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Basta de inmigraciones irregulares

Basta de irrespeto a la soberanía y odio a los haitianos. Hagamos, respetando los convenios internacionales y obviando las intromisiones de los abanderados de la fusión, todo lo que haya que hacer institucionalmente en nuestra frontera. Dejemos de lado la sumisión y el pequeñismo frente a las posiciones infantiles de los vecinos y frenemos ese irracional odio que al final terminará haciéndonos más daño que bien

En abril de 1999 escribimos una carta a todas las instituciones del país que fue publicada por la revista Rumbo y el desaparecido periódico El Siglo, analizada y satirizada por Freddy Beras Goico en uno de sus espacios televisivos y usada como referencia, sin mencionar al autor, por el entonces presidente Leonel Fernández, en la que advertíamos de lo que podría suceder en República Dominicana con la desordenada e incontrolable inmigración haitiana si no asimilábamos lo que estaba ocurriendo en la península de los Balcanes con los albaneses desplazándose y asentándose en Kosovo, que había sido territorio serbio desde finales del siglo XIII y era considerado la cuna de su cultura.

El siguiente enlace muestra, además de la carta -dirigida a las cabezas de los poderes electos, organizaciones políticas de relevancia, iglesias y pueblo en general-, una pequeña historia sobre Kosovo: EE. UU., de Europa al Caribe.

En mayo de 2006 respondimos a una consulta de lo que se denominó Declaración Alternativa de Santo Domingo, una asamblea que reunió a organizaciones sociales, políticas y personas de todas las regiones y países de América -en ocasión de la XXXVI Reunión Ordinaria de la Organización de Estados Americanos (OEA) que se celebró en Santo Domingo los días 4, 5 y 6 de junio de ese mismo año-, que demandaba la inclusión, en el temario del organismo regional, de puntos tan determinantes como la cancelación de la deuda externa, la soberanía energética, la retirada de las bases militares norteamericanas, el cese del bloqueo a Cuba, el respeto a la autodeterminación del pueblo puertorriqueño y el reclamo a Estados Unidos para que desistiera de la construcción del muro en su frontera sur, entre otros.

Acerca de la última de las demandas habíamos expresado que era “una prerrogativa de los norteamericanos establecer las medidas que sean necesarias para controlar el flujo de inmigrantes por sus fronteras…”, y concluíamos diciendo que “respetando el derecho de otras naciones podemos nosotros, los dominicanos, exigir y hacer valer los nuestros, sobre todo con el grave problema de inmigración haitiana que tenemos en la República Dominicana”. Las respuestas al cuestionario pueden encontrarse en la publicación: Declaración Alternativa OEA.

En marzo de 2011 advertíamos a un amigo, que auspiciaba por las redes sociales un grupo cuya finalidad consistía en plantear soluciones a los problemas nacionales, sobre el eterno trauma haitiano y su incidencia en casi todas las crisis que ha vivido la República Dominicana. Hicimos tema central de la comunicación una información pública dada por Reinseinthe Paúl Joseph, exprofesor de la Universidad de Puerto Príncipe y residente en Canadá, en la que expresaba que regresaba a Haití para apoyar al cantante Michel Martelly, en ese momento candidato a la presidencia del país vecino, ya que este mantenía una postura lo suficientemente clara cuando planteaba que “la única solución a la masiva emigración de haitianos a territorio dominicano era la fusión de los dos países en una sola nación”. Recoge la reseña las siguientes palabras que, a todas luces, mueven a preocupación: “Ha llegado el momento de que los haitianos tengan libre acceso a la República Dominicana, porque la llamada frontera que supuestamente nos divide es un mito”. El contenido completo puede leerse en: Haití y un comentario a un amigo... "La tormenta perfecta".

