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[Completo] ¿Quién es el prócer? ¿Juan de los Santos o José A. Beltré?

PLD y gobierno despiden como prócer a Juan de los Santos. ¿Qué criterio primó para despedir sus restos con los honores de un héroe? ¿Acaso una fortuna perjudicial a la sociedad, bautizada con la vileza del poder, merece más reconocimiento que la probada defensa de la soberanía?

José A. Beltré, combatiente constitucionalista que luchó sin tregua en la contienda civil y patriótica de 1965 para devolvernos el gobierno y la Constitución de 1963...
Combatiente constitucionalista José A. Beltré es apresado en 1967 por guardar las armas del cuerpo de seguridad del presidente Bosch en una jaula contigua a la del león

El Poder Ejecutivo emitió un decreto declarando el 16 de diciembre de 2015 duelo oficial por el asesinato del alcalde Juan de los Santos. “La Bandera Nacional deberá ondear a media asta en los recintos militares y edificios públicos de todo el país”, ordenaba el mismo. Su cuerpo fue velado en la funeraria Blandino, llevado al Congreso Nacional y de ahí trasladado a las oficinas de la Federación Dominicana de Municipios (FEDOMU), a la Casa Nacional del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), al Ayuntamiento de Santo Domingo Este (ASDE) y finalmente al cementerio Puerta del Cielo, donde fue sepultado. Como se puede apreciar, las honras fúnebres se corresponden con las de un prócer; sólo faltó que el cadáver, en lugar de reposar en Puerta del Cielo, fuera llevado al Panteón Nacional.

Ese mismo 16 de diciembre, mientras Juan de los Santos era llevado a su última morada, visitábamos a José Altagracia Beltré, un dominicano común y corriente que, sin que lo supiéramos, cumplía 81 años. Común y corriente por su humildad, falta de abolengo, pobreza e incapacidad de llevarse al bolsillo un centavo que su trabajo no produzca (a su edad, aunque retirado, debe hacer "lo que caiga" para subsistir). Quien mejor lo describe es el profesor Juan Bosch; y lo hizo en una carta que el entonces líder del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) le enviara desde España el 16 de marzo de 1967: “Sé que la situación del país es difícil, que hay mucha gente sin trabajo. Antes de recibir tu carta pensaba algunas veces en ti y en tu señora, que se quedó en la calle por ser perredeísta. Siempre he tenido, sin embargo, cierta confianza en que a ti te será más fácil desenvolverte por la capacidad que tienes en tu trabajo y por tu simpatía natural, tu seriedad y tu honradez”.

El profesor Bosch se dirige a Beltré, en ese documento que 48 años después mantiene intacta su firma, y que reposa en nuestros archivos junto a otros que avalan este escrito, con estas palabras: “Querido compañero… Me puse muy contento con tu carta y se la enseñé a la persona cuyo nombre le pusiste a tu hijito, a quien Dios bendiga y dé larga vida”. La persona a quien Bosch mostró la carta, y cuyas cualidades excepcionales contribuyeron al afianzamiento de la personalidad de José A. Beltré (esa persona alcanzaría, 50 años después, la estatura de Prócer; sus restos descansan hoy en el Panteón Nacional), caló tan profundamente en su corazón que lo llevó a llamarle Francisco Alberto a uno de sus hijos… en honor a Francisco Alberto Caamaño Deñó, líder de la Revolución de Abril de 1965 y presidente de la República en Armas del 4 de mayo al 3 de septiembre de ese mismo año.

