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II.- Basta de inmigraciones irregulares

Hagamos, respetando los convenios internacionales y obviando las intromisiones de los abanderados de la fusión, todo lo que haya que hacer institucionalmente en nuestra frontera; defendamos, con las armas si fuera necesario, nuestra soberanía; dejemos de lado la sumisión y el pequeñismo frente a las posiciones infantiles de los vecinos...

¿Qué pudo haber sucedido si las tropas se hubiesen desplazado a la frontera, tal y como planteaba el mandatario, y el dictador haitiano no huía? "Las tropas dominicanas debían avanzar sobre Haití... para dar la sensación de que iban a atacar de veras. Yo estaba seguro de que la población haitiana de la región fronteriza no haría resistencia; si se hacía indispensable, la aviación dispararía dos o tres bombas en sitios donde no causaran bajas". La explicación dada por el profesor Bosch no nos parece tan simple; si su plan, en abril de 1963, se hubiese concretizado, el Ejército y la Fuerza Aérea hubieran terminado acribillando a miles de haitianos. La guerra ni es juego ni es simulación; la guerra es la guerra: es muerte y destrucción. La movilización de tropas no se materializó porque "los generales dominicanos llegaron a decirme que los camiones del ejército no tenían repuestos de llantas, que no estaban en condiciones de transportar las tropas". (Las comillas e itálicas de estos últimos dos párrafos corresponden a palabras de Juan Bosch extraídas del capítulo XVII del libro 'Crisis de la Democracia de América en la República Dominicana', páginas 181, 182 y 183, 1ra. Edición dominicana, octubre de 1991/Editora Alfa y Omega). El capítulo completo, titulado 'Los conflictos con Haití', puede encontrarse en la página de Internet del autor.

Decíamos que “la polémica que generó una decisión inconstitucional, indecente e inmoral, emitida por un adefesio llamado Tribunal Constitucional, se diluyó en el problema racial cuando lo primordial surgió de la violación a la Constitución de 2010, en la que por lo menos dos de sus artículos fueron violentados...”. No podíamos permanecer callados ante el atropello al que el Estado y las más altas esferas de la sociedad sometieron a seres humanos que sobrevivieron en ‘ghettos’ durante décadas, atropello que contó con el respaldo de dominicanos de las capas más bajas, confundidos con la fusión de lo humano, lo legal y lo justo con una deficiente e interesada inmigración propiciada, internamente, por las autoridades civiles, la oligarquía, la burguesía y un número importante de pequeños burgueses de las capas media y alta dedicados a la agricultura y la construcción y, externamente, por los gobiernos de Francia, Estados Unidos y Canadá, que han confeccionado una agenda muy bien estructurada para Michel Martelly, actual mandatario haitiano.

Es demasiado el odio que se ha volcado sobre los haitianos, fruto de un xenófobo y maquiavélico esfuerzo dirigido por la más alta expresión de la irracionalidad, que, marcando una desproporcional diferencia con el ingenuo y desprotegido ciudadano común, cuenta con una efectiva y amplia seguridad, pagada con los recursos del pueblo, para enfrentar los graves peligros que ese sentimiento encierra. Dentro de nosotros conviven casi dos millones de los hijos de Toussaint Louverture, a quienes estamos convirtiendo, día tras día, en enemigos irreconciliables, en una acción de profunda irresponsabilidad si se toma en cuenta que son parte integral de la sociedad. Azuzar el odio es fomentar un inseguro y explosivo ambiente para el que no hay tanques ni aviones de guerra; ni 'drones'. No hay armas para contrarrestar el daño que puede ocasionar un enemigo que internamente ha germinado gracias a la deformación social y a la preponderancia que aún mantienen quienes dieron sustancia a la dictadura de Trujillo y al régimen opresivo y criminal de Joaquín Balaguer. No es verdad que el robo haya sido la causa del linchamiento que se ejecutó contra un ciudadano haitiano; eventos como este tienden a despertar el amor propio que, aunque no lo crean ciertos dominicanos de la oscuridad, poseen también los paupérrimos negros del país vecino.

Ha llegado el momento de definir e implementar una política migratoria que regule el paso desmedido por la frontera, hasta hoy violentada e irrespetada, y que se ajuste a los mejores intereses de ambas naciones; de ejercer el derecho que como Estado soberano nos asiste en la defensa de las representaciones diplomáticas y consulares, apelando al uso de los recursos que sean necesarios para salvaguardar vidas y propiedades materiales; de reconsiderar, para que no dependan de los caprichos de las autoridades haitianas, las reglas de exportaciones; y de acabar una aversión hacia el negro con el que compartimos la isla que no se exhibe frente a los que han arribado con taparrabos, desde Point Barrow, en Alaska, hasta Tierra del Fuego, en Chile y Argentina, ni frente a mafiosos y narcotraficantes europeos, árabes y asiáticos, ni mucho menos contra venezolanos de la peor calaña que, con arrogancia y unos cuantos dólares, han recibido la mejor de las acogidas, incluso por cierta prensa que parece nutrirse de los favores de estos prepotentes, tergiversadores de la verdad, que han sido privados de la teta que hoy nutre a los desposeídos de la patria de Chávez y Bolívar.

Hagamos, respetando los convenios internacionales y obviando las intromisiones de los abanderados de la fusión, todo lo que haya que hacer institucionalmente en nuestra frontera; defendamos, con las armas si fuera necesario, nuestra soberanía; dejemos de lado la sumisión y el pequeñismo frente a las posiciones infantiles de los vecinos y, por último, frenemos, de una vez y por siempre, ese irracional odio que al final terminará haciéndonos más daño que bien...

Fin...

Ing. Nemen Hazim Bassa
19 de marzo de 2015
San Juan, Puerto Rico