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¿Por qué ayudar a un corrupto que se obstina en el pecado?

¿Cuáles son las razones para ayudar a un vil que no se arrepiente de su maldad? ¿Por qué hay que ayudar a quien patrocinó el robo de 130 millones del préstamo de la Sun Land? ¿Por qué hay que ayudar a quien usó los dineros del pueblo para pagar nominillas de vagos peledeístas? ¿Por qué hay que ayudar a quien usó los recursos del Estado para hacer actividad política?

Un prestigioso periodista dominicano publicó un artículo que ha puesto de manifiesto nuevamente la doble cara que tiene el periodismo que se ejerce, exclusivamente, como medio de sustentación: se combate a cierto personaje por su comportamiento, por sus desmanes, por sus fechorías, pero al doblar de la esquina se materializa el abrazo conciliador con la mala conducta.

No es el comportamiento típico de la nueva generación de vividores, de periodistas mediocres que, de ser necesario, su alma al diablo venden; ¡no! Es el comportamiento del periodista que empeñó su juventud con las mejores causas; con el ejercicio serio y honesto, pero que ha alcanzado, en la división de clases, un lugar de preponderancia por el lugar que hoy ocupa en las relaciones de producción.

Unos cuantos le secundan: protestan, pero en voz baja. Engalanan la efusividad y el entusiasmo que antes expresaban en sus escritos pues, ahora, de lo que se trata es de decir algo, aunque ese algo esté revestido de adornos innecesarios; se trata de mantener la presencia, pero en ambos lados. Combaten la corrupción…, pero cenan con los corruptos; combaten los asesinatos policiales pero se ejercitan socialmente con sus autores; combaten las drogas…, pero toman “Dom Pérignon” con los que le dan vida.

Están en la radio, en la prensa escrita, en la prensa digital y en la televisión. Su ejercicio es muy parecido al del jugador de béisbol: completado su ciclo activo, se mantiene en el negocio aunque de manera menos comprometida (y, afortunadamente, sin hacer daño a la sociedad).

La televisión exhibió un brillante productor, comunicador y comediante (no periodista pero sí ajustado al perfil, constituyéndose, por el medio en que operaba, en el mejor exponente) que hacía, frente a cualquier ejercicio inapropiado de los que rigen la sociedad, reales exhibiciones de bravuconería; al final, terminaba abrazándose con el recipiente de las más groseras agresiones verbales.

La radio cuenta con alguien muy parecido; y este sí es periodista de profesión. Es un brillante profesional, mejor intelectual, que actúa a diario de conformidad con estas reglas. Es un crítico tenaz, cruel… severo con las malas acciones que se cometen, pero al final termina vanagloriándose de la amistad con el imputado, al que califica, después de haber barrido el piso con su honra, como un funcionario brillante, ejemplar “queseyoquécosa”, modelo de honestidad, etc., etc., etc.

Los medios digitales son el mejor termómetro para saber para quienes escriben estos periodistas, que en su tiempo de compromiso (el de la juventud reivindicadora) fueron la vanguardia contra los desmanes que ejecutaban contra el pueblo los que detentaban el poder. ¡Y qué pena!… ¡Se hicieron viejos! La comodidad que brinda la escalada en la división de clases no les permite establecer los niveles de compromiso de antes, pues ahora están viendo el juego desde el mismo lugar que ocupan los que eran sus mayores preocupaciones.

¿Cuál es el resultado de este proceder?… ¡Nefasto! El ejercicio sin compromisos da lugar a una retranca natural en el frente de los movimientos reivindicadores. Cuando los mejores exponentes de una sociedad marchan al unísono, se hace imposible a los impostores que van al gobierno subestimar al pueblo y, por tanto, burlarse y apropiarse de sus propiedades y derechos.