José Altagracia Beltré nació el 16 de diciembre de 1934 en Parra, Sección del Distrito Municipal El Naranjal, ubicada a 4 kilómetros del municipio de San José de Ocoa. Se crió con su mamá y un padrastro al que amaba de nombre Eliseo Brea, padre del fundador de Radio Comercial, el más antiguo informativo radial del país en el que laboraron los más destacados periodistas y locutores dominicanos [José Antonio Brea Peña, quien fue ministro de Administración, Control y Recuperación de Bienes en el gobierno de Juan Bosch, una dependencia creada después de la muerte de Trujillo para administrar las propiedades confiscadas a la familia del tirano, y Secretario de Industria y Comercio del primer gobierno de Balaguer, cargo que pondría a disposición de este tan pronto "se hastió de los chantajes de los militares y funcionarios colorados" (Abril y don José Brea Peña/Enmanuel Cedeño Brea)]. La práctica diaria lo hizo pintor, oficio al que se entregaría con esmero y dedicación hasta que en 1954 ingresa como grumete a la Marina de Guerra, institución en la que alcanzó el grado de sargento con el que, después de la muerte del tirano Rafael Leónidas Trujillo Molina, se retiraría.

Después de la llegada al país de Ángel Miolán, Nicolás Silfa y Ramón A. Castillo -5 de julio de 1961-, que habían viajado con la misión de organizar el PRD, José A. Beltré pasó a convertirse en uno de los primeros dominicanos en ingresar formalmente a la agrupación que lideraba el profesor Juan Bosch, quien arribaría, el 20 de octubre de 1961, después de 23 años de exilio, por el Aeropuerto Internacional Punta Caucedo, acontecimiento que, por estar presente, lo marcaría para toda la vida.

Esas cualidades que Juan Bosch describe en la carta citada lo llevarían a convertirse en secretario general de la Zona J y enlace con el Comité del Distrito. Comienza a hacerle trabajos domésticos y de reparación a la familia del presidente del PRD, lo que le permite acercarse a "doña Milagros", quien lo introduciría ante el ya Presidente de la República, que lo envía como pintor al hospital Darío Contreras y, más importante aún, le pide que se reporte diariamente a su casa, como parte de su seguridad personal, tan pronto concluya su jornada en el hospital.

Es hecho preso con el golpe de Estado que arrancó del poder a Juan Bosch, permaneciendo encarcelado por tres largos meses. Tan pronto es liberado asiste a un curso sobre Seguridad Nacional impartido por Manuel Ramón Montes Arache, jefe de los "Hombres Ranas", cuerpo élite de la Marina de Guerra; Ilio Cappozzi, italiano, veterano de la Segunda Guerra Mundial que había llegado en 1956 como instructor para la formación de ese cuerpo por iniciativa de Trujillo, que intentaba estructurar comandos navales que pudieran realizar, en otros lugares, operaciones de alto riesgo que no comprometieran su nombre ni el de la República Dominicana; y Jean Pierre André de la Riviere, conocido como André Riviere, «el guerrero aquel francés, teniente de la “Legión” en Indochina, combatiente en Argel, rebelde por antonomasia, condecorado y encomiado, pero separado por “insurrecto y rebelde del ejército”, al negarse con un grupo de oficiales a deponer sus armas, después de la decisión política aquella de retirarse de la colonia preferida», como hermosamente lo describe José Miguel Soto Jiménez en André Riviere, 14, 15 y 16 de junio 1965/ESE FRANCÉS VINO A MORIR AQUÍ EN LA TIERRA DE DUARTE, POR DUARTE Y EN EL BARRIO DUARTE.

Militando en el PRD y preparándose "porque algo se estaba cocinando", llegó el 24 de abril de 1965. En las primeras horas de la tarde los campamentos 16 de Agosto y 27 de Febrero, del Ejército Nacional, se levantaron en armas, y el capitán Mario Peña Taveras hizo preso al jefe de Estado Mayor de esa institución, general Marcos Rivera Cuesta, y a todos los jefes militares bajo su mando. Como se había acordado, Peña Taveras se comunicó con el Dr. José Francisco Peña Gómez y le pidió que hiciera un llamado al pueblo para que saliera a las calles a defender el alzamiento patriótico de un grupo de militares, dirigidos desde el exilio por el coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez y el profesor Juan Bosch, que reclamaba la restitución de la Constitución de 1963; y José Altagracia Beltré, sin dudarlo, ingresó al comando Cucaracha 20, ubicado en la calle Las Carreras esquina Avenida Independencia. Sus capacidades combativa y de liderazgo terminarían convirtiéndolo, después de lo que se dio a conocer como "Operación Limpieza", y ya en las postrimerías de la guerra, en su cuarto jefe.

