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Leonel Fernández y la sociedad dominicana en un cuento

El cuento que retrata la sociedad dominicana. Leonel Fernández, al no negar en sus escuetas entregas lo que Quirino afirma, está reconociendo implícitamente haber recibido el dinero, pero esas multitudes que ovacionaron la "inteligencia" de Nasrudín son las mismas que contradicen al expresidente en sus aseveraciones y necesitan brindarle al "genio" sus mejores loas

El narcotraficante Quirino Ernesto Paulino Castillo ha acusado a Leonel Fernández de haber recibido cerca de 200 millones de pesos (casi 6 millones de dólares a la tasa de cambio de la época) para sus campañas políticas y la Fundación Global Democracia y Desarrollo (FUNGLODE), "una organización privada dedicada al estudio y capacitación de los sectores sociales, políticos, económicos, democráticos e internacionales de la República Dominicana" (Wikipedia, editada).

El Dr. Fernández habló. Y lo hizo como nunca: sin dejar lugar a dudas. La prensa dominicana se hizo eco, el día 15 de los que cursan, de las declaraciones del mandatario, que transcribimos a continuación en un solo párrafo:
«Constituye para mí motivo de alto orgullo y satisfacción el hecho de que el narcotráfico transnacional, utilizando la alegada identidad de un reconocido convicto por narcotráfico, ponga en acción una campaña de descrédito contra mi persona. Esto así, en razón de que esos ataques ponen de relieve la firmeza con que mi gobierno enfrentó a esos sectores del crimen transnacional organizado, a quienes extraditó en cumplimiento de la ley. Al haber actuado de esa manera, cumplimos con el deber que nos correspondía, y de ese modo garantizamos la protección de la sociedad dominicana, la seguridad de nuestras familias y la preservación de la Patria. Esta campaña en mi contra se produce días después de que reputadas encuestas del país, aún en el caso de que hayan querido ser manipuladas, me sitúan como favorito frente a cualquier candidato opositor para salir airoso en los próximos comicios presidenciales, a pesar de no haber tomado una decisión sobre ese particular. En todo caso, frente a la malignidad y la ignominia, solo basta referirse a las palabras del Maestro en las Sagradas Escrituras, al decir: “Dejad que los muertos entierren a sus propios muertos” (Lucas,9:60)».
Más aún; Acento.com.do publica, al día siguiente, 16 de febrero, “Los tuits de Leonel Fernández en respuesta a Quirino”, que mostramos de inmediato:
.- Recibí en mi hogar la grata visita de mi amigo, el presidente @DaniloMedina y varios miembros del CP del @PLDenlinea (sic).

.- Nos une el legado del prof. (sic) Juan Bosch, el @PLDenlinea, y la lucha por el progreso y bienestar del pueblo dominicano.

.- Los ataques del narcotráfico transnacional, ponen de relieve la firmeza con que mi gobierno los enfrentó en cumplimiento de la ley.

.- “Dejad que los muertos entierren a sus propios muertos” (Lucas, 9:60)
.
Leonel Fernández, tildado de mudo por no responder a las inquietudes de la sociedad, ha sido "sincero" en sus expresiones -ratificadas en las redes sociales, las que ha aprendido a valorar significativamente-, aunque no honesto. Sus palabras se ajustan a la verdad, pero no a toda la verdad. El Dr. Fernández se ha acostumbrado a tratar a este pueblo como uno sin capacidad para pensar y conceptualizar (verdad que no debe ser expresada por un líder), pero ha olvidado que, con un problema como el que le atañe, de importancia mayúscula, deambulan por las calles del mundo, el real y el dominicano, unos ingratos que sí saben pensar y conceptualizar que no van a permanecer callados ante el juego que históricamente ha establecido de hablar y no decir nada; de hablar y no ir al meollo del asunto; de hablar y confundir; de hablar y rehuir responsabilidades… de hablar y pensar que predica para “sus propios muertos”.

El expresidente intentó, durante su primer gobierno, hacer lo que se supone hubiera hecho un mandatario que pretendía romper con una tradición de casi 60 años, pero la deformación social dominicana llevó a muchos a creer y hacerle creer que era imprescindible, y le enseñó a comportarse como lo habían hecho Balaguer y Trujillo: no hablar, y esperar que un pueblo desbocado, y una prensa servil, sumisa y aduladora, le pusieran en bandeja de plata las soluciones a los problemas del momento.

Con el “quirinazo”, muchos de sus compañeros y ministros del actual gobierno se han desgañitado ofendiendo, amenazando, conspirando, insultando… dando muestras -con manifestaciones propias de la vulgaridad- del tigueraje innato que habita dentro de ellos. Lo lógico hubiese sido que, como funcionarios al servicio del Estado, pagados con los dineros del pueblo, se mostraran abiertos, como entes institucionales, para encausar las investigaciones que permitan llegar a la verdad. Mientras el presidente del PLD se incrimina con unas declaraciones en las que no niega haber recibido el dinero que Quirino Paulino dice haberle entregado, sus acólitos, como fieles de una secta religiosa, lo enfrentan, con ímpetu inexplicable que desborda toda medida de adulación, con expresiones diametralmente opuestas.

