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[II de XIV] Estados Unidos y su moral en bikini. Una nación que desde sus inicios se formó bajo la mendacidad y la expoliación

En 1786, uno de los más prominentes padres fundadores de la nación norteamericana, Thomas Jefferson, sentenció: Nuestra Confederación debe ser considerada como el nido desde el cual toda América, así la del Norte como la del Sur, habrá de ser poblada. Más cuidémonos (...) de creer que interesa a este gran Continente expulsar a los españoles. Por el momento aquellos países se encuentran en las mejores manos, y sólo temo que estas resulten demasiado débiles para mantenerlos sujetos hasta que nuestra población haya crecido lo suficiente para írselos arrebatando pedazo a pedazo

En rojo, las primeras 13 colonias: Massachusetts, Nuevo Hampshire, Rhode Island, Connecticut, Nueva York, Pensilvania, Nueva Jersey, Delaware, Maryland, Virginia, Carolina del Norte, Carolina del Sur y Georgia

La Declaración unánime de los trece Estados Unidos de América inició como sigue:
«Cuando en el curso de los acontecimientos humanos se hace necesario para un pueblo disolver los vínculos políticos que lo han ligado a otro y tomar entre las naciones de la tierra el puesto separado e igual a que las leyes de la naturaleza y el Dios de esa naturaleza le dan derecho, un justo respeto al juicio de la humanidad exige que declare las causas que lo impulsan a la separación.

«Sostenemos como evidentes en sí mismas estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene el derecho a reformarla o abolirla e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios, y a organizar sus poderes en la forma que a su juicio ofrecerá las mayores probabilidades de alcanzar su seguridad y felicidad. (...) Cuando una larga serie de abusos y usurpaciones, dirigida invariablemente al mismo objetivo, evidencia en designio de someter al pueblo a un despotismo absoluto, es su derecho, es su deber, derrocar ese gobierno y proveer de nuevas salvaguardas para su futura seguridad y su felicidad...».
Viéndola como parte de un todo, la declaración formulada por las trece colonias es digna, es hermosa; pero nació con el infortunio de que sólo es aplicable al país que usurpó el nombre de América. Ningún otro país, si no posee el poder militar para enfrentar a Estados Unidos "de América", ha podido disfrutar de ese derecho, pues, sin que parezca un dictamen absoluto, le ha resultado imposible la materialización del camino escogido para su autogobierno.

Por eso se da la sentencia de Thomas Jefferson -en 1786, tres años después que, mediante el Tratado de París de 1783, el Imperio británico reconociera la independencia de Estados Unidos-, uno de los padres fundadores de la nación y principal autor de la Declaración de Independencia: “Nuestra Confederación debe ser considerada como el nido desde el cual toda América, así la del Norte como la del Sur, habrá de ser poblada. Más cuidémonos (...) de creer que interesa a este gran Continente expulsar a los españoles. Por el momento aquellos países se encuentran en las mejores manos, y sólo temo que estas resulten demasiado débiles para mantenerlos sujetos hasta que nuestra población haya crecido lo suficiente para írselos arrebatando pedazo a pedazo”.

Como presidente, dio inicio a la primera guerra significativa en el exterior de los Estados Unidos: la Guerra de Trípoli (1801–1805), también conocida como Primera Guerra Berberisca, "una guerra naval entre los Estados Unidos y los estados del norte de África conocidos como los Estados Berberiscos" (básicamente los comprendidos entre el oeste de Egipto y el Atlántico: el independiente Sultanato de Marruecos y las tres Regencias de Argelia, Túnez y Trípoli, nominalmente pertenecientes al Imperio otomano). Suyas también son estas palabras, que retratan desde sus inicios los afanes hegemónicos de una nación que nació para subyugar: “Aunque nuestros actuales intereses nos restrinjan dentro de nuestros límites, es imposible dejar de prever lo que vendrá cuando nuestra rápida multiplicación se extienda más allá de dichos límites, hasta cubrir por entero el Continente del Norte, si no es que también el del Sur, con gente hablando el mismo idioma, gobernada en forma similar y con leyes similares...”.