La tarjeta de identificación que le fue entregada por las Fuerzas Armadas Constitucionalistas señala el tipo y número de arma (G3: fusil de combate calibre 7.62 milímetros, fabricado por la empresa alemana Heckler and Koch, que sirvió a las fuerzas armadas de muchos países; pesaba 9.9 libras y contaba con una longitud de 1,023 milímetros), y está firmada por el coronel Juan María Lora Fernández, héroe nacional asesinado el 19 de diciembre de 1965 cuando tropas regulares atacaron sorpresivamente, en el Hotel Matum de Santiago, a un grupo de combatientes constitucionalistas, encabezados por el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, que se había trasladado hasta allí para asistir a una misa en conmemoración del séptimo mes de la muerte del coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez, acaecida el 19 de mayo de 1965 mientras intentaba tomar el Palacio Nacional.

En 1967, terminada la guerra patriótica, consumada la farsa electoral de 1966 y Bosch -que había salido del país el 27 de noviembre de 1966- radicado en España (sometido a un proceso de reflexión que le permitió publicar obras como "El Pentagonismo, sustituto del imperialismo", además de visitar varios países comunistas), Beltré es apresado por segunda ocasión. Al momento de su detención se desempeñaba como encargado del personal de jardinería del Zoológico de Santo Domingo, cargo que ocupaba por disposición del Dr. José Ramón Báez Acosta, síndico de la capital por el PRD, siendo la razón del apresamiento la denuncia que hiciera uno de los empleados bajo su mando sobre el recibimiento de las armas que fueron usadas en la casa del presidente Bosch por el cuerpo de seguridad, armas que habían sido guardadas en una jaula contigua a la del león que exhibía el parque que expone al público diferentes especies de animales.

En 1968 es detenido de nuevo, acusado de transportar una cinta magnetofónica que el líder del PRD había enviado al país para que los dominicanos pudieran escuchar por Tribuna Democrática, de su propia voz, las denuncias que hacía en el plano internacional acerca de las desapariciones y asesinatos cometidos por el aparato represivo del Estado -dirigido por el propio Joaquín Balaguer, presidente fantoche sembrado en el Palacio Nacional por imposición de Lyndon B. Johnson en unas elecciones realizadas en presencia del invasor yanqui- contra jóvenes revolucionarios entre los que se encontraban muchos combatientes constitucionalistas. Permaneció encerrado por más de dos semanas sin que el gobierno pudiese demostrar, al momento de ser requerido por las fuerzas policiales, que cargaba dicha grabación.

Durante cinco años se mantiene viajando a Puerto Rico, específicamente a su capital, San Juan, y es contratado en la construcción del residencial Monte Park, obra que sería terminada en 1973. Cuando retorna al país comienza a trabajar como ujier de la Rectoría de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y luego pasa a formar parte del cuerpo de seguridad de dicha institución que, durante los primeros tres gobiernos de Balaguer, de 1966 a 1978, era de las pocas que acogían a los combatientes constitucionalistas que habían permanecido en el país. La carta que el 17 de noviembre de 1968 -desde Benidorm, Alicante, España- Juan Bosch le escribe a Sacha Volman es más que elocuente: "... mantendré siempre mi aprobación a todo lo hecho para sacar del país... a los más de 300 constitucionalistas que pudieron salir. Con esa medida ellos, o muchos de ellos, salvaron sus vidas y además han podido sostenerse trabajando, cosa que hubiera sido imposible en el país... En Santo Domingo no había ni personas privadas ni una institución que pudiera resolver los problemas de esos compañeros, y que sitiados por el hambre y la amenaza de aparecer un día muertos, muchos de ellos hubieran tenido que someterse a hacer cosas repugnantes" ("Acusación de comunista al PRD la hizo el presidente norteamericano, no un periodista").

