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República Dominicana: tarea inconclusa

La descabellada actuación de Leonel Fernández: presidente por doce años, cometió los desmanes más grandes contra una sociedad que quería ver culminar el hambre, el atraso, la corrupción, la ignorancia, la falta de institucionalidad, la inmoralidad, etc. Previendo lo que podría sucederle, dejó atados todos los cabos para evitar rendir cuentas ante la justicia

La etapa inconclusa de la Independencia.

Juan Pablo Duarte, Francisco del Rosario Sánchez y Matías Ramón Mella, los tres principales líderes de la gesta independentista dominicana, nunca lograron ver concluidas las metas que se habían propuesto: pan, trabajo, soberanía, paz, justicia social y felicidad para el pueblo al que le otorgaron identidad propia.

Habiendo sido los diseñadores y principales ejecutores de tan enorme tarea, fueron aniquilados como cucarachas: Duarte, enviado al exilio por Pedro Santana -el más grande traidor que conoce la historia-, murió de inanición en las selvas venezolanas; Sánchez, también deportado por Santana, y quien había ingresado al país para luchar contra la anexión a España proclamada por el mismo traidor, fue fusilado en San Juan de la Maguana; y Mella, encargado de organizar las tropas restauradoras contra la anexión, muere en la pobreza extrema a la que había sido llevado por el propio general Pedro Santana cuando el Padre de la Patria lo abandonó en su repugnante tarea de anexar “la soberana nación dominicana”.

Los Padres de la Patria murieron sin ver concluidos sus sueños y desvelos; la ruta de la deformación social se había iniciado, y para siempre quedarían impregnados en la historia -como patrones de comportamiento normal- la traición, la corrupción, la impunidad, la envidia, el chisme y otros vicios sociales que engendrarían una sociedad deforme e inconclusa para siempre.

Decíamos en «La baja pequeña burguesía», un artículo de 1995, que «el atraso que vive la República Dominicana tiene sus raíces en dos aspectos fundamentales estrechamente vinculados uno y otro: la arritmia histórica de mediados del siglo XVI, producto del descenso en el ordenamiento social de la oligarquía esclavista al nivel hatero, y los más de 350 años de vida precapitalista que transcurrieron entre comienzos del siglo XVI y finales del siglo XIX.

«La oligarquía esclavista era el paso previo a la aparición de una sociedad capitalista burguesa; este intento de desarrollo de la burguesía vino a darse a mediados del siglo XX, lo que significa un enorme atraso en la evolución natural de la sociedad dominicana y en consecuencia una deformación entre sus integrantes; "... en lo sucesivo toda nuestra historia iba a estar condicionada por ese descenso, que sufrimos en nuestra infancia como pueblo"
(Juan Bosch, "Composición Social Dominicana, Historia e Interpretación", Decimoquinta Edición, Santo Domingo, 1986, Pág. 61).

«Los intensos años de vida precapitalista marcaron nuestra sociedad para siempre, sólo sirvieron para engendrar una pequeña burguesía deforme y sin la base de sustentación necesaria que diera vida propia a cada capa que la compone».
Aquí debemos hacer un paréntesis, muy corto pero enérgico, para iniciar desde hoy una cruzada para sacar del Panteón Nacional a Pedro Santana quien, además de traidor, fue el autor intelectual de las muertes de los tres forjadores de la dominicanidad.
La etapa inconclusa de la Restauración.

Anexada la nación a España, Gregorio Luperón, Santiago Rodríguez, José Antonio Salcedo y Gaspar Polanco, entre otros, se dan a la tarea, en gesta magnánima, de restaurar la soberanía perdida pero, los vicios de formación de la baja pequeña burguesía, ya puestos en evidencia en la etapa independentista, se desarrollarían de forma tan violenta que llevarían este período a la grosera intervención norteamericana del 1916, materializada bajo el pretexto de sanear las aduanas dominicanas, llevar al país a la normalización de sus finanzas y al pago de la deuda contraída con el invasor.

