió en lo más profundo de su alma la necesidad de separar las comunidades haitiana y dominicana para proporcionarle a su pueblo un Estado-nación democrático, libre e independiente. Y hacia esos nobles objetivos dedicó sus anhelos y esfuerzos de juventud.

Proclamada la República, y tras reintegrarse al país después de su primer exilio, que duró cuatro años, pudo haber vivido holgadamente de su profesión como Defensor Público, alejado del con frecuencia poco halagador mundo de la política. Sin embargo, prefirió incorporarse militantemente al proceso social que experimentó el país después del 27 de febrero de 1844 con el firme propósito de velar porque a sus compatriotas no se les vedara el derecho a no depender colonialmente de ningún poder extranjero. Sánchez fue un hombre de coyunturas, que actuó conforme a los dictados de su conciencia, siempre alerta contra cualesquiera intentos foráneos para aniquilar la República Dominicana. Mientras dispuso de vigor y energía para ofrecer su concurso a la defensa de la soberanía nacional, lo hizo sin reparar en la magnitud del sacrificio que la Historia suele deparar a los hombres excepcionales.

Se podrá o no estar de acuerdo con algunas de sus posiciones públicas en determinadas circunstancias de su trayectoria política. Pero sería injusto soslayar, o relegar a un plano de segundo orden, su irreductible convicción revolucionaria y su firme adhesión al esquema duartista de liberación nacional. Cada vez que fue necesario luchar para preservar la autonomía nacional, su presencia no se hizo esperar, ya fuera al través de la tribuna pública o en el campo de batalla.

En una de esas fervorosas demostraciones de inquebrantable fe en las potencialidades del pueblo dominicano para sostener su independencia, Francisco del Rosario Sánchez ofreció su vida para convertirse en uno de los más excelsos mártires del patriotismo dominicano.

Cuando la infausta tempestad de la anexión a España se cernía sobre el incierto horizonte de la Patria, y sus demoledores vientos amenazaban con devastar todo vestigio de libertades públicas y de autogobierno, Sánchez se hizo eco del sentir popular que ya se había acostumbrado a disfrutar de las ventajas que se derivan del sistema de gobierno republicano y democrático.

Fue en esos momentos de supremo heroísmo que, al tiempo de lanzarse al rescate de la República mancillada de manera inconsulta, en un Manifiesto político, fechado el 20 de enero de 1861, desmintió los infundios propalados por el gobierno santanista en el sentido de que el movimiento que lideraba promovía el retorno a la esclavitud de común acuerdo con el gobierno haitiano. En ese histórico documento Sánchez exhortó a los dominicanos a derrocar a Santana, a quien llamó tirano, y a no vacilar en declararse libres e independientes, “enarbolando la bandera cruzada del veinte y siete” y proclamando “un gobierno nuevo que reconstituya el país y os dé las garantías de libertad, de progreso y de independencia que necesitáis.

A continuación reproducimos el célebre párrafo en el que Sánchez, recordando la noche memorable del 27 de febrero cuando le cupo la gloria de plantar por primera vez sobre el baluarte de El Conde la bandera dominicana, explicó el por qué la expedición armada que lideraba contó con el respaldo coyuntural del gobierno haitiano que entonces presidía Fabré Geffrard: “He pisado el territorio de la República entrando por Haití, porque no podía entrar por otra parte, exigiéndolo así, además, la buena combinación, y porque estoy persuadido que esta República, con quien ayer cuando era imperio combatíamos por nuestra nacionalidad, está hoy tan empeñada como nosotros, porque la conservemos merced a la política de un gabinete republicano, sabio y justo.

Mas, si la maledicencia buscare pretextos para mancillar mi conducta, responderéis a cualquier cargo, diciendo, en alta voz, aunque sin jactancia, que YO SOY LA BANDERA NACIONAL”.

El primero de junio de 1861 la expedición dirigida por Sánchez y José María Cabral penetró a territorio dominicano y al cabo de días se encontraba en El Cercado, continuando hacia Las Matas. Debido a que la presión internacional ejercida por la monarquía española sobre el gobierno haitiano provocó que este suspendiera el apoyo logístico a los patriotas, fue necesario que estos optaran por iniciar la retirada hacia la frontera con el fin de reconsiderar la situación; fue entonces cuando, al pasar de nuevo por El Cercado, el 20 de junio por la noche, fueron emboscados por leales al gobierno español en las proximidades del paraje Juan de la Cruz, resultando Sánchez herido en la ingle y en una pierna. A principios de julio ya los prisioneros habían sido trasladados a San Juan, en donde el general Pedro Santana ordenó que fueran procesados por un Consejo de Guerra que los condenó a la pena capital. El 4 de julio de 1861 fueron fusilados en el cementerio de San Juan, al pie de una gúasima.

A partir de este 9 de marzo de 2017 el pueblo dominicano conmemorará el bicentenario del natalicio de Francisco del Rosario Sánchez, héroe y mártir, respectivamente, de las dos grandes gestas independentistas dominicanas del siglo XIX, razón por la cual la posteridad agradecida lo recuerda y venera de manera permanente como uno de los tres padres fundadores de la República.

*El autor es historiador. Miembro de Número de la Academia Dominicana de la Historia.

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.- General Ramón Matías Mella, prócer de la independencia y de la restauración
[Tomado de la página Juan Daniel Balcácer (Febrero 24, 2017)]
Juan Daniel Balcácer*

Con motivo de conmemorarse en el pasado año el bicentenario del natalicio del prócer Ramón Matías Mella, el Presidente de la República, licenciado Danilo Medina Sánchez, creó una Comisión Nacional para que a lo largo del año organizara y realizara un amplio programa de actividades a fin de exaltar y rememorar los eminentes servicios que el prócer Mella prestó al país durante las dos grandes gestas nacionalistas del siglo XIX dominicano: la independencia nacional y la guerra de la Restauración.

Conjuntamente con el Ministerio de Defensa, el Ministerio de Educación y la Comisión Permanente de Efemérides Patrias, y otras instituciones culturales, se organizaron sendos seminarios, en Santo Domingo y en Santiago, para analizar y exaltar la trayectoria pública de tan insigne paladín de nuestras guerras independentistas. Los trabajos presentados en los referidos cónclaves pronto verán la luz pública en forma de libro; al igual que una reimpresión auspiciada por la Comisión de Efemérides Patrias del valioso libro “Homenaje a Mella”, compilado por el historiador Emilio Rodríguez Demorizi, ya agotado, y que en 1970 publicó la Academia Dominicana de la Historia.

En este punto conviene subrayar que durante la pasada centuria, sobre todo a lo largo del ominoso interregno de la dictadura trujillista, el papel desempeñado por Ramón Matías Mella en el proceso político de la Primera República fue distorsionado y algo disminuido por determinadas corrientes históricas especializadas en fabricar héroes con pies de barro con tal de construir discursos apologéticos de ciertos personajes, como el general Pedro Santana, que simbolizaban todo cuanto significaba lo opuesto al partido nacional liderado por Juan Pablo Duarte.

Fue así como en el decurso de varios decenios un misterioso manto del olvido cubrió la limpia hoja de servicios del general Ramón Matías Mella, relegando a un plano secundario sus hazañas políticas y militares. Raro era que se hablara de él con la profusión que ameritaban sus hechos y su obra política, resaltando su intachable conducta pública al igual que su consistente cosmovisión nacionalista. Su nombre apenas era mencionado el 25 de febrero, su fecha natalicia, o el 27 de febrero, cuando se conmemora la proclamación de la República, y en ambos casos se estilaba destacar la singular acción de la puerta de La Misericordia cuando, en un gesto de indudable arrojo espartano y como consecuencia de una intempestiva decisión, Mella hizo el disparo auroral de la República, precipitando de esa manera el feliz desenlace de aquellos acontecimientos memorables.

En la época actual, sin embargo, si los investigadores y analistas del pasado procedieran de manera imparcial y al margen de las pasiones políticas o familiares, cuando se aproximen al conocimiento de los sucesos que dieron lugar al nacimiento de la República Dominicana, podrán constatar el hecho insoslayable de que entre los febreristas y trinitarios fundadores del Estado-nación, que los duartistas bautizaron con el nombre de República Dominicana, Ramón Matías Mella fue, al decir del historiador Emilio Rodríguez Demorizi, el de mayor significación política y social y –con excepción de Duarte- el de más exaltado patriotismo.

Al reconstruir de manera fidedigna el proceso político y social de la llamada Primera República, se podrá constatar que la figura pública del general Mella alcanza una estatura histórica de magnitudes colosales, equiparable a la de los grandes libertadores de América. El trabucazo audaz, a mi modo de ver, es tan sólo un pasaje ínfimo de su fascinante trayectoria revolucionaria, la cual vista en su totalidad le ha permitido ingresar para siempre al templo de los héroes nacionales para conformar, junto con Sánchez y Duarte, la inmortal tríada de los Padres de la Patria.

