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I de IV.- Puerto Rico: por un estatus que difiera de la aberración actual

El pueblo puertorriqueño es uno desprendido y fraternal, dispuesto siempre a unirse en causa solidaria ante cualquier tragedia que afecte, no sólo a sus vecinos, sino a los que habitan en los más recónditos lugares del planeta

Eugenio María de Hostos, fue un intelectual profesor, filósofo, político, sociólogo y escritor puertorriqueño. Solía ser llamado el Ciudadano de América por haber entregado su existencia a la lucha por la separación de Puerto Rico, la unidad de las Antillas Mayores y de Hispanoamérica. Su otra prioridad fue la educación. Fundó la primera escuela normal en Santo Domingo. Está considerado el precursor/fundador de la Sociología en América

Si Puerto Rico fuera más grande, geográfica y demográficamente, el mundo estaría sometido a los designios boricuas. Con poco más de 3,000 millas², ha producido extraordinarios humanistas, intelectuales, profesionales de la ciencia y la salud, deportistas, artistas y hermosas y capaces mujeres que, con determinación y férrea voluntad, han enaltecido la patria de Eugenio María de Hostos. El pueblo puertorriqueño es uno desprendido y fraternal, dispuesto siempre a unirse en causa solidaria ante cualquier tragedia que afecte, no sólo a sus vecinos, sino a los que habitan en los más recónditos lugares del planeta.

Todas esas virtudes han sido conquistadas gracias a la más espontánea y genuina expresión de los puertorriqueños de a pie, que por más de cien años han batallado por no someterse a los designios del más grande imperio que ha conocido la humanidad, aún no haya fructificado, durante todo ese tiempo, la lucha por la soberanía y la independencia. Ahora bien, existe un gran abismo entre el pueblo boricua y los políticos que por los últimos cinco lustros han gobernado; la proyección universal de esa pequeña porción de tierra, que hace de Puerto Rico un gigante, se ha visto disminuida por la mediocridad de los que ejercen el gobierno, dedicados, viciosa e irresponsablemente, a "sobre-legislar", a "sobre-reglamentar"... a "sobre-imponer", pero sólo para segregar, no para integrar; sólo para disminuir el poder adquisitivo, no para facilitar una mejor calidad de vida; sólo para coartar libertades, no para formar seres humanos emancipados.

Cada nueva legislación que sale de los anodinos que gobiernan es una expoliación a las verdaderas funciones parlamentarias y ejecutivas; un despropósito... un mandato lesivo y perjudicial como todo lo que produce, por la parvedad y falta de visión, la madriguera colonialista en que se han convertido congresistas y mandatarios, acostumbrados a "vivir como la hiena en la jaula, dándole vueltas al odio", como parodiara Juan Bosch a José Martí, en octubre de 1961, cuando arribó a República Dominicana luego de más de dos décadas de exilio.

Durante los años de la Guerra Fría Puerto Rico exhibió avances significativos en todos los ámbitos. Al ser posesión norteamericana, condición que imposibilita el desarrollo de corrientes económicas y políticas diferentes a las que representan los intereses del Pentágono, vivió una época de bienestar y orden propiciada por la instalación de grandes corporaciones que crearon empleos de calidad. Se formaron, simultáneamente, auténticos líderes políticos que encarnaban las tendencias anexionistas, colonialistas e independentistas que todavía accionan en el terreno de la definición de estatus. La inestabilidad de los países del área convirtió a Puerto Rico, mediante la aplicación de incentivos fiscales y una "mano de obra" más barata que la norteamericana, en un paraíso para las más importantes farmacéuticas con matrices en suelo imperial.

Con la Guerra Fría la humanidad conoció lo mejor de las actividades en las que se embarca el ser humano, pero, con su desenlace, inició la debacle en aquellos lugares que no supieron dar sustancia a sus sociedades con el incentivo que emanaba la lucha por la hegemonía mundial, que vio llegar su fin con la caída de la Unión Soviética.

Puerto Rico perdió su atractivo al extinguirse, con la desaparición del “telón de acero” que separaba ideológica y políticamente a Europa Occidental de la soviética u Oriental (bloques engendrados por la Segunda Guerra Mundial), la doctrina que antagonizaba con la del imperio, hecho que, a la vez que tomaba cuerpo, precipitaba la consumación del ciclo de líderes políticos que por vocación servían al pueblo. Con la conclusión del último mandato de Rafael Hernández Colón desaparecieron los gobernantes que, con sus fértiles ejecuciones, proporcionaron vida reglamentada y próspera a los hijos de Pedro Albizu Campos. Coincidía, su última gestión, precisamente, con el fin de la Guerra Fría.

Al esfumarse el miedo al comunismo los países de la región comenzaron a captar esas corporaciones (instaladas inicialmente en Puerto Rico). La baja remuneración de profesionales y obreros, los pocos beneficios marginales y las significativas exenciones fiscales las sedujeron. Las razones esgrimidas pasaron a ser las mismas a las que apeló la Isla del Encanto para atraer esos grandes emporios norteamericanos (guardando las diferencias en lo concerniente a estructura salarial y utilidad colateral).

Continuará...

Ing. Nemen Hazim Bassa
San Juan, Puerto Rico
25 de marzo de 2018