Poco duraría el proceso restaurador sin un nuevo obstáculo: el intento de Buenaventura Báez, mientras gobernaba de 1868 a 1873, de anexar el país a Estados Unidos. Báez convencería a Ulysses Grant, mandatario americano, de enviar tropas a la nación dominicana y de firmar un tratado de anexión, pero el Senado norteamericano no lo ratificaría.

¿Cómo puede darse continuidad a la implementación de políticas serias y desarrollistas si el país no salía de un golpe de Estado, una revuelta o un magnicidio?

De 1844, año de la Independencia, a 1916, año de la invasión yanqui, hubo 64 gobiernos. Si en ese período la Tierra giró 72 veces alrededor del Sol, significa que cada uno tuvo una duración promedio de un año, un mes y quince días. ¡Ni siquiera robar bien, al estilo del “Nuevo Camino” o al estilo de «E’ pa’lante que vamo’», se podía!

La etapa inconclusa de la Dictadura.

La invasión norteamericana del 1916 dejaría sembrada la peor semilla que podría haber germinado en suelo tan fecundo para la agricultura: la semilla del más sanguinario dictador que ha conocido América… ¡y uno de los peores del mundo!: la semilla del megalómano “Chapita”.

Han transcurrido apenas tres días de la celebración del 52 aniversario del asesinato de Rafael Leónidas Trujillo Molina, un 30 de mayo de 1961, por parte de hombres muy arrojados, entre los que había algunos resentidos sociales a quienes Trujillo, de una forma u otra, ofendió o relegó en los órdenes de jefatura y disfrute del poder.

Con el asesinato de Trujillo culminó la tiranía del hombre, pero no la del sistema, uno totalmente sucio y contaminado con lo peor que puede parir la oligarquía y la baja pequeña burguesía en su escalamiento de capas. Si hubiese habido un plan concebido ideológicamente, con fines de derrocar la dictadura para dar paso a un sistema de gobierno de corte social, de ejecuciones a favor del pueblo, no estaríamos hoy viviendo las desgracias de la corrupción, del cinismo y de la indolencia.

La etapa inconclusa de la “Democracia”.

Juan Bosch, enemigo de Trujillo por denunciar al mundo las injusticias y crímenes del régimen dictatorial, inicia esta farsa -que como sistema de gobierno se da el capitalismo, desarrollado o no- con el compromiso de estructurar un proceso con justicia social, trabajo, pan, educación, honestidad y, más aún, del lado de los mejores intereses del pueblo, algo sumamente raro en un país acostumbrado a que los de arriba sigan arriba y los de abajo... abajo. Idéntico escenario al que encontró y transformó Hugo Chávez y que 8,000 venezolanos millonarios (con medios de comunicación –en Venezuela, USA, República Dominicana, Puerto Rico, Europa-, barcos, milicias paramilitares, aviones, empresas para el terror, etc.) no aceptan.

Pero Juan Bosch no concluyó… ¡No se lo permitieron! Uno de los pocos dominicanos con vocación para mejorar las cosas para su país no pudo; y no pudo porque la iglesia católica, esa que viola niños y mató millones y millones de seres humanos en el nombre de Dios no se lo permitió, como tampoco se lo permitió la oligarquía dominicana, ni el imperialismo yanqui, ni los eternos vividores del pueblo: dos o tres familias que gozan de las bondades del poder desde que Colón pisó tierra americana.

La etapa inconclusa del retorno a la constitucionalidad: La Guerra de Abril.

Un coronel: joven, íntegro, cabal, moral, institucional… con experiencia en lo de “institucional” (el único militar dominicano con hoja inmaculada… “sin imperfecciones morales”, cuyo currículum vítae recoge un acto de valentía y de respeto a la Constitución sin precedentes… «¡el único con experiencia “institucional”!») se ofreció para impedir el golpe de Estado que malogró para siempre la vida de este pueblo, y lo hizo con apenas once compañeros.