La contribución del general Ramón Matías Mella a la causa independentista superó los límites individuales e incluyó a una parte importante de su familia. Por eso la familia de Mella ha sido denominada con propiedad como “la familia procera”. Su hermano Idelfonso Mella Castillo fue de los firmantes de la Manifestación del 16 de enero de 1844 y le acompañó en la heroica acción del Conde, en donde también estuvo su suegro Gertrudis Brea. Durante la gloriosa guerra restauradora, además de su inseparable hermano Idelfonso, a su lado estuvieron sus dos jóvenes hijos, Ramón María e Idelfonso Mella Brea.

De profunda formación cristiana, Mella fue hombre de fina sensibilidad social. De incuestionable integridad moral y probo a carta cabal, supo cultivar el aprecio y la admiración de cuantos le conocieron y trataron. Fue comerciante, militar de brillante carrera, político, diplomático, titular de diversas secretarías de Estado, entre ellas la de las Fuerzas Armadas –que entonces se llamaba de Guerra y Marina– y finalmente Vicepresidente de la República del Gobierno Restaurador en armas, cargo que no pudo asumir entonces por encontrarse muy enfermo.

Antes de concluir, me permito rememorar un episodio protagonizado por Mella, que nos revela la reciedumbre de su carácter y la gallardía con las que el insigne prócer defendía sus principios y convicciones políticas cuando se trataba de preservar y defender la nacionalidad dominicana.

Refiere Manuel de Js. Troncoso de la Concha que algunos meses antes del Grito de Capotillo, el general Ramón M. Mella estuvo de visita en la ciudad de Santo Domingo, y que aprovechando esa circunstancia el Capitán General de la colonia, el Teniente General Felipe Ribero, requirió su presencia en el palacio de Gobierno.

Coincidió que en esos días por la línea noroeste se habían producido varias tentativas revolucionarias contra la ocupación española que naturalmente no prosperaron. Troncoso de la Concha describe que en el curso de la reunión que sostuvieron Mella y el Capitán General de la colonia, éste le dijo lo siguiente:

“Supongo, General, que usted no habrá estado complicado en esas vagabunderías que han tenido lugar en algunos pueblos de la isla.”

“A lo cual contestó Mella:

“-No, General; pero si algún día usted oyera decir que el General Mella está comprometido en algún movimiento, jure que no es vagabundería.”


¡Así era Mella! Altivo, enérgico, firme y dispuesto a defender en cualquier circunstancia la doctrina política que profesaba. Las generaciones del presente y del porvenir siempre deben tener presente que, a pesar de las adversidades padecidas por la gloriosa legión de nuestros libertadores, el general Ramón Mella siempre fue leal al ideal Duartiano, además de un consecuente nacionalista y un decidido defensor de la soberanía nacional, por cuya causa luchó hasta encontrar la muerte, por enfermedad, en plena guerra restauradora.

Es deber cívico y patriótico de todo buen dominicano rendir tributo permanente a la memoria del general Ramón Matías Mella, porque debido a su inmenso sacrificio, junto con sus demás compañeros de lucha, es que hoy disfrutamos de una República Dominicana libre, soberana y democrática.

*El autor es historiador. Miembro de Número de la Academia Dominicana de la Historia.

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.- Cómo fue ajusticiado Trujillo. A 55 años de la muerte del dictador que por 31 años mantuvo al país bajo terror
[Tomado de la página Juan Daniel Balcácer (Junio 2, 2016)]
Juan Daniel Balcácer*

El pueblo dominicano conmemora hoy, 30 de mayo, el Día de la Libertad, y el 51 aniversario del ajusticiamiento del dictador Rafael L. Trujillo, acontecimiento que tuvo lugar gracias a una vasta conspiración integrada por diversos grupos (uno de acción, otro político y otro militar), que tenían la responsabilidad primero de ajusticiar al tirano y luego, de proceder a una segunda fase consistente en apresar a la familia Trujillo y a sus principales epígonos con el fin de provocar un recambio en la cúpula política y militar del régimen.

Dentro de los grupos que conformaban el complot, el llamado “grupo de acción o de la avenida”, era el responsable de llevar a cabo la ejecución del tirano. Los principales líderes de la conjura habían obtenido la información de que cada miércoles Trujillo, habitualmente, viajaba a su pueblo natal y sobre la base de ese dato confiaron en que la delicada y arriesgada misión tendría lugar a mediados de semana.

Pero el destino quiso que tal acontecimiento sucediera un martes, circunstancia fortuita que provocó que por lo menos tres de los miembros originales del grupo de acción se vieron imposibilitados de participar en el tiranicidio.

Los hombres de la avenida

El grupo de acción que iría a la avenida estaba conformado por nueve personas, que se distribuirían en tres vehículos, pero en vista de que fue necesario actuar con inusitada precipitación antes del día previsto, solo siete de los hombres que tenían la encomienda de fulminar a tiros al tirano se encontraban disponibles en la ciudad de Santo Domingo.

Los hombres de la avenida fueron Antonio de la Maza, Antonio Imbert Barrera, Salvador Estrella Sadhalá, Amado García Guerrero, Pedro Livio Cedeño, Huáscar Tejeda Pimentel y Roberto Pastoriza Neret, los cuales, por lo menos en tres ocasiones (los días 17, 24 y 25 de mayo), intentaron fallidamente enfrentarse al dictador, que extrañamente varió su itinerario en cada ocasión.

La emboscada final

Tan pronto Antonio de la Maza recibió la noticia de que esa noche “el hombre” iría a San Cristóbal, procedió a verificar que la misma era fidedigna, y tras determinar que no disponía de tiempo suficiente para la reflexión pausada, para la planificación cautelosa y mucho menos para tratar de congregar a todos los que debían participar en la emboscada; sin pérdida de tiempo, contactó a los integrantes del grupo de acción accesibles en la capital.

Todo se desarrolló vertiginosamente. De la Maza, con no disimulada precipitación logró convocar a seis compañeros –algunos personalmente y otros por teléfono–, a los cuales advirtió que la hora decisiva había llegado, y que las circunstancias exigían pasar de la teoría a la acción. Dos horas después (Robert Crasweller estima que hacia las 7 de la noche), el teniente García Guerrero se comunicó por teléfono con el ingeniero Pastoriza y le aseguró que había confirmado que el hombre saldría esa noche fuera de la ciudad capital. Pastoriza, a su vez, debió contactar a su íntimo amigo, el ingeniero Huáscar Tejeda (que previamente había sido localizado por De la Maza), y de esa manera las personas claves de la conspiración fueron recibiendo la “valiosa información”, como la calificó uno de los héroes.

Tres vehículos intervinieron en la ejecución de Trujillo. Una vez en la avenida, en las cercanías de la Feria Ganadera, hacia las 8:30 de la noche, los miembros del “grupo de acción” se repartieron las armas y de inmediato decidieron separarse para esperar por su presa, conforme a un croquis que para tales fines había elaborado el ingeniero Pastoriza.

De acuerdo con el plan original, dos de los vehículos debían esperar por una señal de luces para bloquear la autopista y así obligar al carro del dictador a detenerse, de suerte tal que el auto persecutor pudiera alcanzar el blanco entre dos fuegos.

En el primer auto, estacionado en las proximidades del Teatro Agua y Luz, en dirección oeste-este, viajaban Imbert Barrera, conductor; De la Maza, quien ocupaba el asiento derecho delantero; Estrella Sadhalá y el teniente García Guerrero, quienes iban sentados detrás. En un segundo carro, estacionado a 4 kilómetros de la Feria Ganadera, también en dirección oeste-este, se encontraban el ingeniero Huáscar Tejeda y Pedro Livio Cedeño; mientras que el tercer automóvil, que se aparcó en el kilómetro 9 de la autopista en dirección hacia San Cristóbal, lo conducía el ingeniero Roberto Pastoriza.

Trujillo viajaba en el asiento trasero de su Chevrolet azul celeste, modelo 57, contiguo a la puerta posterior derecha. En el interior del vehículo había tres ametralladoras, además de la pistola de reglamento que portaba el chofer. Trujillo también tenía un revólver calibre 38 así como el maletín que acostumbraba llevar consigo, repleto de dinero.

Tan pronto los cuatro conjurados avistaron el carro del déspota, se prepararon para perseguirlo. Con cierta premura encendieron el motor de su auto, hicieron un giro y de inmediato enfilaron en dirección este-oeste tras la codiciada presa. En el momento en que el vehículo conducido por Imbert Barrera se colocó paralelo al de Trujillo, De la Maza y García Guerrero dispararon sus armas creyendo, erradamente, que habían fallado en su primer intento; pero en realidad no fue así. El disparo de escopeta que hizo De la Maza dio en el blanco y resultó ser mortal para El Jefe.