Bajo el gobierno de Antonio Guzmán hubo un ligero cambio, pero no el deseado; unos pocos ocuparon posiciones "que les facilitaban colocar y emplear un gran número de constitucionalistas..., pero ya habían ingresado a otras esferas". Estas palabras significan que los que fueron nombrados en el gobierno de Antonio Guzmán habían remontado las capas bajas de la pequeña burguesía y, como es típico en el proceso de escalamiento, mirar atrás y ayudar al prójimo deja de ser prioridad en la consolidación de los intereses personales. El Lic. Andrés Dirocié Montás, autor de las mismas, las plasma en su libro "Abril 1965: relatos y vivencias de un hombre rana", y a seguidas expresa que "... los compañeros constitucionalistas, que por sus relaciones y militancia en el partido consiguieron colocaciones en el gobierno, en ocasiones no podían exhibir su participación en los hechos de abril (de 1965, nh) porque todavía nos miraban con ojeriza... Los que ya trabajábamos en la UASD, junto al comandante García Germán, José Beltré, Damián Reyes y Reynaldo Cuevas, entre otros, contábamos con algunas relaciones con el vicerrector administrativo, licenciado Lalane José, y pudimos conseguirles algunas colocaciones como vigilantes, conserjes, choferes, etc.".

Los años de José Beltré en la UASD fueron sumamente difíciles; el Partido Comunista de la República Dominicana (PACOREDO) se encargó de hacerle la vida imposible. Las calumnias vertidas contra su persona fueron las mismas que este grupo maoísta utilizó contra Juan Bosch o cualquier otra persona que oliera a PRD. A su salida de la universidad, y hasta 1991, cuando se radica definitivamente en Puerto Rico ("país al que llego a trabajar en la construcción -durante el día- y en seguridad -en las horas de la noche- para poder traer a mi familia". En la construcción del tren urbano, una de las obras públicas más importantes de los últimos años, fue reconocido por sus superiores y llevado a ejercer el liderato en un grupo cuyas tareas eran altamente especializadas), desempeña las funciones de Pintor del Taller de Mecánica y Auxiliar II de la Sección de Información de la Secretaría de Estado de Salud Pública y Asistencia Social (en períodos diferentes), y las de Supervisor del Departamento de Transportación del Instituto Dominicano de Seguros Sociales, empleos de los que posee los nombramientos oficiales y que exhibe con orgullo a quienes le visitan, tal y como hace con un pergamino firmado por el doctor José Francisco Peña Gómez que le fue otorgado por "Haber defendido eficientemente con apego a los principios del PRD desde su función de dirigente de la Asociación de Empleados Universitarios los derechos clasistas de los trabajadores que representó y la institucionalidad de la Universidad Autónoma de Santo Domingo", y con un diploma que lo acredita como Secretario de Organización de la Asociación de Empleados Universitarios (ASODEMU) para el período 1970-1972.

"Cuando Andrés Dirocié, excabo de la Escuela de Comandos Hombres Ranas de la Marina de Guerra, me pidió que escribiera el prólogo de su libro, me dijo que lo hacía porque él también quería escribir sobre la Revolución de Abril... Para mí era obvio que se refería a contar sus vivencias de aquel importante acontecimiento donde las ideas convivieron con las balas y, mientras esperaba la copia prometida, lo percibí caminando escurridizo por las calles de Ciudad Nueva compartiendo penurias y esperanzas con sus compañeros de los comandos; lo imaginé alerta y sigiloso apostado frente al edificio Copello, siguiendo las huellas de su querido comandante Montes Arache y esperando las órdenes de su admirado líder, el presidente Caamaño". Estas palabras, que grafican magistralmente episodios de la gesta más hermosa que ha vivido la República Dominicana después de la Guerra de la Restauración, "pintadas con la belleza que se imita la naturaleza por medio del tejido", corresponden a Arlette Fernández -"esposa del coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez: presidenta de la Fundación Coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez Inc.; escritora extraordinaria; esposa y madre ejemplar; amiga fiel y comprometida; valiosa y solidaria mujer dominicana de atributos morales, entrega y sacrificio que hacen de ella paradigma nacional..." (RAFAEL FERNÁNDEZ DOMÍNGUEZ/ARLETTE FERNÁNDEZ... UNIÓN PARA LA HISTORIA)-, y son las que inician el prólogo de la obra de Andrés Dirocié Montás quien, a su vez, en un gesto que lo enaltece, reconoce a su "dilecto amigo, hermano y buen compañero" -combatiente de Abril a quien Juan Bosch había definido capaz en su trabajo, de simpatía natural, serio y honrado- con la dedicatoria que sigue: "A José A. Beltré, para que recuerde los momentos difíciles que pasamos defendiendo la soberanía, la vergüenza y la dignidad en la trinchera del honor".

