No a la colonia. Es hora del surgimiento de un líder que se ocupe de dirigir a los millones de jíbaros que habitamos esta bella isla hacia un estatus que difiera de la aberración que actualmente la consume; que erradique por siempre la mentalidad colonialista que tanto daño ha causado
|
Si Puerto Rico fuera más grande, geográfica y demográficamente, el mundo estaría sometido a los designios boricuas. Poco más de 3,000 millas² han producido extraordinarios humanistas, intelectuales, profesionales de la ciencia y la salud, deportistas, artistas y hermosas y capaces mujeres que, con determinación y férrea voluntad, han enaltecido la patria de Eugenio María de Hostos. El pueblo puertorriqueño es uno desprendido y fraternal, dispuesto siempre a unirse en causa solidaria ante cualquier tragedia que afecte, no sólo a sus vecinos sino, a los que habitan en los más recónditos lugares del planeta.
Todas esas virtudes han sido conquistadas gracias a la más espontánea y genuina expresión de los puertorriqueños de a pie, que por más de cien años han batallado por no someterse a los designios del más grande imperio que ha conocido la humanidad, aún no haya fructificado, durante todo ese tiempo, la lucha por la soberanía y la independencia. Ahora bien, existe un gran abismo entre el pueblo boricua y los políticos que por los últimos cinco lustros han gobernado; la proyección universal de esa pequeña porción de tierra, que hace de Puerto Rico un gigante, se ha visto disminuida por la mediocridad de los que ejercen el gobierno, dedicados, viciosa e irresponsablemente, a "sobre-legislar", a "sobre-reglamentar"... a "sobre-imponer", pero sólo para segregar, no para integrar; sólo para disminuir el poder adquisitivo, no para facilitar una mejor calidad de vida; sólo para coartar libertades, no para formar seres humanos emancipados.