Derecha , imperialismo y mentira: genealogía del crimen, el saqueo y el genocidio global
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La derecha, como orientación política, surgió en 1789 con la Revolución Francesa. En la Asamblea Nacional, los diputados conservadores que apoyaban la monarquía se sentaron a la derecha del presidente, mientras que los liberales —y revolucionarios— se ubicaron a la izquierda. La “derecha” defendía el régimen de privilegios de los gerifaltes, mientras que la “izquierda” exigía cambios sustanciales en favor del pueblo. Desde entonces hasta nuestros días, la derecha ha prevalecido bajo los mismos conceptos estructurales de la diferenciación de clases —marcados en el feudalismo por el clero (quienes rezaban y pedían a Dios por su bienestar a costa del trabajo ajeno), la nobleza (cuyos “caballeros” se encargaban de la defensa del estado de desigualdad) y los siervos (que sostenían económicamente a los dos primeros —“privilegiados de Dios”— mediante su labor agrícola), y en el capitalismo por ciudadanos de primera (los ricos), de segunda (la clase media) y de tercera (los pobres)—, que vendría a ser definida a partir de la posición ocupada en las relaciones de producción por Karl Marx, tras décadas de análisis y desarrollo plasmados en el Manifiesto Comunista (1848) y en El capital (obra que quedaría inconclusa tras su muerte, en 1883).
Desde la Revolución Francesa, la derecha política global ha defendido los más aberrantes sistemas de gobierno: monarquías cuyos “aristócratas” usurpan recursos del erario y viven entre privilegios inconcebibles (Reino Unido, España, Países Bajos…), desangrando el presupuesto de la “plebeyez”; dictaduras feroces, sanguinarias y usurpadoras, como la conocida como “El Terror” —liderada por Maximilien Robespierre y los jacobinos (1793-1794)— y la encabezada por Napoleón (1799-1815) en Francia; el fascismo —Benito Mussolini (1922-1943) en Italia, Francisco Franco (1939-1975) en España—; el nazismo —Adolf Hitler (1933-1945) en Alemania—. Dejando Europa y pasando a la sufrida América, esta ha exudado bajo dictaduras implementadas por ignorantes y arribistas, muchas de ellas fomentadas por los imperialismos históricos (francés, inglés, belga, holandés, alemán, portugués, español…) y por el de nueva cuña: el norteamericano. Baste citar a Rafael Trujillo (1930-1961) en República Dominicana; Jorge Ubico (1931-1944) en Guatemala; Jorge Videla, Roberto Viola, Leopoldo Galtieri y Reynaldo Bignone (1976-1983) en Argentina; Getúlio Vargas (1937-1945) y Humberto Castelo Branco, Artur da Costa e Silva, Emílio Garrastazu Médici y João Figueiredo (1964-1985) en Brasil; Augusto Pinochet (1973-1990) en Chile; Juan Bordaberry, Alberto Demicheli, Aparicio Méndez y Gregorio Álvarez (1973-1985) en Uruguay; Alfredo Stroessner (1954-1989) en Paraguay; Hugo Banzer (1971-1978) en Bolivia; la “dinastía” Somoza —Anastasio padre y sus hijos Luis y Anastasio— (1936-1979) en Nicaragua; Maximiliano Hernández Martínez (1931-1944) en El Salvador; la “dinastía” Duvalier —François y su hijo Jean-Claude— (1957-1986), entre muchos otros.
Esa derecha política global también exhibe, dentro del espectro de autoritarismo y usurpación que la caracteriza, una rama tan perjudicial —o más— para las clases oprimidas como las dictaduras y las monarquías: la conformada por serviles de la oligarquía cuya procedencia se enclaustra, casi siempre a escala regional, en la baja pequeña burguesía (salvo raras excepciones). Se trata de una capa dañina, viciada y destructiva, ávida de reconocimiento en su tránsito por la vida; una rama que se enorgullece de servir y respaldar todas las ignominias en las que se embarcan los imperialistas. Sin retroceder demasiado en los rostros, y limitándonos a los más conocidos por esa plebeyez a la que poco le importa expresarse sumisa y subyugada mientras disfrute de pan y circo —entretenimiento hoy sumamente fácil de proporcionar en esta era virtual—, pueden mencionarse: en Argentina, Mauricio Macri y Javier Milei; en Ecuador, Lenín Moreno y Daniel Noboa; en Brasil, Michel Temer y Jair Bolsonaro; en Perú, Dina Boluarte y José Jerí; en República Dominicana, Joaquín Balaguer, Leonel Fernández, Danilo Medina y Luis Abinader; en Colombia, Álvaro Uribe, Juan Manuel Santos e Iván Duque; en El Salvador, Nayib Bukele; en Panamá, José Raúl Mulino; en Costa Rica, Óscar Arias y Rodrigo Chaves; en Chile, Sebastián Piñera, Gabriel Boric y José Kast (un nazi que acaba de ganar las elecciones, y por quien el pueblo chileno —que lo votó— llorará lágrimas de sangre).