En octubre de 2013 publicamos “El problema haitiano” y la carta de Juan Bosch, un escrito en el que analizamos una sentencia inconstitucional dictada por un “Tribunal Constitucional” que despojaba de la dominicanidad a cientos de miles de compatriotas -negros como casi todos nosotros, que han vivido como esclavos bajo las más desastrosas condiciones humanas, sirviendo, a cambio de insultos, degradación y maltrato, a unos engreídos sociales incapaces de asimilar la igualdad- y una carta de Juan Bosch del 14 de junio de 1943 -seis años después de la matanza de los haitianos ordenada por Trujillo- a la que se le quiere dar, en los actuales momentos, una connotación que no tiene.

Juan Bosch no fue ni pro ni anti haitiano. No debemos olvidar que vivió en Haití y que, para el último lustro de la primera mitad del siglo XX, en la lucha contra Trujillo, recibió del presidente Lescot la suma de 25 mil dólares, dinero con el que se compraron tres aviones. Esas son muy buenas razones para que guardara cariño y agradecimiento por el vecino país, sentimientos que no deben confundirse con una pro haitianidad que nunca exhibió. La carta de 1943 a Emilio Rodríguez Demorizi, Héctor Incháustegui y Ramón Marrero Aristy es una expresión de dolor por la matanza perpetrada por Trujillo, y un freno a ese odio que hoy, desde este mismo artículo, pretendemos nosotros combatir.

Oportunidades tuvo en sus manos para mostrar solidaridad con el pueblo haitiano mientras ocupó la presidencia de la República, pero decidió no colaborar con León Cantave cuando le solicitó espacio para entrenar una guerrilla en suelo dominicano con el fin de derrocar la dictadura de Duvalier, argumentando que preparar fuerzas haitianas para lanzarlas a una invasión era "violar el principio de no intervención, lo cual podía quitarnos autoridad si en esa hora convulsa del Caribe algún gobierno decidía hacer lo mismo con nosotros". Además, tuvo las intenciones de movilizar tropas y concentrarlas en la frontera: "la movilización se haría en tal forma que diera la impresión indudable de que esas fuerzas iban a avanzar por Haití; una vez creado el clima adecuado, la aviación militar dominicana volaría sobre Puerto Príncipe y dejaría caer hojas sueltas en francés pidiendo al pueblo de la capital vecina que evacuara los alrededores del Palacio Presidencial, porque los aviones dominicanos iban a bombardear en un plazo de horas. Yo estaba seguro de que... Duvalier huiría sin que hubiera necesidad de disparar un tiro".

¿Qué pudo haber sucedido si las tropas se hubiesen desplazado a la frontera, tal y como planteaba el mandatario, y el dictador haitiano no huía? "Las tropas dominicanas debían avanzar sobre Haití... para dar la sensación de que iban a atacar de veras. Yo estaba seguro de que la población haitiana de la región fronteriza no haría resistencia; si se hacía indispensable, la aviación dispararía dos o tres bombas en sitios donde no causaran bajas". La explicación dada por el profesor Bosch no nos parece tan simple; si su plan, en abril de 1963, se hubiese concretizado, el Ejército y la Fuerza Aérea hubieran terminado acribillando a miles de haitianos. La guerra ni es juego ni es simulación; la guerra es la guerra: es muerte y destrucción. La movilización de tropas no se materializó porque "los generales dominicanos llegaron a decirme que los camiones del ejército no tenían repuestos de llantas, que no estaban en condiciones de transportar las tropas". (Las comillas e itálicas de estos últimos dos párrafos corresponden a palabras de Juan Bosch extraídas del capítulo XVII del libro 'Crisis de la Democracia de América en la República Dominicana', páginas 181, 182 y 183, 1ra. Edición dominicana, octubre de 1991/Editora Alfa y Omega). El capítulo completo, titulado 'Los conflictos con Haití', puede encontrarse en la página de Internet del autor.

