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A propósito de Venezuela... Prefacio para la edición española de "El Pentagonismo, Sustituto del Imperialismo", de Juan Bosch

Venezuela, Siria, Libia, Irak... Manifestación pentagonista 50 años después del profesor Bosch haber concebido tan extraordinaria obra.

Prefacio escrito por el propio Juan Bosch para la edición española de "El Pentagonismo, Sustituto del Imperialismo"

"No puede haber duda de que las pequeñas guerras controladas que el pentagonismo necesita para mantenerse vivo acabarán conduciendo inexorablemente hacia una guerra planetaria."

"El pentagonismo, sustituto del imperialismo" es considerado a nivel mundial uno de los mejores trabajos escritos por Juan Bosch. En el mismo se plantea el uso de los medios de comunicación del establishment para sembrar la percepción de que la seguridad de Estados Unidos se encuentra constantemente amenazada, por lo que se hace imprescindible mantener el aparato militar en actividad permanente. Para sostenerse, el pentagonismo primero explota su propio pueblo para luego doblegar a los demás, aunque de manera muy diferente a como sucedía con el ejercicio imperialista. “El pentagonismo es una amenaza para todos los pueblos del mundo debido a que es una máquina de guerra que necesita la guerra en la misma forma en que los seres vivos necesitan aire y alimento para no perecer”, expresa Juan Bosch en el desarrollo de su obra.

"No es primera vez que tengo la ocasión de referirme a esta obra fundamental de Juan Bosch. Como sabemos, 'El pentagonismo, sustituto del imperialismo', gana cada día mayor actualidad pues tiene la virtud de que sus enunciados teóricos se comprueban en la práctica, mostrando el valor y la profundidad de análisis del autor. Tengamos en cuenta que Bosch la escribió en medio de circunstancias muy distintas a las que vive el mundo hoy. Este libro, escrito a fines de la década del 60, resulta profético, asombra aún, a los que tanto admiramos a Juan Bosch, la lectura de lo que escribió hace más de 40 años el ilustre dominicano. No creo exagerar diciendo que es una pieza maestra de esas que hacen o deben hacer historia; su punto de referencia anterior está en el brillante ensayo de Lenin 'El imperialismo, fase superior del capitalismo'. Juan Bosch describe, desde sus orígenes, el proceso de decadencia del [sistema imperial, NH]...", expresó en Juventud Rebelde el 15 de diciembre de 2010 el Dr. Armando Hart Dávalos, quien falleciera en La Habana, Cuba, el 26 de noviembre de 2017.
[El Dr. Hart Dávalos fue dirigente estudiantil, destacado intelectual, abogado, revolucionario, político y educador cubano. Integró la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio y participó activamente en la Revolución Cubana. Tras el derrocamiento de la dictadura de Fulgencio Batista fue designado ministro de Educación del gobierno revolucionario encabezado por Fidel Castro, cargo que ocupó de 1959 a 1965. Formó parte de la dirección nacional de las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI) y del Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba (PURSC). Al crearse el Partido Comunista de Cuba, en 1965, fue elegido miembro del Comité Central y del Buró Político. Fue designado Ministro de Cultura desde la creación de dicho ministerio en 1976 hasta 1997 en que pasó a dirigir la Oficina del Programa Martiano, adscrita al Consejo de Estado. Como intelectual tuvo una amplia obra dedicada al estudio de la figura histórica y el pensamiento de José Martí. Creó y presidió la Sociedad Cultural José Martí y fue distinguido como Doctor Honoris Causa por prestigiosas universidades cubanas y extranjeras. El 13 de junio, en su 80 cumpleaños, recibió de Raúl Castro, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la República de Cuba, la Orden José Martí)/EcuRed].
"El pentagonismo es una amenaza para todos los pueblos del mundo debido a que es una máquina de guerra que necesita la guerra en la misma forma en que los seres vivos necesitan aire y alimento para no perecer."
Prefacio para la edición española/por Juan Bosch