Ante el inesperado ataque, el chofer de Trujillo frenó bruscamente provocando que el automóvil manejado por Imbert lo rebasara velozmente.

Fue entonces cuando Imbert (urgido por De la Maza) giró en “U” aceleradamente y se situó a unos 15 metros de distancia del objetivo. De inmediato los cuatro ocupantes del vehículo atacante se desmontaron, armas en mano, dando así inicio a un intenso tiroteo que, según apreciaciones de expertos militares, duró aproximadamente diez minutos. Trujillo y su chofer también salieron del vehículo, detenido en medio del paseo central de la avenida en posición diagonal (pues De la Cruz quiso intentar un giro a la izquierda para regresar a la capital). Una vez fuera del carro, y parapetados detrás del mismo, el capitán De la Cruz respondía con ametralladora al fuego de sus atacantes, defendiéndose, al tiempo que trataba de proteger a su jefe.

Los dos Antonio, Imbert y De la Maza, tirados sobre el pavimento, solicitaron a Estrella Sadhalá y García Guerrero que los cubrieran, ya que tratarían de acercarse al carro de Trujilllo con el propósito de terminar rápidamente el enfrentamiento, que, según consideraban, se estaba prolongando demasiado.

De la Maza logró deslizarse por el pavimento hasta posicionarse detrás del vehículo de Trujillo, mientras que Imbert lo hizo por la parte delantera. La intensidad del tiroteo aumentaba cada vez más cuando, de repente, De la Maza, después de haberle disparado otra vez al tirano, gritó: “¡Tocayo, va uno para allá!”.

El tiro de gracia al ‘Jefe

En medio de aquella lluvia de proyectiles, los atacantes del Jefe no se percataron de que el chofer de éste había cesado de disparar, replegándose hacia la maleza, mientras que Imbert sí pudo notar que una persona, evidentemente mal herida, se tambaleaba frente al vehículo en donde minutos antes se encontraba el hombre más poderoso del país. Era Trujillo, cuyo metal de voz Imbert dice haber reconocido, pues el dictador naturalmente se quejaba de las heridas recibidas o profería palabras que en ese momento resultaron ininteligibles.

Un certero disparo de Imbert, que Trujillo recibió en el pecho, detuvo su marcha, desplomándose estrepitosamente a casi tres metros de distancia de su atacante. En ese preciso instante, Antonio de la Maza, a la velocidad de un rayo, emergió de la oscuridad de la noche aproximándose al cuerpo del dictador –que yacía sobre el pavimento “boca arriba, con la cabeza en dirección a Haina”– y le descerrajó un tiro de pistola en la barbilla, al tiempo que exclamó: “¡Este guaraguao no come más pollos!”. En cuestión de minutos Trujillo estaba muerto y desde entonces es parte de la historia.

*El autor es historiador. Miembro de Número de la Academia Dominicana de la Historia.

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.- ¿Quién era quién en la conjura del 30 de mayo?
[Tomado del Listín Diario (Junio 20, 2018)]
Juan Daniel Balcácer*

A diferencia de cuanto creen algunas personas, la conjura del 30 de mayo no fue un hecho fotuito ni mucho menos improvisado. Se trató de una trama política bien estructurada, conformada por un grupo de hombres unidos mediante estrechos vínculos consanguíneos o de sagrados lazos de compadrazgo y leal e inquebrantable amistad. Tal situación explica el hermetismo que existió en torno al objetivo fundamental del complot, cosa que impidió que el mismo fuera descubierto por el eficaz sistema de espionaje de la dictadura.

Para facilitar el conocimiento interior de la conspiración, procedí a identificar su estructura en tres grupos o núcleos que, a su vez, tenían otras ramificaciones. Sabemos que, de ese grupo de héroes, quienes por primera vez comenzaron a fraguar la forma más eficaz y segura de acabar con el tirano fueron: Juan Tomás Díaz y Antonio de la Maza, cada uno de los cuales logró conquistar a otros miembros de sus familias, así como a amigos muy cercanos. Al cabo de poco tiempo, De la Maza conversó con Salvador Estrella Sahdalá, amigo fraterno, y tras comprobar que ambos estaban en los mismos aprestos, decidieron unificar esfuerzos. A continuación, los nombres de los paladines a quienes debemos la erradicación física del tirano.

El grupo de Moca. Estaba integrado por Antonio de la Maza Vásquez, y sus hermanos Ernesto, Mario, Bolívar y Pablo, además: Eduardo Antonio García Vásquez y su hermano Bienvenido, Luis Manuel Cáceres Michel (Tunti) y Miguel Angel Bissié Romero.

El grupo de Salvador. Lo componían Salvador Estrella S., el teniente Amado García Guerrero y Antonio Imbert Barrera. En las reuniones celebradas en casa de la familia Estrella-Mueses también participaban César Estrella Sadhalá, Máximo Mueses y el ingeniero Rafael O. Castillo (a) Muñeco.

El grupo político. Estaba conformado por Juan Tomás Díaz Quezada y su hermano Modesto. Asimismo, por Luis Amiama Tió, Pedro Livio Cedeño, Roberto Pastoriza Neret, Huáscar Tejeda Pimentel, Miguel Ángel Báez Díaz y su hermano Tomás, Manuel de Ovín Filpo y el mayor general José René Román Fernández. Una vez muerto Trujillo, este último -bajo la supervisión del general Díaz- debía poner en acción el sub grupo militar para tomar control de la maquinaria del régimen.

El grupo de “Mr. X”. Era un ramal del “grupo político”. “Mr. X” era la clave con que las comunicaciones oficiales del Departamento de Estado aludían a Juan Bautista (Gianni) Vicini, con quien colaboraban Ángel Severo Cabral, Donal Reid Cabral, Andrés Freites Barreras, Luis Manuel Baquero Domínguez y Jordi Brossa, entre otros.

Algunos datos importantes. Miguel Ángel Báez Díaz, primo de Juan Tomás, fue quien el martes 30, cerca de las 5 de la tarde, informó a De la Maza sobre un viaje inesperado de Trujillo hacia San Cristóbal. Luego, esa misma noche, en dos ocasiones Miguel Ángel se trasladó a la avenida George Washington para confirmarle a sus compañeros que el hombre iría a San Cristóbal.

Originalmente, los hombres de la avenida eran nueve, divididos en tres vehículos; pero como hubo que adelantar los planes y actuar precipitadamente, solo siete llevaron a cabo el atentado. Los primeros en dispararle a Trujillo fueron De la Maza y García Guerrero. Este era primo de Urania Mueses, esposa de Salvador Estrella; y como miembro del Cuerpo de Ayudantes Militares, fue García Guerrero quien proporcionó al grupo la valiosa información en el sentido de que, cada miércoles, Trujillo viajaba a San Cristóbal, sin escolta militar.

Miguel Ángel Bissié, concuñado de De la Maza, fue quien recortó las escopetas utilizadas en el tiranicidio. Ovín Filpo, por su lado, preparó potentes cartuchos especiales utilizados esa noche. Eduardo Antonio García Vásquez fue una figura clave del grupo de Moca. Había redactado una suerte de manifiesto político que sería leído a la población a través de una emisora de radio, dando cuenta del ajusticiamiento de Trujillo y de los propósitos ulteriores de la conjura. Junto a Ernesto y Mario de la Maza, García Vásquez viajaba los miércoles a la capital para participar en la emboscada que se tenía planificada pero, debido a que inesperadamente el tiranicidio tuvo lugar un martes, el hecho los sorprendió en Moca.

De los hombres de la avenida, solo Antonio Imbert Barrera salvó la vida; mientras que del grupo de Moca, sobrevivieron Antonio García Vásquez y Miguel Ángel Bissié (quien todavía vive). Del grupo político, Luis Amiama Tió y De Ovín Filpo no cayeron en las garras del terror trujillista; y del grupo de “Mr. X”, ninguno de sus integrantes fue detectado por los organismos de seguridad del gobierno.
Nota aclaratoria: la lista que antecede no es definitiva, aunque ha sido elaborada en función de documentos fidedignos que he podido examinar. La conjura del 30 de mayo tuvo no pocos adeptos y simpatizantes. Gracias a la sensibilidad y solidaridad patrióticas de varias familias, algunos de los conjurados (incluyendo actores directos) pudieron eludir la feroz persecución de los agentes del temible Servicio de Inteligencia Militar y así salvar sus vidas.
*El autor es historiador. Miembro de Número de la Academia Dominicana de la Historia.