Acostumbrados a arrastrarse y vivir bajo la humillación y el desprecio, muchos dominicanos han hecho con Leonel Fernández lo mismo que con Balaguer y Trujillo: encumbrarlo en lo más alto del raciocinio y la sabiduría sin que de sus labios salga palabra alguna. El mejor ejemplo de cómo actúan el Dr. Fernández y sus seguidores que lo han convertido en deidad, y lo que puede significar, en una sociedad atrasada como la nuestra, el lambonismo y la capacidad de adulación, nos lo proporcionó, por vía de un cuento que encontró en la Internet, el querido amigo y colaborador de este medio, José F. Ramírez:
Nasreddin, o Nasrudín, es un personaje mítico de la tradición popular sufí, una especie de antihéroe del islam, cuyas historias sirven para ilustrar o introducir las enseñanzas sufíes; se supone que vivió en la Península de Anatolia en una época indeterminada entre los siglos XIII y XV.
«Nasrudín llega a un pequeño pueblo en el Medio Oriente. Por primera vez estaba en ese pueblo y una multitud se había reunido para escucharlo. Nasrudín, que no sabía qué decir, improvisó. Entró muy seguro y dijo:
– Supongo que si ustedes están aquí, sabrán qué es lo que tengo para decirles.
La gente dijo:
– No. -¿Qué es lo que tienes para decirnos? No lo sabemos. ¡Háblanos!
Nasrudín contestó:
– Si ustedes han venido hasta aquí sin saber qué es lo que yo vengo a decirles, entonces no están preparados para escucharlo.
Dijo esto, se levantó y se fue. La gente quedó sorprendida. Todos habían ido a escucharlo y el hombre se iba diciéndoles sólo eso. Pero uno de los presentes dijo en voz alta:
– ¡Qué inteligente!
Y en seguida otro dijo ¡qué inteligente!. Y entonces, todos empezaron a repetir:
– ¡Qué inteligente!
Hasta que otro añadió:
– Sí, inteligente, pero breve.
Y otro agregó:
– Tiene la brevedad y la síntesis de los sabios. Tiene razón. ¿Cómo venimos aquí sin siquiera saber qué venimos a escuchar? Qué estúpidos hemos sido. Hemos perdido una oportunidad maravillosa. ¡Qué iluminación, qué sabiduría! Vamos a pedirle a este hombre que dé una segunda conferencia.
Entonces fueron a ver a Nasrudín. La gente había quedado tan asombrada que algunos habían empezado a decir que el conocimiento de él era demasiado para reunirlo en una sola conferencia.
Nasrudín dijo:
– No, es justo al revés, están equivocados. Mi conocimiento apenas alcanza para una conferencia. Jamás podría dar dos.
La gente dijo:
– ¡Qué humilde!
Y cuanto más Nasrudín insistía en que no tenía nada para decir, más la gente insistía en que querían escucharlo una vez más. Después de mucho empeño, Nasrudín accedió a dar una segunda conferencia. Al día siguiente, el supuesto iluminado regresó al lugar de reunión, donde había más gente aún, pues todos se habían enterado del éxito de la conferencia del día anterior. Nasrudín se paró frente al público e insistió en su técnica:
– Supongo que ustedes ya sabrán qué he venido a decirles.
La gente estaba avisada; no se podía ofender al maestro con la infantil respuesta de la anterior conferencia, así que todos dijeron:
– Sí, claro, por supuesto que lo sabemos. Por eso hemos venido.
Nasrudín bajó la cabeza y añadió:
– Bueno, si todos ya saben qué es lo que vengo a decirles, yo no veo la necesidad de repetir.
Se levantó y se volvió a ir. La gente se quedó estupefacta; aunque ahora habían dicho otra cosa, el resultado había sido exactamente el mismo. Hasta que alguien, otro alguien, gritó:
– ¡Brillante!
Y cuando todos oyeron que alguien había dicho ¡brillante!, el resto comenzó a decir:
– ¡Sí, claro, este es el complemento de la sabiduría de la conferencia de ayer!
– ¡Qué maravilloso!
– ¡Qué espectacular!
– ¡Qué sensacional!
Hasta que alguien dijo:
– Sí, pero muy breve.
– Es cierto –se quejó otro.
Y enseguida se oyó:
– Queremos escucharlo más. ¡Queremos que este hombre nos dé más de su sabiduría!
Entonces, una delegación de los notables fue a ver a Nasrudín para pedirle que diera una tercera conferencia. Nasrudín dijo que no; que él no tenía conocimientos para dar tres conferencias y que, además, tenía que regresar a su ciudad. La gente le imploró, le suplicó, le pidió una y otra vez; y finalmente Nasrudín, temblando, aceptó. Por tercera vez se paró frente al público y les dijo:
– Supongo que ustedes ya sabrán qué he venido a decirles.
Esta vez, la gente se había puesto de acuerdo: sólo el intendente del poblado contestaría.
– Algunos sí y otros no.
En ese momento, un largo silencio estremeció al auditorio. Todos, incluso los jóvenes, siguieron a Nasrudín con la mirada.
Entonces, el maestro respondió:
– En ese caso, los que saben, cuéntenles a los que no saben. Se levantó y se fue...».


Esa es la República Dominicana; ese es Leonel Fernández; esos son los dominicanos. Leonel Fernández, al no negar en sus escuetas entregas lo que Quirino afirma, está reconociendo implícitamente haber recibido el dinero, pero esas multitudes que ovacionaron la "inteligencia" de Nasrudín son las mismas que contradicen al expresidente en sus aseveraciones y necesitan brindarle al "genio" sus mejores loas. Juan Bosch decía que hay cosas que se ven y otras que no se ven, y que, a menudo, las que no se ven son más importantes que las que se ven.

La "sinceridad" de Leonel Fernández es exactamente la misma que la de Nasrudín. La inteligencia de esa multitud que lo aclamó en un pueblo del Medio Oriente es la misma del pueblo dominicano. Leonel Fernández habló. Y lo hizo como nunca: sin dejar lugar a dudas...

Nemen Hazim
San Juan, Puerto Rico
16 de febrero de 2015