Este libro fue presentado como tesis del autor a la Tercera Conferencia Interamericana de Ciencias Políticas y Sociales, que tuvo lugar en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, República Dominicana, en el mes de noviembre de 1967, y al mismo tiempo apareció, allí mismo, su primera edición, hecha por “Publicaciones ¡Ahora!, C. por A.” Unos días después, el 11 de diciembre, David R. Jones, del New York Times, cablegrafiaba a su periódico, desde Bal Harbour, Florida, una crónica detallada de la convención de la American Federation of Labor-Congress of Industrial Organization (AFL-CIO) que estaba celebrándose en ese lugar del sur de Estados Unidos; y el cable comenzaba así: “La Convención de AFL-CIO reafirmó hoy, mayoritariamente, su apoyo a la política del presidente Johnson en Vietnam, después de derrotar fácilmente una proposición para que (la AFL-CIO) se mantuviera neutral en la guerra”. Jones informaba que los nombres del senador Eugene McCarthy y del economista John Kenneth Galbraith habían sido abucheados por los delegados a la convención –líderes obreros todos ellos–, debido a que el senador y el economista se oponían a la política de guerra en Vietnam del presidente Johnson, y que unos 1,200 delegados expresaron su voto favorable a Johnson, puestos de pie y aplaudiendo mientras sólo “alrededor de una docena de delegados se levantaron en el salón de baile del Hotel Americana en señal de oposición”.

Eso no fue una novedad, ni una sorpresa para los que a esa fecha –el 11 de diciembre de 1967– habían leído este libro. En el capítulo IV “La sociedad pentagonizada” se decía, como puede verlo el lector, que los obreros norteamericanos organizados en la AFL-CIO estaban al servicio del pentagonismo.

Dos días después de esa convención de la AFL-CIO, esto es, el 13 de diciembre, el presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado norteamericano, senador J.W. Fulbright, se dirigía al presidente de ese cuerpo en un discurso que confirmaba varios de los argumentos usados por el autor para demostrar la tesis que se expone en este libro.

En el caso de los obreros organizados en la AFL-CIO, la confirmación no se produjo como denuncia; al contrario, se manifestó en forma de respaldo abrumadoramente mayoritario, 99 de cada 100 –es decir, 99 contra 1–, a la política pentagonista; pero en el caso del senador Fulbright la confirmación se manifestó como una denuncia del pentagonismo, sólo que el senador por Arkansas le dio a ese nuevo poder un nombre parecido al que le había dado el ex presidente Eisenhower: le llamó “el complejo militar industrial” norteamericano.
"Para sostenerse, el pentagonismo primero explota su propio pueblo para luego doblegar a los demás."
Aunque sería arriesgado afirmarlo, hay razones para pensar que el senador Fulbright no conocía este libro cuando produjo su discurso del día 13 de diciembre de 1967. Un senador de Estados Unidos o aun su cuerpo de ayudantes, difícilmente se halla al tanto, por lo menos a corto tiempo, de lo que se dice y se escribe en los países pobres del Tercer Mundo. Los políticos norteamericanos, no importa cuál sea su nivel intelectual ni cuáles sus preocupaciones, viven inmersos en la agitada fuente de acontecimientos que es Washington, y en cierta medida sería demasiado exigir pedirles que su tiempo y su interés les alcanzaran para más actividades de las que realizan a diario. Por otra parte, lo que llevó al senador Fulbright a denunciar lo que él llama “the military-industrial complex” es un motivo de política interna norteamericana, algo que el autor de este libro no tenía en cuenta al escribirlo. Por ejemplo, el senador Fulbright, armado de esa ya clásica ignorancia en ciencias políticas a que nos tienen acostumbrados los personajes de la vida pública de su país, dice en su discurso del 13 de diciembre que el presupuesto de guerra de Estados Unidos “forma una gran concentración de socialismo en lo que en otros tiempos fue nuestra economía de libre empresa” de manera que él hizo su denuncia para defender la “libre empresa” sin darse cuenta de que el pentagonismo ha sido el producto natural de la libertad de ganar dinero en una sociedad de masas dominada por la industria sobredesarrollada.

Todo indica que no ha habido contagio entre lo que se dice en este libro y lo que dijo el senador Fulbright sobre el mismo tema, aunque el libro se publicara, como se publicó, antes del discurso del presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado de Estados Unidos.

Por eso mismo resulta evidente que la tesis de "El pentagonismo, sustituto del imperialismo", ha venido a ser confirmada por el senador Fulbright sin que este se lo propusiera, sin que tuviera la menor idea de que esa tesis había sido expuesta y sin que su posición ideológica fuera la misma que dio origen al libro. De ahí, pues, que sea de interés reproducir varios párrafos del discurso del senador Fulbright en este prefacio a la edición española. Como verá el lector, en algunas ocasiones el senador por Arkansas llega a decir lo que se había dicho en este libro casi con las mismas palabras, por lo menos, con los mismos conceptos y con parecida intención.

