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II - Los peligros de comer en el capitalismo

El azúcar destruye los equilibrios fisiológicos de quien lo consume hasta que la persona pierde no sólo la salud, sino el control sobre sus emociones, sus pensamientos y su vida misma...

LOS PELIGROS DE COMER EN EL CAPITALISMO
Segunda Parte
Interesante obra de Jorge Veraza (coordinador), Ricardo Aldana, Karina Atayde, Andrés Barreda, Rolando Espinosa, Silvia Espinosa, Gonzalo Flores, Fabiola Lara, Juan Vicente Martínez, David Moreno, Luis Eduardo Pérez y Mónica Vázquez. En esta publicación, Nemen Hazim (a quien corresponderán las negritas e itálicas) recopilará parte de los análisis y conclusiones; lo que se transcriba es propiedad exclusiva de los autores del libro, a quienes corresponde mérito y reconocimiento...
No es la comida; es el capitalismo...

El establecimiento histórico de la sociedad burguesa revolucionó la alimentación tradicional. Ello dio lugar al establecimiento de un SAC cuyo rasgo distintivo consiste en que es esencialmente inadecuado a las necesidades consuntivas de los seres humanos por ser adecuado para las necesidades productivas del capital. Los sistemas alimentarios cerealeros de las grandes civilizaciones del pasado fueron reemplazados por el SAC, centrado en el consumo de azúcar refinada y sustentado por la ingestión generalizada de carne. La ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia se refleja en el valor de uso alimentario, y tiene como correlato una ley de inadecuación creciente de los alimentos al metabolismo humano. Se trata, pues, de una ley de tendencia decreciente de la tasa de satisfacción alimentaria. Esta tendencia ha demostrado que hay una crisis alimentaria. Un síntoma evidente de dicha crisis es el azúcar y su papel como generador de múltiples enfermedades, en particular la diabetes. Para contrarrestar el efecto nocivo del azúcar, pero sin dejar de garantizar la máxima ganancia posible, han surgido productos endulzantes como el aspartame cuyos efectos patógenos son aún peores.

El azúcar común —sacarosa— es el resultado extremo de la refinación, la que lo ha convertido en un alimento altamente degradado. Se trata del alimento más refinado de la industria moderna —despojado de 90% de sus elementos constitutivos (al trigo se le ha quitado 30%)— y de la pieza central del sistema alimentario capitalista. El azúcar destruye los equilibrios fisiológicos de quien lo consume hasta que la persona pierde no sólo la salud, sino el control sobre sus emociones, sus pensamientos y su vida misma. Esto se debe, dice William Dufty en Sugar Blues: Efectos del Azúcar Sobre la Salud, al hecho de que el azúcar refinado es una droga como lo es la heroína, es decir, que genera adicción y dependencia. Nos explica que al azúcar proveniente de la caña, la remolacha o los cereales (azúcares naturales) se le despoja de todas las vitaminas y minerales que contienen mediante el proceso de refinación. Este proceso convierte al azúcar en un alimento inútil, perjudicial para la salud y, por tanto, en un “antinutriente”. Entre otros padecimientos, el consumo habitual de azúcar refinada genera migrañas, depresión, hiperactividad, destrucción de los dientes, obesidad, alergias, cáncer de colón, escorbuto, enfermedad de Alzheimer, decaimiento del sistema inmunológico, problemas de absorción de nutrientes, incremento del colesterol y triglicéridos, artritis, asma, esclerosis múltiple, várices, hemorroides, osteoporosis, intoxicación durante el embarazo, cataratas, glaucoma, problemas en las glándulas suprarrenales e incrementa el riesgo de polio.

¿Cuáles son las víctimas predilectas? El truco más sucio se aplica a los consumidores más inocentes e indefensos de todos: los bebés. Las compañías gigantescas que elaboran “alimentos” para bebés saben dos cosas importantes referentes a la venta de estos productos. En primer lugar, tienen que hacer que los bebés se coman sus productos. Y eso es un problema. La “comida” para bebés está sobre cocinada, sobre procesada, es simple y no tiene sabor. Pero el ingrediente secreto es el azúcar. Una buena cantidad de azúcar hace que las verduras, las frutas, y todo lo demás que se prepara para el bebé sea más aceptable para este y, particularmente, para la mamá. Si los niños se comen este “alimento” para bebé, la mamá se siente feliz. Otra ventaja comercial para agregar azúcar a la “comida” para bebé: lo engorda. Los niños que se alimentan con “comida” especial ya preparada para bebés son gordos, y los bebés gordos producen utilidades, mientras los niños delgados son sanos y las utilidades que reportan al capitalismo desaprensivo son mínimas. Los bebés gordos serán adultos gordos, y los adultos gordos tienden a ser adultos muertos. El azúcar no tiene por qué estar en los alimentos del bebé.

Sólo hay otro alimento en el que el azúcar hace más daño que los llamados “alimentos” para bebé: en las fórmulas para lactantes; y sólo existe un alimento nutritivamente adecuado para los lactantes: la leche humana. Es perfecta desde todos los aspectos, tanto para la madre como para el recién nacido. Nada más que no hay utilidades en la venta de leche materna, y sí las hay en la venta de leches de imitación conocidas como “fórmulas para lactantes”. Son baratas en su elaboración, duran indefinidamente y se venden a precios muy altos. Engordan a los bebés, le hacen más fácil la vida a la madre y enriquecen a las compañías que las venden, pero no son buenas para los bebés. Las “fórmulas para lactantes” y los “alimentos” para bebé que contienen sobredosis de azúcar predisponen a los chicos a cosas peores: una vida de adicción al azúcar. Una vez que el sabor de los alimentos endulzados en extremo queda grabado en el paladar del niño, permanece ahí para siempre.

Continuará...

Autores: Jorge Veraza (coordinador), Ricardo Aldana, Karina Atayde, Andrés Barreda, Rolando Espinosa, Silvia Espinosa, Gonzalo Flores, Fabiola Lara, Juan Vicente Martínez, David Moreno, Luis Eduardo Pérez y Mónica Vázquez

Sinopsis: Nemen Hazim
San Juan, Puerto Rico
12 de junio de 2023