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.- Trascendencia histórica de la batalla de Azua en 1844
[Tomado de la página Juan Daniel Balcácer (Marzo 21, 2016)]
Juan Daniel Balcácer*

Todo dominicano familiarizado con los acontecimientos históricos que hicieron viable el proyecto político de Juan Pablo Duarte, sabe que febrero es el MES DE LA PATRIA porque fue en febrero de 1844, precisamente hace 172 años, cuando por primera vez tuvimos una República Dominicana libre e independiente, así como una bandera tricolor que desde entonces ha devenido uno de los símbolos más sagrados de nuestra identidad nacional.

Pero si FEBRERO es el mes del nacimiento de la República, MARZO, real y efectivamente, constituye el mes clave en cuanto se refiere al proceso de reafirmación del proyecto independentista; puesto que fue en marzo de 1844 cuando nuestros antepasados comenzaron a crear las bases institucionales y patrióticas sobre las que se levantaría la República.

Entre las primeras medidas adoptadas por la Junta Central Gubernativa a fin de contrarrestar la propaganda adversa al proyecto nacionalista, figura la disposición del 1° de marzo según la cual, de acuerdo con los principios políticos enarbolados por los trinitarios, el nuevo Gobierno no (tendría, NH) intención de expulsar a ningún ciudadano extranjero –especialmente haitiano- ni mucho menos de confiscar sus propiedades, siempre que se respetara la voluntad colectiva de los dominicanos de constituirse en un organismo político auto gobernable.

Asimismo, la Junta Central Gubernativa decretó de manera categórica lo siguiente: “la esclavitud ha desaparecido para siempre del territorio de la República Dominicana”.

La noticia de que los dominicanos se habían constituido en un Estado soberano llegó a Puerto Príncipe el día 3 de marzo y acto seguido el presidente Charles Herard solicitó permiso de la Asamblea Constituyente para dirigirse a la parte del Este, al frente de un imponente ejército de más de 30,000 soldados, con el propósito de sofocar lo que ellos calificaron de movimiento sedicioso que atentaba contra la indivisibilidad de la República haitiana. Así las cosas, Herard no perdió tiempo y de inmediato “puso en movimiento todas las tropas de la República, y confiando la invasión de la parte del Norte al general Pierrot, se reservó dirigir personalmente la del Sur, cuyas fronteras pasó el día 9 dividiendo su ejército en dos cuerpos: uno que tomó la dirección de Neiba al mando del general Souffront, y otro que siguió sobre Las Matas a sus órdenes inmediatas”.

Paralelamente, el mismo 9 de marzo la Junta Central Gubernativa le comunicó oficialmente al Presidente de la República haitiana que “los pueblos de la parte antes Española… han tomado la firme resolución de reivindicar sus derechos, creyéndose por sí más capaces de proveer a su prosperidad, seguridad y bienestar futuro, erigiéndose en un estado soberano cuyos principios están consagrados en el Manifiesto de que acompañamos a Usted dos ejemplares”; al tiempo que le advertía que en caso de persistir en la cuestión de la indivisibilidad del territorio insular, los dominicanos estaban resueltos “a dar al mundo entero el espectáculo de un pueblo que se sacrificará en la defensa de sus derechos y que se reducirá a cenizas y escombros si sus opresores que se vanaglorian de libres y civilizados, nos quisieren imponer condiciones aún más duras que la muerte”.

El presidente haitiano, naturalmente, no prestó atención a las comunicaciones oficiales de los dominicanos y, por el contrario, el día 12 de marzo, mientras se encontraba en Las Caobas, dirigió una Proclama a los haitianos acusando a los dominicanos de actuar resentidos por los excesos del dictador Boyer y de ser unos ambiciosos que sólo pretendían “quebrantar la indivisibilidad de la República”, cosa que él no permitiría. El presidente Herard dijo además que, aun cuando había invadido el territorio dominicano al frente de 30,000 soldados, se presentaba “como mensajero de paz y de la verdad”, pero que si encontraba resistencia no vacilaría en emplear la fuerza para someter a los dominicanos a la obediencia. En esa Proclama, Herard, en un tono algo intimidatorio, también vaticinó que “dentro de unos días llegaré a las puertas de Santo Domingo…”.

Sin embargo, nunca llegaron a Santo Domingo, porque en Azua, el 19 de marzo de 1844, los valientes patriotas de esa comarca y de otros pueblos aledaños, junto con el incipiente ejército nacional, dirigido por el general Pedro Santana, sencillamente no se lo permitieron, frustrando así las pretensiones del ejército invasor de volver a imponerle a los dominicanos el esquema político de dominación que prevaleció desde el 9 de febrero de 1822 hasta el 27 de febrero de 1844.

Es cierto que las hostilidades se habían iniciado el día 11 de marzo entre los patriotas dominicanos y los invasores, primero en la Fuente del Rodeo (en donde según José Gabriel García tuvo lugar el “verdadero bautismo de sangre de la República”), y luego el día 13 en la Cabeza de Las Marías, pero el verdadero combate entre las columnas más numerosas de los dos ejércitos tuvo lugar el día 19 en la villa de Azua.

Durante más de tres horas, con la ayuda de artilleros y fusileros azuanos dirigidos por Valentín Alcántara y Vicente Noble, así como por un contingente de macheteros de esta región, entrenados por Antonio Duvergé, el joven ejército criollo, al que también se incorporaron campesinos de todos los pueblos del sur, se enfrentó a las tropas comandadas personalmente por el Presidente Herard, las que fueron repelidas, causándoles numerosas bajas, y obligadas a replegarse desordenadamente al río Jura, en donde intentaron reorganizarse.

Sabemos que, tras el triunfo de las armas dominicanas, mientras los haitianos analizaban, perplejos, las causas de esa derrota, el general Santana dispuso que las tropas nacionales bajo su mando se retiraran a Sabana Buey, lo que luego permitió que el ejército invasor ocupara temporalmente la plaza de Azua. A continuación, no me adentraré en pormenores acerca del desarrollo de la célebre Batalla de Azua, ni tampoco abordaré las controversias que se han suscitado entre historiadores y especialistas en cuestiones militares acerca de si fue o no atinada la retirada que, luego del triunfo de las armas dominicanas, entonces ordenó el general Santana. Me limitaré, por tanto, a rememorar el extraordinario arrojo desplegado por los dominicanos para defender la joven República frente a un ejército numéricamente superior y con mayor tradición de combate.

El triunfo de las armas dominicanas en Azua, aquél 19 de marzo de 1844, además de que puso de manifiesto –para sorpresa de los invasores- la admirable capacidad de resistencia y defensiva de nuestros antepasados, tuvo un efecto moral sobremanera positivo en el colectivo nacional.

Desde entonces, los dominicanos comprendieron que no sólo eran capaces de haberse constituido en un Estado libre e independiente, sino que también podían luchar con éxito por mantener erguida esa nueva realidad cualitativa. En Azua, luego en Santiago, y después en los diferentes campos de batalla que surgieron en el decurso de la guerra dominico haitiana, nuestros antepasados, inspirados en nobles sentimientos nacionalistas, defendieron su derecho a la autodeterminación de conformidad con el llamado que el día 10 de marzo hizo la Junta Central Gubernativa a todos los dominicanos ante la inminencia de una nueva invasión haitiana:

No déis oído a los que cobardemente piensan intimidaros, esparciendo rumores sobre la próxima invasión de los haitianos, para reduciros a un exterminio total, cuya empresa juzgaría el mundo entero poniéndola en paralelo con el espíritu de civilización que reina en todas partes y la generosidad con que nos hemos conducido. Aun cuando así fuera, opongámosle una resistencia vigorosa, sirvan nuestros pechos de baluartes a los que osaren invadir nuestro territorio, hacernos la guerra y despojarnos de nuestros derechos; perezcan con gloria y honor aquellos a quienes la suerte fije su destino, y los demás aseguremos una Patria que no teníamos para poder cantar un día himnos a la Libertad, y a la República Dominicana. ¡Viva la Religión! ¡Viva la Patria! ¡Viva la Libertad!”.

A 172 años de distancia de aquéllos acontecimientos memorables, la nación dominicana de nuevo rinde tributo a la memoria de quienes, bajo la inspiración del lema sacrosanto de Dios, Patria y Libertad, a riesgo de perder incluso sus propias vidas, hicieron posible el espléndido triunfo de Azua, impidiendo así que sucumbiera la incipiente República Dominicana, el más sublime legado de los ilustres Padres Fundadores, Juan Pablo Duarte, Francisco del Rosario Sánchez y Ramón Matías Mella.

¡Gloria eterna para los paladines de la victoria de las armas dominicanas en Azua, hace hoy 172 años!