En ese discurso, que traducimos de una copia mimeografiada de las que la oficina del senador Fulbright envía a la prensa de su país, porque no tenemos a la vista la impresión autorizada por el Senado, ni fue publicado con amplitud –sino más bien con alarmante parvedad– en los diarios norteamericanos, Fulbright comenzó diciendo:
Hoy destacaré algunos de los efectos destructores de la guerra en nuestra vida nacional, la creciente militarización de la economía y de las universidades... Más y más nuestra economía, nuestro gobierno y nuestras universidades están adaptándose a sí mismas a las exigencias de una guerra continua, guerra total, guerra ilimitada y guerra fría... (porque) estamos convirtiéndonos en una sociedad militarizada.
Como podrá apreciar el lector, eso mismo se había dicho en este libro, sobre todo en el ya mencionado capítulo IV, cuyo título es precisamente “La sociedad pentagonizada”, equivalente de esa sociedad
militarizada a que se refiere el senador Fulbright.

El párrafo primero del capítulo III de este libro “Expansión del pentagonismo”, comienza así: “El pentagonismo no apareció en Estados Unidos armado de un método para actuar. Como todo poder que es resultado de circunstancias no planeadas, el pentagonismo comenzó su vida igual que los niños, con apetitos y movimientos inconscientes…”. El capítulo II “El nacimiento del pentagonismo” termina así:
Pero la hora de crear esos ejércitos permanentes llegó, y Estados Unidos se encontraron, casi sin darse cuenta, con que ya tenían instalado en el centro mismo de su vida el mayor establecimiento militar conocido en la historia del mundo. Al quedar montada esa poderosa maquinaria de guerra, el campo quedó listo para la aparición del pentagonismo, que iba a ser el sustituto del imperialismo.
Fulbright dice que no cree que “el complejo militar-industrial es el producto de una conspiración”, lo que equivale a decir que no es el producto de un plan, sino que es el inevitable resultado de un poderoso establecimiento militar permanente. Todo el capítulo I del libro “Qué es el pentagonismo” está destinado a probar que el pentagonismo se alimenta de los beneficios que se derivan de la producción de guerra, y el senador Fulbright termina el párrafo que hemos copiado arriba diciendo que las necesidades de ese poderoso establecimiento militar permanentehan dado nacimiento a una vasta industria privada ligada a las fuerzas armadas por el lazo natural de intereses comunes”. Inmediatamente después agrega:
Como los más grandes productores de artículos y servicios en Estados Unidos, las industrias y negocios que sirven pedidos (de productos) militares colocarán en el próximo año fiscal sobre 45 billones (miles de millones) de dólares en cinco mil ciudades y villas donde más de ocho millones de americanos, contando (entre ellos) a miembros de las fuerzas armadas, incluyendo 10 por ciento 100 de la fuerza de trabajo (del país), ganarán sus vidas con dinero gastado por (la Secretaría de) la defensa.
En ese párrafo, el senador por Arkansas da cifras que completan y confirman lo que está dicho a lo largo del capítulo IV de este libro. En unas frases que se corresponden con las que pueden leerse en el capítulo V “Política y pentagonismo”, dice que: “Para los trabajadores esto significa preservar u obtener la instalación de alguna fábrica local y (a su vez) obtener nuevos pedidos militares; para los políticos implica preservar la buena voluntad de sus votantes, debido a que les ayuda a obtener lo que ellos quieren”. En el capítulo de 'El pentagonismo, sustituto del imperialismo', que acabamos de mencionar, se dice que
"cada político profesional de Estados Unidos, desde el presidente de la República hasta el último alcalde, tiene siempre necesidad de atender, en lo que se llama su 'base política' –el lugar donde debe ganar las elecciones primarias–, peticiones de los votantes, y las peticiones más frecuentes son las de nuevas fuentes de trabajo, o, lo que es lo mismo, nuevas industrias. Una industria nueva supone nuevos establecimientos comerciales, nuevas sucursales de bancos, nuevos hospitales, nuevas escuelas, en suma, nuevos votantes. El pentagonismo está en capacidad de proporcionar todo eso a través de sus contratos […]"
Para Fulbright, lo que él llama “complejo militar industrial” se “ha convertido en una fuerza política mayoritaria”, porque “generales, industriales, comerciantes, trabajadores y políticos” se le han unido, y es “una poderosa fuerza nueva para la perpetuación de acciones militares extranjeras, para la introducción y la ampliación de costosos sistemas de armamentos y, como resultado, para la militarización de grandes porciones de nuestra sociedad”. En el capítulo V “Política y pentagonismo” de este libro, el lector hallará esta frase: “El pentagonismo sí tiene un plan: mantenerse constantemente en guerra en algún lugar del mundo a fin de sostener el actual poderío militar y ampliarlo en la medida que sea posible; en suma, asegurarse el mercado militar a través de la guerra permanente”. En el capítulo II “El nacimiento del pentagonismo” se dice: “Pero el pentagonismo no está formado sólo por militares. El pentagonismo es un núcleo de poder que tiene por espina dorsal la organización militar, pero que no es exclusivamente eso. En el pentagonismo figuran financieros, industriales, comerciantes, escritores, periodistas, agentes de propaganda, políticos, religiosos...”, y en otros sitios se explica cómo y por qué forman parte del pentagonismo generales, trabajadores, científicos, profesores, centros de estudios.
"El pentagonismo sí tiene un plan: mantenerse constantemente en guerra en algún lugar del mundo a fin de sostener el actual poderío militar y ampliarlo en la medida que sea posible; en suma, asegurarse el mercado militar a través de la guerra permanente."
En ese mismo capítulo II, el lector hallará esta frase:
"…en ninguna parte (salvo en Estados Unidos), si nos atenemos al Estado de derecho moderno, hubo jamás un poder militar instalado en el centro mismo de la vida de un país que había vivido ciento setenta y cinco años sin ejército y que no había creado, por eso mismo, defensas legales ni de hábito social contra la existencia de un poder militar tan grande."
Para Fulbright, en Estados Unidos "la mayoría de los grupos de intereses están equilibrados (counterbalanced) por otros grupos de intereses, pero como el complejo de defensa (militar-industrial) es mucho mayor que ningún otro, no hay contrapeso efectivo para él…". ¿No es ésa una manera de decir lo mismo con palabras diferentes?

