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[III de III] Deformación social dominicana: de Pedro Santana a Leonel Fernández

Los cortos períodos de bonanza (III de III/Último). Los 17 gobernantes que integran este período hicieron lo posible por la felicidad del pueblo dominicano... ¡y no se lo permitieron!

Quienes han puesto la inteligencia, el entendimiento, la prudencia y el buen juicio para gobernar -que han sido los menos- son unos verdaderos desdichados ante la historia, que los marca, en su totalidad, porque ninguno pudo completar su período de gobierno. Pero, más desdichados aún hemos sido los ciudadanos comunes; los que fuimos y somos saqueados, oprimidos y burlados por Pedro Santana, Buenaventura Báez, Ulises Heureaux (Lilís), Rafael Trujillo, Joaquín Balaguer y Leonel Fernández, los seis siniestros que desplazaron la esperanza y la buena acción, ya sea por usurpación directa del poder o facilitando golpes de Estado, conjuras y fraudes planificados y propiciados, de forma permanente, por el frente oligárquico -cuyos integrantes han sido, en función del momento histórico, diferentes, y al que se han integrado como tales o servido como representantes-, que actúa en consonancia con sus intereses y recibiendo, siempre, de la baja pequeña burguesía, la más efectiva, denigrante y desacertada colaboración.

La bonanza colectiva que ha vivido el país bajo sus mejores gobernantes ha sido pírrica, y ha estado regida por
Manuel Jimenes González: gobernó desde el 8 de septiembre de 1848 hasta el 29 de mayo de 1849. Decretó una amnistía general para los exiliados políticos -en especial para Duarte y los demás trinitarios, expulsados por Santana- y la abolición de los cuerpos de infantería del Ejército por ser, esos hombres, necesarios para desarrollar la agricultura.

Pedro Antonio Pimentel y Chamorro: definido por Luperón como "un hombre rebelde a la disciplina, perezoso al gabinete, pero audaz y previsor en la guerra". Fue elegido presidente el 25 de marzo de 1865. Gobernó por algo más de cuatro meses, hasta agosto del mismo año. Su gobierno lo ejerció con la autoridad y energía propios de su carácter, incurriendo, a veces, en excesos de arbitrariedad, aunque carentes de intención dañina o perversidad.

Ulises Francisco Espaillat: alcanzó la presidencia en los días finales de abril de 1876. En el ejercicio de su mandato trató de gobernar según los dictados constitucionales y democráticos, rodeándose de los hombres más capaces de la nación, al margen de sus adscripciones políticas. Empeñado en moralizar la administración pública, empezó por rebajar su sueldo y el de los altos funcionarios; se negó a firmar decretos de muerte, respetó la prensa y regularizó las erogaciones del gobierno. Introdujo un modelo de gobierno poco grato para altos cargos civiles y militares acostumbrados a recibir privilegios y prebendas del poder. Salió del cargo el 5 de octubre de 1876.

Gregorio Luperón: presidente provisional entre 1879 y 1880. Fue un hombre de fuerte sentido patriótico y de gran valor en el uso de las armas y las estrategias de guerra. Instauró un régimen liberal que logró implementar la paz, la libertad y el progreso; trató de institucionalizar el país y preparó el proceso electoral que, a finales de 1980, otorgó el poder a Fernando Arturo Meriño.

Fernando Arturo Meriño: presidente en el periodo 1880-1882. Se opuso vigorosamente a cualquier tipo de rebelión y anarquía y llevó adelante los ideales republicanos; promovió el avance y el desarrollo de la nación bajo una gestión ejemplar de gobierno. Mantuvo una intensa comunicación con Eugenio María de Hostos, apóstol de la integración antillana y fundador de la Escuela Normal.

Francisco Gregorio Billini: presidente 1884-1885. Renunció por negarse a limitar la libertad de prensa. Durante su gobierno las libertades públicas fueron respetadas al máximo. Su administración fue una democratizadora. Su discurso de renuncia fue revelador: "Mis enemigos creerán que estoy bajando, pero siento que estoy de pie sobre la cumbre... creo que doy un buen ejemplo al presentar espontáneamente mi dimisión y desaparecer entre las sombras de mi casa, sin mezquinas aspiraciones para el futuro". Sus restos descansan en el Panteón Nacional.

