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Si en una gran parte del mundo se sigue diciendo que hay países imperialistas y países colonizados es porque no nos hemos dado cuenta todavía de que el lugar del imperialismo ha sido ocupado por el pentagonismo.
En los días de su vigencia, que se prolongó hasta el final de la guerra de 1939-1945, la sustancia del imperialismo se explicaba como la conquista de colonias para aplicar en ellas los capitales sobrantes del país conquistador con el fin de sacar de las colonias materias primas con que mantener funcionando las instalaciones industriales de la metrópoli; al mismo tiempo las colonias se convertían en mercados compradores de las industrias metropolitanas, con lo que se establecía una cadena sinfín que ataba la vida económica de las colonias, mediante la sumisión política, al centro metropolitano.
De acuerdo con esa somera descripción del fenómeno llamado imperialismo, una colonia era a la vez una zona de aplicación de bienes de capital y una zona de acumulación de beneficios porque su mano de obra era barata, sus materias primas se pagaban a precios bajos, el sistema bancario de la metrópoli prestaba poco dinero, a corto plazo y a interés alto, los transportes de y hacia la metrópoli estaban bajo control y tenían tarifas elevadas para lo que compraban los colonos, y en cambio los productos manufacturados de la metrópoli llegaban a la colonia a precios altos.