José Altagracia Beltré, a sus 81 años, vive solo en San Juan, Puerto Rico, con una pensión del Seguro Social de US$580.00 mensuales con la que debe cubrir obligaciones por US$258.00 por pago de apartamento del gobierno federal, subsidiado por medio de un plan que le permite abonar esa irrisoria suma (no para él); US$104.00 por la parte complementaria del Medicare, seguro médico al que tiene derecho por sus años de servicio en la fuerza laboral; US$40.00 por consumo de energía eléctrica; US$50.00 por el celular que le permite estar comunicado; y US$50.00 por concepto de limpieza, cantidad que paga a una señora para que, una vez al mes, organice su humilde morada (no se le requiere pago por consumo de agua). Le quedan, después de deducir los gastos señalados, US$87.00, cantidad que debe destinar mensualmente a comida y artículos de limpieza necesarios para el hogar. Como puede verse, dispone de menos de 2 dólares con 90 centavos para desayunar, almorzar y cenar cada día. En República Dominicana cuenta con una pensión, por sus años de servicio en la UASD, que no llega a los 11 mil pesos mensuales (239 dólares a la tasa de cambio actual), dinero que casi nunca recibe debido al carácter solidario con el que cubre necesidades de familiares y amigos al que estamos condenados, voluntariamente o no, todos los que, por la razón que fuera, decidimos emigrar a otras playas.

Esta es la vida de del combatiente constitucionalista José Altagracia Beltré. Después de exponerse para proteger al presidente Bosch; de "caminar escurridizo por las calles de Ciudad Nueva compartiendo penurias y esperanzas con sus compañeros" y luchar sin tregua en esa contienda civil y patriótica de 1965 para devolvernos el gobierno y la Constitución que democráticamente, dos años antes, nos habíamos dado; de sufrir en sus propias entrañas el desprecio por haber sido del bando constitucionalista y estar del lado de la verdad; de la desazón moral y las necesidades que lo arroparon por "seguir las huellas" del coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó; de los vejámenes a los que fue sometido por un PACOREDO que veía como enemigo a todo perredeísta; y del exilio al que precisó recurrir porque su país, por el que había luchado como el más grande de los patriotas, lo había marginado, el 16 de diciembre, día en el que cumplía 81 años, mientras Juan de los Santos era llevado a su última morada, despedido como un Padre de la Patria, José A. Beltré, a quien al inicio catalogamos de "común y corriente" -por ser, como lo había definido el profesor Bosch, capaz, simpático, serio y honrado- y resultó un extraordinario dominicano al que debemos gratitud, reverencia y respeto, almorzó "arroz blanco vacío... porque no tenía dinero para más".

Así es la vida... pero sólo en la República Dominicana. Mientras Juan de los Santos poseía, al momento de su asesinato, según declaración jurada presentada el 6 de noviembre de 2015 a la Oficina de Evaluación y Fiscalización del Patrimonio de los Funcionarios Públicos de la Cámara de Cuentas de la República Dominicana, en Bienes Inmuebles y Muebles, Certificados de Inversión y Capital Invertido, las sumas de US$3,282,489.00 y RD$112,802,810.00 (cerca de 264 millones de pesos cuando se ejecuta la conversión de los dólares), y recibía, anualmente, por salarios del Ayuntamiento Santo Domingo Este y Juancito Sport-SRL, por bonos de Juancito Sport-SRL, y por ingresos debido a membresías en juntas o consejos administrativos -presidencia de FEDOMU-, la suma de RD$9,767,500.00 (casi 10 millones de pesos), José Altagracia Beltré, combatiente constitucionalista y héroe nacional, dispone sólo de 87 dólares al mes para alimentarse y asear su hogar. (Como dato curioso cabe destacar que los renglones de Cuentas por Cobrar y Activos de Embargos u Oposiciones de la declaración jurada están en blanco).