Wenceslao Figuereo: ocupó la máxima magistratura de la nación al ser asesinado Ulises Heureaux (Lilís), el 26 de julio 1899. No logró controlar la situación de desasosiego imperante por lo que dimitió, dado su carácter ecuánime y conciliador, un mes y cuatro días después de llegar al poder al producirse una sublevación que tomó el control de casi todo el país.

Adolfo Alejandro Nouel y Bobadilla (Monseñor Noel): fue hecho presidente por medio de un decreto del Congreso Nacional el 30 de noviembre de 1912, debido a la necesidad de que el gobierno estuviese encabezado por una persona neutral que inspirara, como lo haría, confianza y respecto, y ofreciera paz estable y duradera. Dimitió ante la asamblea nacional después de considerar que había alcanzado su propósito.

Juan Isidro Jimenes: gobernó de noviembre de 1899 a mayo de 1902 y de diciembre de 1914 a mayo de 1916. Intentó hacer frente a la enorme deuda pública con acuerdos con los acreedores europeos y estadounidenses y liberó las exportaciones de tasas impositivas. Derrocado por Horacio Vásquez, fue nuevamente elegido en 1914. En 1916 fue obligado a dimitir por el presidente estadounidense Woodrow Wilson quien, en defensa de las corporaciones azucareras norteamericanas, lo sometió, por sus posiciones nacionalistas, a una rigurosa presión.

Juan Rafael Estrella Ureña: presidente en el año 1930. Conspiró, junto a Trujillo, y sin conocer sus verdaderas intenciones, para sacar a Horacio Vásquez del continuismo en el poder. Preparó las elecciones en las que Trujillo salió triunfador y fue designado vicepresidente. Se afirma que solicitó permiso para viajar a Cuba, desde donde renuncia, en 1932; otros aseguran que al no apoyar las ejecuciones de quien ya se perfilaba como dictador fue obligado a renunciar bajo el pretexto de poseer mala salud.

Rafael F. Bonnelly: presidente en el periodo 1962-1963. Uno de sus principales logros fue la organización de las primeras elecciones libres tras el fin de más de 30 años de tiranía. Durante su paso por la presidencia aportó al país una serie de leyes sobre bancos y vivienda que aún están vigentes.

Juan Bosch: tomó posesión el 27 de febrero de 1963 y de inmediato inició una profunda reestructuración del país, promulgando una constitución que otorgaba a los dominicanos la libertad que nunca habían conocido. Reconoció los derechos laborales y los sindicatos; los derechos de las mujeres embarazadas, de las personas sin hogar y de la familia; los derechos de los jóvenes, de los agricultores y de los hijos ilegítimos. Se propuso acabar con los latifundios, el concordato, el maltrato a los obreros, los privilegios de los militares y la influencia norteamericana, por lo que tuvo que enfrentar un poderoso y criminal frente oligárquico que lo derrocó el 25 de septiembre de 1963. Implementó un riguroso plan de austeridad suprimiendo cargos burocráticos y diplomáticos y reduciendo los sueldos de los funcionarios. Su legado en la política es más que relevante; sus ideales, olvidados o traicionados por sus seguidores, son valorados a la hora de referirse a una administración pública ejemplar.

José Rafael Molina Ureña: presidente constitucional como consecuencia de la guerra civil que se produjo en 1965 y que perseguía el retorno de Juan Bosch al poder, depuesto mediante un golpe de Estado. Gobernó del 25 al 27 de abril de 1965.

Francisco Alberto Caamaño Deñó: presidente constitucional de la República en Armas, desde el 4 de mayo al 3 de septiembre de 1965, mientras el pueblo, junto a un grupo de militares constitucionalistas, luchaba por el retorno a la constitución de 1963. Combatió con valor, heroísmo, patriotismo y decisión al yanqui invasor que había violado la soberanía el 28 de abril desembarcando 42,000 marines con la ridícula excusa de "salvaguardar la vida de los ciudadanos norteamericanos",

Héctor García Godoy: presidente provisional entre el 3 de septiembre de 1965 y el 1 de julio de 1966, escogido bajo los auspicios de la Organización de Estados Americanos (OEA) -finalizada la Guerra de Abril de 1965- con el objeto de preparar las elecciones que se celebrarían en junio de 1966 y de las que saldría 'triunfador', pese a las incuestionables pruebas de fraude que presentó el Partido Revolucionario Dominicano, el Dr. Joaquín Balaguer. En su selección participaron los dos bandos enfrentados en la guerra.