En su discurso, el senador Fulbright ofrece datos y dice cosas que no están dichos en 'El pentagonismo, sustituto del imperialismo', pero son una ampliación de los argumentos usados en el libro. Por ejemplo, el presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado cree que “las universidades (norteamericanas) debieron haber formado un efectivo contrapeso al complejo militar-industrial reforzando su dedicación a los valores tradicionales de nuestra democracia, pero muchas de nuestras más importantes universidades, en vez de hacer eso, se han unido al monolito, añadiéndole en gran medida poder e influencia” y esto se explica, dice Fulbright, porque “no menos que a los comerciantes, los trabajadores y los políticos, a los profesores les gusta (tener) dinero e influencia”, y “habiendo carecido tradicionalmente de ambas cosas, han dado la bienvenida a los contratos y las consultas que les ha ofrecido la jefatura militar”. Pero el senador Fulbright llega mucho más allá, pues además de llamar “corruptores” a los contratos gubernamentales celebrados con universidades para poner a los científicos al servicio del poderío militar, dice que está sobrentendido que los contratos lucrativos se dan como premios, no a aquellos que ponen en duda las decisiones militaristas del Gobierno, sino a aquellos que le proporcionan al Gobierno los instrumentos y la técnica que él desea, y así –copiando una frase de la Comisión sobre Educación Internacional–, Fulbright acepta que “la honestidad académica (en Estados Unidos) es un producto de mercado similar a una caja de detergente”.