Rafael Tomás Fernández Domínguez, a la sazón coronel del Ejército Nacional, con 29 años, y otros 11 oficiales, con edades entre los 23 y 32 años -1er teniente Marino Antonio Almánzar García, capitán Fernando Rafael Cabral Ortega, 1er teniente Gerardo A. Brito y Brito, mayor Roberto Antonio Cabrera Luna, 1er teniente Berto Gabriel Genao Frías, 1er teniente Antonio Ernesto González y González, 1er teniente José René Jiménez Germán, capitán Héctor Lachapelle Díaz, 1er teniente Freddy Piantini Colón, capitán Rafael Armando Quiroz Pérez y 1er teniente Lorenzo Sención Silverio-, estuvieron dispuestos a ocupar el Palacio Nacional en contra del golpe de Estado de 1963 y por el retorno a la constitucionalidad, siendo desestimadas sus acciones por Juan Bosch, presidente derrocado, quien entendía que los hechos desembocarían en un innecesario derramamiento de sangre.

La gloriosa Revolución de Abril se vio abortada por una nueva intromisión de las tropas yanquis, y esa hermosa gesta, la más extraordinaria del siglo XX en la vida dominicana, fue concebida, planificada y organizada por dos de los más grandes hombres que ha parido la patria de Duarte, Sánchez y Mella: Juan Bosch y Rafael Fernández Domínguez. En "Juan Bosch, una carta para la historia" (carta con fecha 27 de mayo de 1964), le dice el autor de "Trujillo, causas de una tiranía sin ejemplo" al Dr. Ramón Pina Acevedo: «Nuestro país está en la etapa de la fuerza, no en la de la educación política. El único poder real en Santo Domingo es el militar, y si en las filas castrenses no se rompe el equilibrio, tendremos dictadura por mucho tiempo. No tenemos ciudadanos capaces de hacer frente a los gases lacrimógenos, mucho menos a los fusiles. Así, entre la palabra de un líder –o su orden- y un tiro de máuser, el último tiene mucho más poder. Y los soldados y los policías dominicanos matan, cosa que el pueblo sabe por experiencia...

«El líder de este momento nacional no puede ser un dirigente político si no el coronel que pueda lanzar soldados a la lucha. Por eso desde el primer día de mi exilio les expliqué a los compañeros que la única manera de restituir la constitucionalidad era a través de los soldados –los contados soldados capaces de luchar por un régimen de derecho-, pero no todo el mundo ve con claridad los fenómenos políticos...».


Ese “líder” no era otro que el coronel Rafael Fernández Domínguez; y quienes quieran comprobarlo, porque demostrarlo aquí llevaría mucho tiempo y espacio, pueden leer el libro de Arlette Fernández, respaldado con documentos y cartas cruzadas entre Bosch y Domínguez, titulado “Coronel Rafael Fernández Domínguez, Soldado del Pueblo y Militar de la Libertad”.

Francisco Alberto Caamaño Deñó -líder indiscutible de la Revolución de Abril de 1965-, Hernando Ramírez, José Francisco Peña Gómez, Yolanda Guzmán, Mario Peña Taveras, Piky Lora, Héctor Lachapelle Díaz, Hilda Gatreaux, Juan Lora Fernández, Emma Tavárez, Manuel Ramón Montes Arache, Héctor Aristy, Aniana Vargas, Maximiliano Gómez (El Moreno), Asdrúbal Domínguez, Amín Abel Hasbún, Ramón Emilio Mejía (Pichirilo), el haitiano Jacques Viaux Renaud; el francés André Riviere, el italiano Ilio Capozzi y otros, varios muertos y algunos vivos, escribieron las más lindas páginas de la historia dominicana en busca de la conclusión de los sueños de nuestros forjadores pero, como siempre, el objetivo se quedó en el camino.

Hemos sido un pueblo bravo… valiente, pero nunca hemos podido darlo todo, como han hecho los vietnamitas, los alemanes… los árabes. Algo nos falta o algo se interpone en el camino para que las cosas no culminen de la forma esperada.

La etapa inconclusa de la falsa democracia… De Balaguer a Danilo Medina.