Decíamos que “la polémica que generó una decisión inconstitucional, indecente e inmoral, emitida por un adefesio llamado Tribunal Constitucional, se diluyó en el problema racial cuando lo primordial surgió de la violación a la Constitución de 2010, en la que por lo menos dos de sus artículos fueron violentados...”. No podíamos permanecer callados ante el atropello al que el Estado y las más altas esferas de la sociedad sometieron a seres humanos que sobrevivieron en ‘ghettos’ durante décadas, atropello que contó con el respaldo de dominicanos de las capas más bajas, confundidos con la fusión de lo humano, lo legal y lo justo con una deficiente e interesada inmigración propiciada, internamente, por las autoridades civiles, la oligarquía, la burguesía y un número importante de pequeños burgueses de las capas media y alta dedicados a la agricultura y la construcción y, externamente, por los gobiernos de Francia, Estados Unidos y Canadá, que han confeccionado una agenda muy bien estructurada para Michel Martelly, actual mandatario haitiano.

Es demasiado el odio que se ha volcado sobre los haitianos, fruto de un xenófobo y maquiavélico esfuerzo dirigido por la más alta expresión de la irracionalidad, que, marcando una desproporcional diferencia con el ingenuo y desprotegido ciudadano común, cuenta con una efectiva y amplia seguridad, pagada con los recursos del pueblo, para enfrentar los graves peligros que ese sentimiento encierra. Dentro de nosotros conviven casi dos millones de los hijos de Toussaint Louverture, a quienes estamos convirtiendo, día tras día, en enemigos irreconciliables, en una acción de profunda irresponsabilidad si se toma en cuenta que son parte integral de la sociedad. Azuzar el odio es fomentar un inseguro y explosivo ambiente para el que no hay tanques ni aviones de guerra; ni 'drones'. No hay armas para contrarrestar el daño que puede ocasionar un enemigo que internamente ha germinado gracias a la deformación social y a la preponderancia que aún mantienen quienes dieron sustancia a la dictadura de Trujillo y al régimen opresivo y criminal de Joaquín Balaguer. No es verdad que el robo haya sido la causa del linchamiento que se ejecutó contra un ciudadano haitiano; eventos como este tienden a despertar el amor propio que, aunque no lo crean ciertos dominicanos de la oscuridad, poseen también los paupérrimos negros del país vecino.

Ha llegado el momento de definir e implementar una política migratoria que regule el paso desmedido por la frontera, hasta hoy violentada e irrespetada, y que se ajuste a los mejores intereses de ambas naciones; de ejercer el derecho que como Estado soberano nos asiste en la defensa de las representaciones diplomáticas y consulares, apelando al uso de los recursos que sean necesarios para salvaguardar vidas y propiedades materiales; de reconsiderar, para que no dependan de los caprichos de las autoridades haitianas, las reglas de exportaciones; y de acabar una aversión hacia el negro con el que compartimos la isla que no se exhibe frente a los que han arribado con taparrabos, desde Point Barrow, en Alaska, hasta Tierra del Fuego, en Chile y Argentina, ni frente a mafiosos y narcotraficantes europeos, árabes y asiáticos, ni mucho menos contra venezolanos de la peor calaña que, con arrogancia y unos cuantos dólares, han recibido la mejor de las acogidas, incluso por cierta prensa que parece nutrirse de los favores de estos prepotentes, tergiversadores de la verdad, que han sido privados de la teta que hoy nutre a los desposeídos de la patria de Chávez y Bolívar.

Hagamos, respetando los convenios internacionales y obviando las intromisiones de los abanderados de la fusión, todo lo que haya que hacer institucionalmente en nuestra frontera; defendamos, con las armas si fuera necesario, nuestra soberanía; dejemos de lado la sumisión y el pequeñismo frente a las posiciones infantiles de los vecinos y, por último, frenemos, de una vez y por siempre, ese irracional odio que al final terminará haciéndonos más daño que bien...

Ing. Nemen Hazim Bassa
21 de marzo de 2015
San Juan, Puerto Rico