*El autor es historiador. Miembro de Número Academia Dominicana de la Historia.

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.- ¿Cuál es el nombre de la capital de la República?
[Tomado de la página Juan Daniel Balcácer (Febrero 19, 2016)]
Juan Daniel Balcácer*

Los dominicanos familiarizados con el acontecer político vernáculo son conscientes que de un tiempo acá las Cámaras legislativas, reunidas en Asamblea Nacional, sesionan para conocer y revisar el ante proyecto de Constitución Política sometido por el Poder Ejecutivo para su aprobación. Como es de esperar que acontezca en un sistema democrático, pluralista y representativo, como el que prevalece en la República Dominicana, es natural que los distinguidos congresistas, representantes de diferentes organizaciones políticas, introduzcan algunas variaciones al texto original que les sometió el Poder Ejecutivo de forma tal que al final los dominicanos dispongamos de Pacto Fundamental adecuado a las necesidades de una nación moderna. Hay muchas expectativas respecto de la reforma constitucional en curso, pues se sabe que el legislador, además de reafirmar principios jurídicos hace tiempo en vigor y que son inalterables por su naturaleza, habrá de introducir novedosos cambios con el fin de entregarle al país una Carta Sustantiva moderna…

Sin embargo, he podido constatar al examinar el articulado que ya ha sido aprobado por los congresistas, que existe un tema relacionado con el nombre auténtico e histórico de la capital de la República Dominicana que, a diferencia de lo propuesto por el Poder Ejecutivo, los asambleístas han decidido mantener tal y como erradamente figura en nuestra Constitución desde 1966. Según la propuesta del Poder Ejecutivo el nombre de la capital de la República es simplemente SANTO DOMINGO; pero a partir de 1966 el legislado inadvertidamente tal vez la llama SANTO DOMINGO DE GUZMÁN. Parece un tema trivial, tautológico, sostendrán algunos, pero estimo que no lo es si nos ceñimos a la realidad histórica.

Origen histórico del nombre

Hacia 1498, no hay seguridad en torno al día ni al año, el Adelantado Bartolomé Colón, hermano del Gran Almirante, fundó sobre la margen oriental del río Ozama una ciudad a la que bautizó con el nombre de Santo Domingo, en honor al Santo Domingo de Guzmán, fundador de la orden de predicadores cuyos integrantes son los frailes conocidos como “dominicos” o “dominicanos”. Fray Cipriano de Utrera es de opinión de que otras dos razones también influyeron en la escogencia de dicho nombre: 1) que el día en que el Adelantado llegó al lugar donde se erigió la pequeña villa era domingo; y, 2) que el padre de los Colón se llamaba Domingo. En 1502, tras ser devastada por un huracán, el gobernador Frey Nicolás de Ovando dispuso que la ciudad de Santo Domingo fuera erigida sobre la margen occidental del río Ozama, donde se encuentra actualmente.

La isla Española, bautizada así por el Gran Almirante porque sus vegas eran “de las más hermosas del mundo y cuasi semejables a las tierras de Castilla”, tuvo por ciudad principal y asiento de sus principales autoridades, a la ciudad de Santo Domingo, luego conocida como Ciudad Primada de América.

Durante varios decenios del siglo XVI, el territorio insular fue conocido como Isla Española; sin embargo, a partir de 1550 en diversos documentos también se le identifica como Isla Española o de Santo Domingo. Este último nombre finalmente se impuso en razón de la importancia que adquirió en el viejo continente la Ciudad Primada de América, siempre llamada Santo Domingo, sin el Guzmán. Aquí se estableció la Real Audiencia de Santo Domingo y cuando se elevó la sede episcopal se le llamó Arzobispado de Santo Domingo.

Desde inicios del siglo XVII, a los oriundos de la Isla de Santo Domingo se les conoció, según consta en una Real Cédula de 1621 y en varios documentos postreros, con el gentilicio de “dominicanos”, que deriva del sustantivo Domingo. Así, pueblo de Santo Domingo, ciudad de Santo Domingo e isla de Santo Domingo fueron siempre identificados sin el Guzmán.

El nombre de la ciudad capital y la Constitución

En noviembre de 1844, tras la proclamación de la REPÚBLICA DOMINICANA el 27 de febrero de ese mismo año, fue sancionada la primera Constitución Política dominicana, en la villa de San Cristóbal. El Artículo 6, título II, dice textualmente: “La ciudad de Santo Domingo es Capital de la República y asiento del Gobierno”. Esta disposición se mantuvo en vigor en todos nuestros textos constitucionales hasta 1942.

En la revisión constitucional de diciembre de 1854, el legislador usó por primera vez el apellido GUZMÁN al enumerar los nombres de las cinco provincias que entonces conformaban el territorio de la República. En el Art. 3 de esa Carta Magna se lee: “Las provincias actuales: Compostela de Azua, Santo Domingo de Guzmán, Santa Cruz del Seibo, Concepción de La Vega y Santiago de los Caballeros”. No obstante, en el Art. 20, “Del Poder Legislativo”, se mantuvo el criterio de que “la ciudad de Santo Domingo es Capital de la República y asiento de los Poderes Supremos del Estado”.

El nombre de la Provincia de Santo Domingo de Guzmán figuró en nuestros textos constitucionales hasta la reforma de 1879, cuando se omitió el apellido Guzmán y simplemente se consignó que la Provincia sede del gobierno central se llamaba Santo Domingo, al igual que la ciudad capital.

Salvo la Constitución de 1858, mejor conocida como la Constitución de Moca, que designó a la ciudad de Santiago como Capital de la República y sede del gobierno nacional, todas las reformas que tuvieron lugar en el siglo XIX mantuvieron invariable el nombre de la ciudad capital como SANTO DOMINGO, sin el Guzmán.

Santo Domingo en las Constituciones del siglo XX

Desde 1907 hasta 1942, el legislador, al momento de reformar la Carta Sustantiva de la nación, siguió la tradición decimonónica designando a la ciudad de Santo Domingo, SIN EL GUZMÁN, como capital de la República y asiento del Gobierno nacional. Las leyes, decretos y resoluciones emanadas de los diferentes Poderes del Estado concluían lógicamente de esta manera: “Dado en Santo Domingo, capital de la República, a los… etcétera”.

Se recordará que en la revisión constitucional de 1942, el Artículo 4 creó el Distrito Nacional de Santo Domingo y en el Art. 5 se consignó el cambio de nombre de la capital de esta manera: “La antigua ciudad de Santo Domingo, hoy Ciudad Trujillo, es la Capital de la República y asiento del Gobierno nacional”. Esta disposición se mantuvo en vigor hasta la revisión de diciembre de 1961, que suprimió el nombre de “Ciudad Trujillo” y le devolvió a la ciudad capital el antiguo nombre de SANTO DOMINGO, sin el Guzmán, disposición que se mantuvo vigente hasta 1966.

En la reforma constitucional del 29 de noviembre de 1966, el legislador, tal vez inadvertidamente, consignó, en el Art. 6 que: “La ciudad de Santo Domingo de Guzmán es la capital de la República y el asiento del gobierno nacional”. Lógicamente, desde entonces todos los decretos y leyes emanados del Poder Ejecutivo y del Congreso Nacional, concluyen de la siguiente forma: “Dado en la ciudad de Santo Domingo de Guzmán…”.

Conclusión

El nombre correcto de la capital de la República Dominicana es SANTO DOMINGO, sin el Guzmán. Nunca antes, ni en las constituciones del siglo XIX, ni en las del XX (salvo la reforma de 1966), se usó el apellido Guzmán para referirse a la ciudad capital.

El único caso que puede haber generado cierta confusión, y por eso fue sabiamente corregido en 1879, tuvo lugar a partir de la reforma de diciembre de 1854 cuando se le llamó Santo Domingo de Guzmán a la Provincia, mas no a la Ciudad Capital de la República, que siguió siendo llamada por su original nombre histórico: Santo Domingo, sin el Guzmán.

*El autor es historiador. Miembro de Número de la Academia Dominicana de la Historia.

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.- Raíces del autoritarismo dominicano
[Tomado de la página Juan Daniel Balcácer (Originalmente publicado en el Listín Diario en dos entregas: mayo 21 y 28 de 2000, respectivamente)]
Juan Daniel Balcácer*

I

Los pueblos latinoamericanos compartimos una historia común en no pocos aspectos esenciales de la evolución de nuestras identidades nacionales. Las similitudes culturales e históricas entre nuestros países son mucho más sólidas que los contrastes, rasgos y características que nos diferencian como colectividades.

