I.- The New York Times no miente, insulta y adultera; es el gobierno
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Las verdaderas palabras usadas por Roxanna Altholz en su publicación en The New York Times, condensadas en un solo párrafo, son las siguientes. Citamos: «…una crisis de derechos humanos se está desarrollando en la isla de La Española, compartida por la República Dominicana y Haití… Miles de ciudadanos dominicanos de ascendencia haitiana, cuyos padres o abuelos habían cruzado la frontera (en busca de, NH) oportunidades económicas, viven en un limbo legal. Hasta 2010, la Constitución concede ostensiblemente la ciudadanía a toda persona nacida en el país, pero muchos dominicanos fueron excluidos debido a que sus padres han sido considerados “en tránsito” en el momento de su nacimiento… (El Tribunal 'Constitucional', NH) despojó retroactivamente la ciudadanía de las personas de ascendencia haitiana (nacidas a partir de 1929, NH). Después de una protesta, el gobierno dio marcha atrás. Para salvar la cara, creó un plan para restaurar la ciudadanía a los que habían sido despojados de ella… (pero lo saboteó, NH) al exigir que los migrantes… proporcionen documentos como talones de pago, cartas de empleo o prueba de propiedad de la vivienda… La República Dominicana debe poner un alto a las redadas esporádicas y expulsiones sumarias. Si no lo hace, la comunidad internacional debe intervenir. Las Naciones Unidas y la Organización de los Estados Americanos deben solicitar que los observadores internacionales estén estacionados a lo largo de la frontera y en los centros de detención para disuadir abusos contra los derechos humanos. Si los dominicanos se resisten, deben ser rechazados en los foros internacionales. Estados Unidos debe ayudar a prevenir un desastre humanitario…».
En un artículo que publicamos en este mismo medio, el lunes 29 de junio, titulado "Una explicación a las groserías y desviaciones de los funcionarios", y al que nos vemos obligados a acudir, planteamos un análisis sobre las malcriadezas y bravuconadas de los ministros y jefes de agencias cuando se ven forzados a dar las debidas explicaciones de sus actos, y decíamos que ese comportamiento no era más que el producto “de la arrogancia y la prepotencia que proporciona un medio castrado cuando ambas son utilizadas para aplastar a todo aquel que, con legítimo y pleno derecho, se ve precisado a indagar sobre las acciones, del tipo que sean, que resultaren de un ejercicio cuestionable”.
No es nueva la descalificación que margina la sustancia de un problema. Los peledeístas han hecho norma degradar, en términos personales, a quien intenta aclarar algún punto dudoso; o disminuir su preparación para ejercer determinado escrutinio; o depurar, para mantener incólume los desmanes del gobierno, el área del conocimiento... Mientras la preocupación del editorial está enmarcada en denunciar "una crisis de derechos humanos (que, NH) se está desarrollando en la isla La Española", y la intervención de la ONU y la OEA para que soliciten que "los observadores internacionales estén estacionados a lo largo de la frontera y en los centros de detención para disuadir abusos contra los derechos humanos", el Sr. Rodríguez Marchena, que cuando habla es como si lo hiciera el primer ejecutivo, pretende restarle veracidad argumentando que "El artículo publicado en el periódico estadounidense… no es un editorial ni un reportaje elaborado por un periodista de dicho medio, sino un artículo de opinión de un tercero… La autora… no es periodista, es la abogada Roxanna Altholz, del Centro por la Justicia y el Derecho Internacional y profesora de la Clínica de Derechos Humanos de Berkeley…".
Responder que “es un atrevimiento y una frescura” lo que reseña The New York Times por medio de la pluma de Roxanna Altholz es una manifestación característica del tigueraje al que recurren muchos funcionarios peledeístas para afrontar las patológicas mentiras que emanan cotidianamente del ejercicio del poder. Convertidos en altos pequeñoburgueses, categoría dentro de las relaciones de producción que han alcanzado en virtud de las irregularidades y desvíos de la capa de origen, no pueden desprenderse nunca de esos vicios de la baja pequeña burguesía que han hecho posible, sin importar reglas ni preceptos morales, el escalamiento dentro de la estructura social. (La recuperación del vocablo que tan fielmente describe nuestra deformación social se la debemos a Minou Tavárez Mirabal, diputada y fundadora del proyecto político Opción Democrática, cuando en su oposición a la modificación a la Constitución señaló, con sobrado tino, que “El mañana de República Dominicana no tiene un precio que pueda pagar el tigueraje”).
En la publicación de The New York Times no hay una sola mentira. Mentiras y deformaciones son las expresiones y señalamientos del vocero del gobierno. Al decir que "una crisis de derechos humanos se está desarrollando en la República Dominicana", Rodríguez Marchena le falta a la verdad; Roxanna Altholz no hizo tal especificación. "Una crisis de derechos humanos se está desarrollando en la isla de La Española, compartida por la República Dominicana y Haití", fueron sus palabras al tratar de explicar, con toda la humanidad posible, el drama de la isla, y por ningún lugar asoma la mentira: el hambre, la miseria, el desempleo, el analfabetismo, la insalubridad, la inseguridad, la repatriación, la falta de techo... son verdaderas "crisis de derechos humanos", ¿o es que comer, vestir, trabajar, estudiar... tener patria, salud y techo no son los más importantes de los derechos del individuo? ¿Puede haber alguien capaz de negarlo?
Continuará...
Ing. Nemen Hazim Bassa
San Juan, Puerto Rico
5 de julio de 2015