Antonio Guzmán Fernández: ejerció la presidencia en el periodo 1978-1982. Su gobierno se caracterizó por un fuerte respeto las libertades públicas. Es considerado el artífice de la consagración democrática dominicana. Realizó cambios en el ordenamiento militar, eliminó el fantasma de las asonadas y de la interrupción del orden democrático e inició un proceso de "despolitización" de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, convertidas por Balaguer en instrumentos de represión e intimidación criminal y política. Promulgó la Ley de amnistía que puso en libertad a los presos políticos y permitió el regreso de los exiliados del régimen balaguerista. Derogó una serie de medidas administrativas que afectaban el disfrute de las libertades individuales, dando paso al establecimiento de un ambiente democrático en el país. La madrugada del domingo 4 de julio de 1982 se suicidó en el Palacio Nacional, faltando apenas 43 días para terminar su mandato.

Jacobo Majluta Azar: en su calidad de vicepresidente asumió constitucionalmente la presidencia el 4 de julio de 1982, fecha en la que se produjo el suicidio de don Antonio Guzmán. Gobernó, durante el periodo de transición que culminaba el 16 de agosto de 1982, por 43 días. Abarató los precios de los artículos de primera necesidad y mantuvo el mismo ambiente democrático alcanzado bajo el gobierno que le tocó sustituir.
Durante 16 años y 3 meses el país estuvo gobernado por estos 17 dominicanos –¡11 meses y medio por mandatario!-, que tuvieron la intención de favorecer la vida del ciudadano común o, en el peor de los casos, de gobernar sin servirse del patrimonio nacional, sin arrodillarse ante los imperialistas, sin dictaduras ni conjuras o sin las perversidades de aquellos 25 que merecen, porque lo tienen muy bien ganado, el desprecio y la repulsa del pueblo por vía de la historia.

De estos 17 gobernantes sólo Fernando Arturo de Meriño, Juan Isidro Jimenes, Rafael Bonnelly y Antonio Guzmán pudieron gobernar por más de un año y, en ninguno de los casos, se completó el período constitucional. Antonio Guzmán, oligarca por su condición de clase, en un hecho sin precedentes, típico de un país al revés, implementó un gobierno progresista de pleno respeto a las libertades individuales; fue quien más cerca estuvo de completar su mandato.

Estos mandatarios, limitados en el ejercicio del poder, por las razones que fueren, respetaron la independencia de los poderes del Estado, los derechos de los ciudadanos y el manejo de la cosa pública. Establecieron un régimen de igualdad de oportunidades para todos. Ofrecieron sus mejores esfuerzos por brindar al pueblo dominicano el derecho a vivir con justicia social y libertad. Lucharon por trabajo, educación y salud; por las libertades fundamentales, por la repartición de la tierra a los campesinos, por la soberanía de la nación y, como diría Juan Bosch, por "edificar un régimen que dé amparo a los que nunca lo tuvieron, que dé trabajo a los que buscan sin hallarlo, que dé tierras a los campesinos que la necesitan, que dé seguridad a los que aquí nacen y a todos los que erran por el mundo en pos de abrigo contra la miseria y la persecución".

Estos 17 gobernantes hicieron lo posible por la felicidad del pueblo dominicano... ¡y no se lo permitieron! ¡Y no se lo permitimos! Ni lo permitió la oligarquía, ni sus representantes... tampoco nosotros. Cada uno gobernó, en promedio, 11 meses y 14 días. ¿Es esto normal? ¿Constituimos realmente una sociedad? Pareciera que no; lucimos más como un grupo de necios, desprovistos de inteligencia, destinado a fomentar la deformación social.

¿Llegará el día en que actuemos correctamente? ¿O seguiremos de la misma forma premiando la perversidad, lo mal hecho y el maltrato hasta alcanzar la descomposición total? Sería este el camino idóneo para hacer realidad el miedo de los xenófobos y falsos patriotas: la integración de un grupo de gente que vive al garete llamado Haití, con otro grupo de gente que vive de la misma forma llamado República Dominicana. Si vivimos en la misma isla, bajo las mismas caricaturas sociales y políticas, lo lógico es que nos integremos para que, como partes en erupción de un mismo volcán, desaparezcamos de la faz de la tierra.

Fuentes: Wikipedia, Biografías y Vidas, En Caribe: Enciclopedia de Historia y Cultura del Caribe, República Dominicana Live.Com, La Web de las Biografías, EcuRed, Escritores Dominicanos...

Ing. Nemen Hazim Bassa
San Juan, Puerto Rico
20 de mayo de 2014