El descubrimiento, la conquista y la colonización constituyeron una experiencia histórica común a los pueblos latinoamericanos. De la mixtificación entre el español con el indio y con el negro brotó el mestizaje, experiencia también compartida por nuestros pueblos. En algunos casos, como aconteció en Santo Domingo, el elemento indígena fue borrado de la faz isleña, consecuencia de la exterminación a que fue sometido y debido a que la demografía aborigen, al momento del descubrimiento, no excedía de 370,000 personas. En otros países, como México y Perú —para sólo citar dos casos— no ocurrió así.

Semejante fue también la experiencia del encuentro desigual entre las culturas española e indígena que —gradual pero traumáticamente— dio al traste con formidables civilizaciones, como la de los mayas, aztecas, incas y chibchas, para dar paso a una nueva realidad cualitativa que devino en el germen de las sociedades criollas que, con el tiempo, conformaron los países hispanoamericanos.

El descubrimiento, conquista y colonización de América Latina fue una empresa netamente española, excepto los casos del Brasil, país que, como se sabe, fue posesión portuguesa y también de algunas islas del archipiélago antillano que resultaron colonizadas por Francia, Inglaterra y Holanda.

En la América hispana la conquista precedió a la colonización, mientras que en la América anglosajona fue al revés: la colonización antecedió a la conquista. Los anglosajones primero poblaron y, luego, extendieron su dominio al través del vasto territorio que hoy ocupan los Estados Unidos. Pero los peregrinos del Mayflower, contrario a la expedición de Cristóbal Colón, no fueron a Norteamérica en representación del imperio británico y en plan conquistador. El proceso, por tanto, en Norteamérica fue totalmente diferente del que tuvo lugar en los países de la América hispana. Los peregrinos puritanos, en principio sólo se establecieron en determinado territorio y no fueron colonizados por nadie; mientras que nuestros ancestros, en cambio, padecieron el escarnio del coloniaje, las consecuencias del mestizaje y la implantación, entre otras cosas, del sistema administrativo centralista español, del cual derivó gran parte del autoritarismo latinoamericano.

La España imperial de los Reyes Católicos trasplantó al Nuevo Mundo sus instituciones políticas, militares, religiosas, culturales y sociales. La organización administrativa de los territorios descubiertos se hizo conforme al esquema monárquico absolutista español, sin tomar en cuenta que los pueblos recién descubiertos e incorporados al reino ibérico no habían alcanzado las condiciones subjetivas y objetivas necesarias que les permitiera asimilar la cultura política del dominador.

Desde los albores de la colonización nuestros pueblos estuvieron administrativamente divididos en virreinatos, al tiempo que dirigidos por funcionarios que ostentaron títulos de adelantados, gobernadores, capitanes generales, alcaldes mayores, corregidores y otros. Esos funcionarios, al través de instituciones como la Casa de Contratación de Sevilla, el Consejo de Indias, la Real Audiencia y las sedes Arzobispales, sentaron las bases jurídicas, religiosas y hasta sicológicas de los colectivos que surgirían en las zonas sometidas al dominio europeo.

La conquista, sin embargo, y en este punto está de acuerdo la casi totalidad de los especialistas en historia colonial, fue una empresa fundamentalmente económica. Los pueblos descubiertos y colonizados —y esto también forma parte de las analogías históricas latinoamericanas—, fueron sometidos a un régimen de esclavitud dentro del modelo medieval que conocía Europa: la explotación de la tierra con fines de extracción de metales preciosos (oro y plata), repartición de terrenos para desarrollar plantaciones, fueran azucareras o de otros cultivos y especies apreciados en las metrópolis. El modelo pronto se debilitó debido a varias razones: en algunos casos los metales preciosos sencillamente se agotaron; y, en otros, la metrópoli ibérica, en virtud del debilitamiento de su industria, no tardó en devenir incapaz para suministrar a tiempo, y en las cantidades adecuadas, los productos que necesitaban para su subsistencia las colonias del Nuevo Mundo. El comercio fue, pues, unilateral, y tal circunstancia obligó a muchos pueblos del orbe hispanoamericano a poner en práctica un comercio intérlope con representantes de otras naciones, contrarias a España, cuyos súbditos fueron capaces de aprovechar esas debilidades, estableciendo relaciones comerciales con los pueblos hispanos semi abandonados por la corona española.

Otro ingrediente de gran similitud que aflora en la sociología latinoamericana, sin duda heredado de los conquistadores hispanos, lo constituye el carácter autoritario de nuestras sociedades. La concentración de los poderes políticos y militares en los gobernadores y capitanes generales dio lugar al surgimiento de una cultura autoritaria que en la América hispana predominó durante tres siglos e, incluso, sobrevivió aún después de la eclosión de las independencias de las repúblicas de Sur y Centro América.

De los movimientos independentistas, que en su gran mayoría tuvieron lugar durante la primera mitad del siglo XIX, emergió un fenómeno sociológico, típico de las sociedades agrarias del medioevo, que se manifestó en la casi totalidad de nuestros países: me refiero al caudillismo.

El caudillismo fue un tipo de liderazgo carismático, en muchas ocasiones de trasfondo pretoriano y de orientación dictatorial, esencialmente antagónico al liberalismo y al sistema de la democracia. Cuando nuestros pueblos se separaron de la Madre Patria y se declararon independientes, también fueron testigos del surgimiento de ese liderazgo que tuvo sobre sus hombros la dirección de las luchas contra la metrópolis, al tiempo que protagonizaban las pugnas intestinas por el control del poder político. El caudillo, apoyado por una clientela personal, se oponía a todo vestigio de pluralismo y apertura; por lo general tenía su propio ejército, y cuando no era un potentado económico, se aseguraba de contar, entre sus prosélitos, con el respaldo de quienes fueran capaces de sustentar financieramente sus actividades; servicio éste que solían honrar y reciprocar con sinecuras, canonjías y privilegios.

II

Una característica peculiar del caudillo es que no estaba en disposición de compartir con nadie el poder que había obtenido por medio de las armas o de las urnas. Los primeros héroes de las independencias latinoamericanas primero lucharon contra España, y luego contra los tiranuelos que surgieron en el entorno; pero muchos de ellos mismos, esto es, los precursores de los movimientos independentistas, en determinadas circunstancias devinieron en caudillos y se vieron precisados a hacer uso del poder absoluto a fin de imponer el orden.

Dentro de las similitudes latinoamericanas también aflora el hecho de que, luego de proclamada la independencia, nuestros pueblos padecieron los rigores de sucesivos despotismos, en razón de que algunos de los líderes políticos de las emergentes repúblicas, una vez lograban el control del gobierno se aferraban a él como la hiedra a la pared convirtiéndose, además, en perseverantes continuistas.

Un ejemplo ilustrativo es Venezuela, en donde desde 1830 a 1935 predominaron los caudillos: Páez (1830-1846); luego los hermanos Monagas (1846-1861); Páez, de nuevo (1861-1863); Guzmán Blanco (1870-1887); Crespo (1887-1898); Castro (1899-1908); y, finalmente, Gómez (1908-1935). Similar caso al de Venezuela es República Dominicana, en cuyo devenir histórico, entre 1844 y 1978, puede constatarse una sucesión permanente de caudillos, déspotas y tiranos, así como las pugnas entre Santana y Báez, (1844-1861); luego entre Báez y Cabral; posteriormente la hegemonía de Lilís (1886-1899); o el período turbulento de los caudillos de principios del siglo XX, Jimenes y Vásquez, hasta el advenimiento al poder de Rafael L. Trujillo, quien gobernó el país con mano de hierro desde 1930 hasta 1961 y, finalmente, los gobiernos iliberales de Joaquín Balaguer, especialmente durante el período 1966-1978.

Como se puede advertir, el caudillismo fue un fenómeno general en América Latina y al través de ese tipo de liderazgo se robusteció en la subconsciencia colectiva de nuestros pueblos la noción del ejercicio autoritario del poder. En este sentido no puede afirmarse que sólo una clase social asimiló este tipo de cultura política: se trató, más bien, de un fenómeno consustancial a todas las clases sociales latinoamericanas y a los más diversos tipos de personalidades.

Permítaseme el siguiente ejemplo: el doctor Gaspar Rodríguez Francia, en Paraguay (1811-1840), al decir del profesor Jacques Lambert, “era un notable culto de espíritu paternalista; Santa Ana (1828-1844), en México, era un rico criollo, seductor e inestable, que soñaba con la gloria militar: Santa Cruz (1829-1839), en Bolivia, era un oficial de carrera, honrado y vanidoso, que se creía heredero del inca por parte de su madre; Portales (1830-1837), en Chile, era un rico comerciante preocupado por el orden y la prosperidad; Rafael Carrera (1838-1837), en Guatemala, era un general, pero Fulgencio Batista (1934-1959), en Cuba, era un suboficial sublevado contra los generales; Guzmán Blanco (1870-1890), en Venezuela, era un caballero educado, pero Cipriano Castro (1889-1908), que le sucedió, no era sino un inculto conductor de ganado”.