Washington con Jefferson y Hamilton

Dueño de más de medio millar de esclavos, y preocupado por el efecto que pudiese generar la Revolución Haitiana en el orden esclavista reinante en su incipiente nación -desconociendo los acuerdos firmados por su país en 1789 con Toussaint Louverture-, Thomas Jefferson le otorgó su apoyo a la expedición militar organizada por Napoleón Bonaparte con vistas a restablecer la esclavitud en Saint-Domingue. Para lo que no movió un solo dedo -como presidente- fue para ayudar a poner fin al régimen de terror instaurado en Haití, "primero, por el general Charles Leclerc y, luego de su muerte, por el también general Jean-Baptiste Donatien de Vimeur", ambos franceses.

En 1788, otro de los padres fundadores, Alexander Hamilton, expresó: “Podemos esperar que dentro de poco tiempo nos convirtamos en los árbitros de Europa en América, pudiendo inclinar la balanza de las luchas europeas, en esta parte del mundo, de acuerdo con lo que dicten nuestros intereses...”. Cuando Francia y Gran Bretaña emprendieron la guerra -a principios de 1793-, Hamilton formuló lo que, en el decurso de los años, se haría práctica cotidiana en la política exterior estadounidense: la guerra comercial.

En 1791, en la que sería la “primera agresión directa contra América Latina y el Caribe”, el presidente George Washington apoyó financieramente a la administración colonial francesa sobre La Española, "sin lo cual la estructura burocrática-militar de la monarquía constitucional francesa surgida de la Revolución de 1789 no habría podido sostenerse durante los primeros meses de la revolución antiesclavista e independentista haitiana capitaneada, primero, por Vincent Ogé [fundador de la Sociedad de Colonos Americanos: había presionado para la igualdad de la gente de color y, ante la negativa de los diputados, lanzó una insurrección a finales de 1790. Entregado por los españoles, que poseían la parte oriental de la isla donde se escondía en ese momento, murió en 1791], y, a partir de 1793, por el célebre general negro Toussaint Louverture", quien haría pública su proclamación del 29 de agosto de 1793, presentándose como el líder de los negros:
"Hermanos y amigos. Soy Toussaint Louverture; quizás el conocimiento de mi nombre haya llegado hasta vosotros. He iniciado la venganza de mi raza. Quiero que la libertad y la igualdad reinen en Santo Domingo. Trabajo para que existan. Uníos, hermanos, y luchad conmigo por la misma causa. Arrancad de raíz conmigo el árbol de la esclavitud.

Vuestro muy humilde y muy obediente servidor, Toussaint Louverture, General de los ejércitos del rey, para el bien público.
" [La Revolución Haitiana, una de las más hermosas que recoge la historia universal, sirvió a Estados Unidos para el desarrollo de las primeras técnicas de infiltración y saboteo en asuntos internos de otra nación].
En los primeros cinco lustros de su fundación ya se veían las intenciones de sus fundadores:
el país debía ser considerado el nido desde el cual toda América, tanto la del Norte como la del Sur, habría de ser poblada; sólo temía que el dominio español sobre las otras naciones de América resultare demasiado débil para mantenerlas sujetas hasta que su población (la estadounidense) creciere lo suficiente para írselas arrebatando pedazo a pedazo; no podía dejar de prever lo que vendría cuando su rápida multiplicación se extendiera más allá de sus límites, hasta cubrir por entero el Continente Norte, si no es que también el Sur, con gente hablando el mismo idioma, gobernada en forma similar y con leyes similares...
Así como "América" inició la conversión del dócil y excelente trabajador africano en un monstruo, con las privaciones de derechos que su misma constitución otorga, así iniciaría la conversión de su clase política en un engendro que no conocería límites en lo concerniente a sus aspiraciones hegemónicas.
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Ing. Nemen Hazim Bassa
San Juan, Puerto Rico
28 de marzo de 2022