En lo que se refiere al capítulo III de este libro “Expansión del pentagonismo”, el lector hallará en el párrafo noveno unas frases que tratan sobre la exportación de equipos militares norteamericanos destinados a ejércitos extranjeros. A mediados de 1966, el senador Eugene J. McCarthy publicó en la revista Saturday Review un artículo acerca de ese tema. Pues bien, ilustrando ese artículo apareció un cuadro en el que figuran los nombres de algunas de las empresas industriales norteamericanas que vendieron equipos militares al extranjero entre los años 1962 y 1965, y se dan ahí las cifras de esas ventas. Vamos a reproducir unos cuantos de esos datos:
La General Dynamics vendió aviones y cohetes por valor de más de 1,000 millones de dólares; la Lockheed Corporation, por más de 959 millones (le faltaron 100,000 dólares para llegar a los 960 millones); esas dos compañías, unidas en ventas conjuntas ocasionales, no contabilizadas en las cifras anteriores, vendieron más de 427 millones, la McDonnell Aircraft, más de 700 millones, la Bath Iron Works y la Defoe Shipbuilding, en ventas conjuntas, más de 277 millones, la Martin Marietta, más de 253 millones, la Raytheon Corporation, más de 231 millones, la Sperry Rand, más de 149 millones. Hasta aquí las ventas mayores, casi todas de cohetes y aviones. En otros equipos militares, como cañones, equipos rodantes, tanques, la Ford Motor Company vendió más de 166 millones, y la Chrysler más de 154 millones. No queremos alargar esta lista con los nombres de las firmas que vendieron menos de 100 millones, que fueron varias.
El senador McCarthy confiere en su artículo un papel político, dentro del campo militar, a esa venta de armas. Vamos a copiar las palabras del senador demócrata por Minnesota, porque parece difícil explicar lo que él dice de manera más breve y clara. Según McCarthy, "al proporcionar armas se abre el camino de la influencia en los militares y también en la política de los países que las reciben. La experiencia ha demostrado que cuando se hace una entrega de armas, el instrumento militar es sólo el primer paso. Casi invariablemente, se necesita (enviar) una misión militar de entrenamiento, y el país que recibe (las armas) deviene dependiente del que las suple para los repuestos y para otros equipos militares".

Eso que el senador Fulbright llama “complejo militar-industrial” es el núcleo del pentagonismo; la exportación de armas y equipos militares a que se refiere el senador McCarthy es una operación que correspondería a los procedimientos típicos del ya superado imperialismo, pues también en la práctica imperialista había que comprar los repuestos de una maquinaria al país que había vendido esa maquinaria. Pero ya en la venta de armas entra a jugar el factor político pentagonista, pues el pentagonismo usa las misiones militares de adiestramiento, que son indispensables para enseñar el uso de los equipos nuevos, con un fin de penetración política en el terreno militar, sobre todo en los países económicamente dependientes de Estados Unidos. En cuanto a los países más desarrollados, cuyos ejércitos no pueden ser sujetos al carro pentagonista, se persigue llevarlos al campo de la influencia pentagonista.

Al decir influencia no queremos decir colonizar, como apreciará el lector al leer el libro. La colonia del pentagonismo es el pueblo de su metrópoli. En cierto orden de cosas, todos los países capitalistas contribuyen económicamente al sostenimiento del pentagonismo, aunque en forma indirecta; pero no todos están pentagonizados. Esto se explica porque donde hay inversiones de capital norteamericano, los inversionistas cosechan beneficios que deben pagar –y pagan- impuestos al Gobierno de Estados Unidos, y más de la mitad de todo lo que recauda el Gobierno de Estados Unidos se destina al campo militar. Lo mismo se dice de las sumas pagadas a empresas norteamericanas por derecho de patentes. De manera que un francés o un italiano que está comprando productos de industrias establecidas en Francia o en Italia con capital norteamericano, o los que compran artículos producidos con patentes norteamericanas, son contribuyentes del pentagonismo; están sosteniendo ese poder oculto, pero real y monstruoso.

Así pues, por vías indirectas, aquellos países más desarrollados en el mundo capitalista –más concretamente, los de Europa– contribuyen en mayor medida que los menos desarrollados al mantenimiento y a la expansión del pentagonismo. Pero no están pentagonizados, porque sus ciudadanos no tienen que ir a las guerras desatadas por el pentagonismo, porque su política exterior no está bajo el control directo del pentagonismo, y porque, en última instancia, su vida nacional no está girando –todavía– alrededor de los beneficios que deja la industria de guerra. Esto no significa, sin embargo, que se hallen exentos de caer en un porvenir más cercano o más lejano en el vórtice del pentagonismo. El peligro está ahí y aumenta a medida que el mundo capitalista progresa hacia una virtual dependencia económica del capital 'sobredesarrollado' de Estados Unidos.

En este sentido, la responsabilidad de los estadistas de los países más desarrollados en la porción capitalista de la Tierra es en verdad abrumadora, pues caer en ese vórtice es una manera de ayudar a precipitar una guerra catastrófica para todo el género humano; y no puede haber duda de que las pequeñas guerras controladas que el pentagonismo necesita para mantenerse vivo acabarán conduciendo inexorablemente hacia una guerra planetaria.
[Juan Bosch, Benidorm, 28 de enero de 1968]

Transcripción de «El Pentagonismo, Sustituto del Imperialismo.
Prefacio a la Edición Española
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San Juan, Puerto Rico
7 de junio de 2019