Usamos cookies para brindar un mejor servicio. OK Más información

[I de III] Deformación social dominicana: de Pedro Santana a Leonel Fernández

La deformación social: problema viejo y muy nuestro (I de III). ¿Puede alguien sentirse orgulloso de la mediocridad, la falta de integridad y las ejecuciones de nuestros congresistas? ¿Se convierten en paradigma de bien la arrogancia, la prepotencia y el desprecio a sus pares que manifiesta el jefe de la iglesia católica?

¿Hemos sido dirigidos, los dominicanos, por líderes con formación (y vocación) para estructurar una sociedad que sobre sus pies ejerza las actividades propias del desarrollo y la civilización? ¿Ha habido en la vida republicana, e incluso antes de que ejerciéramos la soberanía, algún proceso histórico que no esté marcado por la fuerza, la indolencia, el entreguismo y el enriquecimiento ilícito?

¿Ha existido continuidad, en el crecimiento orgánico como nación, del desarrollo natural social que debe experimentar todo pueblo para alcanzar el nivel necesario de pensamiento crítico y un estado de bienestar mínimo que sean comunes a todos los integrantes de la sociedad?

Un ligero escrutinio a la forma en que nos constituimos en un país soberano, o sea, desde época anterior a la gesta independentista, nos muestra las deficiencias con las que crecimos, quizás, incluso, desde que Cristóbal Colón se avecinó por equivocación por estas tierras para tomar nuestro oro a cambio de los mismos espejitos que en la actualidad nos ofrecen los neo descubridores (los de aquí y los de allá). Nuestros problemas son muy viejos... y están muy bien enquistados dentro de cada uno de nosotros.

El 17 de marzo de 1995 publicamos un escrito titulado "La baja pequeña burguesía - Una interpretación a los ordenamientos social, económico y político en la República Dominicana", en el que hacíamos referencia a la 'insuficiencia de desarrollo en la civilización o en las costumbres' que, incluso hoy, en el final de la primera mitad de la segunda década del siglo XXI, mostramos con orgullo inexplicable.

Decíamos que "el atraso que vive la República Dominicana tiene sus raíces en dos aspectos fundamentales estrechamente vinculados uno y otro: la arritmia histórica de mediados del siglo XVI, producto del descenso en el ordenamiento social de la oligarquía esclavista al nivel hatero, y los más de 350 años de vida precapitalista que transcurrieron entre comienzos del siglo XVI y finales del siglo XIX.

"La oligarquía esclavista era el paso previo a la aparición de una sociedad capitalista burguesa; este intento de desarrollo de la burguesía vino a darse a mediados del siglo XX, lo que significa un enorme atraso en la evolución natural de la sociedad dominicana y en consecuencia una deformación entre sus integrantes... Los intensos años de vida precapitalista marcaron nuestra sociedad para siempre; sólo sirvieron para engendrar una pequeña burguesía deforme y sin la base de sustentación necesaria que diera vida propia a cada capa que la compone.

"La sociedad dominicana es el producto de una historia seriamente deformada, en la que un gran número de sus integrantes ha institucionalizado el desorden, la inmoralidad, la indisciplina y la corrupción como patrones normales de comportamiento. La conducta de la pequeña burguesía está regida por el afán desmedido de escalar sectores o capas superiores sin miramientos, haciendo cuanto este a su alcance para lograr, siempre en el plano personal, los lujos o formas de convivencia atípicos en una sociedad atrasada...".

El comportamiento que expresamos en el desarrollo de cualquier actividad es uno irritante, ajeno a las normas y reglas fundamentales que exhiben las sociedades que han madurado con el transcurrir de los años, efecto que no se vislumbra sea realidad en un país que está, como dijo don Pedro Mir, "en el mismo trayecto del sol".

¿No fue el Poeta Nacional quien, como un grito de denuncia, escribió: "Supe entonces que el asesinato ocupaba el lugar / del pensamiento / que en la luz de la casa / comenzaba a aclimatarse / el puerco cimarrón / y la araña peluda / que la lechuza se instalaba en la escuela / que en los parques infantiles / se aposentaba el hurón / y el tiburón en las fuentes / y engranaje y puñal / y muñón y muleta / en los copos de la cuna"?

¿No fue Pedro Mir quien, aludiendo ese país, escribió "Hay un país en el mundo donde un campesino breve, seco y agrio muere y muerde descalzo su polvo derruido, y la tierra no alcanza para su bronca muerte? ¿No fue él quien dijo que es "pequeño y agredido. Sencillamente triste, triste y torvo, triste y acre... sencillamente triste y oprimido"? ¿Acaso no expresó que "faltan hombres para tanta tierra. Es decir, faltan hombres que desnuden la virgen cordillera y la hagan madre después de unas canciones. Madre de la hortaliza. Madre del pan. Madre del lienzo y del techo. Madre solícita y nocturna junto al lecho... Faltan hombres que arrodillen los árboles y entonces los alcen contra el sol y la distancia. Contra las leyes de la gravedad. Y les saquen reposo, rebeldía y claridad. Y hombres que se acuesten con la arcilla y la dejen parida de paredes. Y hombres que descifren los dioses de los ríos y los suban temblando entre las redes. Y hombres en la costa y en los fríos desfiladeros y en toda desolación. Es decir, faltan hombres. Y falta una canción".

Somos un país en el que, para que las cosas funcionen como debe ser, debemos hacerlo todo. ¿Puede alguien sentirse orgulloso de la mediocridad, la falta de integridad y las ejecuciones de nuestros congresistas? ¿Se convierten en paradigma de bien la arrogancia, la prepotencia y el desprecio a sus pares que manifiesta el jefe de la iglesia católica? ¿No ha tenido mucha culpa, históricamente, en el resquebrajamiento social, el servilismo de la prensa dominicana? ¿Cuánto daño moral y material le han proporcionado a la nación la debilidad y parcialidad de la justicia? ¿Puede funcionar correctamente una sociedad en la que las instituciones son entes insignificantes y sin importancia? ¿Puede irrespetarse la vida del componente más sagrado de una estructura social al punto de convertirlo en material desechable? ¿Pueden la corrupción, la amigable impunidad y el desorden -desviaciones que parecen ser propias de nuestra personalidad- llevar por el camino correcto a una nación? ¿No son la ignorancia, la falta de educación, la desidia y la permisividad factores preponderantes en nuestra deformación social? ¿Cuán tan desgraciada ha sido la vileza con la que hemos sido gobernados desde el día posterior a la independencia? ¿No han sido esos mismos gobernantes los que, en cantidad abrumadora, han descuartizado las estructuras de la sociedad dominicana, haciendo de ella una amputada, tuerta, tartamuda y sorda, al borde de la desintegración?

Continuará...

Nemen Hazim
San Juan, Puerto Rico
18 de mayo de 2014