La sociedad que surge por la complicidad con lo mal hecho es una pocilga… una letrina. Los ladrones son “pulcros y honestos”; los corruptos se codean con la “élite”, esa que precisamente alcanzó estatus con los mismos métodos de acumulación originaria; la iglesia católica (en minúsculas… ya que como institución no alcanza el respeto que debería merecer) se ha hecho cómplice de las mayores barbaridades, aliada a una oligarquía corrupta y depredadora, y defensora sin cuartel de los malversadores públicos; los asesinos y criminales son los nuevos paradigmas…

La sociedad se convierte en una permisiva que premia los antivalores. Se puede hacer fortuna sin respetar normas; se puede alcanzar la gloria con la mentira y la simulación; se puede predicar honestidad con deshonestidad… en fin, la sociedad es una totalmente invertida, en la que sus mejores exponentes estarían tras las rejas en cualquier país del mundo que se respete.

La edad hace más serena y madura a las personas; por experiencia lo sabemos. Nuestros hijos son los mejores testigos: reciben de la sabiduría acumulada los consejos para que hagan exactamente lo contrario a lo que desean hacer: ¡lo mismo que queríamos hacer, y que hicimos, cuando contábamos con edades similares! Pero una cosa es accionar con experiencia y otra transigir; al transigir se consiente con lo que ha sido denunciado, se consiente con la corrupción, con lo mal hecho...

¿De qué sirve publicar escritos condenando el cuatrerismo y la corrupción, portal del gobierno saliente, y, al mismo tiempo, pedir ayuda para el protagonista principal de los males que aquejan a la sociedad dominicana?

Quisiéramos entenderlo, pero no podemos; si estableciéramos una vieja norma no escrita que “premia lo bueno y condena lo malo”, la sociedad dominicana fuera una ejemplar. Pero su funcionamiento parece encaminado a contradecirla: “premiar lo malo y castigar lo bueno”. Somos un país “secuestrado por una pequeña burguesía golosa que no tiene límites para exhibir el disfrute de los bienes terrenales… que ha perdido todo freno ético, porque ha descubierto que el dinero otorga personalidad, y puede dar felicidad o éxito… Si Juan Bosch viviera no fuera peledeísta, lo hubiera abrumado la falsificación de la democracia, y el esplendor de tantas fortunas obscenas que la codicia y la soberbia han acumulado en el PLD” (Andrés L. Mateo: “La interpretación de lo que está pasando”, Acento.com/Hoy - 23 de febrero de 2012).

No sabemos por qué hay que ayudar a quien le proporcionó a la prensa seria y responsable de este país razones más que suficientes para pasarse ocho años desgañitándose hablando de corrupción, de robos, de falta de institucionalidad y de muchos otros desmanes que Leonel Fernández ejecutó desde la presidencia (¡y dentro de esa prensa seria y responsable se encuentra el distinguido periodista que mueve este escrito!).

¿Por qué hay que ayudar a quien patrocinó el robo de 130 millones del préstamo de la Sun Land? ¿Por qué hay que ayudar a quien usó los dineros del pueblo para pagar nominillas de vagos peledeístas? ¿Por qué hay que ayudar a quien usó los recursos del Estado para hacer actividad política? ¿Por qué hay que ayudar a quien patrocinó una modificación a la Constitución para coartar los derechos de la mujer y crear unos 'altos' tribunales que sólo favorecen sus intereses políticos? ¿Por qué hay que ayudar a quien ha gastado más de dos mil millones de pesos del erario en viajes turísticos y de promoción personal que no han proporcionado ningún beneficio al pueblo?

Nada de esto puede ser desmentido... ¡absolutamente por nadie! Y todo lo que hemos dicho ha sido cacareado por el autor de ese escrito y por muchos otros. Si algo hay que hacer… ¡es meterlo preso! Esta sería la mejor ayuda… pero para el pueblo, que es el que la necesita, no para un megalómano narcisista corrupto que ha convertido la República Dominicana en un basurero.

¡O se está con Dios o se está con el diablo, pero no con ambos a la vez! Por eso este país no cambia… ¡Seguirá siempre apareciendo quien lo coja de pendejo!

Ing. Nemen Hazim
San Juan, Puerto Rico
23 de agosto de 2012