¿Por qué la comparación? De José A. Beltré hemos hablado suficiente. La fortuna que acumuló Juan de los Santos, mejor conocido como Juancito Sport, ¿es legal?... ¿es moral? ¿Qué criterio primó para despedir sus restos con los honores de un héroe? ¿Acaso una fortuna perjudicial a la sociedad, bautizada con la vileza del poder, merece más reconocimiento que la probada defensa de la soberanía? ¿Qué mérito tuvo para ser despedido como un mártir? ¿Tan perversa puede llegar a ser la sociedad que acepta como buena y válida esta inversión de valores? La lógica indica que las cosas deben darse al revés (en un país invertido; en uno institucionalizado, de orden y respeto, deben producirse, de manera natural, en forma normal). Los combatientes constitucionalistas, que comprometieron sus vidas en defensa de la soberanía, deben ser los recipientes, en sus honras fúnebres, de los honores correspondientes a los grandes hombres. Una fortuna basada en los juegos de azar no reúne atributo de ningún tipo para ser ponderada, mucho menos para ser igualada con el compromiso y el sacrifico con la patria.

Sara Pérez toca, en un artículo titulado "Duelo Nacional por Juancito Sport: JA!", la parte más importante relacionada con la fortuna de Juan de los Santos, y la aborda usando los matices necesarios que muestran lo perjudicial que ha sido para la sociedad, que ha alcanzado, en los últimos 20 años, bajo la rectoría del más perverso y corrupto de los partidos políticos que ha conocido la nación en 171 años de vida republicana, el más alto nivel de degradación moral: "Cuando me enteré de la muerte -y sobre todo, de las circunstancias en que esta ocurrió- no solo no me alegré, sino que me sentí sobrecogida y angustiada... no tanto por Juancito Sport, sino por nosotros, quienes no somos los Juancitos Sports que están gobernando en nuestro país y que padecemos un nivel de vulnerabilidad que no es el que lo afectaba a él ni a ninguno de esos compinches, ni a los cada vez más repugnantes, agresivos y podridos compañeritos del partido y socios de empresas mafiosas, que han creado mayores problemas sociales de los que ya existían, al hacer que las bancas de apuestas tengan más presencia en la vida dominicana que las escuelas, aparte de todos los embobamientos, alienación y brutalidad que se siembra desde la infancia en una población que pone sus esperanzas en los juegos de azar".

Los restos de Juan de los Santos fueron exhibidos como los de un prócer por la mafia morada que gobierna. Por vía del luto mediático esa mafia ha sido capaz de presentar, en el mismo plano, los dos gobernantes que el PLD ha llevado al poder, aún odiándose por usar los recursos del Estado para aplastarse entre sí. Y lo han hecho con indolencia olímpica, en una actividad de proselitismo político, previamente planificada, que no es más que burla e irrespeto al sufrimiento de allegados y familiares. ¿Podrá esa canalla que gobierna, con los recursos que usurpa al pueblo, destinar alimentos a José Altagracia Beltré antes de que la inanición lo consuma? ¿Arropará su cuerpo inerte, el día que descanse en paz, con la bandera dominicana, tal y como hizo con Juancito Sport? ¿Pagará un pasaje de ida para llevar sus restos al país que amó entrañablemente? ¿Velará al combatiente constitucionalista en el Congreso Nacional, donde deben ser expuestos los cuerpos de los verdaderos defensores de la patria?

Nemen Hazim
25 de diciembre de 2015
San Juan, Puerto Rico