Pero no todo el panorama latinoamericano es tan deprimente en la esfera de la política. El siglo XX significó, para nuestro continente, un siglo de esperanzas, de notables logros en el plano de las ciencias y de las ideas, así como también un período propicio para el desarrollo y crecimiento sostenido de nuestras economías. Sin embargo, un cambio operado a escala mundial en el ámbito de los imperialismos, también tuvo similares repercusiones en nuestras sociedades, retrasando, en cierto modo, la transición de la sociedad de base agraria o semi feudal hacia un modelo avanzado de prosperidad económica que sirviera de fundamento a un tipo de dominación política más participativa. El repartimiento colonial que tuvo lugar durante el apogeo de los conflictos imperialistas modernos, también tendría un impacto decisivo en el fomento de regímenes autoritarios, despóticos y militares en África, Asia y América latina.

Se recordará que el siglo XX fue el de las dos grandes conflagraciones mundiales; el de la Revolución mexicana de 1910 y el de la Revolución bolchevique de 1917, que bajo el imperio de la Unión Soviética enarboló la ideología marxista. Fue también el siglo del surgimiento del fascismo y del nazismo, bajo cuyos estandartes se cometieron los crímenes más horrendos que recuerda la humanidad. Fue el siglo de los imperialismos norteamericano y europeo, en Latinoamérica, en África y en Asia. Fue la era de la descolonización de África, Asia y algunos países del medio oriente. En América Latina fue una época turbulenta, de abominables dictaduras (recordemos tan sólo algunos ejemplos: Getulio Vargas, en Brasil (1930-1945), Jorge Ubico, en Guatemala (1931-1944), la dinastía Somoza, en Nicaragua (1934-1978), Isaías Angarita en Venezuela (1941-1945), Alfredo Stroessner, en Paraguay (1954-1989), y Rafael Trujillo, en República Dominicana (1930-1961). Países como México, Argentina y Colombia, pese a que tuvieron sus etapas de dictaduras (Porfirio Díaz, Juan Domingo Perón y Rojas Pinilla), también experimentaron, al igual que Chile y Costa Rica, genuinos ensayos democráticos que posteriormente devendrían casos de estudio por los académicos especialistas en América Latina.

En los albores de la década del 60 nuestra América —como la llamó Martí para diferenciarla de la anglosajona— no estuvo ajena al fenómeno de la revolución cubana y de los movimientos insurgentes, de contenido ideológico izquierdista; pero también durante estos últimos cuarenta años hubo etapas de lamentables retrocesos, del retorno de élites militares al ejercicio del poder a través de métodos no democráticos, confirmándose así la clásica tesis de Claudio Véliz sobre la persistencia de la tradición centralista de Latinoamérica. Sin embargo, es menester destacar que este siglo que recién concluye ha sido, para alivio de todos, la centuria del resurgimiento del movimiento democrático continental, ahora en pleno apogeo en casi todos nuestros países como en un retorno al proyecto original de los padres fundadores de nuestras naciones.

De modo, pues, que si bien hemos sido un continente unido por las mismas venturas y desventuras; si la cultura autoritaria ha sido un denominador común entre los latinoamericanos, por virtud de las similitudes de nuestros procesos históricos; también es verdad que en la actualidad, cuando nos encontramos en la época de la globalización, la apertura económica y en la era de los más asombrosos avances científicos y tecnológicos, nuestros pueblos escenifican una firme batalla contra los remanentes de la ideología conservadora que durante siglos ha impedido el pleno desarrollo de nuestras naciones.

En 1942, el poeta Tomás Hernández Franco, en una conferencia que pronunció en Honduras acerca de la poesía popular y la poesía negra en las Antillas, afirmó que “las Antillas no han tenido jamás un solo problema que, en su esencia, no haya sido, antes o después, problema de América”.

Ciertamente, los pueblos de América del Sur o Central y los del Caribe han compartido similares experiencias históricas casi en igual proporción o magnitud. Y es por eso que, desde la época de las guerras independentistas, hemos tenido parecidos tiranos, sátrapas o dictadores; pero también conspicuas figuras del pensamiento o de la acción que nos han legado admirables ejemplos de lucha y sacrificio a fin de conquistar la libertad y lograr el bienestar de nuestros pueblos y de todos sus ciudadanos.

La antítesis de la cultura autoritaria que ha prevalecido en nuestras sociedades no es otra que la educación cívica o cultura política entendida, al decir de Norberto Bobbio, como “el conjunto de actitudes, normas y creencias, compartidas más o menos ampliamente por los miembros de determinada unidad social y que tiene como objeto fenómenos políticos”.

En la medida en que profundicemos en el estudio de nuestras historias locales, intercambiemos experiencias y fomentemos la aplicación de programas regionales que propendan a robustecer la educación cívica y el sentimiento de identificación del individuo con el sistema democrático, estaremos contribuyendo a desterrar para siempre el nefasto autoritarismo que hemos padecido durante casi dos siglos de historia.

*El autor es historiador. Miembro de Número de la Academia Dominicana de la Historia.

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.- Quisqueyano, nuestro otro gentilicio
[Tomado de la página Juan Daniel Balcácer (Publicado en febrero de 2016)]
Juan Daniel Balcácer*

Dos son los gentilicios con que somos conocidos los oriundos del país llamado Santo Domingo, a saber: dominicano, que deriva de Domingo, y quisqueyano, proveniente de Quisqueya. Con este último nombre, supuestamente indígena, los taínos designaban una de las regiones de la demarcación isleña que el Almirante Cristóbal Colón llamó Española pero que con en el fluir del tiempo terminó siendo conocida como isla de Santo Domingo.

Sabemos que el gentilicio dominicano comenzó a usarse desde 1621; y que varias décadas con posterioridad a las Devastaciones de Osorio (1605, 1606), la isla de Santo Domingo dejó de ser posesión española en su totalidad y pasó a ser compartida con Francia, país que importó esclavos africanos a la parte Occidental y estableció allí la sociedad colonial conocida como Saint Domingue o Santo Domingo francés. De modo que fue hacia mediados del siglo XVII cuando los primeros escritores del Santo Domingo español empezaron a utilizar el gentilicio dominicano para identificar a los naturales de la parte española de isla, no solo como uno de los elementos definidores de lo que en el futuro sería la identidad nacional del colectivo, sino también para distinguirlos etnológica y culturalmente de los habitantes de la parte francesa.

Así las cosas, esto es, ocupada la isla de Santo Domingo por dos comunidades de diferentes culturas, una de composición afro-hispánica y la otra afro-francesa, para finales del siglo XVIII era común que en los documentos oficiales se identificara a los habitantes de la llamada parte del Este de la isla con el apelativo de “dominicanos españoles” con el propósito de distinguirlos de los naturales del Santo Domingo francés. Sin embargo, fue en los albores del siglo XIX cuando el adjetivo dominicano adquirió un significado cultural mucho más definido, en tanto que gentilicio natural de toda persona nacida en el Santo Domingo español.

Se recordará que hacia 1815, el gobernador Carlos Urrutia, célebre personaje de los tiempos de La España Boba (1808-1821), a quien también se le conocía como Carlos Conuco, en una Proclama se refiere a los “fieles y valerosos dominicanos” que participaron en un asalto protagonizado por sus tropas colecticias. El 10 de diciembre de 1820, el gobernador Sebastián Kindelán, en un Manifiesto público elogió a los “fieles dominicanos”; y cuando el primero de diciembre de 1821 el líder del frustrado movimiento conocido como La independencia efímera, José Núñez de Cáceres, dio a la luz pública el Manifiesto Político mediante el cual los dominicanos se separaban de España, proclamando el Estado Independiente de Haití Español, tituló el referido documento político de esta manera: Declaratoria de independencia del pueblo dominicano.

Durante el período de la Unión con Haití o de la Dominación haitiana (1822-1844), los habitantes de la parte española de la isla ya se identificaban a sí mismos como dominicanos, pese a la insistencia de los gobernantes haitianos quienes en algunas de sus comunicaciones oficiales llamaban a nuestros antepasados “hispano-haitianos” y también “haitianos del Este”. No es casual que en 1827, cuando el entonces joven Juan Pablo Duarte viaja a Europa por primera vez, le aclara al capitán del barco que él no era haitiano, sino dominicano; y que años más tarde, tras elaborar su proyecto político nacionalista con el fin de crear un Estado nación libre e independiente de toda dominación extranjera, dio a la nueva institución política el nombre de República Dominicana.

Cualquier estudioso de la historia colonial de Santo Domingo podrá constatar que, a lo largo de los siglos XVIII y gran parte del XIX, dominicano fue el único gentilicio con el que siempre fueron reconocidos nuestros ancestros.