La Revolución de Abril de 1965 culminó y la corrupción, la inmoralidad, el cinismo, la indolencia y el desprecio por el pueblo continuaron sus cursos “establecidos”, como si nada hubiese sucedido; peor aún, la guerra civil creó pésimas condiciones de vida para los dominicanos (mala educación, inseguridad, terrorismo, falta de esparcimiento y recreación…), algo inconcebible en un país con un ápice de civilización y respeto por sus instituciones. Si la protesta es la mejor representación del descontento, ¿qué podemos esperar de una revolución -con sus miles de muertos y heridos, destrucción de infraestructura y otras desgraciadas consecuencias- que estuvo al borde desplazar del poder a la clase gobernante?

Joaquín Balaguer, en sus primeros 12 años de gobierno, asesinó lo mejor de la juventud combativa y comprometida; sometió a la población al mismo terror vivido durante la tiranía. Tan grande fue el descaro que públicamente dijo que la corrupción se paraba en la puerta de su despacho. Similar irrespeto mostró en Punta del Este, Uruguay, en una cumbre de jefes de Estado y de gobierno, al plantear al mandatario norteamericano, si este se lo pedía, su renuncia a la presidencia.

Corrupción, trampa, fraude y falta de institucionalidad caracterizaron sus últimos diez años de gobierno. No era de esperarse nada bueno en favor de las grandes masas.
Cabe hacer un espacio a la guerrilla de Caracoles, encabezada por el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, cuyas intenciones eran las de cambiar, radicalmente, el estado de cosas imperante en 1973. Pero el fracaso estaba a la vuelta de la esquina en un país donde la izquierda era, única y exclusivamente, cuestión de manos… ¡nada más!

Salvo muy contadas excepciones, la izquierda no tenía idea, siquiera, de lo que era el marxismo… y mucho menos el leninismo; partidos marxistas leninistas sin un sólo obrero, conformados por todas las capas de la baja pequeña burguesía, cuyos integrantes no eran más que potenciales calieses al servicio del aparato represivo del Estado.

¿Para qué Caamaño, Prócer Nacional, sacrificó su vida? ¿Para que estemos a estas alturas analizando donde están sus restos? ¿Para que los seguidores de Peña Gómez acusen a Juan Bosch de haberlo traicionado? ¿O para que los seguidores de Juan Bosch acusemos al Dr. José Francisco Peña Gómez de haberlo hecho?

Las intenciones de culminar un cambio se diluyen en trivialidades y lo único que se logra es, cada vez más, dividir la voluntad que se requiere para hacer algo grande que transforme el país por siempre.
Del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y sus gobiernos se esperaba un cambio a lo ofrecido por Balaguer y la secuela de infortunios vivida antes, pero sus correligionarios traicionaron los sentimientos históricos de un pueblo que siempre estuvo a su lado. Un presidente se mató -Antonio Guzmán- porque la corrupción casi le arropa; y otro -Salvador Jorge Blanco- fue sometido a la justicia y hecho preso por las mismas o peores razones. El tercero -Hipólito Mejía- no pudo hacerlo peor; su gestión fue más un chiste que otra cosa, aunque las risas que arrancaba no lo eximen de ser el responsable directo de una de las peores crisis económicas. De defensores históricos del pueblo pasaron, al detentar el poder, a saqueadores empedernidos. Sólo pudo lograrse cierto grado de institucionalización en las Fuerzas Armadas y un respeto condicionado a la expresión pública y a las libertades individuales.

Ahora, el mayor trauma, el más grande de los desengaños, el peor fracaso… el enorme fiasco ha sido, en la consecución de los fines que atañen a la sociedad, la gestión que ha desempeñado el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), "hijo preferido de Juan Bosch, negación radical y absoluta del PRD, formado a imagen y semejanza de los cuerpos castrenses y la iglesia católica". El PLD ha devenido en la peor de las catástrofes nacionales sólo porque a un narcisista y megalómano enfermizo se le ocurrió la brillante idea de desvirtuar la estructuración que Juan Bosch impregnó en un partido conformado por dominicanos, que requería de la formación de sus miembros, de la fiscalización del trabajo de los mismos y de la sanción ejemplarizadora.