Imagen que muestra al mundo "la lucha contra las drogas" que emprende el pérfido imperialismo yanqui. Las drogas son petróleo y otros recursos mineros que usurpan los yanquis a países de "desechables" para brindarle a su población, parásita e indolente, una calidad de vida que se sustenta en el robo, la destrucción y el asesinato de millones de seres humanos inocentes...
Para concluir, esa misma derecha, que controla los mayores emporios de la comunicación, frente a un público global cada día más enajenado e ignorante, ha encontrado una forma burda y repulsiva de justificar los desmanes cometidos por los imperialistas europeos, Estados Unidos, Canadá, Israel y demás actores contagiados por la destrucción de países que no se subordinan a sus rectorías y que poseen recursos que, a la vista de todos, les son usurpados; o que, de no ser entregados “por las buenas”, se exponen a ser erradicados del planeta, con sus ciudadanos aniquilados, tal como fueron aniquilados cientos de miles de inocentes japoneses cuando, en 1945, Estados Unidos lanzó dos bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, dos ciudades que, cada hora de cada día, nos recuerdan la malignidad que habita en la clase dominante norteamericana. Publicar titulares como “La guerra entre Israel y Palestina”, “Rusia invade Ucrania”, “Crece la tensión entre Estados Unidos y Venezuela”, “El gobierno dictatorial de Maduro”, “Fuerzas Armadas de EE. UU. se preparan para controlar la entrada de drogas a su país”, etc., se ha convertido en la nueva forma de fomentar fechorías, destrucciones y genocidios cometidos por países que no se rigen por normas internacionales y que han convertido a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en una entelequia al servicio de la perversión de las naciones líderes en violar todas las leyes vigentes del derecho internacional.
No puede haber guerra entre Israel, un “Estado” genocida con unas fuerzas armadas calificadas entre las mejores del mundo, y Palestina, un pueblo desmilitarizado, cuyos ciudadanos, para preservar su territorio y su identidad, se ven reducidos a lanzar piedras o a recurrir al terrorismo, acción en la que incurre Hamás, organización paramilitar creada por los propios sionistas. ¿Quién sanciona a Israel por asesinar a más de 70 mil palestinos —en su mayoría niños, mujeres y ancianos— en una acción calificada por la parte humana de la humanidad como genocidio? Si Rusia invadió Ucrania, lo hizo para preservar la vida de sus ciudadanos en los territorios que hoy reclama, ciudadanos que fueron salvajemente asesinados bajo el gobierno de Volodímir Zelenski, instalado por Estados Unidos tras el golpe de Estado patrocinado por Barack Obama que derrocó a Víktor Yanukóvich por oponerse al ingreso de su país en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). ¿Permitiría el imperialismo yanqui que Rusia instalara misiles nucleares en México? ¿Quién sanciona a Estados Unidos por arrebatarle a México más de la mitad de su territorio, por robar el petróleo a Siria, destruirla y asesinar a cientos de miles de sus ciudadanos, como hizo en Irak, Afganistán, Libia, Yemen, Somalia, Pakistán y decenas de países más? Entre Estados Unidos y Venezuela no hay tensión: hay una provocación inmunda de los norteamericanos para robar el petróleo venezolano, oprobio evidenciado por palabras recientemente pronunciadas por Donald Trump (asesino, degenerado y vulgar, autoproclamado dueño del mundo). ¿Es Maduro un dictador? De serlo, sería el más pusilánime de los tiranos: la prensa dice lo que le viene en gana, los ciudadanos entran y salen del país cuando quieren, y los comediantes se burlan de él sin que ninguno haya sido vejado por la supuesta “tiranía”. Con estos titulares y con parásitos pedestres al servicio del crimen de Estado en el que se embarca el más perverso de los imperios, nos encaminamos todos a convertirnos en meretrices sin paga de los chulos yanquis y de los demás imperialistas europeos, quienes, por la reiteración de su brutalidad, se encaminan a sufrir lo mismo que los pueblos del Tercer Mundo y, como siempre, a poner todos los muertos en todas las guerras.
Ing. Nemen Hazim Bassa
Santo Domingo, República Dominicana
19 de diciembre de 2025

