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II.- República Dominicana: tarea inconclusa

La invasión norteamericana del 1916 dejaría sembrada la peor semilla que podría haber germinado en suelo tan fecundo para la agricultura: la semilla del más sanguinario dictador que ha conocido América… ¡y uno de los peores del mundo!: la semilla del megalómano “Chapita”...

La etapa inconclusa de la Dictadura.

La invasión norteamericana del 1916 dejaría sembrada la peor semilla que podría haber germinado en suelo tan fecundo para la agricultura: la semilla del más sanguinario dictador que ha conocido América… ¡y uno de los peores del mundo!: la semilla del megalómano “Chapita”.

Han transcurrido apenas tres días de la celebración del 52 aniversario del asesinato de Rafael Leónidas Trujillo Molina, un 30 de mayo de 1961, por parte de hombres muy arrojados, entre los que había algunos resentidos sociales a quienes Trujillo, de una forma u otra, ofendió o relegó en los órdenes de jefatura y disfrute del poder.

Con el asesinato de Trujillo culminó la tiranía del hombre, pero no la del sistema, uno totalmente sucio y contaminado con lo peor que puede parir la oligarquía y la baja pequeña burguesía en su escalamiento de capas. Si hubiese habido un plan concebido ideológicamente, con fines de derrocar la dictadura para dar paso a un sistema de gobierno de corte social, de ejecuciones a favor del pueblo, no estaríamos hoy viviendo las desgracias de la corrupción, del cinismo y de la indolencia.

La etapa inconclusa de la “Democracia”.

Juan Bosch, enemigo de Trujillo por denunciar al mundo las injusticias y crímenes del régimen dictatorial, inicia esta farsa -que como sistema de gobierno se da el capitalismo, desarrollado o no- con el compromiso de estructurar un proceso con justicia social, trabajo, pan, educación, honestidad y, más aún, del lado de los mejores intereses del pueblo, algo sumamente raro en un país acostumbrado a que los de arriba sigan arriba y los de abajo... abajo. Idéntico escenario al que encontró y transformó Hugo Chávez y que 8,000 venezolanos millonarios (con medios de comunicación –en Venezuela, USA, República Dominicana, Puerto Rico, Europa-, barcos, milicias paramilitares, aviones, empresas para el terror, etc.) no aceptan.

Pero Juan Bosch no concluyó… ¡No se lo permitieron! Uno de los pocos dominicanos con vocación para mejorar las cosas para su país no pudo; y no pudo porque la iglesia católica, esa que viola niños y mató millones y millones de seres humanos en el nombre de Dios no se lo permitió, como tampoco se lo permitió la oligarquía dominicana, ni el imperialismo yanqui, ni los eternos vividores del pueblo: dos o tres familias que gozan de las bondades del poder desde que Colón pisó tierra americana.

La etapa inconclusa del retorno a la constitucionalidad: La Guerra de Abril.

Un coronel: joven, íntegro, cabal, moral, institucional… con experiencia en lo de “institucional” (el único militar dominicano con hoja inmaculada… “sin imperfecciones morales”, cuyo curriculum vitae recoge un acto de valentía y de respeto a la Constitución sin precedentes… «¡el único con experiencia “institucional”!») se ofreció para impedir el golpe de Estado que malogró para siempre la vida de este pueblo, y lo hizo con apenas once compañeros.

Rafael Tomás Fernández Domínguez, a la sazón coronel del Ejército Nacional, con 29 años, y otros 11 oficiales, con edades entre los 23 y 32 años -1er teniente Marino Antonio Almánzar García, capitán Fernando Rafael Cabral Ortega, 1er teniente Gerardo A. Brito y Brito, mayor Roberto Antonio Cabrera Luna, 1er teniente Berto Gabriel Genao Frías, 1er teniente Antonio Ernesto González y González, 1er teniente José René Jiménez Germán, capitán Héctor Lachapelle Díaz, 1er teniente Freddy Piantini Colón, capitán Rafael Armando Quiroz Pérez y 1er teniente Lorenzo Sención Silverio-, estuvieron dispuestos a ocupar el Palacio Nacional en contra del golpe de Estado de 1963 y por el retorno a la constitucionalidad, siendo desestimadas sus acciones por Juan Bosch, presidente derrocado, quien entendía que los hechos desembocarían en un innecesario derramamiento de sangre.

La gloriosa Revolución de Abril se vio abortada por una nueva intromisión de las tropas yanquis, y esa hermosa gesta, la más extraordinaria del siglo XX en la vida dominicana, fue concebida, planificada y organizada por dos de los más grandes hombres que ha parido la patria de Duarte, Sánchez y Mella: Juan Bosch y Rafael Fernández Domínguez. En "Juan Bosch, una carta para la historia" (carta con fecha 27 de mayo de 1964), le dice el autor de "Trujillo, causas de una tiranía sin ejemplo" al Dr. Ramón Pina Acevedo: «Nuestro país está en la etapa de la fuerza, no en la de la educación política. El único poder real en Santo Domingo es el militar, y si en las filas castrenses no se rompe el equilibrio, tendremos dictadura por mucho tiempo. No tenemos ciudadanos capaces de hacer frente a los gases lacrimógenos, mucho menos a los fusiles. Así, entre la palabra de un líder –o su orden- y un tiro de máuser, el último tiene mucho más poder. Y los soldados y los policías dominicanos matan, cosa que el pueblo sabe por experiencia...

«El líder de este momento nacional no puede ser un dirigente político, sino el coronel que pueda lanzar soldados a la lucha. Por eso desde el primer día de mi exilio les expliqué a los compañeros que la única manera de restituir la constitucionalidad era a través de los soldados –los contados soldados capaces de luchar por un régimen de derecho-, pero no todo el mundo ve con claridad los fenómenos políticos...».


Continuará...

Ing. Nemen Hazim Bassa
San Juan, Puerto Rico
25 de mayo de 2013