El PLD -que hace mucho debió cambiar de nombre porque la L de liberación le queda muy grande-, que para el 1996 encarnaba la última esperanza del pueblo en la solución a sus eternos problemas, degeneró en una compañía por acciones cuya única finalidad consiste en saquear el erario a como dé lugar, sin importar burlas e indolencias con las que se manifiestan sus miembros al frente de la administración del Estado.

Leonel Fernández, presidente por doce años, cometió los desmanes más grandes contra una sociedad que quería ver culminar el hambre, el atraso, la corrupción, la ignorancia, la falta de institucionalidad, la inmoralidad, etc. Actuó de una forma tan descabellada que, previendo lo que podría sucederle, dejó atados todos los cabos para evitar rendir cuentas ante la justicia. Este es, quizás, el mayor evento que el pueblo dominicano debe concluir: someter al más inmoral, corrupto e indolente de los presidentes que ha tenido la nación.

Aunque el 30 de mayo de 1961 el pueblo no culminó con la tiranía del sistema, sí dejó sentadas las bases para decirle al mundo que por más abusivo, corrupto y malvado que sea un gobernante, es posible ponerle fin a una parte importante de ella.

En este momento es posible descabezar la indolencia, la soberbia, el cinismo y la corrupción del sistema sociopolítico dominicano; en este momento hay que dar un gran paso a favor de culminar uno de los procesos más dañinos que ha encarado la sociedad, podrida hasta el punto de su reformulación. Leonel Fernández debe ser sometido a la justicia o, de lo contrario, este país debe olvidarse por siempre de institucionalización. Debe pagar con cárcel los sufrimientos que ha ocasionado a los dominicanos o será imposible pensar que algún día la corrupción tendrá fin.

Danilo Medina apenas se aproxima al primer año de gobierno. Ha escuchado reclamos del pueblo y ha sabido rectificar a tiempo; incluso ha tomado medidas e iniciativas que han impactado favorablemente. Pero no debe seguir el camino de la no conclusión. Es mandatorio que las nominillas se acaben dentro del estamento gubernamental; es necesario que el parasitismo de Estado culmine en los consulados, embajadas y organismos internacionales; es obligatorio que la corrupción desmedida llevada a cabo por sus compañeros de partido sea sancionada. ¡Ya basta de trabajos a medias!

Aunque el actual mandatario asuma con severidad su papel de corrector de lo mal hecho, cosa que dudamos, no intentará optar por la reelección en el 2016... no porque no pueda sino porque no debe. Y este espacio disponible, en un PLD corrupto, que en nada se diferencia del PRD, será ocupado por la máxima representación de la inmoralidad, la simulación y la corrupción, siempre que el pendejismo, el conformismo y la "benevolencia de la obsoleta justicia" lo permitan.

Guillermo Moreno, a quien quieren descalificar con mentiras y calumnias ridículas puestas a circular por los vividores a sueldo del PLD dentro de los núcleos de avanzada, libra una batalla ardua y desproporcionada contra los saqueadores del Estado y su cabecilla principal: el doctor Leonel Fernández. Lo menos que debe hacer la parte no contaminada de la sociedad es mostrar un apoyo militante al exfiscal y presidente de Alianza País, condición esta última que de por sí no lo hace depositario de la confianza para el proceso electoral venidero.

Concluyamos por primera vez una acción que beneficiará a la sociedad por siempre; llevar a la justicia a Leonel Fernández por la interminable cantidad de violaciones a las leyes, aunque la imitación de fiscal haya dicho que están tan oxidadas que las violaciones han sido hechas con manos de seda, como las hacía el ladrón aquel que dio origen a una serie que los mayores de cincuenta años recuerda: "Raffles, el ladrón de las manos de seda". La diferencia es que este "Raffles" roba al Estado para sus secuaces; el otro, el de la serie, robaba a los ladrones...

Ing. Nemen Hazim
San Juan, Puerto Rico
1 de junio de 2013