Quisqueyano

¿Desde cuándo, entonces, se usa quisqueyano, nuestro otro gentilicio? Todo dominicano familiarizado con el proceso histórico republicano, es consciente de que la República fue proclamada el 27 de febrero de 1844, y que a partir de ese trascendental acontecimiento histórico el pueblo dominicano tuvo auto-gobierno, soberano e independiente, inspirado en la doctrina del liberalismo y en el sistema de la democracia representativa. Una cosa, empero, fue proclamar la República; y otra my distinta que los dominicanos adquirieran conciencia de su identidad nacional en tanto que ente sociológica y culturalmente diferente no solo de sus vecinos de Occidente, sino de cualquier otro colectivo nacional. En este punto es importante resaltar que a lo largo de la Primera República (1844-1861) y de la Guerra restauradora (1863-1865), en Santo Domingo poca gente supo (por no decir que nadie) de la existencia del vocablo Quisqueya ni mucho menos del gentilicio quisqueyano.

Fue a partir de 1867, año en el que circuló el primer tomo del Compendio de la historia de Santo Domingo, de José Gabriel García, cuando los dominicanos aprendieron en las escuelas que los taínos solían llamar la isla con varios nombres, a saber: Bohío, Haití, Babeque y Quisqueya. Pero un hecho ocurrido en 1805, al parecer poco trascendente para la parte española, cambiaría el futuro de ese legado toponímico de la cultura taína, toda vez que los habitantes de la parte francesa de la isla, tras el triunfo de la revolución, se declararon independientes respecto de Francia y reivindicando como suyo uno de los nombres autóctonos de la isla, le dieron a la recién creada República el nombre indígena de Haití.

El indigenismo

Postreramente, más de medio siglo después de la revolución haitiana, en el ámbito de la incipiente literatura dominicana surgió (tras la guerra restauradora), el denominado movimiento indigenista que, al decir de Max Henríquez Ureña, “se inspiró principalmente en las desventuras de los aborígenes del Nuevo Mundo al enfrentarse a los conquistadores europeos” (Panorama histórico de la literatura dominicana, Vol. I, 277:1966). El indigenismo literario era una suerte de búsqueda de las raíces ancestrales de los pueblos americanos y, en el caso de Santo Domingo, significó un vigoroso esfuerzo por reencontrarse con parte del legado cultural e histórico de los más remotos ancestros de los dominicanos. Así, en 1867, a raíz de la publicación de la obra citada del historiador García, tuvo lugar la eclosión de la corriente literaria conocida como indigenismo y uno de sus precursores fue el periodista, poeta y escritor Alejandro Angulo Guridi, al que debemos un hermoso drama histórico, en tres actos, titulado Iguaniona, al principio del cual se lee lo siguiente: “La acción se desarrolla en la isla de Quisqueya, a fines del siglo XV”.

Sin embargo, la literatura indigenista en Santo Domingo se desarrolla durante los dos decenios transcurridos entre 1870-1890, y entre sus principales exponentes firaron, además de Guridi, José Joaquín Pérez, autor de Fantasías indígenas, Salomé Ureña de Henríquez, Manuel de Jesús Galván, con su novela Enriquillo, y José Castellanos, quien publicó la primera antología de poesía dominicana, que data de 1874, y cuyo título fue Lira de Quisqueya. Se trató, evidentemente, de una época de esplendor de las letras nacionales en la que los intelectuales criollos buscaban una forma de expresión que los vinculara directamente con el no muy abundante legado de la extinguida cultura taína. Y fue en el seno de ese movimiento que por fuerza de la inspiración poética, si se quiere, devino en una necesidad de carácter emotivo adoptar otro nombre además del nombre europeo del país, que era y es Santo Domingo; un nombre que fuera de auténtico sabor aborigen y con el cual también se identificaran los dominicanos tanto en el plano local como en el internacional. Y ese nombre, como acertadamente señaló el maestro Eugenio María de Hostos, no fue otro que Quisqueya.

No escapaba al conocimiento de los intelectuales de esa generación post-restauradora que los otrora esclavos de Saint Domingue, una vez liberados del yugo francés, pretendieron cambiar el nombre varias veces centenario de la isla y que al tiempo de adoptar para el nuevo Estado uno de los nombres indígenas de la isla, consignaron en la Constitución de 1805 (la de Dessalines) que “el pueblo que habita la isla antes denominada Santo Domingo acuerda constituirse en Estado libre, soberano e independiente de cualquier Potencia del universo bajo el nombre de Imperio de Haití”, Estado al que dicho sea de paso consideraban “uno e indivisible”, el cual solo tenía por límites el mar. Ante esa realidad histórica, es lícito conjeturar que cuando a los dominicanos se les presentó la oportunidad de escoger un nombre aborigen con el cual identificar a su Patria, seleccionaron el que geográficamente los vinculaba directamente con la desaparecida cultura taína y lógico fue que escogieran el vocablo Quisqueya.

Es, pues, durante el período 1870-1890 que la voz Quisqueya y sus derivados quisqueyano o quisqueyana adquiere cierta popularidad entre los dominicanos a través, principalmente, de la poesía de carácter epopéyico, de la narrativa indigenista y, naturalmente, por medio del himno que en 1883 escribió el poeta Emilio Prud´Homme, con música del maestro José Reyes. El himno de Reyes y Prud´Homme recorrió un largo trecho antes de ser oficialmente declarado Himno Nacional el 29 de mayo de 1934; pero es evidente que durante los años transcurridos entre 1883 y 1934, el pueblo dominicano, de manera espontánea, hizo suyas las letras de ese canto patrio y esa circunstancia contribuyó enormemente a popularizar el otro gentilicio con el que desde finales del siglo XIX somos conocidos los dominicanos, pues además de resaltar que la Patria, es decir, Quisqueya, “la indómita y brava”, “será destruida, pero sierva de nuevo, jamás”, nuestro canto nacional comienza con unos versos que desde entonces han entonado y continúan entonando con orgullo todos los dominicanos: “Quisqueyanos valientes alcemos/ Nuestro canto con viva emoción…”.

Conviene destacar que el vocablo Quisqueya era el nombre preferido por Hostos, quien incluso en 1880 propuso públicamente que el Estado se llamara República de Quisqueya, idea que ulteriormente secundó César Nicolás Penson en su libro costumbrista Cosas añejas. En cuanto se refiere al uso del gentilicio quisqueyano, éste devino más natural y frecuente en la literatura y en la poesía por fuerza de la métrica. Dicho nombre, según Emilio Rodríguez Demorizi, “apenas ha pasado de la literatura, de la poesía y la oratoria” y se ha convertido en “nuestro nombre poético, como borinqueño en Puerto Rico” (Seudónimos dominicanos, 1956: 33-34).

Los vocablos Quisqueya, quisqueyano y quisqueyana también pasaron de la literatura al cancionero popular, circunstancia que contribuyó de manera significativa a una mayor difusión lo mismo del nombre que del gentilicio. Un ejemplo de ello se encuentra en las inmortales letras que el célebre compositor puertorriqueño, Rafael Hernández, dedicó a nuestro país: “No hay tierra tan hermosa como la mía,… Quisqueya la tierra de mis amores,.. Quisqueya divina, en mis cantares linda Quisqueya yo te comparo con una estrella”; o las no menos imperecederas de la dominicana Mercedes Sagredo: “Quisqueya, divina Quisqueya, de dulces recuerdos de ayer… Quisqueya primada Quisqueya, tú eres la más bella, tú eres la más bella, flor de mi vergel”. Y como en este punto se trata de rememorar temas dedicados a exaltar la belleza y los valores patrios de Quisqueya, la Madre Patria de los dominicanos, estimo que no será en vano, para orientación de las jóvenes generaciones, traer a colación aquélla célebre canción titulada “Espera quisqueyana”, que en las postrimerías de la dictadura de Trujillo compuso el recordado maestro Billo Frómeta; canción que dicho sea de paso consagró Felipe Pirela, el llamado “bolerista de América”.

Sucedió que a mediados de 1961, ya ajusticiado el sátrapa, pero con la familia Trujillo y sus epígonos aún desgobernando el país, la juventud y la casi totalidad del pueblo, exhausto de tantas injusticias padecidas durante 30 años, demandábamos anhelosos “navidad con libertad”, al tiempo que entonábamos una de las estrofas de esa suerte de himno de esperanza que auguraba un mejor futuro para todos:

No llores muchachita quisqueyana
Esconde tu dolor un poco más
Y verás las campanas de tu iglesia
Repicar anunciando libertad
”.

*El autor es historiador. Miembro de Número de la Academia Dominicana de la Historia.

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